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El país de las maravillas por -Raiden-

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Notas del fanfic:

Ok...

Este fic esta basado en el juego de:

Alice Madness Returns 

Derechos reservados de Horse Interrnational Ldt. y Electronics Arts Inc.

EA Games

y

Alicia en el país de las maravillas 

de Lewis Carroll


La mayor parte del juego es de donde salen los capitulos y las conversaciones que son un tanto... raras... pero estan adapatadas.

Los personajes de One Piece son propiedad de Oda~sensei.

Gracias a Keara~swam por impulsarme a subirlo y a Kuroxsama por que tambien le gusta tanto como a mi los videojuegos.

^_^

Notas del capitulo:

Es una pequeña introducción y pues empecemos...

 

"Donde Luffy abandona lo mundano, de nuevo..."

 

 

 

Capítulo 1 La sesión en el orfanato de Grand Line…

 

 

En aquella oscuridad solo se escuchaba ese sonido…

 

“Tic Tac Tic Tac”

Era el palpitar de un reloj sonando lo que invadía esa oscuridad tan densa que no podía ver sus manos aunque estuvieran delante de él, tan abrumadora que su piel se erizaba por la pesadez de esta, como si tuviera vida propia.

 

“Tic Tac Tic Tac”

Ese horrendo sonido de las manecillas al moverse como si fuera su propio pulso para seguir con su tormento una y otra vez, quería acabar con su poco juicio que le quedaba.

La oscuridad estaba atrapándolo en un abrazo, hundiéndolo en esa ansiedad y desesperación.

 

“Tic Tac Tic Tac”

No había sonido más horrible que ese seco golpeteo retumbando en la oscuridad.

 

Inútilmente trato de tapar sus adoloridos oídos con sus manos, para acallar los golpeos de estos pero las ondas sonoras atravesaban su piel y carne para llegar a lo más profundo de su maltrecha mente.

Ahora ese espantoso pulso resonaba más fuerte en su cabeza, estaba seguro de que perdería la razón en cualquier momento.

 

Sumido en la oscuridad y la desesperación el sonido se alejaba gradualmente para escuchar una melodía de un piano.

Cada nota que tocaba ese inexistente piano causaba una extraña calma, desvanecía toda la duda y miedo que tenia dentro de su ser.

 

¿Qué era todo aquello que estaba en la oscuridad y tenía un fuerte efecto en él?

 

Nada que pudiera explicarlo pero temía que todo fuera un mal sueño o una mala pasada que su mente siempre le jugaba.

 

Una llama…

 

Había una llama que apenas alcanza a alumbrarse a sí misma en la oscuridad de ese espacio en absoluto color negro.

Sentía una calidez muy conocida al ver esa flama cerca de él, podía tocarla si quisiera pero se abstenía de hacerlo temiendo que se apagara si lo hacía.

Tan pequeña y débil.

No podía dejar de contemplarla extrañamente calmado, era como una luz que atraía a las polillas y aunque fueran a morir por esa flama no se alejaban.

Pero su sorpresa fue tal cuando pudo darse cuenta de que la hermosa y cálida llama era una pequeña llave dorada.

 

“¡¿Cómo es posible?!” pensó confundido sintiéndose estúpido por ver que las cosas no eran lo que parecían.

Y empezó un balanceo vertical como si fuera… un reloj.

La llave se movía de un lado a otro como si fuera el péndulo de un reloj.

No podía ser posible todo aquello, esa realidad envuelta por la oscuridad que dejaba ver esa llave lo empezó a asustar.

Más llaves caían con desgastadas cuerdas sosteniéndolas para moverse de igual manera que aquella. Movimientos que lo hipnotizaban con ese tambaleo infernal.

 

“Tic Tac Tic Tac”

Otra vez ese sonido ensordecedor volvió para ver como las llaves eran remplazabas por relojes de pulso.

Esas horrendas cuerdas desgatadas fueron remplazadas por cadenas oxidadas sosteniendo los relojes que se detenían de su balanceo, era como si lo miraran acusadoramente con esas manecillas girando sin control alguno.

