No sabía qué estaba haciendo allí, ni cómo se había dejado convencer para acabar en un lugar tan ajeno a su personalidad. Estaba apoyado en la barra, mirando a un punto fijo sin realmente prestar atención, sintiendo como la gente bailaba y se movía a su alrededor sin hacerle caso. Solo era capaz de ver aquella cabellera roja que tantas veces había querido tocar, pero no era él quien estaba a su lado, nunca había tenido tanta envidia de su mejor amigo, únicamente cuando descubrió que le había robado el corazón de la persona que amaba. Ahora les veía reir juntos, bailar juntos, y de vez en cuando besarse, algo que provocaba una extraña sensación en su estómago, la cual intentaba calmar con algo de alcohol y, aunque fuera ya por el cuerto vaso, lo único que había conseguido era sentirse mareado y tener la visión borrosa.
Sintió naúseas, y casi de inmediato se escurrió entre la gente como sus torpes piernas le dejaban, llegando hasta el servicio de caballeros, entró a uno de los baños, echando todo lo que tenía dentro, quedándose apoyado en la taza del vater aún mareado y con aquel dolor tan extraño que le daba ganas de llorar desconsoladamente, algo que a duras penas lograba evitar.
Escuchó abrirse la puerta del baño y, posteriormente como alguien entraba al baño de al lado, más bien parecía dos persosas y por los sonidos que hacían no tenías que ser muy listo para saber qué estaba pasando.
-Rin..nos van a escuchar..
El ojiazul, al escuchar aquello, sintió que se le venía abajo el mundo y de nuevo aquella presión en su estómago le obligó a vomitar, saliendo justo después del baño para no escuchar más.
Notó que se golpeaba contra algo que no lograba enfocar bien, aunque podía deducir que más bien era un "alguien".
-Nanase..¿qué demonios haces? Mira por dónde vas.
Corrección, era un "algo", en concreto era Yamazaki, perfecto, no tenía bastante con lo que había escuchado como para encontrarse con aquella persona, aunque este parecía mirarle algo preocupado, al menos eso parecía detrás de aquel odio que tenía hacia su persona.
-Nanase ¿a caso no me oyes?
Sus oídos pitaban, exhaustos por aquella música, su cabeza dolía, demasiado alcohol para ser la primera vez que bebía, su estómago seguía retorciéndose, demasiados disgustos en un solo día.
Su vista se nubló durante un segundo, perdiendo así el poco equilibrio que le quedaba y desplomándose sobre algo que parecía ser más blando que el suelo, aunque tampoco tanto. Unos brazos bastante firmes le tenían sujeto por los hombros y tiraban de él con insistencia hasta la salida.
Eran las 3 de la madrugada, el aire era frío fuera, tanto que el delfín podía sentir cómo se le congelaban los dedos. Seguía confuso, ajeno a lo que estaba pasando realmente a su alrededor.
-R-Rin...
El más alto se giró hacia él, algo extrañado porque fuera aquel nombre y no otro el que abandonaba sus labios. Era consciente de que el más bajo estaba enamorado de su mejor amigo, se había dado cuenta hacía muchísimo tiempo, pero jamás pensaría que se encontraba así por él. Nunca había visto a Nanase de esa forma tan lamentable.
-Nanase, espabílate estamos en medio de la calle
El ojiazul se sintió extrañado, creía que estaba junto al pelirrojo, o como mucho solo, pero aquel tono de voz tan grave negaba ambas cosas.
Abrió los ojos despacio, tratando de enfocar la vista, aunque la calle no dejaba de dar vueltas, y eso a su estómago no le sentaba bien, por lo que de nuevo su estómago se vació, esta vez en el borde de la acera. Cuando quiso darse cuenta una mano estaba sujetando su flequillo hacia atrás mientras él terminaba de echar todo lo que tenía dentro, quedándose con una horrible sensación de quemazón en la garganta y el esófago, además del horrible sabor a vómito en su boca.
