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Camus, el libertino por Euridice

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Notas del fanfic:

Este fanfic se me ocurrió porque he visto que muchas veces se muestra a Milo como un Casanova y a Camus como un correctito, entonces quise cambiar los roles para ver en qué resulta.

Espero que les guste =)

Notas del capitulo:

Aclaraciones:

Bakcheia es el frenesí al cual induce el dios Dionisio.

Las bacantes eran mujeres adoradoras de Dionisio, que practicaban cultos en los cuales bailaban desnudas y consumían no sólo alcohol, sino además drogas alucinógenas. También se dice que recorrían los bosques y seducían a los hombres.

Las guerras santas habían terminado y la paz reinaba en el mundo, así como en el Olimpo. Por dicho motivo, el dios Zeus planificaba una gran fiesta en la cual daría rienda suelta a sus más profundos impulsos, entregándose a las bondades de los placeres carnales. Para esto, le había encomendado a Dionisio preparar un elíxir que facilitara la bakcheia, ese frenesí al que inducía el dios del vino, en sus invitados.

 

- Dionisio, ¿has culminado la tarea que te he encomendado?

 

- Así es, mi señor, me llevó semanas de trabajo...helo aquí: mi más ambiciosa labor, el “Télos Bakcheia”, el vino que inducirá al placer extremo- explicaba el dios, sosteniendo en sus manos una pequeña ánfora con bellos grabados- una copa de este vino y quien lo beba perderá sus barreras morales, timidez, o represión interna alguna, entregándose a un irrefrenable deseo de seducción y sexo.

 

- ¡Ja ja ja!- rió el mayor de los dioses- ¡ahora sí podré saciar mis ansias con quien se me antoje!, especialmente con Ganimedes, se me ha hecho el difícil desde hace unas semanas…cuando beba de este vino, ni él ni nadie podrá refrenar sus deseos de sexo.

 

- Así es, mi todopoderoso, pero recuerde: el efecto se terminará si las doce primeras personas a quien se insinúe el encantado se resisten a su seducción, o si se besa con la persona a quien ama. Ahora, si me disculpa, iré a guardar esta maravilla, no quisiera usted que cayera en las manos equivocadas.

 

- Claro que no. Y asegúrate de que tu cava esté bajo llave; la última vez te emborrachaste tanto que olvidaste cerrarla y encontré a Hera queriendo deshacerse de nuestros preciados bebidas.

 

- No se preocupe, esta belleza estará a salvo.

 

Y así, Dionisio se marchó y fue hasta su cava a guardar el ánfora; una vez allí, no logró refrenar sus impulsos y, con el mágico elíxir aún en sus manos, bebió una copa de uno de sus vinos. Qué delicioso estaba; bebió otra más, y luego otra, y otra y otra, hasta que acabó con una botella, empezando a sentirse muy risueño. Cuando se fue de su cava, cerrándola con llave, pero olvidando guardar el ánfora con el afrodisíaco elíxir, sintió un llamado que provenía del mundo de los mortales.

 

- ¡¡¡Allá voy, preciosas!!!- exclamó Dionisio, sosteniendo aún el ánfora con el brebaje preparado para la fiesta de Zeus.

 

Llegó a un bosque solitario, y se encontró con mujeres desnudas bailando alegremente en círculos, en alto estado de ebriedad; el dios las observó relamiéndose, hasta que ellas notaron la presencia del dios, aclamando su llegada y uniéndolo a su circular danza.

 

- ¡¡Alabado seas, Dionisio!! ¡¡Liberador de las pasiones y el desenfreno!!- exclamaba una joven rubia de cabellos desgreñados, que llevaba en su cabeza una corona de hojas de vid.

 

- ¡¡¡Mis hermosas Bacantes!!! ¡¡¡Es un placer para mí participar de su desenfrenado culto!!! ¡¡¡Bebamos y dancemos hasta desfallecer!!! ¡¡¡Hoy festejaremos más que nunca!!!

 

- ¿De veras? ¿Por qué motivo?- preguntó ansiosa una de las bacantes.