El tiempo se congelaba a pesar de que esa maquinas infernales no daban signos de cesar su absurdo movimiento, algunas en contrasentido y otras más en la dirección correcta.

No había lógica en todo eso, pero ese mecanismo que daba vida a los relojes tampoco parecía muy lógico para su percepción de la realidad.

 

-Vamos Luffy… solo es un sueño… - una masculina voz lo llamaba.

Ahora la realidad era lo de menos al ver como uno de los tanto relojes seguía el ritmo adecuado pero con el número trece donde se supone debía estar el doce.

Se metía dentro de ese reloj, viendo las piececillas de todo ese complejo mecanismo trabajando incansablemente a pesar de lo oxidado que estaba por dentro.

 

-No es un sueño… Es… un recuerdo y… ¡Me pone enfermo! – contesto confundido al principio pero molesto al final.

Una habitación dentro del reloj, dejaba ver a dos personas sentadas en una larga mesa, cada silueta humana estaba en un extremo, alejadas por ese enorme espacio muerto donde una bailarina tetera servía el caliente líquido en cada pequeña taza.

No creía lo que sus ojos observaban, se veía a mismo en uno de los extremos de la mesa con una expresión turbia en su rostro. Parecía molesto pero sonreía macabramente y alcanzo a ver que por debajo de la madera que era la mesa sacaba un afilado cuchillo.

Su yo de la mesa quería matar a su anfitrión que no estaba lejos de tener la misma expresión en su mordaz sonrisa.

Aquel sombrero de copa ocultaba la mayor parte de su rostro, así como sus intenciones, ambos parecían fingir que disfrutaban de la compañía mutua pero esa tensión estaba presente en sus cuerpos.

El “sombrerero” movió una palanca debajo de la mesa para activar un silencioso mecanismo detrás de su yo de la mesa y esa hoja metálica circular girando velozmente era una sierra que se aproximaba hacia él para rebanarlo en dos.

Ahogo un gemido por ver como su vida estaba en juego aunque fuera una ilusión o una pesadilla.

 

-Bien… concéntrate. Espera… estás flotando otra vez. No pesas… mira fijamente… relájate. - la profunda voz lo saco de esa visión de pesadilla para dejarle ver otra escena.

 

Peces…

La mirada asombrada nació en su rostro.

Veía unos hermosos peces de color rojo con formas extrañas, combinaciones de unos animales y peces pero eso no era todo… aquellos escamados seres nadaban en una mar de naipes. Todas esas cartas sacadas de una baraja inglesa tenían el as de espadas en sus acartonados cuerpos, luciéndolos arrogantes y pomposos.

Pasaban como una ola atraídos por la marea y de entre todos esos naipes destaco uno, era el rey de corazones, mostrando una gentil sonrisa ladeada… un rostro familiar para él. Y aquel naipe danzo cerca de su calmado rostro para revelar otra horrenda pesadilla.

 

Una guerra…

 

Todas aquellas personas luchando incansablemente entre ellos. Matándose unas a otras sin descanso, sin titubear y con sus afiladas armas enterrándose en la carne rojiza de sus enemigos.

La sangre manchaba sus rostros y el campo de batalla, ahora era un mar de muerte y desesperación por sobrevivir a cualquier costo.

Y al final de esa batalla sin descanso estaban las gigantescas llamas amarillas envolviéndolo todo.

 

-¡Fuego! ¡Esto es un infierno! - grito asustado.

Esa visión era peor que la anterior.

No podía soportar el tremendo calor que emanaban las llamaradas para convertir todo en cenizas grisáceas y frágiles.

Pero una figura humana envuelta en llamas estaba sentada en un trono de piedra, sonriendo malignamente, disfrutando la masacre que ocasionaba, parecía un rey despiadado y cruel.

Su rostro era irreconocible por el fuego que lo envolvía pero su cuerpo tenía ropas elegantes, sus manos convertidas en largas garras de vivas llamas rojas.

Estaba aterrado al ver tal engendro pero no podía apartarse de él.

