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De Aristocracia y Otras Estupideces. por Menz

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Notas del fanfic:

 

 

!Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas!

 

 

 

He vuelto con este nuevo fiiiiiiiic.  Ya saben que me gusta mezclar cosas de mi YO serio, con mi YO inmaduro. así que habrá de todo: llanto, cursilerías, peleas, besos, madrazos, caricias, etc, etc

 

 

 

Esperé a subir el fic hoy porque... ES MI CUMPLE!!! Así que denme besos, nalgadas, fajes, etc.

Notas del capitulo:

 

 

El fic se irá desarrollando poco a poco, este primer cap. es para sentar las bases. Mi cerebro lujurioso y chaquetero esta girando a toda velocidad.

Gracias a las lectoras que han esperado pacientemente, las adoro. Espero que les gusteeeeeeeeee.

 

!Accio cap. 1!

 

¡Estaba enojada! ¡Muy enojada! ¡No quería hacerlo! ¡Noooooooo! Pero ahí estaba la pendeja haciéndole caso a su corazón y no a su cerebro. Ella no quería mudarse a ese condado, jamás estuvo en sus planes vivir en ese lugar, jamás estuvo en sus planes estar cerca de esa gente. Después de que su madre muriera hacía ya dos años, ella se las había arreglado como podía para vivir sola y pagar la universidad. A sus 20 años sabía lo que era pasar hambre, sabía lo que era vivir con lo necesario, y a veces sin eso. Sus amigos la habían ayudado, tocaba en la banda de rock de su mejor amigo, en un bar local. La paga no era tan buena pero le alcanzaba para defenderse. Pero no pudo sostener esa situación por mucho tiempo, su tío, ese viejo cascarrabias la había convencido de mudarse hasta ahí.

El autobús dobló en la última curva que la separaba de su nuevo hogar.

El valle se extendía entre un grupo de colinas. No podía negar que la vista era espectacular… Su madre había vivido ahí unos cuantos años, ¿sus amigos aún vivirían ahí? ¿Alguien la recordaría? ¿Y su padre? Bah, esa era otra historia.

El transporte se detuvo y no tuvo más remedio que levantarse, tomar su equipaje del compartimento arriba de su cabeza y dirigirse a la salida. Bajó y enseguida percibió el aire fresco azotando en su cara. Estaba entrando la noche, los últimos rayos del sol se perdían en el cielo. Se escuchaba música que provenía de una tienda, justo frente al parque central.

La gente caminaba en las calles, los niños jugaban en sus bicicletas. El aroma a fritanga salía de unos pequeños puestos ubicados frente a la iglesia… ahí era a donde se dirigía.

Arrastrando una maleta y echándose la otra al hombro, caminó resignada hacia el viejo templo.

Toc-toc.

Toc-toc.

-¡Voy!- escuchó una voz cansada del otro lado de la puerta de la sacristía. Luego unos pasos acercándose y el sonido de la cerradura abriéndose.

-Buenas noches, tío.- saludó al anciano.

-¡Alejandra!.- exclamó el viejo visiblemente emocionado, dándole un paternal abrazo.- Pasa hija. Te esperaba hasta el domingo.

-Bueno, al mal paso darle prisa ¿no?- dijo encogiendo los hombros. Caminaron hasta una pequeña sala.

-¿Sigues pensando que fue una mala idea mudarte?-

-Pienso que fue una pésima idea.-

-¿No quieres ni un poco a este pobre tío tuyo?-

-Chantajista. La verdad estoy feliz de verte y si… alguien tiene que cuidarte, viejo terco.- Ale siempre le hablaba en ese tono.

-Si soy viejo, pero tu tío y además un sacerdote así que ¡respétame chiquilla fea!- respondió el anciano soltando luego una carcajada.-

-Te respeto, es solo que… no sé, me parece súper raro vivir aquí, tan lejos de mi hogar.- dijo sinceramente.

-Lo sé.- respondió su tío levantándose y caminando fuera de la sala.- pero Dios siempre nos sorprende, ¿no crees?- grito desde donde estaba.

-Ya lo creo.- murmuró para sí misma. Después de unos minutos su tío volvió.

-Supongo que debes tener hambre, ten chiquilla.- le extendió una bandeja con muchos bocadillos y un vaso con líquido oscuro.

-Gracias, viejo.- le dio un sorbo a su bebida.- ¡Aaarghh! ¿Qué es esto? ¿Vino?-

-El mejor vino de la iglesia.-

-¡Tío! ¿Qué eso no es pecado?- Si algo le gustaba de su tío es que era un sacerdote poco ortodoxo. Tanto, que le parecía genial que a ella le gustaran las chicas.

