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Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

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Notas del capitulo:

Hello, aquí dejo otro cap, espero que les guste.

 

 

Capítulo 21

 

Esposa vs Amante.

 

 

 

54—

 

 

 

Wolfram llegó a Pacto de Sangre en la mañana. Se sentía más tranquilo y en casa. Bajó del caballo y se lo entregó a un soldado que lo esperaba en la entrada. Su caballo tenía que ser conducido al establo inmediatamente para que lo cepillaran y le dieran de comer.

Comenzó a caminar con rapidez en dirección al castillo mientras se quitaba los guantes y la capa. Sus ojos serios e imponentes. Había cabalgado todo el día y casi toda la noche, estaba rendido y ahora debía decidir si quería enfrentar realmente a cierta persona que no estaría contenta de verlo con vida.

Mientras caminaba por los pasillos con actitud decidida, la gente lo miraba con asombro y le hacía rápidas reverencias y Wolfram les respondía con inclinación de cabeza. Ser el amante oficial del rey lo habían despojado de su anonimato para siempre y debía acostumbrarse a ser tratado diferente a los demás, aunque la mitad de las muestras de respeto fuesen sinceras y la otra mitad solo la ejecución de un acto protocolario.

Decidió buscar a Yuuri y explicarle que la medicina estaba siendo entregada por Jeremiah, pero mantendría en secreto lo de la emboscada. Su prometido era muy sobreprotector con él, y en parte tenía razones para serlo, pero lo mismo le iba a imposibilitar las oportunidades de realizar misiones militares, y no había nada que Wolfram odiara más que quedarse en su habitación sin hacer nada. Se había acostumbrado a la vida militar y ser de utilidad al país.

Su respiración se contuvo cuando contempló una visión de lo más desagradable; aquel atuendo fino de seda y crepé color violeta, aquel rostro enmarcado por una expresión de repugnancia hacia él, aquellos ojos verdes que lo miraban con odio y, junto a ella, las doncellas de compañía, quienes lo miraban de la misma manera. Wolfram miró hacia delante y se preguntó si podría continuar su camino sin tener que lidiar con una confrontación. Tal vez no le prestaran atención.

Controlando su ansiedad, decidió que lo mejor sería caminar despacio.

Respiró profundamente, agachó la cabeza y fue poniendo un pie delante del otro, obligándose a ir despacio y a medir sus pasos. Cuando estuvieron frente a frente, Izura se puso en su camino y le bloqueó el paso. Wolfram la esquivó, o lo intentó, pero ella se movió al mismo tiempo.

—Permiso —dijo con voz grave.

—No tan rápido —respondió Izura mirándolo de pies a cabeza—, y no seas impertinente que no quiero montar ningún escándalo.

—No le tengo miedo.

La mirada de Izura fue tan punzante como una daga.

—Hump, ya veo. Lo que te falta de vergüenza lo tienes de descaro.

—Si en verdad no quiere llamar la atención, haga el favor de dejarme pasar.

—Bien educado estás para no ser más que un chapero que busca aliviar la calentura de sus señores.

Wolfram le dirigió una mirada de odio contenido.

—Apártese, que no tengo porqué aguantar sus provocaciones.

—Es lo menos que te mereces después de quitarme el marido con tus sucias artimañas.

Las facciones de Wolfram se endurecieron. La pared que siempre había procurado poner entre ellos ahora le parecía imposible de mantener.

—Artimañas ninguna, lo que nos ha unido a Yuuri y a mi es algo que usted nunca tendrá: El amor.

Una ruin carcajada brotó de la boca de Izura.

—¿Amor? Lo suyo solo es pasajero, a todos los hombres les gusta lo nuevo. Pronto verá como eres en realidad y se cansará de ti, como de todos los otros.

Las palabras turbaron Wolfram pero, antes de que pudiera responder, Izura continuó:

—No conseguirás alejar a Yuuri de mi. Jugará contigo, te hará muchos regalos, pero nunca te entregará su corazón, porque este está bajo mi custodia.

—Pues más le habría valido cuidarlo mejor, porque el corazón del rey tiene un nuevo dueño. Uno que se lo ha ganado por voluntad propia.

Izura, ante la ofensa, intentó propinarle una fuerte bofetada con el dorso de su mano. Lo único que logró impedir el golpe fue el hecho de que él le agarró la muñeca con un movimiento rápido.

—Ni piense que voy a permitir que me ponga una mano encima —Cuando Izura intentó soltarse, él la agarró con más fuerza.

Wolfram ya no estaba dispuesto a soportar de nuevo aquel maldito aire de superioridad. Todo lo que le habían enseñado sobre modales, protocolo y conducta social le ordenaba que la soltara y se marchara de allí. Cada vestigio de su orgullo le exigía que continuara, que defendiera su amor y le desmostara a esas bruja que Yuuri lo había escogido a él por sobre ella, y que ni mandando un ejército tras ellos lograrían separarlos.

La suerte estuvo de su parte, Conrad los interrumpió justo en ese momento. Finalmente la soltó cuando Izura tiró con fuerza, pero estuvo a punto de perder el equilibrio.

—Joven Dietzel, lo he estado buscando para que me brinde información sobre la misión —dijo con voz nerviosa y falsa amabilidad. Sus palabras parecieron no tener el efecto deseado, pues ninguno de los dos apartaba la mirada del otro. —Joven Dietzel, venga conmigo —añadió tomándolo del brazo para después arrastrarlo lejos de allí.

 

Wolfram siguió los pasos de Conrad a regañadientes.

Se movían con rapidez por los pasillos. Las damas de compañía de la reina habían susurrado ofensas hacia él en cuanto la soltó. Algunas ni siquiera habían sido sutiles, pero no se arrepentía de nada de lo que había hecho.

—¿Ha perdido la cabeza?, ¿enfrentarse a la reina a plena luz del día? —le reprochó Conrad luego que se soltase de su agarre con un brusco movimiento.

—Ella ha sido la que me ha provocado.

—Debe guardar la compostura, y cuídese de ella que no va a parar hasta hacerle daño.

—No podrá hacerme nada, ya no —Wolfram se dio la vuelta y la contempló a lo lejos. Mantuvo la cabeza en alto un instante más, lo justo para dejar patente su falta de temor—. Y es precisamente eso lo que más le duele.

Sin decir nada más, Conrad se despidió con una inclinación de cabeza y se dio la vuelta con una enorme sonrisa de satisfacción en la cara.

 

Enseguida, Wolfram se dirigió a la oficina de Yuuri.

La puerta estaba cerrada, y Wolfram cruzó el umbral sin avisar. Yuuri, sentado tras su escritorio, y con aspecto de estar un poco cansado, levantó la vista en cuanto lo vio.

—Wolf, ¿que…? —Se levantó y rodeó el escritorio.

Wolfram avanzó hacía Yuuri.

—He regresado, mi amor —dijo, abrazándolo y plantándole un apasionado beso en los labios al cual Yuuri no opuso ni la menor resistencia.

—Bienvenido —respondió Yuuri con una sonrisa—. Has regresado demasiado pronto, ¿ha ocurrido algo malo durante el viaje?

Wolfram admiró la perspicacia de su prometido.

