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PB & J por rina_jaganshi

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Notas del fanfic:

Disclaimer: La serie de Yu-Gi-Oh le pertenece a Kazuki Takahashi nosotras solamente hacemos yaoi sin fines de lucro. 

Tendershipping y, obviamente, Puzzleshipping. 

Notas del capitulo:

Hola de nuevo, esperamos que les guste esta sencilla historia. 

Su rostro se distorsionó ante el esfuerzo, los nudillos de sus manos se pusieron blancos, sin embargo, nada funcionó. Con frustración miró el reloj de la pared, ya iba tarde. Suspiró resignado, enseguida, abandonó todo intento y tomó su mochila para dirigirse a la puerta de su apartamento. Después de asegurarse que todo estaba cerrado, emprendió su camino hacia la escuela. No podía evitar sentirse desanimado, contando este, era el cuarto día que fracasaba. Miró sus manos apreciando las marcas rojizas, bufó molesto.


Al notar a los otros chicos corriendo regresó a la realidad para imitarlos, no podía darse el lujo de retrasarse más. Aceleró lo suficiente para pasar la entrada antes de que el profesor la cerrara en su cara. Ni siquiera se detuvo a recuperar el aliento, por el contrario, continuó con su carrera hasta llegar a su salón. Sus amigos le miraron divertidos cuando cayó al suelo para respirar con dificultad, segundos después, el maestro hizo acto de presencia.


La clase comenzó sin algún otro percance. Ryo paseó sus dedos por su largo cabello, tratando de arreglarlo un poco. Si no fuera porque sus facciones le hacían lucir como una chica, se peinaría con una coleta. Regresó su atención a la pizarra, sin embargo, no podía concentrarse, por más que lo intentara no dejaba de cavilar acerca de su dilema. Tal vez era momento de involucrar a sus amigos. Desganado esperó pacientemente a que las horas transcurrieran unas tras otras, ignorando las matemáticas, el inglés y la historia antigua. De un salto se puso en pie cuando escuchó la campana escolar.


Nervioso caminó detrás de sus compañeros, siguiéndolos por todo el pasillo, se sorprendió cuando no dirigieron sus pasos a la azotea. Un impulso de golpear su frente le abordó al recordar que hoy jugaban un partido de fútbol, por lo mismo, todos los chicos fueron a las canchas. Observó a todos correr a sus posiciones, con parsimonia se ubicó al lado del de ojos amatistas, pues al igual que él, no disfrutaba de los deportes. Para su suerte, las chicas desempeñaban el papel de porristas, por lo que le daba la oportunidad de estar a solas con el pequeño chico.


—Yugi —ante el llamado el de cabello tricolor le miró sonriente, ocasionando que se avergonzara un poco. Lo que menos quería era ofenderle pero debido a su complexión física las posibilidades de que pasara por lo mismo eran altas. Tragó en seco, buscando la mejor manera de cuestionarle—. Yo quería saber si, mmm, ¿has probado los emparedados de mantequilla de maní con mermelada? —el menor negó con la cabeza—, bueno, son deliciosos, mis favoritos, la combinación es lo mejor que puedas probar —con su efusiva explicación, el de grandes ojos sonrió ampliamente.


—¿En serio? —inquirió con asombro.


—¡Sí! Yo los comía todo el tiempo en Inglaterra, mi padre solía prepararlos para mí pero… —su semblante se entristeció, logrando que el menor colocara su mano sobre su hombro, en un intento por darle apoyo. El albino le sonrió cordialmente, sabía que podía fiarse del pequeño duelista. Más confiado se acercó hasta quedar a centímetros de su amigo, de manera que nadie más escuchara—. Luego de investigar, encontré una tienda donde puedo comprar ambas cosas, el problema es que… —mordió sus labios—, necesito ayuda para abrir el frasco de la mermelada y quería saber si tú conocías algún método —el menor no pudo reprimir una ligera carcajada, después, alborotó los cabellos de su nuca y sacó la lengua divertido, asimismo, sus mejillas se tiñeron de rojo intenso.


