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Que el viento sople a tu favor por sasodei_konan

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Notas del fanfic:

¡Hola! He vuelto con los songfic y creo que jamás me cansaré de ellos, ¡se obtienen tantas ideas de las canciones que t.t! Y ahora tocó escuchando Mago de Oz <3 ¿Conocen la canción? Que el viento sople a tu favor es una canción cuyas partes picantes junto con las imagenes de Chris Hemsworth en In the heart of the sea hicieron mi mente explotar(?).

La historia no será One-shot porque daba para extenderla xD Creo que serán cerca de tres o cuatro capítulos. Tiene muchas partes insinuadoras sexualmente como la canción(?), preparaos(?).

Los personajes son Chris Hemsworth y Tom Hiddleston u/u,

Y como en el otro Hiddlesworth que tengo; Shy, puse también la categoría de The Avengers porque... ahí uno se guía gran parte de las veces, espero y que no les moleste.

“Arriad las velas, derecho el timón,

por horizonte la mar.”

 

Fue el potente grito del capitán del barco junto con una gran risa luego de ver cómo el viento se llevaba su sombrero. Los marineros, riendo, acataron sus órdenes con rapidez para aprovechar de aquel mismo viento que golpeaba furioso sus espaldas y hacía jugar sus cabellos. El capitán conocido como “The mighty Hemsworth”, llevaba el nombre real de Christopher Hemsworth. Los más cercanos lo llamaban Chris, para sus enemigos era “El sonrisa socarrona” y para las señoritas era simplemente el pirata más sexy en vida. Con un cabello rubio no muy corto dejando unos flequillos a cada lado de su rostro, barba siempre corta o muy pocas veces afeitado, ojos azules que las historias contaban que el mismo mar había confeccionado para él, alto y musculoso cuerpo con un bronceado propio de australiano, y finalmente pero no por ello menos importante: una media sonrisa que hacía suspirar a las damas, reír alegre a sus marineros y arder en furia a sus rivales. Aquel era Hemsworth, el pirata.

Sus tres barcos eran llamados India, Sasha y Tristan en honor a los hijos que la muerte le había arrebatado junto con la difunta madre; Elsa, de quienes guardaba celosamente una fotografía en su habitación y en un collar sobre su pecho. Él abordaba siempre el primero, que era con el que había comenzado y lo había llevado a la gloria en el Pacífico, los otros dos los había conseguido luego con esfuerzo y con mucho mejor apoyo militar. Con ellos, había atraído a su tripulación y con su carisma capturó su confianza.

Buscados por las costas de Asia y pronto por las europeas, se paseaba por donde deseaba y conseguía lo que quería con un buen lenguaje y una espada contra el cuello ajeno. Para su suerte, gran amigo del capitán de la armada estadounidense: Christopher Evans, por lo que se había salvado de muchos líos gracias a él, un amigo que agradecía desde el fondo de su alma. Mientras que en Australia era querido, pues solía llevar oro y alimento para ayudar a los necesitados y siempre daba un lugar en sus barcos a quien quisiera hacerse con un oficio.

Ese era el poderoso y conocido Hemsworth, que bajaba de la toldilla hasta cerca de la proa, donde descansaba su sombrero. Se inclinó y volvió a posarlo sobre su cabeza, dando una cómica maldición al viento por haber hecho aquello. Sus marineros rieron, algunos bebían algo de ron que ofrecieron a Chris. Éste aceptó una botella y volvió frente al timón. De su cadera sacó un mapa general para buscar la deseada Inglaterra, su próximo destino.

-¡Caballeros! Qué digo, ¡sucios y embusteros compañeros míos, es hora de ir por un buen botín! –Gritó alzando la mano con la que sostenía la botella, obteniendo gritos extasiados de repuesta-. Las elegantes tierras de la nueva Inglaterra nos esperan, ¡sus hombres y mujeres nos llaman y ofrecen sus riquezas! Sería muy mala educación nuestra rechazarla… Así que, ¡allá arriba en la cofa, hombre, velas superiores hacia el éste! ¡Por acá, a toda velocidad, vamos a visitar al Rey!

