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Primer beso por 5kn_akatsuki

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Notas del fanfic:

He decido contarles un pedacido de mi vida. De nuevo. Pero más directo. 

¿Un beso entre mejores amigos?

Dicen que terminan siendo malas decisiones, por aquello del a ya yai.

Siempre uno está enamorado del otro (en secreto) y cuando sucede el beso entre ambos uno se frustra mientras el otro sigue con su vida.

Mi primer beso también fue con mi mejor amigo.

Él se llama Gerardo.

¿Yo?

Éramos amigos desde hacía ya un tiempo.

Nos conocimos en la escuela secundaría, íbamos en el mismo salón pero durante el primer año no éramos ni conocidos, je, je, él no se sabía mi nombre y cuando me llamaba siempre era con “amigo”. Fue hasta el segundo, cuando yo tenía trece años, que comenzamos a hablar más entre nosotros por un amigo en común.

Él quería con Gerardo. A mí me daba igual.

Gerardo siempre tenía novia.

Tuvo una en especial, en secundaría, se llamaba Gisela y la amaba. Lo sabía porque yo y mi amigo éramos quienes escuchábamos sus hazañas amorosas con ella. Luego de un tiempo ellos dos terminaron, entonces mi amigo supo que tendría camino libre para llegar a él.

A mí me seguía dando igual.

Gerardo comenzó a interesarse por mis gustos. Yo era otaku, había visto un montón de animes, Death Note, por ejemplo, era el anime que compartíamos. Él se quedó impresionado por la imagen de L por su cabello y sus hombros caídos, que comenzó a hacer cosplay de él.

Yo, yo le llama ridículo.

Se dejó crecer el cabello hasta que le cubría las cejas, se peinaba de honguito pero con estilo, según él. Nos graduamos de la secundaria  a los quince años, pero él ya tenía diecisiete.

Me invitó a ir a la graduación junto con sus amigos, pero no me gusta estar con la gente, o en multitudes así que le negué.

Después, cuando entré a la preparatoria el segundo día, me di cuenta de que él estaba en mi salón. Así que no perdió tiempo, tomó su mochila y se fue a sentar conmigo. Él usaba una mochila de Famous, yo un morral de Naruto.

En la preparatoria se hizo más popular entre las mujeres. Las mayores lo buscaba, las del otro salón también porque nosotros éramos los menores.

Gerardo tenía una banda en la que tocaba la batería, bongoes incluso sabía tocar la tuba y la trompeta. Sus manos eran un desastre, tocarlas eran como tocar una pared de roca, estaban llenas de callos por los bongoes.

Se tiñó el cabello de negro, su color natural era castaño semi claro, pero por el asunto del cosplay y su nueva moda de “scream” que decidió teñirlo. También se perforó los oídos y comenzó a usar expensares. Se hizo pirsin en la ceja, en los dos lados de los labios, y quería hacerse uno en la nariz, pero me burle diciéndole que parecería toro.

Él tenía problemas de dinero. A veces me contaba que no había cenado o comido porque no había nada en su casa. Tenía hermanos menores que tenían que comer antes que él ¿su madre? Era un desastre.

Una señora rubia de algunos cuarenta y tantos años, con uñas acrílicas de dos sentimientos, labios rosas y arracadas en los oídos. Con tacones por supuesto.

Su padre parecía ser más serio y quien imponía orden.

Estaba medio calvo, usaba botas de vaquero y una hebilla cada vez más grande y brillante. Pero era responsable, en alguna ocasión que me tocó hablar con él, dijo “quiero que mi hijo, Gera, sea alguien de bien, que siga un buen camino y se supere, principalmente”.

Pero con las condiciones de vida que llevaba, eso era cada vez más lejano.

El sentimiento de “me das igual wey” pasó a convertirse en amor.

¿Amor? Hay diferentes tipos de amor.

Lo que yo sentía por él ya en la prepa, a los dieciséis, era amor de madre.

Me aseguraba de que comiera en la escuela, yo mismo le compraba el desayuno; una hamburguesa y un jugo. Se lo dejaba en su mochila para que al regresar de fumar los viera y comiera.

Porque sí, Gerardo fumaba tabaco.

Con el tiempo me confesó que tenía otros demonios, le gustaban las bebidas energéticas pese a que le hacían mal, le gustaba la cerveza y “coger con viejas”.

Ahora me doy cuenta de que la estabilidad emocional de mi amigo se la llevó Gisela al terminarlo.

Cómo sea, el sentimiento de madre comenzó a hacerse más fuerte.

Le llamaba cuando me despertaba a las seis de la mañana para que se levantara y fuera a la escuela. Quedábamos en ir a mi casa a hacer la tarea porque de otra manera él no la haría. Le invitaba a comer, así me aseguraba de que lo hiciera. Le presté dinero para que comiera en su casa. Le regalaba ropa, camisas de botones, sudaderas, pantalones, porque me di cuenta de que sólo tenía un par de prendas. Le compré incluso una colonia para caballeros y una billetera de piel el día de su cumpleaños.