—¿Algo malo? —respondió, su voz un poco nerviosa—. No, solo… el clima no me favoreció en lo absoluto. El frío afecta a los Mazoku de fuego. Pero no debes preocuparte, en estos momentos Jeremiah debe estar entregando la dotación de medicina a esa pobre gente.

—Adelantaste tu regreso porque el clima te sentaba mal… —dijo Yuuri dubitativo; sabía que Wolfram no era de los que dejaban misiones a media—. ¿Por qué siento que me estás ocultando algo?

Wolfram supo que no le había creído una sola palabra. Tragando con fuerza, despacio levantó su mirada hasta su cara.

Su expresión era pensativa, evaluando la situación.

—Eres muy sutil —dijo, mientras la sonrisa desaparecía de su rostro—. Me temo que yo no lo soy tanto. ¿Por qué soy un libro abierto para ti?

—Porque eres caprichoso, orgulloso y prepotente, y he aprendido a no fiarme cuando dices que estás bien cuando en realidad es todo lo contrarío.

—Bonito concepto tienes de mí.

—También se que eres leal, y que tu corazón es justo y valiente.

—De todas formas, me reservo el derecho de responder a tu curiosidad. Conformate con saber que ya lo he resuelto.

Yuuri entrecerró los ojos.

—¿Estás seguro que no me contarás? Recuerda que soy el rey y las paredes de este castillo solo ven y oyen para mi.

—Completamente seguro —respondió Wolfram, pero al mirar a Yuuri vio que estaba realmente preocupado por él. Le colocó un dedo bajo el mentón para levantarle la cara y le dio un beso—. Lo único que importa es que estamos juntos, Yuuri. Lo demás son circunstancias que debemos afrontar con valor y honor.

Comprendiendo que Wolfram no tenía ni la más mínima intención de brindarle más información sobre lo ocurrido para que decidiera volver con anticipación, Yuuri le rodeó la cintura; ya investigaría más adelante por sus propios medios. Wolfram no opuso resistencia y él lo atrajo hacía sí y le besó los labios para después pasar al níveo cuello. Sin dejar de besarlo, avanzó hacia algún lugar y, al poco tiempo, lo depositó sobre una superficie dura.

Sorprendido, Wolfram abrió los ojos y se encontró sentado sobre el escritorio.

De nuevo cerró los ojos y permitió que lo besara y lo acariciara, aun sabiendo lo que ocurriría si continuaban así. Aun sabiendo que no habría marcha atrás si le permitía poseerlo. Por primera vez en su vida, se dejó llevar completamente y deseó que lo tomara.

—Yuuri… —susurró Wolfram, temblando. Tomó su rostro entre sus manos y lo acercó al suyo—. Dime que nos casaremos pronto, dime que falta poco para ese día.

Yuuri asintió.

—He enviado a Murata y a Gunter a Shimaron Menor, ahí hablaran con el rey Saralegui para que sea un apoyo dentro de la alianza a favor de mi divorcio.

El hermoso rostro de Wolfram reflejó preocupación, lo cual no pasó desapercibido por Yuuri.

—¿Que sucede?

—¿Y si no lo logramos?, ¿y si ella no se aleja de ti…?

—Aunque el mundo entero se oponga, prometo que te desposaré, Wolfram. No hay ser o forma terrenal que pueda detenerme —respondió y sintió como se relajaba en sus brazos. Yuuri esbozó una sonrisa—. Me gusta que confíes tus preocupaciones en mí, para mi la sinceridad es un elemento fundamental en el amor.

Wolfram no pudo evitar sentirse culpable. Aún guardaba demasiados secretos, pero no hacía nada que no fuera para proteger a su amado enclenque.

—Deja que mis labios reflejen la sinceridad de mi corazón —susurró—. Deja que te demuestren lo mucho que te amo.

Sus ojos esmeraldas resplandecieron en aquel momento y luego se cerraron antes de besarlo. Le rozó con la boca la comisura de los labios y Yuuri lo profundizó hambrientamente. Wolfram se limitó a disfrutar de sus caricias, de cada beso, de cada roce, de sus labios y de su lengua. No quería que acabase, quería mostrarle el deseo y el amor que llenaban su corazón.

—Majestad, aquí le traigo… —La persona que acababa de ingresar a la oficina de Yuuri se quedó de piedra ante la situación que sin querer había interrumpido—. Mil disculpas, Majestad, no sabía que estaba ocupado.

Se apartaron el uno al otro con un brusco movimiento.

Wolfram se puso de pie y vio a Lord Waltorana von Bielefeld en el umbral de la puerta; sus ojos demostraban lo desconcertado que estaba al haberlos visto hacer tales cosas a plena luz del día. Bajó la cabeza y tragó grueso, deseando que se lo tragase la tierra.

—¡Lo-lo-lord Bi-bielefeld!

Yuuri respondió a la reacción de Wolfram con una sonrisa y se dirigió a Lord von Bielefeld.

—Waltorana, siempre tan oportuno. Pero pasa, así podemos matar dos pájaros de un tiro —Le indicó que se acercase a ellos.

Waltorana hizo una leve reverencia y miró a Wolfram con sus brillantes ojos verdes. Wolfram se quería morir de vergüenza.

—Lo-Los dejaré so-solos para que pu-puedan conversar tranquilos.

—No te vayas, Wolf, esto también te incluye a ti —le dijo Yuuri, señalándole una silla—. Ven, siéntate a mi lado.

Él obedeció, Yuuri se sentó a su lado y Waltorana quedó frente a ellos, traía en sus brazos algo que parecía un uniforme color azul, perteneciente a las tropas Bielefeld.

—El día de ayer, Waltorana y yo nos reunimos para tratar un asunto que él me había insistido desde hace mucho tiempo —Comenzó Yuuri—. Se trata sobre tu carrera militar y el hecho que Waltorana te quiere dentro de sus tropas.

Los ojos de Wolfram se fijaron en Waltorana, y él le dedicó una sonrisa.

—Sé que ya lo habíamos hablado, joven Dietzel, y sé también que ya ha rechazado la oferta. Ahora entiendo los motivos que lo impulsaban a permanecer cerca del rey.

Yuuri tomó la mano de Wolfram, y sonrió al ver el intenso rubor que invadía las mejillas de su prometido.

—Pero esta vez le estoy ofreciendo otra alternativa —continuó Waltorana, llamando la atención de los dos—. Como futuro Consorte del rey, debe ganar méritos y alcurnia, y yo estoy dispuesto a dárselos a cambio que sea mi mano derecha.

—¿Que...?

—Usted me representará en Pacto de Sangre y me mantendrá informado de todo lo que acontece. Su firma valdrá como la mía y tendrá su propio escuadrón.

Wolfram se quedó literalmente boquiabierto; Waltorana lo observaba con una especie de ternura que no le desagradaba en lo absoluto.

—Pero hay un sacrificio que debemos hacer… —mencionó Yuuri con voz triste—. Debes partir a territorio Bielefeld mañana.

—Será solo por tres semanas, aunque en un principio propuse que fueran cuatro, pero Su Majestad se negó rotundamente. Dicho lapso de tiempo será empleado para instruirle en los deberes que a partir del momento en que acepte la oferta deberá realizar. La próxima semana se llevará a cabo el juicio de divorcio y confiamos es que se logrará un buen resultado, así que de lo único que deberemos preocuparnos es de su preparación.

