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Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Hola, ya por fin el capítulo. Si, lamento la demora. Estás últimas tres semanas se me complicó la vida, tengo mucho más compromisos ahora. Espero sacar el próximo capítulo dentro de un mes, o más. :(

También quiero avisar que me pueden encontrar en Wattpad como @AlexisBielefeld9  … quise poner mi nombre como aquí pero me daba error. En fin…  Edito- Ya publiqué más capitulos y hay imagenes :) Gracias a Ale-2-min por la sugerencia. Por cierto, ¿No existe el justificado ahí? O.o De verdad soy una novata en ese sitio

Espero que lo disfruten. Es un capitulo que más romance tiene hasta el momento, claro que más adelante se pondrá candente la cosa.

Disfruten,

Muchas gracias por sus reviews a tod@s!!!

Sus opiniones siempre las tengo en cuenta.

Capítulo 17

 

Oda al amor

 

—52—

 

 

Durante un instante, Yuuri clavó su mirada en la de Elizabeth, y la joven sintió la frialdad y el nulo interés que el rey tenía de acostarse con ella.

Sintiéndose humillada, Elizabeth decidió vestirse de nuevo, pero antes de poder siquiera subir la cremallera de su vestido, la puerta se abrió estrepitosamente, y por ella entró un joven rubio y de ojos esmeraldas, que les miraba con estupefacción y dolor.

—¡Wolf! —Yuuri maldijo en sus adentros las circunstancias, recriminándose a sí mismo el no haber actuado con mayor rapidez. Debió haber sacado a Lady Elizabeth en el instante en el que apareció en la puerta de la sala, así no tendrían el malentendido que afrontaban ahora.

Wolfram quería decir tantas cosas, pero no podía articular palabra. Se veía totalmente incapaz. El corazón le latía con violencia.

Elizabeth miró a Wolfram de pies a cabeza. Es solo un soldado entrometido, pensó, aunque su belleza resaltara a simple vista. No le dio importancia, al menos no más que a la rabia que sentía al verse despreciada y humillada por el Maou.

Su rostro adoptó una mueca de irritación y se giró hacia Yuuri.

—Pese a que las intenciones de mi tío Raven y Lord Stoffel eran buenas, Majestad, jamás creí sentirme tan menospreciada en mi vida —Naturalmente, hablaba farfullando—. Los rumores sobre su cambio son ciertos al parecer. Desde hace más de un mes que no tiene encuentros íntimos con nadie. Es una enorme pena, con lo bien que lo hubiéramos pasado…

De repente, Yuuri sintió una profunda oleada de alivio al darse cuenta de que Elizabeth gritaba a los cuatro vientos como habían sucedido las cosas en realidad.

Wolfram mientras tanto permanecía sombrío en la puerta, queriendo desaparecer, haciendo caso omiso del clamor de aquella voz que le decía que saliera de ahí.

Finalmente, Elizabeth terminó se vestirse. Se quedó de pie un instante, respirando con dificultad, con los ojos entrecerrados y clavados en Yuuri, y luego se dirigió hacia la puerta.

—A un lado —ordenó a Wolfram—. Y hazme un favor… No hables de esto con nadie. ¡Que nadie en la Corte se enteré que Lady Elizabeth fue despreciada por el Maou! —Dicho esto, salió de la sala y cerró la puerta de un portazo.

—Wolf, ven —pidió Yuuri.

Sin embargo, Wolfram no pareció inmutarse.

—Por favor —insistió—. No sé qué cosas te estés imaginando, pero es mejor que arreglemos este malentendido.

Wolfram volvió a menear la cabeza. Las lágrimas le quemaban los ojos, y parpadeó con furia para contenerlas. Los nudillos de las manos se le habían vuelto a poner blancos como la nieve.

Al notar su estado, Yuuri se acercó a él.

—No llores, cariño. Por favor, no llores —intentó abrazarlo, pero Wolfram se alejó.

—No —profirió Wolfram al tiempo que empezaba a perder la batalla contra las lágrimas—. Nada de lo que puedas decirme arreglará esto.

—Ven acá, ven acá, no te vayas —Yuuri lo abrazó con fuerza, y Wolfram pegó la cara a su cuello y aspiró el dulce aroma de su cuerpo y de su piel—. Estás enojado porque no me dejas explicarte lo de Lady Elizabeth. Ella se metió en la sala, pero en cuanto pude la alejé de mí.

—Será mejor que me sueltes, Yuuri, o no responderé —Wolfram intentó separarse, pero Yuuri se lo impidió. De nuevo, y de forma más violenta, intentó separarse y comenzó a golpearlo en el pecho, preso de la rabia que había estado conteniendo.

—Tienes que calmarte.

—No me voy a calmar —respondió Wolfram, enfurecido—. Conozco tu reputación, Yuuri. No aceptaré un matrimonio así. No viviré con mentiras y disimulos. No toleraré que te ofrezcan placer de la manera en la que están acostumbrados.

—¿Has escuchado una sola palabra de lo que he dicho? No, claro que no. Me has declarado culpable incuso antes de entrar a la sala. ¡Ni siquiera me das la oportunidad de defenderme! —Yuuri lo tomó del rostro y se miraron fijamente—. Entiende, no pasó nada entre ella y yo. Lady Elizabeth se metió y se comenzó a desvestir de la nada. Escúchame, yo iba a ir por ti, para estar contigo porque te amo a ti. Y me duele que no me creas. Me duele mucho.

—Me vuelvo loco porque creo que te estoy perdiendo —Wolfram percibió que una lágrima le rodaba por la mejilla derecha y se la secó rápidamente con el nudillo—. Me estoy volviendo loco por ti, Yuuri Shibuya, temo perderte. Estoy harto de vivir preocupado, de mujeres como Flynn Gilbit y Lady Elizabeth, estoy harto de ellas.

—No hay ninguna razón para que estés enojado. Ni para que estés celoso. Porque lo último que yo haría es poner en riesgo nuestro amor. Desde que te conozco, tú has sido el único en mi vida y en mi corazón. Nadie más que tú.

Confió en que aquello lo haría sentirse mejor, y evidentemente así fue; sus lágrimas fluyeron, liberando la angustia y el miedo que la anterior escena le había producido. Llenándose de ternura, Yuuri empezó a darle suaves besos en la cara.

—Mírame —pidió Yuuri, apresando su rostro con las manos. Wolfram tardó unos segundos, pero cuando lo miró, olvidó todas sus inseguridades, porque no encontró mentira en su mirada—. Desde que apareciste, no ha habido nadie más que tú, nadie más. Lo juro.

Y sin decir más Yuuri lo besó lenta y apasionadamente, ahogando cualquier argumento que Wolfram pudiera tener en contra.

—No puedes negar que tus besos me pertenecen.

De nuevo los labios de Yuuri tomaron los de Wolfram con inminente necesidad. Wolfram se relajó y lo atrajo aún más hacia sí, estremeciéndose. Fue un beso dulce y largo, donde ambos se degustaban y ninguno quería ser quien rompiera aquella unión.

—A nadie podría besar así, nadie más podría despertar en mi lo que tu despiertas… nadie.

Wolfram abrió los ojos y lo miró.

