Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Las trampas del corazón por Alexis Shindou von Bielefeld

[Reviews - 145]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 21

 

 

 

El juicio.

 

 —"Mal augurio"—Se escuchaba graznar a un pájaro común en Shin Makoku, Engiwarui (ave del paraíso) como era conocido, se caracterizaba por sentir las malas vibras y los acontecimientos graves que sucedían a su alrededor.

 

.

 

.

 

.

 

55—

 

Castillo Pacto de Sangre.

Ocultando su nerviosismo bajo una expresión de entereza, Yuuri se dirigió hacia la sala de la corte que llevaría a cabo su divorcio. Detrás de él, Conrad le seguía el paso con actitud decidida y una postura que inspiraba confianza.

Durante el corto trayecto, Yuuri dio vueltas en su cabeza a los argumentos que iba a presentar. Sabía que sería una mañana larga y que se enfrentaría a una batalla difícil de superar, pero también estaba consciente de estar de parte de la sensatez y la razón.

Después subir las escaleras y cruzar un pasillo, Yuuri alcanzó finalmente las puertas de la sala donde le esperaban. Los diez nobles estaban sentados alrededor de una amplia mesa cubierta de papeles con la vista al frente, y unas banquetas estaban situadas en hileras en ambos costados donde se encontraban los representantes de los países aliados

Yuuri reconoció a uno de los asistentes al momento: se trataba del señor Hoffman. Era la figura más alta en el ámbito judicial de Cabalcade. El señor Hoffman era de estatura media y estaba entrado en años. Su rostro sosegado y tranquilo bajo la blanca barba que mantenía reluciente, le daban aquel aire de seguridad tan útil para el ámbito en el que trabajaba.

Obviamente también Maoritsu estaba presente, quien charlaba con el señor Hoffman al momento de su llegada y le dirigió una mirada de odio tan profundo que le heló las venas. Yuuri no se dejó intimidar, y la mirada fue reciproca.

El resto de los presentes eran personas que Yuuri no conocía. Pero eran los representantes de Caloria, Francshire, Raki, Laika, cuya simpatía estaba de parte de Izura.

Gunter se levantó al ver al Maou y se encargó de las presentaciones. Lo hizo sentarse en una silla de madera con un gran respaldo con detalles delicados en oro y plata, y frente a él se encontraba el lugar que ocuparía Izura.

Cuando ella entró, todo mundo se puso de pie a excepción de Yuuri, cuyos ojos la miraron fijamente con todo menos con aprecio.

—Ya estamos todos —comentó Gwendal—. Demos comienzo al juicio. —Tomó y comenzó a leer unos documentos que estaban sobre la mesa—. Su Majestad, el Maou, Yuuri Shibuya, demanda a Su Majestad, reina consorte, Izura de Zuratia, la disolución completa de su matrimonio debido a lo que él describe como incompatibilidad en la convivencia y crisis sin solución. A lo que la parte demandada responde como una muestra de insensatez dentro de la ley que prohíbe el divorcio entre miembros de la realeza en fidelidad a los intereses de la alianza entre los países de Caloria, Francshire, Raki, Laika, Zuratia y Shin Makoku. El caso queda en manos de este tribunal, en quien depositan su confianza. Toma la palabra Sir Conrad Weller, defensor de la parte demandante, quien bajo juramento nos brindará sus argumentos.

Conrad se puso en pie, se plantó frente al estrado y se aclaró la garganta.

