Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Satan oscillate my metallic sonatas por Kiharu

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Joder.

La traducción del título es algo como Satanás oscila mis metálicas sonatas (joder, estoy tan cansada que ni estoy traduciendo bien... creo). No es por el significado en español, es que lo encontré como un palíndromo; yo sé que saben qué es un palíndromo.

Pensé que como esto es está weirdo y como no quería sacarme un título de la manga, me lo saqué de internet. Disculpen.

the GazettE no me pertenece.

Para fines prácticos y rápidos (aunque sé que se darán cuenta).

Kai (33 años)

Yutaka (17 años)

Notas del capitulo:

Qué digo, qué digo...

El 16 de febrero de 1998 Tanabe Yutaka perdió al amor fugaz que tuvo en la adolescencia. Desapareció tras un camión, y nunca supo a dónde fue. Su nombre era Kai. Solía decirle que seguramente se convertiría en alguien mejor, que si se esforzaba podría ser alguien genial; que se esforzara en la escuela y que nunca dejara a Kouyou, esperando que cuando lo mirara, confiara en que era el amor de su vida. Tanabe tan sólo podía decirle que sí a todo, incluso aunque apenas y entendiera lo que el otro decía.


Ahora, en 2015, había decidido buscar a esa persona. Tanabe podía recordar que era mayor que él. Es más, tenía 33 años, si se acordaba bien. Había intentado, por todos los medios, parecerse a  ese hombre. Había hecho ejercicio y sonreía para muchas personas, justo como Kai. Finalmente se había vuelto la pareja de Kouyou, y podía alegar que era el amor de su vida, justo como le dijo Kai en el invierno del 98. De alguna manera, había seguido las instrucciones que le dio, aquellas que apenas entendió. No se quejaba para nada de su vida, lo único que quería era darle las gracias… Como mínimo recordar mejor su cara, verlo de nuevo, porque no entendía la razón de que todo fuera tan borroso… O si, lo entendía, había sido porque el golpe que había recibido luego de que un auto lo arrollara por echarse a correr detrás de Kai. Estaba bastante seguro de que ya no lo amaba, al menos no como antes. Pero siempre había estado esperando ese momento para ir y decirle "gracias, he hecho algo bueno con mi vida". Claro que, obviamente no podía negar que deseaba volver a ver su rostro.  


Así que había planeado durante años qué decir, cómo podía encontrárselo, y agradecerle antes de volviera a desaparecer. Había trabajado realmente duro.


Se convirtió en esta clase de ingeniero, para crear maneras de viajar en el tiempo. Shima había estado pendiente de él todo el tiempo en el que había trabajado en eso; aunque le había ocultado la razón por la que quería volver, él no dejaba de apoyarlo. Estaba feliz con eso. Había llegado el momento de regresar, todo el trabajo de él y los demás investigadores había dado fruto: habían podido regresar algunos días, meses, años, y creía que estaba listo para todo el viaje de regreso, puesto que era él quien probó la mayoría de los viajes. Así que decidido, ordenó las cosas de viaje.


*


— ¿Estás seguro? —le preguntó, cauteloso. Yutaka se removió incómodo en su asiento, a punto de presionar el botón que lo regresaría a finales del 97.


—Ya te he dicho que sí, estoy seguro. Voy a volver pronto, no te preocupes...


—Te extrañaré. No me engañes con personas del pasado.


—Quédate sin cuidado.


Yutaka sonrió con coquetería. Se levantó de la silla y pese a que todos estaban mirándolos, besó los labios de Shima; el contacto duró poco, pero fue placentero y llenó a ambos de seguridad; regresó a la silla de viaje, un poco abochornado. Presionó el botón ya sin miramientos, y dejó de mirar a Shima, que tenía esa cara triste, como diciéndole que lo estaba extrañando desde ya.


Sintió varias sacudidas y las náuseas lo invadieron prontamente. Era la primera vez que saltaba tantos años atrás. Ciertamente estaba nervioso, pero en serio que había esperado por esto desde que comenzó a trabajar por ello. Kouyou pudo mirarlo de esa manera melancólica y suplicante, pero no iba a desistir; un hombre tenía que hacer lo que un hombre tenía que hacer. Los párpados los tenía cerrados con fuerza, temiendo ver algo indebido mientras regresaba (le había ocurrido ya, y no había sido muy grato). Una vez que el girar ya había pasado, decidió abrir los ojos. Genial, estaba justo donde recordaba que había conocido al hombre del que se enamoró por primera vez; estaba sumamente agradecido de que no hubiera fallado nada. La hamburguesería que quedaba cerca de la escuela. Miró su reloj de mano, pero ya no funcionaba. Miró a su alrededor, buscando la hora, pero no encontró nada; valiéndose de su intuición, de la cantidad de gente, pudo concluir que, por lo menos, debía faltar media hora para que saliera del instituto, pero fue mero instinto. Así que decidió comer algo, por los viejos tiempos. Palpó sus bolsillos, donde había puesto  el dinero de viaje y se levantó para ordenar una hamburguesa; después de todo, la franquicia había muerto hace un par de años y la comida de ahí era bastante buena.


Se formó, mientras miraba la lista de precios. Optó por ordenar lo que solía pedir siempre. Y esperó. Una vez que iba llegando al frente, recordó que ese día los habían dejado salir antes del instituto, por lo que se puso más alerta, esperando no verse sospechoso. Cuando logró pedir la comida, esperó con  poca paciencia. Se acordó que ese día, iba con Takanori y le habían tirado la bebida a Kai, de modo que así se conocieron (tenía algunos recuerdos de todo el proceso por el que pasó a los 17, así que sólo tenía que limitarse en los sitios correctos y dejarlo fluir, para poder recobrar las memorias perdidas). Takanori había gritado "Joder, mire cuando voltea" y él se había disculpado. Cuando la chica que atendía fue alejándose de él para ir por la orden, rezó a todas las deidades que se le ocurrieran para no estar formado en la fila cuando llegara él mismo con Takanori. Alguna de las reglas de viajar en el tiempo era, obviamente, no interrumpir con el flujo natural de los hechos. Tampoco debía encontrarse de frente con él mismo en el pasado. Así que esperaba poder terminar la comida pronto para limitarse a espiarse a sí mismo.


La muchacha del mostrador regresó con su hamburguesa y un batido de fresa, Yutaka lo miró, arqueando las cejas; la dependienta se apresuró y se justificó:


—Es cortesía de la casa, las obsequiamos con esta hamburguesa.


Yutaka asintió. Tomó la bandeja y se giró, pensando en lo agradable que era el pasado; en sus años ya casi nada obsequiaban, ni decía que era cortesía de la casa. Antes de terminar de dar la vuelta, unos chicos de instituto habían chocado con él y su bandeja, tirando el batido sobre su saco y el piso. La hamburguesa, al menos, estaba intacta. Dejó de sonreír para pensar en que quizá el pasado no era tan entrañable. Las palabras le salieron como siempre, rápidas y sin miedo.


Joder, miren al frente.


—Lo... Lo sentimos...


Oh, oh.