 

- Pues he logrado culminar mi obra maestra: este vino logrará sumergir a quien lo beba en un irrefrenable impulso seductor…- dijo el dios, cuya boca bajo los efectos del alcohol se volvía muy floja.

 

- ¿Podemos probarlo?

 

- Nada me gustaría más en este mundo, pero me temo que este brebaje está especialmente diseñado para el señor Zeus, y nadie más que él está autorizado a usarlo.- respondió el dios en su borrachera, y se entregó a esa cofradía en su honor, bailando con esas frenéticas mujeres, y disfrutando como algunas de ellas se besaban y tocaban sin ningún tipo de vergüenza.

 

El dios gozó junto a esas mujeres de cuestionables costumbres como nunca, pero al volver al Olimpo estaba más borracho aún que antes; tenía la sensación de haber olvidado algo, pero no lograba darse cuenta de qué, así que sin más en qué pensar se desplomó en la cama para dormir. Las bacantes bailotearon un rato más luego de la partida del dios, y se durmieron en el bosque, abrazando una pequeña ánfora que en ese momento de locura no tenían noción de lo que contenía.

 

No muy lejos de ese bosque, se encontraba el santuario, y allí algunos santos de Atenea se encontraban entrenando con ahínco esa mañana, mientras las bacantes dormían después del desenfreno de la noche anterior. A pesar de que las guerras habían terminado, cada tanto los   caballeros  dorados debían cumplir alguna que otra misión, como proteger alguna aldea, por eso los jóvenes guerreros mantenían su costumbre del entrenamiento para no perder la forma, sin olvidar que eran humanos y disfrutaban de los placeres de la vida. Una vez terminaron, el santo de leo y el de escorpio se dirigieron hacia una playa cercana al coliseo para hablar sobre sus asuntos amorosos; ambos eran buenos amigos y siempre se tomaban un tiempo para comentar cómo andaban de amores. El leonino, así como los gemelos de géminis, eran los únicos que sabían quién le robaba suspiros al caballero de escorpio, y por más que apostaban que ese otro caballero también guardaba sentimientos por el de la octava casa, notaban con cierta decepción como ese frío joven no parecía darse cuenta de que el escorpiano quería llevar su amistad a otro nivel.

 

- ¿Quieres decir que lo invitaste a tu casa a ver películas, te recostaste a su lado en el sofá y él no hizo NADA?- preguntaba atónito Aioria.

 

- Exactamente. NADA; ni siquiera se movió, se quedó como de piedra mirando la pantalla de la televisión. Ya no sé qué más hacer…

 

- Puedes probar esperarlo desnudo en la cama…- sugirió Aioria, pues al parecer eso le había funcionado para conquistar a Shaka.

 

- ¿Estás loco? Me congelará si hago eso, o seguramente se vuelva a su templo. Camus no es tan intuitivo como Shaka, por desgracia, o al menos no logra deshacerse de su coraza de hielo que lo hace tan controlado- respondió Milo.

 

- De veras me gustaría ayudarte amigo, pero no tengo noción de qué más podrías hacer. Creo que se me terminaron las ideas.

 

- Tienes razón, la de emborracharlo no sirvió de nada. Terminó durmiéndose en medio de la fiesta y para peor tuve que llevarlo hasta su templo, todavía me duele la espalda de pensar que tuve que subir todas esas escaleras cargándolo…

 

- Debiste enamorarte de Afrodita…- dijo Aioria con tono burlón.

 

- ¡Ni lo menciones!, Afrodita es un perverso, seguramente me ataría a la cama y me azotaría…

 

- ¡Vamos Milo! ¿A quién engañas? Seguro serías tú quien lo ataría a la cama para azotarlo…

 

- Para tu información, no soy un pervertido como crees…

 

- Claro que no, pero eres un adicto al sexo…

 

- ¡¡Cállate!! ¡¡El único adicto al sexo aquí eres tú, gato!! No sé el pobre Shaka como te aguanta…

 

- Porque fue Shaka quien me hizo adicto al sexo cuando me enseñó poses del Kama Sutra- respondió Aioria con picardía.

