Cuando reiniciaron el viaje, Kyungsoo se contentó con el paisaje mientras Jongin mantenía una conversación general. La calidez y la comodidad del Mercedes lo habían llevado a un estado de profunda relajación. Se acomodó sobre el asiento y, de repente, sintió los párpados muy pesados y los cerró durante un instante. La profunda voz de Jongin acrecentaba la tranquilidad de su estado de ánimo, por lo que el murmuró suavemente su respuesta hasta que ya no escuchó nada más.
Se estiró cuando el cambio de la superficie de la carretera lo hizo salir de su sopor. Abrió los ojos y, después de un momento de desorientación, regresó a la realidad. Tenía apoyada la cabeza contra el hombro de Jongin, por lo que se incorporó rápidamente y lo miró alarmado.
—Oh, lo siento. ¿Me he quedado dormido?
—Podrías decir eso —respondió él ambario, mirándolo mientras el se arreglaba el cabello—. Has estado una hora en el mundo de los sueños.
— ¿Una hora? —repitió el pelinegro asombrado-. ¿Dónde estamos? ¿Qué me he perdido? —añadió mirando por la ventana.
—Todo desde Schenectady. Ahora, estamos en la carretera que conduce a mi casa.
— ¡Oh! Todo esto es muy bonito.
La estrecha carretera por la que viajaban estaba flanqueada por árboles cubiertos de nieve y escarpados riscos. Las ramas de los pinos resplandecían, brillando con una capa helada blanca y pura.
—Hay tantos árboles...
—El bosque está lleno de ellos.
—No te rías de mí —comentó el. Le dio un suave puñetazo en el hombro y siguió mirando-. Todo esto es nuevo para mí.
—No me estoy riendo de ti. Me encanta tu entusiasmo.
El coche se detuvo por fin. Kyungsoo lanzó un grito de placer al descubrir una cabaña con forma de A en medio de un claro del bosque.
—Ven a echar un vistazo —le dijo Jongin mientras salía del coche.
…l extendió la mano y Kyungsoo se la agarró. Juntos comenzaron a avanzar a través de la nieve. Un arroyo discurría cerca de la casa y, como un niño que desea compartir un nuevo juguete, Kyungsoo tiró de Jongin para llevarlo hasta allí.
— ¡Qué maravilloso! ¡Qué maravilloso! —exclamó el, al observar cómo el agua bajaba con fuerza entre las piedras—. ¡Qué lugar tan fabuloso! ¡Es tan salvaje y tan poderoso, tan intacto y primitivo!
-Algunas veces vengo aquí cuando el ambiente del despacho se hace demasiado agobiante. Hay una paz tan deliciosa... No existen ni las reuniones urgentes, ni las fechas límites ni las responsabilidades.
Kyungsoo lo miró asombrado. Nunca se habría imaginado que Jongin tuviera la necesidad de escaparse de nada o de buscar la soledad de un lugar tan alejado de la ciudad y de sus comodidades. Para él, Kim Jongin representaba al típico hombre de negocios, con empleados dispuestos a cumplir sus órdenes sólo con que él chasqueara los dedos. En aquel momento, había empezado a ver otro aspecto de su naturaleza, lo que le causaba un profundo placer.
—También resulta bastante aislado —comentó él, mirándolo con una fuerza que hizo que Kyungsoo con tuviera el aliento.
Sin poder evitarlo, el apartó la mirada. Estaba en medio de ninguna parte. Jongin le había dicho que los demás iban a ir también allí, pero sólo tenía su palabra. No se le había ocurrido comprobarlo con Yifan. ¿Y si se lo había inventado? Estaría atrapado con él, completamente solo. ¿Qué haría si...?
-Tranquilo, Soo -dijo él, con una seca carcajada—. No te he secuestrado. Los demás vendrán enseguida para protegerte. Es decir, si pueden encontrar este lugar —añadió, con una amplia sonrisa—. Sería una pena que mis indicaciones no hubieran sido las adecuadas, ¿no te parece?
Tomó a el confundido Kyungsoo una vez más de la mano y lo llevó hacia la cabaña. El interior era muy espacioso, con amplias ventanas que parecían llevar las montañas al interior de la vivienda. Los altos techos con las vigas al descubierto daban aún más sensación de espacio. Unas escaleras de madera llegaban a un balcón que ocupaba toda la longitud del salón. Una chimenea de piedra dominaba una pared entera de la estancia, que estaba adornada con hermosos muebles y alfombras multicolores que ofrecían el contrapunto perfecto a los suelos de pino.
—Es precioso —dijo el pelinegro, encantado. Se dirigió hacia el ventanal—. Uno puede estar dentro y fuera al mismo tiempo aquí.
—Yo mismo he sentido eso muchas veces —afirmó él mientras lo ayudaba a despojarse del abrigo—. ¿Qué perfume llevas? —añadió. Los dedos comenzaron a acariciar suavemente la nuca de Kyungsoo —. Siempre es el mismo, delicado y atractivo.
