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Save me! por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Personajes de Tokyo Babylon pertenecen a CLAMP, los pesonajes de Shigeki no Kyojin pertenecen a Hajime Isayama.

 

Esta es la segunda obra de la serie Designios, no es obligatorio leer su precuela ("Antecedentes", Categoría Tokyo Babylon y X) pero sí se podría entender un poco más si es que no se tiene conocimiento de las ovas en ánime ni del amga de Tokyo Babylon.

Apesar de haber sido la primera serie que decidí escribir... apenas viene la continuación. 

Notas del capitulo:

Como se irán dando cuenta, los primeron títulos son nombres de canciones... no están relacionadas más de que es la canción que estuve escuchando mientras escribía.

 

-Editado-

 

 

 

 

Save me!

 

I

 

Bring me to life

 

 

 

 

 

 

 

“Ya todo terminó... el objetivo por el que yo seguía con vida, por el que se me permitió seguir viviendo, ya se cumplió. Ya no hay más Titanes, ya no hay amenaza para que la humanidad valla más allá de las murallas. Aunque... aún quedo yo. Yo soy lo que queda de la época más obscura de la raza humana, yo represento lo que todos deben superar y dejar en el olvido. Es por ello que, mañana dejaré de existir... mi muerte, marcará un nuevo inicio... una nueva era.”

 

Un castaño sumido en una celda obscura contemplaba sus últimas horas de vida. Una celda, más bien calabozo, húmeda y obscura, con cadenas colgadas del techo y fijas en las muñecas del castaño, con un intento de cama y un rincón para sus necesidades; era observada por un par de figuras a través de un reflejo en una sencilla fuente.

 

 

 

--¿Estás seguro que él es el indicado? –preguntaba la figura más alta.

 

--...No creo que debas cuestionarme, vallamos ahora. –respondía la figura más pequeña.

 

 

 

De vuelta en la celda-calabozo, el castaño de cabellos castaños y piel trigueña seguía auto convenciéndose que su ejecución era necesaria. Seguía en su misma posición: sentado al pie del camastro, rodillas flexionadas y su barbilla recargada en sus manos maltratadas por las cadenas. Sus ojos verdes azulados miraban a la nada, en la espera de su final.

 

 

 

--Sigo sin entender cómo él puede ser el indicado. –escuchó el castaño. En otro tiempo pudo haberse sobresaltado, más dadas las circunstancias no lo veía extraño.

 

>>Parece que no tiene sentido de supervivencia. Podría matarlo en este instante y él ni por enterado, es tan patético...

 

--Suficiente. –una nueva voz. "Parece tan distinta" pensaba el castaño.

 

 

 

La curiosidad pudo más y el castaño se volvió a ver a sus ‘acompañantes’. Se sorprendió un poco. No eran guardias, no eran ningún tipo de asesinos que vinieran a terminar con su vida fuera de la vista pública, es más, no parecían ser de algún lugar cercano. Eran dos hombres, bueno, un hombre muy alto y un joven casi de su edad y altura.

 

El hombre tenía su pelo negro y unos ojos miel, bastante fríos, casi vacíos; traía unos atuendos extraños de colores obscuros, acentuaba su aura que gritaba peligro a la vez que contrastaba con su compañero.

 

El joven, tenía su pelo un poco más largo que el mayor, un par de mechones y un flequillo enmarcaban a un par de grandes y hermosos ojos verdes jade... parecían albergar una infinita tristeza y su vestimenta era aún más extraña que su compañero: largas telas que cubrían sus manos y pies por completo, todo de un color blanco casi destellante.

 

 

 

--¿Q-quienes son-n usted-es? –se aventuró a preguntar el prisionero, claro que no contaba con tartamudear. Parece que el no hacer uso de su voz por un tiempo, después de gritar y llorar por un largo rato cuando nadie escucha, deja secuelas.

 

--Somos tu pase a la libertad. –dijo el más alto con seguridad.

 

--Seishiro-san. –advertía el joven –Mi nombre es Subaru y él es Seishiro-san. Hemos venido a ofrecerte un trato.

 

--¿Q-qué clase de tr-trato? –carraspeaba el castaño aun tratando de asimilar la presencia de sus 'visitas'.

 

--Te sacaremos de aquí, conservarás tu vida, verás mucho más de lo que hay tras esas murallas que tanto odias y cuando termines con lo que tienes que hacer... podrás elegir cualquiera de los lugares que hayas conocido para quedarte el resto de tu vida. Claro que hay una excepción. No puedes elegir 'este' mundo. –decía Seishiro-san.

