Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

[Reviews - 145]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

I´m back!

Ya tengo más tiempo, libre soy, libre sooy!

Los capitulos serán más cortos pero serán mas seguidos (bueno, siempre digo eso pero no lo cumplo, lo siento)

¡Pero trataré! ¡lo prometo!

 

Muchas gracias por los reviews!!

Los quiero!!!

 

Capítulo 20

 

Emboscada.

 

 

53—

 

Jeremiah jineteaba su caballo cuesta arriba al mismo ritmo que Wolfram. El rocío de la mañana le causaba alergia y hacía más frío del que podía soportar. Podía ver su propio aliento, nubes que flotaban frente a él. Se habían abrigado poco, pues el clima tendía a cambiar a medida el sol se posicionaba en lo alto del cielo y tampoco tenían planeado quedarse por mucho tiempo en aquella zona tan alejada de pacto de sangre.

Sabía que Wolfram también tenía de frío. Tenía la nariz enrojecida y los labios un poco pálidos. Al sentirse observado, Wolfram le dirigió una sonrisa al tiempo que detenía su caballo.

—¿Cansado? —se burló Wolfram—. De haber sabido que te habías vuelto tan débil hubiera pedido a alguien más que me acompañara.

Jeremiah se rio entre dientes.

—Muy gracioso.

—¿Quieres descansar? —preguntó Wolfram, visualizando a la vez las majestuosas montañas, cubiertas con un manto blanco de nieve.

—No, ya estamos cerca. —respondió Jeremiah—. El final de esta encomienda infernal está ahí mismo, casi al alcance de nuestras manos —. Sacudió la nieve que le cubría los largos cabellos castaños y se colocó bien la capucha sin que la expresión irritada desapareciera de su rostro—. Eres realmente extraño, Wolfy. —No pudo evitar reprochar—. Ya no eres un simple soldado. Ahora eres el amante oficial del rey. En estas últimas semanas te han llenado de títulos habidos y por haber, y te tratan como si ya fueras de la realeza, ¿No deberías estar preparando tu boda en vez de estar completando misiones en medio de la nada?

Wolfram recordó.

En efecto, desde que Yuuri anunció a todo el castillo que tenían una relación, las cosas habían cambiado, muchas cosas en realidad, y muy deprisa. Desde la primera noche había sido trasladado a una de las habitaciones principales, enorme y lujosa, solo para él. También habían adoptado la costumbre de comer juntos ya fuera en el jardín o en el balcón de alguna habitación. Sus muestras de afecto eran más habituales y públicas, aunque eso no evitaba incomodarle de alguna forma, sobre todo cuando los sirvientes o los Nobles los observaban con morbo o recelo. Sin mencionar que lo habían nombrado Señor de algunas tierras. Yuuri le había dicho que para que el proceso de divorcio y sucesión fuese más fácil para el pueblo, él debía volverse una persona reconocida y respetable para ellos, así que no tuvo más remedio que aceptar, aunque por ello algunos lo tacharan como alguien que solo se aprovechaba de la simpatía y las pasiones del rey.

—A pesar de los títulos que me han otorgado, aún debo completar ciertas encomiendas de confianza. Recuerda que no le agrado a toda la Corte y debo ganármelos de alguna forma —respondió al fin, desviando su mirada hacia la carga de medicina que colgaba del costado de su caballo que tenía como fin llegar a las manos de una comunidad lejana, que estaba enfrentando una epidemia de fiebres.

La verdad no lo hacía por la aceptación de los Nobles sino por convicción propia, ya que Yuuri no se lo había pedido directamente, más bien se había ofrecido él mismo. En su interior sabía que pronto sería el Consorte del rey, y como tal, tenía que velar por el bienestar de los habitantes de Shin Makoku y sus alrededores.

—Te estás volviendo demasiado blando —bramó Jeremiah, soltando un bufido—. Vamos de una vez para regresar pronto. El frío en estas montañas me está matando —dijo y en eso Wolfram estuvo de acuerdo. Pero tan pronto espolearon los caballos una daga atravesó frente a sus narices, quedando clavada en el tronco de un árbol.

La atmósfera se volvió tensa. Wolfram y Jeremiah examinaron el campo de los alrededores con mirada sagaz.

—Parece que tendremos un poco de acción —susurró Jeremiah con una sonrisa ladina mientras desmontaba. Su acompañante también bajó del caballo y se llevó la mano a la funda de su espada.

De pronto, un sonido extraño alarmó a Wolfram y contuvo la respiración. Se giró bruscamente y se encontró frente a una figura oscura, que se dirigía directo hacia él.

¡Un ladrón seguramente!

