—Consigo encontrar distracciones —contestó Jongin. Entonces, encendió un cigarrillo—. Además, nunca estoy solo. Las montañas están llenas de vida. Hay ardillas, conejos, zorros...Toda clase de pequeños animales.
—Eso no es precisamente a lo que yo me refería por compañía... —susurró Luhan, con su voz más seductora.
—Tal vez no, pero a mí me entretienen sin pedirme nada a cambio. Además, a menudo veo pasar ciervos muy cerca de la cabaña cuando estoy al lado de la ventana y también osos...
— ¿Osos? —repitió Luhan horrorizado—. ¡Qué espanto!
— ¿Osos de verdad? —preguntó Kyungsoo, muy emocionado—. ¿De qué clase? ¿Osos grizzlies?
—No, osos negros —contestó Jongin, sonriendo al ver la reacción que el había tenido—, pero son igual de grandes. En este momento estamos a salvo porque están hibernando -añadió, mirando a Luhan.
-Menos mal —susurró el.
-A Kyungsoo le gustan bastante las montañas, ¿no es así?
—Son fabulosas —afirmó él lleno de entusiasmo—. Tan salvajes e indomables...Todo esto debe de tener casi el mismo aspecto que tenía hace un siglo. No hay nada más que naturaleza durante kilómetros y kilómetros.
—Sí, sí, ya veo que te muestras muy entusiasta -observó Luhan.
Kyungsoo le dedicó una mirada asesina.
— Soo creció en una granja de Kansas —explicó Jongin—. El no había visto antes las montañas.
— ¡Qué pintoresco! —murmuró Luhan, con una sonrisa—. Allí cultivan trigo o algo así, ¿verdad? Me imagino que, viniendo de una pequeña granja, estarás bastante acostumbrado a las condiciones primitivas.
El tono de superioridad que Luhan había utilizado enfureció totalmente a Kyungsoo.
—La granja de mis padres ni es pequeña ni primitiva, señorito Xiao. Supongo que, para alguien como usted, resulta imposible imaginarse la eternidad de los campos de trigo o los kilómetros de suaves colinas. No es un ambiente tan sofisticado como el de Nueva York, pero tampoco es prehistórico. Tenemos incluso agua corriente, caliente y fría, en las casas. Hay personas que aprecian la tierra y la respetan en todas sus formas.
—Debes de ser un chico acostumbrado a estar al aire libre —dijo Luhan con voz aburrida—. Yo prefiero las comodidades y la cultura de la gran ciudad.
—Creo que voy a ir a dar un paseo antes de que oscurezca —anunció Kyungsoo. Se sentía furioso.
Se levantó rápidamente. Necesitaba poner distancia entre Luhan y el antes de que perdiera completamente el control.
—Yo iré contigo —dijo Changmin mientras el pelinegro se ponía el abrigo—. He tenido que cargar con ese chico todo el día —añadió en voz muy baja, con una sonrisa de conspiración—. Creo que el aire fresco me sentará muy bien.
Mientras se dirigían hacia la puerta, Kyungsoo no pudo contener la risa. Se agarró del brazo de Changmin sin prestar atención alguna al ceño que se dibujó sobre ciertos ojos marrones que no dejaban de mirarlo.
Una vez en el exterior, los dos respiraron profundamente y se echaron a reír como niños. Decidieron dirigirse hacia el arroyo y siguieron su curso hasta adentrarse más en el bosque. La luz del sol se colaba esporádicamente entre las ramas y relucía sobre aquel suelo aterciopelado. La sosegada conversación de Changmin sirvió para relajar los tensos nervios de Kyungsoo.
Se detuvieron y descansaron sobre una roca durante un instante.
—Esto es muy bonito —dijo Changmin. Kyungsoo produjo un pequeño sonido que sirvió tanto de asentimiento como de expresión de placer-. Vuelvo a sentirme humano —añadió guiñando un ojo—. Es muy difícil soportar a ese hombre. No me imagino lo que Jongin ve en el.
-¿Te parece extraño si te digo que estoy completamente de acuerdo contigo?
Al notar un ligero cambio en la luz, que parecía anunciar la cercana puesta de sol, volvieron hacia la cabaña. Una vez más, siguieron el arroyo, guiándose con las huellas que habían dejado sobre la nieve. Cuando entraron en la cabaña, iban riéndose.
