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El Abecedario de las Clavadas por Javmay

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Notas del capitulo:

... Siento que he desaparecido por mucho tiempo :)!... Pero tal y como dije en "Distancia" (que si no has leído, te invito :D), vengo a actualizar este Fic con un one-shot que quizás es bastante cliché... pero... bah~... quería escribir esta cursilería de los "Besos"

Como siempre, Slam Dunk y sus personajes no me pertenecen! (ojala lo hicieran)

Advertencias: ligera mención de homofobia... 

 

 

 

II. BESOS

 

.

 

.

 

JAV

           
              I.     Beso Eufórico

No lo puedo creer, pensó Hanamichi

 

No lo podía creer… No. Lo. Podía. Creer…

 

¿Estaba soñando? ¿Era un delirio? ¿Estaba drogado? ¿Alucinando? ¿O acaso esos tontos que se hacían llamar sus amigos le habían golpeado y dejado en coma? Sakuragi se golpeó. Se pellizcó las mejillas y se tiró los cabellos sólo para sentir dolor; para comprobar que no estaba sumido en la inconsciencia.

 

“¡Hana!” Le gritó Miyagi. Hanamichi, todavía aturdido, agotado, sudoroso, perdido, no alcanzó ni a reaccionar cuando Ryota se le tiró sobre la espalda riendo como desquiciado. “… ¡Ganamos! ¡Ganamos, Hanamichi! ¡Somos los más fuertes!” Las manos agarradas al cuello de su uniforme se sintieron tan reales… las lágrimas que veía caer del rostro de su amigo parecían tan sinceras… los gritos ensordecedores del estadio le tenían tan abrumado… que Sakuragi no tuvo otra opción que creer en la verosimilitud de todo esto. Que esta situación era real. Verdadera. Tangible. Tal y como sus compañeros de equipo que gritaban y/o lloraban de alegría; como el gordito que reía con los brazos arribas en la banca; como Ayako y Haruko que se abrazaban y saltaban de un lado para el otro con los rostros rojos de emoción. Como desde el público, vio y escuchó a Mitsui, Kogure… Y Akagi… gritar por ellos…

 

Habían ganado…

 

Shohoku había ganado las Nacionales…

 

Shohoku el día de hoy, se coronó como el puto vencedor de la competencia veraniega de baloncesto… Eran dioses… Eran victoriosos. Eran lo más fuertes. Pero Hanamichi todavía estaba entumecido. Congelado. Estático. Rígido y tenso por todos lados. No es que no sintiera nada, es que sentía demasiado. La sangre en sus venas le corría como en un río tempestuoso; sus oídos estaban tapados por la fuerza. Su corazón bombeaba con la potencia de un camión de carga. Sus músculos se sentían tan pesados como kilos y kilos de harina sobre su cuerpo. Su lengua era un peso muerto. Sus ojos estaban opacados y nublados de emoción.

 

Ryota eventualmente se salió de su espalda y corrió hacia Ayako. La chica de tercer año, siempre profesional, pero debilitada por las circunstancias, le abrazó contra su cuerpo y se dejó ser levantada por los aires. A Sakuragi ni siquiera le pasó por la cabeza correr hasta Haruko. No podía. No quería. No ahora, al menos.

 

Con el cuerpo aun agarrotado, sus piernas se dirigieron al túnel por el que habían salido desde los camarines. Los gritos cada vez se hicieron más lejanos. Los latidos de su corazón cada vez se hicieron más patentes. Hanamichi vio sus manos y se quedó estático al ver que estaban temblando de manera frenética. Quería gritar de felicidad. Quería agarrarse el pecho y desgarrarse ese lugar que palpitaba por la explosión de emociones. Deseaba correr y saltar. Y tirarse de un paracaídas para sentir la fuerza del viento contra su rostro. Deseaba entrenar por horas baloncesto para sentir el ardor por todos sus músculos. Quería, quería, quería…

 

Sakuragi se sintió loco. Descontrolado. Fuera de lugar.

 

Con sorpresa, volteó hacia atrás cuando escuchó a otra persona avanzar hasta la mitad del túnel (donde él mismo estaba oculto de todos los demás ojos del estadio). Caminando en un estado muy similar al suyo, se acercaba Rukawa con los ojos pegados al piso y los labios abiertos.

 

Y en ese momento, Hanamichi recordó todo el último momento del partido. Rememoró como en un filme norteamericano los segundos finales… Los 10 segundos restantes del encuentro…

 

Shohoku iba un punto abajo en el marcador (120-121) contra la respectiva escuela de Kioto. Hanamichi y su compañero de primero, un chico delgado, altísimo y risueño como un niño de jardín, sucesor de Akagi y centro espectacular, se paraban debajo del tablero para detener cualquier anotación del enemigo. Y sólo quedaban 9 segundos. Un chico del equipo contrario se posicionó e intentó un lanzamiento de dos puntos. Sakuragi saltó y la tapó con autoridad, pero no pudo evitar que el balón cayera nuevamente a las manos de los jóvenes de Kioto…

 

Y como si todo fuera una gran y boba ironía… el muchachito rubio teñido del otro equipo… erró… y le hizo un pase a--… Hanamichi…

 

Cuando Sakuragi recibió la pelota entre sus manos, se sintió nuevamente en ese partido de Kainan en su primer año. Quizás es el karma, pensó por unos instantes… Sólo 7 segundos… Y Sakuragi sin meditarlo, sin ponderarlo, sólo sintiéndolo… ahí, en sus huesos y arterias… alzó la palma sosteniendo el balón y gritó con todas la fuerza de sus pulmones.

 

“¡Zorro, corre!”

 

Y Rukawa corrió como un rayo… como una visión que uno ve sólo en esas noches mágicas en que toda la luz de la ciudad se corta. Fue una estrella fugaz que aterrizó en área enemiga y recibió con perfección pura la pelota. Y el equipo de Kioto no fue lo suficientemente rápido. No después del infierno de partido que venían jugando. Rukawa saltó, recto, impecable, con los brazos extendidos, con los ojos clavados en la victoria… y encestó dos puntos justo antes de que el pitido del árbitro señalizara el final…

 

Shohoku había ganado 122 contra 121… Algunos quizás podrían llamarle una victoria por pura suerte… Pero Sakuragi prefería pensar que estaba destinado… Que el karma le estaba devolviendo un favor. Y además… No fue sólo él quien logró el triunfo, sino todos sus compañeros de equipo… especialmente Rukawa…

 

Y como si le hubiera llamado, el pelinegro se detuvo sobre sus pasos y alzó sus ojos azules, clavándoles en los suyos. Ambos se miraban desenfocados y poco atentos, no muy seguros de qué estaban viendo. Y de repente, Sakuragi percibió fuego en su estómago, en su cuello, en sus muñecas, en sus pectorales, en sus hombros, en su espalda. Se sintió ligero, como quizás una nube se siente en los cielos. Se sintió libre, como un pájaro debe sentirse volando. Se sintió poderoso, magnifico… y como rey del mundo…

 

Sin saber por qué, avanzó hasta el pelinegro.

 

Rukawa le observaba sin verlo, esperándole, pero sin estar consciente de ello. Hanamichi al comienzo pensó que se acercaba para chocar manos… pero justo cuando ese pensamiento cruzó por su cabeza, sus brazos rodearon el cuello de Rukawa. Su rostro bajó y chocó sus labios con él sin cuestionamientos. Y antes de que pudiera volver a la realidad, el mismo zorro posó ambas manos en su espalda y le apretó contra su cuerpo sudado. No fue un beso merecedor de fuegos artificiales y odas infinitas. Fue el golpe de labios entumecidos y calientes. Ansiosos y desesperados por contacto. Hanamichi abrió la boca y le pasó la lengua por todo el contorno. Rukawa no tardó en abrir la suya y pegar sus labios una vez más. Se besaron como si estuvieron hambrientos por ellos. Se estrujaron como si el contacto de piel fuera la única fuente de vida y aire.

 

El uniforme mojado contra sus pieles pareció un aliciente para abrazarse más contra el otro cuerpo. Hanamichi jadeó al bajar una mano por el costado delgado y esbelto de su compañero. Le besó con un poquito más de insistencia, provocando que la cabeza de Rukawa se inclinara y le abriera más los labios. Sakuragi no podía distinguir ningún tipo de saber en su boca. No podía pensar ni razonar, sólo sentir el calor contra su rostro; el fuego en sus venas y en sus músculos.

