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Buscándote en otro mundo por SrMichaelis

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Notas del fanfic:

Debido a que estoy haciendo cambios muy severos en los capítulos he decidido volver a subir el fanfic. La temática sigue siendo la misma, Nezushi y mundo post-apocalíptico, pero quería dar más énfasis a cosas que no se las había dado anteriormente.

También odiaba encontrarme faltas ortográficas, por lo que esto va a ser un muy buen comienzo ya que estoy haciendo todo lo posible para que no haya ni una sola en cada capítulo.

 

Espero que os guste, un saludo, Mar.

Notas del capitulo:

Capítulo totalmente corregido. Si encontráis faltas o frases que no entendáis, por favor dejadme un comentario y yo veré que puedo hacer.

Espero que os guste mi fic, bye <3

Mi historia comienza en una gran cuidad sumergida bajo el agua, Luna, en el Mar Mediterráneo. Hay otras quince ciudades más, casi iguales que en la que vivo yo -aunque más grandes-. Están repartidas por los diferentes océanos restantes y algunos mares suficientemente profundos como para que las ciudades quepan. 


Te preguntarás que por qué hay humanos viviendo en las profundidades de los océanos y mares cuando, supuestamente, hay superficie terrestre suficiente para vivir todos encima de los continentes. Pues estás muy equivocado/a, desde que la tercera guerra mundial estalló manchando a todos los continentes, una gran radiactividad unida a una abrumadora desolación de la mayoría de terrenos habitables o de cultivo, nos obligó a hacer un éxodo mundial. 


En total solo hubo dos planes viables para la salvación o evacuación de la humanidad: tres gigantes naves espaciales que albergarían a todo aquel que se uniera a esa idea o ciudades inmersas bajo el agua para los que decidieran quedarse en el planeta. Son dos ideas muy diferentes: una es abandonar la Tierra, nuestro único hogar, y la otra es quedarse en ésta a pesar de las consecuencias de nuestros actos. 


Como es evidente, ya que os estoy hablando desde la Tierra, mi familia eligió quedarse a pesar de tener que vivir bajo metros y metros de columna de agua. Mas fue lo más lógico que habían podido hacer porque el plan espacial fracasó completamente. Según nos informan, cada año, los que gobiernan las ciudades en las diferentes fiestas de conmemoración del accidente, no queda ningún superviviente entre todas las personas que viajaron fuera de la Tierra. Qué decir, aquello sobrecogió al resto de la humanidad ya que algunos de nuestros familiares, incluido mi padre, viajaban en alguna de aquellas tres naves y ahora... los hemos perdido para siempre. A modo de culto, las ciudades escogieron nombres de planetas, satélites, cometas... para tener siempre presente que un trozo de nuestros corazones está ahí fuera, en el espacio.


A pesar de sobrevivir, nuestras costumbres han cambiado por completo. Ahora ya no podemos comer carne, porque casi todos los animales se perdieron en la guerra o por los efectos secundarios de ésta. Los viajes de una cuidad a otra son muy caros y están reservados a gente muy selecta. Nuestra dieta se basa en pescado, algas y algunos vegetales que conseguimos cultivar en nuestro penoso suelo. La natalidad está muy controlada y no se permite más de un hijo por familia. Si tienes más de uno, tu familia será penalizada para toda su vida, viviendo en una zona más pobre que la anterior. 


Aunque haya oxígeno, está en menor proporción que en la superficie terrestre. Esto hace que nos cueste más hacer esfuerzos físico y otras actividades cotidianas. Según he leído, es como si estuvieras en la cima de una montaña alta, aunque sin que nos podamos acostumbrar. No se te permite tener un trabajo hasta el año de tu quince cumpleaños, en el cual se te asigna uno totalmente al azar -o eso se dice- y al cual le vas a dedicar toda tu vida si no estudias para algún otro. Por último la libertad de expresión es muy reducida y delicada, por lo que es mejor no tocar ese tema si no quieres ser sancionado por la ciudad.


Dentro de todas éstas penas, mi madre y yo afortunadamente vivimos en una de las mejores zonas de Luna, el Sector 3, gracias a que soy uno de los mejores estudiantes de ésta cuidad. Sería como si antiguamente te prestaran dinero para poder estudiar. Solo que aquí no funcionamos con dinero, sino con horas de trabajo o estudios. Una casa como la nuestra, con dos plantas, un gran salón, un garaje con coche, un pequeño jardín -aunque para algunos sería enorme-, una espaciosa cocina, un par de cuarto de baños y un ático, podría costar alrededor de 500.000 horas de trabajo para alguien corriente, sin embargo, cuando eres uno de las pocas mentes prodigiosas que quedan en la humanidad, te tratan realmente bien. 


