— Entiendo -susurró el pelinegro. Inconscientemente, comenzó a morderse el labio inferior.
— No tienes que reaccionar como si yo te hubiera hecho una proposición indecente, Kyungsoo—dijo, Jongin con voz seca — Sólo se trata de un acuerdo de negocios.
—Eso lo comprendo perfectamente, señor Jongin —repuso el pelinegro en tono desafiante — Lo que ocurre simplemente es que nunca he firmado un contrato para un proyecto a largo plazo.
—No tengo intención alguna de permitir que te escapes. Los contratos son obligatorios, para Yifan y para ti. Durante los próximos meses, no quiero que se distraigan con otros trabajos. Económicamente, los compensaré con creces. Si tienen alguna queja en ese sentido, lo negociaremos. Sin embargo, mis derechos para disponer de tu rostro durante los próximos seis meses serán exclusivos.
Jongin quedó en silencio mientras observaba la amplia variedad de expresiones que se reflejaban en el rostro de Kyungsoo. Efectivamente, le joven se sentía muy atraído por el proyecto, aunque no por el hombre que se lo había propuesto. Sería un trabajo fascinante, pero le costaría atarse a un único cliente durante un periodo de tiempo tan largo. No podía evitar pensar que firmar un contrato era como perder su libertad. Un contrato a largo plazo equivalía a un compromiso a largo plazo.
Finalmente, se deshizo de toda su cautela y le dedicó a Jongin una de las sonrisas que habían hecho que su rostro fuera conocido por todos los Estados Unidos.
—Tiene su rostro —dijo.
Jongin se movió muy rápidamente. En menos de dos semanas, se habían firmado los contratos y se había acordado «que las sesiones fotográficas empezaran a principios de octubre. La primera imagen que habían de conseguir era la de la inocencia juvenil y la sencillez inmaculada.
Kyungsoo se reunió con Yifan en un parque que Jongin había seleccionado. Aunque la mañana era fresca y luminosa y el sol se filtraba cálidamente a través de los árboles, el parque estaba desierto. Kyungsoo no pudo evitar preguntarse si el autocrático señor Kim sería el responsable de aquella soledad.
Unos vaqueros remangados hasta la mitad de la pantorrilla y una playera con estampado de micki mouse era la ropa que se había elegido para la sesión.
Kyungsoo se había peinado su pelo con un un sutil flequillo hacia un lado. Se había aplicado un ligero maquillaje, basándose simplemente en la natural belleza de su piel. Era la quintaesencia de la juventud sincera y vibrante y sus ojos negros brillaban de anticipación.
—Perfecto —le dijo Yifan— Joven e inocente. ¿Cómo lo has conseguido?
—Yo soy joven e inocente, vejestorio —replicó el arrugando la nariz.
—Muy bien. ¿Ves eso? —le preguntó Yifan mientras señalaba un parque infantil en el que había columpios, barras y un tobogán—. Ve a jugar, niñito, y deja que este vejestorio te tome unas fotos.
Kyungsoo echó a correr hacia el columpio. Allí, se dio una total libertad de movimientos. Se estiró por completo e inclinó la cabeza hacia el suelo mientras sonreía al brillante cielo. A continuación, se subió al tobogán y levantó los brazos. Entonces, tras soltar un grito de desinhibida alegría, se deslizó hasta el suelo para acabar con el trasero sobre la tierra. Yifan no dejaba de tomar fotografías desde varios ángulos, siempre dejando que fuera Kyungsoo la que dirigiera la sesión.
—Parece que tienes doce años —dijo, con una risa ahogada tras la cámara.
—Tengo doce años —afirmó Kyungsoo. Entonces, se subió a las barras—. Me apuesto algo a que tú no puedes hacer esto —añadió. Se había colgado boca abajo de una de las barras, de manera que el pelo le barrían el suelo.
—Sorprendente...
Aquella afirmación no vino de Yifan. Cuando Kyungsoo giró la cabeza, se encontró directamente con un par de pantalones hechos a medida. Al subir un poco más, se encontró con una chaqueta a juego y, un poco más arriba, con una sonriente boca y unos burlones ojos marrones.
—Hola niño, ¿sabe tu madre dónde estás?
— ¿Qué está haciendo aquí? —replicó Kyungsoo. Boca abajo se sentía en franca desventaja.
—Supervisando mí proyecto. ¿Cuánto tiempo piensas estar colgado de esa barra? La sangre debe de estar subiéndosete a la cabeza.
