Kyungsoo se despertó con la brillante luz del sol. Parpadeó repetidamente para tratar de enfocar los objetos familiares que veía a su alrededor. Entonces, se incorporó en la cama y lanzó un gruñido. La cabeza le dolía y parecía que tenía la boca llena de arena. Colocó los pies sobre el suelo y trató de ponerse de pie, pero sólo consiguió volver a caer sobre la cama con un gemido. El dormitorio parecía dar vueltas a su alrededor como si fuera un carrusel. Se agarró la cabeza con las manos con la esperanza de detenerlo.
« ¿Qué bebí anoche?», se preguntó. A duras penas, consiguió levantarse e ir a su armario para buscar una bata.
Vio que su ropa estaba tirada a los pies de la cama y la observó lleno de confusión. No recordaba habérsela quitado. Atónito, sacudió la cabeza y se apretó una mano contra la sien. Decidió que lo que necesitaba era una aspirina, un zumo y una ducha fría. Al ver que unos zapatos y una chaqueta que no eran de el lo acusaban desde el salón, se detuvo en seco y se apoyó contra la pared.
—Dios santo —susurró.
Poco a poco, fue recuperando los recuerdos. Jongin lo había llevado a casa y él... Al recordar la conducta que mostró en el ascensor se echó a temblar. ¿Qué habría ocurrido después? Sólo podía recordar retazos, pequeñas piezas como las de un rompecabezas destrozado contra el suelo... Pensar que tarde o temprano tendría que volver a reconstruirlo le disgustaba profundamente.
—Buenos días, cariño.
Kyungsoo se dio la vuelta lentamente. Cuando vio que Jongin le estaba sonriendo palideció un poco más. Iba vestido tan sólo con unos pantalones y llevaba una camisa encima del hombro. La humedad de su cabello revelaba el hecho de que acababa de salir de la ducha. «De mi ducha», pensó el pelinegro mientras lo miraba fijamente.
—Me vendría muy bien un poco de café, cielo —comentó él.
Entonces, lo besó ligeramente en la mejilla, de un modo tan íntimo que Kyungsoo sintió un nudo en el estómago. A grandes zancadas se dirigió a la cocina y el lo siguió, aterrorizado. Después de conectar el hervidor de agua, Jongin se volvió y le agarró la cintura con los brazos.
—Estuviste magnífico —susurró mientras le acariciaba suavemente la frente con los labios. Kyungsoo creyó que estaba a punto de desmayarse—. ¿Te has divertido tanto como yo?
—Bueno, supongo... No... No me acuerdo de nada exactamente.
— ¿No te acuerdas? —preguntó él, incrédulo—. ¿Cómo has podido olvidarte? Fue maravilloso.
—Yo estaba... Oh... —musitó. Entonces, se cubrió el rostro con las manos—. La cabeza...
— ¿Tienes resaca? —preguntó él muy preocupado—. Yo te ayudaré...
Jongin se apartó de su lado y empezó a buscar en el frigorífico.
— ¿Cómo puedo tener resaca? Sólo tomé un poco de ponche.
—Y cuatro clases de ron.
— ¿Ron? —repitió el pelinegro. Entonces, frunció el ceño y trató de recordar—. Yo no tomé nada más que...
—Ese ponche de frutas —respondió él mientras se afanaba en encontrar su remedio—. Lo preparan, principalmente, con tres clases de ron, blanco, tostado y añejo.
—No lo sabía... En ese caso bebí demasiado. No estoy acostumbrado. Tú... tú te has aprovechado de mí...
— ¿Que me he aprovechado de ti? —le preguntó él con un vaso en la mano mientras lo miraba completamente atónito—. Cielo, yo no podría ni siquiera dominarte... Eres un verdadero tigre cuando te pones —añadió, con una sonrisa.
—Acabas de decir algo horrible —explotó él. Entonces, gimió cuando la cabeza empezó a zumbarle implacablemente.
—Toma, bebe —dijo Jongin ofreciéndole un vaso. Kyungsoo lo miró sin saber qué hacer.
— ¿Qué tiene?
—No preguntes —le aconsejó él—. Sólo bébetelo.
Kyungsoo se tragó la bebida de un solo golpe y luego se echó a temblar cuando sintió cómo le bajaba el líquido por la garganta.
-Ugh.
—Es el precio que se ha de pagar por emborracharse, amor mío.