Pero por favor, no pienses que voy de sobrado cuando digo que soy especial cuando aun ni me conoces, aunque sí, soy algo elitista por culpa de dónde me encuentro pero eso no me hace mala persona. En la medida de lo posible, siempre intento ayudar a todo el que lo necesite, por mucho esfuerzo y tiempo que me cueste. Es algo que lo llevo en mis genes ya que me madre me dijo hace un tiempo que mi padre era igual que yo. Siempre andaba ayudando en todo lo que podía a personas que ni él conocía. Es algo de lo que estoy muy orgulloso. Tengo el don de poder aplicar mis conocimientos de forma altruista.


Tengo catorce años y ya estoy cursando el últimos año que me queda antes de poder ir a la universidad. Soy uno de los pocos niños que con quince años va a poder estudiar en la mejor universidad de entre todas, la de Júpiter. También voy a poder añadir a mis recuerdos la superficie terrestre, cosa que pocas personas pueden presumir. Esto es porque nuestras naves no aguantan mucho tiempo la presión de la columna de agua que tienen encima suya -porque estamos realmente a mucha profundidad- por lo que tienen que subir a la superficie y desde allí viajar hasta su destino para luego sumergirse de nuevo hasta la cuidad. Como veréis, es un gasto enorme de energía y tiempo.


Pronto cumpliré los quince años y, aunque me van a dar un trabajo como a todos los de mi año, significará que ya solo me quedarán un par de meses hasta mi nuevo destino. Aunque para que me den el trabajo aun quedan un par de días, unos interminables días. Mi madre, orgullosa por todo lo que he podido conseguir por mi cuenta, últimamente se encuentra bastante triste por mi inminente partida.


Pero bueno, basta ya de explicaciones y comencemos con lo importante: mi vida. 


Hoy es un día más en mi existencia, uno como otro cualquiera. Mi habitación está en el ático, el cual tiene dos pequeños espacios: la parte de abajo es donde está mi escritorio y todos mis libros para estudiar; y la parte de arriba es donde está mi dormitorio. 


Cuando por fin consigo abrir los ojos, debajo de las sábanas para no encandilarme, los rayos del "sol" iluminan todo mi cuarto. Digo "sol" porque no es más que un gran generador de luz en la cúspide de la cúpula que nos mantiene secos. He de añadir que siempre está encendido pero por la "noche" bajan la intensidad para que no moleste al sueño de las personas. 


Me remuevo por la cama, saboreando el comienzo del día. sábado, estamos a Sábado y es el mejor día de toda la semana en el que puedo hacer lo que me plazca porque es el único día que no tengo por qué hacer nada de nada. Hacer esto todos los sábados es uno de los placeres de mi vida. Saber que no tengo un estricto horario que seguir hace que quiera gritar de felicidad. Pero a regañadientes, me levanto de la cama pasados 10 minutos y la hago con esmero. Más tarde bajo a mi pequeño estudio y enciendo mi ordenador.


-Enciéndete- digo y a los pocos segundos una enorme pantalla aparece delante de la gran cristalera que da a la calle, tapando algo de la luz que entra. Tengo varios mensajes de la universidad a la que voy a ir y un par de mis amigos.-Hoy no, hoy estoy de descanso-digo susurrando mientras cierro la parte de mensajería y abro la sección de noticias.-A ver qué cosas interesantes hay hoy.


Después de un rato rebuscando noticias frescas de mi agrado, encuentro dos que me llaman la atención. La primera va sobre un nuevo descubrimiento de una especie que aun no se sabía de su existencia. Esto, se puede decir, que es una de las cosas buenas que se puede sacar de vivir bajo el agua: poder descubrir cosas que antes no podíamos ni imaginar aunque estuvieran en nuestro mismo planeta. Evidentemente, esto es debido a que estábamos kilómetros y kilómetros de distancia y los dispositivos para viajar por las profundidades eran aun menos avanzados de los que tenemos ahora.