 

Hanamichi gimió roncamente cuando pegó su entrepierna en el muslo de Rukawa… y ahí… ambos despertaron…

 

Se separaron como si el cuerpo contrario estuviera en llamas peligrosas y dañinas. Se observaron con horror, asco y miedo.  ¿Qué mierda había sido eso?... ¿Qué. Puta?

 

Sakuragi escuchó como su corazón hacía bumbumbumbunbum con una rapidez enferma. Sus labios abiertos respiraban con desesperación. Sus mejillas estaban rojas de rabia y vergüenza. Rukawa no estaba en mejores condiciones, apretando los puños con la fuerza suficiente como para marcar sus uñas. Oprimiendo los dientes con la potencia suficiente como para quebrárselos.

 

“¡Oigan! ¡Vengan ya! ¡Tenemos que formarnos!” Interrumpió Ryota desde el inicio del túnel.

 

Como si hubieran quitado mute al televisor, Hanamichi escuchó nuevamente el grito de las personas. El aplauso ensordecer del estadio. La alegría de sus compañeros. Todavía asqueado y furioso con sus acciones, forzó una sonrisa y le hizo gesto a su amigo y capitán. El chico más bajo le asintió con la cabeza y partió a la cancha.

 

“Esto no sale de aquí” Sakuragi siseó con los boca a penas abierta y los ojos entrecerrados en amenaza. Rukawa bufó con sarcasmo.

 

“Como si estuviera orgulloso de divulgar esto, tarado” Dijo pasando una mano por sus labios con los ojos cargados de disgusto.

 

“Voy a tener que lavarme con cloro, estúpido” Escupió con brusquedad el pelirrojo avanzando hasta la duela, sintiendo su corazón apretándose por… el rechazo… ¿De qué y de quién? No estaba seguro…

 

“Y yo en un baño químico” Replicó Rukawa con el ceño fruncido. Rígido y tenso caminado a varios pasos de distancia.

 

No se volvieron a mirar o hablar por el resto de la semana…

 

        II. Beso Lúdico

Esta es mi oportunidad, pensó Hanamichi con una sonrisa bobalicona, observando con ojos ansiosos como la mayoría de los presentes comenzaban a sentarse en el piso en un círculo desordenado e improvisado en la pequeña sala de su hogar. No había mejor momento para intentar besar a Haruko. ¿Cuándo podría tener una oportunidad como ésta de nuevo?... ¡Hasta que acepte mis sentimientos, por supuesto!, pensó Sakuragi sentándose con las piernas cruzadas junto a Yohei y el resto de su Gundam.

 

Hoy, 25 de diciembre, el equipo de baloncesto de Shohoku había decidido realizar una fiesta relativamente privada en la casa de Sakuragi (quien había perdido por sorteo /piedra-papel-tijeras/), asistiendo todos los chicos del equipo, y algunos amigos que ellos habían invitado por su cuenta.

 

La noche estaba resultando relativamente bien. Sakuragi, mimado e irritado por tener que prestar su casa, se negó a ayudar y acomodar las cosas desde el comienzo. Ryota y sus otros amigos suspiraron y se limitaron a ordenar lo que podían, después de que Sakuragi madre les diera luz verde para mover los muebles y hacer más espacio. Con una vaquita [x] que hicieron entre todos los miembros del equipo, compraron comida y bebidas en la tienda más cercana.

 

Y cuando el reloj de la sala marcó las 8 de la noche, los primeros invitados comenzaron a arribar. Muchos de los jóvenes trajeron a sus novias; Haruko trajo a sus dos amigas, y Ayako invitó a otras tres, por lo que no era una reunión exclusivamente masculina (por fortuna de muchos).

 

Sin ninguna sorpresa, el último en llegar fue Rukawa, que Sakuragi recibió con el ceño fruncido y un asentimiento de cabeza. Las aguas entre ellos todavía no estaban calmadas. Cada vez que estaban solos el ambiente se tornaba tenso y tóxico. Incómodo. Vergonzoso. Por supuesto, ninguno de los dos había dicho ni pio sobre esa cosa que hicieron en el campeonato Nacional el pasado agosto, por lo que se ignoraban como verdaderos expertos.

 

Y a Sakuragi, lo que más le molestaba, es que no quería que las cosas continuaran de esa manera. Quería… quería--… quería volver a como las cosas eran antes… Con los dos insultándose y peleando como niños. Mirándose con desafío. Compitiendo por estupideces. Y además… ahora… cada vez que le veía… su piel cosquilleaba… Sus dedos temblaban de puro nervio; sus labios se secaban como en el más intenso verano.

 

Sakuragi no entendía… y no quería entender… Todo es culpa de ese bastardo, pensó de mal humor durante la mayoría de la velada, hasta que Takamiya y Ookus propusieron con un grito escandaloso que jugasen a la botellita.

 

“¡¿Quéee---?! ¡Noo!” Alegó una de las amigas de Haruko, la de las coletas y labios gruesos, con el ceño fruncido y las manos en su cintura.

 

“Ah~ ¿por qué no? ¡Suena entretenido!” Replicó uno de los recientes miembros del equipo, sonriendo con inocencia y dejando sonrojadas a la mayoría de las jovencitas presentes.

 

Sakuragi, sin saber por qué, volteó hacia Haruko, encontrándola observando roja y fijamente a Rukawa asilado en una esquina. Y Hanamichi vio rojo… pero no sabía por quién… ¿por qué estaba tan cabreado? ¿de quién estaba celoso?... ¡De Haruko-chan, obviamente!, se dijo con un bufido y el ceño fruncido.

 

Miyagi, que llevaba mirando a Ayako con ojos de corazón toda la noche,  no tardó en unirse al juego con entusiasmo. Sakuragi, decidido a besar a su chica soñada para borrar de su mente pensamientos estúpidos e inservibles, también alegó para que todos participaran. Y al final, la mayoría terminó reunido en la sala en un círculo desordenado.

 

“¡Ah vamos, Rukawa! No seas aguafiestas” Gritó Ryota con una sonrisa maliciosa. Hanamichi, tragando el calor que se propagó en su pecho, miró con los ojos entrecerrados al zorro.

 

“No gastes tu aliento, Ryo-chin; apuesto que ese maldito no sabe ni besar” Rukawa, que hasta ese momento se encontraba bebiendo tranquilamente de su bebida, detuvo cualquier movimiento para clavar los ojos en Sakuragi con una intensidad que le heló la sangre.

 

Hanamichi no estaba completamente seguro de por qué había dicho eso; ni por qué terminó entonando la frase como una clase de desafío… como si le dijese: “ven y pruébame lo contrario”… pero funcionó, pues en menos de lo que canta un gallo, Rukawa subió los hombros y se sentó al otro lado del círculo con el cuerpo aparentemente relajado (aunque Hanamichi notó la tensión en su quijada y sus ojos nublados).

 

Takamiya corrió a la cocina para buscar una botella de vidrio y colocarla al medio del círculo; como prácticamente él había instigado todo esto, Takamiya comenzó a rotarla sobre su eje con poca fuerza. Aterrizó justamente en la amiga de coletas de Haruko, que se quedó rígida en su lugar y miró a sus amigas con horror.

 

“Ah~, vamos, es sólo un besito” Dijo Takamiya con una sonrisa casi dulce. Toda la Gundam estaba que se reventaba de la risa a esas alturas. La jovencita, respirando profundamente y cuadrando sus hombros, se inclinó hacia adelante esperando el contacto. El chico de lentes se sonrojó y acercó para darle un beso inocente y de poca duración.

 

Todos terminaron aplaudiendo y chiflando a los muchachos que quedaron como tomates de vuelta en sus lugares. El siguiente en tomar la botella fue Ookus, que se encontraba sentado junto a Takamiya, rotando el objeto y apuntando a la novia de uno de los chicos del equipo. Aunque discutieron por un rato, al final se dieron un besito que no molestó a nadie.

 

Siguieron así por un rato: Noma con la otra amiga de Haruko con un beso que mereció mejillas coloradas. Una amiga de Ayako con un miembro del equipo. Y así sucesivamente… Sin embargo, el aire pareció tensarse y helarse cuando después de que Yohei la rotara, la botella aterrizó justo al frente de Haruko.

