Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La Ciudad de los Muertos por InfernalxAikyo

[Reviews - 1104]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

 No jodan! ¡Llevaba meses sin actualizar esto! Lo siento mucho. 

PERO NO TIENEN IDEA LAS GANAS QUE TENÍA DE ESCRIBIR ESTE CAPÍTULO. 

 

 

Jonna, nuestro improvisado cantinero que servía durante las noches de pelea, me miró fijamente a los ojos mientras llenaba mi segunda copa del día.

—Te ves peor que la última vez que viniste aquí —comentó. Yo me llevé el vaso a los labios y le di un largo sorbo—. Y no es que no me agrade tu compañía, ¿pero no es muy temprano? Las peleas aún no comienzan.

—Y aun así tú estás aquí, cuarenta minutos antes de que inicie el primer combate.

—Tengo que tener todo listo para cuando todos lleguen, ¿no?

Di otro sorbo. El alcohol me raspó la garganta y me quemó la piel por dentro. Delicioso.

—Necesitaba tomarme una copa solo y en paz.

—Solo no estás. Estoy aquí —me hizo un gesto, que me invitaba a tomar otro vaso, con la botella. Asentí con la cabeza y él volvió a llenarlo.

—Eres una compañía agradable —dije.

—Lo dices porque te estoy emborrachando —rió. Tomó una silla y se sentó al otro lado de la barra. Se bebió de un sorbo los restos del whisky que me había servido—. Así que necesitas paz, ¿eh?

Apoyé el mentón en mi mano y el codo sobre la mesa, para sostener mi cabeza.

—Quizá sí estoy atormentado —confesé—. Y cansado.

—Tienes cara... —Él se inclinó un poco hacia mí y sonrió—. ¿Quieres hablar de ello? —No sabría explicarlo, pero Jonna tenía un rostro confiable. Había algo en sus ojos de presa que invitaba a conversar. Si la vida no lo hubiese condenado a un régimen militar en el fin del mundo, diría que el trabajo de cantinero le quedaba perfectamente.

—Las cosas han estado... algo complicadas últimamente —comencé, y le di otro sorbo a mi trago. El licor comenzó a hacerme cosquillas en los labios—. Hay un reo...

—Trece, ¿no? —adivinó él. Se inclinó un poco hacia atrás y buscó algo en su bolsillo. Sacó un cigarrillo y lo encendió—. Esta es otra razón por la que llego antes —bromeó y le dio una calada. Luego me ofreció. Lo tomé sin dudar y fumé un poco. El sabor de la hierba y el whisky se mezclaron en mi boca y me dejaron un gustillo mentolado en la lengua. Fumé otro poco antes de devolvérselo.

Empecé a elevarme y no tardé demasiado en sentir una presión en la parte posterior de mi cabeza. Entonces el tiempo comenzó a pasar más lento. Sonreí.

—¿Sí es Trece entonces? —siguió él.

—Trece es mi problema... —contesté y me reí, porque de pronto la situación se me hizo muy graciosa. Estaba drogado, medio borracho y a punto de contarle mi vida a un desconocido—. Desde que él llegó todo pareció irse al carajo.

—Ha traído muchos problemas, pero es todo un espectáculo, ¿no? —Jonna soltó una risita—. Nadie puede creer el tiempo que ha aguantado como favorito de Cuervo.

—¿¡Es increíble, no!? —reí también.

—¿Tú lo ayudas, ¿verdad? —inquirió él.

Intenté enseriar el rostro, pero mi sonrisa tiraba de mis pómulos sin que pudiera evitarlo.

—Un poco, sí. Lo ayudo a curarse.

—Y pintas sobre sus cicatrices —dijo y yo alcé una ceja—. Me di cuenta hace poco —aclaró—. ¡Y qué talento tienes, hombre! —me dio una palmada en el hombro y lo acarició—. Ese chico parece una obra de arte.

—Sí... —suspiré—. Lástima que Cuervo esté tan obsesionado con él

—No te preocupes. Se volverá un buen cazador y él lo dejará en...

—¡Oigan! —Tadder entró apresuradamente. Jadeaba y tenía la cara roja. Olfateó profundo e hizo una mueca—. ¿Fumabas sin mí? —me recriminó, pero enseguida volvió a lo importante—. Tienen que ver lo que ha traído Cuervo.