Llegando a las costas de Brighton, anclaron velas y comenzaron buscando aquello que se les antojara, Chris daba libre albedrío a sus marineros con tal de que no se metieran en muchos problemas si no se encontraban acompañados. Por su parte, él optó por ir en búsqueda de nuevas ropas y alguna prostituta para divertirse luego de un mes en el océano. Esa vez pagó el precio total de las ropas, usualmente daba menos, pero aquel hombre que le había atendido había sido muy agradable como para poner su sable contra su cuello.

Estrenó sus nuevos trajes luego de tomar una buena ducha, caminando por las calles y ganando más de una mirada sobre todo de las mujeres que se abanicaban coquetas al verle pasar, y él, como el caballero que era, les sonreía o guiñaba el ojo. Sus pasos se encaminaban a una taberna recomendada para ir a conseguir barriles de cerveza y mucho ron. Al entrar, el tabernero lo reconoció rápidamente y le ofreció lo mejor que tenía a un justo precio para el pirata, cuidaba su cuello.

Mientras iba a dejar los barriles a su barco informó a sus marineros que se quedarían un par de días ahí, quizá una semana, así que más les valía no hacer mucho estruendo hasta el último día. La voz se corrió no solo entre los marineros, sino que también en la gente del puerto que se veía enterada de la llegada de no uno, sino que tres barcos piratas. Los rumores llegaron hasta oídos de las autoridades del lugar, no mucho pero se mantuvieron atentos a los posibles bullicios.

 

Nuestro destino la gloria, mi amor,

y tu cama mi hogar.

 

Esa noche se juntó la tripulación en la misma taberna donde el capitán había comprado para beber. Cerca de doscientos hombres esparcidos que no fueron más, sólo porque otros estaban cansados y sólo deseaban dormir, ya fuera acompañados o no. Chris brindó por la suerte que el mar les brindaba y alentó a sus hombres a satisfacer sus necesidades de bebida, buena comida y mujeres u hombres.

Él también fue a satisfacer aquella última necesidad, aunque antes fue a darse un buen gusto yendo a una joyería por un anillo y un reloj de bolsillo, ambos de plata, pues el oro prefería verlo decorando el cuerpo de las mujeres o mejor aún, hecho monedas en sus manos. Así además atraería a un buen público distinguido, quizá consiguiera a una mujer sin tener que pagar como en tantas otras veces. Sin embargo, no fue aquello lo que consiguió.

-Vaya, qué buena elección, caballero –comentó una amistosa voz a su lado cuando pidió el reloj al vendedor.

Intrigado, giró a mirar a quién se lo había comentado. Un hombre alto, casi de su altura, de cabellos castaños muy bien peinados, perfumado exquisitamente, ojos verde agua que parecían lagunas de ensueño, piel blanca aunque ligeramente bronceada, ropas claramente caras y refinadas que sólo los de clase alta podía obtener, sin mencionar su vocabulario que parecía ser más rico con ese acento británico y distinguido.

-¿Lo cree, amigo? Es una belleza –comentó luego de ofrecerle una sonrisa.

-No sabe cuánto, caballero, pues yo venía con el mismo objetivo en mente –comentó riendo-. Supongo que podrá haber otro que sea cercano a su perfección –observó el mostrador con lujo y detalle.

-Puedo cedértelo si tanto lo deseas, amigo, hoy por ti, mañana por mí –dijo haciendo detener al vendedor-. Puedo quedarme con aquel.

-¡Vaya! No me parece justo, usted ha decidido comprarlo antes que yo.

-Venga, no hay problema, veo en tus ojos el deseo por aquel reloj, no puedo quitártelo.

-Pero debo protestar…

-Nada de eso, ¿no ves que trato de hacer una buena acción? –Hemsworth rio por sus palabras.