Yutaka palideció. Miró con quien había chocado. Esos eran él mismo con 17 años y Matsumoto, con 16. Miró su saco, lleno de batido. Los miró a ellos, de nuevo. Estaba atónito. Agradeció tener el cabello más largo, brazos gruesos y espalda ancha. Ya no se parecía a sí mismo cuando era joven. Jesús, y se había esforzado por parecerse a… ¿el mismo? El cabello largo podía simular un poco, razonó. Además, él no podría reconocerse, a fin de cuentas no se había visto siendo adulto, ¿no?  Se asustó cuando asentó su descubrimiento; cuando entendió completamente lo que esas dos líneas indicaban a su totalidad. Le dio bruscamente la charola a Takanori y salió pitando al baño.


Él era Kai. Él mismo era Kai. Él mismo había... Se había... Mierda.


Se miró al espejo. Tenía los ojos bien abiertos, mirándose la cara. Intentando acordarse a sí mismo enamorándose de él mismo. Pero no pudo. ¿Esa mierda era en serio? ¿No estaría dañado del cerebro? Quizá sólo habían chocado con él y luego chocaron con otra persona. No… Sólo había sido con Kai. Sólo con él. Se replanteó el hecho de que cuando lo atropellaron perdió algo de memoria por un tiempo, pero volvió a descartarlo cuando se acordó que en el hospital y días después, se pasó preguntándole cosas a Takanori, y una de ellas había sido que el 20 de diciembre del 97 habían chocado con Kai, de quien acabaría enamorándose; Takanori le había respondido que eso había pasado. Es más, hasta se contaron de manera mutua cómo había resultado ese día. Joder. Takanori lo había confirmado, entonces, él era el hombre. Takanori había… Sonrió un poco al pensar en su amigo, ahora eran mayores, y recordar era agradable, pero no había nada como mirarlo de nuevo a esa edad; a fin de cuentas en el futuro lucía diferente al caso raro que era a los 16. En ese momento pensó en por qué no le había preguntado de Kai cuando se rehabilitaba de lo del accidente, pero sí lo había hecho. Y Takanori le respondió que era atractivo, que hasta él cogería con… Coño. Ese recuerdo tampoco servía. Y ahora que no había visto a Takanori desde hace 2 meses, le pareció razonable que él no hubiera dicho nada, pues tampoco tuvo tiempo de avisar el viaje y el hombre, bueno, que era un cotorro con cosas insignificantes. Además, había pasado hace 16 años; si bien se acordaba de él, seguramente no lo relacionaría con el Yutaka de ahora, porque había sido demasiado espontáneo todo. Sí, claro, tampoco podía exigir tanto.


Dejó de hacer el imbécil —como él mismo denominó— y decidió limpiarse el saco. Pues bien, se dijo mientras enjuagaba la parte sucia del saco, si era yo mismo, no soy nadie para estar jodiéndome la vida. Tengo que hacerlo. Es decir, hace 16 años lo hice… Hostia puta, ni que fuera tan fácil.


Y no lo era, enamorarse a sí mismo no era cosa sencilla. Pero el bucle estaba hecho, y si no se hacía eso a sí mismo, no iba a estar ahí y… Su futuro estaba en riesgo.


*


Salió del baño luego de haber practicado frente al espejo una expresión más serena. ¿Qué había hecho luego de que se había marchado? A ver, a ver… él y Takanori pidieron comida, se quedaron con la charola, y luego buscaron sitio. Takanori no paraba de decir mierdas de él (Kai, para fines entendibles) y él (Yutaka) solo lo escuchaba. Bueno, a ver, el apodo de Kai ya lo tenía. Por una mierda, sólo debía presentarse, actuar normal, comer y luego despedirse de ellos. Se iban a  poner a charlar de algo, luego iban a tomarse algo de confianza mutua y…


SantoJesucristoRedentor.


Kai aspiró hondo y los buscó con la mirada. Desde donde estaba, los veía en la mesa del fondo, donde Takanori estaba riéndose a carcajadas enseñando la comida que traía en la boca. Menuda vista, pensó. Se acercó a ellos, todavía dudando un poco de cómo podía estar tan pendejo como para olvidarse de quien se enamoró por primera vez. Se quedó parado, frente a ellos, y Yutaka y Takanori dejaron de hacer el tonto. Yutaka se sacó la pajilla del batido de la nariz. Kai se frotó las manos con nerviosismo.


—Puedo… ¿comer aquí?


—¿Es en serio, tío? —le preguntó Matsumoto. —Hace un momento estabas que te cagabas en Dios, y luego te fuiste al baño. Pensamos que te habías largado.


—Es que me tiraron el batido encima, chicos…


—Ya pero…


—¿Puedo comer aquí? —repitió Kai. Yutaka se encogió de hombros, mirando a Matsumoto con tranquilidad, como diciéndole que no importaba. Se corrió en el asiento doble, para dejarlo sentarse. Kai se acercó su propia bandeja, que ya solo contenía la hamburguesa. Le quitó el papel con suavidad, con tranquilidad fingida y comenzó a comer. Takanori sólo lo miraba, como vigilándolo. Yutaka seguía comiendo como si nada.


—Mi nombre es Kai —dijo, de pronto.


—Yutaka Tanabe —respondió… él mismo… de… joven.


—Matsumoto —rugió el otro. Parecía esa clase de muchachitos que van haciendo burrada tras burrada pero que se ponían ariscos con cualquier agente no identificado. Ah, pero claro que era así, recordaba Kai. A la fecha (o sea, en el presente de Kai), seguía siendo exactamente igual. Sonrió un poco al pensar en todos los problemas que llegaron a atener por causa de Shima, Takanori le había un puñetazo por el numerito que montó. Pero eso sería dentro de unos días, seguro. Y no iba a perdérselo, ah, no. Podría verlo en un plano de espectador y… Takanori estaba chasqueándole los dedos.


—… ¿Perdón?


—Te preguntaba cuántos años tenías, viejo.


—Treinta y tres.


—¿Y qué se siente?


—¿Qué se siente tener 16, Matsumoto?


—¿Cómo es que sabes que tengo 16?


—Uh… Bueno, lo intuí. Tú también… ¿tienes 16?


Yutaka sonríe, niega con la cabeza y sigue masticando la hamburguesa. Claro, pensó Kai, si Takanori era menor que él. Masticó su hamburguesa, sintiéndose un poco imbécil. ¿Y ahora qué? Estaba tan nervioso que no podía recordar bien qué había pasado luego. Sin embargo, no fue necesario, pues Matsumoto se levantó, recogiendo los residuos de la comida rápida que ya había finalizado. Kai ni siquiera notó cuando acabó de comer. En cambio él y Yutaka seguían por la mitad.


—Eh, me retiro. Quedé con alguien…


—¿… Vas de coña, Matsumoto?


Yutaka lo miró, y Kai sólo pudo sonreír. Sí, ese era él. Es niñato malhablado que fumaba a escondidas con Takanori, que se reía de cuando alguien se caía al caminar y quien le untaba mayonesa hasta al pepino fresco.


—Joder, pues sí. El chico este prometió ayudarme con lengua. Es un marginado, en serio. No sabe ni cómo sostener un pitillo, y he escuchado que el otro día lo amarraron al excusado de la escuela. Menudo gilipollas ha de ser.


—Vale, irás a hacerle bulla. Hombre, pero si habíamos venido aquí para luego ir por alcohol, ¿no?


—Mis padres llegan temprano hoy, llevo al chico a casa. No te deprimas por tonterías, que no eres una chica.


Yutaka le enseñó el dedo corazón de la mano izquierda y siguió comiendo. Matsumoto se fue y Kai pensó que bueno, el destino estaba siendo bastante preciso. Se acordó de que meses después se había enamorado del apestado que le ayudó con lengua japonesa a Takanori. Sí, ese era Kouyou.