—Es un perfume de flor de manzana -susurró el, sin apartar los ojos de la ventana.
—Mmm... No debes cambiarlo. Te va muy bien... Me muero de hambre —anunció de repente—. ¿Qué te parece si abres una lata o algo así y yo enciendo la chimenea? La cocina está muy bien surtida. Seguro que encuentras algo que nos ayude a matar el hambre.
—Muy bien —afirmó el, con una sonrisa—. ¿Dónde está la cocina?
Cuando Jongin se la señaló, él pelinegro se dirigió hacia el lugar indicado inmediatamente. La cocina era muy acogedora. Estaba decorada con un estilo antiguo, con una pequeña chimenea de ladrillos y varias cacerolas de cobre colgadas de la pared, pero había sido adaptada para los tiempos modernos. La enorme alacena estaba, efectivamente, muy bien surtida, por lo que él la localizó rápidamente una serie de latas para realizar un almuerzo más que aceptable. No sería precisamente una comida digna de gourmets, pero sería más que suficiente. Abrió una lata de sopa y estaba vertiéndola en un cazo cuando oyó los pasos de Jongin .
— ¡Qué rápido! —exclamó él—. Debiste de ser un boy scout maravilloso.
—Tengo por costumbre dejar preparada la chimenea cuando me marcho —explicó él—. Así, lo único que tengo que hacer cuando vengo es encender una cerilla.
— ¡Qué organizado! —observó él pelinegro mientras ponía la sopa al fuego.
— ¡Qué bien huele! —proclamó él rodeándole la cintura con los brazos—. ¿Eres buen cocinero, Kyungsoo?
El firme cuerpo que se le pegaba a la espalda resultaba muy turbador. Kyungsoo hizo un gran esfuerzo por mantenerse sereno.
—Todo el mundo sabe abrir una lata de sopa...
Aquella última palabra estuvo a punto de ahogársele en la garganta al sentir que Jongin le apartaba el cabello y sus cálidos labios comenzaban a besarle la nuca.
—Creo que es mejor que haga un poco de café —añadió, con la intención de zafarse de él. Sin embargo, Jongin se lo impidió y siguió torturándole la vulnerable piel—. Creía que tenías hambre...
-Así es —murmuró él, sin dejar de mordisquearle el lóbulo de la oreja—. Estoy desfallecido...
Enterró el rostro en la curva del cuello de Kyungsoo. El sintió que la cocina comenzaba a darle vueltas cuando él le deslizó las manos por debajo del jersey.— Jongin , no... —protestó, a pesar del deseo que lo embargaba. Entonces, trató de escaparse antes de verse perdido.
…l murmuró algo entre dientes y le dio la vuelta para besarlo apasionadamente. Aunque se habían besado antes, él siempre lo había hecho con un cierto control. En aquellos momentos, era como si el salvaje terreno que los rodeaba se hubiera adueñado de él. Como un hombre que ha estado reprimiendo su autocontrol demasiado tiempo, le asaltó la boca, le separó los labios y tomó posesión de ellos. Con una mano apretaba las caderas de Kyungsoo contra su propio cuerpo, como si quisiera moldearlos juntos en una única forma. El pelinegro se estaba ahogando en aquella explosión de pasión y se aferraba a Jongin mientras él le recorría el cuerpo con las manos, buscando, pidiendo, recibiendo. El fuego de su necesidad prendió también la de él y Kyungsoo se entregó sin reservas, tensándose contra él, deseando sólo abrasarse por completo en aquel calor.
El sonido del motor de un coche en el exterior hizo que Jongin lanzara una maldición ahogada. Apartó la boca de la de Kyungsoo y, tras apoyar la barbilla sobre la cabeza de el, suspiró.
—Nos han encontrado, Kyungsoo. Es mejor que abras otra lata.
Desde el exterior se escucharon voces, la risa de Tao y el tono elevado de Yifan mientras compartían una broma. Jongin se acercó a la puerta para darles la bienvenida mientras Kyungsoo trataba de recuperar un poco de compostura. El intento de seducción de Jongin había despertado en el una respuesta salvaje y primitiva. Sabía que, si no los hubieran molestado, Jongin no se habría contenido ni él habría protestado. El deseo que habían experimentado había sido demasiado total, demasiado abrasador. El rápido inicio y el súbito final del contacto entre ambos lo había dejado temblando. Se llevó las manos a las ardientes mejillas y se dirigió al fogón para ocuparse de la sopa y del café con la esperanza de que aquellas tareas tan mecánicas la ayudaran a recuperar el equilibrio.
-Veo que ya te tiene trabajando en la cocina —comentó Tao al entrar. En las manos llevaba una enorme bolsa de papel—. ¿Acaso no es esa actitud propia de un mandón?
—Hola —respondió Kyungsoo, con bastante normalidad—. Parece que a los dos se nos ha asignado un papel. ¿Qué hay en la bolsa?