El sombrío ejecutor iba vestido de negro y de su rostro oculto por una mascara sólo se distinguía el brillo de unos ojos letales.

El choque de espadas fue inevitable y Wolfram contraatacó con todo lo que tenía, aunque su contrincante poseía el doble de su tamaño. Tras varias estocadas, ambos retrocedieron sin que la expresión de furia desapareciera de sus rostros.

Harto de tantos retrasos, Jeremiah quiso poner fin al ladrón misterioso y se abalanzó sobre él dando un salto directo con la espada sujetada por ambas manos. El encapuchado esquivó el golpe, amagó y le tiró una estocada tan fuerte que Jeremiah tuvo que dar un paso atrás.

—¡Atrás niño, esto no es de tu incumbencia! —Habló por primera vez el supuesto ladrón—. Mi misión es acabar con la vida del precioso doncel —Soltó una risotada tenebrosa—. Un cliente muy importante me ha encomendado una misión de sangre y sangre ha de ser derramada.

Jeremiah y Wolfram abrieron los ojos, desconcertados por tan descarada declaración. De manera que no era un ladrón que quería llevarse la medicina que llevaban consigo, sino un asesino a sueldo como ellos.

Tras disfrutar de la confusión que habían provocado sus palabras, el asesino se dirigió a Jeremiah en un tono por demás burlesco—: Pero si quieres morir en este lugar junto con tu amiguito… mis acompañantes te darán una mano.

En ese momento, un grupo de hombres brutos y corpulentos salieron de entre los árboles con un grito feroz, con dagas y espadas en mano.

Jeremiah se emocionó.

Le daba igual. Acabaría con todos. Antes que lograran acercarse a él, lanzó las dos dagas que llevaba en las botas. Los gritos de agonía de los hombres arrancaron una sonrisa malévola a los labios de Jeremiah.

Su espada ya estaba lista para el contraataque cuando otro encapuchado se abalanzó contra él. El hombre murió al instante, con una espada alojada entre las costillas. Jeremiah giró sobre sí mismo para recibir al siguiente, y su sonrisa se ensanchó al hundir su espada en el pecho del hombre, como en los viejos tiempos allá en Blazeberly.

Caos absoluto. No habían pasado ni cinco segundos cuando más asesinos aparecieron en el campo de batalla mientras Jeremiah retiraba su espada del pecho del recién muerto.

Se estaba hartando.

Dos más se cargaron contra él cortando el aire con las espadas. La suya centelló y la sangre se derramó a chorros.

Luego cayeron dos más.

Alguien le arrojó una daga al asesino de Blazeberly, y él logró esquivarla con tan buena fortuna que la daga alcanzó a otro, cayendo este al instante. Aquello se había convertido en una batalla campal pero con números demasiado injustos, dos contra un montón de sujetos que los atacaban como desquiciados.

Jeremiah visualizó a lo lejos a Wolfram, quien se las estaba apañando bien con el grandulón del principio; aunque no por mucho tiempo, pues se percató que los otros enemigos planeaban atacarlo por la espalda a la vez. Se dio cuenta que tenía que ponerle un punto final a la situación, así que llamó a su refuerzo más confiable.

—¡Chloe! —llamó—. ¡Es tu turno, preciosa!

Alertada por la voz de su amo, la hermosa serpiente venenosa salió de una de las bolsas de viaje dispuesta a morder a cuento malhechor se le ponía enfrente. Uno a uno fueron cayendo sin esperanza de vida por el letal veneno de sus colmillos.

Wolfram blandió la espada y soltó un gruñido cuando el asesino desvió el golpe fácilmente. Ya había acabado con varios y cada vez le faltaba más el aliento al tirar una estocada tras otra.

—El precio por tu cabeza fue justo al final —Soltó el infeliz—. Eres duro de matar preciosura.

—Eres solo un estorbo en mi camino, tengo cosas más importantes que hacer —bramó Wolfram jadeando, y arremetió contra el asesino a sueldo.

El sujeto esquivó el golpe y le tiró una fuerte estocada. Wolfram asestaba cada golpe con tanta precisión que el asesino a sueldo no pudo por menos que admirarlo.

—En otras circunstancias te habría reclutado —El sicario blandió la espada y Wolfram se puso a la defensiva. Las gotas de sudor perlaban su frente—. Eres bueno para pelear a pesar de tu condición como doncel.

—Odio que me menosprecien sujetos como tu, ahora si me has hecho enfadar —Wolfram lo fulminó con la mirada, pero el sicario no se echó para atrás—. ¡¡A todos los espíritus que controlan el elemento fuego, obedezcan a este orgulloso Mazoku que los invoca!!

