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Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Por fin pude actualizar rápido. (Llora de felicidad)

Les dejo el mini capitulo.

Muchas gracias por sus comentarios.

Cho-chan, aquí se resuelven tus dudas. n_n Espero que sea de tu agrado preciosa!!

Capítulo 19

 

 

 

Verdad a medias y toda la verdad. 

 

54—

 

 

Yuuri no pudo conciliar el sueño en toda la noche. A la mañana siguiente, se dirigió silencioso a su oficina y ahí se quedó encerrado tras apenas haber tocado el desayuno. Mandó cancelar todos los compromisos reales que requerían de su presencia y envió gente de confianza a solventar aquellos que necesitaban una solución inmediata.

Sentado frente a su escritorio, con las manos entrelazadas, observaba el paquete que le había entregado Gunter. No se había atrevido a abrirlo todavía y no estaba seguro de poder hacerlo. Abrirlo significaba romper algo en su relación con Wolfram. Era darse cuenta que Wolfram no le tenía como un hombre lo suficientemente bueno para confiarle sus secretos, y que por ende debía invadir su privacidad con el fin de ayudarle. Significaba entonces que todo su amor estaba basado en una mentira, o al menos, faltaba algo primordial en ella.

Hubo un tiempo en el que había pensado que cuando Wolfram aceptara su amor tendría todo lo que deseaba y que en adelante todo sería maravilloso. Pero sabía ya que se había estado engañando. Sin la confianza como base de su relación, no tenía nada.

Yuuri se levantó de la mesa de escritorio y se acercó a la ventana. Se sentía ansioso y la espera lo estaba volviendo loco, pero seguiría esperando todo el día de ser necesario.

Pasaron las horas, y llegó el atardecer. Justo cuando el sol terminó de ocultarse, alguien llamó a la puerta, y Wolfram entró directamente.

Estaba pálido y sus ojos parecían tristes. Yuuri le indicó una silla para que se sentara, pero Wolfram negó con la cabeza.

—Gracias —dijo con voz queda—. Prefiero quedarme de pie.

Yuuri ladeó la cabeza, y esperó.

Wolfram aspiró hondo.

—Veo que aún no lo has abierto —dijo con cierto grado de reproche, señalando a la vez el paquete que estaba sobre la mesa del escritorio—. Quizás quieras que lo abramos juntos. Si es así, será mejor que te olvides de eso. No pienso leer el maldito informe de alguien que me odia.

Fue tan directo como pudo. Dio media vuelta con intenciones de salir.

—Espera...

Wolfram se detuvo en el umbral de la puerta, sin darse la vuelta.

—Lo he estado pensando y he tomado una decisión —dijo Yuuri. Wolfram se volvió muy lentamente con gesto desafiante—. Si lo he traído aquí, es para que me vieras hacer esto —Yuuri tomó el paquete y rompió en pedacitos las páginas que contenía ante la asombrada mirada de Wolfram—. Ni lo he leído y no quiero hacerlo ¿no era eso tu deseo?

Aliviado, Wolfram por fin pudo respirar con normalidad.

—Si, y apenas puedo creerlo.

—Espero que puedas creer lo siguiente, nada de tu pasado puede impedir que esté a tu lado. Y aunque ahí se hubieran descrito tus más horribles pecados, igual seguiría queriéndote.

Wolfram se acercó a Yuuri.

—Gracias, mi amor, gracias por confiar en mi.

Sus manos le enmarcaron la cara. Muy lentamente alzó la boca hacia él para besarle. Yuuri le pasó los brazos por la cintura y abrió los labios para recibir los de Wolfram.

La falta de oxígeno los obligó a separarse.

Juntaron sus frentes mientras intentaban volver a respirar con normalidad.

—Así es Wolf, pero creo que ahora merezco ser correspondido —dijo Yuuri, mirándolo a los ojos mientras trataba de recuperar el aliento—. Debo saber la verdad de tus propios labios. Si quieres que sigamos juntos, muéstrame que confías en mi y cuéntame de una vez por todas quien es ese tal Endimión y porque te atormenta tanto.

Observó cómo una serie de emociones cruzaba su rostro, pero Wolfram finalmente asintió. Yuuri se apartó para darle espacio.

—Siéntate —le dio la vuelta a la silla y la señaló.

La mirada de Yuuri aún albergaba recelo. Wolfram buscó sus ojos antes de tomar asiento y relatar con voz queda:

—Mi padre murió y mi madre me abandonó así que quedé desamparado en un orfanato. Era un lugar horrible, donde solamente recibía represalias y maltratos —La pena y el sentimiento de culpa asomaron a los ojos de Yuuri, pero Wolfram prosiguió—. Endimión fue mi benefactor. Llegó al orfanato ofreciéndome su ayuda, jurando que me sacaría de aquel lugar. Y yo acepté pensando que así me aseguraba una vida sin penurias ni necesidades. Y en eso me equivoqué completamente. Nunca tuve que pedir, nunca tuve carencias de dinero, pero al tiempo que Endimión me lo daba todo, me estaba arrebatando algo más valioso, mi libertad.

Wolfram hizo una pausa, de sus ojos empezaron a caer lágrimas, pero sin que su cara abandonara su expresión rígida y ausente.