—Quiero creerte, porque ya no creo ser capaz de vivir sin tu amor. —Se abrazaron fuertemente, como si la vida se les fuera en ello.

 

 

 

—00—

 

 

 

Mientras Yuuri y Wolfram procuraban reponerse del fuerte malentendido, Izura y su tío Maoritsu se encontraban en la sala privada de la habitación de la reina. Solly era la única de los sirvientes que los acompañaba.

—Querido tío —exclamó Izura, abrazándolo—. No sabes cuanta falta me has hecho.

—¿Cómo estás, sobrina? —preguntó Maoritsu con preocupación—. Te veo más delgada.

—Y como no estarlo, si las adversidades que estoy afrontando me han quitado el apetito —repuso ella para, posteriormente, invitarlo a tomar asiento frente a la chimenea.

—Muy graves deben ser —comentó Maoritsu tras sentarse. La miró con recelo—. Lo último que hablamos y dejamos en claro fue que te comprometerías a la labor de engendrar el hijo del rey. ¿Qué ha sucedido para que te encuentres en tal precaria situación?, ¿acaso no estás embarazada?

Izura bajó la cabeza.

—No, no lo estoy.

El rostro de Maoritsu reflejó decepción.

—Vaya, ahora veo la razón.

Izura apartó la vista de él, sintiendo que las traicioneras lágrimas afloraban a sus ojos y pugnaban por derramarse.

—Me siento sola, tío —respondió, retando al sufrimiento y haciéndose fuerte—. Para comenzar, han enviado a mi hija lejos de mí…y además…

Maoritsu la miró especulativamente.

—Continua.

—Yuuri pedirá la anulación de nuestro matrimonio —Había dolor en sus palaras—. Creo que se ha hartado de mí.

—Puedes estar segura, querida, es lo más natural. Si no concebiste un heredero, fracasaste como reina y como esposa.

Las palabras duras de su tío fueron como dardos en su pecho.

—¿Para esto —exclamó Maoritsu mientras se ponía de pie, encolerizado— para esto te trajimos a Shin Makoku? ¡Tienes idea del deshonor que traerás a la familia! ¡Y que poco valor tiene una mujer primero viuda y después repudiada!

—¡No es culpa mía! —se defendió Izura—. He hecho todo lo que está a mi alcance para retener al rey a mi lado, pero nada puedo hacer en contra de un enemigo mayor.

—¿Quién?

—Alguien que desea mi lugar —Y al pensar en ello Izura se llenó de odio—. Una amante más astuta que ninguna otra. Desea desposar al rey y ser la nueva reina.

—¿Y por qué no la has eliminado? —Al decir estás palabras, Maoritsu la tomó del mentón e hizo que se pusiera de pie—. ¡Mátala, maldita sea!

—¡No hemos dado con ella!

—¿Todavía no?, ¡Por favor! —bramó—. Ya antes me habías comentado tus sospechas, hace tiempo que debiste poner un alto al problema.

—Yuuri la mantiene oculta —Izura enrojeció de rabia y celos—. Evita una confrontación conmigo. La protege demasiado.

—Contrata espías entonces, ya que los sirvientes que tienes son unos incompetentes —Maoritsu miró de soslayo a Solly—. Y una vez sepas quien es la zorra, manda matarla.

—El rey sospecharía inmediatamente de mi ¿y si pierdo el poco afecto que me queda de él?, ¿qué será de mí?

—Si no actúas ahora, no les bastará con quitarte a tu hija sino que también te quitarán uno a uno tus privilegios —Izura no respondió, y esto consiguió provocar en Maoritsu un arrebato de ira. Tiró de su brazo, exigiéndole mirarlo—. Soy yo el que pone por encima el interés de la corona. Y solo quiero que sepas que no estoy cerca que ti porque seas mi sobrina, estoy a tu lado porque eres la reina.

El miedo la poseyó. ¿Qué ocurriría si perdía el amor del rey y se ganaba su odio? ¿Qué ocurriría si no hacía nada al respecto y perdía la corona, el amor de su tío y de su padre? Izura se encontraba entre la espada y la pared.

Luchó inútilmente, intentando averiguar qué había sucedido para que esta conversación que había comenzado tan inofensivamente, se volviese semejante vendaval.

—Di algo, maldita sea.

—Debemos actuar con cuidado. Ten en cuenta que estoy en sus tierras, bajo sus dominios, o de lo contrario comprometerá mi situación en Shin Makoku —dijo Izura finalmente—. Yuuri y Sir Weller piensan sacar alguna ventaja echándose en brazos del rey de Shimaron Menor, ese rey petulante que no siente el menor respeto por mí.

—¿El rey Saralegui nuestro aliado? ¿Acaso no ha sido siempre nuestro enemigo?

—Alguna ventaja tendrán con esa alianza —Izura tragó saliva con un rápido parpadeo, sobrecogida por el súbito estallido de cólera—. Sí, están reuniendo aliados para evitar un boicot, pero yo me he adelantado y he conversado con viejos conocidos que me respaldarán.

—¿Ves como si sabes defenderte? —Maoritsu sonrió con orgullo—. Compadecer ante un tribunal es una vergüenza que una reina no debería afrontar.

—Pero lo haré —dijo, determinada a ganar—. Si todo se complica y llegamos al tribunal, sabré levantar mi cara con orgullo.

—Tú eres amada por el pueblo. No tienes de qué preocuparte —replicó Maoritsu—. Los Diez Nobles te apoyan, sobrina, y los que son leales al Maou Yuuri también lo harán. Puedes contar con ello.

—No perderé tío Maoritsu, se lo juro.

Esa mirada penetrante, esa expresión imperiosa de toda su fisonomía que turbaba generalmente a quienes Izura dirija la palabra, esa era la actitud que Maoritsu deseó ver en ella desde el principio pero que hasta ahora se reflejaba debido a la dureza de sus palabras.

Maoritsu se sintió complacido.

 

 

—00—

 

 

 

—¿Ya estás bien? —preguntó Yuuri, mirando a Wolfram con preocupación.

Wolfram se limitó a asentir con un gesto.

Yuuri besó las mejillas frías y húmedas. Sus besos eran suaves como la caricia de una rosa. Wolfram se sintió mejor y de repente le rodeó el cuello con los brazos y lo abrazó con fuerza. Yuuri lo recibió gustoso, acariciándole el cabello suavemente.

Al cabo de un rato, Wolfram retrocedió y se secó las lágrimas con la manga.

—No siempre lloro —aseguró—. De hecho, detesto llorar.

—Te creo —comentó Yuuri, alegre al cerciorarse de que ya no había más lágrimas en su rostro, no obstante había una expresión ceñuda en él, que contrastada con un ruborcito sobre sus mejillas y una pequeña marca de disgusto.

—Tampoco he tenido celos en toda mi vida… ¡pero vi cómo la gobernadora de Caloria te abrazaba y sentí deseos de retorcerle el maldito cuello!

—No tengo ninguna amante —se apresuró a aclarar Yuuri tras escuchar aquella inquietud—. Pero tú no preguntas, tú supones lo que te parece. Si me hubieras preguntado, te lo habría dicho. Flynn es una antigua amiga, nada más. Además, Caloria es un aliado importante, debo procurar una relación amistosa con esa nación. De lo contrario, me darán la espalda cuando anule mi matrimonio con Izura.