— ¿Es que no tienen la sensatez suficiente para saber que no pueden vagabundear por las montañas después del atardecer? —les espetó Jongin al verlos.
— ¿Después del atardecer? No digas tonterías —replicó Kyungsoo mientras se quitaba las botas-. Sólo hemos dado un pequeño paseo siguiendo el arroyo —añadió. Entonces, perdió el equilibrio y se chocó con Changmin. …l lo agarró por la cintura para que no se cayera y no retiró la mano mientras el pelinegro se quitaba la otra bota.
—Dejamos un rastro sobre la nieve —afirmó Changmin, con una sonrisa-. Es mejor que las migas de pan.
—El atardecer da paso a la noche cerrada con mucha rapidez y esta noche no hay luna —insistió Jongin—. Resulta muy sencillo perderse.
—Bueno, ya estamos aquí y no nos hemos perdido -le dijo Kyungsoo-. No hay necesidad de organizar una búsqueda ni de mandar un perro con una petaca de coñac. ¿Dónde está Tao?
—En la cocina, preparando la cena.
—En ese caso, es mejor que vaya a echarle una mano, ¿no crees?
Le dedicó una radiante sonrisa y dejó solos a los dos hombres para que fuera Changmin el que se enfrentara al mal genio de su jefe.
-A nadie le apetece nunca ocuparse del trabajo de preparar la comida —dijo Kyungsoo mientras entraba en la cocina.
—Díselo a le señorito Orgulloso —comentó Tao mientras desenvolvía los filetes—. Estaba tan fatigado después de tan arduo viaje que tuvo que tumbarse un rato antes de cenar.
—Pues es una bendición —afirmó Kyungsoo mientras se unía a su amigo para preparar la cena—. Por cierto, ¿quién dijo que teníamos que ser nosotros los que nos ocupáramos de la cocina? No creo que figure en mi contrato.
—Fui yo.
— ¿Voluntariamente?
—Sencillamente, he probado los talentos culinarios de Yifan y no quise correr otra vez el riesgo de una intoxicación. En cuanto al jefe, hasta el café lo hace mal. En lo que se refiere a Changmin... bueno, puede que sea un cocinero genial, pero no estaba dispuesto a correr el riesgo.
—Ya entiendo.
En alegre compañía, los dos prepararon la cena. Le dieron vida a la cocina con el golpeteo de los platos y los cacharros y el chisporroteo de la carne. De repente, Yifan se materializó en la puerta.
— ¡Qué bien! Estoy muerto de hambre -anunció—. ¿Cuánto queda para cenar?
—Toma —le dijo Tao antes de darle un buen montón de platos—.Ve a poner la mesa... así no pensarás en tu estómago.
—Sabía que tenía que mantenerme alejado de la cocina —gruñó él. Entonces, desapareció en dirección al salón.
—Supongo que es el aire de la montaña —comentó Kyungsoo, cuando estuvieron todos sentados alrededor de la mesa del salón y empezaron a cenar—, pero estoy muerto de hambre.
Ver cómo Jongin esbozaba una lenta sonrisa le hizo recordar la escena que se había producido horas antes en la cocina. El color tiñó sus mejillas. Tomó la copa de vino para disimular y, tras dar un buen trago, dedicó de nuevo toda su atención a la comida.
Cuando llegó la hora de recoger, se puso de manifiesto una confusión y una desorganización patentes. Al final, Tao levantó las manos y los echó de la cocina.
—Yo soy el jefe —le recordó Jongin—. Se supone que soy yo quien da las órdenes.
—Hasta el lunes no —replicó el antes de darle un buen empujón. Entonces, observó con desaprobación cómo Luhan se marchaba con él—. Mejor —le dijo a Kyungsoo—. Probablemente no habría podido evitar ahogarlo en el fregadero.
Más tarde, la fiesta se prolongó en el salón. Tras rechazar el coñac que le ofreció Jongin, Kyungsoo se sentó sobre un pequeño escabel cerca del fuego. Observó cómo danzaban las llamas sin darse cuenta de la imagen que tenía. El cabello y las mejillas le relucían con la suave luz y tenía una expresión suave y soñadora en los ojos. Sólo una pequeña porción de su mente registraba la conversación que se estaba produciendo y el tintineo ocasional de las copas. Con los codos sobre las rodillas y la cabeza sobre las palmas de las manos, se dejó apartar por la magia del fuego de todo pensamiento consciente.