-Está bien, no puedo seguir negándome. Lord Wyne, pagaré por aquel reloj y por ese otro que escogió el hombre que tengo a mi lado.

Chris lo miró sorprendido ante sus palabras, no esperó nada así por ningún momento. –De acuerdo, soy yo quien ahora debe protestar…

-Usted lo ha dicho, hoy por ti, mañana por mí.

Sin darle oportunidad de reclamar a Chris, aquel hombre pagó con las respectivas monedas de oro por los relojes y entregó el propio al pirata. Éste se preguntó si sabría con quién trataba, quizá aún no encajaba en la lista de los buscados por Inglaterra, pero sabía que tanto su rostro como su nombre eran conocidos por doquier. Por ende, cuando salieron de la tienda exigió saber su nombre.

-Mi nombre es Thomas William Hiddleston, honorable caballero –respondió aquel con una sonrisa que le pareció tan angelical como las mismas esculturas italianas.

-Hiddleston… -Repitió el pirata.

-Nobleza, sí. Usted es un forastero, ¿no es así, caballero? Su extravagante bronceado y acento australiano me lo revelaron apenas escuché su voz, sin mencionar que parece no conocerme.

No, joder, demasiado apetecible como para no intentar seducirlo esa misma noche y acomodarse entre sus piernas para quitarle el aliento. Además, ¿nobleza? Podría sacar un buen premio al ganarse la confianza de Tom, después de todo, éste parecía fácil de abordar e interesado por conocerle.

Se mordió el labio inferior y le sonrió con aquella sonrisa que hacía suspirar a las damas.

-Es verdad, todo, y con respecto a lo último me encantaría saber más de ti, Lord Hiddleston.

-Oh, vamos, sólo dígame Tom y acompáñeme a pasear por aquí para conocernos más, estimado caballero que aún no me da el placer de saber su nombre.

Chris lo observó encantado por unos segundos, no quitaba su sonrisa.

-Puedes decirme Chris, lo demás te lo dejaré de incógnita…

Comenzaron a caminar cercanos al puerto, donde las luces de las lámparas de aceite aún podían aclarar su camino, sin contar con la luna creciente que se reflejaba en el tranquilo mar y las millones de estrellas que la acompañaban adornando el cielo.

Ahí, Tom le comentó acerca de la ciudad y las delicias que podía ofrecerle junto con Inglaterra en general. Le hablaba de la magnífica economía que llevaban los pescadores y agricultores, la poca presencia de la armada por allá aunque múltiples visitas desde Londres, los grandes campos de cultivos en los cuales se encontraban los de su familia. Chris lo escuchaba atento, encantado de cuan buen anfitrión había conseguido aquella noche sin esperarlo y por supuesto, para no dejar escapar algún detalle que luego fuera de ayuda para sus planes. No evitaba mirar sus labios descaradamente, a lo que no sabía si su acompañante se hacía el desentendido o simplemente no lo notaba.

A cambio de eso, el rubio le regaló unos comentarios acerca de su país natal, el maravilloso clima tropical que podía encontrar y las actividades con las que un caballero de su linaje se podría divertir, sin olvidar la propuesta de que podría ir ahí siendo su invitado y prometería ser tan buen guía como Tom lo estaba haciendo, el inglés no hacía más que responder encantando y con algunas melodiosas risas. Muchas veces Chris comentó lo bellas que eran, mientras Tom reía más, pero nervioso y evitaba el contacto visual.

Pronto se encontraron sentados por donde la luz era menor, permitiendo un mejor vistazo a la preciosa noche que se les presentaba sobre sus cabezas. Estaban más allá del muelle para evitar ladrones y “damas de compañía”, como había dicho Tom.

Cuando estuvieron en silencio, el pirata se dio el placer de preguntar más sobre aquel hombre para ir seduciéndolo en la larga noche que tenía por delante.

-¿Sabes, Tom? Me sorprende lo confiado, agradable y bueno que eres con un hombre como yo que apenas conoces, ¿por qué? ¿También querías hacer una buena acción?

