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The fox & the crow por Yae

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Notas del fanfic:

Saludos a todos los que se animaron a pasar por acá, una extraña idea que espero poder desarrollar correctamente, no hay mucho que decir.

Disclaimer; todos los personajes usados de “Naruto-Naruto Shippuden” pertenecen a Masashi Kishimoto.

La historia salió de algún recoveco de mi imaginación.

 

Disfrútenlo.

 

 

 

 

 

I.- “Allí”

 

 

 

Las escamas de los peces caían a un lado de la mesa de madera donde su trabajo consistía en quitárselas, el instrumento con el que realizaba dicha tarea era un cepillo de roble con púas metálicas. Era una labor repetitiva y aburrida, después de tanto tiempo haciendo lo mismo la pestilencia del pescado ya era lo de menos.

Ya hace más de un año que trabajaba allí y aunque el salario era ridículo, tenía el tiempo suficiente para estudiar y cuidar a su padre, además sus ancianos jefes necesitaban algo de ayuda… ya se lo había dicho él cuando le sugirió que trabajase allí.

 

“Son buenas personas y están solos, el dinero no te caería mal y solo serán unas horas”

Era verdad, ese trabajo no ocupaba mucho de su tiempo y esas personas ya eran de muy avanzada edad y sin hijos que viviesen en ese diminuto pueblo.

— Ya es tarde Itachi-kun, mejor ve a casa — la rasposa voz del dueño de la pescadería resonó en el lugar.

El nombrado, un chico de unos dieciocho años de cabello oscuro y algo largo pero medianamente sujetado en un coleta baja asintió sonriendo tan solo un poco. — Esta bien.

Dejando entonces todas sus tareas para poder asearse antes de irse, ya daban algo más de las seis de la tarde, apenas tenía el tiempo suficiente para llegar a casa y preparar la cena.

— Aquí tienes Itachi-kun, es todo lo que tengo ahora, la próxima semana te daré el restante — el anciano de estatura media y ya encorvado se acercó sujetando un pequeño sobre blanco — lo siento, espero te sirva.

— Descuide está bien — Itachi recibió el dinero guardándolo de inmediato — ya me dará lo demás después.

— Eres un buen muchacho — en la rugosa cara una expresión parecida a la gratitud se formó — puedes llevarte un par de salmones y saluda a Fugaku de mi parte.

El joven asintió, para envolver los dos salmones en papel antes de retirarse, salió del lugar unos minuto después, la oscura noche se percibía bastante solitaria, desde su nacimiento había vivido en aquel pueblito rural cerca de un pequeñísimo y abandonado puerto, el lugar era diminuto a tal extremo que contaba solo con un hospital y una única escuela para todos los grados. En resumen era uno de esos lugares donde solo llegas extraviando tu camino.

La casa donde vivía junto a su padre ya era algo ruinosa debido al paso del tiempo, con puertas corredizas era típica de Japón. Ya entrados en verano el sonido de cigarras pegadas en los arboles era común, llegó a su hogar en unos diez minutos de caminata. Ingresó con cuidado esperando hallar a su progenitor dormido, pero lo encontró en la diminuta sala intentando ponerse de pie luego de una evidente caída.

— ¡¿Dónde estabas?! — su padre un hombre de más de cuarenta años portaba un semblante rígido — ¡Ya es muy tarde! — apartó a su hijo en cuanto este lo ayudo a ponerse de pie apoyándose en las muletas que le ayudaban a caminar.

— Acabo de salir del trabajo — explicó tranquilo sin que los gritos parecieran afectarle.

— ¿Trabajo? ¿Se supone que esa inmunda pérdida de tiempo es un trabajo?  — sarcástico se dirigió a su habitación al final del pasillo, por los muebles se podían apreciar un par de marcos de fotografías que no llegaban a distinguirse con claridad, tal vez por la escasa luz que una diminuta lámpara brindaba. — Cuando consigas un empleo real donde no te paguen con pescados puedas llegar tan tarde, de no ser por tu culpa tu madre aun estaría aquí, ella ya habría preparado la comida — vociferando con amargura se encerró en su habitación.