— ¿Te han hipnotizado las llamas, Soo? —le preguntó Jongin de repente, mientras se agachaba para sentarse sobre la alfombra, al lado de él.
—Espero que se te congelen los objetivos —replicó el, con una sonrisa.
—Basta ya, Soo—protestó Yifan mientras seguía tomando fotografías-. Muy bien, con eso servirá.
Al oír aquellas palabras, Kyungsoo se desplomó sobre la nieve fingiendo un desmayo. Yifan se inclinó sobre el y tomó otra fotografía. …l pelinegro se echó a reír.
— ¿Son cada vez más largas las sesiones, Yifan, o es impresión mía?
—Es impresión tuya —respondió él—. Ya has pasado la cima de tu carrera. A partir de ahora todo irá cuesta abajo —bromeó.
—Ya te enseñaré yo lo que es ir cuesta abajo —replicó Kyungsoo. Se puso rápidamente de pie y agarró un puñado de nieve.
—No, Soo, no —suplicó Yifan mientras protegía su cámara—. Recuerda las fotos que acabo de tomar. No pierdas el control —añadió. Entonces, se dio la vuelta y echó a correr hacia la cabaña.
—Que he pasado la cima de mi carrera, ¿eh? ¡Toma!
La bola de nieve golpeó a Yifan de lleno en la espalda. A continuación, echó a correr tras él y, cuando lo alcanzó, se le subió a la espalda y comenzó a golpearle en la cabeza.
—Tú sigue —le dijo Yifan transportándolo sin esfuerzo alguno—. Estrangúlame, causame una conmoción cerebral... pero no se te ocurra tocarme la cámara.
Justo cuando se acercaban a la cabaña, Jongin salió de su interior.
—Hola, Yifan —dijo—. ¿Ya han acabado?
—Señor Kim —comentó el pelinegro en tono muy serio, -tengo que hablar con usted. Creo que debemos contratar un nuevo fotógrafo. …ste acaba de sugerir que mi carrera va cuesta abajo.
—Yo no tengo la culpa —protestó Yifan-. Figuradamente, llevo meses contigo en brazos y ahora te transporto literalmente. Creo que estás engordando.
—Eso es el colmo —protestó el—. Ahora ya no me queda elección. ¡Tengo que matarlo!
—Déjalo durante unos días, ¿de acuerdo? -le pidió Tao, que acababa de aparecer en la puerta—. …l no lo sabe todavía, pero voy a llevarlo a dar un paseo por el bosque.
—Muy bien —afirmó Kyungsoo —. Eso debería darme el tiempo suficiente para considerar mi decisión. Déjame en el suelo, Yifan. Te acabo de conceder un indulto.
— ¿Tienes frío? —le preguntó Jongin a Kyungsoo, cuando entraron en la cabaña y el comenzó a despojarse del mono de esquiar.
—Estoy congelado. Hay algunos entre nosotros que tienen anticongelante en vez de sangre en las venas.
—Ejercer de modelo no es sólo glamour y sonrisas, ¿verdad? —preguntó Jongin mientras el modelo se sacudía la nieve del cabello-. ¿Estás satisfecho? -quiso saber él de repente—. ¿No deseas nada más?
—…sta es mi profesión y es lo que sé hacer.
—Pero, ¿es lo que quieres hacer? —insistió él—. ¿Es lo único que deseas hacer?
— ¿Lo único? A mí me parece que es más que suficiente —replicó el.
Jongin lo observó durante un instante. Entonces, se dio la vuelta y se marchó. Incluso con vaqueros, se movía con una gran elegancia. Completamente perplejo, Kyungsoo observó cómo desaparecía por el pasillo.
La tarde pasó muy tranquilamente. Kyungsoo se tomó el chocolate caliente con el que tanto había soñado y dormitó un rato sobre una butaca que había al lado del fuego. A continuación, observó cómo Jongin y Changmin jugaban al ajedrez.
Luhan no dejaba a Jongin ni un solo instante, a pesar de que seguía la partida con evidente aburrimiento. Cuando terminaron de jugar, insistió en que Jongin le mostrara el bosque. A Kyungsoo le resultó evidente que no estaba pensando ni en los árboles ni en las ardillas.
Poco a poco, empezó a oscurecer. Luhan, con aspecto algo enojado después de su paseo, se quejó sobre el frío y luego anunció como si se tratara de un rey que iba a darse un baño durante al menos una hora.