-Hehehe, admito que me gusta mucho conocer nuevas personas. Me llamó mucho la atención su acento, ¡jamás había conocido un australiano, no podía desaprovechar la oportunidad! Y mire, resultó de ser un caballero muy educado y agradable.

-Sin embargo, también es algo peligroso por las noches y sobre todo en un puerto. Anda, sé que me estás ocultando algo.

El inglés suspiró con una ligera sonrisa al verse atrapado. Columpió sus pies sobre la piedra y se inclinó de hombros.

-Está bien, necesitaba también distraerme. Tengo dos hermanas, la menor contrajo matrimonio hace unas semanas mientras que la mayor, hace ya algunos años. Estoy demasiado feliz por ellas, sus maridos son hombres de bien que hasta han sido buenos en la administración de nuestras cosechas, el mayor incluso hará que el hijo que viene en camino lleve de primer apellido el nuestro, por lo que no podría estar más orgulloso. Sin embargo, ya han vuelto a fastidiarme con que debería contraer también matrimonio, que siendo el hombre de la familia debo dar herederos y todo ese asunto. Pero, ¿para qué? Ellas los están dando y son dignas y suficientes para mantener nuestro apellido.

Hubo unos momentos de silencio en los que Chris pudo escuchar el pequeño suspiro que huía de esos labios que ansiaba probar. No hizo comentario alguno, dejó que descansara unos segundos y prosiguiera con su narración hasta que le diera el permiso de entregarle algún consejo o apoyo.

Tom prosiguió. –Sé muy bien que debo hacerlo, soy un hombre maduro y con suficientes señoritas que podría desposar, pero, ¡no es lo que yo quiero! –Pronto sus ojos parecieron volver a brillar en una mezcla de éxtasis y anhelo-. Yo quiero vivir más de mi vida libre de compromisos, quiero seguir viajando, quiero conocer los rincones del planeta que habito, puedo mantener los negocios de la familia. O de lo contrario encontrar una dama que no piense en formar una familia aún, una jovencita que se atreva a salir de Inglaterra conmigo y sienta éste fuerte deseo por conocer fuera de las fronteras. Aventura, eso es lo que deseo –se levantó y miró el cielo con aires soñadores-. Quiero conocer otras lenguas y culturas, quiero sentir la adrenalina de luchar algo que no sea esgrima, quiero dejar de ser un hombre de negocios por al menos un día y sumirme en los placeres de la vida.

La sonrisa estaba estampada en ambos rostros aunque por razones diferentes. Chris estaba encantado con aquel hombre, tenía el espíritu de un muchacho pero la sabiduría de un anciano, y la madurez apta para su edad. Ansió raptarlo, llevarlo consigo y hacerle probar lo dura que era la vida en los océanos, pero a la vez lo fantástica que llegaba a ser cuando ya se acostumbraba.

Lo observó de pies a cabeza y decidió hacer un primer acercamiento más íntimo, aquellos pantalones blancos le iban muy bien con esas largas piernas y para qué decir de su buen trasero. Se levantó para estar junto a él y rodeó sus hombros con su musculoso brazo, atrayéndolo hacia él de forma amistosa con pequeños matices seductores.

-Veo tu sed por vivir la vida, amigo, y pudo comentarte que yo vivo algo así, estaría encantado de seguir comentándote acerca de mis aventuras por los océanos y continentes. Cerrando tus ojos y dejándote llevar por mi relato, estarás viviéndolo en un mundo que toma lugar en tu cabeza, pero que puede ser tan real como el tacto del frío viento contra tus mejillas –susurró cercano a su oído derecho, provocando un escalofrío en el cuerpo ajeno.

 

Somos ladrones de corazones,

por oficio saquear toda ciudad del puerto que hay en tu mirar.

