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Fiesta de Halloween por kurokaze

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Notas del fanfic:

Un tardío especial de Halloween :P

Notas del capitulo:

Kurokaze:

Holassssssssssss!!!!

Como se han portado bien y han sido pacientes aquí esta la sorpresa que les prometí, especial de halloween!!!

Se que me pase de fecha pero es lo mas largo que he escrito y costo bastante sin mencionar que tuve parciales, etc, etc.

Denle gracias a Orphen por aprovar esto aunque se me ocurriera sobre la ultima hora y tambien por dedicarse tanto a no solo corregirlo si no ademas a publicar rapido los caps de Winter Camp para que ustedes conocieran mejor a los personajes, espero lo disfruten y pasense x el ask luego, besos. <3

 

Orphen: Yeih!!

Me tarde pero por fín ya pude subir este genial especial, espero les guste tanto como a mí, y siento que haya ilucionado gente con el falso capítulo en el fic, pero fue a única forma en que se me ocurrió avisarles a todos de el... Disfútenlo...

 

NO OLVIDEN VISITAR EL ASK Y DEJÁR TODAS SUS PREGUNTAS TANTO A LOS PERSONAJES COMO A KUROKAZE :D

http://ask.fm/Mak_KuroKaze

Especial: "Halloween"

 

  

             Debido a los exámenes semestrales, las prácticas de los equipos se habían suspendido. Aun así como habían terminado los exámenes en tiempo record Mamoru y Asamu se encontraban practicando en el gimnasio, y hasta que los demás terminaran se entretenían jugando un 1 a 1.

 

Cansado Mamoru se dejó caer en la banca cubriendo su cabeza con una toalla. –Nada mal Akashi, has mejorado bastante y honestamente para ser una persona que dice odiar el basket pones mucho empeño en mejorar y te esfuerzas incluso más que los otros. –Observó el mayor con una sonrisa ladina.

 

             – Eso no significa nada. – Se apresuró a contestar tomando un poco de agua. –Simplemente cumplo las expectativas de mi abuelo, si hiciera un trabajo mediocre no merecería llevar el apellido Akashi.

 

             – Bueno mientras sigas esforzándote no puedo criticarte nada. – Aceptó condescendiente girando el rostro fijando la vista en la entrada. – ¿Cuánto tiempo más tardaran esos idiotas? Ni que los exámenes fueran tan complicados como para justificar que tarden tanto. – Dijo molesto desviando la mirada.

 

– ¿En serio quieres que vengan? – Cuestionó Asamu fastidiado. – Deberías disfrutar de la paz y tranquilidad mientras duren, en este club son muy escasas.  – Le recomendó realmente disfrutando del silencio.

 

              Para desgracia del pelirrojo el silencio no duró mucho más, ya que casi de inmediato los tres miembros titulares que faltaban entraron haciendo el escándalo habitual, Kita no paraba de gritar saludando a Asamu y peleando con Atsuka mientras Zhen intentaba en vano calmarlos. Los nervios de Mamoru llegaron rápidamente a sus límites y de un grito los hizo callar a todos.

 

– Cielos ¿En que estaba pensando cuando deseé que vinieran rápido? – Masculló irritado aún por el escándalo al que había sido expuesto.

 

               – Vamos Moru-Moru no seas así. – Le dijo Kita con calma. – Además ya falta poco para el viernes, ósea... ¡Ya viene Halloween! – Anunció a gritos. – ¿Qué van a hacer ustedes chicos? ¿Alguna fiesta o algo? – Preguntó emocionado.

 

             Asamu suspiró fastidiado por el escándalo del mayor. – ¿Qué eres, un niño? Es solo una celebración comercial que se apodera de algo importante y lo adorna con marketing para vender productos con precios ridículos, es solo otra fecha de estrategia comercial. – Explicó con frialdad como si en efecto su compañero fuera un niño pequeño al que había que decirle que no.

 

               – Asamu-chan… yo te quiero y todo pero no me agrada cuando le quitas la diversión a las cosas. – Dijo Kita serio en respuesta a sus comentarios. – ¡Vamos alguien debe hacer algo! ¿Qué hay de ti Moru-moru? – Insistió a los demás esperando que reaccionaran con más emoción.

 

              – Nada en particular, mis padres tienen una fiesta de disfraces de una compañía que quiere firmar un convenio así que estaré el fin de semana solo en casa. – Respondió el peliverde sin interés.

 

             Kita miró emocionado a su capitán y no contuvo las ganas de gritar.  – ¡Eso es perfecto! ¡Las fiestas de disfraces son divertidas, debemos hacer una! ¡Ne Moru-moru hagamos una ¿Si?! - Insistió tirándose sobre su capitán.

 

             – Espera ¿A qué te refieres con hacer una? – Preguntó confundido mirando al que tenía encima. – No tenemos donde hacerla además sería tonto solo nosotros cinco. – Protestó alejando por fin al castaño.

 

               – ¿Cinco? – Cuestionó Asamu entrecerrando los ojos. – Ósea que ya nos están incluyendo en esto sin consultar, vaya capitán autoritario y tirano tenemos. – Dijo entre suspiros avergonzando un poco a Mamoru.

 

               – Por supuesto, no sería divertido si no vamos todos. – Defendió Kita entusiasmado como si la idea hubiera sido de su capitán. – Además tenemos la oportunidad perfecta, los padres del capitán no están y ellos tienen una mansión enorme ¿Qué no es ese el mejor escenario para una fiesta de Halloween? – Preguntó eufórico a sus compañeros.

 

              Mamoru se levantó de golpe al comprender la idea del castaño. – ¡ESPERA! ¿No estarás pensando en verdad en usar mi casa? – Preguntó nervioso al ver el brillo en los ojos del otro. – Mis padres me matarían si se rompiera algo allí, todo o es muy viejo o muy caro o los dos, y francamente salvo por Akashi no confió en que ninguno de ustedes vaya a quedarse tranquilo sin romper nada. – Comentó aun alterado.

 

              – Vamos, será divertido, prometemos ayudarte a ordenar todo para que no rompamos nada, incluso luego nos quedaremos para ayudarte a limpiar. – Le prometió el castaño.

 

               – ¿Prometemos? – Repitió Asamu arqueando las cejas. – Me suena a manada, no uses el plural si ni siquiera nos has preguntado. – Se quejó repentinamente el pelirrojo captando las palabras del castaño.

 

                – Pero no es mala idea, admito que una fiesta así suena tentadora y si solo debemos limpiar luego creo que vale la pena. – Dijo Zhen en tono razonable comenzando a entusiasmarse el también.

 

                – Si claro, ir a casa del capitán solo para dejarla echa un caos y luego que él nos asesine o peor nos hagas pagar por lo que se rompa, no necesito un castigo de por vida de mis padres por arruinarle la casa a alguien de mayor posición. – Observó Atsuka malhumorado por la idea, lo cierto es que las fiestas no eran lo suyo y no le causaban ni la más mínima emoción como al castaño.

 

             – Ósea que ya das por sentado que si vas romperás algo ¿Tan poco autocontrol tienes o es que en verdad eres una bestia estúpida? – Comentó Asamu con su habitual tono apático.

 

             Atsuka apretó los dientes con rabia fulminando con la mirada a Asamu.  – Maldito mocoso debería... – Masculló enojado tratando de controlarse. – Agradece que eres talentoso para el basket o ya me hubiera deshecho de ti hace mucho. – Amenazó apretando los puños.

 

                 Kita se puso frente al moreno y su mirada se torno seria con un aura intimidante reflejándose en ella.  – ¿A quién crees que amenazas así, idiota?

 

                 Zhen se interpuso entre ambos buscando detenerlos. – Por favor paren, nos estábamos llevando bien así que mantengan la calma ¡Akashi-kun ayúdame! – Pidió al menor que se limitaba solo a observar.

 

               – Zhen ¿Acaso quieres que muera? – Preguntó el pelirrojo ofendido. – Si me acerco a Atsuka me matará y Miyaji no ve a nadie cuando esta así de molesto, cualquier infeliz que se acerque morirá en el fuego cruzado así que déjalos. – Le ordenó intentando ignorar a los otros dos que peleaban. 

 

                A Mamoru no le gustaba como iba aquello, debido a que en Ginsei los capitanes de cada club debían responder por sus miembros, cada vez que Kita se ponía serio a la hora de defender al pelirrojo Mamoru siempre era llamado a la oficina del director a hacerse cargo de los destrozos de su kohai. – No iré nuevamente a la oficina del director por culpa de estos dos... ¡Kita cálmate ya mismo! – Una vena saltó en su frente al verse completamente ignorado así que optó por la forma más fácil de detener la pelea. – ¡De acuerdo Kita podemos hacer la fiesta! – Cedió con resignación.

 

               Esta vez al escuchar a su capitán gritar el castaño soltó inmediatamente al moreno y se acercó emocionado a este con una enorme sonrisa. – ¡¿En serio Moru-moru?! ¡Qué bien! ¿Oíste Asamu-chan? ¡Tendremos una fiesta! – Gritó y saltando alegremente.

 

                – ¿No te alegra eso Akashi-kun? El capitán es increíble. – Dijo Zhen con admiración a Mamoru.

 

                – Si, increíblemente idiota. No puedo creer que se haya dejado convencer. – Se dijo Asamu desilusionado. – Bueno quizá simplemente él también tenía ganas de hacerlo pero uso a Miyaji para mantener su orgullo intacto. – Comentó suspirando son fastidio.

 

                 – Bueno lo más importante ahora es invitar a los demás ya que solo cinco como dijo Moru-moru no sería divertido. ¿Qué tal si invitamos a los miembros de los otros equipos? Digo la pasamos muy bien en Winter Camp así que sería una buena oportunidad de volver a reunirnos ¿Qué dicen?

 

                – ¿Las otras escuelas? – Preguntó Zhen algo renuente ante la idea hasta que recordó algo importante. – ¡La escuela de Aoi! ¡Sí! Estoy completamente de acuerdo con Miyaji-kun, hagámoslo por favor. – Gritó emocionado insistiéndole también a su capitán.

 

                – Esperen, no sé si sea buena idea, si los otros equipos vienen... No, no creo que sea bueno. – Reflexionó el peliverde no muy seguro.

 

               – Si ya le prometiste algo a Miyaji sabes que no dejará de molestar hasta que cumplas, hazte cargo de tus palabras. – Sentenció el pelirrojo. – Además tú también ganas algo con esto ¿No? Digo es una buena oportunidad para invitar al capitán de Naraame a tu casa. – Indicó intentando fingir desinterés.

 

                – Bueno... si digo que no Kita comenzará a hacer un escándalo. –Se dijo Mamoru resignado. – ¡Hagan lo que quieran! Si quieren invitar a los demás da igual pero llegan una hora antes para ayudarme a ordenar y se quedan a limpiar luego. – Sentenció ocultando un sonrojo ante lo dicho por el menor.

 

                – ¡Sí! ¡Tendremos una fiesta de disfraces! – Celebró con alegría el castaño. – Tengo que enviarles mensajes a todos, primero que nada a Seiji-kun, afortunadamente me aseguré de conseguir los números de al menos una persona de cada equipo durante Winter Camp ¡Esto será lo máximo! – Gritó emocionado saliendo a toda velocidad del gimnasio.

 

             La noticia de que habría una fiesta de disfraces en la mansión del capitán de Ginsei se había esparcido y para el final de la tarde ya estaban todos invitados. Tsubaki era la más emocionada del grupo, si había algo que amaba era la ropa y más aun vestir a otros así que no solo se autoproclamó encargada de los disfraces de Shotsuko sino que no perdió tiempo en llamar a los tres chicos de Naraame y decirles que también se haría cargo de los suyos.

 

Durante los días previos a la fiesta Tsubaki se dedicó a ir y venir de un lado para otro buscando materiales y accesorios para confeccionar los disfraces de sus amigos, había pedido a su manager algo de ayuda para conseguir telas y todos los días después de clases iba sin falta a la casa de Seiji para que Reo le ayudara en la confección, costó muchos dedos pinchados y un par de noches de desvelo pero al final pudo presentarles a todos algo de lo que estar orgullosa. Finalmente llegó el día, y Tsubaki les pidió a todos reunirse en el estudio donde ella y su hermano trabajaban.

 

               – Gracias por la espera, ahora por fin es tiempo de probárselos. –Anuncio la peliazulada emocionada. – Tsubasa los trajes de los chicos están en tu camerino, vayan a cambiarse. Las chicas síganme, yo misma quiero arreglar bien sus disfraces. – Ordenó con seriedad mientras caminaba detrás de su nervioso grupo de amigas que no seguían muy convencidas de lo que planeaba la peliazulada.

 

               – No sé cómo nos convencieron de esto, – Se quejó Kaoru. – pero supongo que ya no hay vuelta atrás. Mientras no sea un traje de princesa puedo tolerar lo que sea, creo. – Dijo rezando por lo bajo estar en lo correcto y que Tsubaki no le hubiera diseñado un tonto traje de niña.

 

                – Tranquila, a la hora de diseñarlos tuve en cuenta no solo como se verían con ellos sino sus preferencias, así que estoy 100% segura que los amaran. – Le aseguró con confianza a la morena. – Ahora rápido cámbiense. – Les ordenó emocionada mientras ella también iba por el suyo.

 

               Cada camerino contaba con un asistente que recibió a cada chica con una sonrisa, Kaoru entró algo desconfiada junto a las otras para cambiarse, sin lugar a dudas Reo y Tsubaki se habían lucido, los disfraces eran alucinantes y quedaban a la perfección con quien los utilizaban. Después de lo que había parecido una eternidad debido a todos los detalles que se les habían colocado salieron ataviadas cada una con su respectivo disfraz admirándose unas con otras.

