-No lo veo.- susurró Minho frustrado buscando el suéter rojo de su escuela.
Desde un par de días atrás que sus cosas comenzaban a desaparecer. En un momento las veía y en otro ya no, en uno lo tenía en sus manos, en el otro ya no, comenzaba a pensar que tal vez y sólo tal vez, estaría perdiendo la cabeza.
Y esta vez no era la excepción, pues se había quitado el suéter cuando llegó de la escuela y ahora que lo buscaba para lavar ya no lo encontraba.
Había buscado en toda la habitación, incluso sacó la ropa que estaba guardada y tenía días sin mover, pero no aparecía el dichoso suéter rojo.
Suspiró cansado y molesto, sería buena la idea de ir a hacer una cita con la psicóloga de la universidad, así que buscó su celular para agendar un día, pero ¡oh sorpresa¡ ya no estaba en dónde lo dejó.
-¿Es en serio?- se preguntó riendo mirando el espacio vacío que dejó su celular. Optó por salir de la habitación y caminar hacia la psicóloga, no se le podrían perder más cosas y quería encontrarlas ya.
Pero antes de cerrar buscó su llave para no quedarse afuera, no la sintió en las bolsas de su pantalón entonces regresó a su habitación para buscarla.
Minho vivía solo, en una casa que sus padres le rentaban en la ciudad de la universidad, así que no había a quien echarle la culpa por perder sus propiedades. Seguro entre todo lo que pensaba terminaba perdiéndolos.
Subió las escaleras rápido, entró a su habitación para ir por la llave que estaría sobre la mesa de noche, aun lado del libro que estaba leyendo.
-¿También te perdiste?- preguntó al aire, pasando la mirada por todo el sitio. Vio el libro con el separador, la lámpara de noche, el cepillo dental dentro de un vaso de cristal, el celular, ¡y aja! Las llaves de su casa.
Pero antes de tomarlas se detuvo.
-¿El celular?- preguntó tomándolo. –¿Qué haces ahí?- él lo había dejando en el tocador en donde estaban los productos para cabello y en general, su higiene personal.
Bien, también iría a citar con el oftalmólogo para ver si su vista no estaba mal.
Tomó el celular y las llaves, buscó de nuevo el suéter rojo, este apareció entre las montañas de ropa que dejó al buscarlo antes.
-Wow, estoy loco.- susurró acercándose para tomar una manga y jalarlo. Al asomarse el escudo de la escuela se empezó a reír.
¿Cómo era posible que apareciera ahí cuando lo buscó por todo la habitación?
No lo sabía, pero la psicóloga sí.
Taemin, la pequeña hada que estaba escondida tras la lata de desodorante terminó suspirando cansada.
¡Había sido titánico regresar ese suéter!
Pero para qué mentía, le gustaba el aroma de ese humano, de su humano, que incluso agotarse por mover y apoderarse del suéter valía la pena.
Observó a Minho por el reflejo del espejo y sonrió.
Ya casi podría presentarse.