-Jesús tomaba vino, ¿por qué yo no?  Además, estamos celebrando tu llegada.-

-Eres terrible, viejo.-

 

Siguieron platicando por un par de horas más. Tenían mucho que decirse, hacia un año que no se veían y su tío era muuuuuy chismoso, digo, comunicativo. El viejo le contó algunas cosas de la parroquia, del pueblo y de las mejoras que quería hacer en el jardín. Alejandra por su parte le contó de los trámites que tendría que realizar en su nuevo colegio. Estaba a mitad del tercer año de la licenciatura en  artes musicales, simplemente era algo que le apasionaba.

Cerca de medianoche su tío le enseñó su habitación y la dejo ahí para descansar. Su alcoba era pequeña, tenía un closet con algunos peldaños para acomodar su ropa, un camastro con sábanas muy blancas y un lavabo para su aseo personal.

-No está mal.- dijo con un suspiro mientras sacaba su ropa para dormir y se cambiaba.- Espero no haberme equivocado al venir aquí.- fue lo último que dijo antes de apagar la luz.

 

 

 

Lo primero que sintió fue un olor delicioso. Se movió sobre el camastro y éste rechinó un poco. Los sonidos matinales le hicieron recordar donde se encontraba.

-Uhm… comida.- se sentó en modo zombie en su cama, rascándose perezosamente la cabeza. Tomó un cambio de ropa y se dirigió a la ducha. El olor del desayuno la hizo darse prisa y en 10 minutos ya estaba apresurando a su tío.

-No sé a dónde se te va tanta comida.- observó el anciano mientras la veía meter un gran pedazo de tocino a su boca.- ¡Estás muy flaca!

-¿Flaca? Claro que no, tengo mis lonjitas.-

-Lonjitas las de doña Soco.-

-¡Tío! No deberías hablar así de tu prójimo.- dijo tomándole el pelo.- ¿Quién es doña Soco?

-La de la tienda frente al parque, te la presentaré luego.-

-Genial, muero de ganas de conocer a tus amigos ancianos.- dijo con sarcasmo.- Por cierto, quería pedirte permiso para pintar mi habitación.-

-Ehm, si, sobre eso…- su tío la miró, inseguro de continuar.

-¿Qué pasa?

-Esa habitación es para colaboradores de la parroquia. A veces llega algún seminarista o monja y ese es el cuarto que utilizan.

-Entonces, ¿dónde dormiré?- preguntó intrigada.

-¿Quieres más café o tocino?

-¡Tío!

-Una de las razones por las que te hice venir aquí es porque no tienes por qué vivir sola, pasando apuros económicos cuando tienes una familia aquí…-

-Yo no tengo una familia aquí, solo a ti.- dijo con amargura mirando con el ceño fruncido su plato.-

-Tu padre…

-¡Mi padre no existe!- se levantó molesta de su silla.

-Tienes derechos sobre…

-¡No tengo ningún derecho! Soy una García igual que mi madre y tú, no busco nada.-

-¡Moriré pronto!- silencio.- Hija tu sabes que soy más anciano de lo que parezco.-

-Me pareces súper anciano, tío.- No pudo evitar comentar eso.

-Chiflada. Tú eres lo único que tengo, pero yo no soy lo único que tú tienes. Antes de morir me gustaría verte asegurada y la familia de tu padre puede darte esa seguridad. Quiero que tengas una familia, quiero irme en paz y poder decirle a tu madre que te dejé sana y salva.

-Me engañaste para venir aquí, creí que viviría contigo.- dijo cabizbaja.

-Bueno, la casa de tu padre no está lejos de aquí, solo a un par de kilómetros (a varios cientos de kilómetros, puede tu voz darme calor igual que un sol… [8])

-No quiero verlo.- susurró.

-¿De verdad no te interesa conocerlo?

-Él nunca se preocupó por mi.-

-Eso no es verdad. En cuanto supo de tu existencia se hizo cargo de sus responsabilidades como padre.

-¿Por qué nunca fue a visitarme? Ni siquiera cuando me tuvieron que operar del apéndice fue a verme ¡mandó a Álvaro! ¿Ser padre es enviar postales y regalos en navidad y días especiales? ¿Pagar la escuela? ¡Lo único que he visto de él es su dinero!