—Es un jodido gilipollas, ¿no? —dijo Kai, tomándose la confianza de quién sabe dónde, pero luchando por todos los medios hacerle plática.


—Y que lo digas. Siempre yendo a su bola y más del 50% de las veces me ha dejado tirado. Es que así no se puede, ¿no crees?


—Sí, pero parece que es amable, ¿no? Seguro que ha ido por ese chico que lo pasa mal.


Me mira, como consternado.


—No sé si eres un acosador o algo, pero yo me di cuenta de eso hace poco. ¿Cómo sabes que Takanori va por los apestados?


—Porque él fue uno, y tú le ayudaste—


—Córtalo. Estás dándome miedo. —terminó su comida y miró con severidad a Kai. —Tío, no sé quién eres ni de dónde vienes, pero estás actuando de una manera muy macabra. O me dices la verdad, o comienzas a hablarme de cosas normales.


—Ya. —pensó, mientras se preguntaba de qué me podría hablarse a sí mismo. Pensó durante leves segundos qué hacía para esas fechas que le tomara afición, y recordó que estaba leyendo como si la vida se le fuera en ello. —Has leído… Eh… ¿azul casi transparente?


Yutaka se mordió el labio, como muriéndose de ganas por contestar; no obstante, le llevó unos segundos dejar de parecer un muchacho ilusionado para volver a una pasividad externa (porque vamos, no es que quisiera quedar como un desesperado por hablar con alguien). Kai sonrió, satisfecho de sí mismo: podía encontrar temas que entretuvieran a su antiguo yo; porque, de manera natural, se recordaba cómo era antes y cómo no podía hablar del todo de ese tipo de cosas con Matsumoto (que no era que fuera imbécil, más bien, se aburría demasiado pronto de los libros).


—Sí, es…


—Maravilloso —completó Kai.


Fue así como comenzaron a hablar amenamente sobre qué impresión les dejó Ryuu Murakami, para después dar paso a una serie de libros clásicos de los que Kai hizo acopio de toda su capacidad de almacenamiento mental para poder recordar de qué iban, puesto que hacía años que los había leído. De hecho, Yutaka apenas estaba leyendo esos libros y algunos otros en esos tiempos. Kai, sin darse cuenta, amenizó el rato con su sonrisa, mientras se escuchaba con paciencia. Yutaka hablaba con un brillo especial en los ojos, como queriéndole contar cada impresión de todas las hojas del libro. Kai le entendía a la perfección, es decir, recordaba cómo se sentía de vacío para aquel tiempo, y cómo había estado refugiándose detrás de los libros y detrás de Takanori (y cómo Takanori también se escondía bajo la sombra de Yutaka, ah, claro que sí).


De esta manera transcurrió gran parte de la tarde. Luego de salir del establecimiento de comida rápida, llegaron a un parque y siguieron charlando; Yutaka olvidó por completo que Kai era alguien mucho mayor, desconocido y que apenas acababa de conocer. Pasó con naturalidad, es decir, ambos caminaron sin decir nada, ni hacer amago por irse. Sentía que se conocían de toda la vida. Sucedió de manera pasiva, mientras charlaban. Yutaka se sentía feliz porque alguien le ponía atención, lo miraba con cautela y respondía la plática con experiencia y con la misma clase de sentimientos por las que pasaba. Kai no se quedaba atrás, se sentía fresco y revitalizado mirándose hablar tan abiertamente. Estaba emocionado. Quien decía que otra persona ajen a ti mismo era “tu media naranja” con razones vagas como completarse mutuamente,  estaba muy equivocado; Kai sentía que su yo actual (el de 33 años) y su yo del pasado (el de 17 años) se complementaban tan bien que… En serio entendía por qué se había enamorado tan perdidamente de sí mismo 16 años atrás (y aunque lo entendiera, seguía frikeándose un poco pensando seriamente en ello).


Pensó en Kouyou un poco. Con Shima nunca, nunca, había tenido esa clase de emoción; la sensación de que hay alguien que puede completarte la frase y acertar cien por ciento lo que dices. Aunque de manera contundente estuviera muy enamorado de Shima, él no le decía las mismas cosas que Yutaka y bueno, era diferente. Y si él, que ya sabía  lo que iba a pasar entre ellos, se sentía tan… campante, no sabía… más bien, apenas podía recordar, lo asombrado, maravillado y embelesado que estaba su yo de 17 años. Era algo digno de ver: las mejillas sonrosadas, los labios curveados todo el tiempo en una extasiada sonrisa, las cejas alzándose cada vez que se sorprendía o recordaba algo grandioso; la manera en que pestañeaba de manera constante, y la forma en que sostenía su bolso escolar cada que este iba resbalándose por sus piernas a medida que hablaban. Incluso tenía esa maldita manera tímida (y quizá, por consiguiente, sensual) de acomodarse el cabello que no era tan largo como el de Kai, pero que al menos no era un corte de cabello que lo dejaba sin qué acomodar.


Así se les pasó el tiempo. Cuando oscureció, Yutaka cortó la conversación. Si bien recordaba, sus padres habían ido de visita con sus abuelos para esas fechas y Yutaka se había quedado a rendir exámenes pre—universidad, pero eso fue más que nada para inicios de febrero; aunque ese día todavía no iba a encontrase solo, sus padres no le reprochaban el que llegara tarde. Había puesto la excusa del toque de queda, solo para poder zafarse de Kai (porque, habiendo tenido un momento de silencio, Yutaka recordó en qué situación estaba y se dio cuenta de lo descarado que estaba siendo su coqueteo). Kai no le creyó, pero lo dejó ir luego de intercambiar correos. Porque así tenía que ser.


*


Kai dejó de alucinarse sobre eso de salir consigo mismo (pese a que no estaban saliendo como pareja). Una vez que hubo pagado la posada donde se quedaría, asentó los acontecimientos como si fueran un plato de arroz que recién caería a su estómago. Su taza de café humeante le resultó deliciosa, incluso pensando en que estaba siendo un poco estúpido al pensar en que salir consigo mismo no era tan mala idea. Era evidente que, si quería que las cosas funcionaran, debía ser amable y dejarse llevar (la combinación perfecta para que todo salga mal). Yutaka era joven, indeciso y se sentía una mierda (qué le contaban a Kai, si él ya se la sabía de la pe a pa), pero aun así recordaba qué le gustaba, que le angustiaba y qué le sucedía, por lo que le resultaba fácil tratar con él. Además, no era ningún profeta destinado a cambiar el flujo de los acontecimientos, se limitaba a ser parte de la historia y para esto él tenía que pasar por eso. Así que bueno. Tendría que engañar un poco a Kouyou… pero no era tan grave porque era… era con él mismo y…


Oh, malditaseacoño. Qué más daba. A Takashima ya iba a conocerlo; básicamente fue una aventura, un amor violento que sucedió antes de que se conocieran por medio de Matsumoto. Meditó acerca de Kouyou durante un tiempo más, preguntándose qué haría, si lo extrañaba o no, o si habría estado leyendo la novela que había visto en el tocador de su habitación (no recordaba el nombre), o si en realidad era como engañarlo. Cuando comenzó a deprimirse, regresaron sus pensamientos a Yutaka. La manera ansiosa con la que movía los dedos, el exceso de efusividad cuando hablaban de algo interesante, las uñas mal cortadas y mordidas (en las que se había fijado en la hamburguesería), los zapatos lustrados de la escuela; debía añadir ese mal corte que, si mal no recordaba, se lo había hecho su madre antes de partir, quizá por eso se acicalaba tanto el cabello, quizá no estaba coqueteándole—… No, eso sí que era coquetear. Lo sé. Recuerdo eso. También ese tic nervioso de parpadear de manera constante… Jesús, si quera patético.