—Bueno, no sé si sea lo mismo pero yo nunca he podido abrir el frasco de los pepinillos, hubo un tiempo en que prefería no comprarlos, mi abuelo tampoco tiene mucha fuerza —sus ojos violetas se desviaron hacia las canchas, donde sus compañeros corrían de un lado a otro detrás del balón, más específicamente centró su atención en una persona—, ahora que tiene un cuerpo propio, Mou hitori no boku los abre para mí —el albino miró en la misma dirección, justo a tiempo para ver como el faraón le sonreía y saludaba desde el área chica a su lindo niño, sólo por un momento pues ahora disputaba una batalla contra Bakura por el objeto redondo. Los dos rieron al ver la rivalidad.


—¿Crees que algún día se lleven bien? —cuestionó notando como su igual continuaba con su faena de arrebatarle el balón al otro, siendo que eran del mismo equipo.


—Hay demasiado rencor entre ellos pero con el tiempo… puede ser —ambos volvieron a reír pues el albino logró su cometido y festejaba al robarle la oportunidad al otro de anotar el gol.


—¿Sólo se lo pediste? —interrogó retomando su anterior conversación, ganándose, nuevamente la atención del otro.


—No, en realidad, la primera vez me vio discutir y pelearme con el frasco —volvió a reír avergonzado—, entonces se acercó, lo tomó de mis manos para ponerlo en las suyas y ¡Pop! La tapa se abrió —se encogió de hombros—. Desde entonces simplemente le extiendo lo que necesito que abra, de hecho, ya ni siquiera hago el intento —sonrió divertido. Minutos después, el pitido que indica el medio tiempo resonó, por lo que sus amigos corrieron hacia donde ellos estaban—. Mira —el de cabello blanco obedeció, no perdiendo detalle de los movimientos del pequeño duelista.


Joey y Tristán discutían sobre las diferentes estrategias para ganar el partido, detrás de ellos venían los antiguos espíritus. El faraón rodó los ojos con fastidio y, rápidamente se alejó del ladrón para ubicarse frente a su compañero, el cual, le pasó dos botellas de agua. No hubo necesidad de palabras clave o gestos que descifrar. El más alto abrió las dos, se quedó con una y le regresó la otra al de ojos amatistas, quien, aprovechando que el que alguna vez fue su otro yo tomaba el vital líquido, le guiñó un ojo en su dirección. Él cabeceó de manera afirmativa para hacerle saber que recibió el mensaje.


Pese a que ahora tenía una idea de cómo alcanzar su cometido, dudaba que fuera a funcionar. Es decir, su relación distaba mucho de ser parecida a la que Yugi y Atem tenían, no era un secreto que entre esos dos había algo más allá que una simple amistad, bastaba ver la manera en que compartían absolutamente todo. Resopló cabizbajo. En comparación, el espíritu de la sortija era bastante difícil de tratar. Después de recibir un cuerpo propio, se limitaba a ignorarlo, a veces no regresaba a la casa hasta pasados tres o cuatro días. “Al menos regresaba” pensó para sí. Su comportamiento le recordaba a un gato que tuvo durante su infancia, aquel que, sin aparente razón, lo rasguñaba y mordía, no obstante, entrada la noche buscaba acurrucarse a su lado.


Sus mejillas se tiñeron de rojo. Prácticamente así era Bakura. Indiferente la mayor parte del tiempo pero había días en donde se quedaba junto a él. Incluso compartían la cama. No comprendía muy bien sus actitudes. La convivencia sería más sencilla si aumentaran su comunicación pero, además de los modales, su igual carecía de paciencia para sentarse a platicar amenamente. Una vez más suspiró. Tras rehidratarse, sus amigos retomaron su partido. Él los observó sin volver a cruzar palabra alguna con el de ojos amatistas.