 

Mito, preocupado y estático, observó de reojo a su amigo pelirrojo. Hanamichi no sabía qué decir. Si, le molestó pensar que su amigo del alma besaría a su chica soñada, pero no le invadió una rabieta suficiente como para golpear a alguien o alzar la voz en escándalo. Sin saber qué hacer, levantó los hombros en señal de acuerdo.

 

Yohei, suspirando visiblemente, no tardó en inclinar el cuerpo y darle un beso a la muchacha (que para la mayoría se sintió más largo y profundo que los anteriores).

 

Ryota lloriqueó de felicidad cuando su botella llegó hasta Ayako, quien sonrojada y resoplando, se quedó en su lugar para esperar por el chico del arete. Miyagi no se hizo de rogar, avanzando hasta su lugar y dándole un beso inocente y primerizo. Lo que nadie se esperó, fue que la mismísima Ayako colocara una mano sobre el cuello de Ryota y le empujara más contra su boca. Los dos jóvenes se besaron por minutos, rodeados por un silencio incómodo por parte de los otros presentes.

 

“Ee-hmm” Carraspeó alguien para separarlos.

 

“¡Oye, Ryo-chin, deja de babear y vuelve a tu puesto!” Despertados como de un sueño, los chicos de tercero se separaron rojos como un cangrejo.

 

De ahí le tocó el turno de besarse a dos chicas, que la mayoría de los hombres observaron con brillos maníacos en sus ojos. También le tocó dos veces seguidas a dos hombres; entre ellos a Noma y Ookus, que alegaron y casi salieron arrancando, pero terminaron cumpliendo con un beso corto.

 

Hanamichi, que ya estaba echando humos por la furia de no haber salido ni una puta vez con la persona que quería (sólo le había tocado con la amiga de Haruko /la que le miraba con dulzura/ y un compañero de equipo)sintió su cuerpo temblar de rabia, enojo, cólera y violencia, cuando Haruko, al girar la botella, tuvo la suerte de que ésta aterrizara en frente de Rukawa (a quien sólo le había tocado con Ayako; compartiendo con la manager un piquito inocente y amistoso /aunque Ryota igual casi estalló de celos/)… que miró al objeto con indiferencia y aburrimiento.

 

Sakuragi tragó con fuerza la bilis subiéndole por la garganta, y apretó con las uñas en sus rodillas. Su respiración se agitó y Yohei le observó con preocupación.

 

Cuando Haruko, sonrojada y mirando el piso, se quedó en su lugar y cerró los ojos, Rukawa se acercó, no sin antes mirar a Hanamichi directamente a los ojos, con una fuerza tal, que Sakuragi perdió todo el aire de sus pulmones.

 

Rukawa, con lentitud, posó una mano en la mejilla de la chica, antes de inclinarse y besarle con suavidad. Haruko jadeó y se acercó a la boca contraria, y Rukawa no tardó en ladear el rostro para acomodarse y empujarse más. La jovencita, con los ojos bien cerrados, abrió un poco los labios, sacando la punta de su lengua con vergüenza e inexperiencia para lamerle el labio inferior. El pelinegro, respirando bruscamente, se separó y volvió a su lugar, dejando a la pequeña Akagi con los ojos nublados y el cuerpo derretido.

 

Sakuragi, con los ojos cerrados y el estómago hecho un nudo, volteó hacia Rukawa, encontrándole rígido y con los ojos pegados al piso. Maldito bastardo, pensó el pelirrojo con furia abrumadora.

 

Sin ser consciente de nada a su alrededor, Hanamichi no notó que era su turno.

 

“Oi, Hana, te toca” Le avisó Yohei con un golpe en sus costillas. Sakuragi tomó la botella, la giró y rezó en su interior: Haruko. Haruko. Haruko. Haruko…

 

Pero…

 

Cayó en Rukawa…

 

Todas las personas en el círculo cayeron en un silencio tenso e incómodo, sabedores de la historia violenta entre esos dos. Mito estuvo a punto de levantarse para terminar el juego, pero justo cuando iba a interrumpirlo, Hanamichi avanzó hasta su compañero de equipo con decisión.

 

Rukawa le observaba profunda y fijamente, como si le estuviese retando, desafiando a a continuar con todo esto.

 

Sakuragi se plantó en frente del pelinegro con los ojos en llamas. No colocó sus manos en ninguna parte. No acercó su cuerpo demasiado. Sólo bajó la cabeza y prácticamente le golpeó con sus labios. Rukawa le gruñó, pero aun así le subió el rostro y pegó aun más sus bocas.

 

A todos se les cayó la quijada cuando Sakuragi abrió los labios e insistió con su lengua que Rukawa hiciera lo mismo. El pelinegro, en menos de un segundo, se zambulló en la otra cavidad como en una clavada, abriendo su boca con ansiedad patente. El sonido húmedo y de succión fue como una canción ridícula e incómoda en toda la sala. Nadie quería seguir viendo ese bizarro intercambio, pero tampoco podían quitar los ojos de encima. Y menos cuando Hanamichi jadeó y empujó su cara contra Rukawa con cierta violencia. El pelinegro, por la intensidad del empujón, dejó una palma de su mano en el piso para mantener el equilibrio, mientras que la otra la llevó a la ropa de Sakuragi, aferrándola entre sus dedos para acercarle más. Hanamichi le pasó la lengua por labio inferior, besándole la barbilla y separándose hasta su lugar.

 

Rukawa y Sakuragi jadeaban para recuperar el aliento. El primero estaba rojo y con las facciones tensas. Sus ojos azules estaban pegados en el suelo y sus manos ocultas en el bolsillo de su polerón. Sakuragi, en cambio, estaba relajado y sonriendo, con sus ojos castaños brillantes de triunfo y victoria.

 

Había ganado…

 

Él lo sabía…

 

Haruko lo sabía…

 

Rukawa lo sabía…

 

(Y todo el resto de los presentes de la fiesta…)

 

“Eehh--… ¿por qué no ponemos algo de música?” Interrumpió Yohei levantándose. Todos asintieron y se dispersaron. Rukawa buscó con la mirada a Sakuragi, y al encontrarle, le frunció el ceño y resopló, pero Hanamichi le sonrió socarronamente.

 

Rukawa se sonrojó y desapareció por el resto de la noche…

 

            III.      Beso Imaginario

 

Es un estúpido, pensó Kaede viendo a su compañero y (ugh) capitán, presumir sus clavadas ante los nuevos chicos de primero, quienes con sus “aahhh~” “wooaahh~” “uuhh~”, le tenían enfermo e irritado en este primer entrenamiento de enero.

 

Miyagi se había retirado del equipo en seguida después de que la Copa de Invierno había finalizado (en la que Shohoku perdió por 7 puntos en las finales), no sin antes nombrar a Hanamichi como capitán por decisión unánime entre el profesor Ansai y la nueva manager (Kaede creía que la niña era la hermana de Akagi). No le mal entiendan, no es que Rukawa pensara que Sakuragi fuese un mal basquetbolista, deportista, atleta, o lo que sea; al contrario. El monstruo pelirrojo era un excelente jugador. Tenía una resistencia envidiable. Aprendía más rápido que cualquiera. Animaba como nadie. Poseía una habilidad sin precedentes; sin pulir, pero natural. Clavaba el balón con un poder de fuego. Saltaba con el impulso de su coraje. Jugaba con el corazón en sus manos… Y---

 

Ugh… ahí estaba de nuevo…

 

Eres un estúpido, Kaede, se dijo a sí mismo negando con la cabeza y dirigiéndose hacia el profesor Anzai para esperar por instrucciones.

 

Desde ese maldito beso en la fiesta de navidad, Kaede no podía dejar de pensar en Sakuragi. Era enfermante. Desagradable. Hilarante. Molesto. Irritante… No entendía por qué. No sabía por qué no podía parar. ¿Qué mierda importaba un puto beso?... Si. Está bien. Uno que le derritió todos los huesos. Uno que le levantó el alma del cuerpo. Uno que le quemó toda la piel. Uno que le dejó rojo y avergonzado por todo el resto de la velada (razón por la arrancó a penas el maldito juego terminó). Uno que le dejó los labios húmedos, hinchados y desesperados por más…

 

No como ese que le dio a esa chica de la fiesta, y menos como el que compartió con Ayako-san. Pero por qué… ¿por qué no podía sacárselo de la cabeza?