 La segunda noticia habla sobre los nuevos chicos que este año van a empezar a trabajar, como yo, acompañada de unas cuantas estadísticas con la probabilidad que había de que te asignaran x trabajo. Para seros sincero, estaba deseando que me dieran un trabajo relacionado con la medicina ya que es una de mis grandes aficiones en cuanto a estudio, pero la probabilidad de que esto ocurra es muy baja y hay muy pocas plazas para serlo. Es evidente, no soy el único que quiere trabajar en el sector de la medicina pues hay miles de niños con el mismo deseo que yo. Además, es uno de los mejores trabajos que te puede tocar y los de limpiar son los menos buscados y los que más tocan. 


Apago el ordenador enfurruñado por no poder tener lo que quiero y bajo hacia la cocina para desayunar algo que el estómago ya me está rugiendo. Se que voy a ser médico en un futuro algo cercano, pero la espera me inquieta demasiado.


-Buenos días cariño, ¿cómo has dormido hoy?-me pregunta mi madre en cuanto bajo y entro al salón. Ella está sentada en un pequeño sofá leyendo uno de sus libros. Le dedico una sonrisa a modo de saludo y levanto el pulgar para hacerle ver que he dormido bien. Hoy no estoy por la labor de soltar palabras por la boca.


Abro la nevera ansioso por encontrar algo rico, algo que sacie el hambre que tengo, pero solo encuentro un zumo a medio consumir y un trozo de bizcocho que sobró de hace un par de días. Bueno, algo es algo. Me siento en la mesa del comedor, que está al lado de la cocina, y me lo zampo todo en cuatro bocados y tres sorbos. Odio perder el tiempo mientras como cuando puedo hacer cosas más interesantes, aunque no se me ocurran ahora cuales. En cuanto recojo todo, subo a mi habitación y me encierro en ella. ¿Qué puedo hacer hoy? Arg, aunque me cueste admitirlo, cuando no tengo un horario que seguir me cuesta saber qué hacer con mi vida. 


Desganado, me siento en la silla del escritorio y me pongo a mirar por la ventana. El "cielo" azul que han hecho para Luna es una pasada, se lo han trabajado mucho. A veces puedes ver hasta la silueta de un pájaro volando, aunque ya no existan. Si no fuera gracias a la luz que emite el generador estaríamos completamente a oscuras porque la que llega desde la superficie hasta el fondo de los océanos, es nula. Embobado en el azul, un ruido me baja de la luna, es mi Mipm -Móvil Inteligente Para tu Muñeca, simple ¿no?- avisando de que alguien me está llamando.


-¿Si, quien es?- pregunto en cuanto lo descuelgo. La imagen de mi mejor amiga, Sarah, aparece en el holograma que produce el Mipm. La conozco desde qué era un enano cabezón y siempre ha estado a mi lado, para lo bueno e incluso para lo malo. Ella vive con su abuela en una casa cercana a la mía y es mayor que yo. Perdió a sus padres también en el trágico accidente de las naves espaciales, pues viajaban junto a mi padre. Desgraciadamente hace unos meses se tuvo que ir a la universidad en otra ciudad, la de Marte. Hace ya bastante tiempo que no la veo.-¡Hola Sarah! Me cachís, cuanto tiempo sin ver esa hermosa cara-digo mientras río tontamente.


-Hola Gabriel-saluda ella más sonriente aun. Coge aire y lo echa escandalosamente- Adivina quien está en la puerta de tu casa esperándote a que salgas-dice mientras mueve las cejas rápidamente. Yo, aun procesando la información, me quedo con cara de tonto y a punto de preguntar quien, hasta que me doy cuenta de que tengo que bajar para abrirle la puerta. Porque ese "quien" soy yo.


Cuelgo y bajo a la velocidad del rayo hacia el hall de la casa para recibir a Sarah. En cuanto voy a abrir la puerta, me doy cuenta de que aun no me he quitado el pijama. "Mierda" pienso, aunque ya es tarde para darse la vuelta, no quiero hacerla esperar más. Abro la puerta y me preparo para el inminente abrazo de mi amiga, la cual salta encima mía y me abraza con toda su fuerza. La primera vez, hace bastante tiempo, me pilló desprevenido y nos caímos, pero ya es una costumbre que lo haga. Nos quedamos así hasta que ella desafloja el torniquete que me ha hecho con sus piernas en mi cintura y se baja.