—Pasaron los años y mi decisión no me pareció un infierno, pero una vez me convertí en joven todo cambió.

—¿Era un mal hombre?

—Un infeliz, un ser malvado y sin escrúpulos. Me forzaba a cometer crímenes cada día, pues debía pagarle de alguna forma lo que él había invertido en mí. Al igual que Matt, quien por culpa mía había terminado en sus manos también. Nos trataba como si no le importara nuestras vida ni dejarnos sin ella.

—¿Por qué?

—Porque le pertenecíamos.

Yuuri, sin dejar de escuchar a Wolfram con atención, se mantenía en silencio, con las mandíbulas muy apretadas, pensando «¡Maldito desgraciado!»

—No soportamos por mucho tiempo aquella situación e intentamos huir. Creímos que seria muy fácil y que una vez libres podríamos respirar tranquilos.

—Pero eso no lo detuvo.

—Cada intento más palizas, más castigos. Hasta que un día llegamos demasiado lejos y casi nos pierde por completo pero... —Wolfram bajó la cabeza— alguien le dio aviso de nuestra huida y cuando estuvimos frente a él, se encaminó hacia mi, con los ojos llenos de ira, y me golpeo fuerte en el rostro, pero eso no fue lo peor...

Yuuri presentía la tragedia e intentaba cambiar por lo menos el tono de su voz, tomar las cosas con más calma, con serenidad. Pero le fue imposible.

—¿Qué?, ¿qué ocurrió?

—Tomo su espada y se abalanzó contra Matt, arrebatándole la vida.

—Fue él quien asesinó a tu mejor amigo...

Yuuri sintió un escalofrío por la espalda y esperó a que le contara más.

—Sí, fue él —reafirmó—. Por eso le odio tanto como le temo.

—¿Que sucedió después?

Wolfram habría podido decirle tantas cosas… Pero si lo hacía, provocaría un alud de preguntas. Así que se limitó a decir:

—Logré dejar aquel lugar y con ello todo mi pasado —mintió, y se odió a sí mismo por ello. No podía contarle la otra parte de la verdad que era capaz de hacer añicos todo cuanto amaba—. Cambié mi procedencia y empecé una nueva vida. Ahora soy un soldado del ejército real de Shin Makoku y esta es mi vida. Preferiría que nadie se enterara de lo que te he contado.

—No diré nada, ni bajo amenaza me sacarían nada de este asunto.

—Esto es todo lo que puedo contarte. De ahí vienen mis silencios, mis miedos, mis recelos —Wolfram suspiró profundamente y permaneció en silencio hasta que pasaran varios latidos de corazón, y antes de agregar:— Y ahora, si me dejas de querer, si no quieres saber nada más de mi, lo entenderé.

—Mi lugar es a tu lado, hoy más que nunca estoy seguro de ello. Lo único que te reprocho es no habérmelo dicho antes. ¿Por qué no lo hiciste? ¿que temías?

—Perderte.

Yuuri apretó una de las manos de Wolfram con las dos suyas.

—Nunca, escuchame bien, nunca me alejaré de ti —afirmó. Y Wolfram sintió que un peso enorme se le quitaba de encima—. Hagas lo que hagas, seas quien seas, o hayas dejado atrás lo que hayas dejado. Siempre voy a amarte, siempre.

—Y yo a ti —La mano de Wolfram se posó anhelosamente hacia el rostro de Yuuri encontrando su mejilla y luego su boca, que volvió a tomar tras decir:— Siempre te amaré.

Cerrando los ojos, Yuuri cerró su boca sobre sus labios suaves, profundizando el beso, sus manos enmarcando la cara de Wolfram. Su cara, sus labios. Tan suaves, tan deliciosos. Compartieron un largo beso, antes de alejarse para tomar aliento. Y, en ese mismo instante, Yuuri lo abrazó con una ternura posesiva, envolviéndolo con su sólida calidez.

—Ahora comprendo muchas cosas respecto a ti, Wolf —murmuró contra su pelo, cubriendo de besos su rubia cabellera—. Perdóname; no quería causarte dolor al recordar al asesino de Matt.

Sin decir una palabra, Wolfram enterró el rostro en su pecho, aceptando, con total confianza y gratitud, el consuelo que le ofrecía.

Un estrepitoso golpe a la puerta terminó con su ensueño.

—Por fin se la verdad, esposo —rugió Izura, entrando a toda marcha—. Todo este tiempo me has estado engañando con el soldado Wolfram Dietzel.

Izura no daba crédito a lo que veía, no quería creerlo, pero tras todo lo ocurrido, por fin tenía la absoluta certeza de con quien su esposo le estaba siendo infiel. La venda ya no cubría sus ojos, pero la verdad había resultado ser mucho peor que la mentira. ¿Cómo podía ser posible? ¿Un doncel? ¿Había perdido ante un doncel? ¿Dónde habían quedado los prejuicios de su esposo?

Yuuri y Wolfram se pusieron de pie.

Wolfram cerró los ojos un momento, deseando que la visión desapareciese. Pero cuando los abrió segundos más tardes la reina seguía allí, examinándolo con sus malignos ojos de la cabeza a los pies. Ni un centímetro de su persona escapó de aquel intenso escrutinio.

Aquel era el enfrentamiento que había temido.

