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Un Minuto para los Dos por Javmay

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Notas del fanfic:

¡Y este es el segundo Fic~! Me tardé un tantito más porque tuve que arreglar una de las viñetas, pero creo que lo he hecho en el perfect timing, ne?

 

Al igual que "Amigos Encubiertos" es un one-shot, larguito, como es típico en mí, pero me divestí mucho en escribir. 

 

¡Por cierto! Auqnue intentaré en cuanto pueda responder a sus reviews, me gustaría dedicar este Fic a: Macross, Pandicornio145, Hanakae13, Alejandra, shia1624, Diva, mela swan, Rinari, Warry, DarkSweetLady. Como también a todas aquellas lectoras silenciosas de mi otro one-shot. Me emocioné muuucho por el recibimiento de la historia. Ojala que les guste este también :3!!

Notas del capitulo:

Sobre el Fic en sí... bueno, esta historia nació después de fijarme que normalmente Akashi sale "solito" en las imágenes promocionales de la serie.

Creo que sólo ultimamente se le ha puesto con su equipo, pero normalmente es él entrenando, o descansando, o jugando shogi o tocando el violin... Y me llevó a pensar como que igual sería dificil para un persona tan acostumbrado a su ritmo, a su tiempo privado, el tener que aceptar a alguien más en su vida.

 

Digo, si, uno se enamora y todo, pero el cambio es igual brusco, y quizás para personas tan independientes como Akashi, es algo también incómodo. Asique... me gustó explorar un poco esa "evolución"...

 

Asique, aqui está este Fic, que espero que les guste :)... 

 

Advertencia: Emmmm.... aparición minima de "Bokushi" y... algunos besitos un poco intensos... Nada más~

 

Nos leemos abajo

Un Minuto para los Dos

 

-

 

-

 

JAV

 

 

(1)   Aunque comenzó como algo incómodo…

 

 

 

Akashi sintió la dulce tentación de cerrar los ojos; percibió el insistente deseo de perderse en la oscuridad apacible tras sus párpados, y entregarse por completo a la sensación de la brisa acariciando sus mejillas, frente, cuello, nariz y labios. Podía hacerlo, por supuesto. Akashi Seijuurou puede hacer cualquier cosa. Pero la experiencia le había enseñado a actuar con prudencia y temple en esta honorable actividad de caballeros.

 

Usanza que además le había dotado de una pericia perfecta para liderar y comandar a Yukimaru;su caballo blanco y ágil con el que ahora practicaba salto ecuestre, deporte perteneciente al arte de la equitación,en uno de los tantos clubs campestres que la familia Akashi visitaba de cuando en cuando; Seijuurou, al menos, pernoctaba allí cuando lograba una vacancia suficiente en su apretada agenda.

 

Hoy, un templado sábado a finales de verano, lograba sin mayores dificultades sosegarle con los árboles vestidos de matices verdes y marrones. El cielo, tan despejado y claro, sólo instaba a subir las manos y pretender alcanzar la atmosfera entre los dedos.

 

Es un día perfecto.

 

O así le parecía a Akashi mientras sujetaba las riendas de manera experta, dirigiendo a su caballo para saltar sobre la barra que le esperaba más adelante. Yukimaru, como Seijuurou anticipó, aterrizó de manera impecable y suave sobre el pasto recortado; el pelirrojo a penas y sintió su cuerpo sacudirse sobre la montura hecha a la medida. Una sonrisa pequeña y presumida escapó de sus labios al escuchar el rumor de unos aplausos; nada anormal, de hecho; ya que sus prácticas siempre atraían a un mediano grupo de espectadores; incluso de profesionales que venían a entrenar.

 

Seijuurou, disfrutando de la corriente moviendo sus ropajes, desordenando los mechones que no lograba refugiar bajo el casco negro, y el sentimiento de paz que le rodeaba como sí el sol de primavera abrigara su piel, se permitió olvidar todo el mundo que le rodeaba; consintió relajarse y entregarse a los sentimientos de placer inocente de esta tarde.

 

Es un día perfecto.

 

Repitió inhalando profundamente el aire puro del campo, a las afuera de la ciudad y de las obligaciones que presionaban contra sus hombros cuando se descuidaba. Pero Akashi podía manejar cualquier tipo de presión. De eso se había asegurado desde que recuperó el control absoluto de su mente después del partido contra Seirin el año pasado; de eso se aseguraba con ahínco cuando el estrés pretendía abrumar su estabilidad.

 

Su padre, contra todo pronóstico, demostró comprensión total ante la situación de su heredero. Platicaron de padre a hijo. De hombre a hombre. Sin censura. Sin inferencias. Sin mentiras. Conversaron de su madre. Recordaron paseos familiares. El tono musical de su risa. La luminosidad tibia de sus ojos. Su amabilidad maternal. Su entrega incondicional. Pero más importante, su deseo de que Seijuurou poseyera cierta cuota de normalidad.

 

Akashi Masaomi, una persona considerada por muchos como implacable, fría, estricta, severa; incluso cruel; toleró aliviarle de ciertas tareas cuando lo considerara excesivo;  le permitió salir y  experimentar su juventud –dentro de los parámetros del sucesor Akashi, por supuesto –.

 

Y Seijuurou lo agradeció como corresponde: disfrutándolo sólo cuando el estrés era demasiado.

 

Yukimaru, con un trote calmo y constante, se acercaba a uno de los cobertizos del club, donde el encargado de aquél ahora caminaba velozmente a su encuentro.

 

Akashi acarició con ternura el lomo y orejas de su caballo, profundamente agradecido por su habilidad de calmarle y alegrarle como pocas cosas en la vida lograban hacerlo. Su pecho y corazón, casi siempre inmutables, ahora bombeaban agitados por la actividad y la emoción; claro testimonio de la razón por la que desplegaba tamaña ternura hacia el bello y noble animal.

 

—Akashi-san —Saludó el hombre inclinando la espalda en reverencia. Seijuurou, inexpresivo, pero educado, bajó la cabeza en reconocimiento, desmontando a Yukimaru y despojando a sus manos de los guantes que le protegían, al tiempo que el encargado tomaba las riendas y se alejaba con el caballo. 

 

Seijuurou ponderó seguir los pasos del asistente y de Yukimaru para despedirse antes de partir a casa, calculando que tardaría poco más de una hora en arribar a la mansión si instaba a su chofer a subir mínimamente la velocidad.

 

Sustrayendo el casco de su cabeza, Akashi se sacudió suavemente para despejar los mechones aplastados por la presión, suspirando por la brisa fresca que empapó cada resquicio de su nuca.

 

—Akashi-kun –Escuchó tras de él. Seijuurou, que ya había presentido que alguien se le acercaba por la espalda, sintió cada músculo de su cuerpo tensarse por su descuido; por olvidar por completo a la persona que había traído con él.  

 

A penas Akashi volteó el cuerpo para observarle, Furihata, con una sonrisa tímida y nerviosa, apuntó con un lado de la cabeza hacia el campo de práctica, donde ahora otro chico montaba a su caballo por las barras, muros, postes o rías [*] con menos pericia que pelirrojo de Rakuzan, pero con igual entusiasmo y dedicación.

 

—Eso fue… Wuoaah… i-increíble –Continuó el castaño bajando la mirada por unos segundos.

 

Cierto, recordó Akashi rápidamente; esta era la primera vez en su vida que había invitado a otra persona al club para disfrutar de la tarde.

 

Seijuurou, completamente absorto en la sensación de la brisa, del aire tibio, del cielo despejado, del trote estable de su caballo, del entusiasmo de su actividad, había relegado la presencia de Furihata a un lado menos consciente de su mente. Probablemente él fue uno de los que aplaudió mientras montaba, pensó Akashi con sorpresiva satisfacción, no acostumbrado a sentir el ansia y necesidad de probarse y presumir sus cualidades frente a otra persona; especialmente frente a alguien que le gustaba.

 

Akashi siempre había dado por hecho su superioridad y excelencia en toda clase de materias; encontrando redundante y ridículo el vanagloriarse respecto a hazañas normales para él…

 

…Pero con Furihata…

 

—Muchas gracias –Replicó enseguida, inclinando la cabeza y acercándose hasta el castaño, que tembló y desvió los ojos hacia el jovencito entrenando. Akashi, perfectamente controlado, estabilizó e intentó reprimir el sentimiento de incomodidad que se revolvía en su estómago al pararse junto a Furihata, sin rozar sus cuerpos, pero lo suficientemente cerca como para percibir su calor y aroma.

 

Seijuurou no estaba acostumbrado a esto. No estaba para nada habituado a estas prácticas… amorosas.

 

¿Qué se supone que debían hacer ahora?

 

¿Hablar?

 

¿Ir a cenar?

 

¿Cabalgar juntos, quizás? Akashi supuso con seguridad que Furihata no sabría cómo hacerlo, por lo que descartó la idea enseguida.

 

¿Pero entonces, qué hacer?

 

Seijuurou y Furihata solo llevaban saliendo cuatro semanas; relación poco y nada consolidada por las tres escasas veces que se habían visto cara a cara: Dos en Tokio, y ahora aquí en Kioto, donde el castaño se quedaría hasta el domingo en la tarde.

 

Conocían escasos datos de sus personalidades, gustos y preferencias, por lo que Akashi tampoco podía tomar libertades en cuanto a la elección de alguna actividad para más tarde.

 

Y, aunque a Seijuurou le irritaba recordarlo –y reconocerlo-, Furihata solo había aceptado salir con él después de que Kuroko se lo había pedido; por demanda de su ex capitán. 

 

Quizás fue una mala idea traerlo aquí, ponderó Akashi con los brazos cruzados sobre su pecho, pretendiendo estudiar los movimientos del niño que montaba con poca prudencia. Yukimaru y el club eran para Seijuurou un lugar privado. Sagrado, casi. Venía aquí para calmarse. Despejarse. Descansar. No escapar, pero si respirar otro aire. Disfrutar otra vista y otro ambiente.

 

No se sentía bien compartirlo con alguien que apenas conocía. No se sentía cómodo con Furihata moviéndose de manera inquieta a su lado; seguramente revolviéndose el cerebro para iniciar una conversación trivial que no les llevaría a ninguna parte.