 

- Sí, claro…

 

- Está bien, no me creas, pero te diré algo: los más calladitos terminan siendo unos pillos. Tal vez cuando menos lo esperes, Camus despierte a su fiera hambrienta de sexo y termines una semana sin poder sentarte- agregó el leonino, riendo a carcajadas.

 

- Qué imaginación tienes, Aioria. Si Camus tiene una “fiera hambrienta de sexo” como dices, se debe haber congelado en Siberia…

 

- Calma, no te desesperes, el cubo de hielo se derretirá algún día, y podrá confesarte que te ama en secreto.

 

- Sólo espero que eso ocurra antes de mi senectud…

 

- Ten paciencia Milo. Ahora volvamos, estoy sintiendo hambre- dijo Aioria y ambos caballeros se fueron a sus respectivas casas a comer.

 

El día transcurrió con normalidad, y Milo comentó a los gemelos de géminis cómo Camus seguía aún sin notar que él quería algo más; Saga y Kanon, al igual que Aioria, no salían de su asombro, el de acuario parecía estar ciego al no darse cuenta de las intenciones del escorpiano. Esa tarde Milo se preparaba para acompañar a Mu a Jamir en una misión, no era nada de gravedad, pero le llevaría un par de días; en ese mismo instante; en un bosque de las proximidades, Saga, Kanon y Aioria se encontraban comentando cómo el de la onceava casa podía ser tan inteligente para muchas cosas, y tan obtuso en cuanto a temas amorosos ¿Cómo no se daba cuenta de que Milo buscaba algo más que amistad?, ¿cómo no notaba la forma en que el de escorpio lo miraba?, ¿no tenía ninguna sospecha de por qué Milo pasaba tanto tiempo en el templo de acuario con su guardián, y de por qué compartió con él cosas que no había compartido con nadie?. Mientras los tres caballeros de oro mantenían su conversación, unas desalineadas bacantes despertaban de la borrachera que habían tenido la noche anterior en su rito de invocación a su adorado dios; una tenía largos cabellos castaños, otra de ellas el cabello rubio, un poco más corto, y la tercera una vasta cabellera negra muy ondulada. Las tres observaban con curiosidad el ánfora que tenían allí.

 

- ¿De dónde salió esto?

 

- No lo sé, estaba muy borracha- contestó la rubia.

 

- Creo que la trajo Dionisio, dijo algo sobre Zeus y sobre las pasiones…- contestaba la pelinegra.

 

- “Télos Bakcheia- elíxir del desenfreno”- leyó la castaña, recordando las palabras de Dionisio.

 

En ese instante, las bacantes observaban a tres fornidos guerreros griegos hablar animadamente sobre una persona que parecía ser bastante pacata. De más está decir que todas quedaron embelesadas con la apariencia de los tres jóvenes; dos de ellos eran gemelos y tenían un largo cabello azul, mientras que el otro, un poco más bajo que los otros dos, de cabello castaño muy claro; todos con físicos de Adonis.

 

- ¡Pero qué bellezas!- exclamaba en voz baja la de cabello negro.

 

- Deberíamos visitar el santuario más seguido…- agregó la rubia.

 

- Invitémoslos a uno de nuestros rituales orgiásticos- sugirió la de cabello castaño.

 

- Sabes que a nuestro gran Dionisio no le agradaría la idea, pues son santos de Atenea…- exclamó la pelinegra.

 

- Pero podríamos hacer alguna pequeña travesura con ellos- dijo  la de cabello castaño.

 

- ¿Qué se te ocurre?- preguntó la rubia, con curiosidad.

 

- Bien, tenemos este vino, que desata gran lujuria en quien lo beba ¿no es así?

 

- Se supone que sí…

 

- Pues podríamos dárselo a estos tres y a su tímido amigo para que lo beban, y nos escabulliremos en el santuario a deleitarnos espiándolos en la orgía que armen…- explicó la castaña.

 

- ¿Cómo estás tan segura de que armarán una orgía? ¿y cómo podremos eludir a los guardias del santuario?- cuestionó la pelinegra.