—Todos conocemos la historia detrás de la llegada de Su Majestad Yuuri —comenzó—. En aquel tiempo era solo un chico de quince años con la ignorancia y la inocencia de un chiquillo que no conoce sobre las costumbres de un nuevo mundo y en cuyas manos se puso deliberadamente el reino y el futuro de Shin Makoku. Pero Su Majestad asumió su papel con integridad y valor. Se instruyó como debía, desarrollo habilidades políticas que permitieron la paz entre Mazokus y humanos y facilitó el progreso no solo de Shin Makoku sino también de los países aliados. Con todo esto, Su Majestad pudo haber tenido el derecho de decidir por sí mismo en el ámbito más importante en la vida, el ámbito personal, pero nosotros nos entrometimos y en ello erramos. No nos bastó con tenerlo a él como Maou, también le impusimos una reina, la que creímos más conveniente, pero que estaba lejos de convertirse en la persona que lo hiciera feliz. Su Majestad Yuuri volvió a someterse a nuestros caprichos y contrajo nupcias con Lady Izura, por la alianza. Y por ello estamos hoy aquí. Fue claro que el matrimonio estaba destinado al fracaso y por lo mismo no ha dado sus frutos, el tan esperado heredero a la corona, prometido por Shinou. Estamos seguros que nuestros argumentos serán suficientes para declarar el matrimonio ilegítimo. Debemos darle la oportunidad a Su Majestad Yuuri de ser feliz; se lo debemos.

Conrad culminó su discurso y miró hacia la sala. Lo que acababa de decir era duro, más de lo que había previsto, pero era la verdad. Si había ganado la simpatía de los oyentes no hubo reflejo de ello pues todo permaneció en silencio, probablemente en ese silencio se estaba tomando la resolución que pondría fin a todo. Resultó molesto que en ese momento fuese el turno de Izura para dar su declaración. Se puso en pie y atrajo la mirada de los demás.

—Toma la palabra, Su Majestad Izura.

Izura tomo su lugar frente al estrado acatando la petición de Gwendal, con su rostro carente de expresión, pero con una tristeza infinita en sus ojos. Era fácil despertar la compasión del jurado con semejante imagen.

—Desde la primera vez que te vi supe que eras un rey sabio y justo —comenzó con un tono tranquilo y lleno de dignidad, dirigiéndose a Yuuri como si fuera el único presente—. Cuando me dieron la noticia que tenía que desposarte, me puse muy feliz. Contaba los días y las horas para verte. Me hizo pensar que la felicidad volvía a tocar a mi puerta tras la tragedia que había vivido. Tuvimos una audiencia matrimonial, me cortejaste, me entregaste anillo y caminaste hacia el altar. Consumamos nuestro matrimonio y vivimos felizmente hasta ahora. Mis sentimientos por ti no han cambiado desde aquel día y ahora me pregunto, ¿que parte de ti fue honesta desde entonces? —Yuuri abrió la boca para replicar, pero Izura continuó antes de poder hacerlo—. Se que tu no eres capaz de caer tan bajo ni de mentir de esa manera. Alguien ha envenenado tu corazón y estoy dispuesta a luchar contra esa persona. ¿Destruirás tu matrimonio, tu país y tu alma por el capricho de un doncel? ¿Crees que no sabe exactamente lo que estás haciendo? ¡Quiere destruirnos! ¡¿Cuando te darás cuenta de eso?!

—¡No hables así de él! —gritó Yuuri, levantándose de su asiento.

Los rostros de los representantes estaban dirigidos a Yuuri con tal tensión que él tuvo que calmarse y guardar la compostura.

Izura sonrió. Ya no creía necesario destapar todos sus cartuchos, le bastaba con que la mayoría comenzase a reflexionar sobre el asunto y que más de alguno se dejara convencer de que el amante del rey representaba una amenaza mayor para sus intereses.

—Mi pobre esposo, has sido cegado por el capricho de un doncel. Como reina es mi deber permanecer a tu lado. Y es mi deber proteger a los habitantes de Shin Makoku en quien en mi depositan su confianza. No puedo dejarlos a merced de un plebeyo, pues en ti el juicio y la razón han sido arrebatados por la pasión y has dejado que te maneje a su antojo.

Nada más terminar de decir estas palabras, se formó un silencio sepulcral, tal era el dominio que Izura ejercía sobre la corte. Ya no hubo más intervenciones, ya no se interrogó más, parecían convencidos o estaban en vías de serlo.

Waltorana se paso la mano por el pelo y dio un golpe con el puño en la mesa; Stoffel no estaba en mejores condiciones.

Conrad notó que Yuuri se contenía. Estaba muy enfadado. Se preguntó si sería capaz de cometer una locura.