—¿Qué es? —le di el último sorbo a mi vaso.

—Una doncella de hierro.

Jonna y yo nos levantamos de nuestras sillas al mismo tiempo.

—¿Bromeas? ¿¡Para qué!?

—No tengo idea, pero se ve aterradora.

El cantinero y yo nos dirigimos a la salida y seguimos a Tadder por el pasillo. No tardamos en encontrar el lugar donde la tenían; la multitud que se amontonaba afuera de la habitación delató su ubicación. Me metí entre el gentío y la vi. La doncella, dorada, reluciente y aterradora, estaba abierta de par en par y enormes clavos se alzaban desde el fondo. Un escalofrío me corrió de pies a cabeza.

—¿Te imaginas caer accidentalmente dentro de esa mierda? —preguntó Tadder y le oí tragar saliva—. ¿Qué querrá hacer ese loco con eso?

—No... —dudé por un segundo e intenté pensar como Cuervo. Conocía a ese desgraciado desde hace tiempo y sabía que era capaz de cualquier cosa, de cualquier castigo y de cualquier tortura. Él podía cruzar todos los límites y llegar a los extremos más radicales. Pero algo me decía que, cualquier cosa que imaginara no era suficiente para él—. No lo sé.

—¿Qué hacen aquí? —Su voz nos espantó a todos. La masa se dispersó y nos alineamos en dos filas para recibirlo—. ¿Han visto mi nuevo juguete ya? —caminó entre nosotros, con la frente bien en alto y esa mirada asquerosa de altanería que siempre ponía—. Decidí que necesitamos un castigo mayor... —dijo y se detuvo frente a mí y me miró directamente—. Ya saben, para aquellos insurrectos que se niegan a obedecer.

Ambos nos miramos durante varios segundos. El resto se quedó en silencio.

—¿Es una amenaza, señor? —levanté una ceja.

—Tómalo como una advertencia —cargó su mano sobre mi hombro—. Apestas a alcohol, Branwen. Eso es patético —susurró. Me aparté rápidamente y di un paso hacia atrás. Su tacto era repulsivo—. Bien —se dirigió al resto—. ¿No tienen nada mejor que hacer? ¡Rompan filas y salgan de mi vista!

Los cazadores se dispersaron y yo quise volver a la cantina, ya que los combates comenzarían pronto. Pero Cuervo me agarró del brazo y me retuvo. Ni él ni yo dijimos nada hasta que todos se fueron.

—Suéltame —gruñí cuando quedamos completamente solos.

—Tráeme a Trece esta noche, después de las peleas.

Me solté de su agarre.

—¿Qué?

—¿Estás sordo?

—Tienes a otras personas para eso —dije y me dispuse a marcharme—. Además, no tengo turno esta noche.

—Pues ahora sí lo tienes —oí su voz cerca de mi cuello, tanto que sentí un escalofrío—. Tráeme a Trece esta noche o él pagará tu indisciplina.

Me detuve y apreté los puños. Quería darme la vuelta y romperle la nariz. Quería patearlo en el suelo y matarlo con mis propias manos. Toqué mi arma con el borde de los dedos. Joder, maldita sea. Quería ponerle una bala entre los ojos.

Pero nada de eso iba a pasar.

—No tardes demasiado —dijo.

—Está bien —contesté.

No dijo nada más y yo caminé hacia el subterráneo.

 

”═══════ ≪ • N̶̋͘”̢̝̟…̧̠̲͈̤o̵’̿̃̊́̇͊̈́͘͜–̦̠ã̶̰̞̤̬͍h̷̠͚̟̄̓̈́” • ≫ ═══════—

 

Me pasé el resto de la jornada en la barra, junto a Jonna y sus bebidas. No voy a mentir, últimamente mi único motivo para venir a mirar los combates era Noah. Ya no me importaba el resto de pobres diablos que se mataba en el ring cada noche. El avance de Noah me tenía fascinado. Cada vez que peleaba me parecía más rápido, más fuerte y más ágil

Y no era el único que se daba cuenta de ello. Desde que él llegó a este basurero que las luchas se habían hecho más populares.