Cuando él cumplió diecinueve me invitó, como cada año, le negué.

Pero dijo “si no vas, voy a ir a tu casa por ti, quiero que estés ahí conmigo”.

Ni fu, ni fa.

Ese día me eche al menos veinticinco capítulos de One Piece, a la salud de Gerardo y porque quería saber qué pasaba con Going Merry.

Un día en especial le dije que dibujaría un cómic de mi vida.

En ese momento, viendo animes y leyendo mangas, me inspiraba mucho por el dibujo.

Comencé haciendo algunos bocetos hasta que terminé caricaturizando a las personas que se me acercaban por eso. Vendía mis dibujos en las kermeses y realmente disfrutada de esa actividad.

Ese día, él me dijo cómo quería que lo dibujara.

“Con el cabello parado como en los animes, y no te olvides de mis expensares”.

Tampoco soy Masashi Kishimoto, pero mi cómic quedó bien.

El día que se lo mostré, pasó.

Me besó.

Estábamos en el receso pero varios de mis compañeros estaban en la biblioteca haciendo la tarea. Yo como era un nerd me quedé en el salón a esperar al profesor.

Luego Gerardo entró, se sentó a mi lado y dijo:

-Estoy cansado.

Había tenido una “tocada” como él las llama. Había estado trabajando con su banda todo el fin de semana y lógicamente, estaba devastado.

En ese momento para animarlo le mostré r el cómic.

Él lo miró sonriendo.

-Me acuerdo de esto. ¿Este es el profe Lepe? ¡Ese soy yo!

Al terminar de verlo seguía sonriendo, luego me miró.

Tenía una sonrisa rara. Hasta el día de hoy no encuentro como describirla. Era una sonrisa fija, ni se ensanchaba ni se achicaba. Incluso mostraba sus dientes superiores. En mi incomodidad noté que sus pupilas estaban dilatadas y no paraba de mirarme.

Pensé que había alguien detrás de mí a quien quería ligar, pues me sentaba a un lado de la ventana.

Pero no miré por encima de mi hombro, sólo con el movimiento de mis pupilas miré hacia la izquierda y la derecha.

Antes de poderle decir algo él se comenzó a acerca a mí, pensé “he visto esto en muchas películas, sé lo que viene”.

Luego el sabor a tabaco en mi boca y sus labios sobre los míos.

Su mano fue a mi mejilla retirando el cabello que mi oído cubría y el chasquido de sus labios comenzó a sonar.

Ese fue mi primer beso.

Y fue con mi mejor amigo.

Ahí él ya había vuelto a darme igual.

Así que me retraje y lo miré.

Él seguía sonriendo y riéndose tímido.

Siempre he sido el raro del salón, el que ve animes, el que no sale por las tardes, el que cumple con las tareas. Vamos, le chico que cae mal.

Gerardo tenía novia, una chica emo que había conocido ese verano y que ya se había follado al menos una vez al día.

Ni él me dijo ni yo se lo pedí, pero ese beso nadie lo sabe.

O eso espero. Aunque realmente lo creo.

A él no le convenía decir que me había besado, y a mí, no me importaba.

Uno se da cuenta cuando alguien quiere con él, por así decirlo, y me di cuenta de ello. De que Gerardo comenzaba a hacer algunas cosas que normalmente hace con la chica que se va afollar.

Sin embargo me mantuve inapetente.

Sintió el rechazo de mi parte y sólo se alejó de mí.

No quiero ser egocéntrico, pero él sin mí, no podía.

Y lo comprobé cuando reprobó una materia tras otra, eventualmente le aplicaron el artículo treinta y cinco, que dice que no puedes seguir en la preparatoria si tienes al menos cinco materias reprobadas.

Se salió de la escuela.

Tenía su facebook así que seguía sabiendo de su vida, de sus novias.

Siempre creí que él era gay. Dicen que aquel hombre que presumen cuántas mujeres se ha follado es porque siente inseguridad sexual, y cuando la sociedad lo aprueba como “macho” él lo cree también.

Hace poco me enfermé de la vesícula.

Me puse amarillo y un día antes de que me intervinieran por primera vez, le llamé. Le dije “Gera, mañana me operan, deséame suerte”.

Me colgó y a los minutos el auto de la banda se estacionó frente a mi casa.

Había ido a verme.

Me abrazó y bromeó conmigo o de mí.

-Te pareces a Los Simpson y lo malo es que no te gustan.

Me pidió que le dijera en qué hospital iba a estar para que fuera avistarme, quedé en darle el dato pero no lo hice. Típico de mí.

Luego de ello no lo vi más.

Hoy él tiene veintitrés años y una hija.

Yo tengo veintiuno y un título en criminología. 

Notas finales:

Su hija se llama Daniela. 

Gracias por leer~


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