La adolescencia apesta.


Kai se acostó pensando en él mismo, en cómo haría para poder enviarse correos y quedar de nuevo, en cómo debía actuar y todo ese conjunto de mierda que se piensa cuando uno intenta conquistar a alguien. Claro que, uno no piensa en cómo conquistarse a uno mismo… O si.


 


Pero no se necesitó de su gran colaboración. Por la mañana, Yutaka le había enviado un correo donde hablaba de una película que había visto y que lo había dejado bastante impresionado: el sexo de las estrellas. Kai hizo memoria pero poco podía recordar, así que le pidió una explicación y su opinión. Le respondió que mejor quedaran, porque había tenido varios puntos que destacar. Y así lo hicieron, se encontraron en el centro y charlaron durante toda la tarde (había clases y Yutaka no era tan rebelde como para brincárselas). Kai escuchó con atención todo lo que el otro tuvo que decir, acordándose poco a poco de la película, y luego dio con objetividad su opinión. Yutaka sonreía con satisfacción puesto que él había opinado de una manera bastante similar. En algún punto de la conversación llegó a la conclusión de que no le importaba que fuera mucho mayor que él, porque incluso siendo así de maduro veía que respetaba sus opiniones y muchas eran mejoradas con sus comentarios. Matsumoto no era ni un asomo de lo que era Kai. Kai lo entendía. Kai sabía de lo que hablaba, Kai le sonreía y Kai parecía ser la voz de la experiencia, a quien realmente hacia algo como admirar.


*


Y sucedió que, por las siguientes semanas, todas las del mes de enero, se veían cada tercer día sin excepción. Kai tenía demasiado tiempo libre (y agradecía haber llevado todo ese dinero consigo, de lo contrario habría tenido que encontrar alguna especie de trabajo), así que a ratos, se paseaba por la periferia del instituto, luego iba a comer algo. En uno de sus rondines matutinos, un día que no veía a Yutaka, se encontró con Kouyou. El corazón le latió rápidamente, podía recordar muy bien cómo lucía de joven y era, en pocas palabras, deplorable y adorable (algo así como un niño miserable que es muy hermoso). No sabía si acercarse o no. Kouyou nunca le había contado nada sobre algún hombre charlando con él, así que supuso que no había hecho nada. Se sentó en un banco lejano a donde estaba Kouyou, saltándose clases en un parque, mientras miraba sus manos. Traía la ropa mojada y desarreglada y se acordó, súbitamente, que era acosado en la escuela. Tuvo unas ganas irresistibles de consolarlo, pero de hacerlo cambiaría la historia. Así que lo observó, sintiéndose miserable a cada segundo. Tenía el cabello hecho una gran maraña, pareciendo hasta sucio, y en ratos, los hombros se le sacudían con violencia. Abandonado a sentirse mal por no poder hacer nada (sin siquiera acordarse de Yutaka), reflexionó sobre cómo Shima nunca hablaba del instituto, por lo menos antes de que Matsumoto, Shima y él se había hecho muy amigos. De hecho, hasta el peinado se había cambiado, aunque suponía que quizá era que tenía toda la cabeza desordenada, quizá ese había sido el incidente de los baños en donde…


Kai paró el flujo de recuerdos. ¡Pues claro! Sí, debía ser esa vez. Apenas podía acordarse bien, pero habían encontrado a Shima amarrado a un excusado, llorando y todo mojado. Joder, joder. Kai dejó de poder acordarse de las cosas. No podía ver más allá, no conseguía el fragmento de historia que necesitaba. Se acomodó en el banco desde donde espiaba, y vio cómo aparecían Takanori y Yutaka; este último siguiendo el primero a un paso errático desde lejos. Se preguntó qué pasaba, pero luego lo vio todo muy claro: Matsumoto tenía un aspecto terrible, con ese cabello desordenado y el labio roto, Yutaka no se queda atrás, traía sangre escurriéndole de la nariz y parecía caminar difícilmente, además de que parecía haberse arrastrado por todo el patio escolar.


Kai pensó sobre ello. Recordó rápidamente sobre cómo habían sacado a Kouyou de los excusados y luego le habían gritado que se largara; éste había obedecido casi con miedo, y luego ellos… ¿se habían peleado con los que estaban acosándolo? Como no tenía ese pedazo de cinta, lo concluyó por su aspecto. Algo que sí podía recordar (y que alimentaba su hipótesis), era que Shima se había disculpado demasiado ese día.


Mientras los veía charlar, recibió un correo de Yutaka, donde le preguntaba si podían quedar en su casa (hasta se había tomado la molestia de ponerle la dirección de su casa); el mensaje estaba escrito con poco ánimo, porque Yutaka solía usar bastantes emojis para expresarse. Sus padres iban a salir, así que tenían tiempo para ellos; Kai se levantó y fue a la farmacia, porque había sido herido y en casa no había material de curación… Se maldito a sí mismo por recordar datos poco útiles y no el asunto que de verdad atañía.


En lo que compraba gasas y alcohol, intentó hacer memoria de lo que pasaría en casa. Y oh joder, recordó un poco, tan solo un poco; ese pequeño recuerdo lo hizo temblar, queriendo saber qué más pasaba, frustrándose al mismo tiempo por no poder ahondar más en su cabeza. Estaba a punto de irse a meter al bote de la basura cuando la señorita del mostrador le cobró y le entregó su mercancía en una pequeña y blanca bolsa. Kai estaba asustándose por el recuerdo, no sabía qué hacer; se preguntó cómo era que su cabeza de 17 años estaba tan salida. En aquel momento, se acordaba bien, le parecía la mierda más normal del mundo, lo más natural, lo que siempre pasaba. Pero si ahora lo pensaba, ya con 16 años más, era hasta difícil imaginarse en la situación.


Sacudió la cabeza y caminó directo a casa. Conocía el camino de manera perfecta, incluso mientras caminaba pensaba en que podría hacerlo con los ojos cerrados (no sin caerse, pero algo era algo). Por el camino, fue acobardándose de manera arrolladora. No se sentía preparado para… con él mismo… Creyó que lo mejor era irse, pero cuando menos se lo esperó, estaba afuera de la casa de sus padres y a lo lejos, según divisó, venía Yutaka caminando de manera irregular. Habían llegado al mismo tiempo.


—Has llegado… temprano —dijo Yutaka, mientras rebuscaba en la mochila para hallar las llaves. Kai se vio tentado a decirle que estaban en el bolsillo de enfrente, donde siempre las dejaba. Pero sabía que ponía a Yutaka nervioso y decidió no interferir en absoluto. Cuando por fin consiguió las llaves, las introdujo y ambos pasaron. Kai no tenía nada de que sorprenderse, excepto de su propia serenidad al estar ahí. Los muebles seguían de la misma manera, incluso 16 años después. Su madre era una mujer de costumbres y su padre tendía  viajar tanto que bueno, nada que extrañar.