Kyungsoo agarró la barra con las manos y lanzó las piernas en una limpia voltereta que la dejó cara a cara con Jongin. Él le dio un suave golpecito en la cabeza, le dijo que era un buen niño y se volvió a hablar con Yifan.
-¿Cómo ha ido, Yifan? Me parece que has conseguido unas buenas fotos.
Los dos hombres comenzaron a hablar de los aspectos técnicos de la sesión mientras Kyungsoo se columpiaba suavemente. Había visto a Jongin en varias ocasiones durante las dos últimas semanas y, cada vez, se había sentido muy inquieto en su presencia. Era un hombre vital y turbador, con un potente poder masculino, por lo que el pelinegro no estaba del todo seguro de querer verse asociado con él ambario. Su vida era ordenada y corría por los cauces que el había trazado, por lo que no quería complicación alguna.
Sin embargo, había algo en Kim Jongin que sugería complicaciones con mayúsculas.
—Muy bien —dijo la voz de Jongin —. Lo organizaremos todo en el club a la una en punto. Ya está todo preparado —añadió. Kyungsoo se levantó del columpio y se dirigió hacia Yifan—. No tienes que irte ahora, pequeño. Tienes más o menos una hora libre.
—Ya no quiero jugar más en los columpios, papá —replicó Kyungso muy tenso. Entonces, agarró su mochila y se la colgó al hombro. Consiguió dar un par de pasos antes de que Jongin le agarrara la muñeca.
—Veo que eres un niño mimado, ¿verdad? —murmuró—. Tal vez debería darte un azote sobre mis rodillas.
—Eso le resultaría más difícil de lo que cree, señor Kim — le espetó el pelinegro con toda la dignidad que pudo reunir—. Tengo veinticuatro años, no doce y soy bastante fuerte.
— ¿De verdad? —replicó él. Entonces, inspeccionó el esbelto cuerpo de Kyungsoo como si lo dudara—. Supongo que es posible. Vamos. Me apetece tomar un café.
Le soltó la muñeca, pero entrelazó sus dedos con los de el.
Kyungsoo apartó la mano, sorprendido y desconcertado por la calidez que había encontrado.
— Kyungsoo —dijo él, con la voz marcada por una tensa paciencia—. Me gustaría invitarte a tomar un café —añadió. Más que una invitación era una orden.
Jongin avanzó por la hierba a grandes zancadas, arrastrando tras él a un reacio Kyungsoo.
Yifan observó los movimientos de ambos y, automáticamente, tomó una fotografía. Decidió que componían un estudio muy interesante. Un hombre alto y moreno, vestido con un carísimo traje tirando de un esbelto hombre—niño.
Cuando el pelinegro se sentó frente a Jongin en la pequeña cafetería, tenía el rostro arrebolado de la indignación y el esfuerzo que le había supuesto mantenerle el paso. Jongin observó atentamente las sonrosadas mejillas y los brillantes ojos y sonrió un poco.
—Tal vez te debería comprar un helado para que te refresques —dijo él ambario.
La camarera apareció entonces, lo que le evitó a Kyungsoo tener que responder.
Inmediatamente, Jongin pidió dos cafés.
—Té para mí — afirmó Kyungsoo secamente. Le agradaba contradecirle en algo.
— ¿Cómo has dicho? —preguntó él fríamente.
-He dicho que tomaré té, si no le importa. No bebo café. Me pone muy nervioso.
—En ese caso, un café y un té —le informó Jongin a la camarera antes de que ella se marchara—. ¿Cómo eres capaz de despertarte por las mañanas sin la inevitable taza de café?
—Soy un hombre de hábitos sanos.
—Efectivamente, en estos momentos pareces un anuncio de la vida sana —replicó él. Entonces, se recostó en su asiento y sacó un paquete de cigarrillos. Tras ofrecerle uno a el ojinegro, que no aceptó se encendió su pitillo antes de seguir hablando — Me temo que nunca aparentarías veinticuatro años con esas fleco. No se ve a menudo un cabello tan negro... y mucho menos con ojos de ese color... Son fabulosos —añadió, tras mirárselos un instante—.A veces son tan oscuros que resultan casi violetas. Tan dramáticos... Además, tu estructura ósea es elegante y exótica. Dime, ¿dónde conseguiste ese rostro tan maravilloso?
Kyungsoo se creía ya inmune a comentarios y cumplidos sobre su físico, pero, de alguna manera, las palabras de Jongin lo azoraron. Dio las gracias al ver que la camarera se acercaba con lo que habían pedido, porque así tuvo tiempo de recuperar la compostura.
—Según me han dicho, soy la viva imagen de mi abuela -dijo, tras tomar un sorbo de té—. Era una india arapahoe.