 

Y lo peor de todo… es que ese bastardo pelirrojo lo sabía. Ese inútil descerebrado estaba completamente consciente de lo que provocaba en él. Bastaba recordar esa misma fiesta de navidad, en la que el estúpido le miró con una sonrisa tan engreída, socarrona y… burlesca… cruel… que Kaede sintió como su corazón se hinchaba, pero reventaba dolorosamente detrás de sus costillas al instante después.

 

Sakuragi sólo le había besado por una razón… y esa fue la de romper su imagen frente a la chica que le gustaba. El pelirrojo le dejó como una masa suplicante y derretida para probar--…. ¡Quizás que cosas!... ¿Qué era débil? ¿Qué era homosexual?... ¿Qué no valía la pena? ¿Qué era un idiota? ¿Qué podía ser usado como un paño viejo?...

 

Rukawa, ardiendo de la rabia, escuchó las instrucciones del profesor Anzai con poca atención; usando su autoridad de sub-capitán, para reunir al equipo en el centro de la duela para comenzar con el entrenamiento. Él y Sakuragi intentaron ponerse de acuerdo en el plan de actividades, debiendo la chica (la manager) intervenir en varias ocasiones para detener una pelea.

 

La tarde finalizó (por fortuna) y Kaede se quedó por un par de horas más para entrenar por su cuenta. Cuando ya sus músculos y cuerpo le exigieron un descanso, se limpió y dirigió a casa con su fiel bicicleta.

 

Saludó a su madre, se sirvió un poco de comida, se duchó y terminó lanzándose sobre su cama con poca delicadeza. Sabía que tenía tarea para unas cuantas materias, pero le daba flojera levantarse y sacar los cuadernos… bah… total, tenía los recesos para terminarlas… (O el almuerzo, si no tomaba una siesta)

 

Ya adormilado y agotado, dejó ambos brazos tras su cabeza y cerró los ojos para dormir. Niveló su respiración y acomodó el cuerpo. Pero nada. No podía…

 

Y Kaede sabía exactamente la razón de su insomnio, pues le venía pasando de esa maldita fiesta navideña…

 

Ese bastardo… pensó apretando los dientes. ¿Acaso no podía salir de su cabeza ni siquiera en la noche? ¿No podía dejarle en paz por unos míseros instantes? ¿Dejarle dormir y descansar? ¡No era justo! ¡No era nada justo que sólo él tuviese que cargar con estos sentimientos!... Con esta confusión… Con este desorden… Con esta rabia… Con este asco… ¿Por qué sólo le pasaba a él?

 

¿Por qué Sakuragi no le miraba con los mismos ojos nublados? ¿Por qué Sakuragi no le llamaba silenciosamente de la misma manera? ¿Por qué no le deseaba? ¿Por qué no le gustaba? ¿Por qué no le quería? ¿Por qué era totalmente heterosexual?...

 

Es tan---… injusto…

 

Kaede, relajando los puños y cerrando los ojos con calma, se permitió perderse en su imaginación; en una fantasía estúpida, boba y totalmente irrealista e imposible, pero una que le sosegaba. Una en la que Sakuragi no era cruel; no era injusto… no era un idiota enamorado de una chica que nunca le correspondería… Seguía siendo explosivo, energético, impulsivo, escandaloso… seguía siendo él en esencia, sólo que más amable, más cariñoso… más apasionado…

 

Tragando y sintiendo como sus mejillas se coloreaban, Kaede imaginó a Sakuragi sonriendo al medio de la duela después de una jugada especialmente difícil.

 

“Fue pura suerte” Él le diría impasible. El pelirrojo se alteraría y avanzaría hasta él a grandes zancadas.

 

“¡¿Qué dijiste, zorro?!” Le gritaría y alegaría con el rostro rojo de molestia.

 

“Que fue un milagro” Le provocaría ahora con una sonrisa burlesca. Y ahí Sakuragi, en vez de gruñirle y golpearle (como haría en la realidad), le correspondería la mueca con una sonrisa maliciosa y juguetona, una que prometía miles de cosas…

 

“Milagro es lo que voy a hacerte” Le susurró el Sakuragi de su fantasía con los ojos castaños oscuros de lujuria. Con el cuerpo bronceado inclinado hacia el suyo, expectante y ansioso por tocar su piel, Sakuragi le abrazaría por la cintura y le acercaría hasta chocar sus pechos con delicadeza. Rukawa suspiraría y levantaría el rostro; cerraría los ojos y dispondría sus labios. Sakuragi, dispuesto a darle todo, ladearía la cara hasta acariciarle la boca con la punta de su lengua, tanteando y provocándole. Kaede gruñiría con disgusto, levantando las manos hasta los cabellos rojos, desordenándolos y tirándolos en insistencia. Sakuragi le sonreiría y cumpliría con sus demandas.

 

Y ahí… ahí le besaría como si nada el mundo fuera tan bueno como unir sus bocas; como si nada más le hiciese sentir más vivo, libre y poderoso.

 

Juntos podían tomar el mundo en menos de un día. Juntos podían derribar edificios, muros y mundos. Respirando sobre el rostro contrario, lamiendo con suavidad, moviendo los rostros para acomodarse, besándose con más profundidad, con más deseo, con más desesperación, se sentirían más unidos que nunca.

 

Pero la realidad…

 

Por fortuna o lamentablemente…

 

Es distinta…

 

Pensó Kaede con los ojos cerrados con fuerza; con sus manos agarrando en puños las mantas; con el estómago hecho nudos…

 

Con el corazón un poquito roto…

 

  1. IV.          Beso Prestado

 

¿Y a este idiota qué le pasa?... se preguntó Kaede con el rostro impasible.

 

Corriendo al frente de todos los miembros del equipo de Shohoku, Rukawa vio de soslayo como Sakuragi mantenía los ojos clavados en el piso mientras trotaba a su misma altura

 

Para cualquiera lo anterior podría sonar totalmente ordinario y común… pero el pelirrojo, desde que había sido nombrado capitán hace poco más de dos meses, siempre corría en el trote inicial delante de todos ellosa sus buenos metros de distancia del grupo (según él era para darles motivación; pero Kaede siempre había pensado que sólo era para lucir su resistencia).

 

No es que le importara… o bueno, si, quizás, posiblemente… un poco--… mucho…. Lo que ocurría con ese cabezota, pero verle así de distraído, perdido en pensamientos y desenfocado, especialmente en un entrenamiento, era muy extraño. Sakuragi, aunque nadie lo habría pensado en su primer año de preparatoria, se tomaba su papel y cargo de capitán muy en serio, llegando incluso a leerse todos los libros de “Liderazgo” que le prestó Ryota cuando se retiró. Era un líder incondicional, comprometido, motivador, dedicado, inspirador y---

 

Ugh… ahí estaba de nuevo…

 

Si… ese maldito flechazo todavía no desaparecía… al contrario, parecía crecer con cada día que pasaba. Y no ayudaba en nada que Sakuragi y él hayan empezado a practicar todos los fines de semana en una de las canchas cerca de la costa. Porque esas reuniones no eran citas. Cuando estaban comiendo en un restaurante de mala muerte, no estaban pasando el rato como pareja. Cuando Sakuragi le invitó a su casa a cenar, no fue para presentarle oficialmente a su madre.Cuando se miraban fijamente a los ojos, no estaban coqueteando…

 

No… No y no… Nunca. Hanamichi era heterosexual. Completa y absolutamente devoto a las mujeres (especialmente a la manager del equipo). No debía hacerse ilusiones. No debía fantasear con estupideces. Lo de ellos nunca pasaría. Era ridículo. Risorio. Imposible.

 

Mejor preocuparse por algo seguro y  estable… como el baloncesto. Como el balón, la duela y el tablero. Todo eso estaba bien. En calma. En equilibrio. Eso él podía controlar. Manejar y mover a su antojo. Basketball es seguro… Sakuragi… no tanto…

 

“¡Hey, zorro!” Y justo cuando se dijo eso, el susodicho le llama mientras el resto de los miembros del equipo se asean sus rostros o beben agua.

 

“¿Qué?” Preguntó con estoicismo e indiferencia, sin siquiera voltear a él.