Ya seguro de que no iba a vomitar más, se giró hacia su acompañante, quien retiró la mano de su frente y siguió con los ojos puestos en la calle, donde parecía que habían estado en todo momento. Pronto el silencio, algo incómodo, se echó sobre ellos mientras el azabache se limpiaba la boca con las mangas de la camisa sin importarle demasiado mancharla de sus fluidos estomacales.
-Les escuché...
Yamazaki abrió los ojos algo extrañado, mirando a un cabizbajo Haru durante un segundo, antes de devolver la vista a la solitaria calle esperando que dijera algo más, aunque esto parecía que no iba a pasar.
-Nanase, no soy Tachibana, explícate o es imposible que te entienda.
Se escuchó un profundo suspiro salir de los labios temblorosos del más bajo, quien trataba de contener los retortijones que tenía su estómago al recordar aquel momento.
-Rin y Makoto...estaban los dos en el baño...
Se produzco un largo silencio, Sousuke no sabía que decir a eso, obviamente a él también le dolería escuchar algo así, pero era tan ajeno a Nanase que no sabía lo que tenía que decirle, ni si quiera sabía si quería que se sintiera mejor.
Un "me voy a casa" por parte del ojiazul fue lo que rompió aquel extraño silencio, seguido de un dificultoso intento de levantarse por parte del mismo, aunque en cuanti consiguió enderezarse volvió a sentirse mareado, perdiendo el equilibrio y siendo sujetado de nuevo por los brazos del más alto.
-Eres un incordio, Nanase...tendré que acompañarte para que no acabes tirado en alguna cuneta
Aquello tenía pinta de ser complicado, en una situación normal se habría pasado el brazo del chico por los hombros, pero Haruka era demasiado bajo para eso, dudaba de que realmente le ayudara así que la otra opción era que se agarrara a su cintura, algo mucho más incómodo pero igualmente efectivo.
Andaban por las calles de Tokio, acercándose cada vez más al barrio donde vivía el ojiazul y, por lo tanto, cada vez más lejos del apartanento de Sousuke, algo que no le hacía ninguna gracia.
Cuando por fin llegaron al apartamento eran alrededor de las 4 de la mañana y el cansancio era notable en ambos cuerpos, además de que las temperaturas habían bajado considerablemente y pasearse únicamente en camisa no era algo muy inteligente.
Sousuke tuvo que sacarle las llaves al azabache pues este parecía que ni si quiera podía ver dónde estaba la cerradura, y por fin pudieron entrar un poco en calor, al menos momentáneamente pues Yamazaki no tenía intención de quedarse, aunque tampoco le hacía gracia ir hasta su apartamento.
-Puedes quedarte, pero no molestes
El ojiazul parecía haberle entendido por una vez en su vida, y en cierto modo agradeció aquella especie de invitación que le evitaba tener que volver a casa a esas horas.
Le acompañó hasta su habitación, siendo sorprendido por un futón y un dedo que señalaba que saliera de la habitación. Iba a obligarle a dormir en medio de la sala. Bueno, al menos le había dejado un futón, pero no tenía ropa y era obvio que alguien tan canijo como era Nanase no iba a tener ropa de su tamaño. Y no era nada extraño que al rato volviera en pijama y con un pantalón en la mano.
-No tengo ninguna camiseta que te sirva, solo tengo esto así que apáñatelas como puedas.
El más bajo le dejó el pantalón y se encogió de hombros, volviendo a su habitación aún tambaleándose un poco, aunque los mareos y el dolor de cabeza habían remitido un poco.
Ahora estaba solo en la sala, con un pantalón que no parecía muy grande y sin una camiseta que poder ponerse, perfecto. Se desnudó quedándose en ropa interior y se colocó alquel pantalón, le estaba algo corto y la zona de la entrepierna no era especialmente ancha, pero al menos era mejor que un pantalón de vestir, solo le quedaba dormir cin el torso desnudo y rezar por no resfriarse por culpa de aquel hidrofílico. Claro que seguía sintiéndose algo preocupado por él.