Comienzo del fin.
Mírame a los ojos y dilo de nuevo.
Bésame…
Bésame…
Lo único que realmente quería era que me besarás, lo sabías. Sin embargo, mis más profundos deseos no serían correspondidos y aunque debía aceptarlo, no había nada más fuerte que mi deseo. Después de todo no te gustaba, no me querías ni me amabas.
- Oi, cejillas – me sobresalté al escucharte, pero de inmediato fruncí el ceño, detestaba que no me dijeras por mi nombre, nunca lo has hecho.
- Qué pasa marimo, ¿te has perdido? – sonrío de costado, tu cara de querer matarme solo me hace ensanchar la sonrisa, sabías que estaba en lo correcto, ya que tienes un pésimo sentido de la orientación y aunque nunca lo he mencionado, también un cero por ciento de tacto hacia las personas.
- No es mi culpa que las calles cambien – una excusa bastante ridícula, pero para que agravar la situación, en estos momentos no tengo ganas de estar cerca de ti, solo quiero estar solo.
- Dobla hacia la derecha y en la segunda esquina te detienes.
- Sé muy bien que no vives en una esquina – bufas.
- Idiota, obvio que no, pero quiero tomar aire antes de entrar – esto ya no me hace bien, estar cerca de ti es como tener un cigarro y no poder siquiera tocarlo, solo que peor, porque me he enamorado de ti o es lo que me he llegado a creer después de tanto tiempo deseándote.
- Si eso es lo que quieres, no es mi culpa si te pierdes.
- Jajajajajajajajajajaja – no me logro contener – por favor repite eso, jajajajajaja – respiro con dificultad – el marimo me dice a mí que no me pierda, piensa bien qué es lo que dices y quién lo dice – Auch! – me golpeas lo suficiente como para cortar la broma.
- Cállate! Y mejor alísate tu ceja.
- ¡¿Qué dijiste?! – levante mi pierna, solo para que supieras que si no estuvieras conduciendo, te muelo a golpes.
- Olvídalo, llegamos – te detienes y apagas el auto, esto es siempre incómodo, la despedida, así que seré rápido.
- Gracias, marimo-chan, nos veremos…. A ver hoy es sábado…. Ojalá fuera nunca – abro la puerta, pero tu voz, tu voz siempre me paraliza.
- Cejillas… Robin te manda saludos – me tomo el tiempo para responder, a veces pienso que sabes de mí y que con tus palabras creas el límite que no se puede cruzar.
- Gracias, por favor dale mis saludos también – salgo del auto y camino, cerrando la puerta y dejándote atrás.
Robin… cómo olvidarlo, tu novia. Una persona imposible de odiar, que me comprendió en el momento, pero que no dejo sus intereses de lado, lo más parecido a una rival y yo perdí, si es que se puede decir eso, ya que realmente nunca he batallado nada, nunca peleé por ti y no lo haré a estas alturas.
Mi amor es invisible, inexistente, sin valor, no tiene nada, no hay algo que lo pueda delatar, excepto, tal vez la aceleración de mi pulso al estar cerca de ti o la dilatación de mis pupilas. Después todo, lo que se ve es amistad y eso es lo que me está matando. Lo admito, he llegado a mi límite, no viviré de tu amistad, no la quiero, me lastima.
He estado pensando mucho tiempo sobre mí, sobre ti, no he llegado al hecho que me hizo mirarte con otros ojos, tampoco el pensar “lo veré hoy”, ¿cuándo fue el momento en que de todas las personas a mi alrededor, eras tú a la cual yo veía y nadie más? He dudado, hasta el segundo de hoy, cuestiono mis sentimientos, no porque seas hombre o yo lo sea, sino porque nunca me he enamorado y ahora que pienso que lo estoy, no lo quiero. Que amor tan asfixiante, tan agotador, me succiona toda la vitalidad, me mata el saber que estás con otra, que piensas en otra, que amas a otra, que tocas a otra… que le sonríes a otra, qué tanto puedo esperar, soy un rival de años, un amigo y en estos momentos, dudo de mi amistad hacia a ti.