 

“Quédate hasta un poco más tarde” Le dijo parándose a su lado, bien cerca, hombro con hombro y buscando su mirada.

 

“Siempre lo hago, tonto” Kaede replicó con el ceño fruncido por la orden repentina, y el maldito extraño humor que traía Sakuragi consigo. ¿Para qué quería que se quedase? Si siempre practicaban juntos los sábados y domingos; un día más o uno menos no haría ninguna diferencia; además, normalmente el pelirrojo seguía entrenamientos diseñados estrictamente por el profesor Anzai.

 

“¡Arhg! ¡No tienes que responder así, bastardo! Sólo-sólo… quédate ¿sí?” Pidió con más insistencia. Kaede, débil ante la suplica en su tono de voz, le miró con sorpresa, quedando con los labios abiertos cuando vio a su capitán sonrojado y nervioso.

 

¿De qué se trataba todo esto?...

 

“Mmm—” Murmuró bajando los ojos a su botella de agua. Sakuragi gruñó y se alejó para reunir de nuevo a los chicos para así continuar con la práctica. Y aunque Rukawa siempre estaba entusiasmado y listo para jugar, ahora estaba más ansioso y desesperado por lo que vendría después.

 

¿Qué querría Sakuragi?... Se preguntó distraído por la mayor parte del entrenamiento. ¿Acaso querría preguntarle sobre alguna técnica? ¿O mostrarle una maniobra y presumir de ella?... ¿Y qué si…? ¿… Sí le había descubierto? ¿Qué haría si Sakuragi quería confrontarlo por descubrir lo que sentía por él? ¿Tendría que negar sus sentimientos? ¿Quizás confesarse? ¿Lucir ofendido y asqueado? ¿Sorprendido y temeroso?... ¿Qué tal y si… Sakuragi le rechazaba bruscamente… o le golpeaba… o se burlaba…? ¿Qué haría entonces?  

 

Sinceramente, a Kaede no le importaba para nada el después… sino ese mismo instante; porque estaba absolutamente seguro de que, cualquier tipo de rechazo (si bien le quitaría un peso de los hombros) le terminaría rompiendo por completo el corazón.

 

Por fortuna para su salud y equilibrio mental, la práctica finalizó no mucho después. Tanto él como Sakuragi fueron a los camarines para ducharse y cambiarse de ropa. Se asearon y esperaron con relativa calma a que todos se fueran (aunque Sakuragi lucia cada vez más nervioso y rojo)

 

“¿Qué es lo que quieres?” Preguntó Kaede sin rodeos. Sakuragi, parado al medio de la cancha con el bolso colgando de su hombro y dándole la espalda, saltó ligeramente por la voz. Rukawa frunció el ceño, no entendiendo qué estaba pasando aquí ni por qué…

 

“¿Recuerdas… recuerdas ese…ese b-beso de la navidad pasada?”

 

O no… aquí está… me descubrió…. Pensó Kaede con el corazón latiendo a mil por hora. Enfriando sus facciones para parecer lo más inexpresivo y estoico posible, volteó los ojos al techo y suspiró con aparente aburrimiento.

 

“Si… ¿qué pasa con eso?”

 

“Bueno yo… no sé si tu sentiste algo o… digo… yo desde ese día… Yo-yo he intentado… ¡Agh, cómo mierda digo esto!” Gritó Sakuragi agarrándose los cabellos. Kaede, tenso y listo para salir de aquí, esperó impaciente por la continuación, escuchando los latidos de su corazón por sus oídos y sintiendo el correr de su sangre por todo su cuerpo… “Lo que quiero decir es que…" Sakuragi suspiró y se volvió para observarle con los ojos agotados y cohibidos. “… no-no he podido dejar de pensar en eso… No puedo dejar de pensar en ti….

 

¿Estoy soñando? ¿Esta es una  de mis fantasías?

 

Debo estar en mi casa; acostado en mi casa e imaginando estupideces… pensó Kaede sin poder mover ni un músculo.

 

“¡No digo que me gustes, bastardo! Pero… pero ese beso…” Sakuragi susurró totalmente sonrojado.

 

Y si… este era el real Sakuragi Hanamichi. Esto es la realidad. No un producto de su mente. No una imitación barata. No una copia de lo verdadero. ¿Pero como era posible? Sakuragi es heterosexual… a él le gustaban las mujeres… ¿o no?... Estaba completamente loco por la manager… ¿verdad?... O eso parecía…

 

Pero eso beso, había dicho Sakuragi. ¿Acaso estaba intentado decir que le gustó? ¿Qué quería más? Rukawa no podía responder; no podía pensar; no podía hablar. Todo estaba congelado y mudo. Solo existían él y Sakuragi, parados en la duela y mirándose a los ojos con tanta intensidad, que él mismísimo verano arrancaría en vergüenza.

 

“Y-y, zorro… ¿no vas a decir nada?” Murmuró Sakuragi bajando los ojos.

 

¿Qué quieres que diga? ¿Qué me gustas? ¿Qué si me gustó ese beso? ¿Qué también quiero más? ¿Qué te quiero para mí… sólo para mí?

 

Incapaz de verbalizar sus pensamientos, dejó que su bolso cayera al piso mientas avanzaba hasta el pelirrojo. Kaede le vio tensarse y observarle casi con miedo. ¿Acaso esperaba un golpe? Estúpido, pensó Rukawa antes de zambullirse hasta los labios de Sakuragi. El pelirrojo jadeó y pareció gritar por la sorpresa. Pero recuperándose rápidamente, le abrazó por uno de sus hombros y cintura para mantenerle en su lugar. Kaede gimió y abrió los labios, recordando sus sueños y las incontables veces que deseó chupar y saborear esa lengua que ahora se enrollaba con la propia. Para nada experimentados, no pudieron evitar quedar un poco baboseados los primeros minutos, pero inmediatamente después de limpiarse con sus rameras, volvieron a atacarse como hienas hambrientas.

 

Sakuragi le afirmó de sus cabellos y le apretó aun más, besando con presión su sensible labio superior. Le acarició con la boca la punta de su nariz, su barbilla y su quijada. Dejó que su aliento cálido le bañara cada resquicio de piel de su cara. Y Kaede, perdido en la bruma de placer y ensoñación, gimió y abrazó por la espalda, abriendo la boca y dejándole besos mojados en el cuello y en la mandíbula.

 

Continuaron besándose con cierto desespero por unos cuantos minutos. Disfrutando de ese calor único que puede ser compartido sólo con esa intimidad. Se dieron piquitos y besitos cortos unas cuantas veces. Se besaron profundamente otras más. Se lamieron sin asco cuando agarraron el gusto por el juego de lenguas. Se chuparon el cuello cuando sus bocas no fueron suficientes. Suspiraron de excitación cuando la intensidad de sus emociones les abrumó…

 

Esto está  bien… ---por hoy…

 

Es suficiente…

 

Puedo con esto…

 

Quizás no le guste…

 

Quizás siga siendo heterosexual…

 

Quizás nunca me corresponda…

 

Pero…

 

Por ahora…

 

Lo tengo para mí…

 

…Y es suficiente…

 

Tiene que serlo…

 

  1. V.             Beso Clandestino

 

¿Cuánto llevamos haciendo esto?... se preguntó Hanamichi al chocar bruscamente su espalda contra la puerta corrediza de los camarines. ¿Dos-tres meses?... se preguntó al sentir unos labios delgados y cálidos chocar contra los suyos. Sakuragi gruñó y llevó una mano al cuello del cuerpo apretándole con hambre, para afirmarle, para mantenerle en su lugar, y para calmarle un poco. No es que no le gustara besarse con pasión, como si quisieran succionarse el aire de los pulmones…

 

Pero Hanamichi… quería más…

 

¿Quién lo hubiera pensado, verdad? ¿Quién podría haber adivinado que Hanamichi Sakuragi, el pandillero de Kanagawa, terminaría así de enamorado de su máximo rival, Rukawa Kaede? No él… nunca… Pero lo estaba. Absoluta y completamente. Irreversiblemente. Incorregiblemente. Honestamente, era algo desesperante y molesto. Era algo que todavía le enfurecía y avergonzaba. Era algo que no podía admitir o confesar ante nadie; algunas veces ni siquiera a sí mismo… pero así eran las cosas.