—¿No dirás nada, Yuuri? —dijo Izura—. ¿O negarás a tu propio amante de turno? —expresó ante la sorprendida mirada de Wolfram. No había pasado desapercibida la repentina y alarmada mirada que el soldado le había dirigido a Yuuri, ni el casi imperceptible movimiento protector que su esposo había dado hacia el muchacho.

Bajo la intensa exploración de la reina, Wolfram se sintió más incómodo de lo que pensaba que era posible. Sus ojos calculadores y fríos le recordaban cuando debía odiarlo por quitarle a su marido. Era un encuentro de lo más desagradable.

—No obstante, debo admitir que estoy sorprendida —escupió Izura, echando un vistazo a la apariencia poco impecable del soldado, a los cabellos desordenados, a los labios hinchados por haber sido besados, a las mejillas enrojecidas y hasta a los ojos llorosos y cristalinos.

Yuuri aún no había hablado.

—¿Un simple soldado? que bajo has caído, querido. Antes me engañabas con gente de la Nobleza Mazoku, incluso con gobernadoras —dijo, entrecerrando sus ojos verdes—. Me da vergüenza que me estés siendo infiel con este don nadie —Llevó su mano debajo del mentón—. Aunque me pregunto ¿cuánto durará todo esto?, ¿una semana? ¿un mes más?

—Será mejor que te detengas, Izura —advirtió Yuuri, cortante.

—¿Porque habría de hacerlo? —Ella fijó la mirada en Wolfram y se rió—. ¿No quieres que este infeliz se enteré que no será ni el primero ni el último en tu cama? —Dirigió una mirada a Yuuri cargada de resentimiento y odio—. El que es infiel lo es hasta la muerte. Tu nunca cambiarás, Yuuri. ¿Acaso no recuerdas cuantas veces me prometiste que sería la última? Y miranos aquí, una vez más rompes tu promesa.

El comentario tuvo el efecto deseado. Notó la incomodidad de Wolfram, como luchaba para que sus sentimientos de humillación no fueran observados, sin darse cuenta que sus angustiados ojos traicionaban sus emociones.

—Ya has vomitado todo tu veneno, Izura —dijo Yuuri repentinamente—. Nada de lo que digas logrará que nuestro amor disminuya, ya hemos superado adversidades peores.

El rostro de Izura reflejó una expresión de horror e indignación.

—Una adversidad ¿así me calificas? —musitó incrédula y casi inaudible, pero luego grito:— ¡Soy tu esposa ante Shinou, ante el Consejo y ante todos tus súbditos!

—No será así dentro de poco, Izura —La voz de Yuuri se volvió solida como el hielo—. Quiero el divorcio y lo quiero cuanto antes.

Izura negó con la cabeza.

—¡Nunca, ¿me oyes?, nunca te lo daré! —sentenció—. Y recuerda estas palabras, cuando tengamos que compadecer ante el Consejo por tu ridículo capricho. En la guerra como en el amor una mujer es, por mucho, más despiadada que un hombre, y una reina es mucho peor.

—Esto no es un capricho. Es la única verdad —soltó Yuuri, dando un paso adelante—. Lo has visto tú misma, así que de nada sirve negarlo. Lo amo a él —dijo, señalando a Wolfram—, y en mi corazón no queda espacio para ti.

—E-estas muy confundido...

—Nunca he estado tan seguro de algo —aseguró Yuuri—. Y no es una aventura de una sola noche. No es lujuria lo que me une a él. Lo amo; sencillamente lo necesito para seguir viviendo, porque mi vida no tiene sentido si él no está presente.

Izura se congeló de repente, como si las palabras de su esposo se hubieran transformado en un peligroso mensaje.

—Así que, por lo que a mí respecta, se acabó —terminó de destruirla Yuuri, sin titubear siquiera—. Se acabó, Izura.

El corazón de Izura se lleno de rabia al pensar que había desparramado por los suelos toda su dignidad o lo poco que quedaba de ella. Y para colmo y total desmembramiento sentimental, Izura tuvo que ver cómo Yuuri se posicionaba junto a aquel maldito soldado, dejando entrever que lo había escogido a él por sobre ella, y que no había marcha atrás.

—No, esto apenas ha comenzado. Has sembrado tu destrucción, Majestad, ahora atente a las consecuencias. Y que te quede claro una cosa, jamás te daré el divorcio —sentenció antes de salir de la habitación azotando la puerta.

Yuuri respiró hondo y luego lo dejo salir, como si no pudiera creer lo que había sucedido hacía tan solo un momento. De alguna forma, se sentía liberado. Ya no había necesidad de ocultar su relación con Wolfram. Ya no se sentía un hipócrita.

Wolfram lo abrazó por detrás.

—Gracias por defenderme —dijo con voz dulce—. Aunque suelo ser muy impulsivo y grosero con quienes intentan humillarme, con ella no puedo ser así... me da mucha pena.

Yuuri se dio la vuelta y le contempló.

—Si te soy sincero, fue más fácil de lo que había imaginado —Acarició su rostro con la yema de los dedos suavemente—. Eres mi más grande sueño, Wolfram, no puedo sentirme culpable por quererte. Jamás renunciaré a ti.