—¿Cómo están tus heridas? —preguntó Kai con cautela. Yutaka no había contado nada de ello en su mensaje, pero obviamente se veían a simple vista (a Kai le dieron ganas de abofetearse a sí mismo dado que Yutaka no había contado, él solo lo había visto y lo supo, así que… ¿Cómo coño voy a explicar esto?). Intentó que su pregunta sonara más bien casual, pero con la intensidad suficiente como para que el otro respondiera y siguiera la plática.


—Mal, supongo. Me metí en una pelea, junto a Takanori, sabes.


—¿Qué pasó?


—Bueno, verás: hay un chico llamado Takashima, es esa clase de persona que podríamos denominar de ratón de biblioteca. Algo tienen contra él y están acosándolo —Yutaka se recargó contra el barandal de las escaleras, donde ambos se habían quedado. Kai contuvo su risa al pensar en que, no era que Shima fuera un ratón de biblioteca, más bien se quedaba en la biblioteca para leer manga—. No es que queramos hacerla de guays, pero creemos que si nadie intercede por él, es lo mínimo que haríamos si alguien nos acosara a nosotros.


—Un gesto de nobleza tuyo y de Matsumoto. Pues vaya, son geniales, eh.


—No es nobleza es…


—Oye, iba a equiparme de un botiquín de emergencias personal, así que tengo estas cosas de curación… déjame ver tus heridas, anda, las curaré.


Kai dijo eso con gesto nervioso y demasiado rápido, sin embargo, Yutaka tan sólo asintió y le dijo que estarían mejor en su habitación que quedándose por siempre en el recibidor. Kai le siguió con paciencia hasta las escaleras, luego subiéndolas mientras pensaba en cómo su madre había puesto después una llave de madera donde poner más llaves (cosa que para ese entonces todavía no ponía). Una vez que se hallaron frente a la habitación, abrieron la puerta e ingresaron. Yutaka se quitó con suavidad la chaqueta y fue desvistiéndose poco a poco. Kai entró en un estado similar al pánico. Estaba sofocándose, porque pese a que fuera su propio cuerpo… Era su cuerpo enclenque, golpeado y debilucho que tenía antes, y a comparación de ahora era tan diferente que se sentía alguien totalmente ajeno. Sosegándose un poco, le sugirió sentarse en la cama una vez que se quedó en ropa interior. Y procedió a abrir el algodón en forma de bolitas; tomó el alcohol, giró la tapa y acercó el algodón hasta humedecerlo. Luego, con las pinzas, acercó cautelosamente a la rajada que tenía en el brazo izquierdo y limpió por afuera. Sentía los ojos de Yutaka fijos en él, en su trabajo. Tenía algunos moretones en el torso, en las piernas y cortes en el cuello y brazos. Se dedicó a cada corte el tiempo justo y necesario y le ponía venditas o gasas estériles para mantener la zona limpia y preparada para sanar. Yutaka se dejó hacer, apenas poniendo resistencia.


Una vez que hubo acabado, Kai, que lo miraba desde abajo (arrollado frente a Yutaka, para poder ponerle pomada en un moretón de la cadera), Yutaka le dijo tan fluido y casual:


—Me enamoré de ti, Kai.


Y la respuesta inmediata, fue:


—Pero si nos conocemos de semanas, no puedes sentirte así tan pronto. Además…


—…Somos hombres, ya lo sé. Y no te atrevas a decir lo que falta.


—La… ¿forma en que te pones los pantalones?


—No seas idiota.


Entonces, Yutaka agarró de las mejillas a Kai, quien cerró los ojos, pensando de manera vaga en que si tenía que pasar, pues que pasara y ya. Él no era nadie para recordarle que era mayor, que eran hombres y que apenas tenían un mes y medio de conocerse.


Yutaka juntó sus labios, cubriendo los contrarios con poca experiencia y con nervios. Como no se movían en absoluto, Kai, que ya había dejado de pensar en cosas con cierto grado de moralidad, comenzó a besarlo con una lentitud sensual que no pasó desapercibida por Yutaka. El mayor de los dos, haciendo acopio de todo ese autocontrol que debía tener, dejó sus manos descansado en su costado, para darle más comodidad de Yutaka. Sin embargo, en el momento en el que sus lenguas apenas se habían tocado, el menor cortó el beso y dejó salir un angustioso gemidito, que hizo que Kai abriera los ojos impresionado. Al verse, ahí, frente a sí mismo, llorando y cubriéndose la cara, se preguntó si hace 16 años había realmente pasado eso. ¿Desde cuándo lloraba frente a extraños? Joder, pensó en cómo consolar… se. Yutaka cubrió su rostro con ambas manos y comenzó a llorar. Había dejado al descubierto sus labios, que se curvaban trágicamente hacia abajo. Kai intentaba sopesar las posibles alternativas que tenía para actuar, basándose en su experiencia con Takashima. Se levantó con cuidado y lo rodeó con los dos brazos, quedando en una posición demasiado incómoda. Por algunos minutos, permanecieron de esa manera. Luego, Yutaka se abrazó de él y lo trajo hacia sí, para que ambos se acostaran en la cama, sin dejar de abrazarse.


SantoSeñorJesucristoRedendor. Acabo de besarme a mí mismo.


—Tú y yo nos parecemos bastante, Kai —dijo Yutaka, sacando de los repentinos sentimientos de contradicción a Kai. Dirigió su mirada hasta el otro, que parecía querer continuar—. Dice Takanori que físicamente somos similares, casi como si fuéramos hermanos. Y yo creo que, como hemos estado hablando por mails y hemos salido casi a diario, nos parecemos mucho por cómo pensamos. Creo que nuestras personalidades son muy afines. ¿Qué piensas tú?


—Sí, somos muy parecidos…


—Se lo he comentado a Takanori, y se ríe de mí.


Ambos guardaron silencio durante algún tiempo, Kai esperando a que se le confesaran, Yutaka buscando las palabras para expresar sus sentimientos. Luego, el mayor, como guiado por la frustración de no hallar una continuación, le preguntó por qué se había echado a llorar.


—Hemos tenido una pelea en la escuela, ya te lo dije abajo, y luego también peleé con Takanori, y cuando me he quedado con Takashima, he sentido de nuevo, lo que es ser un apestado. Me dijo que iba a suicidarse. ¿Es terrible, no? Lo acompañé a casa, porque sé que sus padres están ahí y él no hará nada más allá de eso. Pero no sé cómo ayudarle…


—No lo abandones —respondió Kai, recordando cómo duró meses ayudando a Shima, para luego darse cuenta de que se había enamorado de él. Sonrió levemente por recordar aquello.


Por un momento, sólo se escuchó el ruido que hacía Yutaka al respirar con dificultad. Kai lo miró y vio cómo su nariz estaba hinchándose. Yutaka continuó hablando.


—A veces me deprimo porque pienso en tener hijos y me hace feliz pensarlo, no me malinterpretes, pero no quiero que vengan a estar porquería de vida, porque sé que si para mi es duro, quizá en algunos años lo sea más. Uno no puede corregir las cosas…


—Puedes mejorarlas y hacerlas bien desde el principio. Supongo que solo podemos hacer eso.


—Sí, tienes razón.


El silencio volvió a apoderarse de la habitación. Estaban a oscuras, divagando en su mente, sintiéndose mientras se abrazaban. Ambos estaban calmándose de manera progresiva, lo que se sentía en el ambiente.


