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Domesticando tu corazón. por Penumbra

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Notas del fanfic:

Pues este es mi primer fanfic, y solo espero ¿qué les agrade? Bueno... o que algo positivo les provoque y no lo detesten, ni me abucheen…, porque sería dolorosito para mi autoestima jajaja xD no es cierto, pueden hacerlo si quieren, pero sean leves :´(

Los personajes aquí usados, en su gran mayoría, no son de mí pertenencia, son propiedad del mundo de One Piece, cuyo creador es Eiichiro Oda.

Y una cosa más, antes de que se me olvide, las criaturas mitológicas aquí usadas no tendrán al 100% sus características originales, parte serán valores agregados de mi propia cosecha.

Notas del capitulo:

Este capítulo es un poco corto, pero tengan presente que solo es el prólogo. Los capítulos en sí, serán más extensos y creo tendré que cortarlos en partes.

Lamento si hay faltas de ortografía o redacción.

Por cierto todo esto le ocurre a Sanji siendo zorro, para evitar confusiones.

Sin más que decir, aquí se los dejo:

Prologo.

Corría lo más rápido que podía; ya llevaba así más de una hora y no lograba perderlo, Maldición. farfulló, pero no podía hacer otra cosa más que intentar escapar o seria su fin.

¡Adelante sigue corriendo, solo lo haces más divertido! dijo el hombre mientras disparaba una bala al aire con su escopeta  -¡sabes que te encontrare, como he encontrado a todos los tuyos!

         La voz de ese hombre que por tanto tiempo había evitado lo estremeció, podía sentir esa penetrante mirada dorada sobre él a pesar de la lejanía, como un halcón al asecho.

         Aumentó la velocidad para después percatarse de los ladridos y jadeos del gran perro que lo rastreaba. Un inugami*, esto no podría ser peor. Deliberó. Estaba exhausto, extremadamente exhausto. Tenía que pensar en algo y tendría que ser rápido o no aguantaría por mucho más tiempo. Mordió un poco de su pelaje y haciendo uso de sus poderes lo transformó en siete reproducciones de sí mismo que corrieron en diferentes direcciones.

         Con suerte la acción los despistaría y él saldría bien librado.

         Tras de sí nuevamente escuchó el sonido de disparos dirigidos a él y sus copias. De reojo pudo ver como una bala impactaba en una de las réplicas; haciéndola desaparecer al instante. Segundos después percibió una especie de silbido muy cerca de él, al que prosiguió un fuerte ardor. Un proyectil había rosado su costado, pero no podía detenerse por ningún motivo. Tenía que seguir.

         Continúo corriendo un largo trecho. El campo se estaba terminando pero pudo ver a lo lejos la carretera y las luces de los pocos vehículos que circulaban por ella (esto debido a que era de noche y estaba bastante lejos de cualquier poblado). Tenía que llegar a aquellos autos. Aumentó todo lo que pudo la velocidad y cuando por fin tocó el asfalto; sin disminuir el trote de sus patas, siguió la carretera, para luego ágilmente saltar a una pequeña camioneta de carga.

         Al fin. Pensó mientras trataba de recuperar el aliento, inhalando y exhalando con dificultad. Estaba tan cansado, pero no podía darse el lujo de bajar la guardia todavía o por lo menos eso es lo que más deseaba. Los cazadores eran de temer, no por nada la mayoría de criaturas legendarias habían desaparecido.

         Pasaron unas tres horas desde que se había refugiado en el camión y debido al sobre esfuerzo hecho, no había podido evitar perder el conocimiento un par de veces, hasta que sin más se quedó dormido.

         Cuando el auto se detuvo, el conductor salió de este azotando la portezuela, provocando que Sanji despertara de golpe y pudiera darse cuenta de que se encontraba entre un montón de construcciones,…Una ciudad. Especuló sin emoción alguna y se dispuso a salir de la caja de carga. Pero al moverse sintió un agudo dolor.

         –Aarrgh… Maldición..., ese infeliz... –No pudo evitar quejarse, soltando un gruñido. Ahora que se fijaba, el disparo del cazador había rosado su pata trasera derecha y, aunque por suerte no era tan grabe, el problema consistía en que sangraba un poco y le dolía al apoyarla.

         Con dificultad saltó al suelo y observó un poco su alrededor. Estaba en una callejuela que se encontraba dividida por una maya de metal, cerrándola así por un lado y dejando como única salida la parte por donde ingresó la camioneta. La luz de una farola la iluminaba parcialmente, dejando ver una puerta abierta en uno de los edificios de los costados, específicamente el izquierdo.