 

Tom giró ligeramente el rostro para verlo de reojo, se lamió inconsciente el labio inferior e hizo enloquecer a Chris silenciosamente. Sin ni un indicio de querer separarlo le dedicó una suave sonrisa y lo invitó a seguir caminando ahora más adentrado a la ciudad, pidiendo por favor que también siguiera con los relatos de sus aventuras.

Así lo hizo aquel pirata pero sin dar seña alguna de su fama como tal, sólo dándose a conocer como un aventurero, un hombre gustoso de dar pelea cuando era necesario y también cuando se le antojaba. Le sacó un par de risas a Tom que hasta parecía un niño atento a cada una de sus palabras, parecía sentirlas en sus huesos y sus ojos humeaban de emoción. Se habían separado del abrazo, pero caminaban juntos hasta casi estar brazo a brazo apegados, Chris rodeaba de vez en cuando su cintura sin ser muy atrevido pero logrando cautivar la confianza del contrario. Hacía mímicas de alguna de sus peleas, describía tan bien cómo podía los paisajes que había contemplado y las tempestades que había vivido en el azul.

Pronto se vieron en lugares más lejanos a la ciudad, estaban cercanos a los campos de siembras pero a ninguno les molestó el ambiente mientras siguieran viendo el camino que tenían por delante. Claramente llegó el momento que así pasó.

-Vaya, nos hemos alejado bastante –dijo Hemsworth desorientado.

-Sí, pero estamos en mis campos, no le iba a llevar a caminar donde me perdiera –rio Thomas-. Disculpe si sueno atrevido, pero estoy muy cautivado con sus historias como para cansarme de escucharlas, pero también comienzo a sentir mucho frío y…

Antes de que terminara de hablar, Chris había rodeado los hombros de Tom con su gabardina de cuero para mantenerlo caliente. Le frotó amistosamente los brazos para brindarle más calor, y esperó que siguiera hablando.

-Esto no era necesario, ahora será usted quien tenga frío –protesto apunto de quitarse el abrigo.

-No, Tom, ya te he dicho que he resistido tempestades en las que he sufrido más frío, éste clima para mi está bien y bueno, tampoco quiero que por ello te debas separar de mi lado hasta que llegue la hora que necesites descansar –le dijo encantador, caballeroso.

El británico volvió a reír aunque con cierto nerviosismo.

-Gracias –dijo sonriente, aunque sintiéndose ligeramente incómodo al verse en el lugar de muchas señoritas que había conocido, señoritas que al sentir frío, él las rodeaba con su abrigo y un abrazo. Despejó su mente y continuó hablando-. Precisamente de eso estaba hablando, como la noche cada vez es mayor, quería saber si estaba quedándose en algún lugar, pues si no es el caso estaría encantado a invitarle a quedar en mi mansión por ésta noche, aprovechando que estamos cerca. Le serviré un buen té negro con unos dulces, y así podré seguir escuchando sus historias.

Aquella invitación no había podido ser mejor para el pirata. No sólo estaría más tiempo con aquel, sino que también tendría alojamiento gratis, buena comida y compañía, y ésta última sería más fácil de seducir en el seno de sus aposentos, donde se sintiera más en confianza. Aceptó sin chistar.

-Eres un encanto, Thomas, los cielos no pudieron enviarme mejor regalo que tu conversación en aquella tienda, pero sigo creyendo que me aprovecho de tu buena forma de ser, ¿cómo puedo pagarte?

-¿Diciéndome su apellido?

-Entonces tendré que negarme, usted como aventurero debe averiguarlo…

-Entonces con sus historias –le guiñó-. Vamos, es por aquí.

Complacido por aquel coqueto gesto, el pirata siguió a su anfitrión por la oscuridad de las siembras. A lo lejos, pudo divisar una mansión iluminada digna de un hombre como Hiddleston, a las cercanías veía a unos guardias que saludaban con una reverencia al otro y lo veían de pies a cabeza, cerciorándose que no fuese un peligro para Tom. Le restó importancia, pero sí ocultó su sable bajo su gabardina para no verse como una amenaza ante los hombres.