Itachi dio un hondo suspiro ignorando cuanta palabra ofensiva salía de la boca de padre, después de tantos años escuchado solo reproches e insultos ya estaba acostumbrado.

Pero a lo que jamás se acostumbraría seria a ser culpado por la ausencia de su madre.

Luego de recoger los vasos y platillos sucios se dispuso a preparar la cena, cortando en delgados trozos el salmón preparó algo de arroz como guarnición. El sonido de las esporádicas gotas que caían del grifo del lavaplatos y el del cuchillo al chocar contra la madera para picar eran los únicos perceptibles, dejando a Itachi solo con sus pensamientos.

Cuando hubo terminado sirvió la comida, avisando a su padre para que ambos pudieran cenar juntos.

— Necesito dinero, me estoy quedando sin medicinas — fue Fugaku el primero en romper el acostumbrado silencio.

Itachi dejó los palillos aun lado. — Dime cuales necesitas, las comprare mañana después del trabajo.

— Te dije que necesito dinero — el mayor arrugó en entrecejo claramente enfadado — yo puedo ir a comprarlas.

—Revisare cuales necesitas y las traeré mañana.

— ¡Te dije que necesito dinero! — estrelló sus puños contra la mesa provocando que los platillos temblaran.

— También debo enviárselo a Sasuke y tengo lo justo para la comida del resto del mes — explicó calmado, de nuevo sin que los gritos parecieran incomodarlo.

— Eres igual de inútil que tu hermano.

El adulto se levantó con dificultad de la mesa cojeando antes de apoyarse en las muletas.

Pese a quedarse solo Itachi continuo comiendo, con sabor amargo terminó de cenar para ponerse a lavar los platos y a limpiar un poco, temprano asistía a clases por lo que debía ganar tiempo, una vez que terminó con los quehaceres fue a su habitación para empezar con las labores del colegio, las paredes de su cuarto eran de suave color marfil, empapeladas en su totalidad, solo un pequeño librero junto al kotatsu y al funton llenaban el lugar.

Encendió la pequeña lámpara para distinguir mejor, la tinta corría por el papel en tanto le daba forma, ya acostumbrado al silencio sepulcral de la noche fue el ligero golpeteo en su ventana lo que llamó su atención.

Nada parecido al pequeño “Tick” que la rama atorada de un árbol ocasionaría o tal vez el pico de alguna avecilla perdida, mas parecían los golpes de alguien que llama a la puerta para que le dejasen entrar. Recorrió las cortinas sin ver nada ni a nadie tras el cristal. Abrió la ventana asomándose fuera…

Nada, salvo un absoluto mutismo.

Los sonidos parecían haber desaparecido por tan solo por un par de segundos, pudiendo percibir algunos ladridos a lo lejos y el resoplar del viento después.

Itachi indagó a su alrededor con su profunda y oscura  mirada, pasando el dorso de su mano por su rostro, sobre sus ojeras marcadas, soltando su cabello, tal vez era solo el estrés. Unas horas después, pasada la media noche se acostó a dormir, casi sin poder conciliar el sueño.

Alguien parecía observarlo dormir y aunque ya no oyó ningún ruido extraño fuera de su ventana, su sentido de preservación le sugería mantenerse alerta.

 

 

 

 

Luego del amanecer y tener listo el desayuno a las siete de la mañana salió de su casa, encaminándose directamente al cementerio del pueblo, de rejas oxidadas y un decrepito vigilante no mantenían en muy buen estado el lugar.

Un ambiente de muerte y descomposición recorría el entorno pintándolo lúgubre pese a que era de día, antes de llegar a su destino pareció arrepentirse, dudando entre continuar o salir, optando por lo segundo, de regreso vio a una mujer llorando frente a una lápida.