—Suministros para un fin de semana en la nieve —respondió el rubio. Rápidamente, desempaquetó los contenidos y sacó leche, queso y otros productos frescos.
—Siempre tan eficiente —afirmó Kyungsoo con una sonrisa. Poco a poco, la tensión iba desapareciendo.
—Resulta muy difícil ser perfecto—bromeó Tao—, pero algunas personas nacemos así.
Cuando terminaron de preparar el almuerzo, llevaron los boles y los platos a una enorme mesa que había en el salón, con largos bancos a cada lado. Todos devoraron la sencilla comida como si hubieran pasado meses desde que habían tomado un mendrugo de pan. Kyungsoo trató de reflejar la actitud casual de Jongin. Al principio le resultó difícil, pero, tras echar mano de todo su orgullo, se unió a la conversación y recibió los comentarios de Jongin con una relajada sonrisa.
Mientras los dos hombres se enzarzaban en una conversación técnica sobre el tipo de fotografías que requerían, Kyungsoo se retiró con Tao a la planta superior para ver el dormitorio que los dos iban a, compartir. Tenía un encanto tan rústico como el resto de la casa. La luminosa habitación tenía unas vistas espectaculares. Había dos camas, cubiertas con rústicos edredones y, una vez más, la madera dictaba la nota predominante.
Kyr se ocupó con la maleta en la que llevaba todas sus pertenencias mientras Tao se tiraba sobre una de las camas.
— ¿No te parece fantástico este lugar? —exclamó—. Lejos de las multitudes, de los ordenadores y de los teléfonos. Tal vez se ponga a nevar con fuerza y tengamos que quedarnos aquí hasta la primavera.
—Sólo podríamos quedarnos aquí si Yifan tuviera suficiente película fotográfica para dos meses. En caso contrario, podría empezar con el síndrome de abstinencia —comentó Kyungsoo mientras sacaba una parca roja y unos pantalones de esquí de la maleta y los estudiaba con ojo profesional—. Creo que esto debería resaltar bastante en la nieve.
—Ese color te sentará estupendamente —dijo Tao—. Con el color de tu cabello y de tu piel y con la nieve como fondo, estarás guapísimo. El jefe nunca se equivoca.
El sonido de un coche les llamó la atención. Los dos se acercaron a la ventana para ver cómo Max Changmin ayudaba a Luhan a bajar del vehículo.
—Vaya —suspiró Tao. Entonces, miró con expresión triste a Kyungsoo—.Tal vez haya cometido una...
Atónito, Kyungsoo no dejaba de mirar la pelirroja cabeza de Luhan.
—Yo no... Jongin no me dijo que Luhan iba a venir también -dijo Kyungsoo. Entonces, endurecido por la intromisión del pelirrojo en su fin de semana, se apartó de la ventana y siguió deshaciendo la maleta.
—A menos que él no lo sepa —aventuró Tao—. Tal vez lo tire a la nieve.
—Tal vez —replicó Kyungsoo—, se alegre de verlo.
—Bueno, no lo vamos a averiguar quedándonos aquí —afirmó Tao. Entonces, se dirigió hacia la puerta y agarró a Kyungsoo por el brazo de camino— Vamos a ver.
Kyungsoo escuchó la voz de Luhan mientras bajaba por las escaleras.
—No te importa que haya venido a hacerte compañía, ¿verdad, Nini? Pensé que sería una maravillosa sorpresa.
Kyungsoo entró en el salón a tiempo de ver cómo Jongin se encogía de hombros. Estaba sentado frente al fuego, con el brazo de Luhan sobre el suyo.
—No creí que las montañas fueran de tu gusto, Lú —dijo él, con una suave sonrisa-. Si querías venir, deberías habérmelo dicho en vez de decirle a Changmin que yo quería que él te trajera aquí.
—Cariño, sólo ha sido una pequeña mentirijilla. La intriga resulta tan divertida...
—Esperemos que «tu pequeña intriga» no te lleve a «un gran aburrimiento». Estamos muy lejos de Manhattan.
—Contigo yo nunca me aburro.
Aquella voz tan suave y tan seductora ponía a Kyungsoo de los nervios. Pudo ser que hiciera algún sonido que expresara su enojo porque los ojos de Jongin se volvieron hacia el lugar donde Tao y él estaban de pie. Luhan se volvió también para mirar. Antes de esbozar una vaga sonrisa, tensó los labios durante un instante.
A continuación, se produjo un intercambio de saludos poco sinceros. Kyungsoo optó por la distancia y se sentó al otro lado del salón con Changmin mientras Luhan dedicaba toda su atención a Jongin.
—Pensaba que nunca llegaríamos aquí —se quejaba Luhan con gesto de petulancia—. ¿Por qué se te ocurrió comprar una casa en este lugar apartado de la mano de Dios Nini? No lo comprendo, cariño. Tanta nieve, con nada más que árboles y rocas. Y hace tanto frío... —añadió. Entonces, tras temblar delicadamente, se acurrucó contra él—. ¿Qué es lo que haces aquí cuando estás solo?
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