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¿Esto es amor? por girlutena

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Notas del fanfic:

 

Bueno es mi primer fic sobre esta pareja, así que espero hacerlo bien y que les guste.

 


 Y ahí se encontraba él, un hombre de no más de treinta y cinco años con sus cabellos castaños y un  par de ojos de un color miel, caminaba por los pasillos del enorme centro comercial, exhibiendo su   casi metro noventa, dejando atrás muchos suspiros por parte de las mujeres y donceles. Su bello y    varonil rostro mostraba su ceño notablemente fruncido, saco por más de décima vez su celular y      prendió la pantalla para hacer nuevamente la llamada, pero nada.


 De pronto, no se dio cuenta, no supo cuándo, ni como, chocó contra algo sumamente suave y de      pronto se vio en el suelo, su celular último modelo voló a unos pocos metros de su mano y cuando   abrió sus ojos lo primero que vio, fueron un par de ojos negros y rojos, -muy posiblemente a estado  llorando- pensó el castaño, los cabellos azabaches caían sobre el rostro del hombre, un doncel, se dijo en su mente al notar el delgado cuerpo que se encontraba debajo de él.


 -La próxima vez fíjate por donde andas. –Dijo, con un voz varonil, cuando ya estuvo de pie, sin siquiera tomarse la molestia de ayudar al más joven a ponerse de pie.


 


-Si serás imbécil. ¡Ha sido tu culpa! –El castaño no pudo evitar asombrarse, aun así su rostro se vio inmutable, aquel doncel no era nada frágil o muy posiblemente se quería hacer el fuerte, le vio fruncir el ceño


-Aun así, un doncel como tú debe respetar a un varón.


 Estuvo intentando alisar su traje cuando pudo darse cuenta de la fuerza que el menor estaba haciendo para no saltar encima de él y soltarle un buen golpe en la cara, de pronto le vio darse la vuelta, para salir para la dirección contraria, apretando sus puños.


 


Pudo verlo desde atrás y se dio cuenta que no podía tener más años que él, que muy posiblemente rondaba los veinte años, con ese delgado cuerpo y sus cabellos azabaches cayendo suavemente por su espalda.


  De pronto sintió como, en su hombro era acariciado por la mano de una mujer joven, volteo a verla, sin quitar su ceño fruncido, y pudo apreciar los cabellos igual o -diferentes- azabaches, aquella mujer se había acercado con una sonrisa coqueta en su rostro y con su celular en mano.


 -Los donceles de ahora, no saben respetar a los varones. -El hombre tomó su celular de la mano de la mujer, sintiéndola suave, sin si quiera prestarle atención a sus palabras.


 


-Muchas gracias. -No tenía tiempo de ponerse a charlar y sin importarle dejó a la mujer con la palabra en la boca, para seguir su camino, mirando a todos lados, a todos los pequeños locales de aquel enorme y bullicioso lugar.


 Hace muchos años que había perdido a su esposa, a la mujer con la que había compartido sus risas y sus lágrimas, desde hace siete años no podía mirar a ninguna mujer ni a ningún doncel con los mismos ojos, con los que la miraba a ella.


Tenía muchas citas, pero ninguna era importante, muchas veces su trabajo no le daba tiempo para salir y apenas podía descansar tomando alguna cerveza, en el balcón de su casa, cuidando al único tesoro que le dejo aquella mujer; su pequeña niña.


 


 Por otra parte del centro comercial se encontraba un joven, sentado en las rotondas del pequeño pasillo, detrás de él se encontraba la enorme pileta, ayudándole a tranquilizarle, no veía, ni le interesaba ver a las personas que pasaban con sus bolsas e hijos; sus cabellos azabaches cubrían la mayor parte de hermoso su rostro y sus manos ocultaban las lágrimas que resbalaban de ellas, su cuerpo temblaba levemente, haciendo anuncio que la temperatura empezaba a descender o muy posiblemente eran por sus sollozos.


 Había recordado que había llegado a aquel lugar con intenciones de confesarse por primera o segunda vez, pero ni siquiera tuvo tiempo de hacerlo, vio a aquel hombre que había amado en secreto, besando a otro doncel, mucho más joven. Recordó la sonrisa fingida que tuvo que poner, mientras su corazón volvía a romperse en mil pedazos.