 

 

00—

 

 

—¡Fui una estúpida! —bullía Izura mientras iba de un lado a otro en su recámara. Intentó tranquilizarse, pero con reticencia concluyó que hasta que no se librara de Wolfram Dietzel, encontrar calma no sería posible—. Todo este tiempo lo he tenido frente a mis narices. Todo este tiempo se ha estado burlando de mí.

Maoritsu la escuchaba en silencio.

Preocupada, Solly entró llevando una bandeja de té de manzanilla cerca de la chimenea. Esperaba que la infusión tranquilizara el corazón de su señora. No le hacía bien a su salud este tipo problemas, para los cuales, sinceramente, ya no tenía solución.

—He sido una ciega —Tomando la taza de té, Izura se dejó caer en una silla ante el fuego y contempló las llamas, luchando contra su deseo de gritar de rabia y dolor—. Por eso lo defendía tanto de todo aquel que menospreciaba su capacidad como doncel.

—De manera que el amante del rey es ese soldaducho de quinta —comentó Maoritsu para sí—. No es nada similar a los amantes a lo que nos hemos enfrentado antes, pero no es alguien que no podamos quitar del camino.

—¿Quitar del camino? —repitió Izura, pero Maoritsu la cortó con impaciencia. Tenía cosas más importantes en qué ocupar su mente que envenenar la inocencia de su sobrina.

—Hemos llegado al punto del no retorno, Izura ¿Cuál crees que es la mejor solución? ¿No crees que es mejor cortar el problema de raíz? Entonces acabaremos con la vida de Wolfram Dietzel. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Izura hizo una respiración profunda y asintió con la cabeza, asombrando a Maoritsu con una sonrisa de complacencia.

—Haremos lo que usted diga, tío Mao —respondió convencida.

Una sonrisa jugueteó en la comisura de los labios de Maoritsu.

—Excelente. Mañana saldremos a buscar a su verdugo.

 

 

 

00—

 

A la mañana siguiente, la reina y su tío tomaron un carruaje sin decir su destino en voz alta. Mientras tanto, Conrad se encontraba en la diáfana sala de reuniones, de techo alto y con una enorme mesa en forma rectangular con once sillas, una para cada miembro del Consejo de Nobles y la onceava para él, que iba a preceder la reunión. Estaba de pie ante un enorme ventanal, en espera de que se presentaran quienes habían sido convocados.

Minuto tras minuto se iban llenando los asientos. Los primeros en hacerse presentes fueron Lord von Gyllenhaal y Lord von Radford, evidenciando su disciplina y caballerosidad. Momentos después ingresó Del Kierson von Wincott con su característico aire conciliador y amigable. Lady von Rocheford y Densham von Karbelnikoff entraron después, enfrascados en sus peleas triviales. Y finalmente Stoffel, Waltorana y Adalbert entraron a la sala no sin antes hacer un saludo cortés a los demás.

—¿Estamos todos? —preguntó Lady von Rocheford al tiempo que agitaba su abanico sobre su acalorado rostro.

Waltorana echó un vistazo alrededor.

—Creo que aún falta Lord von Voltaire y Lord von Christ —respondió—. Si no contamos con la presencia de Su Majestad para esta reunión, con ellos dos estaríamos completos.

—Me parece que Lord von Christ se encuentra un poco indispuesto y no podrá estar —dijo Conrad con esa sonrisa suya tan cordial.

—De ninguna forma me perdería esta reunión, Conrad —Se adelantó Gunter apareciendo por sorpresa en la puerta, apoyado en Gwendal para sostenerse.

Todos se alarmaron y se levantaron de sus asientos al notar los vendajes en su brazo y las gasas en otras partes de su cuerpo.

—Lord von Christ, ¿pero qué le sucedió? —dio el gritó al cielo Lady Rocheford. Gunter logró llegar a su asiento correspondiente con la ayuda de Gwendal, que se sentó a su lado.

—Un accidente, querida, nada porque alarmarse —zanjó Gunter—. Es que, de pronto, uno se encuentra con cualquier malhechor. Nada que no sea por proteger nuestro reino y, por su puesto, a nuestro rey ¿no es así, Conrad?

Conrad arqueó una ceja y frunció el ceño.

—Bien, ya estamos todos —comentó—. Sentémonos y demos comienzo. —Los diez Nobles rodearon la mesa y se adueñaron de sus butacas. Conrad esperó deliberadamente a que tomaran asiento y se sentó en la punta de la mesa—. Primero quiero agradecer su tiempo y esfuerzo por venir —empezó a decir en tono ceremonial—. Se que esta reunión extraordinaria los ha tomado por sorpresa y que muchos han tenido que posponer compromisos importantes con tal de estar aquí este día —Un par de Nobles asintieron con la cabeza. Conrad tomo aire y lo dejó salir lentamente para darse valor ante lo que tenía que decirles a continuación—. Admirables Señores del Consejo de Nobles, han sido convocados para tratar un tema serio y delicado, que quita el sueño y la tranquilidad de nuestro rey: Su fallido matrimonio.

Las caras de sorpresa que pusieron algunos de los Consejeros no pasaron inadvertidas para Conrad. Les entregó una carpeta a cada uno de ellos.