 

                 El disfraz de Aoi era un hermoso Kimono de esos que solían usar en la antigua china, blanco con decoraciones en diferentes tonos de azul en las orillas con mangas que le llegaban hasta las rodillas. Su peinado era un discreto moño bajo atado con un hermoso pasador en forma de flor. Sin duda más que parecer un fantasma parecía una hermosa princesa de cuentos, de no ser por la continua marca de molestia en sus labios por tener que cargar tanta ropa. El disfraz de Adako era compuesto por un hermoso corsé negro con detalles bordados que le ajustaba perfectamente resaltando sus pequeños pechos así como le marcaba la cintura, con una falda igualmente negra, guantes negros de seda y un hermoso velo negro que le cubría su cabello, el cual había sido cubierto por una peluca blanca para darle un aire fantasmal así como sus ojos a los cuales les habían colocado lentillas de color rojo. Y, si el corsé que tenía puesto Adako le había hecho mostrar la formas femeninas que tanto había estado ocultando, el que le habían colocado a Kaoru en el suyo sin duda las había hecho resaltar, no solo porque sus pechos estaban adecuadamente levantados si no que mostraban gran parte de ellos sin ser demasiado exhibicionista con encajes y listones decorando el escote y unas lindas mangas en forma de globo con brazaletes negros, con una minifalda en capas que poco cubrían a la avergonzada chica con unas hermosas zapatillas altas, todo en tonos morados, lilas y violetas, sin duda la bruja más sexy de todas. Al contrario de lo que la mayoría de las chicas que querían causar “miedo” con su atuendo, Tsubaki quiso verse hermosa y femenina por lo que se decidió por un hermoso vestido de princesa de cuento de hadas, con una hermosa falda ampona con encajes, mangas abombadas y corsé bordado con brillantes que al igual que a sus amigas le marcaba perfectamente todas sus formas.

 

               Cuando estas salieron a la sala principal donde se reunirían, todos se quedaron estupefactos ante lo bien que lucían todos, no solo las chicas que sobresalían por lo bien marcados que habían sido sus atributos si no que los chicos también se veían realmente bien.

 

               Los chicos de Shotsuko fueron los primeros que se dejaron admirar, y sus disfraces eran realmente diferentes, para empezar estaba el avergonzado Ritsu que no solo sobresalía por su rostro al rojo vivo si no porque él había sido disfrazado como una chica mágica, con una esponjosa minifalda rosa con listones y el torso con un lindo moño y mangas de bombón, botas, tiara y guantes como si fuese una chica mágica. El siguiente en ser admirado fue Seiji que al contrario de Ritsu no era tierno si no que iba disfrazado de una versión algo moderna del hombre manos de tijera, algo sencillo solo con un traje totalmente de cuerdo pero con algo de maquillaje en el rostro que junto con sus ojos que habían sido dejados al descubierto y la forma en que movía las falsas tijeras en sus manos causaban un poco de escalofríos. El primero en sentirlos fue Kazuo que captó la mirada ligeramente burlona de este cuando le admiraba su elegante traje de vampiro estilo victoriano con capa en tonos verdes, además de que su cabello había sido peinado hacia atrás y le habían colocado un monóculo y prótesis de colmillos que le hacían ver incluso más mayor de lo que en realidad era, sin embargo no era admiración lo que captaba de su novio y eso le preocupaba un poco.

 

                El que también sentía la mirada de otra persona era Leon que había sido disfrazado de Franckestain, aunque realmente uno muy sexy ya que su pantalón verde botella, desgastado y sujeto por un enorme cinturón era lo único que le cubría, su torso iba al descubierto solo coloreado con verde en algunas partes y todo con costuras muy bien maquilladas simulando ser las que unían diferentes trozos de piel.

 

                Tsubasa no pudo evitar registrar cada centímetro del torso descubierto de Leon agradeciendo que llevara aquel tipo de vestimenta. – Hermanita por una vez hiciste un buen trabajo muchísimas gracias. – Dijo emocionado abrazando a la peliazul.

 

               Tsubasa no dejaba de admirarlo y esto solo hacía que Leon solo se sonrojara más a cada segundo, no solo por las miradas si no que este también lucía muy bien con un disfraz de pirata con una chaqueta azul marino con rojo y aplicaciones en dorado sobre un sencillo pantalón, camisa blanca y un sable que resaltaba bastante.

 

               – Ok esto ya es raro... ¡Suéltame! – Exigió Tsubaki al rubio después de varios segundos de estar en medio de las miradas que se lanzaban su hermano y su novio, lo que la incomodaba bastante por lo que desesperada le empujó hacia su novio y se giró a ver los demás. – Bueno chicos que opinan ¿Les gusta mi trabajo? – Preguntó ansiosa.

 

                Estos aún seguían admirándose y es que no se había medido con ninguno, todos eran espectaculares, sobre todo lo estaba Nai que para sorpresa incluso de él no había sido disfrazado de chica por su amiga si no que le había dado un elegante pantalón de cuero ajustado, chaqueta bordada, una enorme capa verde y lo más impresionante, una guadaña con decorados mismos que su chaqueta y jugaba con ella al lado de su novio que si bien el podría considerarse un cazador de demonios su novio era uno al que daría todo por cazar. El disfraz de Byakuya era aterrador, le habían colocado unas alas negras de murciélago que sobresalían de su espalda, sujetos de un arnés cuyas cintas eran lo único que cubrían su bien esculpido torso, un pantalón de cuero negro sumamente ajustado le cubría las piernas y de el salía una cola negra a juego con las alas, sus orejas habían sido retocadas con prótesis de látex para parecer puntiagudas y unos enormes cuernos negros fueron colocados a ambos lados de la cabeza. Realmente él y Nai habían sido emparejados a la perfección y ellos mismos se admiraban.

 

               El último en salir fue Mori que iba vestido al más puro estilo árabe, con un enorme turbante de tonos rojizos que le cubría la cabeza, un sari rojo con decorados en dorado, pantalón blanco y babuchas doradas a juego también, más accesorios como cadenas doradas, brazaletes, incluso aretes a presión que había tomado prestados para la ocasión. Todo el atuendo le daba un aire de misteriosa distinción ya que sólo podías admirar sus ojos bajo todo el atuendo.

 

                 – Se nota que mi madre y tú han puesto mucho esfuerzo en ellos, quedaron impresionantes, además... – Seiji se detuvo para girarse a ver a Kazuo e intentó nuevamente por todos los medios contener la risa. – Tsubaki en verdad te luciste con el del vampiro, tengo el presentimiento de que me reiré mucho al llegar allá.

 

                 – Si tú lo dices... – Contestó la chica a su sonriente capitán sin comprender. – Bueno vamos de una vez, muero por ver los demás disfraces y el lugar, no lo conozco pero si es la casa de uno de Ginsei debe ser increíble. – Gritó emocionada intentando imaginar los lujos de aquella residencia.

 

                 Por su parte Mamoru se encontraba terminando de organizar el lugar para la fiesta, su casa era una vieja mansión que llevaba generaciones perteneciendo a su familia, constaba de cuatro pisos de altura y un enorme jardín lleno de extensos jardines perfectamente cuidados, llenos de estatuas griegas y arbustos decorados que le daban gran distinción con solo verla por fuera, pero lo que realmente hacía el ambiente para la fiesta era su patio trasero, ya que después de varios metros después de la salida trasera se encontraban con un lujoso cementerio familiar lleno de tumbas talladas y mausoleos impresionantes dignas de admirar en museos. El vestíbulo central poseía dos pasillos laterales y un espacioso y amplio pasillo central que se perdía en el fondo, tenía dos inmensas escaleras, una de cada lado, de escalones de mármol pulido y barandales de bronce detallados con precisión.

 

                 Mamoru, después de la gran ayuda prestada por su personal para la decoración del evento, había decidido darles el día libre a todos los empleados dado que la mayoría eran personas de edad avanzada y seria una molestia estar limpiando los destrozos de un montón de adolescentes, ya todas las cosas de valor habían sido guardadas y la decoración aunque poca era adecuada ya que de por si la mansión brindaba el aspecto perfecto. Una vez estuvo conforme con el aspecto de la sala subió a cambiarse y colocarse su disfraz que aunque realmente no fuera para asustar era elegante, una chaqueta estilo milicia del siglo pasado en tonos verde botella con adornos en dorado y condecoraciones que en efecto habían pertenecido a su familia, sobre una camisa de mangas largas, pantalón recto y botas a juego.

 

                 Luego de quedar satisfecho con su apariencia salió de su habitación rumbo al lobby. – Bien, solo falta que lleguen los demás para ayudarme con la mesa y la comida y ya estará todo listo, no quedo mal después de todo. – Se dijo así mismo orgulloso de su trabajo.

 

                En ese momento dos hombres bajaron las escaleras admirando el trabajo de su hijo; uno de los hombres traía una reluciente y bien peinada cabellera verde igual a la de Mamoru que enmarcaba unos preciosos ojos azules que parecían brillar aun más con las luces de la sala, vestía un elegante traje azul al estilo colonial ya que asistiría a un baile de disfraces y en la mano izquierda aun llevaba para colocarse luego un antifaz a tono con su vestimenta. Alargó la otra mano ayudando a bajar a su esposo, un hombre de cabellera negra que iba vestido con un traje similar pero más sencillo y en tonos cálidos, tomó con una sonrisa la mano de su esposo para bajar con cuidado admirando el trabajo de su hijo en la decoración. No importara cuantas veces viera el lugar en el que vivía el pelinegro nunca terminaba de asombrarse sobre todo cuando este era decorado de ese modo, cuando tenía la edad de su hijo ni en sus mas locos sueños habría imaginado terminar en un lugar así. Dedicarse a la fotografía había afilado mucho más su ojo de águila así que no tardo mucho en encontrar unos detalles menores en el decorado para indicárselos a su hijo. A él personalmente no le importaba, pero su hijo era un  perfeccionista y sabía que se sentiría ofendido si él no le decía nada.

 

               – Debo felicitarte, tu trabajo es impecable como siempre Moru-chan. – Felicitó a su hijo con cariño. – Aunque hay algunos detalles en las telas que adornan la parte superior del barandal que deberías ver. – Señaló Shun a lo lejos. No quería sonar aguafiestas o estirado pero su hijo se molestaría con él si no decía nada. – Lamento señalarlo, pero a mis ojos queda fuera de lugar. – Se justificó intentando que el menor no lo tomara como un regaño.

 

               El rostro de Mamoru se coloreo un poco al escuchar que su madre aun insistía en agregarle el “chan” a su nombre pero lo dejó pasar, examinó el lugar que le habían indicado y se maldijo por lo bajo. – Demonios ¡¿Cómo no lo vi antes?!

 

            –Jajaja, tranquilo, tampoco es para tanto. Si fuerzas tu vista estropearas la lista. – Bromeo entre risas recibiendo únicamente una expresión de molestia de su hijo.

 

                  Jin se acercó a ambos con una pequeña carcajada debido a la broma de su esposo. – Moru-chan no te mortifiques con detalles que solo Shun notaria. La casa nunca se vio mejor así que relájense, va para ambos. – Dijo con serenidad tomando a su esposo por la cintura y besando con delicadeza el cuello de este. – Ahora dejemos que nuestro hijo se divierta y encarguémonos de lo nuestro, la fiesta de disfraces de la empresa está por comenzar. – Le recordó mientras caminaba hacia la salida. –  ¿Esto no te trae recuerdos, Shun? – Preguntó nostálgico a su esposo.

 

               Iduki sonrió ante lo mencionado por Jin y se colocó el antifaz. –  Si, muchos. – Concordó en el mismo tono. – Bueno Moru-chan volveremos mañana, diviértete pero deja todo en orden. – Pidió serio antes de despedirse de su hijo.

 

                  – Tranquilízate, Moru-chan es responsable así que no hay de qué preocuparse. Hasta diría que es aburrido, si fuera yo el que montara la fiesta ni los cuerpos del mausoleo descansarían en paz. – Le recordó Jin divertido mientras salía. – Bien vamos o llegaremos tarde, espero la pases bien hijo. – Le saludo besándole la frente antes de irse.

 

               – Si, y no se preocupen les aseguro que mañana la casa estará igual a como la dejaron. – Prometió Mamoru. – Ustedes también diviértanse en su fiesta. – Despidió con afecto a sus padres y con cierta terquedad pese a las palabras de su padre regresó a corregir el error que su madre le había marcado.

 

                Una vez pudo asegurarse de que todo estuviese perfecto sus compañeros llegaron. Kita fue el primero en entrar, llevaba puesto un traje de hombre lobo de color blanco grisáceo, la parte superior estaba compuesta por un chaleco de piel mientras que la inferior eran unos jeans rotos con partes cubiertas de pelo y obviamente una cola, en las manos llevaba unos guantes de piel que terminaban de darle el aspecto de garras a sus manos que le saludó con el mismo afecto de siempre y que hizo sonreír al peliverde ya que con sus disfraz y su actitud realmente parecía un enorme perro. Seguido de Kita entraron Zhen y Atsuka, este último no disimulaba en lo más mínimo su desprecio por la molesta situación así que tampoco se esforzó demasiado con su disfraz, estaba vestido con unos vaqueros desgastados y el resto del cuerpo vendado hasta  los pómulos como una momia. Por su parte debido a su altura Zhen no encontraba demasiados disfraces, así que se había decidido por un disfraz de cuerpo entero de caballo blanco que le había causado gracia. Detrás de los mayores estaba Asamu quien si bien no estaba entusiasmado por todo el asunto no pudo evitar ser víctima de la confección de su madre, trayendo puesto un bellísimo traje de vampiro en negro y rojo con cierto toque de estilo victoriano en su confección.