—Yo no me emborraché exactamente —protestó él—. Sólo estaba algo... aturdido. Y tú... —le espetó mirándolo con desprecio—... tú te has aprovechado de mí.
—Yo diría más bien que fue al revés.
—No sabía lo que estaba haciendo.
—Pues a mí me pareció que sí lo sabías... y muy bien —afirmó él, con una sonrisa en los labios que destrozó a Kyungsoo.
—No lo recuerdo... No recuerdo nada...
-Tranquilízate, Soo... -dijo el ambario al ver que el modelo comenzaba a sollozar—. No hay nada que recordar.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Kyungsoo mientras se secaba los ojos con el reverso de la mano.
—Quiero decir que no te toqué. Te dejé puro e inmaculado sobre tu virginal lecho y dormí en tu sofá, que, por cierto, es muy incómodo...
—Tú no... Nosotros no...
—No —le aseguró él mientras se servía un poco de agua caliente en una taza.
La primera sensación que Kyungsoo sintió fue de alivio, aunque se transformó rápidamente en irritación.
— ¿Por qué no? ¿Qué es lo que me pasa?
Jongin se volvió para mirarlo. Estaba completamente atónito. Entonces, lanzó una sonora carcajada.
—Oh Soo... ¡Eres la contradicción personificada! Hace un minuto estabas desesperado porque creías que te había robado tu honra y ahora te sientes insultado porque no lo hice.
—A mí no me hace ninguna gracia —replicó el pelinegro—. Me hiciste creer deliberadamente que...
—Que nos acostamos juntos —lo interrumpió Jongin—. Y te lo merecías. Me volviste loco desde el ascensor hasta el dormitorio —añadió. Al ver que el se sonrojaba, sonrió—. Veo que de eso sí te acuerdas. Pues acuérdate también de esto. La mayoría de los hombres no hubieran dejado a un bocado tan tentador como tú para ir a dormir en el sofá, así que ten cuidado con el ponche de frutas que tomas de ahora en adelante.
—No voy a volver a beber mientras viva —juró Kyungsoo—. Ni siquiera voy a volver a mirar la fruta.
Necesito un té o un poco de ese horrible café... Algo —añadió mientras se frotaba los ojos.
El timbre de la puerta se hizo eco en el interior de su cabeza. Kyungsoo hizo un gesto de dolor y maldijo con un gusto poco acostumbrado.
—Te prepararé un té —sugirio Jongin, sonriendo al ver el modo en el que el pelinegro buscaba obscenidades que poder decir—. Ve a abrir la puerta.
Cuando Kyungsoo abrió, se encontró con la figura de Luhan de pie en el umbral. El lo miró de arriba abajo, con una mirada de desprecio al ver su desarrapada apariencia.
—Entra —le dijo Kyungsoo. Entonces, cerró la puerta con fuerza, lo que sólo añadió más angustia al dolor de cabeza que sentía.
—Me han dicho que anoche hiciste el ridículo.
—Vaya, veo que las buenas noticias viajan muy rápido... Me alegra ver que estás tan preocupado por mí.
—Tú no me preocupas en lo más mínimo —le espetó el—. Nini, sin embargo, sí. Pareces tener por costumbre lanzarte a él y yo no tengo intención de que esa actitud continúe.
Kyungsoo decidió que aquello era demasiado para alguien en su estado. A pesar de que la ira se había apoderado de el, fingió un bostezo y asumió una expresión aburrida.
— ¿Es eso todo?
—Si crees que voy a permitir que alguien tan insignificante como tú arruine la reputación del hombre con el que voy a casarme, estás muy equivocado.
Durante un instante, la ira se quedó en un segundo plano por el dolor que le provocaron aquellas palabras. El esfuerzo que le costó mantener el rostro impasible hizo que la cabeza le retumbara con mayor intensidad.
—Te doy la enhorabuena, aunque a Jongin le daré el pésame.
-Te arruinaré la vida -juró Luhan-. Me encargaré de que nadie vuelva a fotografiar tu rostro.
—Hola Luhan —dijo Jongin en tono casual mientras se acercaba a la puerta. Al menos ya tenía la camisa puesta.
El pelirrojo se dio la vuelta y lo miró a él primero, luego se fijó en, la americana, que estaba tirada sobre el respaldo del sofá.
— ¿Qué... qué estás haciendo aquí?
—Yo diría que resulta bastante evidente —respondió él, tras sentarse en el sofá y empezar a ponerse los zapatos—. Si no querías saberlo, no deberías haber estado vigilándome.