—Su Majestad Yuuri solicita que admitamos su divorcio con la actual Consorte Real, Izura de Zuratia —Conrad hizo una pausa a la espera de que se disolvieran los murmullos—. Los detalles del rompimiento están descritos en el acta que les acabo de entregar.

—¡Conrad esto es inadmisible! —intervino Lord von Radford.

—Es lo mismo que pienso yo —dijo Densham von Karbelnikoff, con quien concordaron la mayoría por no decir todos los Nobles, a excepción de Stoffel.

—Es algo que no tiene sentido alguno —soltó Gwendal y Conrad se preparó para la usual confrontación de ideas.

—Lo que no tiene sentido es que se haya obligado a un chico de quince años a tomar por esposa a una mujer que le doblaba la edad y esperar que ese matrimonio diera sus frutos —Conrad no se iba a dar por vencido tan pronto—. La decisión Su Majestad Yuuri es contundente. Y si no autorizamos el divorcio, no tendremos el legítimo heredero al trono que Shinou tanto desea. Y, por tanto, entraremos en enemistad con ese ser que es capaz de acabar con todos nosotros.

Conrad sabía que Gwendal y Gunter no cambiarían de opinión, y necesitaba desesperadamente que sus argumentos captasen la atención por lo menos seis Nobles. Por el momento, sus semblantes no le permitía extraer conclusiones respecto a su posición. Waltorana se mantenía tan serio y callado como Stoffel y Adalbert. El resto argumentaba.

—¿Es esa la única razón o hay algo más que mueve a Su Majestad a buscar desesperadamente el divorcio? —Ahí estaba Gunter metiendo cizaña, para variar—. ¿Por qué no les dices, Conrad? ¿Por qué no les dices que es la pasión la que guía las decisiones de nuestro Maou?

Conrad soportó el peso de las miradas aprensivas con dignidad, y afirmó con valentía.

—En efecto, Su Majestad Yuuri desea casarse de nuevo con alguien de su libre elección.

La confesión cogió a los Nobles completamente desprevenidos. No esperaban que el Maou tuviera planes tan concretos, no cuando a sus anteriores relaciones no las había tomado tan en serio.

—De ninguna manera pondremos la alianza en riesgo por un problema de faldas que no hayamos tenido con anterioridad —objetó Waltorana ligeramente molesto—. Esto no tiene sentido, he perdido mi tiempo al venir acá.

Un suave murmullo de aprobación acompañó a la última declaración. La palabra de Waltorana era sumamente respetada por el Consejo y era mortalmente eficaz influyendo en todos ellos.

—Tengo intriga por saber quien es la persona que ha trastornado de tal manera a alguien tan bueno como Su Majestad Yuuri —Se preguntó Lady von Rocheford—. Si fuera una princesa o una gobernadora con un buen dote, podría considerarlo.

—Sí, el dinero es importante —concordó Densham von Karbelnikoff—. Así como las ventajas comerciales que ganaría el país.

Los demás comenzaron a criticar sin conocerle.

Waltorana bufó. Poco le importaba quien se había ganado el corazón del Maou, porque en la realeza los sentimentalismos se dejaban a un lado.

—El rey desea contraer nupcias con el soldado Wolfram Dietzel —La voz firme de Conrad los interrumpió de súbito.

Waltorana ya no sonreía con desdén, cada línea de su rostro reflejaba el impacto que le había provocado aquella revelación. Se giró a Stoffel y vio una expresión de alarma similar a la de él en su cara cuando sus ojos se abrieron de par en par.

—¿El héroe? —preguntó Lady Rocheford, intrigada—, ¿el mismo doncel que entró a las fuerzas militares? ¡Oh, por Shinou!

—El mismo, Lady Rocheford —confirmó Conrad.

—Pero por el bien de todos, ¿No sería mejor que intentáramos persuadir a Su Majestad para que deje la idea del divorcio? Sin duda con el tiempo la pasión del rey por ese doncel se desvanecerá, como todas las pasiones desaparecen inevitablemente —Intervino Lord von Gyllenhaal.

—Me temo que aún ignoran muchas cosas. Si no le concedemos al rey su divorcio, su legado quedará aniquilado, pues su matrimonio con la reina está destruido —dijo Conrad esforzándose en adoptar un tono conciliador. Un par de Nobles sacudió la cabeza sin convencerse. El resto tomó una actitud reflexiva y crítica—. Señores del Consejo, debemos votar; a favor o en contra.

—A favor —Se escuchó fuerte y claro de la boca de Stoffel. Conrad se sintió complacido y a la vez esperanzado. El primer voto siempre era el de más importancia, porque de alguna forma influía en la decisión de los demás.

—Yo también estoy a favor de Su Majestad Yuuri —sorprendió Adalbert, con una postura de brazos cruzados y una sonrisa de lado que enmarcaba todo su rostro.

Se formó un silencio colectivo.

—Mis Lords, no debemos olvidar los mandatos de Shinou —reflexionó Lord von Wincott—. Desea un heredero de Su Majestad Yuuri. Y si esta situación tan penosa continúa, jamás lo tendremos. Creo que debemos darle una oportunidad a lo que plantea Sir Weller y dejar que Su Majestad Yuuri decida por sí mismo en quien plantará su semilla. Por eso yo también estoy a favor.

Los tres votos a favor animaron a Conrad y su corazón se tranquilizó, a este paso era muy probable que lo lograrían a la primera.