 

                 – Al fin llegaron. – Exclamó el peliverde algo impaciente por la mínima impuntualidad de los demás. – Mis padres ya se han ido y ya me encargue de la mayoría por lo que solo deben ayudarme con las mesas y la comida para dar inicio a esto.

 

                   – ¡Por supuesto! Ven Atsuka ayúdame. – Le dijo Kita al morocho con un tono más bien de orden que de petición.

 

                 – ¿Y por qué debo hacerlo yo? – Se quejó este con fastidio.

 

               – Porque Asamu-chan no es fuerte y Zhe-zhen no puede tomar bien las cosas con ese disfraz, además tu fuerza de simio es muy útil en estos casos. – Explicó con una sonrisa burlona.

 

                – Deja de provocarlo y vayan a trabajar de una vez. – Regañó Asamu al castaño. – Bien, terminemos con esto, ya van a llegar todos. – Les recordó con apatía.

 

                 Al poco tiempo de haber terminado de preparar la comida y colocar la música empezaron a llegar los invitados. Como era de esperarse los miembros de Shotsuko y Naraame fueron los primeros en llegar, asombrados por aquel edificio que les parecía más sacado de un cuento de hadas o de una película que la residencia de alguien. Nada más estuvieron todos dentro Seiji se apresuró a arrastrar a Kazuo con una sonrisa en el rostro para poder saludar a su hermano menor, el peliverde sin entender la expresión del mayor decidió seguirlo realmente confundido hasta que al ver al pelirrojo comprendió todo. Al verlos Asamu no pudo evitar descomponer su rostro en una mueca desagradable y no se cansó de maldecir al peliverde por traer básicamente el mismo traje que él mientras que Seiji simplemente se dedicaba a reír de las discusiones infantiles de ambos, parecían dos chicas que no se soportaban y llegaban a una fiesta con el mismo vestido. Inmediatamente ambos comenzaron a sacarse chispas con los ojos pero se calmaron un poco al escuchar las carcajadas del pelinegro.

 

                – No me lo creo... hermano, tú sabías de esto ¡¿No?! – Le recriminó Asamu al mayor indignado y enojado.

 

                – Solo digamos que mamá y yo pensamos que sería divertido. – Le dijo sonriente. – Aprendan a llevarse bien ustedes dos. – Les ordenó mientras seguían sin podérselo creer.

 

               – ¡Akashi! ¡Eso es jugar sucio! – Protestó Kazuo inconforme por lo dicho.

 

                 – Que más da... no pienso cambiar mi opinión sobre el musgo. – Protestó el menor tercamente, pero la mirada seria de reproche que le dedicó su hermano mayor lo hizo cambiar un poco de opinión. – Pero supongo que puedo ignorarlo, con eso estará bien ¿No, hermano? – Se corrigió desviando la mirada. – Además no es difícil, se confunde con las plantas de la casa. – Agregó en provocación.

 

                – Tch mocoso, debería... – Se detuvo en seco antes de seguir, podía sentir a su espalda la mirada asesina de Seiji así que no tuvo más opción que tragarse su rabia y asentir. – Haré lo que pueda, si no podemos llevarnos bien también intentare ignorarlo ¿Hecho? – Preguntó arrastrando los dientes mientras extendía la mano.

 

                – Me da asco tocar basura pero haré una excepción por mi hermano. – Contestó el pelirrojo estrechando la mano del mayor con cierto gesto de repugnancia.

 

               – Así está mejor, me gusta verlos intentando llevarse bien. – Aprobó el pelinegro con una sonrisa satisfecha. – Ahora disfrutemos de la fiesta que tan amablemente organizo Ichijouse-kun.

 

Mamoru observaba desde una esquina como la fiesta iba tranquila hasta ahora, solo habían llegado la mitad de los invitados pero parecía que todos se llevaban bastante bien, podía ver a como tanto algunos chicos de Shotsuko así como de Naarame atacar los bocadillos con bastante entusiasmo. Después de unos minutos de supervisar a los comelones su mirada vagó por el lugar hasta que divisó una cabellera blanca, debido al escándalo de algunos no había podido hablar con él cuando llegó así que el verlo ataviado con semejante disfraz le aceleró el corazón.

 

Intentando mantener la calma Mamoru se acercó a hablar con Byakuya, le costaba encontrar las palabras adecuadas ya que su mente solo se podía concentrar en lo bien que le quedaba a este ese disfraz de demonio. Finalmente fue el albino el que se acercó a hablarle con una sonrisa tan perfectamente enmarcada con aquellos colmillos falsos que hacía que el corazón del capitán de Ginsei diera un vuelco.

 

                 – Hola Mamoru, tienes una casa enorme y muy linda, me la habías descrito antes pero te ahorraste muchos detalles. Eh... casi me hace sentir molesto de que no me hayas invitado antes. – Dijo entre risas fingiendo enojo.

 

               – No podría, me sería imposible pedirte que vinieras aquí. – Dijo negando con vehemencia tanto con las manos como con su cabeza. – Digo tu y yo solos... – Balbuceo por lo bajo notando como su rostro se volvía cada vez más rojo.

 

                – Oye ¿Me estas escuchando? – Preguntó el albino con extrañeza al ver la reacción del peliverde. – Mmm tienes toda la cara roja, no me digas que te estás por enfermar. – Al no recibir respuesta del peliverde lo tomó del mentón haciendo reaccionar a este y colocó su frente contra la de él. – Pues no pareces tener temperatura. – Se dijo pensativo tras comprobar.

 

               – Cerca... muy cerca... – Repetía continuamente nervioso y sonrojado intentando separarse de su amigo.

 

               – ¡Perdonen! – Dijo abruptamente Nai separando a ambos, se mantenía sonriendo pero con la mirada claramente fulminaba a Mamoru celoso. – ¿Se puede saber que hacían? ¿Jugaban a algo? – Preguntó irónico sin dejar de mirar al peliverde.

 

                – No, pensé que Mamoru estaba enfermo o algo por que a diferencia de siempre estaba callado y todo rojo así que solo comprobaba su temperatura. – Explicó con normalidad.

 

              – Ah, con qué era eso. – Dijo el pelimorado con sarcasmo hacia el peliverde ya que su novio parecía no haberse dado cuenta de la verdadera razón de la actitud del otro. – ¡Ichijouse-kun! Espero no te enojes pero me llevare a MI novio a otro lado, quiero que me haga compañía además creo que acaba de llegar más gente. – Indicó señalando hacia la puerta. – Que, como anfitrión ¿No deberías atenderlos?

 

                Mamoru arrastró los dientes fulminando con la mirada al menor pero mantuvo la calma no quería causar un alboroto y que Byakuya se enojara con él. – Si tienes razón Murasakibara, iré  a encargarme de ello. – Dijo con desgana mientras se alejaba de la pareja.

 

                El peliverde se acercó sin disimular su enojo a la puerta y la abrió dejando que entraran los otros invitados. Quienes habían llegado esta vez eran los miembros de Fubuken  quienes no tardaron nada en llamar la atención, la primera en entrar fue la capitana Taeko que lucía un provocador disfraz de súcubo de color rojo compuesto de un vestido rasgado que apenas y le cubría el trasero y un llamativo escote además de guantes y unos pequeños cuernos y alas a juego también de un rojo intenso.

 

                – Perdona la tardanza, espero no haber llegado demasiado tarde Ichijouse. – Se disculpo mientras entraba contoneándose haciendo que hasta el apático de Atsuka que se había instalado en uno de los sillones donde aparentaba dormir la siguiera con la mirada con algo más que sorpresa.

 

                – No, está bien. – La observó  de arriba a abajo algo sorprendido buscando la manera de hacer que su comentario no ofendiera a la pelinaranja. – No quiero ser indiscreto pero ¿No tienes frío?

  

                 – ¿Para qué venir a una fiesta si no se va a destacar? – Le preguntó como si fuera lo más obvio. – Ahora si me disculpas debo buscar a la persona a la que dedique tantos arreglos. – Dijo con orgullo acomodándose el cabello y revisando con la mirada cada centímetro del lugar.

 

               Tras la llamativa entrada de la capitana de Fubuken comenzaron a desfilar los otros miembros de equipo, entre ellos su serio entrenador que no le dirigió la palabra en absoluto al peliverde al entrar si no que solo se pasó derecho, ganándose una mirada de desaprobación de este pero no tuvo tiempo de decir nada ya que casi en seguida entró un llamativo castaño.

 

                Rinichi traía puesto un disfraz de cuerpo completo de gato de color purpura bigotes y orejas a juego bastante extravagante, saludo rápidamente al peliverde casi ignorándolo y corrió hacia la mesa de comida donde se encontraba la peliceleste gritando y agitando las manos para que esta le viera. –  ¡Aoi-chan! ¡Qué gusto volver  a verte! – Saludo enérgico.

 

                 – Ah, Mitobe-kun hola. – Saludo con su habitual tono serio pero antes de que pudiera agregar algo más Zhen, que había estado intentando acerarse nervioso a la peliazul desde su llegada, quien se acercó interponiéndose con su enorme disfraz botarga entre ella y el gato púrpura. – ¡¿Tu también?! – Exclamó sin esconder la sorpresa que le acusaba ver a ambos con aquel tipo de disfraz.

 

              – Aoi te estaba buscando, te ves preciosa con ese traje. – Dijo el pelinegro con una sonrisa ignorando la pregunta de la chica y acercándose para sorpresivamente abrazarla. – Te ves tan bonita que no puedo evitarlo.

 

                – ¡Oye! ¡¿Qué crees que estás haciendo?!  – Gritó Rinichi  molesto intentando separarlos. – A Aoi-chan no le gustan esas cosas. – Reclamó jalándole del disfraz para que se separara de la chica.

 

              – ¿Eh? ¿Se puede saber quién demonios eres tú? – Preguntó molesto al ver al más bajo reclamarle. –Además lo que le guste o no a Aoi no es de tu interés. – Replicó celoso.

 

                – ¡Paren los dos! – Ordenó molesta. –Wei-kun él es Mitobe-kun de Fubuken, Mitobe-kun él es Wei-Kun de Ginsei. – Dijo uno al otro presentándolos. – Al parecer ustedes tienen más en común que solo molestarme por teléfono así que intenten llevarse bien ¿Si? – Pidió con seriedad pero bastante molesta.

 

                 – ¡¿QUÉ?! ¡¿Cómo conseguiste el teléfono de Aoi-chan?! – Preguntó enfurecido al más alto.

 

               – Simplemente se lo pedí, si me fue sencillo significa algo ¿No? – Presumió con cierta malicia al menor.

 

             – Cielos... por esto digo que los hombres son molestos. –Se quejó la peliceleste golpeándose la frente. – Creo que habría sido mejor que no se conocieran. – Admitió con un gran suspiro.

 

              Tsubaki había visto a ambos chicos entrar y se había quedado a la expectativa de que ocurría, al ver como el par discutía frente a una irritada peliazul, corrió hacia la chica y la abrazo por detrás animada. – Ara, ara Aoicchi ¿Podría ser que no querías que se conocieran porque querías mantener ambos romances en secreto? – Preguntó bromeando. – Pero que traviesa me saliste.

 

               – ¡¿De qué estás hablando?! ¡No bromees Tsubaki! – Dijo con brusquedad zafándose del abrazo de la peliazul y mostrando cierto sonrojo en su rostro. Mientras ambos chicos discutían ella se enfrascó en una discusión aun más fuerte con su mejor amiga que no paraba de soltar ideas indecentes.

 

Mamoru solo podía ver con una enorme vergüenza como su compañero se peleaba con el gato gigante desde la entrada. – Si van a ser tan ruidosos deberían apartarse un poco. – Dijo molesto antes de regresar la mirada al rubio de Fubuken que permanecía inmóvil ante la puerta sin la menor intención de entrar. – ¿Y tú que estás haciendo? – Preguntó impaciente. – Oye no me quiero quedar de portero de por vida así que pasa si vas a hacerlo. – Ordenó con cierta firmeza en su tono que hizo dudar al rubio de dejar su posición.

 

                – Perdón, no quiero molestarlo y menos en su casa pero... solo quiero ver si con un poco de tiempo logro convencerlo de no entrar con ese disfraz. – Dijo agachando la cabeza sonrojado.

 

                – ¿Eh? – Mamoru inclino la cabeza confundido. – Si no lo explicas con más claridad no lo entenderé. – Dijo ya empezando a perder la paciencia.

 

                – Es vergonzoso, pero él insistió en venir así, por lo que quiero ver si recapacita. – Explicó con incomodidad mientras abría los brazos para que el peliverde no pudiera ver a la persona que estaba detrás de él.

 

                – Vives en un mundo de sueños muy, muy lejos de la realidad, ya te dije que me gusta mi disfraz así que déjame pasar. – Protestó el pelinaranja desde detrás de Kaname.

 

                Mamoru oyó como el ruidoso pelinaranja discutía con el rubio y sintió un poco de curiosidad. – Sé que quizá me arrepienta de por vida por preguntar pero... ¿Qué trae puesto? – Preguntó al fin algo aterrado de imaginar la respuesta.

 

                 Al escuchar la pregunta del mayor Saito contestó con gran entusiasmo. – Es una fiesta de disfraces así que es el mejor momento para dejar de ser serios y divertirse ¿No?  – Empujó a Kaname con todas sus fuerzas y se adentro en la mansión. Iba vestido con un traje de maid que contaba de una parte superior con un escote de encaje blanco al igual que las mangas tres cuarto, un delantal blanco sobre una minifalda negra que le llegaba justo a la mitad de los muslos y unas medias finas negras que cubrían sus piernas, para finalizar sobre su cabeza traía una diadema con moños blanca y negra que hacia juego.  – ¡Ichi, hola! – Saludó con una gran sonrisa a un sorprendido peliverde.

