Capítulo único: Quiero tú atención.
Frunció el ceño, observando el nadar en sus dos amigos. Iwatobi había venido para practicar con ellos pero… Deslizo la mirada, Nagisa perseguía con energía a Nitori, a quien le intimidaba alguien tan persistente como el rubio. Rei detrás de ambos les sermoneaba sobre correr cuando el suelo estaba húmedo.
—¡Tsk! No les llame para que hicieran lo que quisieran —siseó, arrugando más el seño. Momotarou estaba flojeando, no, estaba coqueteando con Gou—, ¿Qué demonios están haciendo todos?
Haru y Sousuke tocaron la pared al mismo tiempo, consiguiendo un tercer empate.
—Eres persistente, Yamazaki —dijo Haru arrastrando las palabras, sin embargo su simple mirada azulada trasmitía todo lo que sentía.
—De eso se trata, Nanase —respondió con autosuficiencia, ladeo el rostro, buscando a Rin. Él estaba en la otra punta de la piscina, levantó la mano para saludarle vagamente—, Sería más sencillo, si simplemente aceptaras que soy mejor.
—Ni lo pienses, Yamazaki —siseó el pelinegro—, Por algo Rin siempre me termino buscando.
—Pero yo fui primero. Soy su mejor amigo y compañero, de clases, de relevos, de habitación —dijo sin ocultar la malicia en sus palabras. Lo único que Sousuke quería es que Nanase se rindiera, que dejara de involucrar en sus cosas a Rin, el ojiazul no lo merecía.
Haru entorno los ojos. No iba a perder contra Yamazaki, definitivamente le iba a demostrar que era mucho mejor que él. Azul y verde se encontraron en una silenciosa pelea, por demás ligeramente infantil.
—Otra carrera de 100 metros —dijeron al unísono, saliendo de la piscina para volver a posición.
Rin soltó un bufido aburrido. Todos estaban en su rollo, incluso Haru y Sousuke parecían llevarse tan bien que sólo querían nadar entre ellos, chasqueo la lengua, hundiéndose en el agua, estaba nadando en el último carril, donde no molestaría la intensa pelea entre esos dos.
—¿Rin?
—¿Makoto? —saco la cabeza a flote para ver la cálida sonrisa del castaño. Inconscientemente el pelirrojo se contagió de esa linda atmósfera.
—Te ves aburrido —comenzó él, sentándose en la orilla—, ¿Quieres nada conmigo? No soy tan bueno como Haru o Yamazaki pero definitivamente puedo darte pelea.
Rin sonrió bobalicón, ignorando el duro golpeteo de su corazón, realmente quería un poco de atención, estiró la mano para que el chico le ayudara a salir, sin embargo, salir no era su intención.
—Wa—.
¡Spash!
Makoto ahora estaba empapado y nadando con él. Río divertido, el castaño parecía un cachorro mojado. El flequillo cubría parcialmente sus ojos verdes, extrañamente Makoto no estaba riendo, es más, se veía serio. Miró a su alrededor, especialmente a los dos eternos rivales.
—Tan ocupados, eh —dijo acercándose al pelirrojo—, No debes tirar de las personas, Rin. Es peligroso —regaño como lo hace con sus hermanitos, el menor hizo un mohín inconforme con la reprimenda—, Ahora te daré un pequeño castigo. Rin, cierra los ojos
—¿Cerrar los ojos? —arqueo una ceja desconfiado, sin embargo, finalmente levantó los hombros derrotado y cerró los ojos—, ¿Así?
—Así es perfecto.
Se inclinó, creando una pequeñita presión entre sus labios. Fue suave y electrizante, Rin abrió grande los ojos, su rostro exploto haciendo competencia con su cabello, tartamudeo algunas incoherencias.
Y de pronto se hundió en el agua, incapaz de hacer contacto visual.
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—¡Me duele la cadera! —chilló Nagisa, abrazando el cuello de Rei.
—Si me hubieras hecho caso, no te habrías torcido un tobillo. Nagisa-kun, correr en suelo mojado es peligroso. Nosotros tomaremos está dirección, hasta mañana.
