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Prohibido suicidarse en verano por Kiharu

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Notas del fanfic:

the Gazette NO me pertenece.

 

Notas del capitulo:

Esto es el maldito prólogo. Denle una maldita oportunidad.

En el verano de 1999 contaba ya con 20 años de edad. Esto es, sin duda, una cifra exorbitante a quien ha sido toda su vida menor de edad. Ya saben, estaba en mi posición de ser un clásico quejica antes de ser mayor: no puedo tomar, no puedo salir con chicas con más formalidad, no puedo ir a discos, no puedo ir a cines porno, no puedo fumar, no puedo… Con practicidad, puedo decir que todo lo que salía por mi boca (o lo que pasaba por mi cabeza, porque ni dinero para hacer todo eso, ni amigos) era pura mierda de un chico que sólo sabe quejarse (era única y exclusivamente lo que sabía hacer bien). Como todos los demás, por supuesto. Para aquellos años estaba en algo como una banda de tíos que cuando les salía por el culo, ensayaban, y cuando no, sólo fumaban sintiéndose lo más viril del planeta. Cabe decir que no encajaba a su totalidad en esa banda. Podía ser igual de cabezota que ellos, incluso fumaba a la par, sin embargo, estar ahí, para mí, significaba algo: música. Hacer música. Tan simple como eso. Lo único que me animaba a seguir yendo a con ellos, era tocar la guitarra y hacer algo decente, porque claro, esos pedazos de imbéciles tenían a su disposición un salón para tocar y un equipo de sonido asombroso.


Pero no se trata de esto, al menos no a su totalidad. Empecemos por el principio, ¿no?


Nací un precioso 20 de enero de 1979. Hacía, según dice mi madre, un gélido viento fuera de la clínica y ella tenía que estar en cueros para parirme. Antes, por supuesto, las creencias eran fuertes y mi madre decidió tenerme a parto natural, igual que mis dos hermanos mayores. Así que bueno, cuando era un feto, era un drag queen. Mi porte era mi madre, así que yo era un hombre en el cuerpo de una mujer… hasta que me parió, claro. Cuando pasé por ese terrible paso de stand by al encendido permitieron que un doctor, con pinta de pervertido —según mi hermana mayor— me nalgueara. Tal vez mis indicios gay comenzaron desde ese momento, porque yo cedí y comencé a llorar. Entonces, fue oficial: Yuu Shiroyama, proveniente de la prefectura de Mie en la región de Kansai, nació, en una fría noche, a eso de las 9:32pm. Mamá estuvo llorando conmigo; no sé si de emoción o de dolor. Quizá ambas. Cuentan que su trabajo de parto había comenzado el día anterior, así que por mucho tiempo me sentí mal por ella, luego entendí que uno no escoge cómo nacer (de hecho, uno no escoge ni nacer ni nada).


Así que ahí estaba yo, en la cunera, siendo observado por una cría de siete años y un crío de nueve. Y mi papá. Mamá seguramente debía estar descansando, y la perdono por eso. En la habitación sólo estábamos yo y otra niña. Ella de rosa y yo de verde. Ya me habían hecho el ombligo y mamá ya me había dejado tomar de sus tetas.  Creo que fue un maravilloso momento para nacer: mis hermanos mayores estaban su niñez, pero no lo suficiente como para hacerme caso y/o emocionarse conmigo; y mis padres, bueno, ellos dicen que ya no querían hijos. Eran un matrimonio mayor, tenían ya quince años de casados; no llegué precisamente a buena hora. Esta es la realidad: fui el bebé no deseado (y miren que fui el tercero y no el primero, que, como se acostumbra, es cuando son parejas inexpertas y no saben que deben llevar un condón).  Como sea. Mis hermanos pegaban los cachetes al vidrio y tan solo hacían cualquier estupidez. Papá sólo me miraba con fijeza, supongo que estaría pensando en cómo hacer que su salario se ampliara para mantenerme.


A pesar de esto, la familia Shiroyama me acogió muy bien.