Las ráfagas de fuego con forma de leones hicieron retroceder al sicario, sus ojos abiertos por el desconcierto. La persona con la que se estaba enfrentando era una caja de sorpresas. El sicario no podía creer que alguien como Wolfram combatiera de esa manera tan magistral con la espada ni mucho menos que manejara tan bien su elemento.

—¡A mi no me engañas, tu no eres un simple soldado de las tropas reales! —gritó el sicario. No recibió respuesta—. ¡Confiesa!

—¿Porque habría que darte explicaciones?

—Exijo saber. Si eres miembro de una cofradía de asesinos me veré envuelto en problemas por el código de hermandad.

Era verdad. Todos los asesinos de un gremio tenían prohibido matarse entre sí. Solo el amo y señor de cada cofradía tenía el derecho de arrebatarle la vida a sus asesinos. Más de una vez, Wolfram había tenido que ir a buscar a miembros de la cofradía que actuaban por su cuenta o quebrantaban algún principio sagrado del gremio. El castigo muchas veces era irreversible.

Sin embargo, no estaban en Blazeberly y las reglas no contaban si no eran asesinos de la misma región.

—¿Y qué si es así? ¿Cambiaría tu objetivo, o seguirías adelante por el monto de dinero que te has ganado por su cabeza? —Fue la voz de Jeremiah detrás del asesino a sueldo. El sujeto sintió un frío tenebroso en su espalda. Jeremiah disfrutó de su miedo—. Te tengo dos noticias. La primera es que sí, en efecto, somos como tu, miembros de un gremio de asesinos. Y la segunda, es que no somos de la misma región, así que estás en todo tu derecho de matarnos y no habría problema alguno.

El sujeto se sintió aliviado pero de algún modo su temor no disminuyó ¿Por qué razón le confesarían aquello con tanta tranquilidad?

La risa malévola de Jeremiah le enchinó la piel. De repente, sintió que algo le subía por las piernas hasta llegar al torso. Con horror se dio cuenta que tenía una serpiente alrededor del cuello, sacando la lengua mordazmente.

—¡Ah! una última noticia —prosiguió Jeremiah, situándose al lado de Wolfram, frente al sujeto. Su sonrisa igual de irónica que su voz—. No somos asesinos cualquieras. Nuestro amo y señor es el gran Endimión Grimshaw.

Incomodo por la desagradable y vergonzosa verdad, Wolfram bajó la cabeza con los puños apretados.

El sicario se dio la vuelta y se percató que todos sus hombres yacían en el suelo. Se giró de nuevo hacia ellos y los miró con una expresión horrorizada y lúgubre.

—¡Son asesinos de Blazeberly! —exclamó.

La victoria brilló en los ojos de Jeremiah.

—¿No te lo esperabas, eh?

—Detente, Jeremy —dijo Wolfram en un tono que no admitía réplica—. Ya basta.

Jeremiah gruñó, de pronto su entusiasmo parecía haberse desvanecido.

—¡Oh vamos, Wolfy! ¡No seas aguafiestas! Es lo más emocionante que nos ha pasado en los últimos meses.

Wolfram se mantuvo callado, con expresión seria y determinada.

—De acuerdo —Jeremiah entendió que su compañero no estaba para juegos, así que se acercó amenazadoramente al sicario y le quitó la mascara—. Si nos dices quien te ha contratado te dejaremos ir con vida.

—No puedo. Estoy bajo juramento.

Jeremiah hizo una mueca burlona.

—¿Seguro? —inquirió, ordenando a Chloe que apretara más su garganta—. Todo lo que tienes que decir es un nombre.

El rostro duro y cuadrado del sicario se ensombreció.

—No.

—Te aseguro que la persona que te ha contratado no vale la pena.

Jeremiah se irguió todo lo posible, para mirar desde mayor altura al sicario. Su sonrisa era irónica, y cada uno de los detalles de su postura denotaba gran seguridad en sí mismo.

El rostro del sicario seguía ensombreciéndose, permaneció inmóvil, aunque los labios se movieron para decir:

—Jamás sacarán esa información de mí.

Jeremiah cruzó los brazos y comenzó a reírse histéricamente.

—Muy bien, es tu decisión —Se volvió hacia Wolfram y le dijo, en un tono que fingía ser de indiferencia—: ¿Te importa que lo haga yo?

Wolfram, sin levantar su hosca mirada del sicario, no hizo caso alguno de las palabras de Jeremiah y se limitó a darse la vuelta, dándole la libertad de hacer lo que quisiera.