 

¿Qué cuándo había pasado?... A Sakuragi le gustaba decirse que hace poco; sin embargo, dejando su orgullo de lado, posiblemente todo comenzó a tomar forma con ese beso que se dieron en las Nacionales del año pasado. Hanamichi, por supuesto, no le había contado a nadie sobre el húmedo intercambio; no quiso pensar en él; lo borró por completo de su mente. Pero en navidad… esa noche del 25 todas sus emociones le chocaron como una grúa contra su frente. Sus sentimientos le dejaron inconsciente y aturdido, no obstante, esa noche se había sentido tan feliz… que lo olvidó por unos meses, especialmente después de que Ryota le nombrara capitán y cosas más importantes llenaron su cabeza.

 

Por muchos meses Sakuragi se dijo que la emoción y alegría que sintió esa noche de diciembre fue por desenmascarar a ese maldito; que la sonrisa de su rostro fue por probarse frente a Haruko, su chica soñada. Pero la realidad, como siempre distinta a la ficción, le tuvo estos meses cuestionándose hasta su nombre. Probablemente lo anterior ocurrió por la cercanía que desarrolló con Rukawa. Entrenaban todos los fines de semana, después de todo. Almorzaban sentados con tranquilidad, hablando de sus vidas y riendo de estupideces. Se miraban con más frecuencia. Se sonreían de vez en cuando. Eran amigos… sólo eso… Se dijo Sakuragi varias veces. Y logró convencerse de ello hasta las preliminares para el Campeonato de Verano en Junio.

 

No estaba seguro de qué había cambiado ahí. Quizás él… Quizás Rukawa… Posiblemente su cabeza ya no podía con la confusión. Los engranajes de su cerebro estaban agotados por tanto pensar. Su corazón estaba rogando por descanso. Sus noches suplicaban por más sueño.

 

Y si, probablemente esa tarde en la que le pidió a Rukawa que se quedase, fue un grito de ayuda… fue un llamado silencioso… fue su propio ruego para que le sacase de ese mar de incertidumbre. Porque estaba perdido y roto. Y ese beso que compartieron con los últimos rayos de sol entrando por las ventanas, le pegó como un pegamento de primera calidad.

 

Y por eso estaban así ahora… Besándose siempre después de los entrenamientos. Tocándose en cada oportunidad que tenían. Algunas veces disminuyendo los entrenamientos de los fines de semana para ocultarse en unos arbustos y continuar con sus exploraciones.

 

La única pregunta que seguía rondando a Hanamichi, sin embargo, era ¿por qué Rukawa estaba haciendo esto? Sakuragi, aunque le tomaba casi todo su coraje y dignidad admitirlo, ya no podía negar sus sentimientos… Se sabía encaprichado… enamorado…. Completamente perdido…

 

¿Pero, y Rukawa?

 

¡Quizás le gustan demasiado los besos de este genio!

 

Se dijo cuando Rukawa gimió roncamente y le metió las manos bajo su polera.

 

Quizás…

 

Quizás le guste… un poquito…

 

Algo…

 

O en el futuro…

 

Quizás…

 

Podría tener alguna posibilidad…

 

Quién sabe….

 

  1. VI.          Beso Espontáneo

 

¿Cuántas llevo ya?... se preguntó Hanamichi después de anotar por x vez consecutiva. El sol de octubre, débil y sólo de adorno por estos meses, no hacía mucho para aumentar el calor de su cuerpo, ya ardiente por las horas que llevaba practicando en la cancha de su vecindario, vacío a excepción de él este domingo en la mañana.

 

Se supone que entrenaría con Rukawa, pero el zorro estaba atrasado, aunque nunca antes habían discutido planes para juntarse o hacer algo después (como almorzar o ir al cine). Todo eso venía de manera espontánea… Improvisada e imprevista.

 

Sakuragi, si dejaba a su imaginación volar de manera alocada y salvaje, hasta podía decir que parecían novios. O sólo muy buenos amigos, se corrigió en seguida. ¿Para que engañarse? ¿Mentirse? ¿O llenarse de ilusiones? Lo que era, era… Él y Rukawa compartían una amistad… extraña… Se besaban, de vez en cuando. Se tocaban cuando podían. Se buscaban en cada oportunidad que se les presentaba. Pero sólo eran amigos.

 

Amigos...

 

¿Cómo una palabra tan inocente podía ser tan agridulce… amarga y dolorosa?

 

“Hey” Escuchó Sakuragi desde la entrada de la cancha callejera. Volteando hacia la voz, se encontró con Rukawa parado con las manos en sus bolsillos, sin usar ropa deportiva, sin bolso de entrenamiento y sin bicicleta…

 

“¿Ya te rendirse de intentar superar a este talentoso deportista?” Hanamichi preguntó con burla. Boteó el balón un par de veces y la encestó con una bandeja. Rukawa no avanzó de su lugar, no le quitaba la miraba de encima y tampoco dijo nada. Sakuragi comenzó a sentirse ansioso, nervioso, cohibido por la fuerza de esos ojos azules. “… ¿Y, para qué viniste si no vas a practicar?” Su pregunta salió un poco más brusca de lo que pretendió en un comienzo, pero no dejó que eso le quitara la impaciencia.

 

Rukawa negó con la cabeza y suspiró antes de entrar y pararse a unos pasos de distancia.

 

“Que ya no puedo más” Susurró alzando el rostro hacía cielo nublado.

 

“¿Ya no puedes más con qué?” Rebatió Hanamichi confundido. La pelota entre sus manos fue apretada con tanta fuerza, que Sakuragi pensó que la reventaría. ¿Acaso se dio cuenta de mis sentimientos? ¿Acaso ya no quiere ser mi amigo? ¿Cayó en cuenta de lo raro que nos estamos comportando y quiere parar?

 

“Con esto” Respondió alargando un brazo y haciendo un gesto entre los dos. Hanamichi se atragantó. Sus ojos picaron y su estómago se hundió. Su corazón se apretó con tanta fuerza, que por un momento creyó ya no podía sentir a su sangre correr por su cuerpo.

 

“Bien… como quieras” Dijo con violencia, dándose la vuelta y boteando la pelota con amargura. No quería verle. No quería escucharle. Quería que desapareciera de su vista. De su mundo. De su cabeza. De su corazón… ¡¿Cómo…?! ¡¿Por qué?!...

 

Cuando Sakuragi escuchó los pasos del otro tipo alejándose, relajó el rostro y permitió que una lágrima cayera de sus ojos. No podía soportarlo. No podía más… Por qué dolía tanto. ¡¿Por qué no podía respirar?!

 

Tirando con violencia la pelota contra la reja, llevó una mano contra su rostro, intentando afirmar sus emociones. La otra mano la llevó a su pecho, justo arriba de su corazón. Quería desgarrárselo. Sacarlo de ahí y no sentir nada más.

 

Furia. Rabia. Frustración. Sufrimiento. Ansiedad. Más cólera. Más dolor. Ira. Desazón. Decepción. Humillación. Vergüenza. Un corazón destrozado… eso estaba sintiendo.

 

“¡Eres un hijo de puta!” Gritó dándose la vuelta. Rukawa, que estaba cruzando por la salida, se detuvo sin volver el cuerpo. Se quedó ahí; rígido y estático. “… ¡Un bastardo sin corazón!... ¡¿Cómo pudiste..?! ¡Te odio, miserable!... ¡Me diste esperanzas como por tres meses y ahora--! ¡¿Qué?! ¡¿Te aburriste?! ¡¿Ya no soy suficiente?!... “Apuntándole y jadeando, a Hanamichi no le importó si había personas viéndoles o escuchándole. Nada importaba. “…Jódete, Rukawa… Ojala te arrolle un bus en tu camino a tu cueva….” Murmuró bajando los ojos a la cancha gastada.

 

Su garganta le dolía por los gritos. Todo su cuerpo temblaba de la impotencia.