Siendo un bebé pude tomar leche materna, dormir entre mis dos padres (no había dinero suficiente para una cuna), gatear todo lo que se me diera la gana, comer papillas deliciosas y cagar y dormir sin miedo a nada. Sí, yo sé que la vida de un bebé es plena y espléndida, pero la madre naturaleza también nos llama a más cosas, como crecer. Ya saben, toda esa mierda de nacer, crecer, reproducirse y morir. Yo aun pasaba por la segunda fase, porque ni siquiera sabía qué era reproducirse. Seguramente ya lo sabía, claro; los padres no dejan de follar una temporada de nueve meses sólo porque hay un feto en su esposa, no, creo que eso no pasa. En realidad, creo que copulé varias veces con mamá y papá, y llámenme enfermo, pero supongo que a todos nos ha pasado.


La infancia transcurrió con solemnidad, de manera pacífica. Papá y mamá se esforzaban lo más que podían; papá traía el dinero a casa, mamá lo administraba y lo hacía rendir de una manera fantástica. Desde joven comencé a enterarme de mi lugar en ese sitio, así que me adecué y no exigí nada. Acepté su amor y les correspondí con el mío, pero, nunca pedí algún bien material. Era cierto que mis amigos tenían cosas nuevas como bicicletas o patinetas, pero prefería que me las prestaran momentáneamente y no almacenarlas yo mismo. Iba a la escuela como cualquier otro niño de mi edad, aprendía cosas, regresaba pasando junto a la playa y toda la tarde me la pasaba leyendo tiras cómicas del periódico. Cuando me aburría, salía a jugar con mis amigos. Luego hacía mis deberes, que siendo sincero eran poquísimos a comparación de los que hacen los niños de ahora. Tal vez era porque realmente hacía un montón de cosas pequeñas que me sentía improductivo. Pero a fin de cuentas, era un niño y los niños tienen demasiado tiempo. Tiempo que acaba por desperdiciarse en cualquier cosa. Tiempo que si uno ocupa mal, acabas aburriéndote… y qué dicha es aburriste cuando uno ya está mayorcito.


En fin, supongo que el mejor año de la escuela elemental fue el último. Usualmente para las graduaciones hacían un pequeño convivio y ahí, conocí a muchas niñas que estaban conmigo y que había gran posibilidad de encontrármelas en la secundaria (esto, por supuesto me alegraba muchísimo; un chico de secundaria que ya habla con niñas era como un bombazo, al menos en aquellos tiempos). Charlé con unas seis niñas, de las cuales, tres irían a la misma secundaria. Mis mejores amigos también irían a la misma secundaria que yo, así que en realidad, era como una segunda elemental. Todos los conocidos iríamos ahí y los pocos que no, era porque se mudaban o porque querían una escuela más alejada (lo que me parecía una pérdida de tiempo total, dado que teníamos que viajar mucho en tren para poder alcanzar la otra escuela; traducción: sólo los frikis que aspiraban a una escuela secundaria muy guay tomaron otra opción).


En fin, en el primer año de la secundaria, debíamos unirnos a un club. Resulté ser un poco popular entre los deportistas, porque en esa escuela siempre hacían pruebas para entrar a los clubs deportivos (a mí no me interesaba otra cosa más que correr o hacer cualquier cosa de ejercicio), y parecían altamente interesados en mí. Pero hasta que no encontré el club de surf  no me uní a ninguno. Cabe mencionar que eso fue lo que hice durante tres años consecutivos: surf, surf y más surf. No procuré mucho a las chicas, no hice demasiados amigos. El mar, yo, y la tabla de surf —una prestada, claro— éramos más que suficiente. Mis padres me consintieron esa actividad y yo aproveché, siempre y cuando, claro, no dejar de lado los estudios. Así fue mi secundaria. No ocurrió gran cosa, no tuve novia,  no di mi primer beso, sólo nadaba, tomaba olas, estudiaba, leía más tiras cómicas, y corría por las mañanas para llegar temprano a la escuela. Ya no salía a jugar y claro, dejé de ver a mis hermanos. Esto sucedió antes, pero se hizo más notable en la secundaria. Mi hermano mayor se fue a estudiar literatura a una universidad no muy lejos de Mie, y mi hermana viajó a Osaka para poder estudiar algo como derecho. Cuando salí de la secundaria ellos tenían veinticuatro y veintidós, respectivamente. Como es de esperar, mi hermano ya estaba trabajado; hacía algo como editar algunas columnas que salían en el periódico. Su paga, parece ser, era bastante decente y podía pagarse un departamento pequeño. Mi hermana vivía en la residencia de su facultad, así que yo era al único que mantenían mis padres aún.