Otra vez esa extraña atracción hacia esa violenta luz lo llamaba y el monstruo lo vio.

Sonrío aun más ese despreciable ser de fuego y abrió su enorme boca para comérselo.

 

-¡Olvídalo! Abandona ese recuerdo, es improductivo. Ve al país… de las maravillas. – nuevamente la voz trataba de sacarlo de una pesadilla.

Pasó a través de la garganta de ese ser para ver la cara del “sombrerero” y verse engullido por este también.

Ahora el miedo por ser devorado ya no era tal cuando vio su propio rostro para devorarlo con una cara de espanto.

Sentía su cabeza girar y una nueva ilusión apareció frente a sus ojos.

Un horrendo muñeco roto siendo llevado en una silla de ruedas por un mítico centauro hacia una ladera sin fin. Iba arrogarlo como el desperdicio que era pero… ese triste juguete se prendió en llamas para evitar ser arrogado.

 

-No puedo… Estoy atrapado… en… mí… pasado… - su voz se escuchaba quebrada al decir eso y verse otra vez así mismo de pequeño.

Un tierno niño de seis años abrazando su reno de peluche con los ojos perdidos en esas llamas que veía al fondo de las personas que lo miraban aterrorizadas.

-Sargento este niño tiene graves quemaduras. ¡Llame a un medico! - dijo uno de ellos.

-¿Se pondrá bien? – pregunto otro.

El solo veía ese fuego eterno pasando por aquellas personas que no tenían rostro o si lo tenían estaban desfigurados cada vez que pestañaba, veía una plasta de oscura ceniza cubriéndolos, pero las últimas dos personas tenían caras imposibles de olvidar.

Una con una cara del horrendo reloj que tanto detestaba y la otra con cara toro.

Horrendos seres mitad humanos mitad engendros asquerosos.

Y al fin pudo ver el origen del infernal fuego.

Una casa en envuelta en llamas naranjas y amarillas con tres sombras de personas en el pórtico.

Agitaban sus manos pero… ¿Acaso… lo estaban saludando… o despidiendo? No tenía idea pero le causaba un horrendo escozor en el pecho ver esa pesadilla.

 

-¡No Luffy, descarta esa falsa ilusión! Olvídala… Ve al país de las maravillas. – esa voz lo sacaba otra vez de esa macabra escena. Parecía que podía controlar su realidad con tan solo hablar.

Ahora todo ese fuego fue consumido por gigantescas olas de cristalina agua para cambiar otra vez el paisaje a su alrededor y la forma de su realidad.

 

-Preferiría no ir doctor… Mi país de las maravillas está roto… para mí… esta muerto… - declaro no muy seguro de sus palabras.

 

-Lo que tú prefieras no importa niño… Bien Luffy ¿Dónde estás? – la amenazante voz no estaba feliz, quería saber que era lo que veía.

Como todo en ese mundo volvía a verse a sí mismo en ese rio lleno de colorida naturaleza a su alrededor, tan verde como lo recordaba.

Estaba en un barco muy hermoso con la cabeza de un tierno carnero como proa, hecho de madera fina y resistente, sus grandes velas con el símbolo una calavera y unos huesos cruzados que había imaginado cientos de veces cuando jugaba a los piratas.

Y dentro del barco donde se encontraba el, pero había alguien más.

 

-Estoy navegando… ¡Con un amigo! Mmmm… es un poco distinto… las cosas han cambiado. – estaba feliz de conocer por lo menos a esa persona con la que compartía esa travesía.

Era un pequeño reno de largas astas casi humanoide con una sonrisa contagiosa comiendo un algodón de azúcar.

Sus bigotes se llenaban de la rosada nube y el ahora comía con gusto una enorme pieza de carne.

Esa jugosa y deliciosa carne que tanto le gustaba, carne fresca del hueso.

 

-El cambio es bueno, es el primer eslabón de la cadena del olvido. – la profunda voz modificaba el ambiente a su alrededor.

El hermoso reno distorsionaba su tierno gesto en uno apagado, triste hasta tornarse macabro y decrepito.