 

Pero se congeló cuando sintió a alguien parado al frente…

 

“¿Qué dijiste?” Susurró Rukawa. Hanamichi, con el ceño fruncido, alzó los ojos para gritarle, pero se quedó mudo cuando vio al rey de hielo con los ojos rojos, con el rostro… tan esperanzado… tan expresivo… “… ¿Qué yo te di esperanzas?.... me las diste, inútil… Por eso quería terminar con todo esto, porque pensé que eras un maldito hetero que sólo estaba experimentando… ---Ya no podía…. Pero-pero… si… si tu sientes lo mismo…”

 

Y Sakuragi no le dejó terminar. No le dejó continuar antes de casi saltarle encima y abrazarle contra su cuerpo. Le pasó los brazos por su cintura y le estrujó contra sí. Ocultó su rostro en el otro cuello e intentó regularizar su respiración agitada. Esto era demasiado. Estaba sintiendo demasiado. Estaba abrumado. Aturdido. Totalmente derretido.

 

Rukawa le devolvió el gesto. También le pasó los brazos por su torso, un poco más arriba, para descansar sus manos debajo de sus hombros, dejando su cara y nariz inhalar el aroma de esos gruesos cabellos pelirrojos.

 

“Somos unos idiotas” Murmuró el pelinegro después de unos minutos.

 

“Tu lo eres, estúpido. Este genio se habría dado cuenta tarde o temprano” Sonrió Hanamichi al alejarse un poquito.

 

“Sí, claro, por eso ahora estabas llorando como una niñita” Se burló Rukawa rodando los ojos.

 

“¡¿Qué estás diciendo?!... ¡Un bicho me entró al ojo!”

 

“Mmm—”

 

Discutiendo y peleando, como siempre, fueron a la casa de Rukawa para que se cambiase de ropa y pudiesen entrenar lo que quedaba del día.

 

Practicaron por toda la tarde. Cenaron comida chatarra en un puesto relativamente barato. Fueron a la casa de Hanamichi para ver unas películas y jugar a la play…

 

Y se besaron toda la noche sólo porque si…

 

  1. VII.        Beso Incondicional

 

Todo va a salir bien… se dijo Kaede otra vez; con más fuerza, con más convicción, con más fe.

 

Porque la mamá de Sakuragi no era como sus padres. De ninguna manera. No era posible. Esa mujer, de cabellos castaños como chocolate de leche, con esa sonrisa de primavera, con esa voz de jovencita, con ese humor de niño, con ese amor de ángel… siempre amaría a su hijo…

 

“¿Seguro que no quieres que vaya contigo?” Preguntó Kaede por centésima vez en lo que llevaban de tener esta conversación. Hanamichi resopló y le empujó con poca fuerza.

 

“Ya te dije que no. Estoy bien. Puedo manejarlo” Respondió con una sonrisa engreída, sin embargo, Rukawa vio los nervios y preocupación en los ojos castaños de su novio. ¿Y como no estarlo? Si sus propios padres no habían reaccionado para nada bien. Ni de lejos.

 

Cuando Kaede decidió confesarse ante ellos, informarles que era gay y que tenía pareja, su madre se había quedado muda y rígida, pero su padre… ese hombre se paró y le golpeó con violencia la mejilla.

 

Rukawa nunca hasta esos momentos había estado tan agradecido de que Hanamichi no estuviera consigo, porque estaba seguro de que su novio se habría tirado encima de su padre para reventarle la cabeza… y aunque Kaede estuvo tentando de devolverle cada uno de los golpes, la verdad es que, al final del día… seguía siendo su papá--- aquel hombre que le enseñó a montar bicicleta; quien le compró su primer balón de baloncesto; quien le acompañó durante toda esa semana en la que se lesionó un brazo en una pelea; quien le sonreía con complicidad cada vez que mamá les regañaba por algo… Él era su padre… el mismo hombre que le empujó fuera de casa y le ordenó que nunca más volviera…

 

“Porque yo ya no tengo hijos” Siseó con los ojos azules en llamas y entrecerrados. Y aunque Kaede no lloró, no saltó de un puente y no se quedó en una esquina quebrado y destrozado, si corrió hasta la casa de Hanamichi y se aferró a su cuerpo como si fuera un salvavidas.

 

De eso ya habían pasado dos meses, y hoy era el turno de su novio. Rukawa había intentado disuadirlo, convencerle de que esperara a que se mudara fuera de casa para evitar cualquier rechazo, pero Hanamichi siempre insistió en que confiaba en su madre; en que quizás no estaría absolutamente feliz, pero que le apoyaría y amaría incondicionalmente, tal y como Kaede lo hacía.

 

“Te llamo a penas hable con ella” Expresó su pareja relajando sus facciones. El parque en el que estaban, vacío a estas horas en un día martes de invierno, les permitió abrazarse y besarse una vez, con suavidad y ternura, con seguridad y confianza. Kaede suspiró y le dejó ir, no obstante, cuando el pelirrojo estaba a unos pasos de distancia, le llamó.

 

“Hana… si pasa algo, cualquier cosa, ven a buscarme” Demandó con cierta fuerza, sabiendo lo imprudente e impetuoso que podía volverse su novio cuando no estaba pensando con claridad. Sakuragi, sonriendo, asintió y continuó con su camino.

 

Kaede, por su propia parte, metió las manos en los bolsillos de su abrigo y comenzó el camino a su propia casa; o bueno, no de él, sino de un primo que le recibió después de lo ocurrido. El joven, universitario e inmerso en su propio mundo, le permitió quedarse todo lo que necesitase, conmovido por su historia, e iracundo por lo que le habían hecho sus tíos.

 

Rukawa llegó y se cambió de ropa a algo más cómodo; por fortuna no estaba su primo, porque en otro caso ahora le estaría alegando por pasearse dentro del apartamento como un San Bernardo que no habían sacado a pasear durante todo el día. Se negó a morderse los dientes o a servirse algo sólo por ansiedad. Se sentó en el sillón y encendió el televisor para ver una película. La programación era un asco, pero terminó viendo uno de esos famosos programas japoneses de concursos.

 

Temblando de frío, partió a su cuarto y sacó una chaqueta y gorro para abrigarse. El apartamento era como un iglú, pero ninguno de los dos jóvenes poseía el dinero como para instalar un sistema de calefacción o algo por estilo, asique mantas y montones de té caliente era lo único que les mantenía vivos por estos días.

 

Cuando Kaede estaba a punto de ponerse su ropa y partir a la casa de su novio (ya sin poder tragarse los nervios y la impaciencia), escuchó la vibración de su celular sobre la mesa de la sala.

 

“¿Cómo te fue?” Preguntó rápidamente sin saludar. Hanamichi al otro lado bufó y rió con alegría. El corazón de Rukawa se hinchó de felicidad (quizás con un poquito de envidia, pero nada peligroso) por oírle tan ligero y despreocupado.

 

“¿Qué te dije, zorro? ¡Mi mamá es la mamá más genial del mundo!” Presumió Sakuragi riendo escandalosamente. Kaede suspiró y sonrió con alivio, acomodándose en el diván y cerrando los ojos.

 

“Me alegra oír eso” Dijo sintiendo como su cuerpo mágicamente se abrigaba.

 

“¿Oye, estás ocupado?” Preguntó su novio de la nada.

 

“No” Respondió un poco confundido.

 

“Que bueno, porque mi mamá me ordenó que te invitara a cenar. Quiere conocerte, oficialmente” Kaede se atragantó, tensó y quedó mudo, sin poder enfocar la vista y con los labios abiertos como tonto.

 

¿Oficialmente--…?

 

Mierda… Mierda. Mierda. Mierda…

 

¡Por supuesto! Sakuragi-san le conocía, pero sólo como el amigo silencioso y educado de su hijo extrovertido y rebelde; como el chico alto y pálido que no hablaba mucho, pero que sonreía con dulzura cada vez que estaba con Hanamichi.

 

“Y--- ¿Qué dices? ¿Vienes o no?” Continuó Sakuragi con impaciencia.

 

“Claro...” Susurró sonrojado y nervioso. “¿Tengo… tengo que llevar algo?”

 

“¿Ah?... No, nada. ¡Oh, pero podrías comprarme esas galletas que me gustan!”

 

“Glotón”

 

“¡¿Qué estás diciendo, bastardo?! ¡Si a ti también te gustan!”

 

Mientras Hanamichi continuaba alegando y hablando de todo y nada, Kaede se levantó a su cuarto para elegir un atuendo casual, pero formal; algo no muy rebuscado, pero que dijese que se estaba esforzando.  