—No es necesario que te abrace tanto… —gruñó Wolfram y luego se apresuró a apartar la vista con un mohín en los labios.

—Wolfram, eres mi prometido y espero que confíes en mí —afirmó Yuuri, tomándole el mentón para que volviera a mirarle—. No te he sido infiel... ni lo seré en el futuro. No podría porque… —respiró  profundamente a la vez que sus mejillas se tornaban rojas— porque sólo me excitas tú, sólo me gustas tú.

El rostro de Wolfram se enrojeció tanto como el de Yuuri.

—Eso no era lo que yo…oh, olvídalo —balbuceó con la inocencia dulce en su voz joven, revoloteando nerviosamente.

—No soy un hombre especialmente digno, pero el amor que siento por ti es de esa manera. Me creas o no —añadió el rey—. Dime que no te das cuenta del deseo que provocas en mí, dime que miro a los demás como te miro a ti, con estas ganas de hacerte mío.

El corazón de Wolfram latía con frenesí. Aquel aleteo nervioso dentro de su estómago y el calor que experimentaba ahora eran sensaciones demasiado nuevas para él. Yuuri debía conocer su punto débil, porque cuando él lo miraba del modo en que estaba haciéndolo en aquel preciso instante, caía en cuenta de lo mucho que lo deseaba de la misma manera.

—¿Wolf? —Como Yuuri permanecía firme en su interrogación y sin desviar la mirada, Wolfram finalmente se encogió de hombros y lanzó un suspiro lleno de frustración.

—Está bien, te creo, enclenque —concedió—. Pero la próxima vez no dejes que esas mujeres se te arrimen tanto, o de otro modo las quemaré.

Con un resoplido de diversión, Yuuri lo besó.

—Me gustan tus celos, mi hermoso Wolfram —dijo para después volver a apresar su boca, aliviado cuando no protestó, sino que se dejó atrapar, como un rehén de su boca sedienta por sus besos—. Me hacen descubrir lo enamorado que estas de mí, y me siento dichoso por ello.

—¡Qué obstinado eres, Yuuri Shibuya! —ronroneó Wolfram contra los labios de él, sujetándole la cabeza entre las manos. No cabía duda: aquel Maou era su debilidad.

En su rostro había un matiz carmín que lo agraciaba aún más, y en el Yuuri la mirada de un hombre enamorado, dispuesto a llevar su amor hasta el final.

—Asumo que debes regresar al baile. Todos deben estar preguntando por el Maou.

—No te preocupes por eso, he pedido a Conrad que me cubra —lo consoló Yuuri—. Estoy exactamente donde quiero estar, a tu lado, como lo prometí —concluyó, cerrando los ojos y besándole la palma de la mano.

—Me da gusto que seas un rey que cumple sus promesas —Wolfram sonrió—. Me habría sentido decepcionado si no pasaba las últimas horas de mi cumpleaños al lado de la persona que amo.

Yuuri tomó nota mental sobre aquellas palabras y sintió una ola de alegría.

—Me hace muy feliz poder compartir este gran día contigo. Wolf, a tu lado siento que soy el hombre más afortunado del mundo —Se inclinó sobre él y lo besó con ternura—. Espero que tengamos muchos años más juntos compartiendo la alegría de haber coincidido en esta vida —le acarició las mejillas con la yema de los dedos. Wolfram cerró los ojos al sentir el dulce contacto.

Mientras tanto, Yuuri pensó rápido en algún detalle que su querido Wolf conservara en su memoria por ese día tan especial y rápidamente tuvo una idea.

—¡Ven conmigo!

—Pero, Yuuri… alguien puede vernos…

—Ya te dije que todo estará bien, no te preocupes —cortó Yuuri, reteniendo a Wolfram por la muñeca, atrayéndolo hacia sí—. ¿Confías en mí?

Wolfram sonrió, le dio la mano a Yuuri y permitió que lo guiara donde fuera que quisiera llevarlo.

—Confío en ti.

 

 

 

—00—

 

 

 

La noche fue avanzando, interminable a criterio de Solly. Lord Maoritsu resultó ser una persona fría y calculadora. Le dieron escalofríos al recordarlo. Solly se sentía preocupada por la poca eficacia de su labor como espía de la reina, incluso cuando había puesto todo su esfuerzo para recaudar información, de modo que optó por dar un breve paseo por el jardín para despejar su mente.

El aire estaba cargado con el aroma de las flores y los perfumes, a la vez que se veía favorecido por la brisa nocturna. Respiró profundamente y supo que era lo que necesitaba.

Continuó andando, adentrándose más al jardín. La música y las risas provenientes del baile se hacían cada vez más lejanas. Se encontró escuchando solamente el canto de algún que otro grillo y el dulce trino de un ruiseñor.

De repente escuchó el crujir de unas ramas, y Solly se puso alerta al instante. Lo que logró visualizar fueron dos siluetas.

Solly reconoció, frunciendo el entrecejo, que una de aquellas siluetas pertenecía al rey. Los diamantes de la corona brillaban aún bajo la luz de las estrellas. Entonces aceleró el paso y, en completo silencio para no ser descubierta, caminó presurosa por el sendero.

—Es el rey y su amante —se dijo—. Es mi oportunidad para descubrir de una vez por todas quien es la infeliz que hace sufrir a mi señora.

Se escondió bajo los matorrales y afiló la visión.

Lo que vio la dejó perpleja.

—¡El…el amante del rey es Wolfram Dietzel! —Le temblaba el cuerpo de impresión, por haber hecho aquel gran descubrimiento—. ¡La engaña con ese doncel!

Los vio besarse bajo la luz de la luna, tan ajenos al sufrimiento de la reina Izura, tan generosa con el pueblo donde era soberana, tan virtuosa con sus semejantes…

Se llenó de rabia e indignación.

—Debo ir a contárselo ahora mismo.

Solly se puso de pie mientras los enamorados continuaban su paseo. Los vio alejarse, camino al invernadero.

—¡Maldito Wolfram Dietzel, pagarás por cada lágrima derramada por mi reina! —farfulló rechinando los dientes. Se dio la vuelta y un instante después los setos se separaron, y entre ellos apareció una figura muy alta—. ¿Quién anda ahí? —preguntó.

La oscura silueta se dirigió hacia Solly con largas y feroces zancadas.

—¡Se defenderme! ¡Si se acerca un paso más lo mataré! —gritó Solly a voz valiente, aunque en realidad moría de miedo.

—¿De veras?, ¿te atreverías a matarme a mí?

De pronto, Solly se encontró mirando unos ardientes ojos color verde miel, pertenecientes a un viejo amigo suyo.

—¡Jeremy! ¡Idiota, me asustaste! —Solly avanzó hacia él, con los puños apretados y su rostro fruncido en una mueca de disgusto—. No te metas en mi camino, debo ir a informar a la reina sobre algo muy importante.

Jeremiah hizo lo contrario y le cortó el paso.