 

                   Mamoru no sabía cómo reaccionar ante aquello, por un lado quería gritarle por usar semejante atuendo, pero por otro su rostro enrojecía por la vergüenza ajena, ¿Es que acaso ese chico en verdad no la tenía? Trató de calmarse a pesar de que ya hasta le había agarrado un tic en el ojo de los nervios pero tenía que conservar la calma. – ¿Se puede saber qué demonios haces así vestido? – Preguntó al más alto.

 

                  – Si vas a una fiesta debes destacar y me pareció divertido. – Contestó con simpleza. – Oye Ichi dime ¿Si hago un buen trabajo me contratarías? – Preguntó entre risas al oído del peliverde.

 

              El rostro del mayor volvió a teñirse nuevamente de rojo pero esta vez con más intensidad. –  ¡¡Deja de bromear!! – Gritó molesto. – ¡Tú, llévatelo ahora antes de que lo mate!! –  Ordenó con severidad al rubio.

 

             –  ¡Sí! Saito ven, te dije que lo harías enojar... mejor nos vamos por otro lado. – Susurró el rubio arrastrando al menor que se quejaba de tener que dejar solo al peliverde. Las discusiones y regaños por el inadecuado traje del menor no duraron mucho, a penas se adentraron más Kaname pudo ver a Kaoru y basto solo un vistazo para que dejara de prestar atención a todo lo demás, la chica realmente se veía preciosa con este traje. – Ka... Ka...

 

                 – ¡Limpieza de baba en el pasillo central! – Gritó Saito despreocupado llamando la atención de la chica y dirigiéndose a su amigo. – Te van a entrar moscas si sigues con la boca abierta, se llama "Kaoru" así que si tu cerebro ya volvió a funcionar prepárate, viene para  acá. – Le indicó a su amigo con burla.

 

              Kaoru se acercó algo nerviosa sobre aquellos altísimos tacones en los que la habían subido, se sentía ya de por si avergonzada por la ropa que le habían forzado a usar pero su nerviosismo había aumentado considerablemente cuando vio al rubio vestido con aquel hermoso traje victoriano que le hacía lucir como un apuesto príncipe, sin dudas a la perfección. – Hola... me alegra que ya hayas llegado. – Le saludó ligeramente sonrojada.

 

                – Si, a mi también... Te ves realmente hermosa hoy ¡No es que otros días no lo estés ni nada por el estilo! – Sus nervios lo traicionaban haciéndolo desvariar un poco y las sonoras carcajadas de su amigo tras de sí no ayudaban mucho tampoco. – ¡Saito! ¿Por qué no me haces un favor y te pierdes un rato? – Pidió aun avergonzado mientras empujaba a su amigo hacia otro lado.

 

                – Claro, primero no te despegabas de mi pero ahora que apareció alguien con mas "pechonalidad" me abandonas y me reemplazas, que cruel eres y yo que pensé que en verdad me querías. – Dramatizó entre llantos fingidos mientras se despedía de la chica con la mano.

 

                – ¡Deja de hacer un tonto drama por todo, me avergüenzas! – Le gritó totalmente rojo a lo que el menor simplemente el sacó la lengua y se fue. – Por dios ¿Qué debería hacer con él? – Se dijo cubriendo su rostro aun avergonzado por el menor.

 

                – Déjalo, es muy divertido. Al menos con un amigo como la zanahoria tu vida siempre será interesante ¿No? – Dijo la chica con una sonrisa.

 

              Mientras el peliverde esperaban la llegada de los otros invitados empezó a llegar más gente saludándole y agradeciendo la invitación, muchos con disfraces desde los más elaborados como sus verdaderos invitados así como aquellos que solo habían dibujado caras aterradoras sobre bolsas de papel, al parecer Kita anduvo gritando la noticia en todas partes y antes de que Mamoru pudiera darse cuenta había mucha gente que ni conocía allí reunida, muchos de ellos llegaron con una gran cantidad de refrescos, frituras y algunos mayores llegaron incluso con bebidas alcohólicas y un barril enorme de cerveza que hicieron oídos sordos a las protestas del peliverde y rápidamente se instalaron y comenzaron a repartir bebidas a todos como si fuese su fiesta. Pronto la música empezó a ser más fuerte, pero también se dio cuenta de que el ambiente se había estado animado de a poco por lo que solo respiró profundo y trató de disfrutar la fiesta, al otro día haría pagar a Kita por su indiscreción.

 

               Del otro lado de donde se encontraba el peliverde, Adako se encontraba un poco agobiada por todo el ruido y la gran cantidad de gente que había así que intentó apartarse del lugar y buscar un sitio más tranquilo. Mientras iba caminando algo distraída tropezó con alguien pero esta persona la sujetó rápidamente de la cintura para que no cayera, el disfraz lo hacía lucir muy diferente al igual que ella pero no tuvo duda alguna, la persona con la que había tropezado y ahora la sostenía en sus brazos era el entrenador de Fubuken, Takano. Llevaba puesto una peluca corta del mismo tono blanco que la de Adako, una bata de laboratorio toda remendada y el rostro maquillado para que pareciera que se lo había cocido, así como un enorme tornillo que le atravesaba la cabeza, era la vivida imagen de un científico loco y sus gafas ayudaban aun más a crear aquel efecto.

 

               – ¡¿Tú?! ¿Qué demonios estás haciendo aquí? – Protestó sorprendida y molesta ni bien pudo recobrar el habla.

 

                – Fui invitado, lógicamente. – Respondió con obviedad. – Deberías tener más cuidado, no solo chocaste groseramente conmigo sino que casi caes, te podrías haber hecho daño, tonta. – Reprendió el de lentes con seriedad.

 

             – Es tu culpa por estar parado como idiota y... – En ese momento se dio cuenta de que aun estaba siendo sujetada por el chico de la cintura por lo que en un ataque de vergüenza le empujó bruscamente con un leve sonrojo. – ¡Pervertido, suéltame! Si tuviera mi espada te las haría pagar por aprovéchate de esa forma.

 

               – ¡¿Aprovecharme?! Eres tú la que chocó conmigo y ni bien me viste comenzaste a insultarme y a golpearme, creo que la que se está aprovechando aquí eres tú. – Protestó también molesto ante las falsas acusaciones de otra.

 

               El ambiente era tenso entre ambos por lo que comenzaron a llamar la atención de la mayoría de los invitados. Rina había entado junto con Takano mirando como ambos entrenadores se miraban con irritación, la joven llevaba puesto un disfraz de ninja negro con la falda corta y un amplio escote recubierto por una tela como de red, una ancha y larga bufanda en forma de moño escondía un poco su rostro pero era fácil adivinar que estaba preocupada por el alboroto que se estaba armando.

 

Tsubaki estaba impacientándose al no ver llegar Yusuke por lo que luego de dejar a Aoi tratando de controlar a sus dos pretendientes no había despegado la vista de la puerta desde el punto estratégico donde se había colocado para revisar toda la sala, así que pudo ver la discusión de ambos entrenadores desde el inicio, con rapidez se acercó a Rina para ayudarla a calmar a aquel par  ya que conociendo a su entrenadora sería capaz de tomar cualquier cosa y usarla como espada contra el chico.

 

                – Rina-chan déjame ayudarte en eso, no es por ofender pero si no puedes hablar o gritar ellos no pararan. – Dijo amablemente intentando calmar a la pelinegra.  – A ver ustedes dos ¡Ya basta! – Le gritó al par pero para molestia suya fue ignorada por ambos, por lo que entonces decidió calmarlos de otra forma, se colocó cerca de una multitud de chicas que obviamente se veían encantadas por el aspecto de ambos y gritó con emoción. – ¡Kyaaa! ¿No es romántico? ¡Adoro ver cuando dos novios se pelean!, digo después de todo luego de los gritos siempre sigue una reconciliación melosa ¿No cierto? Miren, si hasta se arreglaron para que sus trajes combinaran. – Señaló al grupo de chicas que inmediatamente le acompañaron con más gritos de emoción.

 

              Los murmullos de otros invitados no tardaron en hacerse presentes y todas las miradas estaban fijas en la supuesta pareja, Adako tenía ganas de desaparecer y luego asesinar a Tsubaki pero optó por abandonar el lugar, Takano decidió hacer lo mismo y se llevo con él a Rina para reclamarle luego por lo que ella y la peliazul habían hecho mientras ocultaba un sonrojo tras el grueso marco de sus lentes. Habiendo logrado su cometido Tsubaki se retiró satisfecha buscando que hacer hasta que Yusuke llegara y así caminando distraídamente tropezó con alguien siendo resguardada por los fuertes brazos de esa persona, estuvo a punto de propinarle un golpe cuando se dio cuenta que quien la estaba abrazando era nada más y nada menos que Yusuke, llevaba puesto un disfraz del general japonés Masamune por lo que el gran casco samurái con la media luna no le había permitido ver bien su rostro antes, los tonos azules de la ropa enmarcaban sus ojos de una manera hermosa, bueno más bien su ojo ya que traía un parche en el otro.

 

                – Perdona la tardanza. –Se disculpó con una sonrisa encantadora mientras la soltaba lentamente sin romper el contacto visual.

 

                – Esta bien... es más divertido así, te ves realmente bien con ese traje, casi me da envidia no haberlo hecho yo. – Confesó sonrojada al admirarlo.

 

                 – Gracias, tú igual, eres hermosa aunque no es gracias al vestido, siempre te ves hermosa. – Confesó tomándola de la mano. – My lady ¿Me permitiría escoltarla a la pista de baile?  – Preguntó depositando un beso en la mano de la chica.

 

                 Las mejillas de Tsubaki se tiñeron de un ligero rojo mientras sonreía. – Por supuesto, vamos.

 

               Junto con Yusuke habían llegado Chiaki y Sakuma pero se habían mantenido al margen expectantes de las acciones de su capitán y casi vitoreándolo cuando vieron como la invito a bailar. Chiaki llevaba puesto una especie de armadura de un color azul metalizado con una capucha que formaba el casco y le cubría todo rostro, cabe destacar que había elegido este disfraz para intentar escapar de Sakuma pero este los había sorprendido en la entrada reconociéndolo de todas formas. Por su parte el menor venia vestido con un traje de ninja negro que constaba de pantalones y una camisa sin mangas cubierta por una pechera blanca y una máscara de animal en la cabeza, balanceaba en la mano un kunai de plástico y sonreía alegremente a su superior haciendo sentir a este un poco incomodo.

 

                – ¿Te vas a quedar allí mirándome todo el día? Es espeluznante el solo pensarlo. – Confesó Chiaki con cierto fastidio.

 

                Sakuma no contestó de inmediato manteniendo su sonrisa para molestar a propósito al mayor. – No tengo nada mejor que hacer pero si quieres puedes correr y esconderte, es divertido cazarte y a fin de cuentas siempre logro encontrarte ¿No?

 

               – Eso es siniestro y retorcido en muchos niveles. – Dijo sintiendo un escalofrió a lo largo de su espina dorsal y como comenzaba a sudar frío. – Está bien que sea Halloween pero te estás pasando.

 

                El menor lo contempló unos instantes y luego estalló en carcajadas. – No puedo creerlo ¿Lo que más asusta a Chiaki-senpai soy yo? – Dijo con cierto deleite en sus risas.

 

               – Tengo mis razones y si otros tuvieran que pasar por lo mismo seguro estarían de acuerdo.

 

                – Bueno quizá, pero es halloween así que como el punto de todo esto es morirse del susto no me despegaré de ti en toda la noche ¡Qué empiece la casería! – Gritó entusiasmado persiguiendo al mayor que comenzó a huir instintivamente.

 

              La fiesta iba creciendo cada vez más sin que Mamoru pudiera controlarlo, antes de que pudiera darse cuenta la mansión estaba completamente llena. Ya estaban prontas las once de la noche y tres personas más aun estaban por llegar, la invitación a la no tan exclusiva fiesta había llegado también a tres miembros de Arkeryo los cuales dudaron bastante el si asistir o no. A tan solo pocos metros de la puerta Daizen volvió a querer darse la vuelta para huir lo más lejos posible pero nuevamente Tarou lo detuvo. El peliplateado llevaba puesto un traje de Virgil del video juego Devil May Cry que consistía de una larga gabardina turquesa y ropa negra con su cabellera plateada peinada hacia atrás. Por su parte Daizen traía puesto un disfraz que tenía mucho parecido con el personaje de Tuxedo Mask, ósea un esmoquin negro con una capa que por el interior era roja, una camisa blanca, sombrero de galera y el típico antifaz blanco del personaje.

 

                – Vamos, si ya llegaste hasta aquí no te vas a acobardar. – Ordenó Tarou deteniendo al castaño y tomándolo del cuello de su traje. – Y que ni se te ocurra decirme que te da vergüenza tu disfraz, era el único que quedaba y además vergüenza debería tener mi hermana no tú. – Dijo señalando a la susodicha que llevaba puesto un sexy traje de conejita negro con el cuello blanco y unas medias caladas negras.

    

                – Al menos yo no parezco una maldita frick. – Se defendió con un mohín. – Además tengo que aprovechar esta ocasión para que Yusuke se fije en mi, definitivamente esta vez me lo quedaré, no pienso perder y menos con esa Aomine. – Masculló con rabia.

    

                – Que nuestra madre se lleve mal con la de ella no es razón para que tú también la odies, deberías comportarte como una adulta y resolver bien las cosas en vez de actuar cual niña envidiosa y malcriada al intentar quitarle su novio. – Le regañó con cierta severidad.

    

                  – Si se van a poner a discutir me largo. – Advirtió Daizen soltándose del agarre del otro.

     

                Ni bien lo escuchó Tarou prefirió ignorar a su hermana y volvió a agárralo con más firmeza esta vez. – Te dije que no irías a ningún lado, la fiesta ya comenzó así que entremos de una maldita vez.