De largos cabellos rojizos derramaba amargamente un sinfín de lágrimas, se detuvo tan solo unos segundos a contemplar antes de salir.

El uniforme del colegio consistía en una simple camisa blanca de mangas cortas y pantalones negros, para las mujeres era el mismo salvo que ellas llevaban falda con pliegues.

Aún era muy temprano, así que todo se hallaba en silencio, de detuvo en su taquilla para cambiarse de zapatos, el establecimiento era de un solo piso donde las aulas se dividían cada dos grados por la falta de profesores, no era la mejor educación, pero la única que había. Pudo haberse ido hace años, pero su padre enfermo que se rehusaba a abandonar la casa donde vivían le hizo imposible lograrlo.

Se encaminó a su salón, sus pisadas resonaban en todo el lugar, con un par de libros en manos poco antes de llegar una muchachita de su salón salía corriendo y llorando pasándolo de largo, su atención recayó en ella por breves segundos, segundos en los que siguió avanzando para chocar sin darse cuenta con quien salía a toda prisa también del salón, debido al impulso del chico ambos cayeron ruidosamente al piso, con los libros tirados y algunas hojas que salieron volando.

— ¡Maldito imbécil!

Itachi reaccionó ante el insulto y más siendo sujetado por el cuello de la camisa para ser estampado contra el muro más cercano.

— ¡Fíjate por donde caminas idiota!

Volvieron a gritarle, un par de opacos y furiosos ojos azules se clavaron en suyos, la cabellera rubia alborotada por completo parecía sacudirse con vehemencia, Itachi no se inmutó, analizaba el rostro contrario; esas curiosas marcas que parecían rayarlo a cada lado. Y antes de que pudieran seguir gritándole de un empujón certero alejó al furibundo muchacho ojiazul de su persona.

— Deja de gritar — hablo por fin, pero aquellas palabras se oyeron más como una orden.

— ¡¿Qué?! — el rubio se veía más enfadado y dispuesto a agarrarse a golpes con quien estuviese delante suyo, curiosamente siendo Itachi el único blanco.

— ¡Naruto!

Una tercera voz apareció en escena, al verle el recién nombrado contuvo su creciente ira presionando sus puños con mucha fuerza, además de sus dientes que chocaban entre sí, sin decir ni una palabra se apartó por completo para retirarse a paso firme dedicándole una última mirada de advertencia al pelinegro

— Ya saben que están prohibidos los pleitos — quien intervino se acercó a Itachi, su cabellera era plateada y llevaba cubierta su boca y parte de su rostro — vi a Hinata salir llorando. ¿Qué le hicieron?

— Yo acabo de llegar — Itachi ignoró la acusación por parte de su maestro, de nombre Kakashi Hatake era bastante joven para ser un docente. Con cuidado recogió sus libros tirados por todas partes.

— De acuerdo — el mayor suspiró con las manos en los bolsillos —  Naruto no era así antes…

 

 

 

Los primeros periodos estaban a cargo del profesor Hatake, Itachi no le prestaba mucha atención a sus compañeros de clases y recién caía en cuenta que ese agresivo rubio también formaba parte de su salón, al parecer era de un grado inferior, tal vez su falta de interés en su entorno consistía en que el año escolar acababa de empezar.

— La próxima vez hablaremos de la diversidad cultural en todo contexto, así que lean algo para facilitar las cosas para ustedes.

Todos asintieron terminando la práctica para los de nivel superior, en tanto la otra mitad del salón resolvía ejercicios en los libros de texto, una vez terminadas esas clases y luego del receso se dirigieron al único patio para gimnasia.

Habían formado dos equipos para practicar baloncesto, Itachi se había quedado observando junto a un par de compañeros más. Sin quererlo observaba con detalle como Naruto parecía jugar con algo de violencia, oyéndose el pitazo de la maestra Kurenai observando sus faltas.