Detrás de él, Jeremiah sacó su espada y sin perder tiempo la clavó en el pecho del sicario, muriendo este al instante. Wolfram apretó los ojos, pero no pudo huir de los sonidos, tanto de la espada rajando la carne como del último aliento del hombre.

—¿Quién habrá contratado al sicario para asesinarte, Wolfy? —se preguntó Jeremiah en voz alta, sin conseguir respuesta—. Te has hecho de muchos enemigos en la corte, no dudaría que Lord Voltaire o Lord von Christ estén detrás de esto.

Wolfram encaró a Jeremiah.

—Te equivocas, ninguno de ellos se atrevería a hacer tal cosa —contestó. Pero entonces su respuesta le sorprendió a sí mismo—. Piensa, Lord Voltaire y Lord von Christ podrán odiarme, pero siendo tan honorables y tan leales a sus principios, jamás serían capaz de atacar por la espalda.

—¿Tienes una idea entonces?

—Por supuesto que sí. Esto es obra de la única persona que tiene motivos verdaderos para odiarme y cuyo honor se ha visto pisoteado por mi culpa.

Con paso decidido, Wolfram se dirigió a su caballo y desató la carga de medicina de la silla y la colocó en el caballo de Jeremiah.

—¿Que haces? —preguntó ansioso Jeremiah mientras observaba como Wolfram montaba su caballo libre de carga y en dirección opuesta.

—Regresaré a Pacto de Sangre —dijo Wolfram mientras cogía las riendas de su caballo—. Y tu te encargarás que esa medicina llegue sana y salva a su destino.

—¿Te enfrentarás a la bruja?

Wolfram esbozó una sonrisa breve y socarrona.

—De alguna manera.

—Estas loco, estamos a kilómetros de Pacto de Sangre.

—Cabalgaré toda la noche y llegaré mañana en la mañana.

—¿Y qué me dices del peligro que corres?, ¿que tal si hay otros sicarios persiguiéndote?

—Me las apañaré —Wolfram hizo girar su caballo y antes de partir añadió:— No olvides que soy un asesino de Blazeberly.

 

00—

 

 

—Eso estuvo cerca —murmuró Shinou, mirando a través de la bola de cristal de Ulrike. El rey original dio un suspiro de satisfacción y se sentó sobre un peldaño—. Mi descendiente no deja de sorprenderme, definitivamente mi sangre corre por sus venas. —Su expresión se relajó, y también su cuerpo. Sonrió a Ulrike—. ¿No te parece, mi buena sacerdotisa?

Ulrike permaneció de pie junto a la bola de cristal, mirando a Wolfram con ojos que lo estudiaban, lo sopesaban y lo juzgaban.

—¿Ulrike?

—Su descendiente es toda una caja de sorpresas —respondió Ulrike al reaccionar tras unos momentos de letargo.

—Desde luego, aunque esta vez estuvo en verdadero peligro —Shinou suspiró—. Era de esperarse. Izura está dando una buena pelea. Jamás dejará que le arrebaten el trono.

Ulrike pensó detenidamente antes de hacerle la siguiente pregunta:

—¿Por qué no interviene? Es usted la persona que más respeto impone no solo en este reino sino en los países aliados.

Shinou sonrió de soslayo hacia ella.

—Porque todavía no ha llegado mi momento. Además, estoy seguro que tanto Yuuri como Wolfram lucharán hasta conseguir lo que quieren. Y por si fuera poco, no quiero acostumbrarlos a depender de mi ayuda, ¿qué clase de monarcas serían, si dependieran de un espíritu para resolverle los problemas? Los quiero a ambos fuertes y decididos, con el coraje de vencer cualquier adversidad. Y esto es parte de las tantas pruebas que tienen que enfrentar.

La sacerdotisa no cambió de expresión.

—Las pruebas que describe son las mismas premoniciones que tengo cada noche en mis sueños, ¿no es verdad? —se limitó a decir, tranquilamente.

—Ah, ¿sigues preocupada por eso?

—No ha respondido a mi pregunta.

—Las premoniciones no son cien por ciento reales, Ulrike —dijo Shinou después de vacilar—. Y en todo caso, tienes mi palabra que ninguno de los dos saldrá herido. Mi descendiente ama a mi Maou elegido y la idea de asesinarle ya no está en sus pensamientos. Te lo aseguro.

Shinou sonrió; pero cuando Ulrike, en lugar de sonreír, lo miró con expresión grave, su sonrisa desapareció, se tornó forzada y acabó por desaparecer.

—El dolor no solo puede ser físico sino emocional.

—Cuando dos personas se aman de verdad, como Yuuri y Wolfram se aman, ningún obstáculo, reinos o guerras, puede separarlos para siempre.