 

La próxima vez vendré solo, decidió resolviendo invitar a Furihata al área del restaurante, donde podrían servirse algo antes de partir a la mansión; allí quizás decidirían ver una película o intentar conversar civilizadamente mientras tomaran el té o cualquier otro brebaje.

 

— ¿C-cuándo aprendió a… a m-montar a caballo? –Interrumpió el castaño. Seijuurou, que había previsto alguna pregunta o intento de plática, volteó hacia él para dedicarle la totalidad de su atención.

 

—Desde muy pequeño. No recuerdo con exactitud la edad –Respondió calmado y con educación, mínimamente frustrado por su incapacidad de rememorar el tiempo en que se inició en el arte de la equitación. —Es una práctica obligatoria en mi familia –Indicó de inmediato.

 

—D-bebe sentirse genial –Susurró Furihata observando con esos ojos tan pequeños pero expresivos al niño que ahora se retiraba hacia su respectivo cobertizo.

 

—Así es –Concedió Akashi moviendo las manos tras su espalda. El castaño, jugando con sus dedos y respirando profundamente, evitaba su mirada con vergüenza incuestionable. Seijuurou, incómodo por la ansiedad en su pecho; molesto por los extraños sentimientos que le dominaban cerca del miembro de Seirin, volteó el cuerpo hacia Furihata con una idea superficial en mente. — ¿Te gustaría intentarlo? –Preguntó como quien no quiere la cosa, casi seguro de que el point guard le rechazaría.

 

—E-eh… Y-yo nunca… yo nunca h-he montado un caballo –Admitió Furihata con los ojos y labios arrugados en vergüenza. Akashi, desestabilizado por el repentino calor en su pecho, por el nudo en su estómago, por el sudor de sus manos, por el temblor de sus rodillas, por el latir desbocado  de su corazón... por todo lo que le golpeó como un martillo en la frente…Inhaló profundamente antes de susurrar:

 

— ¿Permitirías que te enseñe? –Seijuurou, como pocas veces en su vida, no se sentía completamente seguro de qué se trataba todo esto. No se entendía a él mismo, a sus pensamientos dispersos, a sus sentimientos primerizos, poderosos y diseminados por su cuerpo; y peor, no comprendía del todo a Furihata. Y eso le frustraba. Le molestaba. Le incomodaba como nada.

 

Porque quería conocerle. Mejor que nadie.

 

— ¡C-claro! –Replicó Furihata con una sonrisa tan natural, tan alegre, tan luminosa, que Akashi tuvo que apretar los músculos de las pantorrillas para no dar un paso hacia atrás. Controlándose, el pelirrojo sonrió un poco antes de hacer un gesto hacia el cobertizo donde estaría Yukimaru.

 

Furihata se movió con evidente nerviosismo a su lado, mirando cada rincón como un animalito asustado y precavido, mordiéndose los labios y observándole de reojo. Akashi, divertido y enternecido con sus reacciones, le lideró hasta su caballo sin tocarle, todavía inseguro respecto a cómo proceder con la que persona que le gustaba y salía desde hace tan poco tiempo.

 

Sin más demoras, pidió al encargado que les preparara dos caballos.

 

—A-Akashi-kun –Llamó Furihata agarrándole la manga del vestón. Seijuurou juró que su corazón se estrujó como la toalla que refriegas contra tu rostro después de un entrenamiento. — ¿Podríamos s-solo montar a su c-caballo? –Preguntó con los ojos cargados de preocupación.

 

Akashi ni siquiera lo pensó antes de asentir como un robot diseñado con limitados movimientos.

 

La tarde comenzó a cubrir la totalidad de los cielos mientras Akashi le enseñaba a Furihata lo básico: Cómo subirse, sujetarse, posicionarse y caminar con el caballo por una pequeña porción de tierra; con el pelirrojo siempre parado a su lado y sin dejar de sujetar su mano para influirle confianza.

 

Aunque al principio Seijuurou pensó que se aburriría y cansaría bastante rápido por la monótona actividad, envolvió con sorpresa el bombeó inconstante de su corazón cada vez que Furihata le sonreía. O la presión abrumadora de su pecho cuando el castaño se sonrojaba como una amapola; o los nudos que le apretaban la garganta cuando montó a Yukimaru, colocándose detrás de Furihata y pasando los brazos por su cintura; sintiendo su cuerpo estrujado contra al suyo, inhalando su fragancia como un adicto, abrazándole con delicadeza…

 

Seijuurou, más tarde, con la cabeza de Furihata apoyada en su hombro mientras veían una película en su habitación, cerró los ojos al tiempo que hundía su nariz en los cabellos castaños que rozaban su barbilla, no entendiendo cómo fue capaz de olvidarle… Decidiendo en el acto que le llevaría al club campestre de nuevo apenas se le presentara la oportunidad.

 

No podía esperar para sentirle apretado contra su cuerpo otra vez…

 

 

 

(2)...Sofocante…

 

 

 

—Yyyy… Eso es todo. Creo que ya estamos listos para comenzar –Anunció con entusiasmo burbujeante una jovencita de cabellos rubios, lisos e impecables sentada al lado derecho de una mesa larga y ordenada, ocupada en su totalidad por otros muchachos que vestían el uniforme de Rakuzan.

 

Otro joven, entonces, parándose para indicar algunos datos en la pizarra y dando instrucciones a unos chicos que asentían a cada señal, declaró revisados y discutidos los asuntos del día, observando al pelirrojo sentado en la cabecera para confirmar.

 

—Gracias por su asistencia y duro trabajo –Despidió el presidente del consejo estudiantil con una pequeña reverencia. Los otros miembros, correspondiendo el gesto con exageración, no tardaron en reunir sus carpetas y materiales para dirigirse a sus respectivas clases, urgidos por iniciar las actividades del día.

 

¡~Festival Escolar~!... Expresaban un número considerable de pancartas en los pasillos de la escuela de Kioto, mientras los muchachos caminaban a velocidad moderada a sus pisos correspondientes.

 

Seijuurou, con su natural careta serena e impasible, se retiró de la reunión a penas el consejo terminó la sesión del día, admitiendo el alivio de no haber salido en el sorteo para supervisar las diversas actividades que se llevarían a cabo hasta la tarde. De esa manera, pensó con un aura satisfecha, podría recoger el bolso que le esperaba en su sala de clases y refugiarse en la biblioteca para finiquitar el proyecto que le había encomendado su padre hace unas semanas. Casi lo había terminado, pero necesitaba refinar y agregar algunos datos; los cuales había investigado ayer después de la práctica de baloncesto.

 

Si lo terminaba hoy, entonces podría dedicarse de lleno en el nuevo régimen de entrenamiento que quería implementar en el equipo desde la próxima semana.

 

Aunque Seijuurou consideraba que la actuación de Rakuzan durante la competencia de verano fue cercana a la perfección, no podía evitar sentirse insatisfecho con la copa de agosto. Quizás era sólo su orgullo hablando, pero era la Winter Cup la que recogía la totalidad de sus deseos y ambiciones.

 

Si la ganaban este año, entonces Akashi podría sentirse… complacido… contento… Sentimiento foráneo cuando se trataba de baloncesto; deporte que comenzó a practicar solo por el equilibrio físico e intelectual que lograba plasmar –además de ser lo único tangible que le conectaba a su madre-.

 

Pero muchas cosas habían cambiado desde el año pasado. Muchas cosas habían rotado y variado de rumbo desde que experimentó la derrota por primera vez a manos de Seirin.

 

Y una de ellas es que ahora disfrutaba del basketball.

 

Y por eso, como capitán, tenía la obligación de liderar a su equipo a la victoria dando todo de sí; trabajando y jugando como uno. Confiando en las jugadas de sus compañeros; dependiendo de las habilidades de los demás, y aprendiendo a adorar el deporte que tanto les había brindado. 

 

Akashi, caminando hacia su salón, esquivaba exitosamente al tumulto de personas que corrían con mesas, sillas, papeles, vasos, bolsas, ropa, y tantas otras cosas que Seijuurou ignoró en favor de llegar su destino. Su clase, según el pelirrojo había entendido en la última reunión, había decidido instalar un puesto de juegos tradicionales, desanimados por haber escuchado que un curso de tercero iba a ser un maid café.

 

Seijuurou había sido excusado de participar por las supuestas responsabilidades para con el consejo estudiantil; afortunado era el hecho de que no se enterarían que la reunión había terminado durante la mañana, dejándole el resto de la tarde libre.

 

Casi llegando a su salón, Akashi sintió la vibración de su celular contra su muslo. Presumiendo que se trataba de Mibuchi, llamándole con una ridícula excusa para que le invitara a la actividad de su clase -o insistiendo que él fuera a la suya-, ni siquiera se molestó en sacarlo de su refugio. [*] El aparato vibró unas cuantas veces más, pero Seijuurou lo ignoró.

 

Con sus cosas recogidas, se dirigió a la biblioteca ubicada en un edificio diferente al de los salones; alejado del bullicio y escándalo que ocasionaría este día.  Al arribar, no tardó en dedicarse de lleno en el informe que debía terminar, desconociendo el aire frío de otoño que entraba por los ventanales y concentrándose en el papel.

 

No más de media hora más tarde, Akashi apoyó la espalda en la silla con un suspiro irritado y molesto. Frunciendo el ceño, sacó el celular de su pantalón, el cual no había cesado de vibrar ya sea por llamadas o mensajes de texto.

 

Cuando Seijuurou leyó que tenía más de 15 llamadas perdidas de Furihata, ni siquiera meditó su curso de acción antes de marcarle.

 

— ¿Akashi-kun? –Saludó el castaño inseguro. Seijuurou, con la frente arrugada en malestar, apoyó un antebrazo en la mesa para masajearse el puente de la nariz, frustrado por la voz pequeña de su… novio.

 

—Lo lamento, Furihata. Estaba ocupado y no presté atención a las llamadas –Se disculpó intentando impregnar cada inflexión de su voz con absoluta honestidad. 