Entonces comenzó mi descontrol: dejé la secundaria con un promedio decente, e ingresé a la preparatoria que, como todas las escuelas anteriores, estaban cerca de casa. Pero para esto, mis amigos ya no me siguieron; muchos decidieron hacer un bachillerato tecnológico, algunos querían algo bueno para poder aspirar a una mejor universidad. Muchos se marcharon a Tokio. Yo sólo tenía quince años… No tenía dinero, no tenía amigos y en la preparatoria ya no había club de surf. Me sentí tremendamente triste y solo. Mis padres visitaban a mis hermanos con frecuencia y yo estaba solo en casa, sin tabla para tomar olas y sin amigos que visitar. Ese fue el tiempo en que me hice más solitario de lo común. Dejé de leer tiras cómicas y por casualidad comencé a interesarme por la música. Creo que eso surgió porque una de las veces que viajé a Tokio a visitar a mi hermana, un señor tocaba la guitarra y pensé que estaría bien intentarlo. Sonaba elegante y quería ser de esa manera. Así que me cambié del equipo de atletismo al club de música. Sobra decir que era un club tan cutre que apenas y sabían sostener una flauta.


Al final, como es de suponer, fui varias veces a la biblioteca y copié algunas cosas que podrían serme útiles. Llevaba una libreta y un lápiz y anotaba las notas musicales y uno que otro tip para poder tocar la guitarra. Por mientras, pensaba, podía usar la de la escuela. Nadie me lo impedía, era el único que querría hacerlo en ese lugar. Pedí permiso para llevármela a casa y me lo concedieron. En casa mamá no se molestaba porque hiciera algo como tocar la guitarra así que practiqué día y noche, esperando obtener algo de ello. Papá tampoco me objetaba nada, pero tampoco podría decir que me apoyaron en ello. Con el tiempo comprendí que si quería seguir haciendo música, debía tener mi propia guitarra. Como es lógico pensar, no tenía ni un solo yen como para adquirir una. Pensado y hecho: me conseguí un trabajo de media jornada en la tienda de artículos de mar, que estaba a dos cuadras de casa. Obtuve el empleo de manera sencilla y rápida porque sabía de surf y el señor propietario parecía que había visto algo en mí. Es evidente que teniendo 17 años recién cumplidos, mi sueldo era mediocre, pero peor era nada. En 1996 las guitarras no costaban lo que cuestan hoy en día, pero para mí era algo caro y hasta me sonaba poco accesible. En fin, me esforcé tanto como pude, tanto que ese mismo año yo ya tenía mi guitarra. Tocaba todo lo que podía, intentaba hacer covers de bandas que habían comenzado a interesarme, y fue así, de alguna manera, que me conseguí la primera novia. Una chica bajita, de tetas llenas y apetecibles, piernas rellenitas… Sí, la tía no era muy delgada, pero me había confesado sus sentimientos con una caja con un almuerzo  que sabía delicioso. Me encantaba.