 

- Tal vez no podremos espiarlos, tal vez no armarán una orgía…pero será divertido ver qué le sucede al mojigato del que hablan si bebe este vino…

 

- Volvemos al problema anterior, ¿cómo veremos algo sin ser vistas en el santuario?- insistía la pelinegra.

 

- Podemos quedarnos en la aldea aledaña al santuario, se dice que los rumores del mismo corren como pólvora en ese pequeño poblado- sugirió la rubia.

 

- ¡Excelente idea! Ahora, ¡vamos tras esos santos de Atenea!- exclamó la castaña y las tres bacantes vistieron sus túnicas para acercarse a donde estaban reunidos los tres caballeros dorados.

 

Tan sigilosamente caminaron entre la arboleda que los tres dorados ni notaron que había alguien más además de ellos allí; cuando las bacantes estaban ya detrás de los caballeros, éstos se sobresaltaron al notar que no estaban solos.

 

- ¡Hola guapos!- dijo la de cabello castaño con aire seductor. Los tres caballeros quedaron paralizados sin saber qué responder.

 

- ¿Qué les pasó? ¿Les comió la lengua el gato?- agregó la rubia.

 

- No…no…nosotros sólo ha…hablábamos…- contestó Kanon, balbuceando.

 

- ¿Podríamos saber de qué? Estábamos dormidas y sus masculinas voces nos despertaron…- dijo la rubia con tono más que provocador, mientras se acercaba a Kanon y le tomaba una mecha de su azul cabello.

 

- Ehhh…bu…bueno….nosotros…queremos ayudar a un amigo…él…no se atreve a confesar su amor…- respondió Kanon, rojo como un tomate ante tan avasallante mujer. En ese entonces Aioria le dio un codazo disimuladamente.

 

- ¿Eres idiota Kanon? Son bacantes, tengo entendido que son unas impúdicas, no confíes en ellas…- susurró el de leo, disimuladamente.

 

- Quizás nosotras podríamos ayudarlos…- dijo la peli castaña, mostrando el ánfora a los caballeros.

 

- ¿Qué se supone que es eso?- preguntó Saga, quien observaba la situación seriamente.

 

- Un elíxir…en forma de vino, fabricado por Dionisio…- respondió la rubia.

 

- Quien lo beba…perderá su timidez, su vergüenza, sus restricciones…y podrá tomar la iniciativa ante quien desee…y tener una apasionada relación…- explicó la pelinegra, acercándose sensualmente al oído de Saga, mientras acariciaba su cuello. El de géminis se quedó estático, hasta que se le ocurrió una idea.

 

- Kanon, Aioria, reunión de grupo, ahora.- dijo el mayor y se apartaron los tres de las jóvenes mujeres- Escuchen, parece que ese vino hace perder la timidez, puede ser la respuesta para ayudar a Milo con Camus…

 

- ¿Cómo estás tan seguro de que funcionará?- puso en duda el de leo.

 

- Al parecer con ellas ha funcionado…- dijo Kanon, mientras les señalaba a sus dos compañeros a las bacantes, que en ese momento se besaban desvergonzadamente.

 

- No lo sé…estas mujeres hacen cultos orgiásticos…no me parecen de fiar…

 

- ¿Tienes una mejor idea?- dijo Saga, y ante la duda del leonino, terminó la reunión y se acercó a las jóvenes, quienes esperaban ansiosas la respuesta de los dorados.

 

- ¿Por qué quieren ayudarnos? ¿Qué quieren a cambio?- las tres se quedaron mudas por unos segundos ante las inquisitivas preguntas de Saga; pero la castaña, quien había diseñado el maquiavélico plan, respondió hábilmente, sin tener idea de que lo que decía era en parte cierto.

 

- Verás, santo de Atenea, el dios Zeus dará una fiesta en el Olimpo para festejar el fin de las guerras santas y que los mortales finalmente han sabido convivir en paz, por lo que envió a nuestro dios Dionisio a elaborar este vino y ofrecerlo a los mortales que lo necesitasen, en señal de paz…

 

- A mí no me engañan, no creo que ustedes nos ofrezcan el elíxir sin nada a cambio… ¿desde cuándo son ustedes tan serviciales?- cuestionó Aioria, muy desconfiado.

