Niño suave y tierno
[Keny-chan]
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Estaba derrumbado sobre la cama que había en la habitación, con las cejas ligeramente arrugadas debido al dolor que, aunque menor, insistía en permanecer a su lado. Había logrado sobrevivir el día anterior por el bien del Tour, pero ese tipo de incidentes no se curaban en tan sólo unas horas. Y era debido a eso que ahora se encontraba descansando, observando el techo porque ni ganas de leer tenía. Se apartó un mechón de la frente y dejó caer pesadamente el brazo.
— Ugh.
Rodó hacia un costado, mirando a la ventana. Tal parecía no se perdía de nada, pero esa no era su idea de divertirse o de matar el tiempo. Ryo y Nii habían pasado un rato a verlo en la mañana, lo cual agradecía, pues habían ayudado se olvidara de su padecimiento, al menos momentáneamente. Pero habían tenido que marcharse por planes hechos con un día de antelación. Gruñó, tenía hambre pero no tenía ni fuerzas para levantarse y buscar algo.
Se quedó un momento allí maldiciendo en voz baja a la comida que lo había enfermado. Ponerse de mal humor sólo haría que su situación fuera más lúgubre, así que creyó era momento de acudir a aquello que siempre se mantenía a su lado y le llenaba de energía: escuchar música e intentar dormir. Rodó hacia el lado contrario con la intención de tomar su reproductor, pero grande (y perturbadora) fue su sorpresa al encontrar el rostro analítico de Satoshi reposando en la orilla de la cama sobre sus brazos.
Dio un respingo pero no vociferó absolutamente nada, sólo lo miró directamente, como el otro hacía. Después de un expectante minuto de silencio, Shuu enarcó una ceja, indicándole al más bajo que deseaba escuchar la explicación a su repentina visita.
— ¿Te sigue doliendo, Shuu-san?— preguntó finalmente con una sonrisa ligeramente burlona.
— Por algo estoy en cama, Satoshi— aseveró sin encontrarle la gracia.
El vocalista continuó mirándolo detenidamente y sonrió. Llevó una mano hacia el piso, donde estaba arrodillado, y puso a la vista del bajista un peluche de Donald, contoneándolo de un lado a otro, simulando así el andar del pato.
— ¡Es lógico que no mejores si no te tomas la medicina, Shuu-chan!— pronunció el castaño, intentando imitar la peculiar voz del personaje, casi lográndolo y en seguida, como regañándolo, le picoteó las mejillas con suaves golpecitos.
Fue entonces cuando Shuu no pudo reprimir una débil risa, continuó escuchando el sermón que Donald le daba y cuando este por fin se detuvo, se dio cuenta de que estaba sonriendo y que Satoshi le miraba satisfecho.
El castaño se puso de pie y sirvió agua en un vaso, tomó las pastillas para el dolor y le tendió ambas cosas. Shuu se sentó e hizo caso a la solicitud implícita del otro, quien volvió a sonreír debido a ello.
Se sentó nuevamente en el piso, con la espalda contra la cama y echó la cabeza hacia atrás, recostándola a la altura de Shuu, quien lo miraba desde arriba con una expresión serena.
— ¿De dónde lo sacaste?— preguntó, refiriéndose al peluche que había sido dejado sobre sus piernas.
— Eso es un secreto, Shuu-san, así que no puedo decirte.
Shuu torció la boca sutilmente ante la falta de información. Pero concluyó que esa era la razón por la que llevaba desaparecido toda la mañana. Tomó el pato blanco entre sus dedos y lo observó con cariño.
— ¿Ya no duele?— volvió a preguntan el castaño, después de un rato, dejando relucir en sus grandes ojos la preocupación que sentía.
— Ya no, parece que funcionaron— dijo, dirigiendo la mirada otra vez al más bajo.
— ¡Fuiste un niño bueno, toma!— dijo con alegría, extendiéndole un Ramune, que fue bien recibido— Parece que ayer te ayudó, creí que podría tener el mismo resultado— se explicó, sonriendo.
Shuu rió por lo bajo, tomando un largo trago a la botella, disfrutando de la dulzura resbalando por su garganta, mientras veía a Satoshi balancear a Donald en una especie de baile y murmurar diálogos con una voz graciosa. Siempre que estaban solos, Satoshi se portaba como un niño suave y tierno, sin falta.
Dejó el Ramune sobre el buró y se encorvó hasta alcanzar los labios del vocalista con un toque sedoso y breve, exhalando un Gracias una vez hubo interrumpido el contacto, Satoshi amplió su sonrisa en su totalidad y picoteó las mejillas del más alto, hasta hacerlo reír de nuevo.