Ir de la mano hasta su casa, con la guitarra colgada se convirtió en algo rutinario. De su casa pasaba a la tienda donde trabajaba y de la tienda iba a mi casa a tocar la guitarra y hacer algún que otro deber que no me hiciera reprobar el bachillerato. En eso pasé el último año de esa etapa. Hacía cada día lo mismo y aun hoy, no puedo decir que me aburriera en algún momento. Como comencé a salir con ella, fue obvio que empecé a sentirme atraído por las mujeres. Fue como el inicio a que mi mente diera rienda suelta a lo que buscaba de una mujer, y por qué no, lo admito, mis hormonas estaban locas por ese tiempo. Hacía poco nos habían hablado de sexualidad y pues entrándome por una y saliéndome por otra, ya estaba interesado en el culo y pecho de mi novia. Ocurrió como un chispazo, porque todo el tiempo anterior yo estaba absorto en mis cosas (además, nadie se me había declarado hasta entonces). Puede sonar mandilón, pero era divertido acompañarla a casa, estando tomados de las manos. Ella me contaba cosas de sus papás, de su gato, o de cualquier cosa. Si bien, no era especialmente guapa, a mí sí que me gustaba. Le prestaba atención y me agradaba que ella me la prestara a mí. Me sentía atontado pensando en ella y con seguridad podía decirle que me abrazara cuando me sentía desolado (por cualesquiera que sean las razones que me pudiera sentir de esa manera en ese entonces; incluso ahora creo que sólo era un pretexto para sentir sus senos contra mi pecho).


Casi cuando íbamos a graduarnos, a mis padres se los ocurrió ir de visita con mi hermana justo en la Golden week. Como era de esperarse, hice un plan idiota: invité a mi novia a casa. Y justo como lo pensé me salió, hicimos el amor como dos veces en esa tarde. Le manoseé los pechos, le toqué las piernas, le di besos, la penetré y eyaculé dentro de ella. En repetidas ocasiones, hicimos el amor cada que mis padres no estaban o cuando ella decía que su casa estaba libre. Lo hicimos hasta que la embaracé. Entonces, nos entró el pánico a los dos. Ella había presentado exámenes para la universidad y había sido admitida (yo, sin embargo, fui rechazado). ¿Cómo íbamos a decirles eso a nuestros padres? Nuestra solución, ahora que lo pienso, fue inmadura: juntamos los ahorros de ambos y la acompañé a que abortara. Ella no parecía realmente arrepentida ni indecisa, así que acepté que lo hiciera. Por supuesto, no maldecía aquel hijo, pensé que si venía, pues que viniera… claro que me agobiaba no tener un buen trabajo y tener que ser tan responsable pronto, pero de cualquier forma, no tenía ningún objetivo delante, así que no me importaba hacerme cargo. Pero hicimos lo que hicimos y ella, luego de unos días, me dejó.


Me dejó como se bota un pedazo de hamburguesa que ya se enfrió. Creo que lloré como una semana.


Mis padres me dejaron ser (de hecho, creo que pensaban que estaba triste por no ser admitido en la universidad; cosa errónea, pues nunca tuve la intención de siquiera ingresar a una). Pero luego, llegué a una conclusión (tanto tiempo llorado debía servirme de algo): la música me apasionaba, era algo que de verdad quería hacer por el resto de mi vida. Seré músico. Fue una decisión espontánea. No quería estudiar música, porque pensé que eso le quitaría sentido al deseo. Es decir, en casa de mi ex novia llegué a ver en la televisión a tipos que se ganaban el sueldo de papá (el de todo un mes) en un solo concierto. Pensé en las bandas que me gustaban y supuse que ellos también deberían tener algo como eso. Y me emocioné. Y como cualquier tipo destrampado, se lo dije a mis padres.


Entonces me embarqué solo y confundido, en una aventura totalmente extravagante: irme a vivir solo a Tokio con tan solo una cantidad más mediocre que mi habilidad para la historia de Japón. Mamá y papá no me consintieron nada. Me fugué de la casa casi cuando iba a cumplir 19 años. Desde todo lo que gasté en el aborto, apenas había juntado un poco. Con suerte iba a durar una semana en Tokio.


Igual me fui. Ya saben, sólo se vive una vez.


Renté un lugar tan patético que daba hasta risa. Pero había baño, agua, y un colchón donde dormir. Además, aunque tuviera la posibilidad de rentar algo mejor, no tenía ninguna cosa que se necesita para rentar algo; ni papeles ni nada, sólo tenía mi identificación de ser mayor de edad. Inmediatamente me preocupé por conseguir un trabajo. Un imbécil de 19 años no iba a sobrevivir con poco dinero. Sólo me llevé la poca ropa que tenía, la mochila de la primaria (que era la más grande que tenía) y la guitarra. Nada más que eso. Debía comprarme papel de baño, jabón, comida, y alguna que otra cosa de uso básico. Con fortuna me hallé un trabajo no muy lejos del cuartucho que renté. Era un trabajo de mesero, en un lugar donde vendían mariscos.