 -¿Por qué lloras? -El joven pelinegro oyó una voz tan sutil y armoniosa de una niña de no más de siete años, limpió lo que pudo con sus dedos, su rostro antes de levantarlo, para ver a una niña, con una cola de caballo, amarrando sus cabellos castaños, su bello rostro enmarcaban sus hermosos ojos miel, llevaba un vestido blanco estampado de bellas flores naranjas.


 -No lloro.


-No soy tonta, sé que estás llorando. Yo también estoy triste. Mi papá va a volverse a casar y hoy quiso que conozca a mi futura nueva mamá.


 El joven no tenía planeado seguirle la conversación, tan solo había ido a aquel lugar, donde dejo que aplastaran a su pobre corazón. Necesitaba irse, lo más rápido que podía, no podía imaginar lo que tendría que hacer, si los volvía a ver, quiso ponerse de pie, pero la niña se sentó a su lado, mirándole suplicante que no la dejara sola.


 -Estoy seguro que tu padre solo quiere lo mejor para tí.


 -Pero no es necesario que me consiga una nueva madre. -Esos grandes ojos infantiles y puros, le miraban como pidiendo alguna ayuda, sintió en su corazón un retorcijón, sin querer empezó a  recordar esos ojos carbones.


–Él cree que por no tener una madre, puede conseguirme a cualquiera, sin importarle que él no la ame. Si de eso se trata, prefiero yo conseguir a mi mamá.


 -Eres una niña inteligente. –El doncel tuvo intenciones de acariciarle sus cabellos, pero se detuvo abruptamente.


-Hiyori. Kirishima Hiyori, pero me puedes decir Hiyo.


-Hiyo... -Kirishima, aquel apellido empezaba a resonar en su desordenada mente, pero intentó no hacerle caso. -Yo soy Yokosawa Takafumi.


 -¿Puedo decirte, onii-chan? -El pelinegro asintió despacio, al ver la sonrisa tan resplandeciente de la pequeña. Sabía que había muy pocas posibilidades que la volviera a ver, así que, le daba igual.


El moreno le llevo a una pequeña heladería, la niña empezó a hablarle sobre su escuela mientras tomaba su helado y él intentaba despejarse con la taza de café que yacía entre sus manos, calientándolas


 


-¡Kirishima Hiyori! -La voz gruesa y molesta de un hombre se dejó escuchar ante todo el bullicio de aquel lugar, el pelinegro volteo asustado al oír el gemido de la niña, aquel mismo hombre, que en estos   momentos el pelinegro le vio tan alto y prepotente, esos cabellos castaños cayendo desordenados sobre su rostro, pero aun con un rostro tan hermoso y varonil, tan solo, aquel ceño fruncido le restaba puntos.


 -¿Qué pensabas hacer al escaparte de esa forma, hija? -Aquel hombre se acercó con grandes zancadas para arrodillarse al frente de la niña, le acaricio sus cabellos y sus rosadas mejillas, sin siquiera notar la presencia del doncel.


 -Yo... no quiero una nueva mamá. Ya te lo he dicho antes de salir de casa. –El moreno vio aquella escena, sintiéndose un intruso. La pequeña dejó de ver a su padre, quien había ocultado su rostro en sus manos y levanto su rostro al sentir como el doncel se retiraba de su lado. -onii-chan ¿Ya te vas?


 El castaño vio cómo su niña saltaba de la pequeña silla y corría donde aquel pelinegro. -¿Ya no estás llorando? –Le vio como la menor le acariciaba la palma de la mano, siendo consiente de aquel moreno.


 


El pelinegro negó lentamente y acaricio con demasiada ternura los castaños cabellos del infante.


 -Hazle caso a tu padre, Hiyo-chan.


-¡Cuídate, onii-chan! –La menor asintió repetidamente, agitando su mano en forma de despedida.


 El varón, recordó a aquel mismo doncel, con el que chocó y cayó, no quiso recordar la sensación que sintió el tener ese delgado, fino, cuerpo debajo del suyo, sin saber muy bien el cómo, aquellos ojos brunos se habían impregnado en su cerebro.


 La niña regreso al lado de su padre, sintiendo como el mayor la tomaba de la mano, para ver como el doncel pelinegro se alejaba rápidamente de aquel lugar.

Notas finales:

 

¿Qué tal les parecio???

Espero sus comentarios (;

 


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