 

-¿Qué ocurre? ¿Estás loco? – le pregunto aterrado por el cambio en su semblante al ver que su cara se convertía en algo horrendo.

 

-No estoy loco… - respondió la voz, pero la pregunta no era para él.

 

-¿Un mapache? - dijo confundido por ver al animal que ahora contemplada era un monstruo.

La cara del animal se transformo en una mueca molesta y gruño haciendo que uno de sus ojos estallara repentinamente.

Eso solo lo asusto un poco, quizás se había molestado por haberlo confundido. Pero el ver su ojo reventar como un huevo dejando su cuenca vacía era repugnante.

 

-No está bien ¿Qué hace ahí? – ahora la molestia volvía a la voz que le hablaba. Ese reno no tenia porque aparecer en primer lugar.

 

-¿Va todo bien? – se aventuro a preguntar tontamente al ver como de su mandíbula inferior salía sangre.

Primero escasa pero luego salía mas y mas como un pequeño rio carmesí.

Tapo su boca asustado y asqueado, eso no era normal.

 

-¿Ocurre algo malo?… quizáaaassss… - fue lo único que dijo ese animal para dejar salir la abundante sangre de sus fauces.

Y luego su cabeza de desprendió de su cuello para salir disparada hacia el rio.

 

-¡Oh no! Eso no… - no quería ver aquello, era espantoso.

El líquido carmesí empezó a empapar su rostro y cuerpo. Toda esa sangre coagulada se convertía en una mancha aceitosa oscura cubriéndolo todo.

Ahora la cristalina agua se convertía en sangre pero inmediatamente agarraba aquel oscuro color, la cabeza del reno muerto había esparcido su maldito hedor en todo lo que tocaba.

 

-No te resistas, Luffy. Deja que el nuevo país de las maravillas salga a la luz. - toda aquella escena de pesadilla la provocaba la gutural voz masculina.

El chorreante cuerpo del reno seguía despidiendo la lluvia de ese oscuro líquido, nauseabundamente bañaba todo, y las convulsiones de su muerto cadáver le daban la impresión de lo mucho que ser había sufrido por haber “perdido la cabeza”.

El rio que ahora era uno de muerte y destrucción mostraba horrendo rostros de muñecas sin ojos.

Un mar de caras sin vida, sin almas, muertas y huecas como los juguetes que eran, la ausencia de esos horrendos ojos de vidrio con sus cuencas oscuras lo aterraba.

La marea subía y el barco se hundía irremediablemente consumido por las oscuras aguas, ya no había solo esos vacios rostros, unas pequeñas manos salían del agua para perforar el barco.

Encajaban sus uñas en todo el barco para arrastrarlo mar adentro, hundirlo como fuera posible sin importar nada.

Veía aterrado como su hermoso barco era destruido delante de sus ojos, no podía hacer nada contra esas pestes pues el agua era algo a lo que le temía por no saber nadar.

Una serpiente marina con esas caras  en todo su cuerpo se asomo para dar el golpe final al barco y arrástralo consigo a las profundidades de ese infierno.

Ya tenía el agua hasta los tobillos, sintiendo la fría sensación recorrerlo en un horrendo escalofrió. Las manos de ese mar de pesadillas ya lo agarraban fuertemente de todas sus extremidades.

Sentía los largos dedos tomar su piel, lastimándola, rompiéndola como si fuera papel.

 

-¡Contaminación! ¡Corrupción! ¡Esto me está matando! ¡Mi país de las maravillas devastado! ¡Mi mente está destrozada! – grito desesperado al sentir y ver como todo el mundo se destruía a sí mismo.

Y las horrendas manos llegaban ahora hasta su cara para despojarle de su carne de la peor manera posible.

Desgarrándola.

Rasguñándola hasta dejar sus rojizos músculos expuestos al rojo vivo.

 

-Olvídalo, Luffy. ¡Interrumpe ese sueño! Despierta cuando oigas el sonido de… - la voz ya estaba preocupada por la ultima pesadilla que le causo.