 

—A-ah, no, no, p-perdóname tú a mí. No era mi intención molestarte… E-es sólo que… -

 

— ¿Sí? –Presionó Seijuurou sintiendo una corriente en la espalda, pero no placentera, sino premonitora; como un recuerdo golpeándole con un látigo. 

 

—B-bueno… tu… el sábado p-pasado me dijiste que viniera ¿lo recuerdas? ¿P-por el festival de tu escuela? Y bueno… y-yo…Aquí estoy…-

 

— ¿Estás en Kioto? –Akashi fijó la mirada en los papeles sobre  la mesa, adelantando la respuesta con un desagradable sentimiento en el estómago y pecho; con una punzada irritante en la cabeza.

 

Tengo que finalizar esto, pensó automáticamente. Tengo que idear el esquema de entrenamiento, agregó enseguida.

 

¿Y como lo haría si Furihata estaba aquí?

 

Es más, ¿por qué le había invitado en primer lugar?

 

Porque cuando estás con él no piensas de manera razonable…

 

—S-si… Estoy con Mibuchi-san –Respondió en un murmullo que permitió distinguir la voz de su compañero de equipo en el fondo.

 

— ¿Dónde están? –Preguntó cerrando los ojos.

 

—Afuera de tu sala de clases -

 

—Voy enseguida -

 

Guardando el celular en su bolsillo, Akashi se quedó por unos minutos estático en su asiento, rígido de pies a cabeza. Pensando, ponderando, calculando. No obstante, sin importar cuántas veces le diera vueltas al asunto, Seijuurou no podía sacudir la molestia de sus músculos y poros.

 

¿Acaso de esto se trataba tener una relación?

 

¿De… asfixiarse uno al otro?

 

Porque Seijuurou así se sentía. Ahorcado; empujado contra su voluntad; maniatado a un carácter ajeno; aprisionado a un tiempo que no le pertenecía.

 

Se sentía despojado de su libertad.

 

Por supuesto, de manera razonable y lógica, sabía que la culpa no recaía sobre nadie. Ninguno de los dos era responsable de esto. Furihata y él llevaban casi tres meses juntos, y aunque Seijuurou admitía nunca haber sentido lo que experimentaba por el castaño; a pesar de que una emoción cálida le envolvía cada vez que estaba junto a él - cuando Furihata le sonreía, o le hablaba de sus intereses, o de las personas que le importaban -, Akashi no podía evitar sentirse… limitado…

 

Antes de Furihata podía hacer le que le daba en gana –parcialmente-. No tenía que dedicar sábados completos para viajar a Tokio desde altas horas de la mañana. No tenía que reportarse ante alguien todos los días con una llamada o mensaje de texto. No tenía que planear salidas, citas o encuentros cada ciertas semanas. No tenía que preocuparse por nadie.

 

Nadie le descontrolaba y desestabilizaba. Nadie le mantenía despierto hasta la madrugada pensando en su pelo, labios, dedos, codos, hombros, aroma, sonrisa, voz, piel…

 

Pestañando varias veces para despejar la niebla de sus pensamientos, Akashi recogió sus cosas y partió hacia su salón –nuevamente-, decidido a entretener a Furihata durante el festival, pero firme en su resolución de despedirle a penas las actividades finalizaran para, de esa manera, terminar el reporte, preparar el nuevo programa de práctica, y descansar hasta un nuevo día.

 

Efectivamente Furihata le esperaba en la puerta con Mibuchi a su lado. Ambos le sonrieron y saludaron apenas le avistaron. El pelinegro, no tardó en regañar a su capitán con un tono ligero por la tardanza y descuido para con su novio.

 

— ¡N-no, no! Está bien. Es mi culpa. Y-yo no llamé a Akashi-kun para confirmar si podía venir –Intervino Furihata volteando a Akashi con las mejillas rojas. —En serio, p-perdóname por interrumpir o molestar.- Seijuurou en seguida se sintió cálido y enternecido, entibiado y apretado por todo el contorno de su cuerpo; aguantándose una sonrisa ante esa muestra de humildad sin esfuerzo y amabilidad natural, poco acostumbrado a personas que le priorizaran sin dinero de por medio, se instaló a su lado.

 

—No hay nada por lo que debas pedir perdón…Yo debí llamarte. Ahora ¿por dónde quieres comenzar? –Preguntó mirando fugazmente a Mibuchi, quien no tardó en captar el mensaje y desaparecer como el viento que entraba por la ventana. Furihata observó a tirador de tres puntos un poco desconcertado por el sorpresivo escape, balbuceando un par de palabras antes de decidirse.

 

—Emm… ¿por tu salón?-

 

—Perfecto-

 

Akashi no tardó en guiar  a Furihata con una mano tras su espalda hasta su sala, siendo completamente consiente de las miradas de sus compañeros de clase - de seguro molestos e indignados al comprobar que, de hecho, no estaba ocupado con actividades escolares, sino…paseando por ahí con un amigo -. Pero claro, nadie era lo suficientemente valiente –y estúpido- para enfrentarle y exigirle que cooperara.

 

El castaño, tímido y aprensivo al comienzo, sonrió con emoción cuando vio un puesto con el juego de kendama [*]. Akashi le observó curioso por su expresión, instándole a que lo intentara. Furihata tartamudeó una negativa al comienzo, pero después de un poco de coacción, lo intentó y dominó al primer intento.

 

—Eres muy bueno –Elogió Akashi rozándole de manera discreta su mano libre. Furihata se sonrojó tan rojito como un tomate, estornudando varias veces para ocultar su bochorno. Seijuurou reprimió exitosamente una sonrisa divertida, mirándole paciente por su explicación.

 

—S-si… Es que Fukuda nos enseñó a todos [*]… ¿Quieres intentarlo? –Preguntó pasándole el juego. Akashi estudio el objeto por unos segundos; lo palpó con ambas manos antes de intentarlo con pericia;, y acertando, también,al primer intento. —Wuuah, tienes un don natural- Dijo el castaño como un niño observando a su ídolo.

 

Seijuurou, externamente satisfecho e internamente avergonzado por esa mirada colmada de admiración y adoración, volteó la mirada hacia la ventana.

 

—Sólo se trata de técnica –Replicó controlado. Furihata rió y le sonrió con alegría desbordante, ignorante de la vergüenza que había provocado en el pelirrojo.

 

—Yo creo que solo se trata de Akashi-kun –Bromeó golpeándole con suavidad el hombro.

 

Seijuurou carraspeó al sentir como sus ojos se nublaban, su corazón latía como la batería tocada en un concierto de metal, y su cuerpo bombeaba de una necesidad que nunca antes había experimentado. Segurísimo que un rubor cubría sus mejillas y cuello, Akashi no tardó en agacharse hasta sus zapatos de escuela, pretendiendo que el dobladillo de su pantalón intervenía en su andar.

 

Probados otros tantos juegos, no tardaron en partir hacia una sala de clases que vendiera comida; y aunque Furihata alegó y alegó durante todo el trayecto, Akashi insistió en pagar por todo.

 

—Eres mi invitado –Argumentó, olvidando la irritación que le había causado la misma situación al comienzo. El castaño le siguió abochornado y rojo al principio, más pareció olvidarlo a medida que el día pasaba.

 

Y Seijuurou, con cada minuto y hora que les envolvía, se sintió más y más ansioso por el inminente final; ya no porque deseara que Furihata partiera a su casa, sino –al contrario- porque sabía que su novio tendría que viajar a Tokio.

 

Y no quería dejarle ir.

 

Lo que pareció manifestar al no separarse por más de tres centímetros de su cuerpo. Caminaban pegados uno al lado del otro por los pasillos ignorando las miradas curiosas. Caminaban como amigos íntimos que saben todo del contrario reacios a separase. Avanzaban como novios que no pueden dejar de tocarse.

 

Seijuurou, un poco desesperado por privacidad, le agarró una de sus manos y alejó suavemente de la festividad.

 

Akashi sabía que sus sentimientos eran increíblemente contradictorios. Era estúpido. Infantil. Inmaduro. Enamoradizo… Pero las emociones que le embargaban ahora, con el point guard de Seirin tomando su mano con igual fuerza en la parte de atrás de un edificio de la escuela, eran indescriptibles, abrumadoras, incontrolables, fogosas y consumidoras.

 

Quería tenerle aquí… por la eternidad… Apretujado contra su cuerpo y aferrándose a su ropa… sonrojado, cálido, dispuesto…

 

—Akashi-kun –Murmuró el castaño cerrando los ojos, apoyando la cabeza en la pared y agarrando el vestón de su uniforme por los hombros.

 

A pesar de llevar cierto tiempo en una relación, sólo se habían besado contadas veces. No porque Seijuurou no lo deseara, sino porque no se veían demasiado; porque al comienzo Furihata solo estaba tanteando el terreno; porque las primeras citas fueron horriblemente incómodas.

 

Pero ahora…

 

Aprovechando que nadie les molestaría; sabedor que todos estaban ocupados y entretenidos en los últimos momentos del festival, Seijuurou cerró los ojos mientras eliminaba el espacio entre sus bocas.

 

El toque fue como la colisión de un balón furioso contra la pared. Fue una clavada poderosa. Fue esa palmada victoriosa que le das a un compañero por la felicidad subiendo por tu pecho y quemando tu garganta. Los labios de Furihata eran delgados y suaves. Y Akashi jadeó internamente al sentirles hinchados, por tanto mordérselos de vergüenza o nervios durante la mañana; gruñó al sentirles húmedos, por la lengua que ahora les dibujaba con poca coordinación.

 

Furihata se aguantó un gemido mientras abría la boca sin vergüenza, esperando por el ataque de Akashi, que aceptó el ofrecimiento sumergiéndose cuán nadador en una piscina.

 

Le agarró del cuello y la cintura, complacido por el temblor que sintió bajo sus palmas. Satisfecho y entusiasmado no por el miedo que causaba en su novio, sino por notar que Furihata se sentía igual o más nervioso que él… igual de descontrolado…

 

—Furihata –Susurró contra sus labios, deseoso de hundirse en su boca y probar cada sabor que le empapaba. Un poco acalorado por una sensación que se propagaba por su estómago, fluyendo por su entrepierna, pecho, brazos y rostro. Sin intención, meneó las caderas contra su novio, gruñendo por la exquisita corriente que viajó directamente a su miembro, endureciéndose paulatinamente por las imágenes y fantasías reproduciéndose tras sus pestañas.