Así comenzó todo. La rutina nuevamente cambió. Por las mañanas tocaba guitarra y desayunaba fruta que compraba la noche anterior. Cuando se hacía tarde (por un tiempo me basé en mi instinto para ir a trabajar, dado que no contaba con un reloj; luego aprendí a medir el tiempo según el ruido de los otros vecinos), iba al trabajo, comía ahí mismo o en otro lugar cerca, regresaba a casa, me daba una ducha, a veces me bebía una cerveza y seguía el ritmo. Obviamente me llegaban mis dudas; la clásica era: ¿por qué estoy tomándome una cerveza, en este lugar de mierda, cuando yo vine a triunfar a Tokio?


Amigo, la vida no es fácil. Menos si no sabes hacer nada de nada. Si no estudiaste, si no eres alguien con un papel, tan solo estás condenado a ser una rata sucia que intenta vivir en un agujero con más ratas. Fui, poco a poco, siendo más pesimista. No sabía cómo unirme a una banda, no sabía cómo acceder a una disquera,  no sabía nada de nada. Ahora pienso que tal vez lo que esperaba era un golpazo de suerte. Bueno, déjenme decirles algo: si tú no lo buscas, nunca, nada en la vida, te va a caer del cielo.


Empecé a buscar anuncios de bandas en la ciudad. En el centro, donde fuera. Pensaba ir a cualquier sitio, siempre y cuando me ofrecieran algo bueno. Así duré un mes enterito. La rutina se convirtió en ir al centro a buscar suerte y comer ahí mismo, trabajar (me compré un reloj sencillo), cenar, y masturbarme. No sé cómo podía tolerar sin hablar con nadie que no fuera mi jefe o los clientes. No conocía a nadie y mi mano era lo más placentero y barato que podía tener. Hasta que sí, un día por fin tuve suerte. Y fue cuando conocí a esos universitarios que tenían la suficiente pasta como para ensayar (o la mierda que fuera) en un estudio. Conocí buenos equipos, adquirí algunos conocimientos de música y pude hablar con alguien que no fuera mi jefe o mi mano. Me presentaron chicas, me acosté con algunas y luego, bueno, nada. La misma mierda. No estábamos yendo a ningún maldito lugar. La banda esa, apestaba.


 


Para regresar del “ensayo” al trabajo, tenía que tomar un tren. Para llegar a la estación de trenes, debía cruzar un par de calles, un parvulario y un bachillerato. Por supuesto, fue ahí donde vi por primera vez al amor de mi vida (este es el momento en que agradezco por quedarme en esa banda apestosa). Sí, el maldito amor de mi vida. La razón por la que esto se ha convertido en un texto de cómo se siente estar con un suicida y una pequeña autobiografía.


Fue ahí donde vi a Takanori Matsumoto tomándose unas pastillas con una coca-cola. 

Notas finales:

Hoy no es jueves (y sí, lo voy a estar subiendo los jueves... creo), pero estoy a martes, con exámenes en puerta y yo... yo de verdad quería compartir esto.

Llevo escribiéndolo una temporada (no es muy largo, en realidad), así que tenía que comenzar a subirlo en algún momento. No sé en cuantas partes lo voy a fraccionar, pero igual este capítulo es sumamente corto. Tal vez el que sigue sea muy largo o algo. Aun no sé. 

Espero que le den una oportunidad, es un poco triste y eso, pero también creo que podemos rescatar cosas positivas(?). Está bien si me comentan o algo, no tengan miedo.

Le doy gracias a @NalleCifer por haberme ayudado con su opinión y sus correcciones. <3

Ya no sé qué más escribir... hace tanto que no subo nada que ya no me acuerdo por la emoción(?)

Buenas noches :)

Kiharu.


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