   —Mira… —Jonna lo advirtió incluso antes de que el presentador lo anunciara. Desvié la mareada mirada hacia donde su dedo apuntó. En una esquina del lugar, donde apenas llegaba la luz, Noah aguardaba para ingresar al cuadrilátero. Inmediatamente miré hacia el lado contrario. En el otro extremo, Manson se tronaba los dedos y calentaba para pelear.

   —¿Cuándo llegó a la final? —pregunté. Estaba casi seguro de que no lo había visto pelear. Pero también estaba un poco borracho; me había tomado casi diez copas. Tal vez se me pasó una pelea.

   —No ha peleado… —contestó Jonna y le dio un disimulado sorbo a la botella de la que acababa de servirme—. Los han puesto directo.

   —¿Eso no es trampa?

   —¿Y quién más habría llegado si no ellos?

Me quedé pensando en su respuesta. Tenía razón. En las últimas noches sólo ellos dos habían llegado a la final y se habían enfrentado pelea tras pelea. Siempre ganaba Manson. Pero Noah cada vez estaba más cerca de vencerlo.

   —Bueno, bueno… —La voz del presentador comunicó lo inevitable—. Llegamos al último enfrentamiento de la noche. Con ustedes… ¡El sujeto número uno: Manson Mitchell!

El público clamó eufórico y aplaudió cuando Manson subió al cuadrilátero y celebró por adelantado su victoria.

   —Y contra él, por tercera vez en la semana, el sujeto número trece: ¡Noah Rousseau!

   —El trece da mala suerte —comentó Jonna.

   —No esta vez —contesté.

El rubio subió al cuadrilátero y recorrió con la vista todo el lugar, como si buscara algo. Cuando clavó sus ojos sobre mí, sonreí y levanté el puño.

Él levantó el puño de vuelta, se puso en guardia y volvió su mirada a Manson.

La campana sonó, pero ninguno de los dos se movió. Ambos se quedaron a un extremo del cuadrilátero, con los puños en frente y listos para atacar. Parecía que cada uno analizaba cada micro gesto del otro; cada pestañeo y cada respirar, a la espera de algo que delatara al contrincante. Parecía que querían adivinar quién comenzaría la pelea.

Noah la inició; corrió hacia Manson e intentó taclearlo, pero Manson lo esquivó, lo agarró del hombro y lo tiró al suelo. Quiso patearlo, pero Noah rodó y se levantó tan rápido que todo el mundo hizo una ovación. El rubio contratacó y le clavó un puñetazo en el mentón, pero enseguida el número uno contestó y le encestó un golpe en el estómago.

Lo que siguió después fue una lluvia sin fin de puñetazos que iban y venían por partes iguales. Entonces no hubo mayores estrategias y no hubo más tácticas ni medidas. Sólo dos sujetos imparables que no descansarían hasta que uno de los dos cayera. De Manson me lo esperaba, el siempre ha sido un bruto que lo único que sabe hacer es golpear, pero en Noah era extraño. Al ser más débil, él tendía a planificar la pelea y actuar con inteligencia. Pero ahora parecía un loco. Y eso me gustó.

Le di un sorbo a mi trago.

Manson tacleó a Noah y lo apresó contra las improvisadas cuerdas del cuadrilátero, pero Noah lo envolvió con las piernas, se aferró a su cintura y lo golpeó y arañó en la espalda. En estas peleas no había reglas; se valía, arañar, morder y hasta los golpes bajos. Quien fuera un caballero en el ring acabaría perdiendo la pelea. Y Manson lo sabía perfectamente, así que no dudó en empujarse así mismo junto al rubio hacia la primera línea de cazadores que aguardaba tras las cuerdas, para que éstos lo golpearan y así él pudiera librarse. Pero no funcionó. Noah aguantó los golpes de mis compañeros hasta que otro grupo interrumpió e intentó detener a los agresores. De alguna forma, Noah se las había arreglado para hacerse con muchos seguidores dentro del escuadrón que apostaban por él todas las noches. Y esta gente defendería su dinero a toda costa incluso si eso significaba protegerlo.

Entonces todo se descontroló y se formó una riña interna. El lugar se convirtió en un caos, pero la pelea principal no se detuvo. El rubio y Manson continuaron matándose en el cuadrilátero mientras sus seguidores se golpeaban a metros de ellos.

Noah cayó al suelo. Y Manson comenzó a patearlo.