—Y es precisamente eso tan importante que tienes que contarle a la reina, lo que preferiría que guardáramos como un secreto, mi querida Soleil —replicó secamente.

—¿De qué hablas?, ¿estás demente? Esto no es de tu incumbencia —Solly se detuvo abruptamente y cayó en cuenta de un detalle importante—. Espera un momento… tú trajiste a ese joven, son amigos ¿no es cierto? Ustedes estás de acuerdo en todo esto.

La sonrisa de Jeremiah confirmó sus sospechas, lo cual la indignó mucho más.

—¡Son unos desgraciados! —continuó—. No sabes cuánto ha sufrido mi señora por culpa de la calentura que tu amiguito a provocado en el rey, ¿te das cuenta que el futuro de un país tan prospero como lo es Shin Makoku pende de un hilo por culpa de sus locuras?

De nuevo intentó pasar de largo, pero Jeremiah volvió a entrometerse.

—No dejaré que vayas con la reina —aseguró Jeremiah, amenazante. Solly dio un paso atrás y alzó una ceja.

—¡Vaya!, antes eras un mozo cualquiera y ahora mírate… —Su boca se curvó con una expresión de burla—. Un soldado fiel que es el cómplice del rey. ¡Por favor, Jeremy, ahórrate tus estúpidos esfuerzos! nada de lo que digas hará que desista de mí deber.

—¿Nada? —Jeremiah rió por lo bajo—. ¿Estás segura mi querida Solly?, ¿ni por los viejos tiempos?

Sin permitirle responder, Jeremiah la tomó del brazo con fuerza. La arrastró tras él y la obligó a internarse en el jardín. Bajo la glorieta, alejados del salón donde se llevaba a cabo el baile, se volvió para enfrentarla.

—Me negarás entonces que extrañas nuestros encuentros —susurró Jeremiah en tono profundo y ronco al tiempo que la agarraba por la cintura, atrayéndola hacia sí.

—Jamás volveré a caer en tus juegos, Jeremy —La voz de Solly se escuchaba débil pese a sus inútiles esfuerzos por parecer inmune a sus caricias—. Viniste, me sedujiste, y te fuiste sin decir nada, ¿crees que te lo perdonaré tan fácilmente?

—Pero volví, ¿no es así?, vine por ti, porque me haces mucha falta —mintió  Jeremiah, distrayéndola con besos, mientras sus dedos desabrochaban lentamente los botones del vestido por detrás.

—¡Canalla! ¡Mentiroso!

—Querida, me dedicabas palabras más bonitas estando en la cama —La falda de Solly se amontonaba sobre Jeremiah, así que la recogió para colocar una pierna entre las de ella—. ¿Qué te parece si te hago recordarlas?

—Puede…puede venir alguien —musitó ella, ruborizada.

—Nadie vendrá —Le abrió el vestido y posó la cabeza entre aquellos pechos y, con la punta de la lengua, trazó un húmedo círculo alrededor del delicado pezón. Solly gimió sin poder evitarlo—. No me negarás que lo estás disfrutando.

Tomó todo el pezón con la boca, lo cual hizo gemir más a Solly. Jeremiah chupaba lentamente, haciendo succión con los labios y la lengua, mientras sus dedos jugueteaban con el endurecido pezón del otro pecho.

Solly, embobada y con la respiración agitada, lo miró a los ojos, mientras sentía como él le quitaba la cofia de su cabeza dejando que el cabello le cayera por los hombros en un torrente de rizos de color morado. Jeremiah le lamió los labios y luego la besó en la boca. La doncella sintió una placentera oleada de calor por todo el cuerpo. Emitió un profundo gemido y se rindió ante el placer.

—Soleil, quiero estar contigo, mira como me tienes —le susurró tomándole la mano y llevándosela a la turgente erección que estaba experimentando.

Solly lo abrazó por el cuello y le rozó los labios con los suyos. Jeremiah le levantó el vestido hasta la cintura y se puso a hurgar entre su ropa interior. Solly se retorció al notar la mano de Jeremiah rozando la piel, moviéndose cada vez más arriba, y antes de que pudiese decir nada, los dedos de Jeremiah le separaron los labios del sexo. Estaba muy mojada.

—Por favor… ¡no pares… no pa ah! —murmuró—. Por favor, Jeremy…

Solly gemía y suspiraba mientras se aferraba a él con desesperación.

—¿Quieres que siga?

—Sí. Hazlo de nuevo, oh, sí…

Pero entonces, Jeremiah se detuvo en seco.

—Es una pena, porque tienes que ir de chismosa con tu querida reina —Dicho esto, la soltó de forma abrupta—. Anda, vete. De todas formas, lo que es inminente es que el Maou terminará anulando el matrimonio de una u otra manera y tú solamente quedarás como una entrometida.

—Pe-pero —Solly respiraba agitadamente y su voz denotaba una terrible frustración.

—Pero, ¿qué?

—Solo intento hacer lo correcto.

—Nadie te lo ha pedido.

—Mi reina sí

—¿Y quién es más importante para ti, ella o yo?

Solly no contestó.

—Tu silencio es más elocuente. —Jeremiah se dio la vuelta, dispuesto a marcharse.

—¡No te vayas! —demandó Solly, demasiado excitada para seguir esperando. Él se volvió a poner justo frente a ella.

—Entonces…

Solly alzó la cabeza, manteniendo el orgullo, pero bajo la ropa, su cuerpo temblaba reclamando sus caricias.

—De acuerdo, tú ganas, guardaré el secreto —dijo, decidida—. Pero tarde o temprano la verdad saldrá a la luz por si sola.

Él le clavó la mirada penetrante e increíblemente seductora.

—Así me gusta.

Sus labios se rozaron, y se besaron suavemente. Él la sujetó de las nalgas y la levantó para llevársela a su habitación, pensando al mismo tiempo en que su querido Wolfy le debía un favor.

 

 

 

 

—00—

 

 

En la sala se encontraba el acceso a un túnel secreto que servía, según le dijo Yuuri, para salvaguardar su vida en caso estuviera en peligro. El camino resultaba oscuro y húmedo pero sus manos jamás se soltaron la una de la otra. Pronto llegaron a salida y terminaron en la parte trasera del castillo justo donde iniciaba el jardín.

Como era primavera, los tulipanes y los lirios estaban en flor y las clemátides formaban una marquesina sobre los senderos de grava.

Tomados de la mano, Yuuri y Wolfram caminaron un buen rato bosque adentro, hablando de mil y una cosas a la vez. Empezaron por intercambiar observaciones sobre gente que ambos conocían, y luego hablaron de sí mismos. Hablaron de sus pasatiempos favoritos; el beisbol y la pintura, su época favorita del año, su comida favorita, quedaron en ir a visitar a Pochi, el dragón de Yuuri, también en ir a la tierra para que Wolfram conociera a sus suegros, hablaron de otras cosas y volvieron a hablar sobre la pintura y Yuuri animó a Wolfram a continuar practicando lo que más le apasionaba.

La intimidad entre ambos creció como la espuma.

Sorprendió a Wolfram las cosas que Yuuri contaba sobre su mundo y terminó de conquistarlo con su buen humor, su franqueza y su naturalidad, pero más que nada con su inocencia. Le hizo olvidar sus prejuicios sobre los hombres, y le hizo pensar que en realidad no todos eran iguales.