 

—Kouki – Interrumpió el castaño, devolviendo el revoloteo de su cuerpo con el sacudir propio de sus caderas, pegando sus estómagos para refregarse contra la protuberancia que comenzaba a notarse bajo su ropa.

 

— ¿Emh? –Un poco perdido en una bruma espesa y roja, Akashi jadeó al ver el rostro rojito y sudado de su novio, viéndole con la expresión más vulnerable de la historia.

 

—P-puedes llamarme Kouki…si quieres –Tartamudeó, casi de manera imperceptible, ocultando su rostro en el cuello del pelirrojo al instante. Akashi, con los labios dibujando la sonrisa más grande que había sentido desde hace años, rió ahogado.

 

—Kouki… -Murmuró subiendo su cara y besándole otra vez… otra vez y otra vez… Sobre su mejillas. En la nariz. En la frente. Lamiendo su barbilla. Mordisqueando su oreja. Y besando su cuello como si allí se encontrase el mapa hacia la verdad del mundo.   

 

Cientos de besos después; de acariciarse con falta de decoro, Seijuurou le pidió que se quedara en Kioto hasta el día siguiente. Furihata, todavía mareado por el calor que Akashi instaló en su cuerpo con tanta fuerza, asintió sin verdaderamente entender.

 

Esa noche Akashi, respirando más tranquilo al saber que Furihata estaba descansando en la habitación junto a la suya, concluyó que tenía todavía una semana para crear el esquema para el equipo. Y el proyecto de su padre, bueno… estaba prácticamente terminado, por lo que no tendría problemas para finalizarlo a penas Furihata se fuera a casa, bien tarde…

 

…De eso Akashi se aseguraría…

 

 

 

(3)…Y  sorpresivo.

 

 

 

Akashi Seijuurou no exageraba cuando respondía que su excelencia académica se extendía a todas las materias de la malla escolar. De ninguna manera intentaba glorificarse, actuar pretencioso, o refregar su perfección ante otras personas. Su superioridad intelectual era un hecho evidente, incuestionable e intachablemente comprobable.

 

Sin embargo…

 

Akashi también es humano; es un adolescente que no sólo encarna el papel de Presidente del consejo estudiantil de su escuela, sino además, se encuentra investido como el capitán del equipo de baloncesto de la prestigiosa Rakuzan; agregando, también, tareas y proyectos que su padre le delegaba para que comenzara a internalizarse con la compañía que pronto caería bajo su mando.

 

Y para liquidar las cientos de obligaciones que le envolvían, se debía sumar el indiscutible papel de estudiante aplicado y sobresaliente; nada menos de un 10 era aceptable; no sólo para su padre, sino para él  mismo [*].

 

Y por ello, Seijuurou no podía sacudir el menor resquicio de estrés dibujado en su frente y labios al ver la decena de libros y apuntes desplegados de manera ordenada en la biblioteca de su mansión. 

 

Hoy, un día domingo pronto a las vacaciones de invierno, debería ser un día apacible y dulce, como esas escenas tranquilas sacadas de alguna película de la cultura pop. Pero, cualquier planificación cayó por el barranco cuando sus profesores programaron 4 exámenes para la siguiente semana: Literatura clásica, biología, física,  y cálculo 2.

 

Akashi llevaba estudiando de manera intensa desde el viernes en la tarde, pero aun así su mente exigente le instaba a continuar con la rutina por unas horas más. Detenerse no era una opción plausible, ni siquiera imaginable por el momento. No obstante, decidió que tomaría un mínimo descanso si realizaba algunos ejercicios de cálculo para comer algo; pero para eso debía concentrarse completamente en el papel instalado sobre la mesa.

 

Tragando un suspiro, Seijuurou comenzó a realizar unos problemas sin mayores dificultades.

 

— ¿Cómo vas? –Preguntó Furihata desde la puerta. Akashi, que hasta ese momento se encontraba embebido en la hoja quemando sus neuronas, levantó la mirada con sorpresa reprimida.

 

Sacudiendo la cabeza casi imperceptiblemente, se regañó por ignorar la presencia de Furihata en su hogar. Después de todo, él le había invitado este fin de semana para recuperar el tiempo que habían perdido al no verse por tantos días consecutivos.

 

No obstante, como normalmente le ocurría cuando se entregaba a una actividad particular y absorbente, Seijuurou ignoró el mundo que le rodeaba en pos de su objetivo.  

 

—Estoy terminando unos ejercicios de cálculo –Akashi arguyó sin ocultar su expresión cansada. Furihata, que cargaba una bandeja pequeña con dos vasos y un plato -seguramente colmado de dulces para recuperar el ánimo-, le sonrió mientras se acercaba.

 

—Te ofrecería mi ayuda, pero soy horrible con los números –Tomando asiento en la silla a su lado, el pelirrojo vio que, efectivamente, el castaño había llenado la bandeja con manjares, queques y otras tantas golosinas. Seijuurou siempre se alimentaba a base de una estricta dieta, más decidió no hacer ninguna clase de comentario ante la comida, siempre positivamente afectado por las pequeñas pero tangibles muestras de cariño y atención de Kouki.

 

Su generosidad, amabilidad y entrega, eran cualidades que con sólo cuatro meses de relación le tenían en una nube de felicidad.

 

Si bien es cierto que al comienzo se cuestionó más de una vez qué es lo veía en Kouki, ahora la respuesta estaba derretida y mezclada en su sangre; arraigada en su cerebro y estampada en cada pensamiento. Porque la verdad yacía en que nunca se trató de algo concreto; nunca fue algo particularlo que le llamó hacia el miembro de Seirin.

 

Furihata Kouki, al contrario, era muchas cosas… Y fue ese conjunto el que le atrajo como un imán. Como una brújula apuntando al norte; como el barco que busca un farol en la oscuridad de la noche.

 

—Lamento que tu estadía esté reducida a esto –Akashi se disculpó con un gesto hacia sus cuadernos y apuntes, sinceramente molesto por reducir el poco tiempo que tenía con su novio a  una sesión de estudio. Furihata no tardó en sonreírle dulzura, negando con la cabeza al tiempo que acercaba más su silla para  alcanzar a rozar sus hombros y muslos.

 

Seijuurou percibió la contracción de sus músculos por el contacto; complacido con la cercanía y el calor desprendido, inclinó la espalda para besar la mejilla de su castaño, que no tardó en colorearse de un rojo intenso.

 

—No te preocupes. Y-yo estoy… tu sabes… f-feliz de estar aquí… -Enmendó Kouki rascándose la nuca. Akashi, sorprendido por el efecto calmante de Furihata, cerró los ojos al percibir como su figura y sistema interior, antes tensos por el prospecto de los estudios, ahora se relajaban como si flotaran sobre las olas mansas del mar pacífico.

 

Adicto a la sensación de paz que Kouki le transmitía, Seijuurou buscó una de sus manos, besando con devoción cada nudillo antes de volver a concentrar la atención a sus papeles. Kouki entendió lo ocupado que estaba, por lo se limitó a observarle tranquilamente, bebiendo de su té de cuando en cuando, mirando por la ventana u hojeando algunos de sus cuadernos sin perturbar su concentración.

 

Siempre tan comprensivo. Tan empático. Tan… Kouki…

 

—Si quieres… puedo ayudarte con biología... –Susurró Furihata al rato después, cuando Seijuurou cerraba su cuaderno de física. — ¡N-no que lo necesites! Pero… bueno, si me pasas tus apuntes puedo hacerte preguntas y--- e-eso –Continuó con los labios arrugados en preocupación.

 

Akashi, como si hubiese recibido una sorpresiva pero bienvenida inyección de energía, asintió con una expresión suavizada, alargando el cuaderno a su novio, quien le recibió como si se tratara de un regalo de cumpleaños.

 

—Me encantaría; muchas gracias –Dijo Seijuurou apoyando la mejilla en la palma de su mano, observando todos los movimientos de su novio, que leía con avidez las páginas para iniciar su ronda de preguntas.

 

Mientras Akashi escuchaba y respondía de manera perfecta, no pudo dejar de pensar que la presencia actual de Kouki, aunque al comienzo inesperada, nunca tardaba en convertirse en algo delicioso.

 

Lo cual no se reprimió en demostrar en la noche, cuando dejaron los cuadernos a un lado en pos de refugiarse entre las sábanas de Seijuurou. Con la puerta de su cuarto seguramente cerrada. Con las cortinas estiradas al máximo para impedir cualquier resquicio de luz. Con su novio apoyado de espalda en el colchón recibiendo con urgencia cada uno de sus besos y caricias.

 

Con un Akashi ansioso por demostrarle lo mucho que agradecía su presencia…

 

 

 

 

(4) Muy pronto mutó en confort…

 

 

 

 

El Torneo de las Revanchas.

 

Así había bautizado la prensa de deportes escolares a la Winter Cup de este año. Literal en muchos sentidos, pero redundante en opinión de Akashi; lo que no se coartaba en expresar cuando algunos periodistas le preguntaban sobre su opinión respecto al nombre y la situación que estaba experimentando este Torneo de Invierno.

 

Las semifinales de la competencia, que enfrentó a Seirin contra Rakuzan el día anterior, era el partido más comentado del año hasta el momento; tanto por estudiantes como por expertos en el deporte. Doble importancia había atraído, además, por ser el último año de los reyes destronados en sus respectivos equipos [*].

 

Rakuzan, aunque carente de la presencia sigilosa pero determinante de Mayuzumi, jugó con una ferocidad y entrega que atrapó al público como en un hechizo de bruja. Kagami, que había alcanzado casi por completo las habilidades sin forma y fieras de Aomine - el antiguo ace de la todavía ovacionada generación milagrosa-, jugó con su profunda y doble zona desde el segundo cuarto.