—La decisión es tuya, amor.

Wolfram miró a Yuuri fijamente, buscando el apoyo y el valor que necesitaba, y lo encontró en la profunda mirada de su amado.

—Esta bien, acepto.

—¡Maravilloso! —exclamó Waltorana a la vez que entregaba el uniforme a Wolfram—. Entonces creo que esto le pertenece.

 

 —00—

 

 Shimaron Menor.

 

Murata y Gunter entraron a la sala del trono de Shimaron Menor. Una estancia grande, con paredes blancas adornadas con las banderas del país. Por las ventanas se filtraban los primero rayos del sol de la mañana y creaban un resplandor en la parte frontal de la sala.

En ese momento, el encargado de armas del palacio realizó el tradicional anuncio en voz alta.

—¡Saludamos a su alteza, el Gran Sabio y a su excelencia, Lord von Christ!, ¡Representantes del Su Majestad el Maou de Shin Makoku, Yuuri Shibuya!

Sonaron las trompetas y todo el mundo se inclinó con una reverencia mientras Murata y Gunter recorrían la alfombra roja hasta llegar al trono del rey Saralegui y su reina Renate, acompañados del heredero al trono que era la viva imagen de su padre.

—¡Bienvenidos! —exclamó Saralegui, inclinando la cabeza hacia Murata y Gunter—. Esta celebración no se llevaría a cabo si no fuera gracias a la gentileza y la amabilidad que Su Majestad Yuuri nos brindó a mi reina y a mi durante nuestra visita a sus tierras. En aquella visita tuvimos la oportunidad de limpiar asperezas y llegamos a un acuerdo con el que espero demostrar al Maou la misma lealtad y el mismo respeto que él me ha demostrado.

La sala se llenó de aplausos.

Murata tomó la palabra:

—Su Majestad Yuuri desea expresar su complacencia por la firma de esta nueva alianza. Espera que sea de bienaventuranza para ambos reinos.

Los invitados lo ovacionaron y lo aplaudieron.

—Firmemos la alianza de una vez —Anunció Saralegui con un poco de ansiedad y fue él quien inició la marcha hacia la Sala del Consejo al lado de su esposa, seguido por Murata y Gunter y de algunos Consejeros Reales.

Llegaron a la sala de piedras multicolor y elegantes tapices que adornaban las paredes. En medio se encontraba una mesa larga y delgada, cubierta por un mantel verde con bordes dorados y sobre esta estaba el acta de la alianza que Saralegui y Murata debían firmar.

Tomaron pluma y tinta, y enseguida firmaron el acta ante los aplausos de los presentes, para después darse un abrazo en señal de fraternidad.

—Felicidades, Majestad —le dijo Gunter a Saralegui al acercarse a él. Los demás invitados charlaban entre risas y júbilo—. Es deseo del Maou Yuuri expresar su disponibilidad para unir alianzas con los países rebeldes, quizás algún día Ranzhill no sea un enemigo común sino un aliado.

Una sonrisa irónica apareció en el rostro de Saralegui y, acto seguido, acercó Gunter hacia él con un brusco movimiento, lo abrazó y le dijo:

—Me hizo su prisionero, tuve que suplicar de rodillas y pagué una ridícula cantidad por mi libertad —Lo miró a la cara—. ¿Como podría hacer las paces con ese hijo de puta?

Gunter se quedó tan inmóvil como Saralegui lo había dejado. Quedó claro que Saralegui no tenía intenciones de volver a traicionar a Yuuri con Ranzhill ni mucho menos pretendía volver a Shimaron Mayor a buscar alianzas.

—Alteza —llamó Saralegui a Murata con alegría en cuanto tuvo oportunidad—. Me preguntaba si es de su agrado la habitación que se le ha asignado ¿Le gusta la decoración? ¿La encuentra apropiada para la ocasión?

—Sí, la decoración es espléndida, Majestad.

—Bueno, bueno —rió el rey con satisfacción—. Ya sabe lo que la gente piensa de nosotros, que somos extravagantes en nuestros gustos.

—¿Y no es así?

Ambos rieron.

—Me gustaría hablar con usted esta noche, más tarde, acerca de un asunto en el que Su Majestad Yuuri espera su total apoyo —dijo Murata en voz baja a lo que Saralegui asintió—. Sé que comprende lo importante que es demostrarle con hechos que su alianza es verdadera… —Se interrumpió al ver que Gunter se colocaba a su lado. No pudo continuar, pero Saralegui asintió con la cabeza una vez más para confirmarle que había entendido.

El resto de la ceremonia fue precedida por el coro de niños de Shimaron Menor que deleitaron a los invitados con sus hermosas melodías.

 

 

00—

 

—Majestad.

Izura estaba de pie frente a la ventana, sola, pero si lo intentaba aún podía sentir la fuerza de la mano del amante del rey alrededor de su muñeca. Ignoró la voz de Solly, cerró los ojos e inhaló un largo suspiro, esperando que su rabia disminuyera.

—¿Majestad? —repitió Solly—. Su tío la busca, ¿lo dejó pasar?

—Sí, Solly, dejalo pasar.

Maoritsu entró acompañado de un anciano de finas vestiduras que usaba sombrero. Cuando estuvieron frente a ella hicieron una reverencia.

—Querida reina, soberana de Shin Makoku —saludó el desconocido, besando su mano.

A Maoritsu le llevó sólo unos instantes ver la marca en la muñeca de su sobrina. Alguien la había agarrado con fuerza.

—El rey Hyscliff de Cabalcade ha enviado al señor Hoffman, uno de sus abogados, para que pueda ser un apoyo para ti la próxima semana. Creo que podrá ofrecerte consejo sincero y devoto.

—Gracias por venir.

Los tres tomaron asiento en los sillones, alrededor de la mesa del té.

—Me alegro saber que contamos con aliados leales, aún sabiendo los peligros a los que se atienen y que muchos prefieren la paz y la tranquilidad antes de enfrentarse a la voluntad de alguien tan poderoso como mi señor esposo.

—Mi Señora, ¿qué paz o tranquilidad puede haber sin justicia? Lo que intentan hacerle es una aberración —respondió el señor Hoffman—. He estudiado su caso, sin duda pesa el hecho que el Consejo de Nobles haya avalado el divorcio, pero la manera más obvia de resolver esto es recurrir a la larga duración de su matrimonio lo que hace que sea legítimo.

La tristeza que había en los ojos de Izura desapareció, y solo quedó una calma fría.

—¿Entonces si podríamos ganar?

—Ganar la argumentación sí. Pero no creo, con franqueza, que nos ayude mucho —respondió el señor Hoffman. No había arrogancia en sus palabras, solamente una verdad cruda—. De cualquier forma lo intentaremos —Al ver que la tristeza había regresado a la reina, tomó su mano con respeto—. No se desconsuele, Majestad, los países aliados estamos de su parte.