—Tendría que habérmelo imaginado. Los pómulos, la estructura ósea... Sí, se te notan los rasgos indios, pero los ojos despistan. No heredaste los ojos azules de tu abuela.
— No — respondió el. Le costó mucho enfrentarse a la penetrante mirada de Jongin con frialdad — Me pertenecen a mí.
—A ti —repitió él—, y, durante los próximos seis meses, a mí. Creo que me gustará tener la propiedad conjunta. ¿De dónde eres, D.O Kyungsoo? Tú no eres de Nueva York.
— ¿Tanto se me nota? Pensé que ya había adquirido la pátina de la Gran Manzana —comentó. Entonces, se encogió de hombros y agradeció que la intensidad del examen al que lo había sometido Jongin hubiera terminado—. Soy de Kansas. Vivía en una granja que hay a algunos kilómetros al norte de Abilene.
Jongin inclinó la cabeza y levantó la taza del café.
— Pareces haber pasado del trigo al hormigón sin dificultad alguna. ¿No hay cicatrices de la batalla?
—Unas cuantas, pero ya han sanado. No creo que tenga que explicarle las ventajas de Nueva York, especialmente en el mundo en el que yo trabajo.
Jongin asintió con una leve inclinación de cabeza.
—Resulta muy fácil verte tanto como un chico que vive en una granja de Kansas como un sofisticado modelo. Tienes una notable habilidad para adaptarte a lo que te rodea.
— Eso me hace parecer como si no tuviera personalidad alguna, como si fuera... Casi invisible.
— ¿Invisible? —repitió Jongin . Entonces, lanzó una carcajada que hizo que varias personas se volvieran a mirar—. No, no creo que seas invisible, sino más bien un chico muy complejo con una notable afinidad con el mundo que la rodea. No creo que sea un talento adquirido, sino más bien una habilidad intrínseca.
Aquellas palabras agradaron a Kyungsoo. Tuvo que ponerse a remover su té para no mostrar lo avergonzado que se sentía. ¿Por qué un simple cumplido era capaz de dejarlo completamente mudo?
—Juegas al tenis, ¿verdad?
Una vez más, el rápido cambio de conversación lo dejó completamente confuso. Lo miró fijamente, sin comprender, hasta que recordó que la sesión de aquella tarde tendría lugar en el campo de tenis de un elegante club de campo.
—Consigo golpear la pelota para que, de vez en cuanto, pase por encima de la red —replicó el pelinegro.
—Bien. Las fotografías serán mejores si eres capaz de realizar correctamente los movimientos —dijo. Entonces, miró el reloj de oro que llevaba en la muñeca y sacó la cartera—. Tengo algunas cosas de las que ocuparme en mi despacho.
Jongin se puso de pie y lo ayudó a el a levantarse. Una vez más, le dio la mano sin prestar atención alguna a los esfuerzos que Kyungsoo hacía por soltarse.
—Te conseguiré un taxi. Te llevará algún tiempo transformarte de niño pequeño en atleta. Tu atuendo de tenis ya está en el club y supongo que tienes todo lo que necesitas en esa pequeña maleta, ¿verdad? -dijo, señalando la bolsa que Kyungsoo llevaba colgada del hombro.
—No hay por qué preocuparse, señor Kim.
—Llámame Jongin—repuso él. De repente, empezó a acariciarle suavemente un mechón de pelo—. Yo no tengo intención alguna de dejar de llamarte por tu nombre de pila.
—No hay por qué preocuparse —repitió el, evitando hacer uso del nombre de pila tal y como él le había dicho—. Cambiar de imagen forma parte de mi profesión.
—Resultará muy interesante verlo —murmuró él, aún con el mechón de pelo en la mano. Entonces, adquirió un tono más profesional—. La pista está reservada para la una. Hasta entonces.
-¿Va a estar usted allí? —preguntó Kyungsoo. No pudo evitar fruncir el ceño. Lo turbaba el hecho de tener que volver a verlo.
-Es mi proyecto, ¿recuerdas? —afirmó. Entonces, lo metió en un taxi, sin darse por aludido o sin darse cuenta del ceño fruncido de Kyungsoo—. Tengo la intención de supervisarlo muy cuidadosamente.
Mientras el taxi se fundía con el tráfico, Kyungsoo sintió que sus sentimientos estaban completamente revolucionados. Además, había algo en él que lo turbaba. La idea de tener un contacto casi diario con él lo intranquilizaba profundamente. Kim Jongin era un hombre increíblemente atractivo que podría distraerlo muy fácilmente. b