Yuuri se extasiaba viendo como Wolfram trataba de entenderlo, prestando atención en cada detalle que contaba, riendo y haciendo preguntas. Lo amaba cada vez más. Era distinto a todo lo que había sentido alguna vez por alguien. Cuando alguien le había gustado había sobrevenido el deseo, y lo único que buscaba era poseerle, sin que le causara la menor turbación su ausencia. Con Wolfram era cosa aparte, lo que sentía más bien parecía provenir de una conexión espiritual, del alma, sin dejar de lado lo carnal, pero que se hacía cada vez más dependiente de su compañía.

Envuelto en la majestuosidad del jardín, Yuuri soltó un suspiro.

—Me gustaría parar el tiempo, aquí y ahora. Y quedarme en este lugar por siempre. Un lugar donde las barreras que nos separan no existen, donde las clases sociales desaparecen y donde tú y yo solo somos eso, tú y yo.

—Bonito lugar el que describes, lástima que cuando llegue la luz del día, nosotros volveremos a ser lo que éramos. Tú rey y yo soldado.

—Tu pesimista y yo…

—¿Soñador? —acabó Wolfram la oración con un tono burlón.

—Luchador incansable —corrigió Yuuri, apretándole la mano suavemente— y si es por ti, más. Tú no eres un simple soldado, Wolf, tienes modales refinados y sabes de esgrima. Te comportas mejor que muchos aristócratas que conozco.

—Mucho mejor que tus Consejeros, que todo el tiempo me ven como si me quisieran matar. Sobre todo Lord Gunter von Christ.

—No es mala persona. De él he aprendido mucho. Fue mi maestro —confesó Yuuri a favor de su buen Consejero, que estaba cegado por los prejuicios y por lo que creía mejor para Shin Makoku—. Lo que pasa con Gunter es… que me aprecia demasiado.

—Claro, eres un rey muy consentido —Wolfram rió y contagió a Yuuri.

—Algo así —sonrió Yuuri— ¿y tú?, ¿de dónde aprendiste tanto? ¿Fue en el orfanato donde creciste? no me has dicho como se llama tu pueblo.

Wolfram detuvo su caminar, ya no quedaba rastro de la sonrisa que hasta hacía pocos segundos brillaba en su cara. Ahora tan solo se leía en sus ojos el nerviosismo y la frustración.

—¿Te encuentras bien, Wolf?

—Sí, ¿por qué?  —replicó Wolfram, regresando en sí.

—No sé, de pronto tu semblante cambió…

Ya me lo imagino, pensó Wolfram. Desde luego que me lo imagino.

—No hablemos de mi pasado ¿sí?

Un breve silencio se formó, Yuuri simplemente lo miraba serio.

—Esperaré hasta que tengas la suficiente confianza para contármelo —zanjó Yuuri tras lanzar un breve suspiro—, aunque creí que ya habíamos superado esa barrera.

—Lo lamento —Wolfram bajó la mirada, apenado. Le parecía que ocultarle la verdad era una deslealtad por su parte, pero no estaba listo aún.

Yuuri le colocó un dedo bajo el mentón para levantarle la cara y tomó posesión de sus labios. El beso fue corto pero lleno de amor.

—Ven, quiero enseñarte una cosa.

—¿Qué?

—Será mejor que te lo enseñe.

Yuuri lo llevó al invernadero. La imponente construcción de cristal surgió ante Wolfram con su infinidad de cuidados setos que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El fulgor de las velas que se esparcía hasta los solitarios alrededores inundaba el lugar con una luz dorada. De un extremo a otro de las paredes de cristal colgaban hermosas macetas. Los troncos de los árboles, altos y rectos, eran pilares de una magnífica catedral verde. Orquídeas y otras flores aparecían suspendidas de las ramas y brillantes helechos cubrían el suelo. Y finalmente, una fuente enorme se encontraba en el centro de aquel recinto de ensueño.

Wolfram se mantuvo impasible observando todo a su alrededor.

—Es hermoso —musitó—, es como un sueño.

—¿Y te ha gustado?

—Me ha encantado.

—Pues es solo el comienzo, te enseñaré la verdadera sorpresa.

Se adentraron juntos al invernadero y Yuuri lo condujo a un círculo de flores, donde se sentaron juntos sobre la maleza. La planta que tenían frente a ellos tenía hojas largas y flores de forma triangular de colores blancos, aunque todavía estaban en capullo. Wolfram reconoció la flor con un nudo en la garganta.

—Esta flor se llama el tesoro de la noche. Un marqués la trajo a estas tierras hace años como un regalo para mí. Desde entonces, al cumplirse el quincuagésimo día de primavera, vengo a ver el espectáculo que ofrecen —dijo Yuuri—. Eres la primera persona con la que comparto esto. Era algo que resguardaba solo para mí.

Wolfram no tenía intención alguna de hablar; de hecho, no estaba seguro de que pudiera hablar aunque quisiera. Los recuerdos le atormentaban del modo en que siempre lo habían hecho, desde la muerte de Matthew.

—¿Sabes cuál es su secreto?

—Los capullos se abren solamente bajo la luz de la luna, y entonces el aire se llena de un aroma dulce a vainilla y miel —respondió Wolfram con voz ronca, luchando por controlar las lágrimas que amenazaban con escaparse de sus ojos.

—Así es. —Una lágrima rodó. Yuuri extendió su brazo y tocó la mejilla de Wolfram para quitársela, sin dejar de preguntarse que la había causado—. El tesoro de la noche es un símbolo de pureza y hermosura que solo se deja ver bajo la luz de la luna. Espero que el capullo de esta flor no sea lo único que se abra ante mí esta noche.

Matthew estaba muerto. Su corazón se oprimía al recordar aquel día, en el que una vez más le protegía a costa de todo. Solo entonces había comprendido la inmensidad de su amor, un cariño infinito que perduraría más allá de su separación, mientras lo conservase en su memoria.

—Wolfram, por favor —suplicó Yuuri—, si no compartes tu dolor, no podré ser capaz de aliviar tus penas. Y me sentiré muy triste por no poder hacer nada por la persona que amo.

Wolfram vaciló un instante sin saber qué contestar hasta que Yuuri puso una de sus manos sobre la suya. Entonces se acercó más a él y lo rodeó entre sus brazos. Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.

—Oculto muchos secretos, Yuuri. Ninguno de ellos agradable. De hecho, temo que al saberlos te alejes de mí.

—Sabes lo insistente que soy, Wolfram —dijo Yuuri. Le dio un beso en la frente y continuó—: Tarde o temprano, acabarás por contarme la verdad. Ahórranos tiempo y dímelo ahora. Supe que me ocultabas cosas desde que llegaste a las pruebas de la escuela militar. Es hora de sacarlas a la luz, y cuando lo hayas hecho, ya no habrá nada que temer.

—Tienes razón. No puedo seguir ocultándote mi infancia. Aunque sea solo parte de ella. Aún no estoy listo para liberarme de todo lo demás.

—Entonces, dime y alivia tu corazón.