 

                 En cuanto pudieron abrirse paso ante la multitud para llegar al centro del vestíbulo Shaina logró huir de la vista de su hermano para lanzarse a la búsqueda del capitán de Ryokudo. Al notar la ausencia de su hermana Tarou maldijo por lo bajo y salió a buscarla dejándole bien en claro a Daizen que si se le ocurría volverse a su casa se las pagaría caro el lunes en la escuela. Algo fastidiado el castaño estuvo dando varias vueltas por el concurrido lugar hasta tropezar con alguien conocido.

     

                 – Lo lamento no me fije por donde… – Las palabras murieron en su boca al ver al pelirosado frente a él con aquel disfraz de chica mágica que vale admitir le quedaba malditamente bien. – ¡¿Imayoshi?! – Preguntó sorprendido al comprobar que si era él.

     

                  Ritsu sintió como su corazón se aceleró al escuchar aquella voz que conocía mejor que nadie, levanto la mirada sin poder evitar ruborizarse. – ¿Daizen? ¿Qué estás haciendo aquí? – Preguntó nervioso.

     

                 – Nos llegó una invitación y el estúpido de Nijimura insistió en venir, también me consiguió este tonto disfraz. –  Explicó desviando la mirada para apreciar el repentinamente hermoso decorado.

      

                  – Entonces ya sé que es a Nijimura-san a quien deberé darle las gracias luego.  – Dijo el menor con una sonrisa aferrándose a la mano del más alto. – No te vayas por favor… Sé que quizá sea imposible pero, están por ser las once y media y pasarán una canción más bien lenta. Así que solo esta vez ¿Podríamos olvidarnos de todo lo que pasó? De todo, incluso de que yo soy Ritsu y tú Daizen… solo unos minutos hasta que la canción termine. – Suplicó con la mirada baja y sintiendo el rostro enrojecer.

      

                   Daizen lo observó unos instantes y suspiró con resignación, una débil pero dulce sonrisa se apoderó de sus labios y con delicadeza tomó la mano del menor depositando un beso en ella. – No sé quien seas pero te ves realmente bien esta noche. – Halagó al pelirosado aceptando sus palabras. – ¿Me concederías el atrevimiento de invitarte este baile? – Preguntó con dulzura.

      

               Ritsu estaba tan feliz de que el otro haya accedido a eso que el corazón le podía haber explotado, intentando sin éxito contener unas lágrimas de alegría reafirmó el agarre de su mano y se dirigió junto al castaño a la pista de baile. – Tú también te ves bien, el negro te queda. – Le dijo pasando su mano por el hombro del más alto.

      

                  Daizen tomó al pelirosado por la cintura atrayéndolo más contra él. – Gracias, y no lo tomes a mal pero para ser un chico el rosa es tu color. – Bromeo con una amplia sonrisa.

      

                 – ¡Tonto! Siempre sabes qué no decir en momentos como estos, en verdad no cambias más. – Le regañó intentando mantenerse serio pero estaba demasiado feliz como para molestarse, cerró los ojos y se recostó en el pecho de Daizen deseando que esa pieza de baile jamás terminara.

  

                 Por su parte Mamoru ya se encontraba al borde del colapso nervioso, entre la entrada de invitados no deseados y el hecho de que había perdido completamente de vista a Byakuya ahora debía sumarle el problema que representaba para él Saito. Con ese provocativo traje más de uno en esa fiesta se le había quedado mirando y no precisamente de forma inocente y eso le molestaba, es decir él como mayor y dueño de la casa no podría tener la conciencia en paz si sabía que en cualquier momento uno de esos salvajes se podía violar a aquel estúpido, se decía como intentando explicar sus reacciones.

   

                Después de varios minutos de pasar por la sala buscándolo finalmente localizó al pelinaranja hablando tranquilamente con otro chico, sin disimular su fastidio el peliverde tomó con brusquedad la muñeca del chico. – Me lo llevo. – Dijo con la voz áspera arrastrando al menor lejos de allí dejando en claro que no admitiría protestas al respecto.  – ¡¿Qué mierda tienes en la cabeza?! Debes cuidarte más imbécil. – Le regañó con rabia.

     

                – Eres muy ruidoso Ichi, deberías relajarte más, solo estaba hablando con ese sujeto ¿Qué tiene? – Contestó relajado mientras se sobaba la muñeca algo adolorida por el repentino jalón, pero después de varios segundos comprendió inmediatamente a que venía toda esa escena con solo ver el rostro del peliverde y no pudo contener la risa. – Escucha sé defenderme, te recuerdo que soy un hombre y más aun, un deportista, tengo fuerza. Pero si a ti te dan celos igual supongo que no hay nada que pueda hacer. – Explicó con picardía.

     

               Algo molesto por aquella última broma el peliverde le dio un pequeño golpe en la cabeza mirándolo con el rostro ceñudo. – Pues lo que no pareces tener es cerebro, además como el mayor aquí debo imponer orden ¿Crees que me puedo quedar tranquilo si se que se pueden violar a un menor en mi propia casa? – Explicó molesto.

   

                – Eres de la edad de mi hermana por lo que debes tener 18, yo tengo 16, dos años no es la gran diferencia así que no me sermonees como si me llevaras diez o veinte. Además…  – Agregó haciendo una pausa, utilizando movimientos rápidos que desconcertaron al mayor, con una de sus manos tomó las dos del otro arrinconándolo contar la pared e impidiéndole moverse. – Según tu lógica no habría ningún problema si alguien menor le hiciera algo a alguien mayor ¿No? – Preguntó muy cerca de su rostro.

 

                Mamoru desconcertado por sus acciones intentó en vano zafarse del agarre del menor, a pesar de todo en verdad era fuerte, si seguía forcejeando lo único que lograría seria lastimarse las muñecas.  – Bien ya entendí, eres estúpidamente fuerte ahora suéltame, esto no me causa gracia. – Exigió con seriedad.

 

                – ¿Y quién dijo que estamos jugando? – Preguntó irónico mientras pegaba un poco más su cuerpo al del otro. – Yo voy muy en serio justo ahora. – Dijo acariciando el rostro del mayor con la mano que tenia libre. – Me gusta mucho ese lado tuyo que nadie ve, cuando te pones nervioso e indeciso, justo como ahora... tan vulnerable. – Acarició un poco más el rostro del mayor y lentamente se acercó a este para poder unir sus labios con los ajenos en un apasionado beso que sin esperar respuesta se abría paso por sí mismo en la boca del peliverde.

 

               Mamoru tenía la mente completamente en blanco, por más que hubiera deseado empujar al pelinaranja lejos y darle unos buenos golpes su cuerpo no le respondía, solo temblaba sin fuerzas y no entendía el por qué, el menor aprovechó eso para intensificar el beso lamiendo los labios del mayor que se abrieron para sorpresa de ambos para dejarle entrar, el mayor quería utilizar su lengua para empujar la contraria fuera pero realmente no lo parecía por lo que el otro aprovechó para besarle aun más, y una vez que la maldita necesidad de respirar se hizo presente no tardó mucho en atacar el cuello del capitán de Ginsei dejando una serie de marcas rojas que se perdían bajo la ropa.

 

Justo en ese momento habían dado las doce y como si hubiera sido programado con anterioridad todas las luces de la casa se apagaron, algunos gritaron con fingido terror pensando que era alguna sorpresa preparada por el anfitrión pero luego de que pasaron unos minutos sin que nada sucediera los murmullos de preocupación y molestia no se hicieron esperar ante aquello, la noche estaba yendo muy bien como para que se arruinará por un desperfecto eléctrico. Sin embargo esta era una oportunidad perfecta para deshacerse del peso extra y Tsubasa no tenía ningún pudor en hacerlo por lo que sin soltar a su novio se colocó en el centro de la pista que era iluminada por la luna.

 

                  – ¡Bien se terminó todo! – Gritó con fuerza. – ¡Ya dejen de quejarse, maldita sea! Para empezar ni siquiera están invitados así que deberían agradecer que no los sacaran antes a punta pies, ahora ¡Todo aquel que no pertenezca a uno de los seis equipos de basket que calificaron en la Interhigh desaparezca! No me obliguen a repetirlo o personalmente les pateo el trasero hasta la vereda. – Amenazó alzando la voz lo más que pudo para ser oído.

 

                 El rubio no era nada delicado por lo cual su tono de voz y su típica mirada apática y malhumorada bastaron para que todos los extra supieran que hablaba en serio y que debían irse inmediatamente.

 

– ¡Oigan! ¿Quién me agarró el trasero? – Gritó el rubio sorprendido e indignado ya que después de que todos comenzaran a empujarse rumbo a la salida, alguno de los invitados había aprovechado el anonimato que proporcionaba la oscuridad y la multitud para meterle mano al rubio en venganza.

               Mientras los invitados comenzaban a salir Mamoru aprovechó la oscuridad repentina que había distraído a Saito para empujarlo lejos y marcharse escaleras abajo para ver que estaba sucediendo, agradeció a los cielos que estuviera tan oscuro o de lo contrario moriría de vergüenza ya que sabía perfectamente que seguro tenía la cara roja como un tomate maduro y el desgraciado de Saito había tenido el coraje de dejarle unas pequeñas marcas de mordidas en el cuello, definitivamente se lo haría pagar luego.

 

                 – Buen trabajo echando a los indeseables. – Felicitó al rubio. – ¿Alguien sabe que sucedió? – Preguntó recuperando su habitual tono seguro y demandante.

 

                 – Es tu casa no la nuestra. – Protestó Kaoru con brusquedad. – En serio, miles de millones  ¿Y no tienen para pagar la factura de la luz? – Se quejó.

 

                  – Vamos no seas así, esto es obviamente una falla en los fusibles, tal vez se quemo la caja central o algo por el estilo. –  Indicó intentando conservar la calma.

 

                  Tsubaki llevaba ya varios minutos con los ojos cerrados sujetándose fuertemente  del brazo de su amigo pero al enterarse que el apagón duraría más tiempo, con un horrendo escalofrió recorriéndole todo el cuerpo  se aferró al pecho de Yusuke como si de eso dependiera su vida. – ¡No me interesa en lo más mínimo si explotó un fusible o no, arréglenlo! – Pidió a los gritos.

 

                  Yusuke intentó tranquilizarla acariciando con gentileza su cabeza y aferrándola fuertemente contra su pecho con una sonrisa. – Tranquila, todo está bien, incluso si tienes miedo yo estoy aquí y prometo no separarme de tu lado. – Prometió dulcemente.

 

                  Shaina había visto a ambos antes de que las luces se fueran y al escuchar aquello no hubo forma de quedarse tranquila, inmediatamente se tiró a abrazar al pelinegro. – ¡Yusuke yo también tengo miedo! ¿Podrías cuidarme a mí también? – Pidió fingiendo tener la voz temblorosa de miedo.

 

                  Tsubaki quiso golpear a aquella arpía que insistía en interponerse entre ella y Yusuke pero no le convenía, si actuaba así ella sacaría ventaja de aquello y terminaría logrando que su amado se compadeciera de esta así que respiró y comentó con ironía aun sin despegar el rostro del pecho del otro. – Que raro, que yo recuerde siempre decías que podías valerte por ti misma, no me pareces muy asustada que digamos, en serio como actriz no ganarías nada, enfócate en otra cosa.

 

                 – Pero que dices, soy una adorable y tranquila chica, incluso yo tengo derecho a asustarme y pedir ayuda ¿No? – Dijo con cierta malicia. – Además si vamos por actuación lo tuyo es peor, esta es una fiesta de halloween no para tu ego ¿Qué es ese disfraz tan pretenciosos que llevas? ¿No quieres también una corona para hacer juego con tu complejo de superioridad? – Se burló con un tono venenoso.

 

                  Tsubaki tomó aire intentando calmarse y si bien logró forzar una sonrisa su mirada denotaba claramente que quería estrangular a la pelinegra. – No tengo complejo de nada, simplemente me pareció hermoso, además Reo-san puso mucho trabajo en este vestido así que está bien que me sienta orgullosa de su trabajo. Tú por tu parte... ¿No crees que tu disfraz es algo inadecuado? Claro por no decir vulgar y exhibicionista.

 

                 – Eso lo dices por celosa, te encantaría poder lucir un traje de estos tan bien como yo. – Se defendió modelando su disfraz con descaro con la intención de que el otro la viera.

 

                 Yusuke aclaró la garganta para recordarles a ambas que aun estaba allí. –  Disculpen pero ambas se ven bien así que no hay necesidad de que peleen. – Dijo con tranquilidad. – Shaina eres una chica fuerte así que dudo que un poco de oscuridad te asuste, pero Tsubaki... – Rápidamente tomó con cariño la mano de la peliazul sosteniéndola con firmeza. – Ella no finge, en verdad se asusta así que es mi deber estar con ella, lo lamento mucho pero en estos momentos solo puedo preocuparme por ella.

 

                 Tsubaki sintió su rostro arder y como su corazón aceleraba, le costaba pensar claro así que simplemente se limitó a sujetar la mano de Yusuke con más fuerza. – Yusucchi... gracias.

 

                A Shaina no le gustó para nada aquello pero en ese momento su hermano la jaló del brazo para que se tranquilizara y dejara de armar escándalo, ahora lo más importante era buscar algunas velas o algo con lo cual iluminar el lugar para poder proceder a verificar los fusibles. Tsubasa no perdió tiempo y sugirió de inmediato que lo mejor con una casa tan grande seria separase, ni siquiera espero a escuchar la opinión del resto y tomó a Leon de la muñeca arrastrándolo escaleras arriba. Con algo de pesar los demás tuvieron que admitir que esa sería la mejor salida y se dividieron para iniciar la búsqueda.