 

00—

 

 

Después de darse un largo baño, Wolfram decidió ir al jardín. Estaba realmente hermoso, se podía decir que había mejorado mucho; había rosas de diversos colores, helechos en todos los tipos y clases armoniosamente distribuidos. Había senderos entre ellos, cubiertos de un delicado césped, muy bien cuidado y enorme cantidad de flores que lanzaban su perfume. Decidió quedarse ahí el resto de la mañana y estrenar el juego de pintura que Jeremiah le había obsequiado, el jardín era el lugar ideal para buscar inspiración. Yuuri le había dicho que tenía papeleo acumulado, no era de extrañar sin la presencia de su Consejero Real, pero que se iba a reunir con él para almorzar juntos.

Desplegó su caballete portátil y puso el lienzo en su bastidor, luego preparó la paleta de pinturas de oso abeja. Una vez tuvo todo listo, tomó el carboncillo y comenzó a trazar lo que sería una mariposa sobre una rosa que posaba frente a él, o eso intentó, pues unos delgados y níveos brazos rodearon su cintura.

—¡Wolfy-chaaan!

Wolfram gruñó. Esperaba que su terca madre se fuera desde la ultima advertencia que le había dado cuando se enteró que había ingresado a trabajar al castillo como jardinera. Aquel día casi le da un ataque al corazón, pero ella le había prometido actuar con cautela.

—¡Ya te he dicho que no me llames así! —Se dio la vuelta y la miró. Usaba una camisa blanca de botones y un pantalón color caqui con bolsas a los costados, su cabello estaba recogido con un moño pero ya no era del característico color rubio, se lo había teñido de rojo. No quedaba rastros de la antigua Chéri que había conocido y no sabía porque eso le entristecía.

—Te digo así porque te quiero —respondió ella con una sonrisa tan linda que lo contagió. Lo miró de pies a cabeza y pareció maravillada con su cambio—. ¡Te ves tan lindo con ese uniforme, mi niño! ¡Como un príncipe azul!

Las mejillas de Wolfram se sonrojaron. Pero no podía más que admitir que él pensaba lo mismo, sin lugar a dudas el azul le sentaba mejor.

—No digas esas cosas, es vergonzoso —musitó, desviando la mirada.

—Es la verdad, Wolfy-chan —Cecilie le acarició la mejilla.

Notó entonces que ella tenía un poco de tierra en la cara, seguramente había estado plantando alguna flor nueva para el jardín que estaba preparando para el rey. Tomó el pañuelo de su bolsillo y comenzó a limpiarle el rostro delicadamente.

—Una mujer de tu edad no debería pasearse por los jardines con el rostro lleno de mugre —dijo Wolfram, y Cecilie obvio el hecho que le dijera vieja—. ¡Listo!

Dieron un paso hacia atrás y se sonrieron.

—¿Y por qué el cambio de uniforme?

—Me uní a las tropas Bielefeld.

—Ah, ya veo.

—Sí, aunque deberé permanecer en territorio Bielefeld una temporada.

La sorpresa y el desconcierto invadieron a Cecilie. Imposible —pensó—. Wolfram iba a pisar las tierras de su padre, las tierras que le pertenecían al ser parte de la dinastía Bielefeld, aquellas tierras que guardaban secretos que era mejor tener guardados.

—¡No puedes ir!

Wolfram la contempló con extrañeza. No había previsto aquella reacción de parte de su madre.

—No te estoy pidiendo permiso.

Cecilie tuvo que esforzarse por mantener la calma. Con impotencia se dio cuenta que el destino es como una rueda giratoria, cuyas piezas estaban cobrando una forma concreta.

—Tienes razón, lo que pasa es que te echaré mucho de menos si te vas tan lejos.

Wolfram no supo que responder. No sabía cómo llevarse con su madre. Y aquello le aterraba. Estaba entrando en terreno desconocido y sabía que nunca sería capaz de expresar abiertamente sentimientos que no estaba seguro de poder experimentar. Quizás, algún día…

—¡Ven, voy a enseñarte una cosa! —dijo de pronto Cecilie, tomando de la mano a Wolfram antes de girarse para conducirlo hacia un jardín de ladrillo con forma de circulo—. ¡Ta da!

Wolfram miró con asombro los resultados del trabajo de su madre. Cuatro tipos de flores sobresalían del jardín con colores blancos, azules, rojos y amarillos.

—¡Hermoso!

—Cuando tus hijos crezcan, podrán jugar alrededor del jardín —dijo Cecilie, mirando fijamente el campo de rosas con sus ojos brillantes y melancólicos—. Y será como si una parte de mi estuviera cerca de ellos.

La voz de su madre conmovió a Wolfram. Algo en el dolor que transmitieron aquellas palabras, le dijo que aquello era verdad.

—Chéri… —Mientras trataba de asimilar mentalmente el significado de las mismas, abrió la boca para decir algo, pero no supo qué.

—Vaya, y creo que se acerca el futuro padre de mis nietos —dijo Cecilie de repente en un susurró casi inaudible, mientras entrecerraba los ojos con malicia—. Majestad —Hizo una reverencia cuando Yuuri llegó hasta ellos, disfrutando del sonrojo en el rostro de su hijo.

—Qué tal, Lady Bercoviah. ¿Cómo le va?

—De maravilla, Majestad —respondió ella tan animada como siempre—. De hecho, le mostraba al joven Dietzel las nuevas flores del jardín.

Yuuri miró complacido las flores.

—Ha hecho un excelente trabajo, no me arrepiento de haber aceptado su propuesta. Y dígame, ¿ya encontró un nombre para ellas?

—Aún no, pero si gusta podemos decidirlo en este momento.

Yuuri sonrió

—Me parece una idea estupenda.

—Entonces dejemos que el joven Dietzel sea el primero en decidir que nombre llevará la flor de color rojo —dijo Cecilie de una manera tan sorpresiva que Wolfram dio un respingo, pues hasta ese momento no había dicho ni una palabra.

—Etto… —Lo pensó. Yuuri y Cecilie lo miraban con curiosidad, pero después se enfocó en las características de la flor. Tan roja como la sangre, roja como la pasión, la extravagancia y la sensualidad, roja como el cabello teñido de su madre—. La pasión de Chéri que es similar a un suspiro de amor. Creo que "El suspiro rojo de Chéri" es un nombre adecuado —dijo, esperando su reacción. Lo que obtuvo a cambio fue un gesto de asentimiento de parte de su prometido, aunque poco después frunció el ceño.

—¿De dónde sacaste ese nombre?

—De un libro. El nombre de la protagonista es Chéri —respondió Wolfram rápidamente ante el repentino ataque de celos de Yuuri. Había olvidado que él conocía a su madre unicamente por su seudónimo.

—Ahora le pondremos nombre a la flor amarilla, Majestad —dijo Cecilie, cuyo corazón latía más rápido que nunca gracias a su hijo.

—Eso es fácil —respondió Yuuri—. Amarilla y reluciente como el sol, la más llamativa de todas. No merece otro nombre que no sea "Mi Hermoso Wolfram".