—Debo empezar por hablarte de mi mejor amigo, Matt —comenzó Wolfram—. Él y yo vivíamos en el mismo orfanato. Yo era veinte años menor que él, pero éramos grandes amigos, y juntos hacíamos todo el trabajo y juntos jugábamos, cuando teníamos oportunidad. Matt siempre me protegía de todos, hasta de las institutrices, que cada vez que sacaba a relucir mi testarudez, me mandaban al cuarto de castigo y me dejaban sin cenar. Pero Matt siempre se las ingeniaba para llevarme un trozo de pan y leche, no sin antes sermonearme sobre la buena conducta y mi inexistente habilidad de quedarme callado. Fuimos inseparables y así continuamos incluso… —Se detuvo un momento pues tenía la garganta reseca. Le ayudó a pensar en la manera de continuar la historia omitiendo la parte en la que ambos llegaban a la Corte de Blazeberly—. Incluso cuando una persona llegó al orfanato para hacerme una propuesta. Me llevó con él con la condición de que Matt viniera conmigo, y lo aceptó sin pensarlo mucho. Ese fue el primer error, aunque siempre es una ventaja haber recibido una sólida educación, y lo que yo aprendí de mis tutores gracias a mi benefactor me ha sido de mucha utilidad hasta el momento.

—¿Tu y él eran…?

Wolfram reprimió una sonrisa al detectar cierto tono de celos en aquella pregunta.

—No hubo nada entre nosotros más que un amor fraternal —se apresuró a aclarar—. Matt era un doncel como yo —reveló—. Era muy buen jinete y magnífico en esgrima; de hecho, manejaba el elemento agua a la perfección. Jamás se jactaba por ser bien parecido, creo que no se sentía orgulloso de ello. Las dos cosas que más amaba eran la música y la jardinería. Él solía cultivar el tesoro de la noche hasta el quincuagésimo día de primavera para mí. Ver los capullos de flor abrirse bajo la luz de la luna era mi regalo de cumpleaños y jamás esperé volver a contemplarlas. Pensé que solo estaría en mi memoria. Pero ahora tú me has regalado lo mismo —Sonrió y depositó un suave beso en la mejilla del otro—. Te lo agradezco mucho.

—Entonces, ¿qué sucedió para que tu semblante se entristezca cada vez que mencionas a Matt? —preguntó Yuuri, atemorizado ante la posible respuesta.

—Matt murió —su voz seria y cargada de sentimientos se clavó directamente en el pecho de Yuuri haciéndolo estremecer. El rostro de Wolfram adoptó un semblante de tristeza—. Y murió por protegerme.

—¿Qué dices?

—Sí; lo asesinaron justo en frente de mí, por un error que cometí.

Yuuri se quedó inmóvil y en silencio.

—Jamás podré perdonármelo —Cerró los ojos, pero no pudo evitar que las lágrimas le siguieran resbalando por las mejillas—. Ese día debí morir yo y no él —Se restregó la cara y resopló.

—No digas eso, por favor —suplicó Yuuri. Luego extendió su brazo y tocó la mejilla de Wolfram—. Al pensar de esa manera, estás traicionando la memoria de Matt, que siempre cuidó de ti. Te ruego que le hagas justicia. No dejes que su muerte sea vana.

—Yuuri…

—Debemos reconocer que no siempre hacemos lo correcto y muchas veces fallamos a quien más queremos. Todo sería más fácil si entendiéramos que el perdón es un regalo que también podemos darnos a nosotros mismos. —Yuuri suspiró y siguió las marcas con sus dedos—. Estas lágrimas tuyas demuestran que aún no has sido capaz de hacerlo. Tus lágrimas son sinceras, Wolf. Y así eres tú. Ahora perdónate y sigue adelante.

¿Cuándo había sido la última vez que se desahogaba de esa manera?, no podía recordarlo, había pasado mucho tiempo de eso. Llevaba demasiado tiempo solo, obligado a confiar sólo en sí mismo, a ocultar su fragilidad, obligado a fingir respeto por el asesino de su mejor amigo. Y con todo eso no había tenido a nadie con quien contar, no había podido tener a alguien como Yuuri.

—Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que no estás solo —continuó Yuuri mientras acariciaba su cabeza de vez en cuando—. Ahora me tienes a mí para cargar con tu tristeza.

Yuuri rodeó a Wolfram con sus brazos, apoyó los dedos de la mano derecha en su mejilla y le giró el rostro hacia él. Empezó a besarlo. El corazón de Wolfram latía con fuerza, pero no importaba. Ya nada importaba. Olió el perfume de la lluvia de flores que se empezaban a abrir bajo la luz de la luna mientras continuaban besándose. Al lado de Yuuri era feliz.

 

 

 

—00—

 

 

 

 

—¿No cree que Su Majestad Yuuri se enfadará si alguien se da cuenta de que no está en la fiesta siendo que usted es el encargado de cubrirlo, Excelencia? —preguntó Yozak a Conrad, removiendo la copa de licor dentro de una sala privada del castillo.

—No pretendo demorarme más de lo necesario, Yozak —respondió el castaño, tomando asiendo al lado de él en frente de la chimenea.

—Si usted lo dice —Yozak alargó el brazo en busca de un bocadillo de queso que estaba en una charola en la mesita del centro—. Escuché, sin querer, por supuesto, como Lord Stoffel lamentaba el fracaso de su plan para que la sobrina de Raven, Lady Elizabeth, se convirtiera en la nueva amante del rey. En ocasiones pasadas habrían tenido éxito.

—Su Majestad está con él.

—¿Se refiere al joven Dietzel? —preguntó Yozak algo más animado.

—El mismo.

—Que contrariedad.

—¿Por qué lo dices, Yozak? —Conrad lo miró en forma inquisitiva y sorbió el contenido de su copa—. ¿Qué has descubierto?

Yozak sacó unos papeles de una bolsa de cuero que siempre llevaba consigo y se los entregó de inmediato a Conrad.

—Como verá, Excelencia, he cumplido con la orden de investigar el origen verdadero del hermoso doncel y no están lejos de lo que sospechábamos.

Por un instante, Yozak creyó ver cómo se arrugaba el entrecejo de Conrad a medida leía la información que le había entregado. Pero recuperó enseguida su expresión habitual, educada y amable.

—Buen trabajo, Yozak.

—Como se dará cuenta —continuó, como para aclarar la gravedad del asunto—, ningún origen tiene el joven Dietzel en estas tierras, ni en Wincott, ni en Laika como nos ha hecho creer. Investigué a fondo los registros de los orfanatos, pregunté a los habitantes de esos lugares, y ninguno supo dar vestigios de haberle conocido.

Conrad adoptó una actitud pensativa.

—¿Sucede algo, Excelencia? —Inquirió Yozak al darse cuenta, minutos después, de que su Capitán no tenía intenciones de romper el silencio.

—En el fondo esperaba que todo fuera paranoia —dijo Conrad al fin—, sospechas absurdas que no nos llevarían a ninguna parte. Me molesta haber bajado la guardia y sin embargo…

Conrad se dirigió al gran ventanal con el corazón en un puño. Observó a lo lejos el invernadero, ahí se encontraba su Maou con un sospechoso de traición.