 

Pues esta noche se presentaría a la madre de Sakuragi como su novio… oficialmente…

 

  1. VIII.      Beso Hogareño

 

Casa… Hogar… Calidez y confort… pensó Kaede al ver la puerta de su apartamento. Con un bolso azul y pesadísimo colgando de su hombro, Rukawa buscó entre sus bolsillos por las llaves que se había cuidado de sacar antes de bajarse del taxi.

 

Al abrir, lo primero que le golpeó fue el olor a quemado.

 

Oh, no… Hana intentó cocinar… Créanlo o no, Sakuragi era un verdadero inútil en la cocina; si hasta el pan se le quemaba en la tostadora, por lo que Kaede se había asegurado de dejarle una buena cantidad de comida en el refrigerador para esta semana en la que estuvo ausente por su trabajo. Negando con la cabeza y suspirando de cansancio, dejó el bolso en la entrada y avanzó hasta la cocina, preparándose para lo peor. Y así fue… el mesón era un asco; la encimera no podía ni diferenciarse de lo que parecía harina mojada pintándola por todos lados… y--… ¿era eso salsa de tomate en el techo…?... Oh, por dios, pensó Rukawa sonriendo con exasperación.

 

Y su pareja, su inútil, tierna, pero totalmente escandalosa pareja, estaba leyendo con ansiedad el presumiblemente libro de cocina, con unos ojos que parecían querer dejar un agujero de fuego en la página respectiva.

 

“Estoy en casa” Kaede susurró. Sakuragi, a una velocidad poco sana, alzó el rostro y le quedó mirando por tres segundos completos, con una sorpresa evidente.

 

“¡Zorro!” Lloriqueó antes de resoplar y fruncir el ceño. “¿Qué estás haciendo aquí? ¡Dijiste que llegarías en la noche!” Alegó colocando sus manos (sucias) sobre su cintura.

 

“Supuse que destruirías la cocina” Se burló avanzando hasta su novio, que ahora bufaba y se sonrojaba como un niño atrapado en una de sus maldades tontas.

 

“¡Cállate, bastardo!”

 

“¿Por qué estás cocinando?” Preguntó pasándole un brazo por su cintura, dejando que su nariz acariciara la mejilla que tenía un poquito de barba. Hanamichi volteó el rostro y evitó sus ojos. Kaede, adivinando que necesitaba más coacción, sonrió y se mordió los labios. “… Te extrañé…” Murmuró apretando su boca en el cuello de su pareja.

 

Sakuragi, débil a sus besos, bajó el rostro y le besó directamente en los labios, con suavidad y ternura (ya tendrían la noche para recuperar el tiempo perdido)

 

“Quería darte una sorpresa” Confesó Hanamichi con el cuello rojo, las mejillas rosadas, y la frente arrugada. El corazón de Rukawa se hinchó tanto, que olvidó completamente el agotamiento del viaje o la irritación por el desastre de la cocina. Por esto es que lo amo… pensó sonriendo y acercándose para besarle con un poco más de profundidad.

 

“No debiste… Me hubiera bastado con que me recibieras con una sonrisa”

 

“¡¿En serio?! ¡Lo hubieras dicho antes, idiota! ¡Habría ahorrado todo este rato!”

 

“Lo siento, no sabía que eras un hombre tan ocupado” Kaede se burló, pues Hanamichi estaba de vacaciones por esta semana.

 

“Ja-ja, estúpido… es que Yohei me invitó a su casa para ver Naomi” Dijo Sakuragi con una sonrisa infantil.

 

Naomi era la recién nacida de Mito Yohei y Haruko Akagi; y una pequeña princesita que se convirtió invariablemente en la regalona y consentida de todos los ex miembros de Shohoku y la Gundam. Kaede, incluso, que no sentía demasiado por la ex manager, adoraba al bebé.

 

“¿Por qué no me ayudas a limpiar y vamos a verla juntos?” Propuso arrugando los labios a la cocina.

 

“Pero… ¿no estás cansado por el viaje?” La verdad es que bastante, pero Rukawa no quería separase de su pareja. Negando con la cabeza, Hana sonrió y asintió varias veces antes de abrazarle y besarle una y otra, y otra vez.

 

Total… Yohei nunca había dicho una hora exacta…

 

  1. IX.          Beso Eterno

 

“Hey… ¿Recuerdas esta fiesta?” Preguntó un pelirrojo mirando con un sonrisa nostálgica la foto vieja y arrugada entre sus dedos. El hombre a su lado, empacando los utensilios de la cocina en sus respectivas cajas, detuvo cualquier acción y se paró detrás de su pareja, observando la fotografía y sonriendo con burla y ternura.

 

“¿Cómo voy a olvidarla?...Si en ese jueguito me metiste la lengua como hasta la garganta” Comentó recordando esa fiesta navideña hace ya años atrás.

 

“¡¿Perdón?!... Yo no fui el que se aferró a mi ropa para que siguiera…” Rebatió enseguida el pelirrojo, casi ofendido y casi fingiendo.

 

“Me estaba afirmando, estúpido. Prácticamente estabas tirado encima de mi”

 

“Nyahahha… ¡Te habría gustado, zorro!” Se burló sonriéndole con esa altanería que con los años sólo había menguado un poco.

 

“Si hubieras hecho eso en esa época, de seguro te arrancaba las bolas de una patada”

 

“¡Si, claro~!... ¡No mientas! ¡Sé que te enamoraste perdidamente de mi desde el campeonato Nacional!”

 

“Me estás confundiendo contigo”

 

“Nyahahahah ¡Estás rojo!”

 

“Ya, cállate y sigue empacando”

 

El pelirrojo, aun riendo con escándalo, se limpió con exageración las lágrimas de sus ojos y continuó guardando los pocos artículos de la sala en cajas esparcidas por ahí. Llevaban haciendo esto desde el día anterior, y sin importar que el apartamento era prácticamente un agujero en la pared, era increíble la cantidad de porquerías cosas que habían acumulado con el tiempo… por fortuna ahora se mudaban a una casa… no muy grande, pero lo suficientemente cómoda para los dos.

 

El sol en los cielos, de verano y caluroso, les abrigó durante toda la mañana y tarde. Los dos ex arrendatarios ayudaron a los encargados de la mudanza a llevar las cosas al camión estacionado en la acera de al frente. Estuvieron por menos de una hora llevando las cosas, hasta que la sala, cocina, baño y la única habitación, quedó absolutamente vacía... Silenciosa y solitaria… tal y como cuando habían llegado hace 6 años antes.

 

Los dos hombres se pararon al medio del living, con sus manos unidas y mirando el atardecer por el ventanal.

 

“Me da un poco de pena dejar este lugar” Susurró el pelirrojo con una mueca amarga.

 

“A mí también… pero…” Su pareja le miró expectante y curiosa. “… Hay que avanzar… y… seguir adelante…”

 

“Mmm---” Acordó también el de cejas negras. “…Juntos…” Murmuró con una sonrisa, inclinándose y dándole un suave y corto beso en los labios.

 

“Juntos” Le susurró de vuelta, apoyando sus frentes y cerrando los ojos para disfrutar de la tranquilidad de esta tarde…

 

Un momento que podría ser repetido hasta la eternidad…

 

.

 

.

 

FIN

Notas finales:

[x] "vaquita" aquí en Chile se refiere a juntar dinero con amigos o con quienes quieras, pero de manera informal, onda "compremos una pizza!" "si!, yo tengo 1000 pesos" "yo tengo 3" "oo~... pero todavía nos falta" "Yo tengo lo restante!"... Eso~ :D

[x] (¿Notaron que todos empiezan con un pensamiento, excepto el último?.. Es queee~ me gustó la idea de que en “Beso Eterno” Hana y Kaede están completamente conectados <3~)

 [x] (Para lo que quedaron confundidos con el título de “Beso Prestado”, con él me refiero a que Kaede en esos momentos ya sabe lo que siente por Hana; quizás le molesta, quizás no le hace bien, pero se sabe enamorado… y por eso, cuando el pelirrojo le corresponde el beso, Rukawa no puede evitar continuar… aunque piense que Sakuragi simplemente está experimentando, está confundido, quizás entrenándose para alguna novia y nunca le corresponda… porque le quiere… y por ello, para Kaede… Hana es sólo un préstamo)

**Eso!!! Ojala les haya gustado! El siguiente es la letra "C" ... Si se les ocurre una palabra, no duden en proponerla... SALUDOS!!
cualqueir comentario, opinión o crítica es bienvenida!


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