Desde que Hibari le había conocido y aquella extraña relación entre ambos había iniciado durante la batalla de los anillos en contra de los Varia, Dino siempre se había jactado de hacer honor al nombre de su familia y a su propio apodo a la perfección.
El guardián de la nube durante mucho tiempo había renegado aquella absurda afirmación, sabía mejor que nadie lo torpe que podía ser el rubio cuando sus subordinados no se encontraban cerca. Para que negar lo evidente, morder hasta la muerte a un idiota que tropezaba a cada paso y se golpeaba con su propia arma en el rostro no era divertido, ni siquiera podía darle una decente pelea antes que acabase en el suelo otra vez.
Pero entonces, años después cuando finalmente se había mudado a Italia a petición del bebe y del propio Cavallone supo realmente a que se refería. No le había sido muy difícil aprender el idioma del lugar, es más, había logrado dominarlo en pocas semanas, pero mientras se encontraba revisando algunos informes la duda surgió en su mente.
Un casi imperceptible sonrojo cubrió sus pálidas mejillas, intentando mantener su semblante serio y calmado mientras tomaba un diccionario de uno de sus estantes, dispuesto a comprobar si sus suposiciones eran ciertas. Tomando una bocanada de aire, sintiendo extrañamente nervioso por primera vez en su vida busco página por página hasta dar con la palabra que buscaba, y entonces el rubor cubrió fuertemente su rostro sin que pudiese evitarlo.
Dando gracias interiormente por encontrarse solo en aquella habitación y a sabiendas que Dino no regresaría hasta entrada la noche luego que regresara de una reunión con algunas familias de la mafia se apoyó en la pared, cubriendo la parte superior de su rostro mientras un aura por demás amenazante y peligrosa comenzaba a rodear su cuerpo poco a poco con inusitada fuerza.
Sabia a la perfección que el apodo del idiota de su novio significaba “Potro Salvaje”, un mote que había logrado entender con el paso del tiempo luego de sus innumerables batallas luego que el rubio se convirtiese en su autoproclamado maestro en contra de su voluntad. Pero a pesar de aquel detalle Dino siempre se enorgullecía mas por el nombre de su familia que por su propio sobrenombre, llevándole a buscar no sin cierta curiosidad que demonios significaba Cavallone.
Y claro, la sorpresa que le había esperado no podía ser peor.
Maldiciendo su propia ingenuidad e ignorancia arrojo el diccionario contra la pared más cercana, tomando sus tonfas decidido a llegar el mismo hacia la mansión donde se encontraba el chico en aquellos momentos de ser necesario para darle la paliza de su vida.
Oh, claro que no se encontraba molesto al darse cuenta de los planes que había tenido el capo con el casi desde el inicio, ni que la traducción del nombre de Cavallone significara “caballo semental”. No, para nada. Ni siquiera el recordar ciertas posiciones que el rubio prefería a la hora del sexo, dejándole más que claro por qué se jactaba tanto de ser el jefe de aquella familia.
Gruñendo entre dientes y con una vena marcada en su cuello salió de la mansión con una aura peligrosa rodeándole, dirigiéndose raudo hacia donde se encontraba el rubio sin prestar siquiera atención a las señales de tránsito. Estúpido, idiota y bastardo Potro Salvaje, de aquella no se libraría aunque Romario o cualquiera de sus subordinados se encontrase cerca en aquellos momentos.
Ya había sido suficiente humillación dejarse por el mayor casi desde el inicio para luego enterarse de aquel detalle cinco años después de iniciar su bizarra relación. Y claro, si el tonfaso que recibió en la cara mientras salía de la satisfactoria reunión no fue suficiente, el que Kyoya prácticamente le noqueara y lo cargase en su hombro bajo la atenta mirada de los jefes mafiosos era suficiente advertencia para una próxima vez.
Porque sabía, conociendo el carácter de su novio, que siempre se le ocurriría alguna idiotez nueva y el ciclo se volvería a repetir.
Riendo nervioso al ver al pelinegro llevarse de esa forma a su jefe y dejarlo esposado con lo que alcanzo a vislumbrar era su Caja Arma, Romario suspiro pesadamente mientras le pedía disculpa a los líderes de las distintas familias, quienes habían reconocido a Hibari y le miraban interrogante, sin saber que decir al ver al imponente jefe de una de las mafias más poderosas de toda Italia siendo noqueado con tanta facilidad por uno de los guardianes del Decimo Vongola.
Gimiendo entrecortadamente por el dolor de cabeza que sentía en aquellos momentos el rubio despertó confundido, intentando enfocar su vista nublada producto del golpe que había recibido de parte de Kyoya antes de caer desmayado. Sorprendido, se dio cuenta que se encontraba en una lujosa habitación de un hotel, amarrado de pies y manos por Roll a una enorme cama y con solo una suave sabana de seda blanca tapando sus partes más privadas.
Tragando duro mientras intentaba pensar que carajos había hecho esa vez para enfadar a Hibari a tales magnitudes, tensando su cuerpo por completo al ver al aludido entrar al cuarto, con el cabello húmedo y solo usando una bata.
La sonrisa en el rostro del pelinegro se ensancho al ver a Dino despierto, acercándose a él mientras aquella aura peligrosa volvía a rodear su cuerpo. Se detuvo a tan solo un par de metros de la cama, manteniendo su cara seria pero con un toque de molestia y diversión en él.
-veo que te enorgulleces mucho de tu nombre, potro salvaje. Ahora entiendo porque te reías tanto cada vez que hacías ese comentario en medio de nuestras sesiones-sentencio el chico, cruzando sus brazos mientras sus oscuras orbes adquirían un brillo más que perturbador en ellos- pues veamos ahora quien es el semental, desde hace mucho había querido hacer un cambio de roles…-
El rostro del capo se contrajo en una mueca de absoluto terror, temblando de arriba abajo al sentir como el guardián de la nube se posicionaba sobre su cuerpo, quitando la sabana que hasta ahora había cubierto su intimidad mientras abría sus piernas poco a poco. Resignado completamente y sabiendo que las suplicas no servirían de nada en aquella ocasión Dino soltó un jadeo al sentir como Hibari empezaba a estimularle, poniéndole a todo para lo que vendría a continuación.
No, no podría hacer nada, porque su novio había tenido la sensatez de separarle de Romario antes que este pudiese rescatarle, y ahora se encontraba completamente a la merced del pelinegro, sin posibilidades a escapar debido a su inutilidad propia de él.
Y por sobre todo no volvería a hacer comentarios de esa índole frente a Kyoya, ni tampoco en sus pensamientos. Porque de todas las personas Hibari era el único que podía leerle con tanta facilidad, incluso mejor que Reborn o sus subordinados más fieles, riendo quedamente en su interior al darse cuenta que aquella broma había permanecido intacta por más de cinco años hasta esa misma tarde; cuando el chico de algún modo u otro había terminado descubriendo que significaba Cavallone.
Tal y como había predicho, como si el guardián leyese sus pensamientos, Hibari metió un dedo en su interior, moviéndolo lentamente. No, no volvería a bromear con Kyoya si quería al menos seguir vivo, o al menos no profanado en su próximo encuentro.
Y que, tal y como el propio Dino descubriría esa noche, su novio también podía ser en la cama un verdadero semental…
¿The End?