Continuaron hablando de las flores restantes y acordaron nombrar a las flores azules "Conrad resiste en la tierra" ya que era el único capaz de enfrentar a la reina y vivir para contarlo. A las flores en forma de campana con tintes verdes la nombraron "El secreto de Gwendal" ya que detrás de la fachada de hombre fuerte se escondía un hombre sensible cuyo pasatiempo era tejer peluches, según palabras de Yuuri, aunque Wolfram no pudo creerlo. Tras terminar de nombrar las flores, Cecilie tuvo que retirarse para continuar trabajando, dejándolos solos

—¿Terminaste el papeleo?

—No voy a desperdiciar las ultimas horas contigo antes que te vayas a Bielefeld. Estás tres semanas serán una tortura sin ti.

Yuuri se le acercó por detrás, lo rodeó con sus brazos y empezó a besarle el cuello.

—Cómo hago que entiendas que me gustas tanto que donde estás tu está mi corazón. No estaré completo hasta que regreses a mi lado.

Wolfram sintió que se le ensanchaba el corazón de amor por él. Lanzó un suspiro de placer tan inocente que Yuuri creyó estar a punto de perder la cordura.

—Yuuri… —Se dio la vuelta y tomó posesión de esa boca que le pertenecía, esta vez fue un beso lleno de dulzura.

—Planeo secuestrarte toda la tarde —anunció Yuuri sin permitir replica—. Ven —sujetó su mano con delicadeza y se lo llevó a la salida del castillo.

Se encontraron con Conrad que los esperaba con dos caballos ensillados y una canasta repleta de pan, carnes, quesos y vino. El plan de Yuuri era tener un día de campo solo para los dos.

 

 

00—

 

—¿Qué es ese moretón? —quiso saber Maoritsu, una vez a solas con su sobrina en las sala privada de la reina.

—Preguntáselo a Sir Weller —respondió Izura con los ojos llorosos—. Parece que disfruta ver como mi autoridad se arrastra por el suelo.

La mirada de Maoritsu pasó de Izura a Solly y después volvió a hacerlo en sentido inverso.

Izura no se había movido de su asiento junto al fuego en todo el día, ni siquiera se había molestado en levantar la vista de la madera que estaba crujiendo.

—Te hice una pregunta, responde.

Por primera vez le dirigió la mirada, y estaba cargada de odio y resentimiento.

—Fue tu idea, fue tu estúpida idea de asesinar al huérfano.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Maoritsu, que ya hacía una esfuerzo sobrehumano para no levantarle la voz ante su falta de respeto.

—Que Wolfram Dietzel regresó de su viaje sano y salvo, y regresó más peligroso que nunca.

La noticia cayó como balde de agua fría a Maoritsu. Abrió la boca sin poder articular palabra alguna y cuando lo hizo fue solo un hilo de voz aterrada.

—¿Pe-pero cómo? —Se levantó de su asiento y empezó a caminarde un lado para otro—. El sicario dijo que lo interceptaría en las montañas e iría acompañado de varios de sus hombres para asegurar el éxito de la misión. El mocoso debería estar tres metros bajo tierra justo ahora.

—Pues no fue así. En vez de estar bajo tierra el infeliz anda paseando con mi marido —interrumpió Izura bruscamente y meneó la cabeza—. No se quien fue más estúpido, tu por fiarte de un sicario desconocido o yo por seguir tus consejos.

—Sería prudente que te controles —dijo Maoritsu, cortante, girándose hacia Izura y levantando una mano. Ella se sintió indignada—. Fuiste educada correctamente, creciste con un objetivo claro. Se te enseñó cuál es tu lugar, conoces cual es la mejor opción para evitar tu caída, pero tu te niegas a hacerlo. No me culpes si en un futuro lo pierdes todo por tus malditos escrúpulos.

—Si te sientes tan vulnerable, quizá sea a causa de tus propios intereses y no por los míos.

Maoritsu la miró atónito.

—¡No me hables así, soy tu tío!

—¡No me hables así, soy tu reina!

Maoritsu dio un paso atrás, no podía dar crédito a lo que estaba escuchando.

—Si pierdo el afecto del rey, tu serás el único culpable —Izura lo señaló con dedo acusador—. Así que no tengas el descaro de hacerme sentir mal. A partir de ahora haré las cosas a mi manera y te juro que jamás lograrán que firme el maldito divorcio.

Se marchó furiosa, y Solly salió corriendo tras ella para ofrecerle consuelo. Maoritsu se quedó tan paralizado como lo había dejado.

 

 

00—

 

Yuuri y Wolfram se encontraban medio adormilados, uno junto al otro, tumbados sobre una manta en el pasto. Habían tenido una tarde gratificante y reían sin parar al termino de una anécdota tras otra. Las nubes se movían lentamente, el viento soplaba suave y los rayos del sol caían delicadamente sobre sus rostros resguardados debajo de las ramas de un árbol.

En la canasta no quedaba mucha comida. Sus respectivos estómagos se acabaron llenando hasta los topes, bastante complacidos.

—Jamás olvidaré mi primer cumpleaños en Shin Makoku —decía Yuuri mientras Wolfram reía—. Gunter organizo una pelea contra un oso frente a la gente del pueblo. ¡Fue vergonzoso!

—¿Lo derrotaste?

—¿Lo dudas?, ¡tu futuro esposo no es tan debilucho como crees! —respondió Yuuri, fingiendo indignación.

—No me culpes, Yuuri —Wolfram flexionó los brazos para verlo a la cara—. Eres tan lindo que me cuesta trabajo pensar que puedas derrotar a una mosca.

Mattaku! —exclamo Yuuri—. No me parece un alago adecuado viniendo de ti. Si estuviéramos en la tierra tu serías algo así como un Idol y yo un simple mortal.

—¿Idol?, ¿que es eso?

—Olvidalo, yo me entiendo —Sus ojos se conectaron con los de él, y lo que vio fue a un demonio con rostro angelical, bañado por los rayos del sol reflejando por su rubia cabellera. Era como un aura que le rodeaba y le hacía parecer inalcanzable.

—¿Que pasa?, ¿tengo algo en mi cara?

—No.

—Entonces, ¿por qué me miras así?

—Estaba pensando en lo feliz que soy. Verte sonreír me hace más feliz que cualquier otra cosa en el mundo.

—¡Yu-Yuuri!… —Las mejillas de Wolfram se tiñeron de rojo y desvió tímidamente la cabeza para que Yuuri no lo notara, más el rey sintió que no podría resistir tanta ternura.

—Es la verdad. Cuando vine a este mundo, solo pensaba en regresar a casa todo el tiempo, pero ahora siento que este es mi lugar. Y eso es porque te he encontrado al fin. No podría ser otra persona, sólo tu me haces sentir de esta manera.

—En tal caso te mataría; y hablo en serio, Yuuri Shibuya —contestó Wolfram con tono medio molesto—. No permitiré que seas un enclenque infiel.

—Wolfram, si estás intentado vislumbrar algún rastro de mentira en mis palabras te aseguro que no la encontrarás —Le acarició la mejilla—. No tienes que tenerle miedo al amor.

—¿De verdad? —insistió—. Te lo pregunto porque quiero saber si te sientes igual que yo. —Juntó su frente con la de él—. Quiero que lo nuestro funcione, Yuuri. Esto algo increíble, y nunca me había sentido así. Eres la primera persona que ha conseguido enamorarme —susurró—. ¿Tienes idea de lo difícil que es eso?