 

               En cuanto todos acordaron separarse para ir a buscar la caja de fusibles Tarou perdió de vista por completo a su hermana así que resignado y solo comenzó a divagar por los pasillos del segundo piso, realmente le empezaba doler la cabeza de lo fastidioso que le resultaba todo así que decidió dejar de preocuparse por su hermana, a fin de cuentas tenían la misma edad así que ya debería ser capaz de cuidarse sola. Perdido en sus pensamientos comenzó a abrir puertas al azar esperando encontrar algo que ayudara con la luz,  al entrar por error en una habitación que parecía ser de invitados estuvo a punto de darse por vencido e ir a investigar el otro piso de no ser porque algo llamo su atención. Dormido bien acurrucado entre las sabanas de la elegante y amplia cama se encontraba Mori, Tarou se acercó con cautela y lo sacudió despacio para despertarlo pero apenas logro moverlo.

 

                – Llevó horas preguntándome dónde estabas y resulta que te estabas echando una siesta ¿Tan poca resistencia tienes? – Preguntó algo fastidiado antes de volver a sacudirlo, el mayor balbuceó algunas cosas entre sueños aún inconsciente y Tarou se alejó un poco. – ¿Qué es ese olor? ¿Alcohol? No me digas que te dormiste por quedarte borracho. – Preguntó incrédulo y revisó rápidamente alrededor de la cama encontrando varias botellas de vino ya vacías. – ¡¿Cuántos tomaste desgraciado?! – Le gritó sorprendido.

 

                   Mori, debido al alboroto que armaba Tarou al maldecirlo y levantar las botellas, se despertó algo anonadado y mareado por el alcohol, apenas si podía saber quién era o con quien estaba, esto claramente le dolería mañana si es que llegaba a recordarlo, pensó muy atontado. – Mmm... ¿Quién es? Me da vueltas la cabeza... – Preguntó con voz pastosa.

 

                 – ¡Claro que te da vueltas idiota, te tomaste como cinco botellas! – Le recriminó molesto.

 

                 – ¿Solo cinco y ya estoy mareado? – Se dijo sorprendido. – Es verdad lo que dicen, el vino de calidad e importado es mucho mejor... – Comentó intentando parase pero sin mucho éxito tropieza volviendo a la cama.

 

                 – Cielos, eres un desastre ¿Qué pensarían tus "niños" si te vieran así? –  Preguntó con ironía llevándose un gran susto cuando el mayor intentó levantarse rápidamente al escucharlo. – En verdad te tomas muy en serio tu papel de "madre" ¿Eh? Ahora no puedes bajar, todos están ocupados con lo de la luz y si te ven así no ayudara mucho, descansa. – Le ordenó volviéndolo a recostar.

 

                El pelinegro protestó un poco pero se recostó, sin embargo antes de que el peliplateado pudiera marcharse lo sostuvo fuertemente del brazo. – ¡Espera! No me dejes aquí solo, si no me vas a dejar salir al menos quédate conmigo. – Pidió con ojos brillantes.

 

              Tarou tragó saliva nervioso, por la oscuridad no se había fijado pero ahora teniendo al mayor tan cerca podía ver que este se había deshecho de su traje por completo salvo por los pantalones, el corazón le golpeaba con fuerza amenazando con salir de su pecho ¿Desde cuándo sentía aquello por el sub capitán de Naraame? No lo sabía pero tampoco le interesaba, en ese momento su conciencia o mejor dicho su juicio de lo que estaba bien y mal se había ido por completo. El cuerpo expuesto del moreno así como su suplica de que se quedara con el habían roto toda defensa que este hubiera levantado en su presencia. Se acerco a Mori mirándolo fijamente y de apoco fue uniendo sus labios con los de él en un beso que le supo algo amargo por el sabor a vino que el otro desprendía pero aun así fue suave, al ver cómo el mayor no ponía resistencia sino que por el contrario lo correspondía fue intensificándolo cada vez más volviéndolo voraz y lleno de pasión.

 

                 – Que asco, sabes a alcohol. –Se quejó Tarou con una sonrisa mientras intentaba recuperar el aire.

 

                 – Pues no pareció molestarte mientras me besabas... – Respondió el mayor intentando recuperar también la respiración. – ¿Por qué me besaste? – Preguntó curioso. – No es que me moleste pero... no importa estoy muy mareado. – Dijo sonriéndole como un tonto.

 

                 – Diablos esta tan borracho que seguro mañana no se acuerda de nada... – Se dijo el peliplateado con pesar. – ¿Estaría mal aprovecharme? –  Se cuestionó a sí mismo.  –Bueno si de todas maneras no va a recordar nada... ¡Oye, Morima! ¿Estás de acuerdo en seguir un poco más? – Preguntó con una voz seductora recorriendo el abdomen del pelinegro con la mano.

 

                 – Ah... ¿Seguir? – Su rostro estaba bastante rojo pero no se lograba denotar si era debido a la vergüenza o al alcohol, aun así pasó su mano con delicadeza por el rostro de Tarou y le dedicó una sonrisa. – Ok... puedes hacer lo que quieras.

 

                Y con aquello murió el poco autocontrol que le quedaba al peliplateado, continuo besándolo con cierta brusquedad mientras sus manos recorrían cada centímetro del cuerpo del otro, Mori pasó sus manos por el cuello de Tarou acariciando sus cabellos plateados y profundizando aun más aquellos salvajes besos. Prefirió no pensar en nada y simplemente dejarse llevar, después de todo puede que nunca más tuviera una oportunidad como esa así que no debía desperdiciarla, bajó su mano por el vientre del pelinegro acariciando sus abdominales hasta llegar a sus pantalones, los desabrochó torpemente ya que su atención estaba puesta en el cuello del mayor mordiéndolo sin piedad. Una vez pudo aflojar las prendas ajenas deslizo su mano sintiendo con vergüenza el miembro ya erecto del moreno.

 

                   – Ahh... Ta... Tarou... – Pronunció su nombre excitado, aferrándose con fuerza a la espalda del chico dejando salir algunos gemidos en su oído mientras arqueaba la espalda para profundizar el contacto.

 

                   Tarou se mordió los labios intentando controlarse pero la voz del mayor resonando en sus oídos no le ayudaba mucho, empezó a mover sus manos a un ritmo un poco más acelerado. – Mor... – Se interrumpió, no quería llamarle por su apellido. – No, Shin ¿Lo estas disfrutando? – Preguntó con una amplia sonrisa y con cierto tono seductor.

 

                 El pelinegro se estremeció, sentía su cuerpo temblar y no podía pensar claro, la voz del peliplateado y la forma en la que había pronunciado su nombre le hacía estremecer, era la primera vez que alguien fuera de su familia lo llamaba por su primer nombre y eso causaba que su corazón martillara con fuerza contra su pecho. Tarou intentaba mantenerse cuerdo, ver a Mori sonrojado, sentir su casi desnudo cuerpo retorciéndose de placer bajo el suyo y haciendo esos sonidos tan lascivos lo volvía loco pero en un segundo y pese a que deseaba hacerlo con el moreno decidió no ir demasiado lejos, ¿Qué caso tenia? Si al otro día Mori no recordaba nada debido al alcohol no se sentiría bien, y entonces lo entendió, a él le gustaba realmente Mori y no se sentiría satisfecho si simplemente tenia sexo con el gracias al alcohol. Quería tenerlo todo de él, no solo su cuerpo, aun así, si ya había empezado al menos se aseguraría de que el mayor se corriera, luego seguramente caería dormido a causa de la bebida, pensó mientras aún besaba su cuello. Pero no importaba, Tarou estaba seguro de que no le tomaría mucho lograr que esa situación se repitiera pero esa vez seria con el pelinegro consciente de sus actos.

 

                Por otra parte ni bien Tsubasa había propuesto lo de separarse había arrastrado a Leon hasta el primer piso haciendo oídos sordos de las replicas del pelirrojo, abrió una puerta al azar encontrándose con un lujoso y espacioso baño y jaló a su pareja a su interior, a pesar de la oscuridad el lugar tenía una ventana pequeña cerca del techo que daba afuera así que se encontraba lo suficientemente iluminado como para ver algo.

 

                 – ¿Para qué vinimos aquí? Dudo que encuentres velas o una linterna en el baño de alguien – Dijo Leon sin comprender la situación.

 

                 – ¿Y quién dijo que te traje aquí para buscar algo? – Preguntó Tsubasa con una sonrisa traviesa mientras cerraba la puerta tras de sí. – Ya me estaba aburriendo de esta fiesta y para ser sincero, en lo único que he estado pensando desde que te vi así vestido es en que maldita parte de este lugar podría hacértelo. – Confesó con una sonrisa orgulloso de sí mismo.

 

                 – ¡¿Pero qué estás diciendo?! – Preguntó sorprendido y avergonzado. – ¡Definitivamente no! Estamos en la casa de alguien, en una fiesta, y deberíamos estar buscando luces no otra cosa. – Le crítico con el rostro rojo de vergüenza.

 

                Tsubasa lo arrinconó contra el espejo ignorando sus quejas y metiendo sus manos por debajo del pantalón de este. – Eso dices ahora pero nunca me toma demasiado hacerte cambiar de opinión. – Dijo confiado masturbando el miembro del pelirrojo.

 

                 Leon se estremeció ante aquello, quería alejar a Tsubasa pero las manos le temblaban de placer, el rubio era muy bueno en eso y sabia donde tocarlo para que su voluntad sucumbiera. – Tsubasa… no, detente… por favor…. Ahhh...  ahhh… – Pidió entre lamentos de placer que para nada parecieran querer que se detuviera.

 

                – Te lo dije, es bastante sencillo para mí calentarte. – Le dijo orgulloso besando su cuello. – Supongo que ahora no te opondrás… ja, como si pudieras, mírate. – Le dijo dándolo vuelta bruscamente apoyándolo contra el espejo. – Mira tu rostro todo rojo y ansioso por más, tienes un cuerpo muy lascivo Leon. – Comentó lamiendo su oreja.

 

               – Ah... estúpido Eromine… haz lo que quieras. – Dijo finalmente a regañadientes presa del placer.

 

                 – No te preocupes, te aseguro que lo disfrutaras mucho. – Prometió.

 

                   Mientras tanto Asamu y Kita seguían registrando la planta baja, no habían encontrado nada relevante a pesar de haber registrado casi todos los cuartos, y ni siquiera habían podido hallar unas miserables velas. El pelirrojo ya comenzaba a inquietarse, su paciencia era escasa y estaba agotándose, por su parte el rubio parecía feliz con el solo hecho de pasar tiempo con el menor, y su disfraz de hombre lobo en realidad lo hacía ver como un perro que seguía a su amo sin protestar.

 

                 – ¡¿Dónde demonios hay una maldita vela o linterna cuando se la necesita?! – Se quejó Asamu frustrado mirando sobre estantes que no tenían nada más que polvo. – ¡Miyaji! No estés ahí parado con esa cara de idiota ayúdame. – Le ordenó desesperándose.

 

                 – ¡A la orden Asamu-chan! – Respondió con una sonrisa acercándose para buscar cuando se detuvo. – Oh ¿Asamu-chan, ya buscaste en el armario de allá? – Preguntó al notar la puerta ubicada debajo de la escalera.

 

                  – No lo había visto, bien hecho Miyaji, al final si sirves para algo.  – Dijo intentando darle un cumplido al mayor.

 

                  – ¡¡Gracias!! – Agradeció feliz de recibir un elogio del menor. – Bien, ahora veamos si encontramos algo.  – Dijo divertido abriendo la puerta. – No veo nada, está demasiado oscuro, Asamu-chan ayúdame por favor. – Pidió rebuscando entre los estantes.

 

                  Mientras el mayor sujetaba su celular como lámpara improvisada, el menor  empezó a revisar las cajas que se encontraban allí, pero más allá de un par de cajas y unos estantes el lugar estaba vacío por lo que las esperanzas de encontrar algo eran mínimas, Kita se quedó observando a Asamu y mientras divagaba en sus pensamientos se dio cuenta de algo, en esos momentos estaban solos, los demás se habían dispersado y según tenía entendido Seiji estaba más o menos por el tercer piso. Su corazón comenzó a acelerarse ante la posibilidad que se le presentaba. Tragó saliva nervioso y cerró la puerta tras de sí, se acercó lentamente al menor que empezaba a protestar.

 

                  – ¿Miyaji? Oye idiota se te cerró la puerta, ábrela ahora, no veo nada de este modo no podré encontrar la... – Se calló al sentir las manos del mayor acariciándole la cara e instintivamente se hizo hacia atrás. – ¡¿Qué demonios crees que haces?!

 

                  – Asamu-chan perdón, sabes que jamás te pido nada, a decir verdad soy muy feliz con permanecer a tu lado simplemente pero... solo por esta vez quiero pedirte algo. – Dijo con cierto nerviosismo.

 

                – ¿Pedirme algo? ¿Tanto escándalo para eso? Si que eres un inútil ¿Qué demonios quieres? – Demandó con impaciencia.

 

                   Una sonrisa cariñosa se formó en su rostro y volvió a acariciar el rostro de Asamu. –  Lo había pensado muchas veces pero jamás considere pedírtelo realmente. – Explicó con suavidad. – Asamu-chan eres una persona amable pero te cuesta expresarte, por eso no tienes muchos amigos, y sé que tal vez te enojes conmigo por esto pero, antes de que conozcas a alguien y me roben la oportunidad ¿Podría besarte? – Pidió con suplica en su voz.

 

                 Al escuchar la repentina petición del mayor, abrió los ojos incrédulo ante aquello, por primera vez en su vida no sabía que contestar. Estaba al tanto de los sentimientos de Miyaji por él pero siempre había visto más a este como un perro que como una persona, sabía que Miyaji no haría nada sin obtener su aprobación primero pero esa repentina pregunta logró tomarlo por sorpresa. – ¿Qué? Miyaji no me hace gracia, no juegues. – Contestó avergonzado girando su rostro agradeciendo a la oscuridad el que no se pudiera notar.