«Me está utilizando. Me está utilizando otra vez para hacer que el se ponga celoso», pensó Kyungsoo.
En aquel momento, Luhan se volvió de nuevo hacia el pelinegro, con la respiración muy agitada.
-¡No lograrás retenerlo! -le espetó-. ¡Se aburrirá de ti en menos de una semana! ¡Regresará muy pronto conmigo!
—Genial —replicó Kyungsoo—. Por mí te puedes quedar con él. Yo ya he tenido bastante de ustedes dos. ¿Por qué no se marchán? ¡Enseguida! —exclamó, haciendo exagerados gestos hacia la puerta—. ¡Fuera, fuera, fuera!
—Un momento —le dijo Jongin. Estaba abrochándose el último botón de la camisa.
—Tú mantente al margen de esto -replicó Kyungsoo—. Estoy harta de ti, Luhan, pero no tengo ganas de pelearme contigo en estos momentos. Si quieres regresar más tarde, puedes hacerlo.
—No veo razón alguna para volver a hablar contigo —anunció Luhan—.Tú no supones ningún problema para mí. Después de todo, ¿qué podría ver Jongin en un chico fácil como tú?
— Chico fácil —repitió Kyungsoo, con una voz que no presagiaba nada bueno—. ¿Chico facil has dicho? —reiteró avanzando hacia Luhan.
—Espera, Soo —le advirtió Jongin tras agarrarlo por la cintura—. Tranquilízate.
—Eres un pequeño salvaje, ¿verdad? -prosiguió Luhan.
— ¿Salvaje? Ahora mismo te voy a enseñar yo el significado de la palabra salvaje —replicó Kyungsoo mientras trataba de soltarse de Jongin.
—Cállate ya, Luhan —le ordenó Jongin- o te prometo que voy a soltarlo.
A pesar de sus amenazas, mantuvo sujeto a Kyungsoo hasta que se tranquilizó un poco.
—Suéltame. No voy a tocarlo —prometió por fin—. Sólo sácalo de mi casa. ¡Y tú márchate también! —le gritó a Jongin—. Ya he tenido más que suficiente con los dos. No pienso dejar que me utilicen de este modo. Si quieres ponerlo celoso, búscate a otra persona que te ayude a ello. Te quiero fuera... fuera de mi vida, fuera de mis pensamientos. No quiero volver a verlos a ninguno de los dos —concluyó, con las mejillas llenas de lágrimas.
—Ahora me vas a escuchar tú a mí —le dijo Jongin. Entonces, lo agarró por los hombros con firmeza y lo zarandeó con fuerza.
—No —replicó el pelinegro. Entonces, se apartó de él—. Estoy harto de escucharte. Harto. Se ha terminado... ¿Me comprendes? Fuera de aquí y llévate a tu amigo contigo. Dejen me los dos en paz.
Jongin recogió su americana. Entonces, observó durante un momento las arreboladas mejillas y los ojos llenos de lágrimas de Kyungsoo.
—Muy bien —dijo él—. Me lo voy a llevar. Te voy a dar la oportunidad de serenarte y luego regresaré. Todavía no hemos terminado de hablar tú y yo.
A través de un mar de lágrimas, Kyungsoo se quedó contemplando la puerta después de que Jongin la hubiera cerrado a sus espaldas. Decidió que él ambario podría regresar si quería, pero que el no estaría esperándolo.
Se dirigió corriendo a su dormitorio, sacó las maletas y empezó a meter la ropa sin cuidado alguno. « ¡Ya he tenido bastante!», pensó. « ¡Estoy harto de Nueva York, de Xiao Luhan y especialmente de Kim Jongin !Me marcho a mi casa».
Muy poco tiempo después, llamaba a la puerta de la casa de Taemin. La sonrisa de su amigo se le heló en el rostro cuando vio el estado en el que se encontraba Kyungsoo.
— ¿Qué diablos...? —empezó a decir, pero Kyungsoo le impidió que siguiera hablando.
—No tengo tiempo de explicártelo, pero me marcho de Nueva York. Aquí tienes mi llave —dijo, dándosela a Taemin—. Hay comida en el frigorífico y en los aparadores. Quédatela junto con todo lo que te guste. No voy a regresar...
—Pero Soo...
—Me encargaré más tarde de los muebles y el contrato de alquiler. Te escribiré y te lo explicaré todo tan pronto como pueda.
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español