 

Sin embargo, aunque sus movimientos y técnicas aumentaban exponencialmente, el marcador continuaba informando de una paridad continua; ya que la casi imbatible zona de Taiga era capaz de ser detenida por el poder abrumador de un emperador benevolente, dispuesto y obsesionado con alcanzar la victoria con sus compañeros.

 

Seijuurou luchó y dejó todo en la cancha, no tardando en convertirse en el único general y comandante liderando sobre la duela; no dirigiendo a sus jugadores como títeres atados a un hilo de control unilateral, sino empujándoles y motivándoles con la voluntad de su propio ánimo imperecedero y amor por el deporte.

 

Y fue justamente… ese fuego, esa pasión, esa violencia fogosa, que no tardó en dotar al resto de los chicos de Rakuzan de las habilidades que Akashi parecía regalar con su voluntad de hierro, oro y acero.

 

Seirin, todavía con los cinco estelares compuestos por Kuroko, Hyuuga, Izuki, Kiyoshi y Kagami, en el último cuarto se vio completamente neutralizado por un Rakuzan colmado de revoluciones. Nadie pudo detener a un Akashi inspirado y animado… feliz de jugar con sus amigos y compañeros…

 

Kuroko le dio la mano en el centro de la duela con una sonrisa triste pero satisfecha cuando todo terminó en favor de Kioto, advirtiéndole sobre el próximo encuentro, en el que Seirin de seguro ganaría. Akashi correspondió el gesto con respeto y alegría, ahora enfocado en el partido final que enfrentarían el día de mañana.

 

Rakuzan versus Shutoku… Otra revancha que los fanáticos esperaban mordiéndose las uñas de impaciencia.

 

La mañana del partido amaneció nublada e increíblemente fría. Seijuurou no estaba completamente acostumbrado al ataque afilado de la brisa capitalina, pero conocía lo suficiente de ellas como para refugiarse tras una bufanda hacia el camino al estadio. Al llegar, como era costumbre en la escuela de Rakuzan, todos los miembros se dirigieron a su camarín designado, no sólo para repasar una vez más el plan de juego, sino también para motivarse con las palabras de su líder y capitán.

 

Las galerías del estadio se encontraban desde altas horas de la mañana colmadas a su máxima capacidad, dejando ver a una considerable cantidad de personas de pie por el número insuficiente de butacas. Cadenas de televisión, fotógrafos profesionales, periodistas pegados con pegamento en las bandas externas de la duela; todos esperaban con expectación ansiosa el partido que prometía chispas de talento, técnica y entrega.

 

Akashi, Nebuya, Mibuchi, Hayama y Nao - un muchacho de primero que Seijuurou había reclutado personalmente de una de las mejores preparatorias de baloncesto-, avanzaron preparados y mentalizados hasta cancha.

 

Nada ni nadie podía detenerles…

 

Estaban listos. Físicamente acomodados. Mentalmente entrenados. Emocionalmente controlados. Seijuurou había estudiado con meticulosidad científica cada cinta de video que Rakuzan poseía del Rey Legendario. Había analizado con lupa cada movimiento, cada jugada. Había memorizado gestos y complicidades entre Midorima y Takao, el arma más poderosa del equipo de Tokio… Su mente estratega, junto con las indicaciones del entrenador, le llevaron a crear un esquema que Akashi consideró imbatible…

 

Sin embargo…

 

En la duela, verdadera campo de batalla, cada idea, pensamiento o estrategia se desvanecieron como los copos de nieve derritiéndose en la calle, dejándole expuestos y vulnerables contra un Shutoku que no sólo tenía un as bajo la manga, sino dos: unos gemelos que no habían jugado para la copa de verano, y que al parecer no habían demostrado sus verdaderas capacidades en los partidos anteriores.

 

El Rey Legendario estaba equipado y protegido por un Midorima y Takao doble, más un niño de primero que encestaba canastas de tres puntos con una familiaridad a Hyuuga que espantaba.

 

Seijuurou, que intentó de todo desde el centro, bandas y área interior de la cancha, estiró sus capacidades hasta el límite, pero aun así comenzó a verse superado por un Midorima que no le dio tregua. Mibuchi tuvo que aguantar la presión que recayó sobre sus hombros desde el tercer cuarto, al ser el tirador de los puntos que prometían romper la diferencia que Shutoku instaló desde el comienzo, no obstante… se vio muy pronto marcado de manera implacable por dos jugadores; inmovilizado y detenido como si dos paredes gruesas le encerraran.

 

Akashi, con sólo 5 segundos en el último cuarto, y 4 puntos abajo en el marcador, sintió ese familiar revoltijo en el estómago; ese sentimiento abrumador en la cabeza, ese apretón doloroso en el pecho. El mundo pareció oscurecerse por unos segundos. Todo pareció dar vueltas… y vueltas y más vueltas…

 

Pero Seijuurou no se dio por vencido.

 

No se detuvo. No paró. No dejó de dar todo de sí hasta que el pitido del árbitro marcó el final.

 

…Y Rakuzan, por segundo año consecutivo, había perdido la Winter Cup… Bajo su liderazgo; bajo su capitanía.

 

La victoria, una vez más, se había deslizado de sus manos como una caprichosa. Sin darle tregua ni descanso.

 

Pérdida… Fracaso…

 

—Akashi… -Escuchó no muy lejos tras su espalda. Seijuurou todavía estaba sudando y jadeando por el esfuerzo desplegado en los instantes finales, pero aun así volteó con temple envidiable hacia su ex compañero con una expresión de pretendida serenidad y suavidad. —…Juguemos otra vez…- Dijo Midorima estirando su mano.

 

—Por supuesto. Y no dudes que Rakuzan reclamará la victoria –Akashi respondió aceptando el gesto, apretando su mano y sonriendo de manera desafiante, pero amigable.

 

—Ya lo veremos –Replicó el peliverde con supuesta seriedad; pero para Seijuurou no fue difícil detectar su sonrisa - escondida ahí, en el verde luminoso de sus ojos -.

 

Con su carácter de acero y deber como capitán, Akashi no demoró en recuperar la compostura para instar a sus compañeros a saludar y presentar sus respetos a los otros integrantes del Rey Legendario. Mibuchi, Nebuya y Hayama, claramente afectados por perder en su último año de preparatoria, necesitaron un par de minutos para recomponerse, pero bastaron unas cuantas palabras y miradas de Akashi para asentir con tranquilidad.

 

—Estoy orgulloso de ser parte de este equipo… Me siento feliz por la oportunidad que me fue brindada al jugar con ustedes –Seijuurou susurró caminando por el pasillo hacia los camarines, lo suficientemente alto para ser escuchado por todos sus compañeros, quienes le miraron fijamente por varios segundos, sin poder digerir que el antiguo soberbio y cruel dictador estaba agradeciéndoles después de una derrota.

 

Mibuchi, quien más conocía a Akashi de todo el equipo, no tardó en sonreír y  apoyar una mano en el hombro del pelirrojo, correspondiendo sus palabras con un apretón.

 

Avanzaron el resto del camino en silencio. Ya no doloroso o humillante; quizás resignado, pero no apesadumbrado.

 

Akashi, no obstante, dibujando una expresión impecablemente serena e inexpresiva mientras alcanzaban la puerta de su camarín respectivo, todavía percibía el tumulto descontrolado en su interior; un tornado que le atacaba con furia cada terminación nerviosa, cada pensamiento positivo, cada intento de controlarse.

 

Porque había perdido. Por segunda vez había fallado a sus compañeros. A su equipo. A su promesa de darles la victoria. A sí mismo.

 

Él, quien alguna vez se consideró el ser más absoluto, certero y ganador de su rededor, ahora caía en la categoría de perdedor, de aquellos a quienes se les negaba todo. Era un fracasado. Una decepción. Un inútil.

 

Su mente, dispersa, abrumada, nublada y tensa, sintió una vibración apremiante; una voz seductora y tentadora entonando una timbre en una parte escondida de su mente. Akashi la conocía muy bien; demasiado, quizás, después de reinar en su conciencia por casi dos años como un mecanismo de defensa; como una herramienta que se alzó para rellenar y enmendar sus debilidades [*].

 

Seijuurou intentó callarla velozmente. Pretendió estamparla contra su mente fragmentada antes de que lograra ejercer cualquier clase de movimiento y control sobre su cuerpo y decisiones.

 

Pero su cuerpo se sentía perdido. El mundo había desaparecido de su órbita y del alcance de su mano débil. Nada le rodeaba y confortaba. Sólo oscuridad sofocante y apremiante. Y esa voz continuaba seduciéndole…

 

Sí se entregaba a ella…

 

cedía sólo un poco…  

 

—Seijuurou –Escuchó desde el final del pasillo. Volteando rápidamente hacia la conocida voz, Akashi abrió los ojos con sorpresa, habiendo olvidado por completo que Seirin estaría observando el partido desde las gradas. Su novio, corriendo a su encuentro con las mejillas rojas y sudadas, probablemente por el esfuerzo de darles alcance, no tardó en llegar a su lado.

 

—Kouki –Saludó alejándose de sus compañeros; ansioso por la cercanía de Furihata, pero todavía percibiendo ese apretón abrumador en su pecho. Su corazón parecía inflarse como un globo de cumpleaños, llenando su pecho de una ansiedad que no podría controlar por más tiempo.

 

Mibuchi saludó al castaño con una sonrisa pequeña, pero alegre a penas de avistó, empujando al resto de los chicos del equipo al camarín sin mucha discreción, dándoles la privacidad que necesitaban. Seijuurou asintió con respeto hacia el entrenador, quien le miró con comprensión paternal antes de cerrar la puerta.

 

—Perdón por interrumpir. S-sé que… probablemente tengan que revisar el p-partido y-

 

—No te preocupes, tengo un par de minutos –Interrumpió con una mueca suavizada. Kouki, como siempre, intentó infectarle su efecto calmante, no tan efectivo en estos momentos, pero aun así tangible en sus músculos agarrotados.

 

Furihata, después de recuperar exitosamente la respiración, la tomó una mano de manera tentativa.

 

—Rakuzan ganará la próxima vez –Murmuró con los ojos fijos en los suyos.