Creí que podría conllevar esta situación, después de todo ni nos vemos tan seguido, ambos estudiantes universitarios, diferentes universidades, unidos por amigos de adolescencia y a veces lo agradezco y me odio por cuestionar al lugar donde he llegado, porque lo que he adquirido me ha vuelto mejor persona y ahora siento lo contrario, pienso que todo está mal y prefiero no haberte conocido, nunca. Quiero dormir para siempre, me has hecho desear desaparecer, no tú en sí, solo que inconscientemente tú eres la causa de mi desamor.
Enciendo un cigarrillo, lo único que me puede calmar y a la vez no me traiciona de cierta manera. Camino a paso lento, no quiero llegar a mi casa, ya solo faltan como 20 metros y tú debes estar muy lejos. Respiro.
- Zoro, te dedico estas palabras, a ti, solo las diré una vez en voz alta, porque ahora estás lejos y porque dentro de unos días lo espero estar yo también y… porque son cursilerías, que creo que es normal, ya que… soy un chico enamorado – me sonrojo, que ridículo, pero aprovecharé el estar a solas.
- Me enamorado de ti… o es lo más cercano al amor que he experimentado, yo a mis 21 años siento que muero por dentro, soy un idiota y antes lo que no me lastimada de ti, hoy me perfora el alma y me ahogo. Este ha sido mi peor error y aun cuando podría simplemente decírtelo, el solo hecho de que lo sepas me aterra, todo lo demás sería el vacío. Por favor, llévatelos lejos, estos sentimientos, quítamelos, solo corta ya esta sensación, ya no quiero nada de esto, amarte no me hace bien, envejece mi ser, me empeora como persona y… soy infeliz – ahogo un sollozo, que amor más cruel, tal vez no sea amor, ojalá no lo sea, porque se siente horrible, respiro profundo.
- Te amo entonces y ahora, ya no quiero amarte más.
Voto la colilla, saco mis llaves y las introduzco, cierro la puerta y caigo al suelo, me siento agotado, completamente molido, culpo a Luffy en parte, solo a él se le ocurre ir al parque de diversiones y después a un pub a bailar, no lo niego, fue demasiado entretenido.
Otra vez, cómo lo haces, te apoderas de mi mente y de mí ser, tiemblo, tengo miedo, miedo de ti. Es que existe una única solución para deshacerme de esto y es la peor de todas, cómo enfrentarme a ti, de solo imaginarlo siento la tormenta frente a frente, eres tan despreciable, despreocupado, simple, insensible se puede decir y todas estas cosas que admirada porque me consideraba igual, ahora las detesto, porque me han llegado.
- Zoro… bésame, bésame… bésame – me levanto del suelo y alguien toca el timbre-
- Espero que no sea Luffy, lo mataré si quiere comer.
En el momento que giro la perilla, empujan la puerta, no alcanzo a reaccionar, solo siento como unas manos toman mi rostro, firmes. Esos ojos, me ven y no puedo descifrar lo que me quieren decir, no hay tiempo porque tus labios chocan con los míos, torpe y cuidadoso a la vez, cálido como nunca lo esperé, lleno de algo que en estos momentos y tal vez para siempre sea inexplicable con palabras. Me diriges no sé dónde, pero choco contra la pared, abro mi boca para sentir más y creo que si alguna vez lo imaginé, la realidad superó toda expectativa. Tus manos me sujetan el rostro, rosando tus dedos por mi pelo, mis manos alrededor de tu cuello, aprovecho cada segundo, nos entremezclamos.
Cuánto tiempo pasó tal vez solo minutos, el aire tomó presencia y nos separamos solo, tan solo unos centímetros, me acaricias el cabello lentamente, no me miras a los ojos, solo observas mi cabello y sin previo aviso, me besas de manera corta en los labios, en la mejilla, en la frente, en el cuello, en los labios nuevamente y como si todo se estuviese por acabar, rodeas tus brazos alrededor de mí, me acercas a ti, yo me aferro.
- Oí todo lo que has dicho – susurras en mi oído y no sé si son estas palabras las que quiero escuchar, pero no me sueltas – soy un idiota.
- Zo-Zoro, no es necesario hacer esto, ya no seré una molestia, lo siento si te he…
- Yo también estoy enamorado de ti, Sanji.
The end?
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