—Considerando tu carácter, me siento afortunado.

Yuuri lo hizo acostarse para que yaciera debajo de él y se situó en medio de sus piernas. Wolfram no puso objeción alguna, de manera que se inclinó sobre él y juntó sus labios en un beso largo y apasionado que lo llevó a querer ir más allá.

No obstante, el cansancio por cabalgar toda la noche anterior hizo presa de Wolfram, y antes de poder corresponder como era debido, empezó a cerrar los ojos perezosamente. Se acurrucó aun más contra Yuuri y sintió el calor de su cuerpo rodeándolo. En un abrir y cerrar de ojos, estuvo completamente dormido.

Yuuri detuvo sus acciones, y sus largos dedos acariciaron las hebras doradas mientras percibía el tranquilo ritmo de su respiración. El rostro de su prometido se apoyaba contra su pecho. Lo apretó contra él, aspirando su aroma, teniéndolo dormido entre sus brazos. En menos de un día él habría partido a Bielefeld.

Por Shinou, cómo lo echaría de menos.

 

 —00—

 

 

 

Shimaron Menor.

Era de noche, Murata y Gunter cenaban en compañía de los anfitriones, sentados alrededor de la mesa llena de deliciosos manjares y vinos. Se pasaron las siguientes horas riendo y conversando, mientras probaban todos los platillos que habían en la mesa.

—Nos alegra mucho saber que la reina Alazon se encuentra mejor de salud, se lo haremos saber a Su Majestad Yuuri en cuanto regresemos a Shin Makoku —dijo Murata, siguiendo el hilo de la conversación que estaban sosteniendo.

—Mi madre es una mujer muy audaz y de una fuerza admirable. Es impresionante que con la ayuda de Yuuri nos hayamos reconciliado. Siempre estaré agradecido. —Saralegui tomó un sorbo de vino y dejó de nuevo la copa sobre la mesa antes de continuar—. Por esa razón me dolía en el alma estar en enemistad con él. Nunca fue mi intención lastimar su orgullo, solo hacía lo que creía correcto por mi país.

La reina Renate le apretó la mano a su esposo y ambos intercambiaron una mirada llena de amor y de complicidad.

—Estoy seguro que Su Majestad Yuuri entiende a la perfección sus sentimientos, Su Majestad. Si no fuese así esta nueva alianza no existiría —dijo Murata sin dejar de experimentar la desconfianza que estar frente al que conocían como el "dos caras" le provocaba.

—Pero hay algo más que me gustaría hacer por Yuuri para demostrarle mi gratitud —Saralegui retiró la servilleta de su regazo y la dejó sobre la mesa, junto a su plato.

—Usted dirá.

—Deseo advertirle de un peligro mayor que Ranzhill. —Murata pareció considerar sus palabras muy seriamente, al igual que Gunter—. Se trata de los asesinos de Blazeberly.

—Los asesinos de Blazeberly… —Murata alzó la mirada y frunció el ceño. Temió lo peor. Si Saralegui mencionaba algo relacionado con Wolfram, los planes de Shinou se vendrían abajo.

—Me atrevería a decir que son los seres más despiadados que existen en este mundo. No son personas, son maquinas entrenadas para torturar y matar.

El interés de Gunter aumentaba conforme el relato de Saralegui avanzaba. Murata tragó saliva con dificultad «Mierda, ahora que voy a hacer» pensó.

—Son diez por todos, o lo eran. Escuché que su amo se deshizo de uno de ellos por desobedecer sus ordenes. Su único objetivo es destruir, intimidar y llenar de más poder a su amo y señor. No tienen escrúpulos a la hora de completar sus encomiendas. No les importa si su victima es un hombre joven y fuerte o una mujer débil e indefensa, mucho menos si se trata de un menor.

—¿Cómo lo hacen?, ¿porqué nadie puede detenerlos? —preguntó Gunter sin disimular la rabia que le había provocado escuchar sobre las acciones de aquellos malditos asesinos.

—Su amo se las ingenió para reclutar a los más fuertes y un representante de cada elemento, que lo maneja a la perfección. De esta manera tiene un asesino cuya arma es la fuerza física, otro es un experto con las espadas, tiene asesinos que manejan los elementos del hielo, otra del viento, uno de la tierra, del rayo, del fuego, de las plantas y la naturaleza, y la oscuridad. La baja que tuvo fue del asesino que controlaba el elemento agua.

Hizo una pausa y dejó que un impresionante silencio se adueñase del comedor.

—Tengo motivos para creer que irán tras Yuuri —continuó, y la noticia cayó como una bomba.

—¡¿Que?!

—Tal como lo escuchó, mi querido Lord von Christ. La razón: la prosperidad y los tesoros que posee Shin Makoku. Blazeberly está en la quiebra gracias a la corrupción y el despilfarro de su rey, y siendo que Shin Makoku es la máxima potencia mundial y que el tesoro del Maou Yuuri está valorado en millones, no dudo ni un poco en que lo tengan en la mira.

Gunter cerró la mano con fuerza alrededor de la copa mientras imaginaba que era el cuello de aquellos asesinos detestables.

—Guarde la calma, Excelencia —pidió Murata a Gunter, ocultando sus temores bajo una expresión de entereza ensayada innumerables veces—. Pienso que no debemos alertar a Shibuya, pero debemos ordenar que la seguridad se duplique en el castillo para salvaguardar al rey. —La aparente estupidez del comentario despertó una confusión colectiva. Murata tomó otro trago de vino, saboreándolo mientras buscaba las palabras adecuadas—. Me refiero a que… podemos tomar cartas en el asunto nosotros mismos sin que se arme un escándalo. Recuerde que Shibuya se encuentra en un momento crucial y si lo agobiamos con suposiciones que al final resulten siendo falsas alarmas, se enojará con aquellos que lo provocaron. Creerá que solo queremos llamar su atención y desviarlo de la cosas realmente importantes que quiere llevar a cabo, usted me entiende, ¿verdad?, Lord von Christ…

Gunter frunció el ceño.

—Me temo que no comprendo.

—Lamento decirlo de esta manera, Excelencia, pero Shibuya le ha dado una segunda oportunidad al enviarlo conmigo. Él aún no le perdona aquel incidente con cierto doncel.

—El riesgo es alto, si no actuamos...

—Desde luego, todo esto son meras conjeturas... pero dan mucho que pensar. Por eso actuaremos con cautela.

Para alivio de Murata; Gunter no se opuso, simplemente cerró los puños sobre la mesa. La situación se había vuelto delicada, pero no era nada que con sus artes de manipulación no pudiera manejar. En el peor de los casos podría cambiar la conversación a su favor.

Saralegui y su esposa, por otro lado, se mantuvieron al margen de la acalorada discusión sin dejar de preguntarse cómo y cuándo había tomado aquel rumbo. El bostezo que sin querer lanzó su primogénito, el príncipe Sora, llamó su atención.

—Oh, cariño, ven acá —dijo la reina Renate con ternura, posando a su hijo sobre sus piernas. El pequeño apenas podía permanecer con los ojos abiertos—. Es tarde, llevaré al niño a la cama, amor —avisó a su esposo.