—Sin embargo no creo que el joven Dietzel sea alguien malo.

—-Me parece que da mucha confianza a ese joven —comentó Yozak, detrás de Conrad—. Pero, si le hace sentir mejor, yo tampoco creo que sea alguien malo.

Conrad sonrió y se giró hacia Yozak.

—Entonces no nos queda más que confiar en nuestro instinto —resolvió—. Le daré al joven Dietzel el beneficio de la duda, pero lo mantendré vigilado. Tú te encargarás de investigar más a fondo al soldado Crumley. Ese muchacho es más peligroso que el propio Dietzel. Recuerda mis palabras.

—A la orden, mi capitán.

—Y además… debemos vigilar los movimientos de Gunter y Gwendal. ¿Recuerdas que Gwendal no soporta al joven Dietzel? —preguntó Conrad. Y añadió a la respuesta afirmativa del otro—. Pues ese par mandó a investigarlo también.

Yozak alzó una ceja, gesto que acompañó de un silbido, pero no dijo nada, pues deseaba oír más.

—Traté de persuadir a Yuuri para que obstaculizara sus investigaciones, pero estaba convencido de que no encontrarían nada. Llegué a pensarlo también.

—Si esta información llega a manos de Lord Voltaire o Lord Christ… Lo echarán del país o mandarán a encerrarlo para siempre en una mazmorra.

Conrad esbozó una sonrisa ladina.

—No creo que Su Majestad Yuuri permita tal cosa —añadió en tono burlón—. Wolfram está protegido por él por sobre todos nosotros.

—¿Tanto así usted confía en él también?

—No puede ser alguien malo la persona que arriesga su vida por proteger a los débiles como lo ha hecho el joven Dietzel el día del incendio.

—¿Y si solo fue mera apariencia?

—Lo he pensado también —rió Conrad con nerviosismo—. Lo que no has visto, mi querido espía, es la forma en que ese par se mira. Y dicen que, dos miradas que se cruzan en silencio son el beso de dos almas que se aman. Creo que Su Majestad y el joven Dietzel hacen verdadero ese pensamiento. Lo cual hace que les siga el juego.

—No me atrevo a decir nada en contra, Excelencia —fue la respuesta de Yozak—. Está bien, veamos hasta donde llega todo este embrollo.

Ambos asintieron con la cabeza.

—Deberíamos volver a la fiesta —mencionó Yosak, que desde hacía rato quería darse una vuelta por el recinto para disfrutar del baile y la comida.

—Adelante. Disfruta el resto de la noche —respondió Conrad, dándole el paso hacia la puerta.

Yozak terminó su trago, se puso un gabán y salió.

 

 

 

—00—

 

 

 

La profundidad de la noche se había comenzado a difuminar, y todo alrededor se apreciaba a cada instante con mayor nitidez. El inicio del alba los encontró abrazados sobre el pasto verde, en un descanso reconfortante y placentero.

Aferrándose al abrazo protector de Yuuri, Wolfram se removía preso de una pesadilla sobre su pasado, en donde recordaba, una vez más, el instante en el que Endimión acabó con la vida de Matt.

 

—…—

 

Mathew estaba amarrado y vigilado por dos guardias. La parte inferior de su rostro estaba salpicada de sangre coagulada y el resto de su cuerpo sufría de fuertes traumatismos causados por la anterior golpiza.

—¡Quien se atreve a intentar pasar por sobre mí, siempre paga las consecuencias! —gritó Endimión haciendo eco de su voz en todo el recinto.

En seguida sintió el agarre de su cabeza y Endimión lo levantó sin piedad, alargándole el cuello.

Gimió, emitiendo un quejido de dolor. El miedo se apoderó de su cuerpo, su orgullo se empequeñeció como estrujado por la mano de un gigante.

—¿En verdad creíste que podías escapar de mí? —Endimión acercó su rostro al suyo tanto que sus alientos chocaron—. Donde quiera que vayas, yo te encontraré —le dijo en voz baja, para luego plantarle un beso asqueroso en los labios, aquel beso era una muestra clara del dominio que podía ejercer en él—. Nunca podrás escapar de mí, porque me perteneces.

Endimión lo empujó haciéndolo caer al suelo. Preso del pánico, no podía hacer más que agachar la cabeza.

—¡Guardias, denle su merecido! —ordenó Endimión—. ¡Que sea una paliza que recuerde el resto de su vida!

—Él no ha tenido la culpa —gritó Mathew, y él lo fulminó con la mirada ¿No podía quedarse callado? Así con suerte los dos recibirían sólo una paliza como consecuencia de lo que habían hecho, y no la muerte como castigo—. Wolfram es inocente, fui yo el que lo obligó a escapar conmigo…

Endimión lo hizo callar con un gesto de rabia. Sus ojos se posaron en Matt, furiosos y descontrolados.

—No me he olvidado de ti, Matt, pero para ti ya es demasiado tarde. —Desenvainó su  espada con lentitud, lo que provocó que produjese un sonido metálico que vibró por toda la sala del trono—. Es una lástima ya que te consideraba como uno de los más buenos de mis servidores.

Su desconcierto no cesaba de crecer, sintió escalofríos bajando por su columna vertebral.

—No… Su Majestad, por favor no… —sollozó incorporándose lentamente, temeroso por lo que iba a suceder—. ¡Se lo suplico! ¡No!

Miró a Matt retroceder, horrorizado, con las pupilas abiertas de par en par.

—¡Su Majestad, tenga piedad! ¡Por favor! ¡Se lo suplico! —Sus gritos se quedaban en el aire, nadie le prestaba atención—. ¡No! —gritó con una desesperación insufrible al comprobar que su mayor temor se confirmaba—. ¡Matt! ¡Maaaaaaatt!

Cayó al suelo, casi al punto de desmayo, llorando a lágrima viva y gritando hasta que su garganta no pudo más y de ella solamente salieron sonidos secos y mudos. Sus ojos apretados fuertemente, moviendo la cabeza de un lado a otro, negándose a aceptar la realidad.

Matt estaba muerto…

 

—…—

 

 

—¡No!… ¡Endimión… no…!

Los sollozos incesantes de Wolfram en medio de su pesadilla provocaron que Yuuri abriera sus ojos con alerta. Lo que encontró al despertar no fue nada grato, pues su prometido se movía inquieto entre sus brazos y tenía un sudor helado en la frente.

—Wolf… despierta —lo llamó, despacio—. Es solo una pesadilla, despierta por favor, Wolf —sus llamados eran inútiles se dio cuenta, entonces optó por zarandearlo un poco. Aquel acto consiguió el efecto esperado y Wolfram despertó con un espasmo.

—¿Qué?… ¿qué sucede? —musitó un poco desorientado.

—Nada, es solo que note que tenías una pesadilla —Lo tranquilizó Yuuri dándole suaves masajes en la espalda—. Por eso me he atrevido a despertarte.

—¿Qué hora es? —preguntó Wolfram y esta vez parecía más consciente de su entorno. Recordaba muy bien que después de besarse por varios minutos, ambos se echaron sobre el suave campo y se quedaron observando las estrellas por entre los cristales del techo. Ahora entendía que, al parecer, el cansancio hizo mella en ambos y se habían quedado dormidos.