Las clases pasaron, para su suerte, de manera rápida, sobre todo al dejarlos salir dos horas antes debido a la ausencia del último maestro. Luego de despedirse de cada uno de sus compañeros, emprendió su camino a casa, con el antiguo ladrón a su lado. Como siempre iban en silencio, secamente caminaban hombro con hombro. Aun así, no dejaba de sorprenderse cuando el otro le movía, evitando así que se lastimara con algún poste, alcantarilla u hoyo en el suelo. Él le agradecía, mientras que el más alto desviaba la mirada. Ese tipo de gestos le devolvían la esperanza. Así que, una vez que llegaron a su apartamento. Ryo se dirigió a la cocina, nada perdía con intentarlo.


Esperó pacientemente a que el otro albino realizara su rutina. Le observó aventar la mochila descuidadamente hacia el suelo, al igual que su chamarra, se desajustó los tres botones superiores de la camisa y, finalmente, se tumbó sobre el sillón para ver las noticias. Algunas veces creía que lo que en realidad le agradaba eran los crímenes alrededor del mundo, sin embargo, jamás se había atrevido a preguntar. Con un suspiro desechó las dudas. Trataría de imitar las acciones de su pequeño amigo.


Sin perder de vista al ladrón, tomó el frasco de la alacena para, de la misma manera que en la mañana, tratar de abrirlo. Su esfuerzo continuaba sin dar resultados. Lo sostuvo desde un ángulo diferente, nada. Usó la mano izquierda, peor aún. Tuvo que maniobrar para que el dichoso recipiente no se partiera en pedazos cuando se le resbaló. Sin importar los quejidos que salían de su boca, el otro permanecía absorto mientras la presentadora relataba el horrible enfrentamiento entre dos pandillas, donde murieron más de diez personas. Ryo comenzó a hacer más notable su frustración, golpeando la tapa metálica contra la barra de la cocina, en un intento porque se aflojara pero no parecía funcionar. Su paciencia estaba llegando al límite. Justo cuando iba a gritar por ayuda, el otro se puso en pie para mirarle con el ceño fruncido.


—¿Por qué haces tanto escándalo? —aprovechando que lo tenía enfrente, intentó, una vez más, abrir el estúpido frasco sólo para volver a fallar. Resopló con fastidio al ver que su igual se limitaba a mirarle mal. ¿En serio? Ni siquiera porque lo estaba viendo pelear con el dichoso recipiente. Fue su turno para fruncir el ceño, estaba harto, quería sus emparedados ya.


—¡Abre esto para mí! —ordenó mostrando la mermelada. El ladrón alzó una ceja, además, se cruzó de brazos.


—¿Por qué habría de? —Ryo infló las mejillas molesto.


—Pues porque, bueno, tú tienes que, es decir… —se maldijo por verse balbuceando pero nada de lo que pensaba le parecía un argumento válido, al menos, para que el otro accediera. Estaba por rendirse cuando se le ocurrió una brillante idea. Dio un respingo y abrazó su preciado frasco, luego, caminó en dirección de la puerta.


—¿A dónde vas con eso? —se colocó los zapatos antes de mirarlo.


—Voy a buscar a Atem —con la simple mención del nombre, el ladrón se estremeció iracundo—, Yugi me dijo que el faraón siempre abre los pepinillos para él —se encogió de hombros, luego, ladeó la cabeza llevando uno de sus dedos a su boca— aunque, no sé si debería ir a su casa o pedirle que venga —reflexionó en voz alta.


—¡No necesitas al inservible faraón, dame eso! —con coraje le quitó el objeto de la disputa y, en un rápido movimiento, la tapa salió. El menor se maravilló ante la facilidad, haciendo que el otro sonriera altanero.