Cenaron un guisado de carne, que disgustó profundamente a el pelirrojo. Compensó su descontento bebiendo más vino del aconsejable. Nadie prestaba atención alguna a sus innumerables quejas, por lo que la cena pasó con el ambiente relajado de personas que se han acostumbrado a la compañía de los demás.
Una vez más, Kyungsoo y Tao se hicieron cargo de la cocina. Estaban a punto de terminar de recoger cuando Luhan entró, con otra copa de vino en la mano.
-¿Han acabado ya con Nuestros que quehaceres domésticos? —les preguntó con un profundo sarcasmo.
—Sí. Te agradecemos profundamente tu ayuda —replicó Tao mientras metía los platos en un aparador.
—Si no te importa, me gustaría hablar con Kyungsoo.
—No, claro que no me importa —contestó Tao. Sin inmutarse, siguió guardando platos.
Luhan se dirigió hacia el fogón, que Kyungsoo se estaba ocupando de limpiar.
—No pienso tolerar tu comportamiento durante más tiempo —le espetó.
—Muy bien. Si prefieres hacerlo tú... —replicó. Acto seguido, le ofreció el estropajo con el que estaba limpiando.
—Te vi esta mañana revoleándote con Nini —le espetó Luhan.
— ¿Sí? —repuso Kyungsoo. Entonces, volvió a centrar toda su atención en la limpieza de la cocina—. En realidad, estaba tirándole bolas de nieve. Yo creía que tú estabas dormido.
—Jongin me despertó cuando se levantó de la cama.
Luhan había hablado con voz suave, pero la implicación de sus palabras resultaba evidente. El dolor se apoderó de Kyungsoo. ¿Cómo podía haber abandonado Jongin los brazos de uno para ir tan fácilmente a los de otro? Cerró los ojos y se sintió palidecer. La diversión y la intimidad que habían compartido aquella mañana carecía de significado. Se aferró a su orgullo desesperadamente y volvió a enfrentarse con Luhan.
—Cada uno tiene derecho a tener sus gustos —replicó.
Luhan se ruborizó dramáticamente. Tras lanzar un furioso juramento, arrojó el contenido de la copa sobre el jersey de Kyungsoo
— ¡Con eso has ido demasiado lejos, Luhan! —explotó Tao, muy enojado—. No te vas a salir con la tuya en esto.
—Perderás tu trabajo por haberme hablado así.
—Inténtalo. Cuando mi jefe vea que...
— ¡Ya basta! —los interrumpió Kyungsoo—. No quiero que hagas una escena, Tao.
—Pero Soo...
—No, por favor. Olvídalo. Lo digo en serio —afirmó, a pesar de que sentía la necesidad de arrancarle el cabello a Luhan—. No hay necesidad de meter a Jongin en esto. Ya he tenido más que suficiente.
—Muy bien, Soo —dijo Tao. Entonces, lanzó a Luhan una mirada de desprecio-. Sólo por ti.
Kyungsoo salió de la cocina con rapidez. Deseaba fervientemente poder alcanzar el santuario de su dormitorio. Sin embargo, antes de que llegara a la escalera, se encontró con Jongin.
-¿Acaso has estado en la guerra, Soo? -le preguntó, al ver las manchas rojas que llevaba en el jersey—. Y parece que has perdido.
—Yo no teñía nada que perder —musitó él pelinegro antes de tratar de seguir con su camino.
—Un momento... ¿Qué te pasa? -le preguntó Jongin tras agarrarlo por el brazo.
-Nada...
—No me vengas con ésas... Mírate -le ordenó Jongin. Trató de agarrarle a Kyungsoo la barbilla, pero él se lo impidió—. No hagas eso. ¿Qué te pasa? —insistió. Le agarró el rostro y se lo inmovilizó.
—No me pasa nada —replicó el modelo-. Simplemente estoy cansado de que me manoseen.
Rápidamente, observó cómo los ojos de Jongin se oscurecían hasta alcanzar una tormentosa expresión.
—Tienes suerte de que haya otras personas en la casa o te daría un buen ejemplo de lo que es realmente manosear. Es una pena que yo respetara tu frágil inocencia, pero te aseguro que, en el futuro, mantendré las manos alejadas de ti.
Jongin lo soltó por fin. Entonces, con la barbilla y el brazo doloridos por la presión, Kyungsoo lo empujó con suavidad y comenzó a subir tranquilamente las escaleras.
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