—Me enamoré de ti. No me preguntes cómo, ni cuándo, ni por qué. Sólo es así.


CoñoJoder.


¿Desde cuándo era tan directo? Y tan románticamente misterioso. Ah, joder. Kai lo miró con severidad y luego relajó la mirada al verlo tan tranquilo luego de haberlo dicho. Rodeó a Yutaka entre sus brazos y le besó la mejilla. Afortunadamente, él ya no recordaba más allá, así que podría dejar fluir las cosas. Desde que él mismo se rompió el corazón desapareciendo luego del accidente, ya no podía recordar más. Conocía el inicio y más o menos cómo fueron yendo las cosas. De alguna manera agradecía aquello, pero por otro lado se sentía que llegaba a la parte más confusa de todo: si era él mismo de quien se había enamorado, ¿por qué había dejado que su cabeza fuera así de salida? Es decir, escuchaba que decían que “te amaras a ti mismo”, pero siempre creyó en eso en algo más como el respeto. Amarse a uno mismo en el sentido más literal de la palabra asustaba, sí, ciertamente lo hacía. Era como verse de manera compleja ante al espejo y decirle que estaba enamorado al reflejo. Ah, por dios.


Yutaka le rodeó el cuello en un abrazo. Y ambos se quedaron dormidos, sumergidos en las adversidades que atravesaban.


 


A la mañana siguiente, Kai le dejó una nota, excusándose que como era miércoles debía ir a cumplir con el trabajo (que en realidad era ir a mirar el ordenador en la posada donde se quedaba, durante toda la mañana, esperando a que Yutaka se reportara). Cuando se hubo instalado en el kotatsu, miró el calendario, dándose cuenta que le quedaban 10 días para que su tiempo expirara y pudiera regresar al futuro (pese a ello, creía ya haber llegado al clímax de su relación). Se sintió un poco melancólico, de modo que se quedó meditando mientras comía sus tostadas de desayuno. Si bien era cierto que se veían cada tercer día y que siempre hablaban por mails, le parecía sorprendente haberse enamorado tan pronto. Quizá, como le había dicho Yutaka al día anterior, era porque sentía que se parecían, que de alguna manera había una conexión fuerte. Quizá el otro pensaba que estando con Kai resolvería su vida de una manera pacífica y dejaría de sufrir, porque había encontrado el amor de su vida. Sonrió mientras pensaba en cómo había sido la relación con Shima al principio: todo un maldito caos, porque ninguno de los dos estaba muy bien de la cabeza. No obstante, la madurez le decía que la variedad le daba sabor a la vida, y de alguna manera, juzgó, que si uno saliera consigo mismo se aburriría de una manera casi dramática. Nadie sería feliz, se dijo.


Entonces, saliendo de sus trágicas cavilaciones, escuchó el sonido de que un correo nuevo había llegado y de inmediato fue a revisarlo. El contenido era conciso y hasta atemorizante.


“¿Por qué te largaste esta mañana sin decirme nada?”


Digno de mí, pensó Kai. Dulce y misterioso, romántico y elocuente, hablador y receptor, amable y con gran carisma, algo malo debía tener. Grosero y directo en los malos ratos e, incluso ahora, un fiel creyente del famoso “te trato como me trates”. Tecleó rápidamente una disculpa, cosas sobre el trabajo y un poco de sentirse mal con Yutaka. La respuesta no llegó. Supuso que se había enfadado con él, así que pensó en ir y plantarse frente a su casa, a esperar que llegara y darle una sorpresa. A él le gustaban las sorpresas, no veía por qué a Yutaka no. Con calma se levantó del kotatsu, guardó sus cosas y buscó dinero para comprar sus dulces favoritos e ir a casa a esperarlo.


Por el camino, le pareció ver a Kouyou, pero descartó la idea porque ellos debían seguir en clases. No le dio importancia. Sin embargo, las palabras de Yutaka se repetían, y acabó por rehacer sus pasos y tratar de buscar a Shima joven. Sin embargo, no encontró nada y tan sólo tropezó con una lata de cerveza que yacía en medio de la calle. Lo dejó correr. Una vez que pudo llegar a casa de sus padres, analizó con la cabeza fría qué había sido aquello y no llegó más que a una conclusión: se sentía mal por haber besado a Yutaka a espaldas de Takashima. No había otra cosa que culpabilidad por enamorar a otra persona… Pese a que era él mismo, en otro plano temporal estaba saliendo con Shima y eso era engañarlo. Pero… él… él simplemente no podía mandar todo a la mierda y decir que ya no quería nada y que alteraría el pasado, porque si pasara eso, con probabilidad, en un principio, no podrían salir y entonces aquello no sería un engaño. Sí, eso mismo. Debía pensar claro: cumplir el objetivo, sin perder de vista la meta.


Se sentó justo afuera de su casa y sacó la cajetilla de cigarros que había comprado, junto con unos gusanitos de gomita. Fumó mientras comía las gomitas, calculado el tiempo por el que había pasado sin fumar ni un pitillo (todo gracias al asma de Shima). No pudo recordar hacía cuánto tiempo se había fumado algo, aunque fuera a escondidas. Pero tampoco era que quisiera acordarse, ni siquiera podía decir que lo consideraba importante; sólo intentaba matar el tiempo. Sacó el agua embotellada que también había comprado (había chocolates, gomitas, jugo y un montón de cosas que sólo echó al azar y compró), y la bebió con calma. Cuando terminó de beber, Yutaka llegó, frunció el ceño y le preguntó qué coña estaba haciendo ahí.


—Qué tal —respondió Kai.


—Joder, al menos avisa.


Diciendo aquello, lo dejó pasar. Como disculpa, Kai entró en silencio y se quitó los zapatos lentamente en el recibidor, para dejar que el otro se acostumbrase. Una vez ambos dentro, dejó la bolsa en la mesa y le preguntó que qué tal había ido su día, pero Yutaka no respondió nada. Se limitó a abrazarlo con fuerza, inhalando muy rápidamente, como si fuera un perro y lo olfateara. Kai sintió un poco de alegría de que no lo hubiera hecho enfadar. Vamos, se conocía, a él se le pasaba rápido lo histérico.


—Tú no fumas, Kai. Todas las veces que has estado saliendo conmigo, aunque es de lejos, no hueles a tabaco.


—He fumado un poco hoy —admitió, dejándose abrazar.


—Kai, estoy enamorado de ti.


—Eso ya lo has dicho ayer…


—Sí, pero no sé si lo recuerdes, así que quiero repetirlo.


Kai cerró la boca ante la ingeniosa burla que tenía para esa confesión. Se sentía hasta con vergüenza de tan solo recordarse a él diciendo eso (gracias a Dios ese era uno de los recuerdos a los que ya no tenía acceso, porque de lo contrario se sentiría bastante imbécil), sin mencionar que las mejillas le ardían de tan solo escuchar esa cantidad de amor que se expresaba a sí mismo. Kai lo apartó un poco, con una sonrisa torcida, mientras veía que aún le quedaban unos cinco centímetros por crecer. Yutaka, con los ojos muy abiertos, con expresión seria, se acercó para besarlo y Kai tan sólo pudo corresponderle con amabilidad, porque Yutaka de besar, no sabía mucho, pero daba lo mejor de sí (y aprendía rápido).