—Siendo huérfano no habría dote alguna —se quejó Lady Rocheford, pensando con la mano debajo del mentón—. Pero eso no le quita el mérito. El joven Dietzel es guapo y valiente. Sin duda una buena elección de Su Majestad. Yo también voto a favor.

¡Cuatro votos de una vez! Conrad jamás imaginó que algo que le quitara el sueño por varias noches resultara ser tan fácil.

—¡En contra!

Y no lo era.

Conrad gruñó ante el grito de Gunter, tan firme como su terquedad.

—En contra —secundó Gwendal.

A Conrad no le sorprendió en absoluto.

—Si, yo también estoy contra —decidió Densham, guiado por la confianza y el respeto que le tenía a su cuñado Gwendal.

—No es justo para la reina y no es de caballero hacerle algo así —expuso Lord von Gyllenhaal tras haberlo meditado con calma, sin dejarse influir por los demás—. Mi decisión es en contra.

Conrad miró a Gunter, y se dio cuenta de que éste le observaba en silencio, con un brillo divertido en los ojos y esa medio sonrisa cuyo significado era muy claro.

—Pienso lo mismo, yo estoy en contra —dijo Lord von Radford. La sonrisa de Gunter aumentó discretamente.

Un sentimiento de derrota inundó a Conrad, aunque tenía demasiado claro que una votación no iba a ser suficiente para decidir si se aprobaba la medida sugerida por Yuuri. Para que una propuesta saliera adelante en el Consejo, el recuento de votos a favor debía superar al de votos en contra, pero los votos en su contra ya sumaban cinco y solo faltaba un Noble por decidir, siendo éste tan correcto a las reglas de la Nobleza, dudaba que votara a favor. Tendría que redoblar sus esfuerzos para conseguirlo. Era preciso que les abriese los ojos.

—¡Estoy a favor! —Waltorana era consciente de que lo que acababa de decir era algo que casi nadie se esperaba. Pero solo por ésta vez se había dejado guiar por su corazón no por la cabeza.

La sonrisa de Gunter se esfumó de su cara y fue reemplazada por una seriedad total. Los demás habían quedado boquiabiertos.

—Eso nos deja con un resultado de cinco contra cinco —resumió Conrad, sin acabar de creerlo. El resultado había sido el mejor de quien menos se esperaba.

Lord von Gyllenhaal tomó la palabra:

—Un empate, ¿Y ahora que prosigue?

Lord von Radford se reclinó en su silla con gesto paciente y encendió un puro. Parecía mucho más relajado que al inicio de la reunión.

—Quizás pueda considerar cambiar mi voto —dijo a la vez que dejaba escapar el humo del puro entre sus labios—. Pero antes deseo hablar con el Maou —Miró a Conrad—: Por favor, Sir Weller, si es tan amable de solicitar la presencia de Su Majestad, se lo agradecía mucho.

Conrad asintió.

 

 

00—

 

Esquivando charcos de mugre en los bajos mundos de las lejanías de Pacto de Sangre, Izura tenía algunos problemas para mantener el veloz paso de su tío Mao. Muchas de las personas con las que se cruzaban por la calle eran hombres andrajosos que se tambaleaban con prostitutas que avanzaban a trompicones después de una larga noche, niños descalzos que corrían como locos y comerciantes de contrabando ofreciendo sus productos. Aquella área, que no era de la jurisdicción de su marido, era famosa por la escoria que la habitaba. Era el sitio ideal para contratar asesinos a sueldo si estabas dispuesto a pagar un sustancioso precio.

—Apura el paso, querida, que ya casi llegamos —dijo Maoritsu, que avanzaba a grandes zancadas junto a las diversas tabernas y posadas. Faltaban dos calles para llegar.

Izura lanzó un resoplido exasperante al ensuciar su zapato con algo que olía muy mal. Pero resistió hasta el final, porque estaba desesperada. Se aproximaban a una taberna pintada de rojo, cuya puerta custodiaban varios hombres encapuchados. Al verlos aproximarse interceptaron sus pasos y los observaron con recelo. Su tío se desenvolvió mejor de lo que habría sospechado, y le dijo algo al oído a uno de los guardianes, quien inmediatamente les dejó pasar.

Cruzaron el umbral de la taberna. En el interior, todo eran sombras, música y murmullos, además de un fuerte olor a licor, más bien cerveza y a tabaco también. Maoritsu avanzaba decidido por delante de ella, no titubeó mientras se adentraron a una habitación privada, que tenía un escritorio y una silla que ocupaba el ser más desagradable que hubiera visto jamás. Cuando ella entró a su vez, el guardián cerró la puerta.

—Me han dicho que me buscaban, ustedes dirán, soy todo oídos —El asesino los contempló con una sonrisa en el rostro. Sus manos entrelazadas descansaban sobre el escritorio que tenía delante. Tanto Maoritsu como Izura se sentaron en silencio en las dos sillas que descansaban ante el enorme escritorio de roble.

—Soy muy rico. Puedo ofrecerte lo que quieras a cambio de tus servicios —Maoritsu fue directo al grano. Izura guardó silencio—. Yo te ofrezco trabajo, tu pones el precio.

El asesino se rió, asomando unos dientes amarillos y asombrosamente grandes.