-Si que te ha crecido el pelo-digo mientras cojo un mechón de su cabello y lo toco. Cuando se fue, tenía el pelo por debajo de las orejas y ahora le llega hasta los hombros. Es de color marrón y muy sedoso.-Y se te está haciendo cuerpo de mujer-señalo mientras recorro con mi mirada el esbelto cuerpo de Sarah. Le habían crecido bastante los pechos y las caderas, haciéndole una silueta preciosa en forma de reloj de arena.-Aunque lo único que no ha cambiado es el vestido-y río. Desde los primeros recuerdos que tengo con ella, siempre ha llevado el mismo estilo de vestido.


-Mi abuela siempre está en todo y me hace el mismo vestido una y otra vez, pero con diferentes medidas-responde ella dando una vuelta para hacer volar la parte baja de sus ropas.-¡Ah! Tengo un regalo para ti-dice mientras coge una bolsa que está medio escondida detrás de uno de los matorrales que tengo en entrada y me lo tiende.


-A ver que eesss-digo emocionado mientras abro nerviosamente la bolsa y miro el interior. En el hay una camisa con el mismo estampado que su vestido. La cojo, tiro la bolsa al suelo después de cerciorarme que no hay nada más, y la alzo para poder verla mejor. Es tan ella.-Uaaaa, muchas gracias Sarah, es genial. Ahora podemos ir iguales-digo y me quito la camiseta del pijama para ponerme el regalo. No me suelen gustar las camisas, pero ésta tiene un pase por habérmela regalado ella.


-Bueno, vístete y así podemos ir a dar un paseo, ¿no Gabriel?-pregunta. Yo asiento con la cabeza y le hago un gesto con la mano para que se quede esperando en la puerta mientras yo subo a vestirme.


Corro escaleras arriba para coger los primeros pantalones que veo, unos tejanos negros, y los zapatos de deporte que me pongo siempre. Los ato, cojo la cartera, en donde llevo mi identificación y un par de cosas más que son importantes de llevar, y bajo hasta el salón. Tampoco puedo salir de casa sin decirle a mi madre dónde voy porque luego se asusta si no me ve por aquí. En cuanto la aviso, corro hacia la puerta y la cierro tras de mi. El hecho de que mi mejor amiga haya venido a verme hoy me ha animado y ahora siento la necesidad de hacer cosas: como pasar el rato con la persona más especial que tengo ahora mismo. 


Nos agarramos por los brazos el uno al otro y andamos hasta la zona comercial para ver tiendas y tomar algo. Es lo que siempre hacemos cuando quedamos: dar paseos por la ciudad y comer. De vez en cuando, nos paramos para hacernos unas cuantas de fotos y tenerlas para cuando ya no estemos juntos a modo de recuerdo. Algunas son haciendo el tonto, poniendo caretos mientras nos reímos de lo feos que somos con esas caras. Me encanta pasar el día así, riendo a más no poder y compartiéndolo con mi mejor amiga. Echaba de menos tanto esta sensación de felicidad que ya no me acordaba ni cómo era.


Sobre las dos de la tarde nos entra un hambre atroz por lo que empezamos a discutir a cual restaurante podríamos ir. Después de mucho pelear, nos decantamos por uno de pescado y algas muy bueno que no está muy lejos de donde nos encontramos y en el cual se come de lujo, aunque sea caro. El pescado está bien frito, con guarnición de algas rojas y lo mejor de todo, agua mineral. Desde que vivimos aquí abajo, el agua buena es un problema de conseguir y muy pocos establecimientos pueden permitirse venderla y, aun menos personas, comprarla. Pero hoy es una ocasión especial. La verdad es que disfruto de cada bocado que me llevo a la boca y de cada trago que pego de esta maravillosa agua. Aunque no soy el único haciendo esto, ya que noto como Sarah hace lo mismo. Al terminar de comer y de pagar con unos cuantos cientos de horas, nos vamos hacia un pequeño río artificial de agua salada cerca de un parque. Los constructores de las ciudades se habían cerciorado mucho de recrear espacios cotidianos que podíamos ver en la superficie terrestre para hacer más amena nuestra vida aquí abajo. Bueno, más que a nosotros los jóvenes, a los que vinieron aquí por primera vez.


-Si te digo la verdad, estaba deseando venir para pasar un día maravilloso contigo, como el que estamos disfrutando-dice Sarah estirándose en el suelo. Nos hemos tumbado en el césped porque nos hemos hinchado de comer y nos ha entrado sueño. Unos buenos centímetros de distancia nos separan, sin embargo, nuestras manos están juntas y agarradas. Me da la sensación de que si nos soltamos, la perderé de nuevo y ... me asusta la verdad.