Deslumbrado y encantado, eran esas las palabras para caracterizar el rostro de Chris cuando entró a la mansión y presenció la gran cantidad de pinturas, conocía una que otra pero la gran mayoría jamás había visto. Una enorme sala perfecta para hacer un baile, a un lado de una ventana un piano de cola reluciente, unas escaleras que seguramente daban a las habitaciones de algunos criados y a la de los dueños del lugar. Y muchas, muchas reliquias con las que obtendría el oro suficiente como para mejorar sus barcos. Aduló al dueño por su hogar sin quitar aquella expresión en su rostro.

-Vamos a la cocina, prepararé un poco de té, mientras, vaya recordando alguna de sus hazañas –comentó Tom con una gran sonrisa al guiarlo a la cocina.

El pirata observó las lujosas jarras que llevaban preciosas flores, las cortinas de seda que seguramente era traída desde la misma India junto con las alfombras, un candelabro gigante sobre sus cabezas, el piso de madera brillaba de limpieza y se sentía el buen aroma. Rio para sus adentros, no se parecía nada a sus barcos sucios con no más que la escultura de su tripulación bebiendo.

Dentro de la amplia cocina encontró una criada que saludó con una reverencia a Tom, luego lo saludó a él y ofreció de inmediato sus servicios.

-Anne, puedes ir a descansar, esta noche deseo ser quien atienda a mi invitado –dijo el castaño tomando entre sus manos las de la criada.

-¿Está seguro, mi señor? No tengo problema en atenderles, es un placer para mí –insistió la mujer.

-Para nada, querida, mira ese rostro somnoliento que traes, ve a dormir –finalizó y dio un beso en la frente de la mujer.

-Muchas gracias, mi señor, buenas noches –le sonrió y luego hizo una reverencia a él y a Chris-. Buenas noches, caballero.

-Buenas noches, dama –respondió Chris.

Cuando la sirvienta se retiró de la habitación, el rubio se atrevió a acercarse a Tom. –Eres muy de piel con tus sirvientas, me sorprende.

-¿Por qué? Son mujeres de bien, cuidan de la familia y por ende ya son parte de ella, ¿creías que debería tratarlas como si fueran menor que yo? –Rio-. Ni a mis caballos los trato así.

Admirado por el gran corazón que poseía Tom, Chris hasta llegó a sentirse mal por haber pensado algún momento en robar alguna de sus joyerías.

El inglés le ofreció tomar asiento mientras calentaba el agua para el té. De un mueble, sacó unos dulces que sus sirvientas habían hecho por la mañana: bocadillos de canela. Los dejó cerca de Chris para que éste pudiera comenzar a comer algunos con toda confianza, éste no dudo en hacerlo y sonreír por la delicia que tocaba su paladar. Así, comenzó otra ronda de historias acerca de sus aventuras por Asia, donde ahora era buscado por el desorden causado con su tripulación. Claramente, no comentó mucho y omitió muchas cosas, no quería desagradar a tan inocente hombre. Sin embargo, a pesar de que las cosas que le contaba para cualquiera hubieran resultado horribles, para Tom fueron motivo de muchas risas.

Bebieron un exquisito té negro con sabor a naranja y disfrutaron de los bocadillos, por parte de Tom más emocionado por cada cosa que contaba Chris, inclusive preguntaba más y le contaba qué habría hecho él en su lugar. Para la sorpresa del pirata, eran cosas inclusive más arrebatadas y más traviesas, por lo que le arrancó más de una carcajada y una broma con respecto.

-¡Eres muy travieso, Tom! ¡Suerte para tus cercanos que debes preocuparte por asuntos serios! –Bromeaba dándole un pequeño golpe en el brazo.

-Hehe, quizá, ¡pero es que me causa mucha curiosidad y adrenalina el sólo pensarlo! A veces… Me gustaría tener una vida de un pirata.

-¿Un pirata? –Preguntó con sorpresa Chris-. ¿Por qué un pirata y no un aventurero como yo?