         Se sentía un poco más tranquilo por dejar el problema del cazador atrás, pero tal parecía que esa noche estaba lejos de acabar.

         Escuchó el sonido de la puerta de metal cerrarse y unas pisadas que pararon en seco, haciéndolo voltear.

         –¿Qué demonios?... ¡¿Un zorro?! –La voz sonaba con un dejo de incredulidad –¡Largo de aquí animal! –gritó el hombre que antes conducía la camioneta y que ahora salía del edificio, mientras que con avidez tomaba un palo del suelo para amenazarlo; insinuando que si no se marchaba le daría una paliza.

         La reacción de Sanji fue instintiva: debía escapar nuevamente. Se alejó rápidamente un tramo y luego volteó a donde se encontraba el sujeto. Se detuvo para mirarlo con los ojos entrecerrados en señal de rencor. Y aunque sabía que probablemente terminaría más débil, usó su poder para que el palo que sostenía el hombre se visualizara como una serpiente. El sujeto gritó aterrado, arrojando la vara al suelo, y en un arranque de lo que vendría siendo desesperación y miedo, saltó pisando una lata que se encontraba justo tras él, provocando que cayera estrepitosamente al suelo. El zorro no pudo evitar sonreír ante la reacción con una inmensa satisfacción.

         Los humanos no eran precisamente de su agrado, y al único de estos que había apreciado y admirado hasta cierto punto, yacía muerto desde hacía ya bastantes años. Por lo que se había prometido no volverse a encariñar con alguno de ellos.

         THUUAAAN! THUUAAAN!

         Un ensordecedor ruido lo sacó de su disfrute del “sufrimiento ajeno”.

         Sanji se encontraba en medio de la calle, y lo que había producido el estruendoso sonido no era ni nada más ni nada menos que un gran camión semirremolque que se dirigía a donde él se encontraba. Por un momento las penetrantes luces del vehículo lo cegaron. El lapso incluso le dio para pensar si la vida se burlaba de él y esto no era más que una lección de karma. Pero salió de su divague justo a tiempo para esquivarlo y salir corriendo.

         La adrenalina le ayudaba por momentos a no sentir el dolor de su pata. Corrió sin rumbo, entrando por la abertura de una cerca de madera y terminando en el patio de una de tantas casas. Que con la suerte que cargaba en estos momentos ¿para qué iba a ser sino? que para encontrarse con más problemas.

         –Definitivamente, este no es mi día. –dijo al contemplar dos grandes perros justo al frente. Un Rottweiler y un Pastor alemán, que de inmediato se despertaron al percibir su olor.

         El zorro observó a su alrededor y rápidamente ideo un plan. Pudo apreciar un montón de chatarra al costado del patio que se unía con la cerca. Si saltaba esa basura, de seguro podría llegar a la barda y así, como lo hacían los gatos y mapaches, escapar sin más complicaciones. Arrancó uno de sus bigotes y lo visualizo en su copia exacta.

         Mientras menos esencia de si dejara mejor, o de lo contrario sería más fácil que el cazador lo rastreara.

         –Ahora. –dijo, en un susurro.

         Su réplica salió como alma que lleva el diablo, dirigiéndose al lado opuesto del que tomaría él, haciendo acrobacias para atraer a los perros, quienes la siguieron de inmediato. Sanji corrió a la pila de trebejos para luego saltar por estos, trepando la cerca de madera por completo en un instante. Se estabilizó sobre ella, y empezó a utilizar toda su capacidad de equilibrio para llegar a la barda de la casa vecina sin caerse. Pero con lo que no contaba, era con que uno de los objetos en los que se había apoyado para ascender, cayera al suelo provocando así un sonoro traqueteo.

         Repentinamente uno de los perros volteó dándose cuenta, y corrió hacia él intempestivamente ladrando como loco. La saliva salía fieramente de su hocico mientras rugía y soltaba dentelladas, saltando y arremetiendo contra las tablas de madera, haciendo que el zorro se tambaleara sobre la cerca. Con dificultad logró mantenerse en el cercado y por fin llegar a la barda vecina. Siguió todo el contorno de esta, hasta la consecutiva y luego a la que le seguía después de esa. Así unas cuantas casas más hasta que constó de estar bien alejado. Estuvo a punto de caer un par de veces por el dolor que regresaba intermitentemente a su pata herida, pero sin protestar resistió el malestar, continuando así el recorrido. Aparentemente el ajetreo había abierto un poco más la lesión, por lo que ahora comenzaba a sangrar de manera más abundante.