 

                 – No estoy jugando, estoy hablando muy en serio. Asamu-chan me gusta, e incluso si me odias o Seiji quiera matarme eso no cambiará... así que puedes odiarme o no dirigirme la palabra si quieres pero quiero que dejes de ignorar mis sentimientos. Asamu-chan me gustas. – Dijo decidido acariciando nuevamente el rostro del menor y acercándose lentamente depositando un sutil y tierno beso sobre los labios de un confundido pelirrojo.

 

                 El pelirrojo no sabía que decir o cómo reaccionar, ese había sido su primer beso y a pesar de estar consciente de los sentimientos del rubio jamás creyó que se atrevería a hacerlo. Ni bien se separaron no sabía cómo mirarlo a la cara, tragó saliva algo nervioso y solamente pudo empujarlo y salir corriendo de lugar escaleras arriba lo más rápido que pudo.

 

               Mientras tanto en el segundo piso Kazuo y Seiji estaban terminando de registrar las habitaciones sin ningún éxito aparente, el pelinegro decidió que lo mejor sería separarse para terminar con el lugar en la mitad del tiempo, cuando solo le quedaba una habitación por revisar el peliverde ya estaba completamente sacado de sus casillas por la frustración de no encontrar nada. Ya sin ganas abrió la última puerta pero lo que encontró allí no fue otra cosa que a la pelinaranja.

 

                  – ¡¿Taeko?! – Dijo sorprendido. – ¡¿Qué haces aquí?! ¿Te quedaste dormida o algo? – Preguntó alejándose un poco.

 

                 La pelinaranja se hallaba recostada lo largo de la cama de la habitación que por su decorado bien podría ser una de invitados. Al ver al peliverde ser levantó con movimientos gatunos mostrándole incluso sus bragas sin ningún pudor mientras se sentaba en la cama. – No seas tonto, te estaba esperando, esta situación es perfecta ¿No lo crees? – Dijo seductoramente acercándose y acariciando su rostro. – Por más que me lo replanteo aun no me convence eso de que te gusten los chicos, creo que solo estas confundido.

 

                    Kazuo suspiró algo cansado al escuchar sus palabras y apartó con tranquilidad la mano de la chica. – No estoy confundido, creo que ya he tenido demasiados problemas por esto así que déjame ser directo. La persona de la que estoy enamorado es Akashi y no creo que exista nada que me haga cambiar de opinión. – Dijo con firmeza.

 

                  – ¿Estás seguro de eso? –  Preguntó con picardía rodeando al peliverde con sus brazos y jalándolo sobre ella cayendo de espaldas en la cama con el chico encima. – Creo que puedo hacerte cambiar de opinión. – Le dijo segura, tomó el sorprendido rostro del chico y lo acercó al suyo besándolo apasionadamente.

 

                    Seiji había terminado de inspeccionar las habitaciones que le tocaban así que regresaba a ver cómo le iba a su pareja cuando escuchó unos ruidos extraños en la habitación donde se suponía Kazuo buscaría y al asomarse vio con sorpresa como la pelinaranja se abrazaba y besaba a su peliverde con bastante entusiasmo. – Kazuo... ¡¿Qué mierda crees que estás haciendo?! – Preguntó con furia fulminando a ambos con la mirada, en ese momento estaba tan molesto que solo quería estrangularlos.

 

                 Kazuo logró separase de la chica y se levantó rápidamente intentando explicarle todo al pelinegro. – ¡Espera Akashi! No saques conclusiones apresuradas, yo... – No pudo terminar de explicar nada, ya que antes de que pudiera verlo venir el pelinegro se giró  derribándolo de un golpe en el rostro.

 

                   – No te preocupes, sé que no tuviste la culpa, pero eso fue por imbécil. – Explicó con frialdad al desconcertado peliverde. – Ahora en cuanto a ti... – Continuo girándose hacia la pelinaranja que aún seguía sobre la cama con un rostro molesto. – Mira te lo repetiré solo una vez más, no te le acerques. No me gusta ser violento con una mujer pero tampoco soy idiota, no abuses de mi paciencia. – Amenazó con un rostro frío que combinado con la furia en su ojo dorado le daba un aire realmente siniestro. – Espero lo hayas entendido.

 

                El pelinegro salió reprimiendo la rabia que sentía, tenía ganas de tirar todo a su paso pero no haría algo tan impropio y vergonzoso en una casa ajena, el peliverde lo siguió por detrás acariciando su adolorida mejilla mientras seguía intentando en vano explicarle todo a su novio. Sin embargo su enojo se apaciguo un poco cuando a pocos pasos de la escalera chocó con su hermano menor que tenía el rostro tan rojo como su cabello y aquello lo preocupo un poco.

 

                  – ¿Asamu, qué te paso? ¿Te sientes bien? ¿Tienes fiebre o algo? – Preguntó preocupado tocándole la frente.

 

                  – Hermano... no, no es eso. Es que Miyaji... bueno... – Balbuceó nervioso ante el rostro preocupado de su hermano. Aun intentaba procesar lo ocurrido pero aunque pudiera hacerlo no estaba seguro de que decir, moriría de vergüenza antes de admitir lo que había ocurrido.

 

                  – ¡Asamu-chan! – El castaño lo había seguido lo más rápido que pudo, se maldecía por lo bajo por haber cedido a un impulso y tenía algo de miedo de haber asustado al menor, sin embargo ese miedo no era nada comprado con el que sintió al ver como el pelinegro lo miraba enfurecido. – ¿Se...seiji? ¿Qué pasa? ¿Porque me miras así? – Preguntó temeroso de la respuesta.

 

                   – ¿Y encima tienes el valor de preguntar? – Inquirió con indignación. – No sé los detalles pero si te veo a ti y veo a Asamu puedo darme una idea. – Aventuró seguro de su suposición. – Kita... ¿Qué fue lo que te dije sobre tocarle un maldito pelo a mi hermanito? ¿Acaso quieres que te mate? –Preguntó con una sonrisa algo tétrica – Sinceramente no sé quien es más idiota si tú o Kazuo, mira que venir a molestarme justo a mí y cuando uso un disfraz como este. – Advirtió moviendo las tijeras de su mano.

 

              – ¡¡¡Espera!!! ¡Te juro que puedo explicarlo, Seiji! – Rogó con desesperación.

 

                 – Ustedes dos aprieten los dientes, me aseguraré de que sientan verdadero miedo esta noche, considérenlo un saludo de "Feliz Halloween" de mi parte. – Dijo molesto observando a ambos con una expresión amenazante.

 

                 De la nada se oyeron unos ruidos y algunos gritos provenir de los pisos superiores, Chiaki estaba encargado del hall central y las habitaciones del fondo pero tampoco había hallado nada, y se tensó un poco al oír aquello pero decidió no darle importancia, se giró hacia el pasillo para dar por terminada su parte del trabajo, aquellos sonidos seguían captando su atención por lo cual no advirtió que había otra persona con él sino hasta que la chocó. Ante la tenue luz lunar que se filtraba por los ventanales pudo identificar la sonrisa de Sakuma, lo cual no hizo más que casi provocarle un infarto.

 

                   – ¡¡Sakuma!! Maldición ¿Qué eres un fantasma? – Dijo alterado llevándose una mano al pecho para asegurarse de que su corazón no había salido de su sitio.

 

                El menor sonrió como si nada a su senpai. – No, soy un ninja ¿Ves mi disfraz? Si no lo haces deberías considerar comprar lentes Chiaki-senpai.

 

                 – Pues te queda perturbadoramente bien, definitivamente tienes futuro como uno. – Le confirmó aun alterado antes de respirar profundo intentando calmarse. – ¿Y qué demonios haces aquí? – Preguntó recuperando su tono habitual.

 

                    – Ya termine mi parte así que vine a verte. Pero no te preocupes no me quedaré mucho tiempo, iré a ayudar a Yusuke-senpai. – Le aseguró con una sonrisa.

 

                    –  ¿Oh, en serio? – Preguntó incrédulo. – Vaya has cambiado un poco, normalmente no te despegarías de mi por nada del mundo ¿Ya te rendiste? – Preguntó esperanzado.

 

                    – Claro que no. – Respondió con determinación mirando al mayor a los ojos. – Simplemente cambie de estrategia, con lo ocurrido la última vez en Winter Camp aprendí a que si sigo imponiéndome contra tu voluntad solo lograré que me odies. Chiaki-senpai yo lo amo y no pienso renunciar a usted, así que a partir de ahora respetaré más su espacio pero eso no significa que me dé por vencido. Conseguiré que te enamores de mi cueste lo que me cueste. – Declaró con seriedad.

 

                 Chiaki no sabía cómo reaccionar ante aquello, aquel cambio lo había tomado por sorpresa y hasta lo hacía sentir incomodo. – Bueno… yo seguiré siendo firme, no pienso cambiar mi forma de ser así que seguiré rechazándote.

 

                     – Lo sé, tú no mientes y eso lo aprecio mucho. Por eso lograré que aceptes mis sentimientos por ti mismo. – Respondió con firmeza. – Ahora iré a ver cómo le va a Yusuke-senpai y a los demás ¡Nos vemos! – Se despidió alegremente dándole un pequeño beso en la mejilla al mayor antes de marcharse.

 

               Por el balcón trasero del tercer piso, ajenos al alboroto que armaban algunos cuantos, Kaoru y Kaname se habían detenido a descansar. Era muy irritante no haber encontrado nada pero a pesar de lo furiosa que lucía la pelinegra Kaname la miraba con una enorme sonrisa en su rostro llena de admiración y amor.

 

                    Kaoru notó la indiscreta mirada del rubio y sus mejillas se tañeron de un sutil rojo, aquel chico tenía un don innato para causarle mini infartos con solo una mirada. – ¿Qu... qué pasa? ¿Tengo algo en la cara o qué? – Preguntó intentando no sonar tan brusca.

 

                  – No es nada, simplemente te admiraba. – Explicó con sencillez. – Te ves preciosa y más aquí donde los rayos plateados de la luna te enmarcan dándote un brillo casi divino.

 

                   Al escucharle la chica tragó saliva con pesadez. – Oye, no es que no aprecie tus frases de tarjeta de San Valentín y eso pero creo que exageras. – Dijo removiéndose nerviosa.

 

                 – Eres muy graciosa. – Dijo entre risas como si las dudas de la joven sobre su belleza fueran solo una broma de ella, pero ni bien estas se apagaron sus hermosos ojos verdes se clavaron en los de la chica. – Kaoru… hace tiempo que hay algo que quiero decirte y es importantes. Eres una chica increíble, lo sé desde que te vi, eres fuerte, divertida, decidida, dedicada y amable a tu manera, estas tan llena de energía. Además también me gusta la manera en la que no dejas que nadie te pase por arriba, compites a nivel de los chicos y los derrotas por completo, eres una mujer admirable. – Dijo con una amplia sonrisa acercando lentamente su mano para entrelazarla con la de Kaoru.

 

                 El rostro de la pelinegra ahora se encontraba al rojo vivo, no estaba acostumbrada a que la trataran como una chica y le dijeran cosas lindas, no es que sus amigos no fueran amables con ella pero Mori la trataba más como a una hija y Byakuya como un hermano, por lo que aquel chico siempre lograba ponerle el mundo de cabeza, justo como en ese momento. – Bueno, no sé qué decir, gracias. Tú también eres increíble, es decir por mi forma de ser muchos ya me hubieran mandado al diablo o no sé, digo todos los amigos que tengo me tratan como un chico más y tú no, no sé cómo explicarlo pero gracias.

 

                  Sin previo aviso Kaname sostuvo con más delicadeza la mano de la chica y se inclino arrodillándose manteniéndole la mirada. – Kaoru voy a ser directo contigo, la razón por la que te estoy diciendo todo esto es que quiero declararme formalmente como es debido. Desde que te conozco ocupas la mayor parte de mis pensamientos así que si disculpas mi atrevimiento, Kaoru me gustas, y te quiero. – Confesó con un pequeño sonrojo pero sin apartar la mirada de los ojos castaños de la chica.

 

                 Si antes Kaoru sentía que el mundo le daba vueltas, ahora sentía que este había explotado y la había dejado varada en la nada, ni siquiera entendía como había hecho para no caer al suelo todavía. – Kaname… ¡Espera un poco! Mira yo… eres amable y todo pero… no estoy diciendo que no… es solo… que… bueno yo… – Balbuceó nerviosa. – No lo entiendo, eres muy lindo y por alguna razón mi corazón se olvida de bombear sangre cuando estoy contigo pero… no estoy bien segura de nada. Lo lamento mucho pero no puedo darte una respuesta clara en este momento, no me odies. – Se disculpó apenada con el chico.

 

                Kaname no pudo evitar reír ante aquello, se reincorporo lentamente y acaricio el rostro de la pelinegra obligándola a mirarle a los ojos. – No seas tonta, jamás te odiaría. Además entiendo que es difícil responder, por eso no te pediré una respuesta. El recibir un “tal vez” de tu parte es mucho más de lo que podría esperar. – Dijo esperanzado aun tratando de consolarla.

 

                – Eres demasiado bueno conmigo, pero gracias. – Se inclinó y lo más rápido que pudo deposito un pequeño beso en la mejilla del chico para luego alejarse. – Bueno vamos a reunirnos con los demás, no encontraremos nada más aquí. – Ordenó intentando cambiar de tema y alejándose antes de escuchar la respuesta del chico.