—Todavía falta un par de horas para que el castillo se ponga en movimiento.

—Debemos regresar de inmediato —mencionó Wolfram, incorporándose como lo hacía Yuuri.

—Bien —respondió el pelinegro, para nada complacido con la idea de tener que tomar caminos diferentes—. Pero esta noche vas a quedarte conmigo —dijo de repente.

—¿Estás bromeando?

—No —replicó Yuuri con simpleza—. Creo que es romántico.

—Pues no.

—Wolf, ¿tú me quieres?

—Vas muy deprisa.

—No voy muy deprisa. Nos amamos.

—Yo no estoy preparado para esto —dijo Wolfram en un tono demasiado inocente.

—Si no estás preparado no pasa nada. Yo te respeto. —Yuuri sostuvo sus manos y lo atrajo hacia sí para mirarle directamente a los ojos—. Wolf, que compartamos la cama no significa que vayamos a hacer lo "otro"

—Claro que significa.

—Lo "otro" pasará cuando tu decidas. Te doy mi palabra.

Wolfram no se confió de Yuuri. No cabía duda de que era todo un manipulador. Atractivo, de hablar meloso y acostumbrado a tocar y meter mano.

—Pe-…

Yuuri lo silenció con un beso apasionado que no dejaba sitio a los pensamientos, ni mucho menos a las palabras.

—Esta noche —repitió con una sonrisa desafiante— te quedas conmigo.

Sin decir más ni dar oportunidad al otro de replicar, Yuuri lo llevó de la mano al mismo túnel secreto que conectaba a las habitaciones.

Wolfram era consciente de que lo conducía a la fuerza. Algo en su interior se rebelaba, le decía que no era decoroso y sin embargo... No lo llevaba a ningún lugar donde él no quisiera ir. No le quedaba más remedio que aceptar aquella petición, sin desear reñir ni un poco. Yuuri era el único que podía conseguirlo.

Cuando llegaron a la habitación, los guardias estaban dormidos prácticamente. Hubiese sido normal llamarles la atención por ser tan irresponsables pero por esta vez la suerte había jugado a su favor.

Cuando entró a la habitación, Wolfram no pudo evitar recorrer todo con la mirada, mientras Yuuri corría al armario, cual niño emocionado, a buscar pijamas para ambos.

La habitación era lo bastante apropiada para alguien como el Maou, se dijo.

Había elegantes muebles de madera tapizados, la habitación contaba con chimenea, terraza, con un rincón de estar y con puertas de entrada en arco y cama con dosel. Para cuando había terminado de admirar el entorno, Yuuri se acercó para entregarle unos pantalones cómodos y una bonita camisa con revuelos de color rosa.

—Esto es demasiado chillón —mencionó Yuuri, haciendo una mueca. Wolfram no le entendió a qué se refería—. El color de esta blusa. Pero bueno, mi madre es demasiado excéntrica a veces. Te acostumbrarás a eso, ya verás.

—¿Tu… tu madre…?

—Ella te mandó esto desde la última vez que estuve en mi dimensión. No había podido encontrar el momento para dártelo hasta ahora.

Wolfram no pudo evitar que el regalo le provocase una sonrisa y un rubor en sus mejillas. El solo saber que era aceptado por la madre de la persona que amaba era maravilloso.

—Claro que si no te gusta…

—¡Me gusta y mucho! —interrumpió Wolfram el palabrerío de su prometido, apretando la blusa contra su pecho con mucho recelo.

Yuuri rió complacido.

—Puedes cambiarte por allá —señaló una división tipo persiana de madera. Wolfram enseguida miró hacia la dirección con un gesto de duda—. Tranquilo, no voy a mirarte.

Para cuando Wolfram terminó de cambiarse, Yuuri ya estaba tumbado en la cama vestido con un pijama azul y parecía impaciente.

—Ven —dijo Yuuri, sin dejar de sonreír.

Wolfram obedeció, esta vez sin rechistar, se sentía abrumadoramente cansado y estaba seguro que Yuuri se sentía igual. Al entrar a la cama Yuuri lo acobijó y abrazó por detrás, deseándole buenas noches con un beso. Y durante un par de horas Wolfram durmió tan bien, como nunca antes. Su corazón se sentía en paz.

 

El sonido de unos pasos desorientados obligó a Yuuri a abrir los ojos. Volvió la cabeza y apenas fue capaz de distinguir la silueta de Wolfram cerca de la puerta.

—¿Qué estás haciendo, Wolf? —le susurró—. Vuelve a la cama.

—Debo irme ya.

Yuuri logro ver que iba vestido con la blusa color rosa a pesar de la escasa luz que proporcionaba el fuego de la chimenea.

—No, no debes. Ven aquí —Apartó la colcha y las sábanas, y palmeó el sitio que le correspondía en la cama en señal de invitación.

—Me dormiré de nuevo y entonces no podré volver a mi dormitorio.

—Yo te despertaré —le prometió, comenzando a sentir frío el lugar a su lado. Ya lo estaba echando de menos.

—Lo lamento, Yuuri —respondió Wolfram, haciendo un esfuerzo por no ceder a sus propios deseos de quedarse con él—. Pero tu fiel y celoso Consejero Real vendrá a despertarte pronto. ¿En verdad quieres que nos encuentre en la cama? Esta situación puede prestarse a un malentendido indecoroso que pondría en peligro mi honor.

Wolfram tomó la manija de la puerta y Yuuri se quedó allí tumbado, atónito, sintiéndose abandonado.

—Wolf…

Él se detuvo.

—¿Sí?

—Deseo repetir esto durante todas las noches por el resto de mi vida —dijo Yuuri—. ¿Podremos hacerlo de nuevo pronto?

El silencio los invadió por unos instantes. Wolfram por fin se dio la vuelta, dejando ver una sonrisa plena y sincera, y unos preciosos ojos verdes que brillaban como joyas.

—Me encantaría.

El corazón de Yuuri dio un salto de alegría, siendo capaz de descifrar que era una ofrenda inconsciente de su amado Wolf.

—Debo decirte algo muy importante, Wolf.

—Adelante —accedió él con una sonrisa.

—Gracias por una velada inolvidable. Gracias por el día más maravilloso desde que vine a esta dimensión para convertirme en Maou. Gracias por pedirme que lo compartiera contigo.

—Me gusta estar contigo, Yuuri —La voz de Wolfram era dulce—. Hace años que no era tan feliz. Tú me haces feliz.

Y tras decir esto salió de la habitación.

Yuuri volvió a tumbarse en la cama, pensativo. Se juró que compensaría el sufrimiento que Wolfram tuvo de pequeño. La felicidad de Wolfram sería su primera prioridad. Y, sobre todo, indagaría sobre algo que lo tenía inquieto: ¿Quién era ese tal Endimión con el que Wolfram tenía pesadillas?

 

 

Continuará.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

En el próximo capitulo

Estalla la bomba!!!

Wolfram vs Gunter!!!!

¿Creen que debo hacer que Yuuri y Wolf  ya hagan el lemon? jejejeje

gracias por leer!!!

besos!!!


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