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Suzerain por Kleine

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Notas del fanfic:

¡Mio Dio! Ésto si es viejo de verdad, lo escribí al rededor del año 2009-2010. Recuerdo que era para un foro de rol de vampiros «Amo x Esclavo» El vampiro, Athan, es el único personaje que no es mío puesto que era interpretado por mi mejor amiga "Feky" con quien llevo muchos geniales y estúpidamente cursis roles por msn. Recomiendo leerlo con esta cancion http://www.youtube.com/watch?v=4grgMaaRIkk

Notas del capitulo:

© Di NO al plagio.

• AdvertenciasSlash. ¿Angts? & una pizca de tortura.

Suzerain

 

 

 

El frío viento sopla fuerte y golpea mi cuerpo, mis pies descalzos se lastiman entre piedras y la tierra húmeda del cementerio. ¿Qué hago? ¿Por qué estoy corriendo? No tengo la menor idea, solo se que debo correr para escapar ¿escapar de que? Tampoco lo sé. Mi corazón galopa cual salvaje corcel y mi cuerpo ardiente por la adrenalina se niega a detenerse. Las lapidas grises pasan por mis ojos y ni siquiera pienso en detenerme para saber de quien es el terreno que pisoteo.

 

 

 

¡Deprisa! Los cascos se hunden bajo los pavimentos humanos

 

 

 

El castillo de tras de mi me parece terrorífico y a la vez atrayente, hipnótico, hechizante, macabro y hermoso ¿es de él de quien huyo? Imposible. Empieza a llover y mi cuerpo aun se niega a detenerse ¿A dónde voy? Mi cuerpo ardiente y mojado sigue corriendo sin saber un rumbo fijo. Mi ojos nublados me impiden ver el ya de por si oscuro paisaje, tropiezo con algo y caigo de bruces al suelo, mi pijama se mancha de lodo pero yo solo veo carmín pintado sobre la tela ¿me estaré volviendo loco?

 

 

 

La adrenalina ha dejado de fluir en mi cuerpo y ahora completamente agotado, apenas y puedo mover mi cuerpo para quedar boca arriba y dejar que la lluvia golpee mi rostro y… ¿estoy llorando? Ó ¿acaso es la lluvia que se desliza por mis ojos? Definitivamente me estoy volviendo loco. Un lamento fantasmal llega a mis oídos y muero de miedo.

 

 

 

Soy sacudido en esta sombra negra que recorre el cementerio

 

 

 

Los fantasmas me persiguen y no puedo escapar, escucho sus lamentos, sus suplicas y amenazas. No puedo escapar y mi corazón vuelve a bailar en mi pecho intentando salir de mi cuerpo, mi cabeza martillea y mi cuerpo convulsiona y… nada. Ahora todo es silencio, las voces se han desvanecido en un carruaje azabache difuminándose en el brillo del aire.

 

 

 

El lodo salpica, unos pasos resuenan en el lúgubre lugar y me hacen temblar. ¿Frío o miedo? No sé que es lo que siento bajar por mi columna vertebral. Una mano fría acaricia mi mejilla, sus labios se mueven pero sus palabras son confusas para mí.

 

 

 

 

 

Más allá de su agonía envuelta de una niebla espesa, el carruaje negro atraviesa el puente edificado por estos cadáveres

 

 

 

 

 

Sin saber porqué ahora siento mas miedo, su mirada se me antoja diabólica y a la vez angelical en ese paraje tan sufrible y solitario en el que llegué a parar sin saber como. Quiero apartarme y no puedo, mi cuerpo no responde está inmóvil, ¿debe ser el cansancio? Tengo miedo y no lo niego. El aire que respiro me quema y sofoca, contradictorio al frío que siente mi cuerpo bajo la lluvia.

 

 

 

— ¿Quién…?

 

 

 

 

 

Las palabras quedan inconclusas, no tengo fuerza siquiera para hablar; mi garganta reseca duele y quema por dentro y el agua de la lluvia no me alivia. Mi vista aún nublada se esfuerza por distinguir a la persona que está frente a mí pero mis ojos duelen y dejo escapar un quejido doloroso. Siento la lluvia clavarse en mi piel como miles de cuchillos filosos ¿tan débil me siento? Lo intento de nuevo ¿Quién está frente a mi? Apenas distingo una vaga silueta de su rostro y aún así no puedo distinguir quién es. Mi corazón se exilia en las tinieblas

 

 

 

 

 

Una risa sarcástica hace eco en el cementerio, como un cántico fúnebre que se burla de mi suerte; su tacto frío sigue presente que se desliza por mi cuello, acariciándolo como si fuera de porcelana, una caricia sutil y endemoniada que hace mi cuerpo estremecer… Mis ojos se entrecierran, el cansancio me gana o ¿son sus palabras hipnotizantes las que me sumen en un velo de semiinconsciencia? Un susurro de serpiente entre por mis oídos, siento mi cuerpo dejar el suelo pero no soy yo quién lo levanta, es aquel hombre que me toma en sus brazos como si fuera un niño pequeño.

 

 

 

Aquellas voces tenebrosas, aquellos gritos y súplicas fantasmales regresan a mis oídos, puedo escucharlas con claridad, se acercan agonizantes y reclaman mi cuerpo, más aquel hombre se alza sobre los cadáveres, convirtiéndose en mi salvador; un hermoso ángel con alas oscuras se que alza como soberano sobre el necrópolis y danza conmigo en el aire, un dulce vals con ritmo fúnebre perfecto para el lugar y las voces de muertos que sirven de sinfonía en el valle de los lamentos.

 

 

 

Mis pies descalzos, pisan sus finos zapatos para dejarme guiar en el baile fuera de la realidad, entre los nubarrones y la lluvia negra que empapa nuestros cuerpos. Su mano se escurre sin permiso, por debajo de la tela de mi ropa, acariciando mi piel con extraño interés; uno, dos, tres botones desabrocha de mi camisa y de nuevo su mano fría recorre mi piel ahora enfebrecida… Su mirada aguamarina se fija es mis orbes plata que asustadizas rehúyen su mirada; de nuevo aquella risa sarcástica hace eco, su brazo izquierdo que me sostiene de la cintura, se cierne mas obligando a nuestros cuerpos a juntarse lascivos y, su mano derecha toma con mi barbilla con firmeza para obligarme a mirarlo a los ojos.

 

 

 

— Ángelo… -susurra mi nombre y un suspiro temeroso escapa de mis labios; él me conoce…— Il mio bello Fiore… ¿En que manos has caído? Traviesos dedos que deshojan una flor…

 

 

 

 

 

Un punzante dolor me hizo gritar, llorar y suplicar; me aferré a sus hombros sintiendo mi vida desaparecer, sus colmillos habían atravesado mi piel… me sentía morir. Mi corazón palpitaba violento y agonizante como el golpeteo de los tambores que están cerrando una tonada. Un tibio líquido carmín resbala por mi cuello, mezclándose con la negra y fría lluvia. Truenos y relámpagos que parten en dos el firmamento, se convierten en la nueva melodía que guía nuestro vals, hasta que el silencio vuelve a reinar.

 

 

 

Mis ojos se cierran de nuevo, esta vez para no volverse abrir. Con lentitud descendemos del cielo para volver a su reino, de tierras baldías y fúnebres donde los huesos chocan entre sí. Me he convertido en su súbdito sin quererlo, al dejarme llevar por el cántico del murciélago…

 

 

 

En esta lluvia negra y este cielo rojo los deseos y las murallas se derrumba.

Notas finales:

Gracias por leer.

*Il mio bello Fiore = Mi bella Flor.


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