Saralegui asintió enternecido, y ella se retiró.

—Caballeros, me parece que la cena se alargó un poco —comentó e hizo un amago con la mano para ordenar que retiraran la mesa—. Quedan gustosamente invitados a continuar con la charla acompañados de un brandy cerca de la chimenea.

—Si me disculpa, prefiero retirarme a mi dormitorio. Estoy muy cansado por el viaje —anunció Gunter. Se levantó de la mesa y agradeció la comida.

—Como usted guste, Lord von Christ, buenas noches.

Gunter se retiró tras una reverencia y quedaron Murata y Saralegui a solas en el comedor.

—La oferta del brandy sigue en pie.

Murata sonrió a Saralegui, aceptando la invitación. Se dirigieron juntos a una de las tantas salas que habían en el castillo.

Un mayordomo colocó una botellita encima de la mesilla de noche, hizo una reverencia hacia a Saralegui y hacia Murata y se marchó. Saralegui llevó a Murata al sillón que había al lado de la chimenea y sirvió el brandy para los dos.

—No se si hice bien o mal al hablarles sobre los asesinos de Blazeberly. —Se preguntó Saralegui al tiempo que bebía un sorbo. Murata le restó importancia—. ¿Y que fue todo eso del asunto que Yuuri debe llevar a cabo?, ¿tiene que ver con lo que me dijo esta mañana?

—Está usted en lo correcto, Majestad.

—En ese caso, soy todo oído.

—Se lo diré sin rodeos, Shibuya pretende divorciarse de la reina Izura y contraer nupcias con su amante oficial tan pronto como eso sea posible.

—Perfecto, ¿y en donde entro yo?

La reacción neutral de Saralegui no sorprendió en nada a Murata. No era un secreto a voces que Izura y el rey de Shimaron menor se tenían un odio patente que no lograban superar.

—El rey Yuuri desea que se le regrese a su futura ex esposa las tierras que perdió hace años en la guerra entre Zuratia y Shimaron Menor, y el total apoyo a su divorcio.

—¡Imposible! ¡Ganamos esas tierras legítimamente! —Saralegui se puso en pie de un salto. Aquello era simplemente una petición absurda—. Apoyaré a Yuuri en su divorcio, pero regresar esas tierras a los Zuratios es algo que no va a suceder jamás.

—Dijo que haría cualquier cosa por el Maou, ¿acaso su palabra no vale nada? —Cuando Murata comenzó a acercarse a él, dio un paso atrás.

Los pensamientos de Saralegui se centraron los hermosos terrenos, pero tenía mucho más por perder si se negaba a la petición del Gran Sabio.

—Maldita sea, con lo que me agrada el clima de la zona —gruñó, contrariado—. Usted gana, devolveré las tierras a Zuratia, aunque no me parece justo de su parte. Si fue hace tanto tiempo ¿que razones tendría para quitármelas ahora?

—Resulta que la reina Izura guarda especiales recuerdos de ese lugar. Supongo que Shibuya quiere compensar en todo lo posible el daño irreparable que le causará.

—Iba a suceder tarde o temprano, se notaba que era un matrimonio por conveniencia. ¿Por qué tendrían que permanecer juntos para hacerse desdichados? ¿Por qué, cuando pueden obtener el divorcio y ser dichosos?

—Tiene razón —replicó Murata, bebiendo un sorbo de brandy—. En una época yo estaba de parte de Izura, pero ya no.

—Ahora está de parte del amante oficial, cuyo nombre aún no me ha dicho.

Saralegui miraba inquisitivo a Murata, que resopló ante su curiosidad.

—Guarde la compostura ante lo que le voy a decir, Majestad, y por favor, recuerde que esta conversación es secreta, no puede salir de estás cuatro paredes.

—Una parte de mí adora la intriga y la otra le teme, pero la busca —respondió Saralegui—. Le doy mi palabra que guardaré el secreto.

—Bien, bien —Murata suspiró—. El amante de Yuuri es un doncel de fuego con cabello como la miel y ojos como las mismísimas joyas de esmeraldas.

—¿Porqué lo describe?, ¿acaso lo conozco?

—Me temo que sí. Su nombre es Wolfram Dietzel.

Tras escuchar aquel nombre a Saralegui le dio una impresión tal que le resultaba difícil que el aire le llegase a los pulmones.

—¿El mismo asesino de Blazeberly?, ?¿acaso ha perdido la cabeza?!

—No tiene que decir ni hacer nada más por nosotros, todo está bajo el control total de Shinou. Por eso le pido que evite una confrontación directa con el joven Dietzel y que actúe con disimulo frente a los demás y especialmente frente a Shibuya, ¿lo hará? —No era una petición sino una orden. Saralegui se limitó a asentir con la cabeza. Murata sonrió complacido.

De repente, Saralegui empezó a reír.

—Había olvidado que estaba frente al dios de la manipulación. Usted guarda más secretos que un libro de ocultismo, Gran Sabio.

—Están sucediendo muchas cosas en estos momentos y me pregunto si el joven Dietzel no será en realidad la menor de nuestras amenazas. Además, es Shinou es quien mueve los hilos, yo solo soy un instrumento.

—En todo caso, brindemos por el éxito de su plan —dijo Saralegui, alzando su vaso con una sonrisa maliciosa.

—Brindemos por ello —sonrió Murata—. Y por futuro tranquilo y feliz —añadió, levantando el vaso y aproximándolo al de Saralegui para hacerlo chocar con el suyo.

 

 

00—

 

Yuuri detuvo a Ao y sonrió a Conrad, que los esperaba en la entrada del castillo. Era de noche y las antorchas y los candelabros ya estaban encendidos. Los guardias nocturnos ya estaban en sus puestos haciendo sus rondas y la mayoría de la servidumbre estaba dormida o preparándose para hacerlo.

Decidieron montar un solo caballo a su regreso, para que así Wolfram pudiera descansar durante todo el trayecto. Yuuri lo había acomodado sobre la silla de su caballo y envuelto cuidadosamente con un cobertor y él se había montado detrás con las riendas en mano.

Wolfram despertó con el sonido de voces que hablaban cerca de él. Sintió las manos de Yuuri que le rodeaban la cintura y lo bajaban con delicadeza del caballo.

—Ya llegamos. —Yuuri le dio un abrazo y un beso en la mejilla. Wolfram se despertó por completo, sin ser consciente de haberse quedado dormido—. Ve a tu habitación y descansa, mañana partirás junto a Lord Bielefeld al amanecer.

Wolfram obedeció sin rechistar. Entró al castillo, tambaleándose bajo el peso del cansancio, y bajo la cariñosa mirada de su prometido.

—El joven Crumley ya está aquí —anunció Conrad en voz baja.

El semblante de Yuuri se endureció.

—Perfecto, acompañame.

 

 

00—

 

Jeremiah se secaba el cabello después de haber tomado un baño cuando Yuuri irrumpió en la habitación. El asesino vestía solo unos pantalones grises y no usaba camisa, dejando relucir sus trabajados pectorales.

—Majestad, ¿que lo trae por aquí? —Formó una mueca de extrañeza al tiempo que se echaba la toalla alrededor del cuello—. Ah, ¡ya se! —Pareció recordar, y se dirigió a su morral para sacar de ella una carta sellada—. Los aldeanos de las montañas Blazts prometieron enviarle regalos de agradecimiento por su generoso gesto y le envían esta carta.