—Llamas mi atención, ¿de qué se trata? —preguntó dándole una calada a su puro y después un sorbo a su cerveza.

—Quiero que asesines a un guardia de las fuerzas reales de Pacto de Sangre.

El sujeto se le quedó mirando, entrecerrando los ojos.

—He escuchado que los guardias reales de Pacto de Sangre son tan leales y eficientes como el cielo es azul. Mucho le han de odiar para contratarme —comentó—, o bien pudo haber cometido algo imperdonable.

—Su nombre es Wolfram Dietzel y queremos deshacernos de él lo más pronto posible —apuntó Maoritsu en tono brusco.

—Wolfram Dietzel —repitió el sicario.

Maoritsu asintió.

—Será muy difícil llegar hasta él —objetó—. Y Pacto de Sangre… tenemos un acuerdo en los bajos mundos de no cruzar ese límite.

—De acuerdo, buscaré a otro muerto de hambre que quiera mejorar su vida —se crispó Maoritsu alzando la barbilla. Tenía que salir de allí; y sacar a Izura antes de que estuvieran en auténtico peligro.

—Espera, viejo —Un brillo mortal asomó a los ojos del sicario—. De acuerdo, lo haré. Pero la suma de dinero será de acuerdo al trabajo.

—Te lo he dicho antes ¿no?, tu pones el precio.

El sicario pronunció una cifra, e Izura enarcó las cejas. Con aquella cantidad el sujeto podrían vivir mucho tiempo con gran comodidad. Le pareció demasiado por la vida de una escoria como Wolfram Dietzel. Pero la sangre le hervía en las venas y nublaba su razón. La muerte de él sería rápida. El repudio, en cambio, condenaba a una persona a un sufrimiento sin fin.

 

 

—00—

 

Después de salir de su oficina y recorrer un par de pasillos, Yuuri alcanzó finalmente las puertas de la sala donde le esperaban. Se sentía positivo. Conrad le había adelantado buenas noticias, pero sabía que no se podía confiar. Los diez Nobles querrían ponerlo a prueba y no pensaba flaquear. Esta vez estaba dispuesto a defender sus intereses a capa y espada.

Lo primero que le llamó la atención a Yuuri fue el ambiente tan cargado que se respiraba. En cuanto lo vieron llegar, los Nobles miembros del Consejo clavaron su mirada en él e hicieron una reverencia con la cabeza a modo de saludo, a lo que correspondió con un asentimiento.

Gwendal, Gunter y Densham intercambiaban miradas misteriosas y los tres estaban sentados de forma continua. El resto de los diez prominentes miembros, lo observaban con preocupación evidente en sus rostros.

—Gracias por honrarnos con su presencia, Majestad —le saludó Lord von Wincott amistosamente poniéndose en pie—. Siéntese a la mesa del Consejo, por favor —le indicó realizando un gesto de invitación con la mano.

—Gracias —respondió Yuuri, y se sentó al final de la enorme mesa, en la silla con el respaldo más grande, que era la que le correspondía.

Lord von Wincott unió las yemas de los dedos de ambas manos.

—El motivo de esta reunión —continuó— es entender lo que ocurre. Hay muchas preguntas que han quedado sin respuesta y debemos averiguar el porqué de todo esto.

—Estoy dispuesto a responder sus inquietudes con la verdad.

—El joven soldado del que dice estar enamorado, cuyo nombre es Wolfram —comenzó Lord von Gyllenhaal sin más rodeos—. ¿Cómo comenzó su relación clandestina? ¿Fue él quien se le insinuó primero? ¿Llegó a acosarle de alguna manera?

Yuuri tuvo que recurrir a todo su autocontrol al escuchar tales acusaciones, pero no pudo evitar que su mirada color azabache se endureciera.

—Fui yo el primero en buscarle e insistir en que me aceptara. Pero, al final, la atracción entre ambos fue inminente y nos enamoramos.

—Podríamos deducir que el soldado Dietzel se hizo el difícil para despertar... no se... más el interés de alguien como usted —especuló Lord von Gyllenhaal—. ¿Ya han tenído algún tipo de encuentro sexual? ¿El joven Dietzel era casto cuando lo hicieron?

Lo estaba poniendo a prueba.

Haciendo esfuerzos por tranquilizarse, por respirar, Yuuri mantuvo la vista al frente.

—No, no hemos llegado a ese punto.

—¿Y sobre la castidad? —indagó Lady Rocheford interesándose en el interrogatorio.

—Lo amo, me da igual su pasado —respondió Yuuri con la garganta reseca de indignación—. Pero si satisface su morbo, ha dicho ser casto y yo confío en su palabra.

Waltorana carraspeó para aclarar su voz.

—Su Majestad tiene razón, estamos siendo muy desconsiderados y morbosos —expresó molesto por la clase de preguntas que le estaban haciendo al Maou y por poner en tela de juicio la moral de aquel soldado tan educado e inocente que conoció en el baile de primavera.

—Pero es importante saberlo todo —rebatió Densham—. Los Miembros del Consejo deben velar por la integridad de la familia real y no sabemos que clase de persona es el soldado Wolfram Dietzel, quizás debamos interrogarlo también.