-Porque… Debe ser muy emocionante que haya gente siguiéndote, reírse en sus caras, hacer lo que se me antoje… Oh, pero sería un caballero y no robaría a los pobres, robaría… a gente como yo –rio rascándose la cabeza-. ¡Luchar con otros piratas! Tener la lealtad de mi tripulación, aunque también cuidaría más mi higiene, admito ser muy cuidadoso con ello.

-Pero ser un pirata implica robar, saquear, tener mala higiene –bromeó con aquello-, blandir una espada para matar…

-Podría vivir con eso. Podría enloquecer como Hamlet y blandir la espada con ira.

-Pero Hamlet lo hacía por venganza.

-Me vengaría por el pueblo, por mi pueblo. Yo mismo puedo ver cuanta riqueza tengo, pero también ayudo a los desamparados, mientras otros de mi clase no hacen más que pisotearlos, hacerlos trabajar por pocas monedas y encima, los tratan peor que a sus animales…

Hubo un silencio otra vez, esta vez porque Chris se encontraba realmente sorprendido por la confesión del otro. Quizá estaría sospechando que él era pirata y sólo quería hacerlo sentir bien, o tal vez, realmente anhelaba eso.

-Saber que usted ha hecho cosas así, a excepción de la matanza, me inquieta, ¡adoraría hacer eso! Pero el estatus social… Debo permanecer caballero, ¡y no me molesta, me encanta! Pero también gustaría de hacer un poco de desorden… Tengo lo que tantos añoran y no lo disfruto de verdad –Tom suspiró.

Chris dejó su taza ya vacía sobre la mesa y apoyó los antebrazos en ella para quedar mirando al británico con una sonrisa, una afable y romántica sonrisa. –Eres… Una extraña mezcla de persona, un hombre agradecido con su vida pero sediento por aquello que no se le permite, con un alma tan tierna pero madura, conoces el límite de la estupidez y la diversión, eres… no lo sé, increíble.

-Vaya, gracias, hombre –murmuró Tom apartando la mirada por unos segundos-. No sé cómo reaccionar.

-Con las gracias que das es como debes. No, ¿qué hablo? Somos nosotros los que tenemos el gusto en conocerte, somos quienes debemos agradecer a tus padres de tu nacimiento y crianza, que tan increíble hombre han creado.

Se atrevió a acariciarle bajo el mentón, pero no sin antes no haber estudiado a Tom. Su actitud notaba una mente abierta, era cercano, de piel, se avergonzaba por las palabras que le decía y claramente no era indiferente a su belleza. Con eso, pudo atreverse a darle aquella sutil caricia que hizo reír nervioso al noble.

Tom no dijo nada porque no sabía qué y porque la risa no se lo permitía, los dedos ásperos de Chris hasta le causaban cosquillas bajo su mentón, pero su mirada no la podía sostener, lo absorbía y lo avergonzaba demasiado, parecía querer seducirlo y para su desgracia, lo estaba consiguiendo desde hace un buen rato, no sólo con la mirada. La sonrisa sólo empeoró el estado del noble. Deseo acariciarlo también, tocar aquel rostro tan atractivo con sus dedos y sus labios.

Aprovechando la instancia, Hemsworth fue acercándose con cautela hasta el rostro Tom, sus dedos continuaban acariciando bajo su mentón y ahora se atrevían a juguetear con su mejilla. No le quitaba la mirada de encima, sabiendo que esto avergonzaba mucho al castaño hasta dejarlo pasivo frente a él. Pero antes de lo que quería, buscó su mirada para advertir a Tom de lo que iba a hacer y sonreírle como todo un galante. Así subió a sus labios y los atrapó en un beso con sabor a té y canela.

Notas finales:

Es todo por ahora, pronto pondré el próximo capítulo, pero escuchando la canción podrán imaginar más o menos de qué tratará.

¡Gracias por leer! Necesitamos más Hiddlesworth en español <3.

Nos vemos.

 

 

-Deii.


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