 

“Tic Tac Tic Tac”

Ese horrendo reloj empezó a sonar de nuevo pero apenas lo escuchaba entre tanta agonía que experimentaba su carne al ser desprendida del sádicamente de sus huesos.

Ya estaba siendo arrastrado a lo más profundo de la oscuridad del mar que lo ahogaba.

Su boca probaba el metálico sabor de la sangre que tenía el agua y sentía sus fuerzas fallarle.

Parecía un yunque dentro del agua y se hundía irremediablemente.

El agua llego hasta sus pulmones antes de sacar un lastimero grito de terror por su garganta y ver las últimas burbujas de aire salir a la superficie.

 

 

La oscuridad volvió a envolverlo todo… oscuridad total.

 

 

-Ahí Luffy. Mejor ahora, ¿Verdad? - la preocupación con la ironía en esa frase se escucho por parte del voz masculina.

Estaban en un cómodo consultorio de finos muebles de madera, grandes ventanas y mullidos sillones.

En aquella sala solo estaban el doctor y el joven Luffy con harapientas ropas desgastadas recostado en un largo sillón.

Aun permanecía con los ojos cerrados pero al escuchar la voz del mayor los abrió como si despertara de una pesadilla…

-Me estalla la cabeza y siento una enorme presión en el pecho… - dijo agobiado al momento de llevar una mano a su cabeza y la otra a su corazón.

Se sentía mareado y asqueado, incluso un color pálido estaba en sus mejillas.

-Bueno… el precio por olvidar es alto. – dijo el doctor que estaba recargado en la mesa detrás del sillón donde ahora el joven estaba sentado.

Moreno de piel, cabello marrón y llevando un traje carmesí de tres piezas.

Camino asía el gran ventanal, estaba contemplando la cuidad que se asomaba por ella cuando la voz del muchacho volvió a escucharse.

-Los recuerdos me producen náuseas… como puedo…

-Recuerda otras cosas…  -le interrumpió abruptamente el doctor.

-Quiero olvidar… ¡¿Quién querría estar solo, cautivo de recuerdos incompletos?! – dijo con un tono quebrado en su voz.

Su pasado lo atormentaba de sobre manera y esas fracciones que estaban clavadas en sus memorias solo le causaban dolor y tristeza.

No nada más terrible que cuando te pierdes por completo, ya que al estar así nunca sabes que tienes que a hacer y que no.

-Yo te liberare Luffy… La memoria suele ser una maldición más que una bendición. – aseguro aquel hombre para caminar hasta donde estaba su paciente y tomar asiento frente a él.

-Tú lo has dicho muchas veces y…

-Te lo repito: Hay que pagar por el pasado. Antes de nuestra siguiente sesión recoge unas píldoras del boticario de la calle Sabaody. – volvió a interrumpirle el mayor para acariciar su mejilla con delicadeza.

Luffy solo se dejo hacer para mirarlo con resignación.

-Muy bien doctor… - dijo para levantarse sintiendo la suave caricia en su mejilla desvanecerse.

Sentía repugnancia por ese tipo de cosas que le hacían, no podía decir porque pero no lo soportaba a menos que fuera estrictamente necesario… como el caso de su doctor.

Se levanto pesadamente y camino a la desgastada puerta de madera…

La abrió con desgana para ver a un joven de pelo rosa parado en la puerta.

-Ahora me toca a mí olvidar Luffy. -  dijo con un extraño tono alegre para adentrarse en la habitación.

El moreno le sonrío tenuemente cuando paso a su lado, era hora de salir.

-Escucha Coby… Tu padre murió en la horca por matar a tu madre que te pegaba… Olvidemos todo eso… El pasado paso Coby… - dijo ese maldito doctor para  iniciar la sesión.

Luffy salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí pero permaneció un momento escuchando la ronca voz del doctor del otro lado.

-La miserable casucha. La familia que no era tal… que nunca tuviste…. Estas en casa, Coby, relájate, estas flotando… escucha… se han marchado… -  la voz del doctor descendía dos décimas.

-Yo… aah… - fue lo último que se escucho alejarse de esa habitación.

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Cualquier cosa estoy para servirles.


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