 

- Nuestro dios nos recompensará con una gran fiesta en el bosque; no es de ustedes de quien esperamos retribución, sino del gran Dionisio.- contestó la pelinegra astutamente.

 

- ¿Y cómo podemos estar seguros de que ese vino funcionará? ¿O de que no es un veneno o algo que dañe a nuestro amigo?- preguntó Kanon.

 

- Si observan en detalle esa ánfora, verán que tiene grabado el rostro del mismo Dionisio. Nuestro dios solamente quiere traer alegría y placer a nuestro mundo, no es un dios malvado que quiera acabar con la humanidad…- agregó la rubia, y aunque los santos de Atenea no estaban muy convencidos de ese elíxir, agradecieron de todas formas y regresaron al santuario.

 

Una vez que los guerreros se habían retirado de allí, las tres bacantes rieron como brujas alrededor de su caldero, y emprendieron camino a la aldea cercana al santuario, alquilando una habitación en un pequeño hostal de allí. Durante el camino, la castaña se jactaba de cómo había dejado a Kanon de ruborizado cuando le tocó el cabello, mientras las demás rezaban a su dios para que el joven que fuera a beber el Télos Bakcheia se desacatara al punto de unirse a sus orgiásticos ritos.

 

Mientras tanto, en el Olimpo, Dionisio despertaba con los gritos de Zeus, clamando por él; la fiesta sería esa noche y el dios del vino debía estar preparando la mágica bebida para que Ganimedes la ofreciera a los invitados. Dionisio despertó de un salto y de repente recordó la pequeña ánfora; ”¿dónde la habré metido?” pensaba con desesperación mientras buscaba en cada rincón de sus aposentos. Luego recordó la noche anterior y allí se le iluminó la cabeza: el ánfora había quedado en el bosque donde se había manifestado ante las bacantes; el dios se aterró por un momento al pensar que si ese elíxir caía en manos mortales podría significar que Zeus castigara a la humanidad por su culpa, pero se calmó rápidamente cuando recordó que allí estaban las bacantes y que, conociendo la naturaleza descontrolada de ellas, seguramente las jóvenes acabarían por beberlo, y el daño no sería tan grave. Pues las jóvenes no necesitaban de un elíxir para entregarse a sus pasiones, sino que bastaba con cualquier bebida alcohólica.

 

Fue así que Dionisio salió de su habitación para acompañar al dios supremo a la cava, suspirando de alivio ante el hecho de que había preparado suficiente cantidad para la fiesta, y que esa pequeña ánfora pasó desapercibida por el dios. Una vez que los preparativos de la gran fiesta estuvieron terminados, los invitados llegaron y el dios Zeus invitaba a cada uno con un trago de su hechizado vino; fue una fiesta como pocas hubo en el Olimpo, y el gran dios se vio más que satisfecho con el efecto del mismo cuando Ganimedes lo sedujo mientras le servía. El dios pudo al fin tener una noche de desenfreno como tanto anhelaba, y Hera estaba lo suficientemente borracha como para no recordar que su esposo pasó la noche con el joven copero y no con ella.

 

Ya en el santuario, los gemelos y Aioria comenzaban a planificar la estrategia para que Camus bebiera el Télos Bakcheia y sedujera a Milo, o al menos respondiera a los encantos del escorpiano. Luego de varias ideas, optaron por armar una fiesta en la casa de leo, pues la de géminis con su laberinto, podría ser un problema para los caballeros que se embriagaban mucho, como Deathmask. Invitarían a todos sus camaradas dorados y en un momento en que se encontraran a solas con Camus, lo invitarían con el vino dionisíaco, sabían que al francés le gustaban los vinos y que no se resistiría a probar una copa; entonces una vez que el de acuario degustara el vino, lo llevarían junto a Milo y… ¡voilà! Camus respondería ante alguna indirecta del escorpiano. El plan era perfecto, ¿qué podía salir mal? 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, les quedará la duda de qué va a pasar en la fiesta que organizaron los gemelos y Aioria.

Dejen sus reviews así también me voy guiando. 

Beso!


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