Habían comenzado de una manera cálida y romántica; ambos se sorprendieron cuando estaban besándose de una manera más apasionada. Yutaka no tenía las manos quietas en ningún momento: iban de aquí a allá, pasando por el cuello de Kai, los brazos, la parte baja de la nuca, la espalda ancha y trabajada y a ratos, rosaba con sus nalgas. Internamente el mayor estaba bastante histérico y llegando al extremo de la desesperación por la situación, pero no hacía más que pelearse con la lengua de Yutaka y sujetarlo con firmeza por las caderas. Estaba que se moría de miedo (pensó, riéndose para sí mismo, que Yutaka debía estar menos nervioso), pero no podía evitar sentirse excitado con las manos del menor por todo el cuerpo.


Voy a irme al maldito infierno por ser tan enfermo. Por ególatra. Por engañar a Shima conmigo mismo, por todo. Madre de Dios. No, no, no, no. Ya recógeme Jesús, por favor.


La mano del más joven llegó a la ingle del mayor, sintiendo cómo su excitación despertaba. Yutaka sonrió, habiendo conseguido lo que quería (porque una cosa era querer a Kai y otra cosa era desearlo, y él que era joven y saludable, padecía de ambas); le desabrochó el cinto, el botón de los pantalones y luego bajó la bragueta. Estaba pensando en mil cosas a la vez. Era la primera experiencia sexual que tenía, y pese a haberse instruido con el porno de internet, saber qué hacer era más fácil que de verdad hacerlo. Aun así, sacó el pene erecto de Kai y lo tomó con firmeza. Levantó la mirada, con temor de ser rechazado, pero se encontró con Kai con los ojos cerrados con fuerza, y con una expresión bastante extraña. Agradecido de no haber sido rechazado, comenzó a masturbarlo, haciéndolo justo como él se lo hacía a sí mismo (Kai lo hacía, vamos, justo igual). Mientras tanto, Kai pegó su frente al hombro del menor, intentando no gemir. Si lo veía por el lado de que estaba en abstinencia desde una semana antes de haber hecho el viaje al pasado, ya era bastante tiempo. Además, el salto temporal había sido de 16 años, y ya llevaba casi dos meses ahí… Al menos podía no sentirse tan mal por haberse excitado tan rápido. Él era un hombre activo  sexualmente hablando, así que…


Ahperoquécoño.


Cuando Kai abrió los ojos, Yutaka ya no estaba ahí. Volteó hacia abajo y estaba a punto… de… Soltó un gemido áspero al sentir cómo Yutaka de buenas a primeras se metió la mitad en la boca, sin nada de contemplación. Arqueó la espalda, una vez que lo sacó y lo metió de nuevo. A este paso, meditó, vamos a acabar follando. Dejó que su vista se quedara únicamente en él siendo joven haciéndose una felación. Si lo veía desde un tercer plano, no era tan loco. Nadie mejor con quien hacer guarradas que contigo mismo, nadie te vería raro, ni nada en absoluto. Claro que Yutaka no sabía que era él mismo. Oh, bueno, qué más daba. Nunca pensó en cómo se veía mientras se la chupaba a alguien (y vaya que sólo se la había chupado a dos personas),  pero claro que había pensado en lo erótico que era mirar a alguien hacerlo. Así que abandonó al hecho de pensar como alguien racional y si él había querido hacerle sexo a oral a alguien mayor, sólo porque si, sin compromisos de por medio ni nada que los uniera que no fuera la dirección de correo electrónico y Takanori, que sabría Dios dónde estaba, pues vale. Que hiciera lo que más le viniera en gana.


Kai tocó la cabeza de Yutaka y le pidió que se levantara. Ambos lo sentían: tenían esa mirada cargada de deseo, de un deseo suplicante. Kai accedió a sus instintos, desvistiendo a Yutaka hasta dejarlo desnudo, visiblemente excitado también, para luego proceder a quitarse la ropa que le quedaba a él. Lo tomó de la mano y subieron juntos las escaleras, hasta su cuarto. Una vez ahí, Kai recostó a Yutaka, y procedió a masturbarlo mientras mordía con suavidad sus pezones. Acarició la zona del perineo, los muslos, y todo lo que a él le parecía excitante, haciendo que Yutaka se viniera en menos de cinco minutos. Luego, Yutaka regresó a donde se había quedado, que si bien la erección de Kai había disminuido, consiguió hacer que se alzara de vuelta, succionando y usando sus manos para la base. Entonces, Kai también se corrió. Un extraño sopor silencioso se apoderó de ellos en su momento post-orgasmo. A Kai le encantaba hacer la mierda cursi luego del sexo, pero… Yutaka sentía que iba a morirse de la vergüenza, por lo que huyó al baño (accidentalmente se había tragado el semen de Kai, cosa que el implicado notó hasta que se examinó a sí mismo). Kai se levantó temblando como gelatina, emocionado por el hallazgo, asustado por la reacción de Yutaka; organizando sus ideas e ideando un plan para que todo regresara a ser como antes, se fue encaminando a la puerta; vaya, tenía que hacer algo para hablar y eso… ¡Pero es que nunca se habían pasado su semen! (y lo peor de todo es que había sido él mismo).


Shima lo retenía en su boca, y luego dejaba que se escurriera por las comisuras de su boca (acto que lo ponía en alto, para segundas rondas), más no lo tragaba. Alguna vez habían hablado acerca de ello y sólo habían mencionado que no era que les pareciera asqueroso, es que nunca lo habían pensado. Sonrió tenuemente. Como Yutaka no volvía, se levantó de la cama y bajó las escaleras para poder vestirse de nuevo. Cuando se puso todo, incluso los calcetines, recogió el uniforme del instituto de Yutaka, para luego llevárselo y dejarlo doblado sobre la cama, porque al parecer el otro seguía encerrado en el baño.


Obviando el hecho de que Yutaka estaría nervioso y sintiéndose un poco idiota, bajó a preparar un poco de comida, que tenían rato para hablar.


*


Las cosas, al final, habían salido bien. Lograron hablar con franqueza, diciendo que lo anterior era algo que sucedía de manera coloquial y que no debían rayarse con eso (palabras dichas por Kai para tranquilizar al otro). Había preparado un poco de arroz con huevo estrellado, nada muy sofisticado y habían charlado con serenidad acerca de los eclipses de sol, cosa que parecía divertir mucho a Yutaka. Ni él mismo recordaba por qué le parecían tan fascinantes. De esta manera, parecieron ignorar que ambos casi se habían acostados, y para ser sinceros, era un paso muy grande, más porque aunque fueran hombres y lo quisieran, sonaba hasta raro ser amigos hace dos días y estar casi follando luego. Ah…


A Kai le comenzó a angustiarle el día que iba a ser. Ya casi era 16 de febrero. Él había estado apaciguándose con el recuerdo del olor corporal de Shima, ignorando el suyo, que aunque le parecía discreto, cuando se acercaba a Yutaka parecía un perfume caro y extenuante. Pensaba en los besos de Shima, y luego recordaba los suyos, que por más que quisiera, eran lentos y deliciosos. No sabía con exactitud por qué se comparaba con Shima. Su hipótesis variaba, como siempre, en la culpabilidad y la nueva teoría era que como Yutaka era joven, estaba lleno de vida y de expectativas, mientras que Shima, con 33 años también, había madurado y en vez de soñar, con sencillez hacía las cosas realidad.