La sacerdotisa ocultó su esfera de cristal y miró recelosamente a Shinou.

—He de serle fiel, como siempre, Majestad —Habló con voz furiosa y rápida. A Shinou se le mudó el color al ver aquella expresión de dureza en su doncella original—. Pero debo decirle que está vez esta arriesgando demasiado.

—Lo se, y te entiendo, mi querida Ulrike —Shinou juntó las manos pidiendo perdón—. Pero debes confiar en mi. Además, mi Gran Sabio también está de acuerdo conmigo y él es una persona muy inteligente y más cuerda que yo. Ken partirá este día a una misión oficial para conseguir el apoyo del divorcio con el rey de Shimaron Menor. Si él supiera que Yuuri corre peligro jamás se habría prestado a hacer ese viaje, ¿ves? No tienes porqué preocuparte.

Derrotada, Ulrike miró a Shinou con los ojos fruncidos —«Dado que el Gran Sabio es una persona más confiable que usted, le daré el beneficio de la duda».

 

 

00—

 

En la salida del Castillo Pacto de Sangre, un consejero real lloraba y moqueaba frente al Maou.

—¡MAJESTAD, NO ES JUSTO! —Gunter repetía aquella frase a todo pulmón pero Yuuri sólo era capaz de aguantar en silencio. Quería arrancarse de los brazos a Gunter, que ahora lloraba histérico, pero no se atrevía—. ¡¿Es esto una especie de castigo?!

—Castigo es el de nosotros que tenemos que soportar esta ridícula escena —murmuró Gwendal a su mujer, quien también observaba el berrinche de Gunter. Al lado de la pareja se encontraba Conrad con su habitual sonrisa patentada.

—Jamás me he concedido el derecho de poner en tela de juicio sus encomiendas, Majestad, pero ¿porqué tengo que ir a una misión oficial a Shimaron Menor? ¿Porqué no puede ir Gwendal? Seguro usted me necesita más a mi a su lado que al General de las Tropas Reales —dijo Gunter frunciendo el ceño y señalando al susodicho como niño pequeño.

Gwendal lanzó un bufido.

A unos cuantos metros de ellos, soldados y mayordomos preparaban el equipaje y el carruaje que llevaría a Gunter y al Gran Sabio al puerto más cercano para partir rumbo a las lejanas tierras de Shimaron Menor para firmar la alianza de paz que el rey Saralegui había prometido durante la pasada fiesta de primavera. Por fin el acta estaba lista después de haber sido analizada y reestructurada en más de una ocasión para garantizar la equidad y conformidad de ambas naciones.

—Pero no hay nadie en quien confíe más que en ti, Gunter —respondió Yuuri, poniendo delicadamente sus manos en el rostro compungido del Consejero. Años de trabajar con él le habían enseñado a Yuuri a como tratarlo para que fuese capaz de ir hasta a la luna si se lo pidiera—. No podría mandar a nadie más que tú a tan importante misión.

Gunter no se sintió mejor al tener que separarse de su querido Maou por tanto tiempo, pero si más conforme con sus preciosas palabras.

—¡Ay! que tierno nuestro querido rey... —murmuró Murata con cizaña detrás de Gunter con las manos en la cintura—. Descuida, Shibuya, cuidaré muy bien de tu Consejero Real mientras estamos en Shimaron Menor. —Yuuri bufó y sonrió al mismo tiempo, moviendo la cabeza de un lado a otro en señal de reprimenda—. ¿Y qué? ¿No merezco un abrazo también? —añadió Murata y extendió los brazos mientras se acercaba a Yuuri.

Se abrazaron y se dieron dos palmaditas en la espalda, pero antes de separarse Yuuri le susurró a Murata al oído—: Ya sabes que hacer, confío en ti.

Murata cabeceó en señal de asentimiento.

—Espero que su viaje sea de honra para Shin Makoku, así como yo, Yuuri Shibuya, me he honrado en enviarlos a ustedes, mis fieles subdi..., no, mis buenos amigos, a esta misión oficial —despidió Yuuri a Gunter y a Murata, que estaban frente a él—. Pueden partir.

Gunter hizo una reverencia antes de entrar al carruaje y después partió hasta perderse de vista. Tan pronto como quedaron solos, Yuuri se volvió hacia Conrad.

—¿Cuál es la agenda de hoy?

—Tienes una audiencia con Lord Bielefeld —respondió el castaño con discreción—. Viene en camino.

Yuuri recordó el asunto a tratar.

—Asegurate que nadie se nos interrumpa.

 

Continuará.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).