—¡Eso fue realmente increíble!  —gritó extasiado. Ante el comentario, el otro pareció inflar el pecho orgulloso. Ryo, velozmente, se dedicó a preparar su anhelado almuerzo. Untó la viscosa sustancia en un lado del pan, luego le pasó a su igual el bote de mantequilla de maní, que también le abrió—. ¡Puede ser que hasta seas más fuerte que el faraón! —el antiguo espíritu, sin borrar su mueca egocéntrica, tomó el teléfono inalámbrico para pasárselo al menor.  


—Llámalo, quiero que escuche esto —parpadeó confundido pero obedeció, marcando el número de su pequeño amigo, quien no tardó en contestar—. Enano —el más alto le arrebató el aparato—, Ryo acaba de comprobar que soy más capaz que tu idiota faraón —sonrío ufano mostrando los colmillos, sobre todo al escuchar como el antiguo gobernante tomaba la llamada—. Así es su majestad —recalcó la palabra con burla—, cualquier cosa que tú hagas yo puedo hacerla mejor, aun si es abrir un estúpido frasco.     


El albino casi se atraganta con su delicioso manjar. Su intensión jamás fue que Bakura molestara a sus amigos pero… le dio otra mordida a su emparedado. ¡Satisfacción absoluta! Sonriendo esperó a que el otro terminara con su discusión por el teléfono para que se sentara a su lado. Una vez que lo tuvo ahí, le ofreció de su bocadillo, el ladrón estaba tan eufórico con sus logros que le permitió al amable chico alimentarlo como si de un rey se tratase. 

Notas finales:

Rini: Yugi y Ryo los felicito por amaestrar a este par de salvajes —apunta a los otros dos que la miran molestos.


Yugi: Yo no lo diría así, al contrario, siempre le agradezco a Atem por ayudarme a abrir las cosas —sonríe.


Bakura: Enano, no escuchaste lo que dije, yo soy mejor para eso —para avalar su comentario, abre otro frasco de mermelada, luego comienza a reír como un lunático.


Atem: Aibou, no necesitas ir con el ladrón, yo abriré todo lo que quieras —comienza una competencia para ver quien abre más frascos.


Ryo: Lo siento Yugi pero fue lo único que se me ocurrió —ríe apenado— en fin, ven a probar los emparedados —le brillan los ojos.


Yugi: ¿No deberíamos detenerlos? —suspira al ver que los otros dos corren en busca de más objetos para abrir.


Rini: Muy bien, para terminar he aquí unas aclaraciones. En el doblaje estadounidense Ryo tiene acento británico, he ahí el por qué muchos fans lo ponen originario de Inglaterra, lo cual, en esta ocasión nos pareció divertido y nos fue de mucha ayuda. El título del fic es la manera en que se abrevia Peanut butter and Jelly (PB & J). Que más, ah sí, es obvio que el fic es después del duelo final y, por alguna extraña razón, los espíritus tienen un cuerpo propio.   


Rina: Y, está historia, que es sumamente sencilla, me ocurrió hoy. Iba a desayunar hot cakes, mi hermano (menor que yo, cabe destacar) los come con cualquier cosa, Nutella, crema de cacahuate, miel, lechera, etc. Yo, por el contrario, solamente los como con mermelada. Alegremente fui en busca de mi nuevo frasco de mermelada pero no lo podía abrir, él estaba riéndose de mí y yo me rehusaba a pedirle ayuda, (me niego a creer que los hombres son más fuertes que las mujeres). Él, harto de verme pelear con la tapa me dijo que lo abriría para mí, yo le miré mal y le dije que no necesitaba su lástima (soy sumamente orgullosa). Al final, tras golpear el frasco en la mesa, por fin lo pude abrir. Salté de alegría ocasionando que mi hermano sólo se burlara más.


Rini: En realidad si fue bastante gracioso.


Rina: Claro que no —se cruza de brazos avergonzada— Bueno, espero les haya gustado la historia, gracias por leer.     


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