-Es verdad que ha cometido errores… pero  ¡Ah! eres igual de orgullosa que tu madre…

-¡No hables así de ella! ¡Es una santa!

-¿Santa? Tu madre era una testaruda y orgullosa, en eso eres igual a ella. En cuanto cumpliste los 18 te negaste a recibir ayuda de tu papá. Él estaba dispuesto a costear tu carrera ¡pero no! La niña quería demostrar que no lo necesitaba.

-No lo necesito.- insistió terca.

-Yo creo que sí. Y no me refiero a lo económico. Necesitas un padre.

-Tú eres mi padre.-

-No. Yo soy tu anciano tío, tu alcahuete. Necesitas conocer al hombre que te dio la vida, conocer al ser humano del que vienes.-

-¿Es inevitable?

-Me temo que si. ¿A qué le temes?

-Yo…-titubeó. ¿A qué le temía? Sabía que su padre no supo de su existencia hasta que cumplió los 8 años. Desde entonces había enviado dinero cada mes para cubrir sus necesidades. Pero nunca la había buscado. Su madre le dijo que era un acuerdo al que habían llegado. Así que lo único que tenía de él eran postales, algunas cartas y regalos. ¿Acaso a su padre no le importaba lo suficiente? ¿Acaso no la amaba? ¡Obvio no! ¿Cómo podía amarla si no la conocía? ¿Y cómo podía ella amarlo sin conocerlo? Ese era su mayor temor, que su padre la conociera al fin y no la amara..- Es complicado.

-Te llevaré a su casa esta tarde. A partir de hoy te quedarás a su cuidado.-

-¿Tan pronto?

-Al mal paso darle prisa ¿no?-

Su tío le dijo que la llevaría con su “familia” a media tarde. Estaba muy nerviosa, casi no sabía nada de las personas con las que viviría. Sabía que su padre se había casado pero ¿tendría más hijos? Seguro que si. A las personas de su posición les preocupaba mucho el tema de la descendencia. Recogió las pocas cosas que tenía fuera de su maleta y se sentó en su ruidoso camastro. Ella no esperaba eso. No esperaba que su tío le tendiera esa trampa. Pero ¿a quién quería engañar? Si de verdad quisiera irse ya lo habría hecho. Tenía curiosidad de saber cómo era su padre. Cuando empezaba la adolescencia había visto unas fotografías de él en internet y la verdad se parecían bastante. Pero después de eso no quiso buscar más información. Le dolía.

-Alejandra, ¿estás lista?

Tomó sus pertenencias y caminó detrás de su tío. Subió al viejo Tsuru y estuvo en silencio durante todo el camino.

-Llegamos.-

-Eso fue muy rápido.- dijo con temor en el rostro.

-Te dije que estaremos muy cerca. Si continuas por esa carretera llegarás a la ciudad, está como a unos 15 kilómetros. Ahí está tu nueva universidad.-

-Uhm, bien.. ¿Él sabía que vendría hoy?-

-Sí, anoche le llamé e informé que ya estabas en el pueblo.-

-¿Y qué respondió?

-Que ansiaba verte ya.

Ale no pudo evitar sonreír un poco. Ojalá fuera verdad lo que decía su tío. Los sacerdotes no mienten ¿verdad? Su tío se detuvo un momento frente a la enorme reja para hablar con el guardia de seguridad en la cabina pero, para su sorpresa, los dejaron pasar sin hacer preguntas. Se quedó con la boca abierta en cuanto entraron a la propiedad. Parecía que el terreno era infinito. El pasto verde se extendía por doquier a excepción de un camino empedrado que conducía a la enorme casa. ¿Casa? ¡Eso era un castillo!  Justo antes de llegar a la mansión, el camino empedrado se abría para dar paso a una impresionante fuente. El auto se detuvo y Ale seguía con la boca abierta ¿de verdad viviría ahí? ¿Esa era la casa de su familia paterna?

-Alejandra, puedes bajar.-

-La voz de su tío la hizo reaccionar.

Con torpeza bajó del auto justo cuando las grandes puertas se abrieron y varias personas caminaron hacia ella. Estaban vestidos iguales por lo que Ale supuso que serían empleados de la casa.

-Permítame, señorita.- le dijo un hombre de unos 45 años mientras pasaba a su lado y sacaba su equipaje del maletero del auto.

-Yo puedo…-

-De ninguna manera.- dijo gentilmente el hombre cargando las maletas y dirigiéndose a la casa. Entonces Ale se fijó en un hombre que vestía diferente. Más elegante, Como pingüino.