Yuuri lo detuvo.

—Olvida eso, lo que me trae aquí es otro asunto —Alzó cautelosamente la mirada hacia el rostro de Jeremiah, con una expresión interrogadora—. Quiero saber por qué Wolfram regresó antes que ti.

Jeremiah se puso de espaldas al buró, se echó hacia atrás y se cruzó de brazos.

—¿No se lo dijo? que raro…

—¿Y bien?

—Si él no quiso decirle es mejor que yo no me entrometa. Yo no tengo la culpa de que no hayan superado la barrera de la desconfianza.

—Es impropia la manera en la que ha respondido a Su Majestad, Soldado Crumley.

Conrad permaneció inmóvil, mirando fríamente a Jeremiah que, muy sereno y fresco, le sostuvo la mirada. Aquello no era una novedad.

—No es nada, Conrad —Lo tranquilizó Yuuri, luego volvió a dirigirse a Jeremiah—. No, no me dijo nada de los motivos, pero no es algo que me sorprenda. Conoces a tu amigo y sabes lo terco que es, aunque confíe en mi jamás dejará que nada toque su orgullo.

—Esos cortes… —intervino Conrad—. Los cortes en su cuerpo y esos moretones son recientes, ¿cierto?

Yuuri fijó la mirada en el torso lastimado de Jeremiah.

—Lo que probablemente signifique que lo hirieron con una espada o una daga —completó Yuuri.

—Sí, probablemente.

Jeremiah entornó los ojos, no había previsto que fueran tan astutos.

—Ya no tiene caso que finjas —dijo Yuuri—. Queda en evidencia que los atacaron en el camino. Pero aún hay un detalle más que es preciso aclarar. Wolfram llegó aquí antes que tu y tuvo que haber un motivo de peso para ello. Tuve la sensación de que algo le pasaba esta mañana. Pensé que quizá hubiese discutido contigo, pero ese no es el caso. Eso me lleva a pensar que le ocurrió algo muy grave como para que yo tome riendas en el asunto.

Jeremiah rodó los ojos con hastío y después de lanzar un breve suspiro dijo:

—No fue una simple emboscada, fue un atentado contra la vida de Wolfram.

—¿En algún momento supieron el nombre del responsable?

—Acabamos con ellos antes que pudieran confesar. Lo siento —respondió Jeremiah con cautela. Notó como Yuuri apretaba los puños con furia y su cuerpo se tensaba al igual que su rostro adquiría un semblante serio y violento—. Pero no hay que tener cinco dedos de frente para saber quien actuaría de esa manera. Bueno, al parecer Wolfy lo tenía muy claro.

—Debo decirte que el joven Dietzel se enfrentó está mañana con Izura en los pasillos, fue antes que entrara tu oficina. La discusión llegó a tal grado que tuve que intervenir.

Yuuri intercambió una mirada con Jeremiah.

Solo tenía una vaga idea de quienes tenían motivos para querer quitar a Wolfram del camino. El primero que se le ocurrió fue Maoritsu.

De repente, Yuuri tuvo clarísimo con quién debía hablar.

—¡No puede ser! —Yuuri retrocedió un poco y se pasó la mano por el pelo—. ¡Maldición esto no puede ser verdad! —Su respiración se hacía cada vez más acelerada.

—Yuuri…

Conrad parecía inseguro de cómo continuar y él no pudo más. Todas las amenaza, todos los vínculos, todo se mezcló hasta que lo único de lo que podía ser consciente era la rabia que sentía bajo la piel.

Se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación.

Conrad le siguió.

Una vez que se alejaron, la habitación quedó en silencio absoluto. Jeremiah se acercó al armario, abrió la puerta y sacó la canasta donde se encontraba su serpiente, la cual parecía ansiosa.

—Tranquila, bonita —La puso encima de la mesa y le dio un beso en la cabeza—. Aún no es el momento para tu gran actuación.

 

 

00—

 

Yuuri ignoró las caras de asombro de los guardias a los que iba empujando por los estrechos pasillos. Llegó a la habitación de Izura y entró sin llamar.

Ella estaba sentada ante el tocador, cepillándose el largo cabello castaño. Cuando lo vio, detuvo el cepillo sobre su cabello y aguardó, expectante.

—¿Como pudiste ser capaz de jugar tan sucio, Izura? Jamás tuve ese concepto de ti, pero ahora me doy cuenta que separarme de ti es la mejor decisión que pude tomar.

—Por favor, pero ¿qué dices? —exclamó ella, mientras se levantaba del antiguo tocador de marfil.

—Hablo de lo que le hiciste a Wolfram.

—¡Ah!, ¿ya te fue con el chisme? No me sorprende que se hiciera la victima. Delante tuyo aparenta ser una cosa pero a tus espaldas es otra, y si quieres una prueba mira —Le mostró la muñeca—, ¡mira lo que me hizo! Soy yo la que necesita protección, no él.

—¿Y eso te dio el derecho de atentar contra su vida?

—No tengo la menor idea de lo que me hablas —le dijo tan serena como pudo, pero él la señaló con el dedo y continuó:

—Sabes muy bien de lo que hablo. Por tu orgullo eres capaz de eso y más. Y yo… pensando siempre en tu bienestar, moviendo mis contactos para que nunca de falte nada, para que puedas vivir bien, ¡que estúpido fui!

—Yuuri… ¿cómo puedes pensar eso de mi? —Una sensación de malestar creciente se le extendía por dentro, pero trató de librarse de ella—. Las riquezas y los bienes no serán nada si no te tengo a mi lado. ¿Cuándo entenderás que te necesito cerca para poder vivir? Necesito de ti, ¿lo entiendes? Necesito de tu forma cariñosa de hablarme, de tocarme, de besarme…

—Es demasiado tarde.

Izura retrocedió como si la hubiera golpeado. Y de hecho, así se sentía al oír aquellas terribles palabras.

—No lo era hasta que él se interpuso —dijo con un desprecio cercano a la repulsión.

—¡No hables con él, te lo prohíbo! —gritó Yuuri dando un paso amenazador al frente—. No te le acerques.

—Escuché que lo enviarás a Bielefeld. Vaya forma de tratar a tu amante.

—Izura, él no es mi amante. No duermo con él —Yuuri continuó acercándose amenazadoramente sin apartar la vista de ella. Izura trató de alejarse, pero él le agarró el brazo y tiró de ella—. No mientras tu y yo continuemos casados.

—Entonces jamás podrán estar juntos —Izura se libro del agarre—. Escuché que algunos de tus consejeros han sido enviados al extranjero para recolectar opiniones políticas acerca de nuestro divorcio. Por cada uno que vote a tu favor, puedo encontrar a mil que voten por mí.

—La próxima vez que nos veamos será en la corte —profirió Yuuri mirando a Izura con odio.

—Hasta entonces, esposo.

Yuuri le dirigió una ultima mirada de advertencia y salió de la habitación cerrando la puerta con brusquedad.

 

Continuará

Notas finales:

Gracias por leer!!!


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