 

¿La próxima vez, dijo?... ¿Qué la próxima vez Rakuzan ganaría?...

 

No… Seijuurou se sintió descontrolado. Ahogado. No podía ser así. No podía ser tan mediocre. ¡No tendría que existir una próxima vez!

 

¡Esta vez debió ganar!.. Un ganador. Victorioso. Orgulloso. Seguro. Certero. Absoluto. Ese es Akashi Seijuurou…

 

Akashi cerró los ojos con fuerza dolorosa al sentir una punzada afilada en la cabeza. Su mente se hundió y cayó en un abismo insondable, profundo y tenebroso. No había final, ni ras ni cordura. Su garganta ardía de un apretón crudo.

 

Con un fuego controlado, empujó a Furihata contra la pared más cercana por los brazos, observando de manera analítica cada arruga de su rostro y lunar que se pintaba maravillosamente en su piel. Kouki cerró un ojo por el golpe bruto, arrugando los labios en protesta por el dolor, pero callando cuando le vio de frente. Akashi no pudo evitar sonreír abiertamente ante su expresión aterrada. Sabiendo que su voz murió al comprobar el dorado que envolvía a uno de sus ojos.

 

— ¿Próxima vez, dices?... Kouki… -Susurró condescendiente, casi como si le hablase a un niño difícil, negando con la cabeza y apretando los dedos contra la ropa del castaño. Furihata soltó un jadeo adolorido por la violencia de su toque. Pero Seijuurou disfrutó por ese gesto. Aquí él tenía completo control.

 

Sobre Furihata él siempre podría dominar. Y conquistar. Y manejar. Y vulnerar. Y siempre ganar.

 

—Yo siempre gano… Yo-

 

—A-Akashi… me estás haciendo daño –Interrumpió Furihata intentando zafarse del agarre. Pero Akashi forzó aun más sus manos, cerrando toda expresión de su rostro. Inclinando el rostro, el pelirrojo acercó su boca al oído del castaño, maliciosamente gustoso por el temblor del cachorrito entre sus brazos.

 

— ¿Ahora soy Akashi? Oh~, Kouki. Me haces daño –Se burló mordiéndole el lóbulo sin consideración. Una corriente violenta y caliente corrió por su cuerpo al escuchar el gritito de Kouki. Lo quería ahora. Lo necesitaba ahora. Y lo tendría — ¿Dónde está ese Sei que gimes tan dulcemente en mi oído? –Murmuró antes de lamerle el cuello y rasparle la piel con sus dientes. Kouki lloriqueó y le empujó con más fuerza. Pero Akashi aprovechó para pegarse aun más al cuerpo contrario.

 

Su mente funcionaba perfectamente. Sus sentidos estaban mucho más alertas. Todo era mejor y perfecto.

 

— ¡Akashi! P-por favor –

 

— ¿Por favor que? –Musitó agarrando los cabellos castaños con un puño rabioso.

 

—E-este no eres tú… -Expresó Kouki con la mirada adolorida.. Akashi rió por la frase conocida.

 

—Pero Kouki, yo soy Akashi Seijuurou… -Sonrió antes de besarle con labios bruscos y demandantes. Kouki jadeó entre su boca, quejándose y removiéndose por la furia del ataque, por el dolor sordo de sus labios, por la lengua que insistía en entrar sin permiso. Akashi logró penetrar en su interior sin mayor complicación, empujando por la fuerza su cabeza a la pared, saboreando su boca como si agua y aire se mezclaran en su sabor.

 

Separándose para respirar, Akashi recordó los cientos de camarines vacíos en el estadio, ponderando abrir a la fuerza el más cercano para descargar ese sentimiento sofocante de su estómago. Él tenía control sobre todo y todos. Nada podía oponerse en su camino. Nada ni nadie podía aventajarle. Y Kouki no era la excepción…

 

—S-si… si lo eres... Pero… s-sé que estás molesto y… s-sufriendo… -Susurró el castaño con lagrimas acumuladas en sus pestañas.

 

—Silencio –Ordenó Akashi tomando una de sus manos para arrastrarle a una habitación vacía.

 

—P-pero esta no es la manera p-para lidiar con esto… -Continuó Kouki.

 

—No estoy lidiando con nada –Siseó Akashi con una mueca descompuesta.

 

Él tenía todo bajo control. Nada escapaba de su manejo. Sus emociones estaban completamente templadas. Todo, todo, todo estaba bien. Él ganaría. Lo haría. Una y otra y otra vez. Nunca perdería. Nunca fracasaría. El era magnánimo. El era la certeza. El es absoluto…

 

Pero… La verdad… es que todo estaba revuelto… Y era caótico. Y errático. Y doloroso…  Tan doloroso…

 

Por favor, Sei… Sé que perder lastima, creéme, pero… Eres Akashi Seijuurou… por favor… - Dijo Furihata abrazándole por la espalda. Apretando su rostro contra su nuca y besándole la piel con tanta ternura, que Seijuurou tembló por los apacibles sentimientos corriendo como un río sereno por su cuerpo.

 

Efecto calmante… pensó desorientado… Débil. Agotado. Cansado. Derrotado… Pero calmado…

 

Su mente dispersa fue despejándose como la mañana lucha contra la bruma de otoño. Sus ojos nublados enfocaron la visión en su rededor. Todo era más claro y sosegado. Sus músculos tensos se liberaron.

 

Ya no podía controlar el dolor de la pérdida… pero ya no sentía furioso… ni deseoso de conquistar todo lo que se cruzase por su camino. Él no quería dominar a su novio…. Sólo… estar con él…

Seijuurou ignoró el lugar donde se encontraban, olvidó deliberadamente a las personas que continuaban pasando por los pasillos adyacentes, e  inclinó el rostro para besarle. No con furia lujuriosa. No con el deseo que calentaba todas sus neuronas. No con el poder que exudaba de sus poros.

 

Sino con dulzura patente. Con agradecimiento reverencial. Con el cariño que le profesaba cuando nadie les miraba.

 

Mientras Akashi acariciaba y afirmaba sus mejillas suavemente, Kouki le abrazó por la cintura, correspondiendo el beso de manera tímida y valiente; una combinación exquisita y tan… Kouki…

 

—…Perdóname… y gracias –Akashi murmuró sobre sus labios.

 

—No tienes que pedirme perdón. Los dos son Akashi… Y acepto a los dos… asique, cuando quieras –Respondió Furi con las mejillas rojas, una expresión seria, pero llena de devoción.

 

                Más de una hora más tarde, Akashi, no sin cierto poder de persuasión y carisma, convenció a su entrenador de permitirle quedarse en Tokio –después de llamar a su padre, por supuesto-, aceptando gustosamente la invitación de Kouki a su casa.

 

Esa noche cenó y pasó toda la velada compartiendo con los Furihata, recibiendo educadamente cada halago propinado por la madre de su novio, quien rojo de la vergüenza, balbuceaba y tartamudeaba cada vez que su hermano mayor contaba alguna historia graciosa –y vergonzosa- sobre las aventuras de Kou-chan durante su tierna infancia

 

Hace tanto tiempo que Akashi no sentía esta atmósfera familiar… cálida… protectora… Incondicional…

 

Y todo gracias a Furihata Kouki.

 

Te quiero… -Seijuurou susurró antes de que su novio se alejara hacia la habitación de su hermano, donde dormiría esta noche para dejarle a Akashi su cuarto –por pedido de sus padres-. Furihata, rojo y casi perdiendo la consciencia, bajó el rostro más rápido que una clavada, temblando como un chihuahua y evitando verle de frente.

 

¡Y-yo también! –Murmuró/gritó antes de salir corriendo.

 

Seijuurou se durmió con una sonrisa adornando su rostro…

 

 

(5)…Alegría.

 

 

— ¿Y no has pensado en disminuir las compensaciones? –Preguntó un hombre mayor, de cabellos castaños peinados de manera impecable, después de beber de la copa sostenida por sus dedos elegantes.

 

— ¿Con qué objetivo? El costo está legalmente dentro del precio –Replicó otro, sonriendo de manera ligeramente despectiva y burlesca.

 

Seijuurou aguantó un suspiro agotado.

 

—Es una buena maniobra de marketing… dicen algunos –Intervino otro hombre, alzando la vista de su moderno celular.

 

—Si, algunos que no desean que el mercado crezca –Añadió el segundo interlocutor arrugando los labios desdeñosamente.

 

Akashi, con ambas manos enlazadas tras su espalda, enderezó su postura para controlar cualquier interrupción de sus labios; descortés e intimidante si sinceraba su opinión respecto al sujeto menospreciando a todo aquel que le mirara u opinara algo divergente a su corriente de pensamiento.

 

Seijuurou, sin muestras de orgullo o presunción, estaba seguro que sus maneras, vestimenta y expresión, hablaban a gritos sobre su magna procedencia, pedigrí natural e intelecto agudo; no por nada llevaba participando en este tipo de encuentros desde que era un niño, cuando su padre le mandaba a confeccionar los mejores ropajes para presentarle ante socios y otras figuras preponderantes de la industria que pronto él dominaría.

 

Pero él odiaba este tipo de eventos. Siempre lo había hecho. Ni siquiera cuando su madre le acompañó en su niñez fue capaz de soportar las tediosas conversaciones, falsas aprobaciones y ataques sutiles.

 

Sin embargo, Akashi estaba habituado.

 

Después de todo, nació y creció controlándose y aprendiendo a actuar con educación y moderación cuando le correspondía.

 

Cuando uno de los hombres preguntó por su opinión, Akashi desplegó de manera argumentada y cortés respecto al tema, sin tomar partido por ninguna postura, sino presentando los actuales pos y contras de cada curso de acción, finalizando con una pequeña observación de la economía de Japón en el presente.

 

—Y pensar que sólo tienes 18 años –Alabó uno de los hombres con una mirada asombrada, cargada de real admiración. Seijuurou inclinó la cabeza en una muestra de respeto ante sus palabras.