 

              Por su parte Byakuya y Nai terminaron rápido de inspeccionar los lugares restantes de la casa. Al no haber encontrado nada raro el albino dedujo que el problema debía residir en la caja de fusibles pero como otro grupo ya estaba encargado de fijarse en eso decidió no comentarlo.

 

                   Hacia rato que no veía a Mori o a Kaoru o a otra persona que no fueran él y Nai en realidad ¿Tan grande era aquella casa? Mientras más lo pensaba más se alegraba por ello, el pelimorado se le estaba adelantado así que alargó una de sus manos rodeando su cintura y lo atrajo contra él. – ¿Cuál es la prisa? Tenemos todo el tiempo del mundo. – Dijo seductoramente al oído del menor.

 

                  Nai se rió un poco y alejó despacio la cara del mayor de su cuello divertido. – Ya basta Byaku-chin no juegues. Si no hay nada aquí debemos volver con los demás.

 

                 – Nada cambiará si volvemos una o dos horas más tarde. – Propuso con terquedad aferrándose más a él. – ¿O es que no quieres jugar conmigo?

 

                – ¿A qué te refieres con jugar? – Preguntó incrédulo. – No, estamos en una casa ajena, aquí no “se juega”. – Repuso intentando alejarlo pero sin mucho esfuerzo.

 

                  – Sabes, pasé cerca del baño del primer piso y por lo que pude apreciar tu primo ya estaba “jugando”, así que no tiene nada de malo. – Argumentó sin pudor alguno. – Además te ves malditamente bien con este traje, normalmente la falda no me permite verte bien y este pantalón enmarca perfectamente tu cintura.

 

                 El rostro del menor se sentía acalorado y su corazón latía ferozmente, el albino definitivamente sabía como conseguir lo que quería y como doblegar su voluntad. –Byaku… no te rendirás ¿Verdad? – Preguntó derrotado. – Si que eres terco… aunque, tú también te ves muy bien así, definitivamente Baki-chin sabe lo que hace. – Elogió mirando el esculpido torso de su novio al descubierto. – Solo una vez, luego volvemos con el resto – Se rindió desviando el rostro avergonzado.

 

              Byakuya comenzó a morder el cuello de Nai con voracidad arrinconándolo contra la ventana sin prestar atención a más nada. A la vuelta del pasillo Mamoru maldecía por lo bajo, estaba realmente enojado pero sobre todo celoso, le hubiera encantado separarlos o algo pero sabía perfectamente que eso disgustaría a Byakuya y lo último que quería era ganarse el odio de la persona que amaba. Sentía la garganta arderle con amargura por contener sus emociones juntó con los ojos que le picaban por soltar lágrimas de frustración pero antes de que pudiera hacer algo una mano lo tomó con fuerza de la muñeca desconcertándolo y lo arrastró lejos de allí hacia otro piso, por un segundo estuvo dispuesto a gritar e intentar soltarse pero en cuanto descubrió que su captor no era otro que ese necio pelinaranja se guardó toda protesta. Saito no dijo nada hasta alejarse lo más posible de allí, luego lo soltó.

 

              Una vez estuvo seguro de que no había nadie cerca Saito lo soltó girándose ceñudo hacia él. – Cielos, no solo eres escurridizo sino también masoquista. – Le recriminó con un suspiro de cansancio.

 

                – No sé a qué te refieres. – Respondió desviando la mirada avergonzado. – Creí haberte dejado en claro que te odio ¿Qué haces aquí? – Preguntó con brusquedad.

 

                Saito ignoró por completo al mayor y pasó su mano por su rostro. – Mentiroso, eres un gran mentiroso, dices que no sabes a que me refiero, que no te importa y aun así mírate… estas a punto de llorar.

 

                 Mamoru se molestó bastante ante ello, odiaba la actitud de aquel chico y odiaba más aún como lo descifraba sin esforzarse, apartó la mano de este con brusquedad y entonces algunas lágrimas comenzaron a desfilar por su rostro. –  ¡Cállate! Eres irritante, esto a ti no te incumbe en lo más mínimo así que déjame solo. – Exigió con voz temblorosa.

 

                 – ¡Claro que me incumbe! – Sentenció con seriedad levantando la voz. – Me importas y mucho, cuando te veo así tan débil y vulnerable me dan ganas de cuidarte, cuando te comportas altaneramente me da risa y cuando pones esa sonrisa llena de felicidad ante una persona que no te valora y jamás lo hará me da rabia. – Confesó ganándose una mirada confundida del peliverde. – No soy de las personas que le dan vuelta a las cosas así que seré franco, odio que otros lastimen a las personas que quiero y tú eres a quien más quiero en este momento. – Declaró con firmeza.

 

               – ¿Eh? ¿De qué demonios estás hablando? – Preguntó aireado. – Solo eres un niño caprichoso y tonto, no te metas así en la vida de los demás, deberías aprender a respetar a tus mayores y no hacer lo que te vena en gana. – Gritó con rabia deseando que se fuera y lo dejara tranquilo.

 

                Saito ignoró sus hirientes palabras, volvió a tomar el brazo del mayor y con fuerza lo jaló abrazándolo contra su pecho. – No conozco bien a Horai y tal vez sea una buena persona pero lo odio, odio como no se da cuenta de lo que sientes por él y lo odio más por ser la persona que amas, por eso cueste lo que me cueste tratare de superarlo. – Prometió. – Quiero hacerte feliz… antes dijiste que lo que te gustaba era su talento, entonces daré todo de mi y practicare sin descanso hasta superarlo ¡Así que por favor olvídate de él y elíjeme!

    

                  Mamoru se quedó congelado, su cerebro aun no entendía bien que estaba ocurriendo con exactitud, no sabía si enojarse y golpearlo o preguntarse si acaso era una broma de mal gusto pero no importaba, no tenía fuerzas para nada de ello. – Eres un maldito idiota… eres odioso y desesperante pero… ¿Podrías quedarte así solos unos minutos? – Pidió con la voz temblorosa y quebrada escondiendo el rostro lleno de lágrimas en el pecho del chico y de paso maldiciéndolo por ser más alto.

 

               Finalmente quedaba un último grupo que se había internado en el jardín para buscar la caja de fusibles. El patio lucia horriblemente tenebroso esa noche, al ser una mansión antigua en la parte trasera se alzaban las tumbas familiares decoradas con impresionantes y carísimas esculturas de mármol y piedra cubiertas por enredaderas y llenas de flores. Tsubaki tenía el corazón prácticamente en la mano, odiaba los paisajes así, le hacían pensar que en cualquier momento algo saltaría de los matorrales y la atacaría, estrujaba con fuerza el brazo de Yusuke quien intentaba calmarla abrazándola,  dedicándole algunas palabras de apoyo. Delante de ellos Zhen y Rinichi discutían a cada paso sobre cualquier cosa por más insignificante que fuera, junto a ellos también estaban Takano y Adako quienes se dirigían algún insulto de vez en cuando y rápidamente esquivaban la mirada como si el contacto visual estuviera prohibido.

 

              – Yusucchi odio este lugar, regresemos, el interior de la casa es tenebroso también pero al menos allí no corro riesgo de un ataque zombi. – Se quejó la peliazulada aferrándose con fuerza al brazo del mayor.

 

                – Creo que estás viendo demasiadas películas, nada saltará a atacarte y aunque así fuera yo no lo permitiría. – Le tranquilizó dedicándole una sonrisa y mirándola fijamente a los ojos.

 

                 – Ustedes dos no me hagan sonar el silbato y separarlos, les recuerdo que no estamos jugando ni nada, tenemos algo importante que hacer así que dejen de estar tan acaramelados. – Les reprochó Adako con fastidio.

 

                 – Primera vez en la noche que te escucho decir algo coherente, no espera, creo que directamente es la primera vez que lo haces. – Dijo Takano con sarcasmo acomodándose los lentes.

 

                – ¿Qué dijiste? Mira idiota espero te des cuenta de que si insistes en llamarme tonta tú serás un tonto más grande aun ya que perdiste contra mí. – Le recriminó con malicia.

 

                 – Tch, maldita mujer. – Masculló molesto. – ¡Rinichi recuérdame porque debemos seguir a esta gentuza! – Preguntó irritado al castaño.

 

                – Por qué no pienso dejar sola a Aoi-chan con este gran imbécil, por eso. – Respondió sin apartar la mirada del más alto.

 

                – Aoi no necesita a ningún cara de gato molesto para defenderla, así que el que está de más aquí eres tú. – Respondió Zhen devolviéndole la mirada.

 

               – Etto chicos… no quiero interrumpirlos pero ¿Dónde está Aoicchi? – Preguntó Tsubaki al notar que la peliceleste había desaparecido por completo.

 

              Ambos chicos se alteraron un poco buscando en todas partes, habían estado tan ocupados insultándose y peleando que se habían olvidado por completo de la pequeña peliceleste. En ese momento una suave voz en un tono seco y apático dijo. – Chicos los encontré. – A todos se les heló la sangre al escuchar esa voz casi fantasmal venir de la nada y más aun cuando pudieron divisar a una persona cubierta de blanco susurrarles. Tsubaki abrazó a Yusuke lo más fuerte que pudo casi al borde del infarto, Zhen y Rinichi no pudieron contener un grito e incluso Adako en un momento de real miedo tomó la mano con fuerza de Takano.

 

              Aoi no entendida a que se debía tanto escándalo, sus amigos no se asustaban cuando ella “aparecía” de la nada pero supuso que eso sumado a su atuendo y color de cabello habría logrado asustar a cualquiera y más en una circunstancia como esa. – Perdonen, no fue mi intención asustarlos, quería decirles que ya encontré la caja de fusibles, al parecer algún idiota los desconectó para jugar una broma. – Explicó con seriedad, más una pequeña sonrisa asomó sus labios, sin duda había disfrutado aquello.

 

               En la parte delantera del jardín Daizen y Ritsu se encontraban hablando más animadamente, desde el baile habían podido relajarse un poco y hablar como si nada malo hubiera ocurrido entre ellos nunca. Cuando la luz volvió Daizen miró a Ritsu con una sonrisa y volvió a besarlo.

 

               – Las luces ya volvieron y seguro todos se juntarán en el salón ahora, eso significa que debo irme. – Anunció Daizen mirándolo a los ojos.

 

                – ¿Ya te irás? – Peguntó el pelirosado sin esconder la decepción en su voz.

 

               – No me gusta mucho estar rodeado de gente, además Shaina ya se fue y Tarou a saber uno donde se metió así que no podrá replicarme nada en la escuela si me voy ahora. – Explicó. – Imayo… no, Ritsu, la pase muy bien hoy, fue agradable volver a como era antes pero me temo que no podemos quedarnos así. – Intentó explicar clavando sus ojos color oliváceo en los grises del menor.

 

               – Ya me lo suponía, aún así yo también lo disfrute mucho. Espero un día podamos volver a estar así como antes, sabes que sin importar que te seguiré amando.

 

                – Lo sé… pero aun no puedo perdonarme aquello. Quizá más adelante eso cambie, no lo sé pero hasta entonces adiós. – Dijo levantándose y separándose un paso del más bajo. – Y en honor a este patético disfraz que escogió Tarou para mi, toma. – Arrancó una rosa roja del jardín y se la obsequio al pelirosado besando su mano. – Nos veremos en Winter Cup.

 

                – Si, te estaré esperando Daizen. –  Dijo con una sonrisa y con los ojos húmedos mientras veía al mayor irse y se disponía a volver a entrar en la mansión.

 

                 Una vez que las luces volvieron todos se reunieron en el salón central, la casa había quedado hecha un caos tras la intromisión de gente indeseable por lo que le llevaría a Mamoru varias horas arreglar todo. Tuvo que dar sus más sinceras disculpas a todos pero siendo ya casi la una de la madrugada y teniendo en cuenta que sus padres llegarían a las cinco a más tardar la fiesta tuvo que terminar. Byakuya fue de los primeros en pedirle a Mamoru disculpas por lo ocurrido, aparentemente le había llegado un mensaje de texto anónimo avisándole que Mori se encontraba borracho y profundamente dormido en una de las habitaciones, el capitán de Naraame no encontraba palabras para expresarle al peliverde lo avergonzado que se sentía por aquello y entre él y Kaoru lograron llevarse al pelinegro. Taeko por su parte reunió a su equipo y se marcho con paso rápido sumamente enfurecida y humillada, no sin antes fulminar con la mirada a Seiji por haberle arruinado la noche. Los chicos de Shotsuko se despidieron y salieron junto a los tres miembros de Ryokudo ya que consideraron que lo mejor sería moverse en grupo debido a la hora.

 

                Una vez que la casa quedo prácticamente vacía el peliverde regañó a sus compañeros de equipo y los obligó a quedarse para ordenar todo pese a las protestas de Atsuka y Kita que argumentaban que eso no fue culpa suya, Asamu y Zhen siendo más listos comenzaron a ordenar en silencio en lo que su, ya sacado de quicio, capitán repartía golpes a los otros dos. A penas si les había alcanzado el tiempo para dejar el lugar en condiciones aceptables antes de que los padres del peliverde llegaran, nadie hablo de lo ocurrido con las luces o de la multitud extra que se había colado y afortunadamente nada pareció extraño ante la minuciosa mirada de Iduki, lo cual decepcionó profundamente a Jin. Muy a pesar de Mamoru, que lo que más deseaba era echarlos a todos y descansar en paz, sus padres les ofrecieron a los otros cuatro chicos pasar allí la noche, entre dientes y con una sonrisa fingida su hijo aceptó pero no dejó pasar lo ocurrido, ya en la escuela se encargó que tanto Kita como Atsuka tuvieran un entrenamiento extra por los problemas causados, uno por ser tan descuidado y haber permitido que la noticia se expandiera y el otro por no hacer nada por ayudar en la limpieza y haber roto un par de cosas en su torpeza.

 


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