 

— ¡Deja de jugar sucio Namikaze! — gritaba uno chico del otro equipo.

— ¡¿Qué dijeron?! — se defendió de inmediato a riesgo de armar otra riña.

— Ya es suficiente, todos darán quince vueltas a la cancha — la firme voz de la profesora los obligo a obedecer — de prisa.

Entre chicos y chicas empezaron a trotar rodeando el lugar, Itachi no tuvo más opción que participar también, podía oír claramente los jadeos de cansancio de los demás, las conversaciones y las risas, todo con claridad, trotaba viendo al frente hasta que sus oscuros ojos se desviaron por unos instantes para observar hacia las mallas metálicas que separaban la cancha de la parte trasera del colegio.

Sin distinguir bien una mancha borrosa parecía observarle desde allí, sin pensarlo se detuvo para intentar ver mejor aquello que había nublado sus sentidos dejando solo el silencio, como si el tiempo se hubiese detenido.

Pero esa borrosa mancha empezaba a adquirir forma, forma humanoide y un par de manos exageradamente pálidas  emergieron de ella sujetándose del metal.

Y cuando un  rostro conocido también empezaba a surgir un empujón lo devolvió a la realidad.

— Deja de estorbar — algunas risas y la voz de Naruto fue lo primero que oyó.

Algo aturdido por la caída se incorporó ligeramente adolorido y molesto, ese rubio parecía querer provocarlo para ocasionar una insulsa pelea. Afiló la mirada dirigiéndola de nuevo hacia las rejas sin hallar nada, ni a nadie.

— Naruto, no te comportes como un cavernícola — una muchachita de cabello rosa se acercó reprendiendo al rubio.

— Él se lo busco. — se cruzó de brazos girando el rostro.

— Porque han dejado de trotar no les dije que se detuvieran — la profesora se acercó volviendo a pitar con su silbato — ¡A correr de una vez!

Itachi sacudió el polvo de su ropa, su paciencia estaba llegando a su límite. Y aquel odioso rubio no dejaba de mirarle con molestia.

 

 

 

Cuando por fin terminaron las clases Itachi  volvía a cambiarse los zapatos en la taquilla así como hacían todos. Siendo tan pocos los alumnos que asistían el colegio se vaciaba muy deprisa. Los colores amarillos y anaranjados del cielo pintaban la salida del lugar.

— A ti te estaba buscando — de nuevo la molesta voz de Naruto hizo acto de aparición.

— ¿Y se puede saber para qué? — Itachi terminó de guardar sus cosas sin prestarle atención en realidad.

— Por tu estúpida culpa ya no pude hablar con Hinata.

— Es lamentable pero no me interesa —sin decir más quiso alejarse pero lo sujetaron bruscamente, se zafó de inmediato volteando para verle a la cara a aquel salvaje troglodita.

— No llevo buen humor y desde esta mañana estas provocándome — los ojos azules lo escudriñaron como buscando el momento oportuno para golpearlo — como si me gritases que te parta la cara. — Sonrió.

— Que pensamiento tan irracional, pero que no sorprende viniendo de alguien como tú.

Naruto se sintió más enfadado, se dispuso a golpearlo hasta el cansancio, cuando su puño iba a impactarse en la mandíbula ajena el de cabellos brunos lo esquivo para luego golpearlo con la rodilla en el estómago sacándole el aire. Empezó a toser regulando su respiración, de acuerdo, se había confiado, el chico no era tan pusilánime como imaginó, pero eso solo incrementaba sus deseos de desquitar con alguien todo el enojo que sentía.

— Me las vas a pagar — y amenazó tosiendo por última vez para erguirse dispuesto a continuar.

 

 

 

 

 

*****

 

Notas finales:

 

Espero que les haya gustado, y si es así nos leemos en el siguiente, cualquier opinión, critica o sugerencia es bienvenida.

Yae.


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