 

—Ojala mi hijo fuese como tu. Spencer, al contrario, parece aglutinado a esos juguetitos que tienen tan obsesionados a tu generación –Rió otro palmeándole la espalda. Akashi estuvo tentando de advertir que no volviera a tocarle; no obstante, notando la procedencia extranjera del tipo, supuso que no se encontraba familiarizado con la costumbre proxémica de los japoneses, que les exigía distancia corporal.

 

—Si pretendo manejar el negocio de mi familia en el futuro, es solo natural dominar el campo –Replicó con educación, permitiendo que cierta vanidad escapara de su mirada penetrante y afilada.

 

— ¿Dominar…? –Preguntó con una risita poco discreta el tipo burlesco. —Hablas como si te creyeras un rey o algo así –

 

—De hecho –Comenzó con los ojos poderosamente clavados en ese desagradable sujeto, reuniendo en su mente todos los datos que había recabado de cada uno de los asistentes a este evento social - incluyendo los negocios  legalmente dudosos que este tipo había realizado el último año-.

 

—Eeh, d-disculpen… -Interrumpió una voz tímida y nerviosa. Los cuatro hombres no tardaron en voltear hacia un castaño que les miraba abochornado.

 

—Kouki –Expresó Seijuurou, no demorando en dar un paso hacia su avergonzada pareja, advirtiendo silenciosamente a los demás sobre la cercanía e intimidad que les unía; no necesariamente como amantes, pero si como una insinuación de lo que podría pasar si se dirigían a él con algo menos que respeto.

 

—Seijuurou-kun, tu p-padre está buscándote –Continuó Furihata con un gesto hacia el balcón. Akashi, que sabía que su progenitor había decidido no asistir a este evento por un trato que esperaba cerrar en Corea, se abstuvo de levantar una ceja o sonreír divertido ante la descarada mentira, asintiendo de manera obediente.

 

—Oh, no sabía que Masaomi-san estaba presente –Susurró uno de los hombres, seguramente esperando que Seijuurou le invitara a acompañarle.

 

—Arribó con nosotros. Ahora, si me disculpan –Replicó sin dar la oportunidad de agregar algo.

 

En silencio y sin mirarse, Kouki le lideró hasta el balcón más alejado, sin decoraciones, pero con una vista espectacular de la ciudad que se extendía bajo sus pies.

 

No bien se apoyaron en la baranda, ambos rieron como niños después de una travesura.

 

—Eres un mentiroso –Musitó Akashi abrazándole por la espalda.

 

—Si no intervenía, hubieras destrozado a ese tipo –

 

—Se lo merecía –

 

—Quizás, pero… puede que en el futuro hagan negocios juntos –

 

—Nunca me asociaría a una persona como él –Seijuurou enmendó con el ceño fruncido, negándose a aceptar que en el futuro él terminaría afiliado a esa clase de persona.

 

Su padre le había enseñado la crueldad de los negocios desde muy temprana edad; no se reprimió al instruirle que en este mundo los sentimientos eran un obstáculo insalvable; no obstante… siempre le inculcó principios. Que Akashi pretendía impregnar en cada empleado que quedara bajo su alero.

 

—Ya, pero… tampoco es la gracia hacer enemigos –

 

—En este mundo es inevitable hacer enemigos –Susurró con los ojos perdidos en las luces de los edificios y rascacielos. Kouki tembló cuando una brisa especialmente helada les golpeó desde un costado. Seijuuro le estrujó con más fuerza contra su pecho, pretendiendo transmitirle calor y seguridad.

 

—Hmm… tu mundo es cruel…-

 

— ¿Mi mundo? ¿Te excluyes de él? –Cuestionó Akashi con molestia controlada; un poco fastidiado con esta repetitiva discusión. 

 

A pesar de llevar más de un año juntos, Kouki continuaba –pocas veces, afortunadamente- actuando como si esta relación fuese inexplicable y bizarra. Lo cual hasta hoy, era algo que a Akashi le apretaba el estómago de forma desagradable e incómoda, no disfrutando para nada el escuchar que Furihata se sentía tan alejado de su persona.

 

Para Seijuurou no existía ese y otro mundo. Sólo existía este. Y ambos respiraban y vivían en él; ambos estaban juntos en él.

 

—Bueeeeno, nuestro mundo entonces –Corrigió Kouki inclinando el rostro hacia un lado; movimiento que Akashi aprovechó para besarle con fuerza.

 

Furihata gimió y dio vuelta en sus brazos para disfrutar directamente el calor y humedad de sus labios.  Mientras Kouki le abrazaba por el cuello, Akashi no dudó en bajar sus palmas y agarrarle del trasero, apretándole contra su entrepierna ansiosa, y meneándose para conseguir un poco más de fricción. Este claramente no era el lugar apropiado para ese tipo de actividades, pero la proximidad de su pareja siempre le volvía loco y un poco inestable.

 

Kouki, abriendo la boca para besarle de manera más profunda, le pasó las manos por el cuello, hombros y pecho.

 

Si la noche bajó la temperatura; si del cielo caían meteoritos; si todos los asistentes del evento les observaban, no importó para ninguno de los dos.

 

Aquí, abrazados y perdidos, sólo ellos importaban.

 

— ¿Ya estás más tranquilo? –Preguntó Kouki con las mejillas rojas y la respiración agitada. Akashi, orgulloso por dejarle en ese estado, le besó otra vez antes de sonreír suavemente.

 

—Si, lo estoy. Gracias por venir conmigo –

 

—Gracias por invitarme. La comida estuvo deliciosa… Y el postre… dios… casi pedí una repetición-

 

—Le pediré a Izumi-san que averigüe la receta –Seijuurou rió despacio al ver los ojos avergonzados de su pareja, siempre tan mortificado al ser consentido por Akashi. —Sí estás cansado, podemos irnos…- Agregó cuando Furi cerró los ojos y apoyó la frente sobre su hombro.

 

—Em, ¿podemos quedarnos así un ratito más? –Murmuró el castaño contra su cuello.

 

—El que quieras -

 

Akashi replicó besándole dulcemente la frente, sonriendo cuando un globo de alegría fluyó desde su pecho, extendiéndose por sus músculos, corriendo por sus brazos, e instalándose en sus dedos y uñas.

 

Seijuurou estaría con Kouki por el tiempo que Furihata le tuviera…

 

 

 

 

(+1) Y necesidad.

 

 

 

 

Abrigando un peón en la palma de su mano, Akashi, después de adoptar la conocida postura defensiva del oso en el agujero -o anaguma [*]-, en su tablero de shogi durante la instancia de apertura, observó con análisis meticuloso la posición de cada una de las piezas en sus respectivas columnas, ahora meditando y ponderando cómo adelantarlas para un efectivo movimiento ofensivo.

 

Seijuurou aprobó por un instante la opción de mover un peón detrás de uno de sus generales de oro, no con el único propósito de defenderle mientras aguardaba el ataque del oponente, sino de atacar cuando la situación lo ameritara. Sin embargo, cuando su mano asoló los bordes del peón, detuvo cualquier movimiento al pensar en la posibilidad deabrirle por el lateral del tablero; movimiento que lograría una maniobra ofensiva más directa…

 

Ummhh…

 

Qué hacer…

 

Se preguntó cruzando los brazos sobre su pecho.

 

La brisa de primavera que entraba por la ventana de su habitación, fresca y aromática, competía ligeramente con la perfecta fragancia dulce y hechizante que bañaba cada resquicio de la piel Kouki; o eso le pareció a Akashi mientas inhalaba la frescura golpeándole desde un costado con una fuerza que pretendió remover su espalda.

 

Cerrando los ojos, Seijuurou recordó el anterior cumpleaños de su pareja; cuando cumplió 18 el pasado noviembre en una celebración sorpresa en la casa Furihata, junto con la familia y amigos íntimos presentes. En ella, Akashi insistió proveer y cooperar con los alimentos y bebidas ingeridos durante la velada, sintiéndose grandiosamente realizado al actuar de manera clandestina junto con la madre y hermano de Kouki para prepararle su pequeña fiesta…

 

Como si verdaderamente fuesen familia.

 

Su regalo, además de un viaje a Okinawa para las vacaciones de primavera a penas se graduaran de la preparatoria, fue un perfume que compró engatusado por la imagen de un perro muy similar a un chihuahua en la propaganda –broma interna que todos los basquetbolista escolares conocían -. Furihata, mucho más cómodo con ese regalo, no tardó en usarlo.

 

No obstante, el resultado fue sumamente contraproducente, pues Seijuurou se encontró extrañando el anterior y natural aroma de su pareja; ese que le obligaba a pegar su nariz en el cuello de su novio cuando se abrazaban por las noches; ese que le mareaba cuando hacían el amor; ese que le avisaba que Kouki estaba cerca… tan cerca…

 

Cuando Akashi finalmente se decidió a verbalizar su extrema preocupación a su novio, Furihata, además de burlarse por su niñería, dejó de usar el perfume para la grata satisfacción del antiguo emperador; quien lo agradeció reverenciando su cuerpo con besos y caricias que incendiaron más de una célula formando sus figuras; agitadas y sudadas en la habitación de Akashi.

 

En esa misma cama… Pensó Seijuurou observándola; ahora ordenada y hecha, pero esa noche… completamente destruida por las vueltas, empujones y sudor que le empapó hasta el amanecer. 

 

Suspirando, Akashi volvió la mirada al tablero de shogi, un poco perdido por el desvarió a sus recuerdos.

 

Qué hacer…

 

Pensó nuevamente.

 

— ¿Qué crees que debería hacer, Kouki? –Preguntó sólo para escuchar su voz; con el único propósito de sentir como apoyaba su rostro en uno de sus hombros.

 

Furihata, a pesar de no entender demasiado el juego –sin importar las veces que Seijuurou intentó enseñarle- poseía un ojo precavido que le ayudaba a ver oportunidades que Akashi tendía a desechar muy rápido.

 

No obstante, cuando solo vacío y silencio rellenó los siguientes segundos, Seijuurou volteó el cuerpo a su habitación para buscarle.

