“Porqué él dijo, que se mantendría siempre conmigo, sin importar qué.”
El calor acaparaba toda la atención de la ciudad. Personas caminando rápidamente mientras las leves gotas de sudor se formaban en sus frentes, en sus cuerpos, creando esa sensación incomoda y pegajosa, tan conocida y odiada.
JinKi no era la excepción, por lo que dejando por un momento sus deberes, decidió encaminarse a un parque cercano, dónde caminar y disfrutar de la luz que hacía demasiado no podía haber visto.
A pesar del fuerte calor que se sentía, salió a caminar con un gran abrigo, uno que cubría perfectamente su mandíbula, hasta la nariz. No quería ser visto por nadie.
No quería que nadie supiese de él.
La gente lo miraba más extraño que nunca, cosa que le hizo tener el más incómodo paseo de toda su vida. Nunca lo miraban tanto, nunca nadie lo veía de esa manera tan acusadora, nunca se habían visto tan reprobatorias.
A pesar de su incomodidad, siguió su camino.
“De seguro es por el abrigo, por eso.” Se repetía una y otra vez, tratando de convencer a su mente de que sólo por eso esas miradas, de que no había más razón para ellas.
Metros más adelante, divisó una tienda de tabaco. “Compraré un poco e iré de regreso a casa. A la mierda el parque. A la mierda las personas.” E ingresó a la tienda, con miedo de ser reconocido.
Entró, buscó el mejor tabaco que pudiesen venderle, pagó y se fue.
Lo que no desapareció fue el sentimiento de culpa oprimiendo su pecho de forma intensa.
No se fue el sentimiento de que el dueño del lugar le miró mal.
Tuvo que soportar las feas miradas todo el camino, de nuevo esas feas miradas que le recitaban a gritos lo traidor, mentiroso, loco, estúpido y redrum que había sido en un pasado.
Su preocupación se acrecentó en el camino de regreso a casa, incluso ya estando en su piso, tenía miedo de algo.
Cómo si él lo persiguiera aún. Sonaba demasiado posible en su mente.
Un paso se dio en su hogar y el abrigo había desaparecido. Definitivamente el calor era lo suficientemente insoportable cómo para haber hecho una caminata tan larga a media mañana durante el fuerte sol del verano.
Se despojó también de su saco y desabotonó por completo su camisa de vestir.
¿Cuándo ese miedo se volvió tan fuerte?
La idea de ser visto por alguien… ¿Por qué…?
Sacó el tabaco del bolsillo de su saco y con toda la tranquilidad del mundo se dirigió hasta su amplia y cómoda sala.
Le estaba recibiendo con los brazos abiertos, con la seguridad única que esta poseía.
Un gran y –casi- único sillón fue en dónde JinKi tomó asiento, al instante tomó su pipa de la pequeña mesita de al lado, y con el pequeño mechero, la encendió.
El “dulce” sabor del tabaco del envolvió de pronto. Él siempre sabía así… Sus labios, su sabor…
Se removió un tanto incómodo en su asiento, antes de tomar aquella esfera pequeña que había reposado sobre la mesa.
La envolvió en sus manos, atesorándola con demasiadas ganas. Extrañando esa esencia y recordando miles de momentos.
“Sí tanto me quieres, sólo mátame. Así me harás feliz.”
Las lágrimas que había tratado de reprimir por tanto tiempo comenzaron a brotar nuevamente. Sus pequeños susurros pronto se convirtieron en gritos, que pedían incesantemente le regresasen a su amado, que el tiempo se hubiese detenido en ese momento, que nada de lo que dijo esa noche hubiese afectado…
“— ¿Me amas, JinKi?
— Demasiado, JongHyun.
— ¿Por qué no me matas entonces?
— Porque te amo y no quiero perderte.
— Entonces no me amas realmente. Si lo hicieras, no sólo me matarías, si no que te morirías conmigo…”
El sonido de un disparo que no se pudo evitar.
Un grito siguió a ello.
Y después… Visitar a JongHyun en su sótano todas las noches se hizo costumbre. Por su eternidad. Hasta que volviesen a encontrarse, hechos cenizas.