 

--¿Por qué... por qué no este mundo? –inquiría el castaño, después de todo, este era ‘su’ mundo.

 

--Digamos que en este lugar tu tiempo terminó, de una u otra manera debes dejar de existir aquí. –respondía Seishiro-san.

 

--¿No volveré a ver... a mis amigos… ni el lugar en el que crecí? –expresaba el prisionero sus pensamientos en voz alta, aun acostumbrándose al sonido de su propia voz.

 

--¿Qué? ¿Volver a ver a los 'amigos' que permitirán tu muerte? ¿Regresar a donde te repudian pese a haber salvado sus miserables vidas? 

 

--Basta, Seishiro-san. –intervenía el joven de aspecto celestial nuevamente ante los comentarios burlescos y continuaba con su propuesta –Es necesario que abandones este mundo... tu misión en este lugar ha concluido. Te ofrezco una vida tranquila después de completar las misiones. Tendrán riesgos pero no te dejaré morir, tendrás una vida común y corriente, la vida que deberías tener aquí.

 

 

 

El castaño escuchaba con atención. Evaluaba, o intentaba evaluar, lo que los extraños le ofrecían. ¿Serán reales? ¿Será que su mente le está jugando trucos donde alguien aparece y lo salva de una muerte segura?... Si es así... ¿Por qué su mente elegiría a un par de extraños y no a alguno de sus conocidos?... ¿Por qué no ''él''? Al parecer, ni en sus alucinaciones ''él'' le correspondería. "Ya no tengo nada que perder" pensaba con resignación.

 

 

 

--¿Qué es lo que tengo que hacer? –aceptaba, mejor pensar que escapará a lugares desconocidos con situaciones peligrosas y con un par de extraños que pensar en ser ejecutado dentro de algunas horas.

 

--Valla, aceptó. –decía incrédulo Seishiro-san –Muy bien chico, ¿Qué te parece si yo te ofrezco algo más? Te permitiré llevar a tu amante.

 

--¿Qué? ¿Amante?... Yo n-no tengo ningún amante. –decía el castaño con un tono carmín en sus mejillas.

 

--Vamos chico, esa mirada que tenías antes de aceptar indicaban que pensabas en tu amante. –seguía Seishiro-san con un tono de diversión.

 

--No, no, claro que no. –no cedía el castaño.

 

--Admítelo, ¿Es esa chica pelinegra con cara de asesina? –intentaba adivinar el mayor.

 

--¿Mikasa? No, ella es mi hermana. –aclaraba el castaño con disgusto.

 

--Entonces ese chico rubio, el cerebrito. –seguía adivinando Seishiro-san.

 

--¿Armin? No, él es mi mejor amigo. –decía el castaño con el ceño fruncido.

 

--Ya sé, entonces es ese otro chico castaño con el que siempre peleas. –decretaba Seishiro-san.

 

--¿Jean? ¡No! Jamás. –decía el castaño mientras un escalofrío le recorría la espalda.

 

--Seishiro-san, deje de jugar. –decía el joven de ojos jade.

 

--Exacto, deje de jugar. Yo no, no tengo ningún amante. Además, si lo tuviera, no me atrevería a pedirle que deje este mundo conmigo... no para pedirle que se enfrente a otros peligros, en otros lugares y que esté sólo conmigo. –decía el castaño para luego soltar un suspiro.

 

--Chico, si no le dices a esa persona que tanto quieres lo que sientes... te arrepentirás el resto de tu vida. –decía con seriedad Seishiro-san.

 

--Si no deseas llevar a alguien de aquí, encontraremos a alguien más que te acompañe. –decía Subaru luego de un breve silencio.

 

--¿Un compañero? Entonces, ¿Me asignarán a un compañero para estas misiones aún si no llevo a nadie de aquí? –reafirmaba el castaño.

 

 

 

Un ruido hizo gran eco en la celda-calabozo, esta vez el castaño sí se sobresaltó, había olvidado dónde estaba... hasta había olvidado las cadenas que restringían sus movimientos. Con el temor plazmado en su mirada, se volvió hacia Subaru y Seishiro, temía que desaparecieran, temía que en verdad fueran ilusiones. Al verlos, se tranquilizó un poco.

 

 

 

--No te preocupes, no iremos a ninguna parte, sólo tú puedes vernos y escucharnos. Despídete de ellos, cuando hayas terminado, nos iremos. –aseguraba Subaru.

