Había sido una de aquellas tardes en que el Thousand Sunny había estado a su disposición cuando lo había descubierto por mera casualidad mientras se dejaba empotrar contra la pared de su santuario.
Era bien sabido en que su inusual relación era el cocinero quien incitaba a sus salvajes encuentros, categorizado por su compañero como un fetichista indomable y excéntrico pervertido. Algo que Sanji nunca había negado, es más, siempre había admitido con total sinceridad e inclusive en ocasiones con un toque de orgullo en su voz.
Pero en aquella ocasión ambos se habían dado cuenta de lo alejada que estaba esta afirmación de la realidad, pues Sanji no era el único quien, dentro de su lujuriosa mente, tenia gustos por demás raros y extraños a la hora de tener sexo.
Tenían el barco para aquellos solos hasta el día siguiente, el arribo a una nueva isla siempre significaba el lujo de dormir en un hotel luego de exhaustivas semanas navegando contra el misterioso y estrafalario clima del Nuevo Mundo.
Por suerte o quizás desgracia, había sido el oji azul quien había acabado aquella vez como vigía del navío, suspirando abatido al darse cuenta que, nuevamente, sus planes con el espadachín habían sido frustrados.
O al menos, había pensado en un principio.
Cerca del atardecer, mientras se encontraba fumando tranquilamente un cigarrillo en cubierta vio una figura familiar acercarse a la distancia, sonriendo torcidamente al ver que se trataba de su peli verde nakama, con las ropas desarregladas y un suave sonrojo cubriendo su morena fas. Rio quedamente al verle subir notoriamente sonrojado, a esas alturas y luego de conocer a Zoro como le conocía, ya ni siquiera le parecía extraña aquella situación.
Era bien sabido por todos los miembros de la tripulación Mugiwara el pésimo sentido de la orientación de su primero a bordo, y a nadie le parecería extraño encontrar al espadachín de vuelta en el barco tan solo a pocas horas de su llegada. Después de todo, podía ser que Roronoa nunca en su vida podría distinguir el norte del sur, pero quizás las costumbres o su instinto siempre acaban por guiarle hacia el Sunny Go.
O quizás, como presentía acertadamente la morena, hacia cierto amante del tabaco y las mujeres.
Sanji sonrió con algo de ternura al ver como su compañero desviaba la mirada, acercándose a el con paso lento al pensar en que, seguramente, había tenido intenciones desde un principio en volver al barco con el pero su orientación había vuelto a jugarle una mala pasada. Y, con esos pensamientos en mente, guio al peli verde hacia su santuario: la cocina.
El libido y la lujuria retenidos por tantas semanas de abstinencia había cobrado su primera víctima, robando la cordura del oji azul hasta el punto de no importarle en lo mas mínimo hacer aquello que, en n principio, había negado de mil y un maneras al moreno cada vez que intentaba mancillar su lugar de trabajo.
Algo confuso pero entendiendo la indirecta, sin perder más el tiempo del que ya había escapado de sus manos aquella tarde vagando por aquella isla, Zoro empotro con fuerza al cocinero contra la pared más cercana, besándolo fieramente sin dejarle escapar; sabiendo que en algún momento este intentaría escapar de sus garras.
Pero, contrario a lo que esperaba, un Sanji aun mas cachondo y excitado de lo normal lamio sus labios con premura, invitando a volver a besarle mientras alzaba una pierna y la enroscaba en su cadera, dejando que sus sexos se rozaran y un gemido involuntario escapara de ambas gargantas.
Sin poder soportar más aquella deliciosa tortura el peli verde rompió con fuerza la camisa azul que llevaba el oji azul aquel día, bajando desde sus labios a su cuello mientras dejaba un camino de marcas y chupetones que sabia no desaparecerían en un tiempo. Gimiendo deseoso por mas ante la actitud dominante del contrario, Sanji tomo con fuerza sus cortos cabellos, presionando su cabeza contra su cuerpo e intentando de una manera más que desesperada un mayor contacto.
Gruño algo molesto al sentir como esta vez su pantalón caía hecho tirones en el piso de la cocina, murmurando una maldición en voz baja sobre aquella manía del moreno por romper sus ropas en vez de ser un poco mas paciente y quitársela como Dios manda.
Parpadeando confundido por su descubrimiento Sanji rio entre dientes, intentando no llamar la atención de su acompañante quien, algo enfadado y confuso, le veía con una ceja alza al ser interrumpido de aquella extraña e inusual manera.
-nunca me había percatado de ello, pero más que ser un animal de costumbres eres un hombre de gustos muy raros-comento el cocinero aun entre carcajadas, mirando burlón al peli verde con una sonrisa surcando sus labios- has tenido el descaro todo este tiempo de decime pervertido, y eres tu quien tiene los fetiches más raros ¿o es que acaso nunca te habías dado cuenta que siempre rompes mi ropa antes de pasar a los preliminares?-pregunto divertido, riendo aun mas al ver el rostro desfigurado de Zoro ante sus palabras-
-pues nunca me había dado cuenta, para que mentir, cocinero-respondió el aludido en tono avergonzado, mirando rápidamente el suelo y sacando cuentas mentales de lo que debería pagarle por los destrozos que había ocasionado- pero en tal caso no creo que te moleste que tenga gustos tan extraños como los tuyos, si es que no te calienta el doble de lo que ya lo hacía con solo mis caricias-rebatió seductor el peli verde, llevando una mano a sus caderas hasta llegar a su trasero, dándole un fuerte apretón antes de romper su ropa interior a la mitad sin contemplaciones-
-entonces, muéstrame de lo que eres capaz, marimo~-ronroneo excitado el rubio, abriendo las piernas al sentir como este le penetraba con dos dedos, empezando a dilatarle con rudeza- porque desde ahora ya no tendrás excusas para evitar todos los encuentros que he planeado por tanto tiempo-susurro con una sonrisa obscena, gimiendo quedamente mientras movía sus caderas contra la mano de su amante-
Zoro asintió con la libido alcanzando su máximo punto, penetrando de una vez al cocinero mientras jadeaba audiblemente. Claro que pensaba cobrar su palabra hasta las últimas consecuencias, porque después de todo el era un espadachín de indudable honor y orgullo que jamás se retractaba de sus promesas o, en este caso, de un sucio trato que les llevaría a ambos por el oscuro camino de sus gustos más extraños que finalmente saldrían a la luz…
Tsusuku (o tal vez no xD)