—Te lo he dejado muy en claro, Izura —Yuuri alzó la voz—. No es la pasión lo que me une a él. Lo que dices no es más que el fruto de tu desesperado intento para que me fije en ti pero eso nunca pasará. Si me casé contigo no fue por amor, fue por Greta, y lo sabes.

Dirigiéndole una fría mirada, Izura tomó el acta de divorcio. La agarró con las puntas de los dedos por una de las hojas del medio, como si le diera asco, y dijo:

—En esta acta das por supuesto que te quedas con Greta, ¿cómo va a quedarse contigo, si ni siquiera es hija tuya?

Lo había logrado, Yuuri había logrado que Izura jugara su ultima carta.

—¿De verdad eres tan despreciable como para usar la paternidad de la niña? Greta es mi hija desde que era una recién nacida y siempre lo será —contestó Yuuri con fingida firmeza, pues en su corazón acababa de recibir un golpe para el cual no estaba preparado, aun cuando le era perfectamente conocida la terquedad de la persona con la que se enfrentaba.

—No tienes derecho a reclamarla. La sangre no miente, Greta no es tu hija.

—La niña estará mejor conmigo.

—No puedes separar a una madre de su hija. —La serenidad con la que Izura se expresaba le helaba las venas, pero Yuuri no tenía más remedio que escuchar sus argumentos, temblando de resentimiento, rabia e impotencia. —Me duele tanto como a ti llegar a estos extremos, Yuuri, pero no me dejas otra alternativa. Si te separas de mi, no volverás a ver a Greta nunca más.

Sólo una débil y amable sonrisa dulcificó la severidad de sus palabras. Yuuri quedó atónito ante la amenaza de Izura de apartarlo de su hija para siempre. Era, sin duda, la persona más despreciable que había conocido.

 

 

00—

 

 Templo de Shinou.

Una paloma mensajera se posó en el brazo de Murata. Deshizo el nudo en su pata y sacó el mensaje enviado desde el castillo. Su rostro fue adquiriendo una expresión de descontento a medida leía el pequeño pergamino.

—¿Y bien?, ¿Yuuri obtuvo el divorcio? —preguntó Shinou al acercarse a él con cierta inquietud. Estaban en el mirador del templo; el viento soplaba fuertemente, moviendo sus ropas y sus cabellos rebeldes.

—No hubo manera de influir en el jurado con argumentos en contra de Izura.

—¿Que me dices de la decisión final?

—Lo han postergado hasta dentro de seis meses. No pudieron ponerse de acuerdo.

—¡Maldita sea! —vociferó Shinou, lanzando un gruñido. En su rostro, Murata vio la expresión más decepcionada que había visto jamás en él.

—Ya sea por no ser proseguible o por mala redacción, el divorcio no se llevó a cabo —Murata puso sus dedos sobre su barbilla con actitud pensativa—. Debí estar con Shibuya, tal vez hubiese hecho algo al respecto.

—El Gran Sabio debe ser imparcial, por muy amigo de Yuuri que seas. —Shinou se calmó y razonó como alguien propio de su condición—. Además, ya has hecho suficiente poniendo en peligro tu reputación descuidando tus deberes en el templo —le acarició la mejilla para darle ánimos—. Deja lo demás en mis manos.

—¿Que harás?

—Por ahora no puedo hacer nada para arreglar lo del divorcio. Esa mujer es capaz de todo con tal de no dejarle el camino libre a mi descendiente. Ya hemos visto que puso a su propia hija en medio aprovechándose de la buena voluntad de mi Maou elegido. Confío en que ocurrirá algo antes de esos seis meses para que entienda de una vez por todas que debe hacerse a un lado —respondió Shinou tras una breve y nerviosa vacilación. Murata lo notaba inquieto como si planeara algo que intentaba ocultar.

—Será lo más sensato.

Shinou le respondió con un amago de sonrisa, y se dio media vuelta.

—Oye —dijo Murata—, si necesitas que haga algo por ti, aquí me tienes.

—Lo se.

—¿Adónde vas?

—Vuelvo en un rato —Shinou sonrió y siguió adelante.