 

Su pecho, antes de cálido y templado, se hundió hasta la pared tras su espalda. El ánimo sereno y tranquilo que le envolvía segundos antes, cayó como una bomba cruel hasta sus pies…

 

Sintiéndose repentinamente tontoy abrumadoramente solo, Akashi se levantó con lentitud para caminar hasta su cama; en la que se sentó y acarició las mantas con una ternura extraña en su persona.

 

Cierto…Pensó con el ceño fruncido; con los ojos enfocados en el puño sobre su rodilla, con el corazón palpitando como una lentitud que le quitó el aire.

 

Kouki está en Tokio… Se dijo levantando la mirada al techo.

 

En su casa… pensó suspirando…

 

Y no aquí…

 

…Conmigo…

 

¿Quién habría pensado que él se convertiría en esto? ¿Quién habría vaticinado que su estado mental, su estabilidad, su tranquilidad, su armonía… dependerían de Furihata Kouki?... No Akashi. Nunca Seijuurou.

 

Al comienzo de la relación, Furihata fue simplemente el niño que le atrajo; como muchos lo harán en el futuro, se dijo el capitán de Rakuzan durante esas primeras citas. Pero algo cambió en el camino. Algo se salió de los rieles y tomó un rumbo independiente. Su corazón decidió, sin su consentimiento, dejarse atrapar por manos ajenas; manos que, a pesar de su primera suposición, le trataban con el máximo cuidado y amor.

 

Furihata, sin importar su original rechazo, nunca fue descortés. Nunca fue malvado. Nunca fue cruel. Le dio una oportunidad sin dudarlo. Le abrió los brazos con plena confianza.

 

Y ahora… Ahora Seijuurou no podía imaginar separase de su pareja. No podía prever su vida sin Kouki a su lado. Por supuesto, su decisión de estudiar en la prestigiosa Universidad de Tokio fue alcanzada en conjunto con su padre, con fundamentos lógicos respaldándole, pero… mentiría si dijese que Furihata no fue un gran aliciente en enfocar todo su poder en esa facultad.

 

Y por ello, en abril próximo, cuando se graduaran definitivamente de la escuela, vivirían en la misma ciudad; no tan cerca como Akashi esperaba en un comienzo, pero no a tres horas y media de distancia como en la actualidad.

 

Kouki… pensó cerrando los ojos. Imaginando su sonrisa. Sus manos sobre sus mejillas. Su voz hablando de cualquier cosa –probablemente de su hermano o trenes -; de su calor instalado en su regazo, como cuando veían una película o se sentaban en el parque conversando de todo y de nada…

 

Kouki… susurró antes de levantarse.

 

Antes de caminar a su escritorio y buscar su celular y billetera.

 

.

 

.

 

¿Cómo puedo ordenarlas? Se preguntó Furihata con una mano sobre su barbilla, al tiempo que veía las camisas, pantalones, y poleras estiradas de manera totalmente desorganizas sobre las mantas revueltas de su cama. ¿Podría ser por color? ¿Por talla?...Quizás ¿Por la estación en que las usaba?...

 

Uuuggh… ¿A quién quería engañar? ¡Le daba lo mismo como estuviera ordenada su ropa!

 

¡Pero estoy tannnn aburrido! Se dijo sentándose sobre la silla de su escritorio; deseoso de golpearse la cabeza contra la pared por el desastre que había creado por culpa de su ocio.

 

Algo irónico pensando que esta semana significaba el término definitivo del período escolar; y por tanto, se esperaría en un estudiante de tercero como él actuara de forma impulsada por la emoción, felicidad, ansiedad; y tantas otras emociones positivas que le llevaran a saltar como pelota de goma por su casa o las calles, gritando: ¡Libertad!...

 

Hasta que entrara a la universidad, claro está….

 

Pero hele aquí… Tentado de sacar la pelota de baloncesto de su closet e ir a jugar solo a la cancha más cercana. Llamaría a Fukuda o Kawahara, pero ambos le habían avisado que estarían ocupados con asuntos familiares hasta el viernes; día en el que planeaban celebrar junto con el equipo de basketball una fiesta de despedida para los senpai’s.

 

Dispuesto a tirarse sobre las prendas y dormir hasta la noche, - cuando Sei le llamaría para su cita por Skype- Kouki escuchó a su hermano desde las escaleras.

 

— ¡Furi! Hay alguien en la puerta buscándote -

 

Quién podría ser… Pensó ordenando su revuelto cabello. Tenía pensado cortárselo, pero antes le preguntaría a su novio que le parecía la idea de raparse al cero, solo para molestarle.

 

Descendiendo de manera totalmente despistada y tranquila por los escalones, su rostro casi explotó de sorpresa al ver a la persona que esperaba regiamente su llegada.

 

— ¡Sei! ¿Qué haces aquí? –Preguntó corriendo a su encuentro.

 

—Quería verte –…Necesitaba verte, pensó Akashi, a sabiendas que Kouki, siempre tan perceptivo, entendería a la perfección sus sentimientos. Furihata, de hecho, rojo hasta las orejas, le abrazó por la cintura, bien apretado y estrujado contra su pecho, sonriendo como un niño contra su cuello.

 

—Pero si nos íbamos a ver este sábado –Regañó dulcemente, haciendo referencia al viaje que emprenderían a Okinawa al final de la semana.

 

— ¿No estás feliz de verme? –Seijuurou replicó con pretendido dolor.

 

—Claro que sí; no seas bobo –Antes de que pudiera agregar algo más, Akashi le agarró de sus cabellos y acercó para besarle con cierto desespero.

 

—Te extrañé…-Musitó contra sus labios hinchados.

 

—Eres un exagerado… Nos vimos el viernes- Murmuró Furihata sin abrir los ojos, interna y mortalmente mortificado por el momento cursi.

 

—Cinco días es demasiado –Arguyó Akashi con una sonrisa pequeña y divertida, disfrutando de la vergüenza que atacaba a su novio cuando hablaba con demasiada sinceridad y afecto.

 

—Eres ridículo -

 

Abrazados como bobos en la puerta de la casa, ignoraron las miradas extrañadas de los transeúntes, demasiado ocupados en disfrutar del calor contrario; de los besos que se repartían en el rostro, manos y cuellos.

 

— ¿Quieres salir? –Preguntó Akashi sobando la punta de su nariz contra la mejilla de Furi, totalmente roja y tibia por el bochorno. Kouki le besó directamente en los labios, sonriendo con alegría patente y soltándose de su agarre para colocarse las zapatillas guardadas en la entrada.

 

—Me encantaría…Estaba muerto de aburrimiento –Comentó agarrándole una mano.

 

—Me alegra ser tu fuente de entretención –Ironizó Seijuurou sin malicia, tirándole un poco hacia la salida.

 

                Akashi, horas más tarde, sentado de manera regia en un restaurante poco concurrido de Tokio, reía ligeramente mientras su novio intentaba robarle un trozo de pastel, alegando que él suyo no estaba tan bueno como hacía lucir la fotografía del menú.

 

Un poco aliviado, debía admitir, esa consumidora necesidad de estar con Furihata desapareció hasta mutar en sosiego, en paz… en calma… en felicidad…

 

Kouki y su efecto calmante…pensó dándole de su propio utensilio una probada. Furihata, rojo y avergonzado, miró a ambos lados antes de inclinarse para recibir la mordida.

 

—Te quiero –Susurró Seijuurou apoyando la mejilla en su palma.

 

—Y yo a ti- Respondió Kouki enseguida, ofreciéndole ahora una probada de su propio postre.

 

-

 

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Revisado por Aliethz

 

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FIN

 

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Notas finales:

Aiiiiishhh!!! Pero que cursi soy~... 7u7

Pero bahhh, me encanta imaginarme a Akashi y a Kouki de esa manera!. Especialmente ese "efecto calmante de Furi". Creo que él es el remedio de vida que Akahsi necesita para controlar ese lado cruel y frío que acosa la superficia de su cordura cada vez que su estrés se sale de control...

 

Es tonto, pero solo escribiendo esta historia me di cuenta de lo O-C-U-P-A-D-O que siempre está Sei. El "pobre" hombre con suerte y puede tomar un respiro. Digo, si no es su padre; es la escuela; si no es el estudio, es el consejo estudiantil;... Tiene taaantas cosas que hacer, que no es de extrañar que cuando muestran el Arco de Teiko Akashi normalmente no está presente cuando los chiquitos se reunen...

 

(¡Ah! Recordando los "arcos"... POR FAVOR alguien golpéeme por el nuevo opening!!!! FURI!!!! FUri!!! :3....... esa voltereta que se da !!! Y como se levanta!!! Y su mirada!!! Y sus músuclos"!!! Y......a hhh ~~~~~.... JAV MUERE....! )

 

Como siempre, aclaraciones: 

[*] En las fotos finales de la segunda temporada, se muestra como Akashi "ignora completamente" a su celular, asique decidí hacer que aqui hace lo mismo n.n

[*] Según su Biblio, la "habilidad especial" de Hiro es KENDAMA, que es juego tradicional japonés. Pueden ver fotos en Google. 

[*] No sé cómo calificarán sus exámenes, pero aqui en Chile es de 1 al 7. Pero decidí poner un "10" porque me pareció lo más estándar. 

[*] Hace poco leí un Fic Akafuri en el cual presentaban a "Bokushi" como esta clase de "protector" de Akashi. Y la idea me gustó muuuuucho. Es decir, en vez de ponerlo como un dictador cruel que daña deliberadamente a "su otro yo", verlo en realidad como un mecanismo de defensa, que protege al Akashi original ante sus debilidades. Es como lindo, no~

[*] Según "San Wiki" :3 Anaguma es una: "Una tercera defensa de uso frecuente en shogi profesional es la Anaguma (穴熊 lit. "Oso en el agujero", y que significa "oso hibernando".4 ), comúnmente llamado el castillo "oso en el agujero" (穴熊囲い Anaguma gakoi). Este castillo se puede ejecutar en cualquier lado del tablero, es decir, ya sea por un jugador que utiliza la estrategia de torre extendida o por un jugador que emplea la estrategia de torre estática. El resultado final será colocar el rey en la casilla de la esquina donde comenzó la lanza, defendido por dos generales de oro y uno de plata."

 


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