-Buenas tardes, padre.- dijo con una sonrisa saludando a su tío.

-Buenas tardes, Bernardo.-

-Buenas tardes, señorita.- ahora se dirigió a ella haciendo una reverencia ¿pero qué…?- Bienvenida. Adelante por favor.

-Gracias.- ¡estaba nerviosa! Cuando entró a la mansión se sintió incómoda ¿qué hacía ella ahí? Tenía ganas de salir corriendo como desquiciada.  Llegaron a una puerta de madera. Bernardo tocó dos veces y abrió para cederles el paso. Se quedó inmóvil mientras su tío entraba a la habitación. Al notar su ausencia, el anciano volvió su vista atrás, buscándola.

-Ale, entra.- la animó con una sonrisa. Respiró hondo tres veces antes de colocar un pie delante del otro.

La habitación era un despacho. Las paredes estaban adornadas con cuadros, habían repisas con libros, trofeos y del lado derecho un elegante escritorio y de pie, detrás de él, el Conde, su padre.

 

El Conde no le quitaba los ojos de encima, le sonreía y ¡se parecía mucho a ella! ¿O ella se parecía a él? Tenían el mismo cabello ondulado y castaño, la tez pálida, de complexión atlética, altos y unos ojos verde esmeralda.

 

-Hola, Alejandra.- la saludó con una voz ronca y profunda. Rodeó su escritorio y caminó hacia ella sin detenerse y sin perder la sonrisa. La abrazó. Ale no sabía que hacer, su padre la tenía presa entre sus brazos. Solo atinó a rodearlo por la cintura y descansar la cabeza en su hombro. Su padre olía a limpio, a aire fresco.

-Hola.- dijo con la voz quebrada.

-Bienvenida a casa.- su padre se separó un poco de ella y la sostuvo de los hombros.- ¡Mira que grande estás! ¡Y qué guapa!

-Eso lo heredó de mi.- dijo su tío.

 

-Sin duda, Sebastián.- le contestó el Conde al anciano. ¿Sebastián?  ¿Por qué le hablaba con tanta familiaridad?- Ven, siéntate aquí.- La condujo hasta uno de los sillones.

-¿Qué tal el viaje? ¿Paseaste por el pueblo?

-Eh… yo…- se sentía rara al estar hablando así con su papá. Tenía tanto que decirle, que preguntarle, que reprocharle y parecía que un ratón le hubiera comido la lengua.- Estuvo largo y no salí al pueblo.

-Ya veo.- el hombre seguía sonriendo.- Ya tendrás tiempo para disfrutar del valle, estoy seguro que te gustará.

-Si, gracias.-

-De nada. Ésta es tu casa.- le tomó ambas manos.- Siéntete cómoda aquí. Estás con tu familia.

Su tío, que se había mantenido a unos metros de distancia, se acercó.

-Bien, creo de debemos hablar de las condiciones en las que serás presentada.-

-¿Ah? ¿Cómo?- ¿Qué?

-Verás – empezó a decir el Conde- mi posición requiere de cierta imagen, de cierto cuidado. Mi familia se ha hecho cargo de este condado desde hace tres siglos y es un honor. La responsabilidad de ser un Conde es muy alta. Tú eres mi hija y yo soy tu padre, nadie puede cambiar ese hecho. Sin embargo, ni mi familia ni la Corona saben de nuestro parentesco y –

-Quieres que se mantenga así.- completó Ale enojada.

-Eso sería lo ideal.-

-¿Tu sabías esto?- Le preguntó a su tío solo para confirmar. El anciano asintió.- O sea me trajiste aquí para que conociera a mi padre y luego negara que soy su hija. ¡Me trajiste aquí para negarme tal y como lo has hecho todos estos años!- le gritó al Conde furiosa, paseando por la habitación.

-¡No, hija, no!

-¡No me llames hija! Me importa un carajo tu posición o la de tu familia. No me interesa tu dinero ni tu título ¡yo solo quería un padre!-

-¡Y aquí estoy! ¡Aquí estoy!.- el hombre se acercó y la sujetó de los antebrazos.- aquí estoy.- repitió más tranquilo.- Las cosas en la vida no son sencillas. Nada me daría más orgullo que presentarte como mi hija, pero las circunstancias son difíciles. Lo entenderás poco a poco.-

-¿Quién diré que soy? ¿La hija del lechero?- preguntó con amargura.

-Bien podrías serlo, eres igual de gruñona que él.- dijo divertido su tío.