 

 

00—

 

 

Territorio Bielefeld.

Eran como las doce del mediodía. Wolfram salió a recibir el carruaje que paraba frente a la entrada del palacio Bielefeld. No se equivocaba, porque eran, en efecto, las personas que él había esperado durante tantas horas y con tanta angustia.

Cuando vio bajar a Yuuri del carruaje, salió corriendo a su encuentro. Lo abrazó con todas sus fuerzas y se besaron, pero ese beso estaba cargado de tristeza, una tristeza que Wolfram percibió de parte de Yuuri. Y cuando se apartó de él, lo volvió a abrazar, hundiéndose en su pecho cálido.

—No sabes cuánto necesitaba este abrazo —murmuró Yuuri contra su pelo. Wolfram cerró los ojos y dejó que el abrazo durase el tiempo necesario para consolar a su prometido.

.

 

.

 

.

—Entonces ella no firmó el divorcio —repitió Wolfram, sentado en la sala en compañía de Yuuri y Lord Bielefeld. Por alguna razón, su voz no parecía molesta sino neutral, como si ya se esperaba un resultado así.

—Lo de la princesa Greta fue una jugada vil y sucia —contestó Waltorana, paseándose de un lado a otro por la sala—. ¡¿Qué le pasa a esa mujer?!

Wolfram le dirigió a Yuuri una mirada interrogante, pidiendo más detalles sobre lo que había sucedido.

—Quiere quedarse con la niña —informó Yuuri con calma, pero con vestigios de tristeza y decepción en su voz.

—Que mujer tan cruel —soltó Wolfram sin darse cuenta—. Pero como padre de la princesa Greta tienes todos los derechos sobre ella, no entiendo porqué eso es un problema.

—Va a poner impedimentos.

—No creo que ella tenga ese poder, ¿o si? Siempre he sabido que el padre tiene los mismos derechos que la madre, y más tu siendo el Maou.

La expresión de Yuuri se suavizó enseguida, y sacudió la cabeza al tiempo que acariciaba la mejilla de Wolfram con los nudillos. Suspiró, y luego se hincó de rodillas frente a él, para que sus rostros quedaran frente a frente.

—No te lo he dicho porque en realidad es algo que olvido, pero Greta no es hija mía.

Aquello sorprendió tanto a Wolfram que quedó la boca abierta de forma espontánea.

—Nunca dejas de sorprenderme, Yuuri Shibuya —consiguió decir finalmente, observándolo con un brillo especial en los ojos. Su rostro reflejaba una admiración profunda. Jamás imaginó que la bondad de la persona que amaba llegara a estos extremos y sentía una alegría inexplicable por ello.

—Greta es hija del difunto esposo de Izura. Fue un hombre bueno, según me han contado, pero la muerte decidió llevárselo antes de tiempo —le explicó Yuuri, al tiempo que le tomaba la mano y jugueteaba con sus delicados dedos—. Juré que la cuidaría, a ella y a su hija. Por eso accedí al matrimonio. Ser el padre de Greta jamás ha sido un sacrificio. La quiero como si fuera hija de mi sangre.

—Y estoy seguro que Greta te quiere tanto como tu a ella —dijo Wolfram inclinándose sobre su prometido y oprimiéndole el rostro con sus manos.

—Pero si no soy su padre, no tengo derecho alguno sobre Greta.

Wolfram advirtió un reflejo de dolor y derrota en los ojos de Yuuri. Instintivamente, le levantó la barbilla, lo obligó a mirarlo a los ojos y lo besó.

—Los lazos del amor son más fuertes que la sangre, Yuuri. Solo hay que ver como la cuidas y como la tratas para saber que tienes todo el derecho a luchar por ella —le acarició la mejilla—. Se lo que es crecer sin una figura paterna y no voy a permitir que Greta pase por eso.

Waltorana prestó especial atención a las palabras de Wolfram, observándolo cuidadosamente mientras se preguntaba si podía sacarle más información sobre su niñez y la ausencia de su padre.

—Ni tu ni ella serán separados ni por el capricho de Izura, ni por mi causa.