—Wolfram no sufrirá vergüenza alguna, por encima de mi cadáver —gritó Yuuri con voz autoritaria golpeando el puño contra la mesa—. Le quiero, y se acabó.

—Debe considerar su decisión del divorcio, Su Majestad. Debe saber que hay personas que nos lo harán pagar —advirtió Densham von Karbelnikoff—. El rey de Zuratia, por mencionar a alguno.

—Pagaremos el precio, sabiéndonos libres de todo pecado que no sea amor —argumentó Yuuri esbozando una sonrisa segura.

—Debe quedarle claro que nuestra estirpe es algo que no puede mancillar, pero si honrarla —dijo Lord von Radford duramente.

—¿Y se honró con una boda por conveniencia? —Yuuri estaba listo para debatir, sabiendo que no iban a aceptar algo que consideraban una infamia sin antes intentar ponerle remedio.

—Un buen Maou no debe propiciar el deshonor de una buena mujer como Izura —reprochó Lord von Gyllenhaal y en eso Yuuri estuvo de acuerdo.

—Si quiere que le diga la verdad, lo único que me duele es haber traicionado a Izura.

—También ha traicionado a los países aliados, Majestad —le recordó Densham—. Nadie creerá en su palabra si repudia a la reina.

—Poco me importa lo que piensen reyes y gobernadores.

—¿En serio piensa llevar este idilio hasta el final? —vociferó fuertemente Lord von Radford levantándose de su asiento—. El soldado Dietzel podría ser solo un cazafortunas. La gente le criticará inevitablemente. Debe entender que solo intentamos protegerle.

Yuuri decidió que ya había tenido suficiente.

—Me importa un comino lo que digan los demás. No me importa lo que diga esa gente. Me tiene sin cuidado lo que murmuren ni me importa lo que ustedes me prohíban o me permitan. A partir de ahora haré lo que mi conciencia y mi corazón dicten. Estoy harto, ¡harto de no hacer nunca lo que quiero hacer! Estoy cansado de vivir una vida que no es la mía.

Yuuri se levantó de la mesa y se marchó a toda prisa. Los diez Nobles no se explicaban a donde quería llegar, así que le siguieron para apaciguar sus dudas.

 

—¡Majestad, espere! —le decían.

Pero Yuuri avanzaba a paso firme.

Tanto escándalo llamó la atención de los sirvientes, y corrieron rápidamente la voz, cual chisme de último momento. Doría, Sangría, Lasagna y Effe dejaron el estofado en el fogón y salieron presurosas detrás de la caravana.

Llegaron a la entrada del castillo, al aire libre. Los soldados volvieron a ver al Maou, que tenía semblante decidido y sonrojado, y a los Diez Nobles con caras descompuestas. Hasta los militares que vigilaban las torres pusieron atención a la escena.

Yuuri se serenó y actuó con rapidez. Se plantó frente a todos y tomó aire, preparándose para gritar a todo pulmón:

—¡Escúchenme todos! ¡Soy Yuuri Shibuya, 27th Maou, elegido por Shinou! ¡Y estoy enamorado de Wolfram Dietzel! —Su pecho se cansó, pero volvió a tomar aire y volvió a gritar—: ¡Wolf, te quiero! ¡Te quiero! ¡Quiero abrazarte! ¡Quiero besarte! ¡Quiero cuidarte! ¡Quiero que seas mi esposo! ¡Te quiero más que a nadie!

Las caras de sorpresa de todos eran dignas de retratar.

—Te oigo, no hace falta que grites, henachoko... —Wolfram apareció detrás de él, justo al lado de las personas que no podían creer que se hubiera dirigido al rey como henachoko.

Yuuri sonrió con ternura al verle.

—Quería que lo supiera el mundo entero.

Wolfram sintió el acaloramiento en sus mejillas, el corazón le latía muy deprisa.

—Eres un tonto.

—Es mejor dar la cara, así no tendremos que ocultarnos más.

—Nos juzgarán.

—Si hablan de ti y de mi me da igual. Bésame. Que nos vean, que se retuerzan de escándalo tras este beso.

Lo tomo en brazos tan repentinamente que Wolfram no tuvo tiempo de protestar.

Su beso fue precioso: un beso dulce, profundo y tierno.

Las doncellas eran las más encantadas, enternecidas comenzaron a aplaudir. Algunos Nobles sonrieron, entre ellos Waltorana y Stoffel.

 

—Sir Willer —llamó Lord von Radford, sin quitar la mirada de la feliz pareja.

—Dígame.

—Que proceda —le dijo—. El Consejo de Nobles abala el divorcio de Su Majestad, ahora todo dependerá de la parte afectada.

 

Continuará.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¿Que les pareció?

 

A poco este no es el Yuuri que siempre quisimos jejejeje.

¿Creen que hice a Wolf muy pasivo esta vez?, ya verán que en adelante no se dejará de Izura.

¿Que creen que pase con Jeremy?

Waltorana y Stoffel respaldan a su sobrino sin saberlo. jejeje

Recuerden que es un AU Alternative Universe, no me juzguéis por cambiar las personalidades de los personajes.

En el siguiente capitulo habrán muchas más sorpresas. Alguien le advierte a Yuuri sobre los asesinos de Blazeberly, no se lo pueden perder!!!

 

Nos leemos a la proxima!!


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