 

 

 

Aún con dudas en su mente, el castaño vio cómo entraban sus amigos, les habían permitido despedirse adecuadamente. Platicaron un rato, se despidieron, dijeron aquello no se había podido decir... los convenció para que no cometieran una tontería, lloraron sin importar nada, se volvieron a despedir y sacaron a una chica pelinegra con trabajo.

 

Los pelinegros que observaban todo desde el interior de la celda no intervinieron, le dieron al castaño su espacio. Cuando sus amigos se marcharon, el castaño iba a hablar pero Seishiro-san le indicó que guardara silencio. El castaño obedeció con extrañeza, y luego vio que oficiales de alto rango entraban, le agradecieron su ayuda al exterminio de los Titanes, se disculparon por no poder evitar su ejecución y luego se marcharon.

 

El castaño esperaba ver a una persona más, alguien que fue muy especial en su vida, fue su modelo a seguir... fue su apoyo en momentos difíciles. Los minutos pasaron y él no llegaba. Tal vez, esperaba demasiado.

 

 

 

--¿Estás listo, chico? –preguntaba Seishiro-san.

 

--...Sí, estoy listo. ¿Qué debo hacer? –decía con pesar el castaño.

 

--Colócate firmemente, después de repetir lo que te diré haces una leve reverencia. Repite lo siguiente: –iniciaba Subaru –Yo 'tu nombre' renuncio a este mundo, renuncio a los lazos que me atan a este tiempo y espacio. Yo 'de nuevo tu nombre' entrego mi existencia a disposición del clan Sumeragi hasta que su objetivo se haya cumplido. Serviré al clan Sumeragi  hasta que mi misión haya concluido.

 

 

 

El castaño escuchaba con atención, ¿Realmente iba a hacerlo? ¿Realmente abandonaría el mundo que lo vio crecer y desarrollarse en todos los aspectos posibles?... ¿Realmente aceptaría una nueva vida llena de peligros a cambio de ‘seguir viviendo’? ¿Aceptaría dejar el mundo en que vive ‘esa’ persona?... “Si me quedo, moriré, no quedará nada de mí que pueda amar a ‘esa’ persona; si acepto este trato, podré amarle desde más de un mundo… siempre lo tendré en mi mente, en mi corazón y en mi alma; le seguiré amando desde dondequiera que esté, sólo a él, solamente a él.” pensaba el castaño, con esto, tomó la decisión definitiva.

 

 

 

--Yo, Eren Jaeger, renuncio a este mundo, renuncio a los lazos que me atan a este tiempo y espacio.

 

>> Yo, Eren Jaeger, entrego mi existencia a disposición del clan Sumeragi hasta que su objetivo se haya cumplido.

 

>>Serviré al clan Sumeragi hasta que mi misión haya concluido. –repetía Eren para después reverenciar a Subaru.

 

 

 

Al incorporarse el castaño, observó con confusión ‘su cuerpo’ desplomado a sus pies, con exaltación revisó nuevo cuerpo: mismo color de piel, mismo color de cabello, no dudaría en que poseía sus mismos ojos verdes azulados… su muñecas, antes lastimadas, estaban tan tersas y sanas como si nunca hubieran sido laceradas por cadenas; sus manos suaves y sin callosidades como todo soldado, parecían esas manos que poseía cuando era aún un niño; trató de tocar sus inexistentes ojeras, la piel al redor de sus ojos ya no se sentía flácida ni sumida como la falta de sueño la dejaba. Volvió a ver sus manos y vio que sus brazos estaban cubiertos por la chaqueta que le habían arrebatado, esa chaqueta que tenía como símbolo las alas de la libertad, también traía el resto de su uniforme… su uniforme, ¿Sería extraño haberlo extrañado?

 

Regresó su vista hacia su antiguo cuerpo, carente de vida, en el suelo. Observó ‘sus’ muñecas, manos, cara y atuendo… ¿Así se veía?... Ahora entendía el poco interés de “él” hacia su persona. Sin el valor suficiente para hablarle, esperaba que tal vez, hubiera podido robarle más de una mirada… “pero una mirada diferente a la de lástima.” no pudo evitar pensar Eren.

 

Dando un paso lejos de su antiguo cuerpo, al fin Eren se volvió hacia Subaru y Seishiro, indicando son su mirada que estaba listo para partir. Con un último vistazo a su cuerpo sin vida, se encaminó hacia sus dos ‘salvadores’.

 

 

 

--¿A dónde crees que vas, mocoso? –“Esa voz…” pensaba Eren congelado a medio camino hacia sus salvadores.

 

 

 

 

 

 

 

>>Continuará...

 

Notas finales:

Gracias por leer.


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