—No pienses que es por tu causa, Wolf —se apresuró a aclarar Yuuri—, te amo y eso no cambiará aunque siga atado a Izura por un tiempo más. Seguiré luchando hasta encontrar una solución, o dejaré de llamarme Yuuri Shibuya.

—Amas a tu hija —afirmó Wolfram—. No puedo dejar que renuncies a todo. Sería la persona más necia del mundo si te exigiera boda en estos momentos. De todas formas, pasamos juntos tanto tiempo que no habrá diferencia.

Wolfram y Yuuri se sonrieron, y aquel gesto de complicidad fue lo más puro y sincero que Waltorana había presenciado en su vida.

 

 

00—

 

Yuuri había marchado de regreso a Pacto de Sangre debido a sus deberes como rey, no sin antes abrazarle más fuerte que nunca y prometer solucionar todo lo más pronto posible. Él le había acallado con sus besos y con palabras de aliento. Pero era difícil para los dos separarse y fingir que no representaba una tortura la brecha que se interponía entre ellos.

Lord Bielefeld había salido en la tarde a atender unos asuntos en el pueblo, así que se había quedado sin la compañía de alguien agradable con quien conversar.

Wolfram se sentía inexplicablemente inquieto mientras recorría los pasillos del palacio Bielefeld sin dirección alguna. Sin embargo; al encontrarse solo, la curiosidad le ganó al aburrimiento y había emprendido una excursión a lo largo de las misteriosas habitaciones del palacio azul.

Su instinto lo llevó frente a una sala en particular, tenía una puerta con detalles demasiados exquisitos como para ser ignorada. Al entrar, la sorpresa le obligó a detenerse. La sala era amplia, de cielos muy altos con seis ventanales a cada lado, muebles y una chimenea. Pero lo que más le llamó la atención fueron los cuadros que colgaban de las paredes. Entró sin perder la expresión de perplejidad, se acercó a los cuadros y los examinó con detenimiento.

Podría jurar que la persona que se representaba en uno de los cuadros se parecía a él, salvo por los ojos azul cielo que poseía, era tan increíble su parecido que era imposible que no estuviesen emparentados.

Con mayor curiosidad, siguió recorriendo la sala. Sobre la chimenea descansaba el retrato de cuerpo entero de un hombre de imponente belleza. Los ancestros de la familia Bielefeld debían ser todos rubios, pues este también lo era. Sus ojos eran de un azul más profundo, tan profundos que al verlos con detenimiento le dieron escalofríos y le entraron unas ganas tremendas de llorar.

—No entiendo… ¿qué está pasándome? —se dijo, llevando su mano al corazón que latía con violencia en el pecho. De repente, una lágrima se encontró rodando por su mejilla.

—Joven Dietzel, ¿le gustaría tomar el té conmigo? —dijo una voz a su espalda. Se trataba de Lord von Bielefeld, ya había regresado.

Wolfram se dio la vuelta, enjugándose las lágrimas con el dorso de la mano.

—Disculpe, Lord von Bielefeld, no... —carraspeó e hizo un nuevo intento—. No quise abusar de su hospitalidad, pero me llamó mucho la atención esta sala y entré si pedir permiso.

Waltorana se acercó a él. No parecía molesto en lo absoluto.

—Pierda cuidado —respondió, sin apartar los ojos del cuadro—. En realidad he querido mostrarle esta sala desde que vino, pero con tantos compromisos no había tenido la oportunidad.

—¿Son sus antepasados? —se atrevió a preguntar Wolfram.

—Cada uno de ellos —dijo Waltorana con cierto grado de orgullo—. Desde mi tatarabuelo hasta mi padre, y en especial —hizo una breve pausa—, mi hermano mayor, Wilbert von Bielefeld.

Con sólo escuchar aquel nombre, Wolfram sintió un cosquilleo en el estómago.

—¿Se llevaban bien?

Waltorana sonrió.

—Eramos los mejores amigos.