          Pasando un rato, finalmente llego a una casa que probablemente estaba deshabitada (o eso aparentaba), ya que el jardín era un auténtico desastre, estaba lleno de yerbajos y el pasto estaba tan alto que lo hacía parecer una jungla. Por otra parte, la casa, por lo menos por el exterior, se veía vieja y descuidada, aunque otro punto a favor: era que no se escuchaba ni un solo ruido proveniente de su interior.

          Sanji exhaló. Deseaba que la construcción estuviera realmente abandonada; de esa manera podría descansar por un par de días hasta recuperarse: tanto física como energéticamente. O aunque no fuera una recuperación en su totalidad, se conformaba con lo suficiente como para poder marcharse del lugar. Ya que últimamente le costaba más que antes recargar sus poderes, por alguna extraña razón que desconocía.

          Bajó del muro. Sintió el penetrante dolor en su pata. Y cojeando camino alrededor tratando de encontrar alguna forma de entrar a la construcción. Por suerte no tardó mucho en darse cuenta que había una ventana abierta; con dificultad se coló por ella dando un salto.

         El lugar estaba completamente oscuro, pero sus ojos se adaptaron y le permitieron verlo como si fuera de día. El interior desprendía un leve olor a humedad. Había algunos muebles y también barias cajas desperdigadas en las distintas habitaciones. Se dirigió a la pieza más cercana desde el punto donde se encontraba, andando a paso lento.

          En el cuarto al que entró se encontraban: más cajas, un futón extendido en medio del piso y un escritorio contra la pared. Decidió guarecerse debajo de este último, colocándose hasta el fondo contra la madera. Se acomodó en un semi-ovillo, y lamió con cuidado la herida de su extremidad, tratando de limpiar un poco de la sangre que se extendía por su pelaje hasta la almohadilla de su pata.

          En lo que se aseaba, no pudo evitar notar que había dejado manchas del líquido rojo por el suelo. Las contempló por un momento con un poco de preocupación, e intentó tranquilizarse con el pensamiento de que ya no podía hacer nada para remediarlo, y que (probablemente) no pasaría nada con dejarlas ahí. Así que solo suspiró con resignación y continúo su labor.

         Intentó incorporarse para tomar una posición más cómoda; pero ya no tenía fuerzas para hacer nada. Sus extremidades ya no le respondían, sentía su cuerpo muy débil, y de un momento a otro había comenzado a tener lapsos de temblequeo. Apoyó su cabeza contra el suelo teniendo la impresión de que no podría levantarse de nuevo, y respiró con pesadez.

         Permaneció así un rato, escuchando el viento afuera y los ruidos nocturnos. Estaba a punto de caer dormido, cuando escuchó un ruido; era un tintineo de metal y a este le siguió: el ruido de una puerta al abrirse, alguien hablando, luego el cerrar de lo puerta, después pasos, una exhalación, traqueteo y nuevamente los pasos; solo que esta vez parecían dirigirse a donde él se encontraba.

          Rápidamente apretó los parpados, como si de esa manera pudiera ocultar su existencia. Se sentía totalmente impotente, y de cierta forma… hasta desilusionado. Ya no podía seguir escapando ni ocultándose aunque quisiera. En conclusión: se sentía perdido.

          Esta había sido una de las peores travesías de su vida, y aunque había luchado con garras y dientes, parecía que la suerte lo había abandonado completamente. Si este es mi fin que así sea. Hice lo que pude, no pueden decir que no lo intente. Se dijo derrotado, aun sin abrir los ojos.

          Pasaron unos segundos, sintió que lo tocaban y se tensó de inmediato. Pero contrario a todo lo que pensó, lo único que lo envolvió fue una agradable calidez.

          Unas cálidas manos lo acariciaban con cuidado.

          Recuperó un recuerdo perdido. Se relajó, y cayó en un profundo letargo.

.

.

.

Continuará…

 

 

*inugami: es un perro demonio de la cultura japonesa, puede ser creado a partir de un perro común y corriente si este es torturado y decapitado. Mayormente se crean con los fines de ser usados para dar protección o cumplir venganzas. Puede o no ser fiel a la persona que lo creo.

No pondré muchos más datos ya que serán nombrados posteriormente.

Notas finales:

¿Qué les pareció? déjenme sus comentarios.

Y si no se le entendió a algo, díganme. Es que nunca he sido buena con los signos de puntuación. TT-TT


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