Jonna se arremangó la camisa, saltó de la barra y me entregó la botella de la que me había servido. Le di un sorbo largo y grité:

   —¡Vamos, Noah! ¡Pártele la cara a ese hijo de perra! —No sé si él me escuchó o no, pero en ese momento enredó sus piernas en las de Manson y se las arregló para hacerlo caer. Entonces le saltó encima y lo golpeó en el rostro, una y otra vez—. ¡Eso es!

    —Vamos —Jonna me agarró del brazo—. Hay alguien a quien quiero darle una paliza. Y está aquí.

Sonreí.

   —Yo también. 

Para cuando llegamos al centro, no había absolutamente nadie que no se trenzara a golpes con alguien. Todos éramos hombres entrenados por la violencia y, a veces, estas cosas ocurrían. Las peleas grupales eran casi terapéuticas para nosotros.

Vi a Francis; me daba la espalda y se acercaba sigilosamente al cuadrilátero, como una rata. Cruzó las cuerdas sin que nadie le prestara atención y agarró a Noah de los hombros y lo empujó para quitárselo de encima a Manson. No esperé a que hiciera algo más, corrí hacia ellos y me lancé contra él. Me posicioné encima, lo sujeté con las piernas y le di un puñetazo.

   —¿Qué hacías, tramposo de mierda? —gruñí. Noté que Noah seguía en el suelo y me miraba con los ojos y boca bien abiertos, como confundido—. ¿Qué haces ahí parado? —le dije—. ¡Sigue peleando! —Él reaccionó y volvió a atacar a Manson, quien no se había levantado y se cubría el rostro, que estaba lleno de sangre. Un escalofrío de emoción me recorrió la espalda y me hizo sonreír, porque jamás había visto a ese bastardo sangrar.

Me distraje y Francis se zafó de mi agarre y me dio un codazo en la quijada. Caí sentado y alcancé a atrapar el primero de sus golpes y estrujarle la muñeca, pero no pude a reaccionar cuando clavó su otro puño en mi pecho y me dejó sin aire por varios segundos. Seguía borracho, y mis sentidos estaban adormecidos, así que ni siquiera me dolió. Pero eso también me volvía un poco más lento y no pude evitar que se me lanzara encima y me diera un cabezazo que dejó mi vista más nublada de lo que ya estaba.

Me sentí abrumado por no ver nada y tenerlo encima. Miré hacia un lado y vi la botella de la que había estado bebiendo hasta hace cinco minutos tirada en el suelo, se me había caído en algún momento de la pelea y se había quebrado. Francis también la vio.

    —Estás muerto, imbécil —rió y se inclinó para alcanzarla. En ese momento le golpeé en la nariz y él me soltó. Rodé por el suelo lejos de su alcance. Me levanté y corrí hacia él, justo cuando se agachaba a tomar la botella, y lo tacleé.

Y, mientras lo empujaba, lo sentí: mi costado ardió y se humedeció. Me aparté de él y noté que tenía la botella en la mano. Me llevé las manos a mis costillas y noté que sangraba. Me había apuñalado.

Él sonrió cuando vio que me había herido y no dudó en lanzarse contra mí de nuevo. Pero esta vez apuntó al cuello. Cerré los ojos, puse mis brazos frente a mi rostro para protegerme y esperé otra puñalada. Pero nada pasó.

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue a Manson, aparentemente inconsciente, en el suelo. Pero estaba solo. Oí un quejido y miré hacia el lado; Noah estaba sobre Francis y lo estrangulaba. Me había salvado justo a tiempo. El rubio tenía ambas manos sobre el cuello de Francis Singh, quien desesperadamente se sacudía para quitárselo de encima. Pero, a pesar de estar muy flaco, Noah era increíblemente pesado.

Miré a mi alrededor y noté que nadie nos veía. Todo el mundo seguía concentrado en la riña interna que estaba lejos de detenerse. Noah no me miró, tenía los ojos clavados en el rostro de Francis, que de pronto comenzó a ponerse rojo. Pero no hice nada. Me quede ahí, sentado en el suelo del cuadrilátero y con una mano al costado para controlar el sangrado.

Pude haberlo detenido, pero no quise.

Francis ya le había tocado demasiado las pelotas a Noah. Esto era una revancha y no tenía derecho a intervenir.

Además… ese bastardo merecía morir.