-Viejo bobo.- No pudo evitar sonreír un poco.

-No serás la hija del lechero. Serás la hija de mi difunto primo Antonio. Desde muy joven se la pasaba viajando por el mundo y casi no se le veía por aquí. Era un cosmopolita.-

-Antonio era muy alegre y divertido – continuó su tío.- Siempre iba de un lado a otro. Diremos que en uno de esos viajes se casó y tu eres producto de ese matrimonio.- ¡¿Eso era enserio?!

-¿Y si me preguntan por él?

-Dirás que se separó de tu madre poco después de tu nacimiento y que casi no te visitaba,-

-Eso es casi la verdad.- dijo cruel.

-Aquí está la historia que contarás.- le dijo su padre entregándole un portafolios.

-Tuvieron tiempo para planear todo esto ¿no?

-De hecho se me ocurrió a mi.- reconoció el anciano.

-Y yo que pensé que los sacerdotes no mentían.-

-Los sacerdotes no mienten, los tíos sí.

-Siendo hija de mi primo Antonio, nadie cuestionará tu posición en esta casa ni tu parecido conmigo.

-¿Por qué no?

-Tony y yo éramos los más parecidos en la familia, parecía mi hermano y no mi primo. Y con respecto a tu posición, bueno, de esa manera ya tienes mi apellido aunque en el acta él aparezca como tu padre.

-¿Acta? ¿Cuál acta?

-Está en el portafolios.- murmuró su tío.

-Hay… algo más.- El Conde titubeó un momento.- No puedes decir que Sebastián es tu tío ni mencionar el nombre de tu madre.

-¡¿Qué?! ¡No negaré a mi madre!

-No te pedimos que la niegues, solo que omitas su nombre.

-¿Porqué?

-Tu madre vivió aquí varios años y muchos saben de la relación tan… estrecha que tuvo con Guillermo. – decía su tío.- Alguien perspicaz podría atar cabos y descubrir tu verdadera identidad.

-Ustedes son increíbles.- estaba molesta.

-Estoy seguro de que un día nos perdonarás.-

-Yo no estaría tan segura, tío..

-Esas son las circunstancias, sé que no es lo que esperabas pero eso no quiere decir que no seas mi hija. Estarás bajo mi protección hasta que muera.

-¿O sea que seré prisionera de ésta casa?

-No. Eres libre de entrar y salir. Pero nunca dejarás de ser quien eres.

-¿Y quién soy?

-Eres Alejandra San Román, miembro de la Casa de Castilnovo por derecho de sangre. Con los privilegios y responsabilidades que eso conlleva.- su padre le hablaba con seguridad y firmeza.- Asistirás a la universidad y terminarás la carrera, tendrás todo mi apoyo para estudiar algún posgrado o lo que elijas como futuro profesional, desenvolviéndote siempre con decoro y honor.-

-¿O sea que debo ser una niña fresa estirada?

-No, solo no seas tan odiosa.- comentó su tío.

-Ser aristócrata no significa ser estirada (¡Tris!).- la reprendió su padre.

-¿Ah no?

-Es un verdadero trabajo. Como te decía, asistirás a la misma universidad a la que han ido todos los miembros de esta familia y a la que actualmente asiste tu hermana menor, mi hija Cristina.

-Mi…hermana… ¿Tengo una hermana?- no pudo esconder su emoción, ¡siempre quiso tener hermanos!

-De hecho tienes tres. Cristina está en primer año de Comercio Internacional.

-Qué raro suena eso.

-Luego está Guillermo Jr. o Memo, él tiene 13 años y por último Sofía que tiene 8 años.

 

-Oh vaya son… muchos.

-Te acostumbrarás a ellos. Te los presentaré a la hora de la cena. ¿Te quedarás a cenar con nosotros, Sebastián?

-¿Alguna vez he rechazado una invitación del Conde?

-Me temo que no.

-Alejandra recuerda que estás en tu casa.- le dijo el Conde antes de presionar un botón a un costado del teléfono. Segundo después la puerta se abrió y entró Bernardo.

-Con permiso. ¿En que puedo servirle, su excelencia?- Ale soltó un bufido ¿Excelencia? Que gay sonó eso.

-Lleva a Alejandra a su habitación, por favor.- ¿Ya, era todo? ¿La enviaba a su habitación?

 

Indignada, Ale tomó el puto portafolios y su mochila y salió del despacho sin mirar a los dos hombres ahí.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

BESO!S CACHONDOS.

!Travesura realizada!


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