-Yo también, es genial estar contigo-confirmo. Ella me aprieta la mano y giro la cabeza para mirarla. Aunque está sonriendo, dos grandes lágrimas se escurren de sus ojos y se tiran por su cara. Trago saliva angustiado, nunca la he visto llorar de esta manera.-¿Por qué lloras Sarah?-pregunto y ésta hace una leve pausa hasta responderme.


-Porque te quiero, pero ese te quiero que es casi amar-responde ella con un hilo de voz. Aquella réplica hace que pierda el aliento. Se refería a como amigos o, ¿más que eso? Ella al ver que no respondo se seca las lágrimas y cierra los ojos-Y por lo que veo, tú nunca te has dado cuenta-dice y yo niego con la cabeza atónito por la inesperada noticia.


-¿No estás de broma, verdad?-ella niega también la cabeza como yo lo acababa de hacer hace unos segundos y vuelve a secarse otra lágrima que se ha asomado por sus ojos. "Mi mejor amiga me quiere" digo en mi cabeza. No puede ser posible. Yo... yo no la veo así. 


Hago el ademán de responderle, pero ninguna palabra consigue salir de mi boca. No quieren salir porque saben que van a hacer daño.


-No pasa nada Gabriel, es mejor que... nos veamos otro día-dice mientras se levanta, sacude su vestido y se acomoda el bolso que lleva a un lado, colgado de sus hombros. Yo asiento con la cabeza apenado por la reacción de Sarah, pero no consigo hacer más. Mi cuerpo no responde, tiene miedo de lo que pueda pasar, de perderla o hacerle más daño. Ella se despide con una sonrisa forzada y se marcha. Veo como la figura de mi mejor amiga poco a poco se difumina hasta que la pierdo.


Imposible, lo que acaba de pasar es imposible. Un día maravilloso como el que estábamos pasando se acaba de echar a perder por no haber respondido como debería responder un chico normal a una chica que no le interesa en el ámbito romántico. Mirando ahora mis actos pasados, a lo mejor le pude dar falsas esperanzas con el demasiado roce físico que teníamos. Pero me gustaba estar así con ella. ¡Qué leches! Me sigue gustando, aunque ya no se puede hacer nada. 


Después de estar, lo que me parece, un cuarto de hora más tumbado en el césped artificial, me dirijo hacia mi casa arrastrando los pies y mirando al suelo. Cuando llego, mi madre me pregunta qué tal ha ido y alaba la camiseta que me había regalado ésta mañana Sarah. Ahora todo me va a recordar a ella. Intercambio un par de palabras forzadas con mi madre, cojo un poco de comida de la cocina para no tener que volver a bajar y me subo a mi habitación. He terminado como empecé esta mañana, sin tener ganas de nada. ¡Qué ironía! 


No paro de darle vueltas a lo que ha ocurrido esta tarde y de pensar qué debía haber dicho para no herirla. Pero no se me ocurre ninguna otra acción posible. Lo único que creo que puedo hacer es enviarle un mensaje. Me llevo varios minutos pensándolo y al final abro el Mipm y escribo el correo que tanto he ensayado en mi mente.


"Yo también te quiero, aunque no de la misma forma que tu lo haces por mi. Lo siento muchísimo Sarah. Espero que no te alejes de mi, porque no podría soportar perderte" y se lo envío.


Actualizo un par de veces el correo a la espera de la respuesta, pero nada, no hay nada nuevo. Enfadado, lo apago y subo a mi cama para dormir. Se me ha quitado el hambre y todo. Ojalá cambie mi vida con el trabajo que me toque. Ojalá no tuviera que ser así. Me... me cabrea tanto saber que puedo perder a una persona y no poder hacer nada... Mi vida es siempre igual, no hay nada que se salga de la monotonía. Hasta lo más insignificante, como gritar por la ventana "soy libre" es ya algo normal en mi vida. No hay nada que no haya hecho, dejando a parte los temas sexuales claro está. Quiero encontrar experiencias nuevas, quiero ser otro chico.


Y después de una hora danzando por mi cama, consigo dormirme, aunque la angustia no se va de mi cuerpo y me acompaña en mis pesadillas.


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