—¿Qué sucedió con él?, si puedo saber. —Wolfram siguió la conversación con mayor interés del que haba imaginado y espero la respuesta con gran expectación. Sentía curiosidad por saber que había ocurrido con el galante caballero retratado en la pintura, que despertaba en él un sentimiento que no podía describir.

—Una noche fue asesinado, sin que me hubiera sido posible obtener noticias de él, acerca de su asesino o de las circunstancias en que se desarrollaron los hechos. Aquel día, el país dónde sucedieron los hechos juró callar para siempre, como víctimas de una amenaza mayor que el fin del mundo. Pregunté cómo fue herido mi hermano, gasté la mayor parte de mi fortuna en encontrar las respuestas que me dieran consuelo. Un presunto testigo me contestó que mi hermano había sido obligado a desenvainar la espada, pero que cayó muerto en duelo, como todo un caballero. Tras escucharle decidí dejar de averiguar los sucesos, y caí de rodillas aquella noche ante este cuadro para pedirle perdón a mi hermano por no hacer justicia con mi propia mano y por no haber estado ahí para proteger lo que más amaba, su primogénito.

Wolfram estaba inmóvil y silencioso, privado de sentido, con los ojos abiertos y fijos en él, como si fuese una estatua, como si el dolor lo colmase hasta el punto de incapacitarlo para abrigar ningún otro sentimiento.

De pronto, Wolfram cayó inconsciente.

Waltorana fue lo suficientemente ágil para atraparlo entre sus brazos. Cuando miró hacia adelante, la figura de Shinou se encontraba frente a él.

—Waltorana —saludó aquel espíritu, con esa sonrisa suya tan maliciosa.

—Majestad Shinou… —respondió Waltorana, encontrando su voz en medio de la confusión—. ¿Qué… qué le ha sucedido al joven Dietzel?

Shinou no dijo nada, únicamente se acercó a Waltorana, que estaba de rodillas sosteniendo a Wolfram en su regazo, y le hizo la siguiente pregunta:

—Mi querido Waltorana, si encontraras a tu sobrino, ¿que harías?

Waltorana se estremeció, conocía perfectamente la respuesta.

—Darle el cariño que le hizo falta, darle mi protección, mi apoyo. Sentirme la persona más dichosa al saber que tengo a alguien mío en el mundo… al saber que no estoy solo.

Shinou sonrió.

—Abrázalo —dijo, señalando a Wolfram con la barbilla—. Tu agonía a terminado. El joven que sostienes no es más que tu sobrino desaparecido, mi descendiente, Wolfram von Bielefeld.

—Lo sabía —respondió Waltorana con un hilo de voz apenas audible, mientras las lágrimas empezaban a rodar por sus pálidas mejillas—. He descubierto lo que ya presentía, mi corazón no mentía…

Waltorana apretó a Wolfram contra su pecho con alivio notorio ante aquel respiro. Allí estaba toda la vida que habían compartido. La gran búsqueda, que nunca desapareció del todo, por más que el día a día la menoscabara a veces. Era el hijo de su hermano. La sangre Bielefeld corría por las venas del ese doncel.

—Pero ¿cómo?, no entiendo.

—Es una larga y complicada historia, pero lo realmente importante es que Wolfram aún no debe saber la verdad.

—Pero… ¿por qué?

Shinou les explicó la situación en la que se encontraba Wolfram, y ambos estuvieron de acuerdo en que lo mejor era ocultar que era parte de los asesinos de Blazeberly. También en que debían asegurar que Wolfram fuese el consorte de Yuuri lo antes posible, aquello garantizaría tener a un poderoso Maou de su parte cuando Wolfram se enfrentara a su pasado para recuperar lo que le pertenecía.

—Sabe lo que significa esto, Majestad Shinou —concluyó Waltorana. Se echó a reír sin dejar de llorar y continuó—: Tengo a alguien que lleva la misma sangre que yo. Lo protegeré con mi vida de ser necesario.

Buscó los ojos de Shinou, que asintió levemente, dándole su aprobación. La zozobra y la soledad habían llegado a su fin.

 

Notas finales:

El proximo cap estará más interesante 

 

Gracias por leer!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).