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¿Qué es un instante? por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del fanfic:

¡Hola, amantes del slash y el yaoi!

Agradezco con toda mi alma que lean esto ( *///* )

Me he introducido por primera vez en el fandom de Sherlock Holmes gracias al Mystrade ( :3 ) Espero que les guste.

Ruego paciencia y comprensión, espero que sean gentiles conmigo ( >///< ) Reitero, es mi primera vez, aún tengo mil cosas que aprender.

Por favor, si tienen errores que quieren hacerme ver o críticas que quieren hacerme saber, déjenlas en un comentario. Nadie se los agradecerá tanto como yo ( ^^ )

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Son propiedad intelectual de Sir Arthur Conan Doyle. Todo lo escrito es hecho sin fines de lucro, no recibo ninguna remuneración por ello. Hecho por y para fans.

Notas del capitulo:

Es porque pones a mis penas a saltar de alegría.

Gracias Stig Al-sayf, por dejarme existir en tu vida.


¿Advertencias? Ninguna ( -w- )

Perdonen todos los errores de ortografía, redacción, narrativa y semántica que encuentren. Me esfuerzo revisando los detalles, pero siempre se me escapa algo o mucho.

Perdonen también mis incoherencias. No he dormido correctamente en más de tres semanas [corre en círculos]

Sin entretenerlos más tiempo...

¡Disfruten!

 

¿Qué es un instante?

 

[Quiero ser en tu vida

Quiero ser en tu vida algo más que un instante,
algo más que una sombra y algo más que un afán.
Quiero ser, en ti misma, una huella imborrable
un recuerdo constante y una sola verdad.

Palpitar en tus rezos con temor de abandono.
Ser, en todo y por todo, complemento de ti.
Una sed infinita de caricias y besos;
pero no una costumbre de estar cerca de mí.

Quiero ser en tu vida una pena de ausencia
un dolor de distancia y una eterna ansiedad.
Algo más que una imagen, y algo más que el ensueño
que venciendo caminos, llega, pasa y se va.

Ser el llanto en tus ojos, y en tus labios la risa.
Ser el fin y el principio, la tiniebla y la luz,
y la tierra, y el cielo; y la vida y la muerte.
Ser, igual que en mi vida, has venido a ser tú.

 Carlos Cuauhtémoc Sanchez]

 

 

Gregory Lestrade se levantó mucho tiempo después que el despertador sonara en su cuarto, una manía que crecía con el tiempo sin poderlo evitar. Hoy era un día tan común como cualquier otro, y mientras apenas le quedaba tiempo para vestirse, los minutos avanzaban viéndolo ir de aquí para allá en su casa. Pensó en el trabajo que tocaría hacer durante el día, pensó en la jauría de locos que tendría que enfrentar.

—Es tonto, pero me gustaría verle…

Siempre era el mismo pensamiento, el mismo secreto deseo. Siempre el mismo afán…

Otrora, más temprano en el tiempo y en otro espacio, Mycroft Holmes se despertaba con el alba. Su reloj biológico, más fino que un reloj suizo, le permitía arreglarse, componerse física y mentalmente. Cada movimiento, cada hálito, cada pensamiento era hecho con una frialdad calculadora, con la elegante sobriedad que distingue al hombre noble del corriente. Cada paso era dado justo con la energía y la fuerza precisa.

Subió a su automóvil, y sin quererlo susurró.

—Tal vez hoy me dejaré llevar.

Siempre era el mismo pensamiento, el mismo secreto deseo. Siempre el mismo afán…

Cada uno, la determinación y la arrogancia personificadas, se dirigían a un lugar común, sin saberlo y sin pensarlo. Uno más tranquilo que el otro. El otro más ansioso que el primero.

Cuando Lestrade llegó a la puerta del 221B de Baker Street en la fría madrugada de un Londres gris y todavía silencioso, esperaba encontrarse con toda la magnífica entropía que era Sherlock Holmes junto a su inseparable doctor Watson. Esperaba ser recibido por la amable y excéntrica señora Hudson, tal vez incluso por algún desconocido, que como él, necesitaba de la ayuda de aquel genio… pero Greg no esperaba encontrarse al mayor de los Holmes.

Cuando se abrió la puerta, justo cuando su puño estaba a punto de tocarla y contempló a Mycroft, a Lestrade casi se le detiene el corazón.

Sus ojos se midieron. Unos más fieros que los otros. Los otros más nerviosos que los primeros.

Un segundo…

—¿Viene a ver a mi belicoso hermano, inspector Lestrade? —preguntó Mycroft en un siseo cuidadoso.

Dos segundos…

—Sherlock me envió un mensaje esta mañana diciendo que me necesitaba —Greg no podía creer que estaba allí, hablando con él.

Tres segundos…

—Espero que no le haga perder el tiempo, imagino que lo requieren en el Scotland Yard —Mycroft se sorprendía por esa súbita charla banal.

Cuatro segundos…

—Es el Scotland Yard el que lo necesita a él, señor Holmes.

Cinco segundos…

—Para su buena o mala suerte así parece, inspector. ¿Desea pasar?

Seis segundos…

—Me parece que iba de salida, pase usted primero —y Lestrade se hizo a un lado, rogando con el corazón en la garganta que Mycroft no rechazara su cortesía.

Siete segundos…

Holmes aceptó el gesto y pasó a su lado, casi sin mover el aire a su alrededor. A Lestrade no se le escapó ningún detalle de su perfil altanero.

Ocho segundos…

—Supongo que mi hermano nos otorgará la agradable coincidencia de volver a encontrarnos, inspector.

Nueve segundos…

—Será un placer que así sea, señor Holmes.

Diez segundos.

Lestrade le vio marcharse en su auto negro e impenetrable, tan similar a la apariencia de su dueño. Mycroft se alejó de Baker Street con la cabeza llena de dudas, pero con una milimétrica sonrisa en su rostro.

Después empezaría la rutina. Cada uno en su propia esfera cargada de locura, cada minuto que pasa más agotador que el anterior.

Cada uno tendría que lidiar con sus propios demonios, con las personas a su alrededor, con los problemas que aparecen frente a ambos, con sus propios niveles de dificultad.

En las horas libres, se limitarían a matar el tiempo o a seguir trabajando en lo que vendrá, sin dejar a cada día en su propio afán.

Pero ese diminuto y efímero encuentro “accidental” no desaparecería de sus mentes, ni por un instante. Después de todo, los segundos podían convertirse en horas, y las horas en vidas, cuando sus ojos se encontraban.

Por enésima vez, al finalizar el día, ambos creyeron esos que segundos eran mejor que no haberse conocido nunca. Quién diría que Sherlock había hecho algo de bueno, para variar.

 

FIN

 

Notas finales:

¡Muchísimas gracias por su lectura!

Espero que todos lo hayan disfrutado, que les haya hecho pasar un buen rato y como mínimo que no les aburriera.

 

Se despide su no tan humilde servidora...

ItaDei_SasuNaru fan.

Cuídense mucho.

¡Hasta luego!

 


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