—Rin. Vayamos a comer caballa —dijo Haru haciendo un contacto visual exagerado. El pelirrojo arqueo una ceja confuso e inevitablemente deslizo su mirada hacía Makoto, quien sonreía con amabilidad.
—Rin prefiere la carne.
Haru acuchilló con la mirada al mayor, especialmente cuando esté, rodeo los hombros de Rin.
—¿Qué importa lo que me gusta? Sólo quiero comer algo —respondió tajante, sin embargo a estas alturas de nuevo estaba siendo ignorado. En verdad esos dos se llevaban bien—, ¿Me están escuchando acaso?
—La caballa es mejor para Rin.
—Definitivamente es la carne.
Ambos comenzaron a caminar, embotellados en su discusión culinaria, olvidando de nueva cuenta al pelirrojo, que se quedó atrás, olvidado.
—Rin —Makoto se colocó detrás de él, sonriendo ante el evidente respingo—, Si no te importa, puedes venir a mi casa a comer y quizá jugar algún videojuego.
Matsuoka, apretó los labios cohibido, sin embargo, Haru y Sousuke ya se había perdido de su campo visual, finalmente chasqueo la lengua, aceptando la invitación del ojiverde.
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La casa de Makoto estaba tranquila, le había dicho el castaño que su madre había salido y sus hermanos estaban en clases de natación, le echo otro mirada a la ordenada habitación, era la primera vez venía, además…
—Makoto… beso —farfullo con las mejillas rojas. Trituro su labio, pensando una y otra vez en el castaño, su mirada se encontró con la fotografía sobre el buró. Haru también había desplazado a Makoto, naturalmente, por mucho que le gustaría, Makoto era más íntimo con el moreno, siempre les veía juntos, y siempre cuidando lo que hacía Haru.
—¿Rin? —ladeo la cabeza confuso, dejando la bandeja sobre la mesita—, ¿Ocurre algo? Parece como si fueras a llorar.
—¡¿Quién quiere llorar?! —siseó a la defensiva—, Sólo estaba pensando que Sousuke y Haru parecen llevarse muy bien. Me siento algo olvidado, tú también te debes sentir igual, ¿cierto?
—No realmente —se sentó a un costado del pelirrojo—, Es bueno que Haru y Sousuke se distraigan.
—¿Qué dices, Makoto?
Con esa cálida sonrisa que bien recordaba, Makoto se inclinó hacia él, sin notarlo realmente, Rin termino recostado sobre la cama.
—¿Qué? ¿Quieres castigarme de nuevo? —pregunto intentando mostrarse suspicaz. Dejando que el castaño acomodara sus propias manos sobre su cabeza.
—En efecto, eso quiero. ¿Me dejas? —sonrió pícaro, inclino la cabeza hacia adelante, dándole el tiempo suficiente para rechazar su beso, sin embargo Rin no lo hizo.
Besó con lentitud su boca, sorbiendo el labio inferior, Rin abrió los labios, empujando la lengua dentro de la boca de Makoto. Beso la barbilla del pelirrojo, sonriendo encantadoramente. Las mejillas de Rin explotaron con vergüenza.
—Tomaré eso como un sí.
En un ataque de timidez, Rin se giró para quedar de costado. Makoto sólo sabía decir cosas vergonzosas. El castaño sonrió bobalicón, besando su oreja, que estaba tan roja como sus mejillas.
—¡N-no hagas eso, demonios!
—¿Por qué? —acaricio los costados del pelirrojo, dando pequeños tironcitos al pantalón que llevaba puesto el menor.
—Por que no… se siente… extraño.
Makoto le tomó de la barbilla para besarle de nuevo, extrañamente los besos del castaño le dejaban fuera de combate, se sumergía en el extraño cosquilleo que recorría su cuerpo y entonces olvidaba todo lo que le rodeaba.
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—¡Rin-chan! ¿Hoy te quedas a dormir? —pregunto la hermanita de Makoto, mirando con ilusión al pelirrojo, a lo cual, el afirmó fervientemente.
—¡Bien! ¡Entonces juguemos todos videojuegos! —canturreo ahora el niño.