Por supuesto que, en un universo totalmente ajeno a él, estaba Yutaka, deseando que acabaran las clases porque podría ver a Kai, podría hablar con él y también besarlo y abrazarlo (ni él entendía cómo era que estaba siendo tan patético con esas cosas: le parecía que había un interruptor dentro de uno que se activaba cada que uno se enamora y así uno acababa siendo un total gilipollas caliente y cariñoso). Se le iba la vida hablándole a Takanori acerca de Kai mientras que el otro sólo lo escuchaba con poca paciencia, molestándolo cada vez con un “déjate de mariconadas y acompáñame a comparar algo para comer”.


Los días transcurrieron en una pasividad extrema, como dejando que todo encajara lentamente en su lugar. De hecho, hasta Kai se divertía y a ratos olvidaba que ese no era su tiempo.


Claro que, el día del final llegó, más temprano que tarde.


*


Citó a Yutaka en un parque, que daba a una avenida transitada. Si no se equivocaba, era justo ahí. Llevaba ya su dispositivo para regresar en el tiempo. Había acomodado el día de su salto al futuro, a la cama que compartían Shima y él, unas cuatro horas después de haber regresado a diciembre del 97, porque quería sorprender a Kouyou luego de toda esa mierda. Todo estaba listo. Kai tenía que decir algo dramático y cruzar la calle cuando un camión pesado pasara por ahí. Sonaba fácil.


El sonido de la naturaleza del parque lo relajaba un poco, mientras esperaba sentado en esa banca que daba justo a la avenida. Le había mandado un mail a primera hora de la mañana, citándolo después de clases, pues era un lunes. Hacía bastante frío por las calles. Kai dudaba en cómo decírselo. Sólo podía recordar lo pésimo que se había sentido, más no podía recordar cómo era que lo habían cortado de tajo. Aunque, tampoco había algo que “cortar” puesto que nunca formalizaron nada de nada.


Entonces, sólo iba a despedirse. Bien, sólo eso.


Yutaka llegó, más o menos, cuarenta minutos después de lo acordado. Kai estaba mordiéndose las uñas, porque si algo salía mal, podría cambiar su futuro y él, en definitiva, no iba a tirar el último tiempo en tan sólo joder el futuro. Como no pude cambiar el futuro cuando tuve 17, tampoco voy a cambiar el pasado ahora, se dijo. Estoy muy feliz con mi realidad ahora.


 


—¿Qué pasa, Kai? Siempre quedábamos en casa —dijo Yutaka, una vez que se paró frente a él.


—¿Cómo te fue hoy? —Respondió Kai—. Siéntate. Sé que hace frío, pero por favor, quedémonos aquí.


—Estás asustándome, ¿lo sabes, no?


—Sí, lo sé.


—Bueno, vale. Dispara, ¿qué es lo que te pasa?


—Me voy.


—¿Qué?


—Me voy, Yutaka.


Kai cerró con suavidad los labios, luego de pronunciar lo anterior casi como su última exhalación de vida. No había manera —no, no la había—, de romper o dejar a alguien sin que la otra persona se sintiera mal. Parpadeando con miedo, decidió cerrar los ojos y esperar la respuesta. El frío aire chocó contra su nariz, que suponía, estaba roja. El sonido de los autos le comenzó a parecer vago. Sabía de manera exacta cómo se sentía Yutaka.


—¿Me estas dejando?


—Vas a estar bien, ya ves. Matsumoto debe de seguir haciendo gilipolleces y tú vas  estar entretenido.


No debe ser nada dramático. No lo es. Al menos no para mí. Sabía que tenía un romance con los días contados.


Kai se levantó del banco en el que estaba sentado, sonriendo con brevedad, se despidió de Yutaka agitando la mano y luego dándole unas palmadas en el hombro como de apoyo. Se alejó, como si fuera superfluo; metiendo las manos a sus bolsillos cruzó pronto la calle, porque el semáforo estaba próximo a cambiar y no quería morir en un plano temporal que no era el suyo. Justo detrás de él, como lo recordaba, pasó un inmenso camión y, al dejar de mirarlo, Yutaka ya había sido arrollado al intentar seguirlo. Cuando iba a cruzar la calle, para regresar y auxiliarse a sí mismo (no sabía si había sido él quien lo salvó, pero hombre, estaba desmayado, no iba a modificar la gran cosa), observó la pálida cara de Shima, quien lo contemplaba todo. Se acercó a él y le chasqueó los dedos para que reaccionara.


—Vamos a ayudarlo, anda.


Shima corrió junto con el desconocido que le representaba Kai, mientras el mayor llamaba una ambulancia. La gente comenzaba a acercarse y Yutaka, tendido en el frío suelo, sangrante e inconsciente, perdió muchos recuerdos, justo como debía ser.


 


Kai dio instrucciones precisas y Shima: acompáñalo al hospital, no te vayas hasta que digan que está estable, no lo dejes solo. Avisa a Matsumoto, que él avisará a sus padres. Shima no preguntó absolutamente nada. Tan sólo asentía, como por un mecanismo que siempre había estado ahí en él. Kai se despidió, dándole una breve ojeada a su rostro, convenciéndose de que por ese motivo no lo recordaba: estaba muy conmocionado. Debía ser ese, creyó Kai, el motivo por el que ya no recordaba más de sus intentos de suicidios; a partir de ahí, Shima tan sólo había sido amable con él. Shima lo había cuidado. Había estado ahí cuando la impresión de estar en un hospital lo asaltó, porque parecía que no había estado inconsciente mucho tiempo. Kai agradeció saber cómo irían las cosas, porque así no tenía que preocuparse si iba a morir o no.


Salió del hospital, como revitalizado e inmediatamente, cerciorándose que nadie lo mirara, presionó el botón para regresar. El mareo le vino tan pronto comenzó a ascender en los años y pronto, como si le pegaran con una tabla de madera, abrió los ojos y su cuerpo estaba sobre la cama que compartían Shima y él. Supuso él que eran las once de las noche. Excelente, no había fallado. Entonces, miró a su amante.


Ahí, nuevamente, estaba a quien dejó pálido de miedo en el pasado, mirándolo con ternura en su presente.

Notas finales:

No sé por qué, pero siempre que me comprometo a entregar algo escrito experimento con cosas. Por ejemplo, ahora, con la tercera persona. Jesús, si por esto es que todo me queda asqueroso.

No estoy, siendo honesta, muy conforme con el resultado. La idea sonaba millones de veces mejor en mi cabeza que ya por escrito. Pero lo prometido es deuda, que coño, vengo escribiendo esto desde octubre y vengo a entregarlo media hora antes de que se acabe el día. 

Estoy bien hundida en trabajo que aun no termino, pero es agradable tachar 1 cosa de la lista de cosas por hacer.

No me pregunten de viajes en el tiempo que a duras penas me entiendo sola. Esto es mera ficción, cosas sin sentido que se me fueron ocurriendo al paso de que escribía...

Increíblemente, este fanfic ha sido el único que lo escribo en total orden (siempre escribo escenas sueltas y luego las junto), así que fue extraño XD.

Ánimo a todos los que subieron fanfic por lo del DIK (pienso en dick cada vez que lo digo/anoto), en algunos días más me daré una vuelta y a ver si comento algo por allá. 

En fin, buenas noches.

(Sé que cuando lo lea de vuelta le hallaré mil errores... pero hasta que no tenga un poco más de tiempo, no lo corregiré).


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).