Como último recurso, Francis intentó alcanzar el cabello de Noah y jalárselo, pero su mano apenas logró tocar un rostro impasible en el cual ni siquiera se formó una mueca cuando mi compañero le lanzó una mirada desesperada que le rogaba clemencia y perdón. Pero Noah ni se inmutó. 

Él lucía tan jodidamente calmado en ese momento que me dio escalofríos.

No duró demasiado tiempo más. Sus dedos eran lo suficientemente largos y fuertes como para cortarle el aire a cualquier persona rápidamente. El cuerpo de Francis dejó de luchar de un momento a otro, y su mano se arrastró por la mejilla de Noah hasta caer al suelo. Y, no sé cómo describirlo, pero supe que había muerto. Fue como si algo abandonara su cuerpo.

En ese momento, Noah pareció despertar de una especie de trance. Apartó las manos de Francis y me miró. Entonces sentí que algo había cambiado en esa mirada azul, que me pareció más clara, más helada y más punzante. Supongo que esos eran los ojos de alguien que acababa de llamar a la muerte.

   —¡Apártate! —mascullé y me levanté. Él obedeció y yo pateé el cuerpo de Francis para que cayera lejos del cuadrilátero y de nosotros. Luego tomé la botella y la lancé a otro lado.

Exhalé profundo y miré hacia todas partes. Nadie nos prestaba atención. Si teníamos suerte, pasarían la muerte de Francis como un incidente provocado por la riña y le restarían importancia.

   —E-Estás sangrando —balbuceó Noah. Volteé hacia él y lo agarré por los hombros.

   —Escúchame —le dije—. No debes decirle a nadie lo que acaba de pasar o Cuervo te matará —Él asintió con la cabeza y me sujetó los brazos.

   —Estás sangrando mucho —repitió.

   —Venciste al hijo de puta de Manson —me reí. Dejé que sus manos me guiaran y me senté en el suelo. Entonces él las puso sobre la herida.

   —Era ahora o nunca —rió de vuelta. Entonces lo miré de cerca. Tenía el rostro lleno de sangre, un moretón en el ojo y arañazos en todo el cuello y el pecho.

No me resistí y le acaricié el cabello.

   —Bien hecho.

   —¡Branwen! ¡Branwen, demonios! —Tadder llegó junto a nosotros—. Joder, te estuve buscando todo este tiempo. ¿¡Q-Qué pasó!? —gritó cuando vio que estaba herido.

   —Le ganó a Manson —contesté.

   —Singh lo apuñaló —replicó Noah. Todavía no quitaba las manos de mi costado y su tacto me pareció muy caliente en ese momento, ¿o era mi propia sangre?—. Y sangra demasiado.

   —¿Dónde está el bastardo de Francis? —Mi amigo miró de un lado a otro en su búsqueda, pero no lo vio a pesar de que estaba a algunos metros de él tirado en el suelo—. Llamaré a Wolfang —decretó.

    —Ni se te ocurra —gruñí—. Llévame a la sala de cambios. Tengo un botiquín ahí. Esto no es tan grave.

Una alarma, aguda y estridente, se escuchó por todo el lugar. La riña se detuvo inmediatamente y todo el mundo corrió hacia la puerta. Tadder y yo nos miramos. Sabíamos perfectamente lo que significaba ese sonido, a pesar de que era primera vez que lo oíamos.

Entonces una voz dijo por altoparlante:

   —Atención a todo el personal. Se registró una fuga en el sector del tercer calabozo. Repito, se registró una fuga en el sector del tercer calabozo. Deben contenerla.

Miré a Noah y noté que algo cambió en su cara. ¿Fue una expresión de alivio, quizá?

Sonrió cuando notó que lo miraba.

   —Era ahora o nunca —musitó.      

 

 

Notas finales:

TOMA ESO, PINCHE FRANCIS D_D 


Por cierto, ¿recuerdan la escena de los piratas del caribe, cuando Jack lleva a Will a Tortuga y está todo el mundo peleando? Bueno, algo así me imaginé este capítulo.


Bueno, no sé si se habrán dado cuenta, pero Noah estaba más que consciente de que habría una fuga. 


En fin, espero que les haya gustado.


No nos queda mucho para terminar la historia. 4 caps a lo más. 


¿Críticas? ¿Comentarios? No duden en dejar su lindo -o no tan lindo- review :) 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).