—Eso es imposible. Ustedes deben dormir temprano, mañana tienen clases —dijo Makoto, cargando a sus hermanitos para llevarlos de regreso a su habitación—, Vuelvo en un momento, Rin.
—Si, claro.
Desde hace dos semanas, Rin mantenía una relación con Makoto, bueno, realmente no sabía si eso se podría llamar relación, sólo se besaban cuando había la oportunidad y siempre a escondidas de los demás, probablemente sólo era una forma de pasar el tiempo mientras Haru y Sousuke dejaban de lado su extraña amistad.
—¿De nuevo pensando en ellos?
—No… realmente. La mayoría de mis pensamientos son para ti.
—¿Es así? Me siento muy halagado, Rin —sonrió dulcemente, besuqueando su rostro—, ¿Hoy me dejarás hacer algo más que besarte?
—¿Por qué debería?
—Uhm. Porque te deseo. Me gustas, te quiero —ladeo la cabeza, sus ojos verdes se veían ilusionados y brillosos—, Además somos novios.
—¿Lo somos? —pregunto estupefacto
—¿Ah? ¡Claro que sí, Rin! ¿Acaso no quieres?
Demonios. Eso fue jugar sucio…
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—Mgh —jadeo levantando la cadera, tumbando la frente sobre el colchón.
—Rin. Shh, te escucharan si levantas más la voz —dijo Makoto, afirmando el agarre sobre su cadera, empujo con firmeza su interior—, Eres estrecho.
—No lo digas —gruño mordisqueando su labio, empujando hacia atrás su trasero—, Tócame más. Makoto
Sonrió victorioso, pegando el pecho a su espalda, lamió el sudor que había sobre su hombro, mientras su mano envolvía el duro falo, masturbando tortuosamente lento, presiono con el pulgar la mojada cabeza, escuchando los ahogados gemidos del pelirrojo.
—Eres muy lindo, Rin —dijo besando su cuello, embistiendo con fuerza.
El pelirrojo se retorció ansioso con las oleadas de placer, ladeo el rostro para verle con ojos llorosos.
—Rin —susurro su nombre, deteniendo por un minuto sus embestidas, con la mano libre tomó el mentón del pelirrojo acercando su rostro, lamió las gotas saldas que comenzaban a correr por su pómulo.
—¡Basta! ¡Basta! —refunfuño haciendo pucheros—, Sólo continua… ¿por favor?
—Definitivamente eres muy lindo, Rin.
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Rin se tragó la maldición que quería soltar, anda, más fuerte, más rápido, bien que disfruto el sexo pero ahora su cadera le estaba matando. Chasqueo la lengua al ver la vigorosa figura de Makoto.
—¿Te duele algo, Rin? —pregunto Haru con esa indiferente facción. Rin dudo por un segundo que el chico realmente estuviera preocupado.
—No. Sólo… se me acalambro la pierna —mintió descaradamente y si Haru no estuviera tan empeñado en ver solamente los ojos del pelirrojo, notaría que en realidad Rin tenía la mano sobre la cadera y su caminar era hasta extraño.
—Bien. Yo me encargo.
—¿Uhm?… ¡Haru! —jadeo asustado cuando sus pies perdieron el suelo. Fuertemente se aferro a la sudadera del ojiazul, quien le llevaba cargando como si fuera una jodida damisela—, ¡¿Qué demonios crees que haces?!
—Ayud—.
Haru se sorprendió cuando él también perdió el suelo, acuchillo con la mirada a Yamazaki, que sin cuidado le había cargado a él y de paso a Rin.
—Yamazaki. —siseó patoso—, Bájame ya.
—No lo haré, a menos que bajes a Rin. —respondió el chico con simpleza comenzando a caminar.
—No voy a bajar a Rin.
—Yo tampoco
—¡Pelen tanto como quieran, solo bájenme! ¡Nos caeremos todos! —gruño el pelirrojo, mirando con miedo el camino.
Makoto sonrió dulcemente, realmente no tenía problema con las peleas infantiles de esos dos, porque mientras uno intentaba derrotar al otro, él seguía avanzando con Rin.