— Hola señor Kim — respondió el pelinegro. Se preguntó por que había comenzado a sentir una extraña sensación en el estómago al verlo.
—Creo que ya conoces a Luhan.
—Por supuesto —afirmó el al comprobar la presencia del pelirrojo— Me alegro de volver a verlo—añadió. Entonces, Kyungsoo se volvió a su acompañante y lo presentó también. Baekhyun le dio la mano a Jongin con gran entusiasmo.
— ¿Kim Jongin? ¿De verdad es usted Kim Jongin? —exclamó Baekhyun, lleno de admiración.
—No conozco a ningún otro —respondió él, con una sonrisa.
-Por favor, únanse a nosotros para tomar una copa —sugirió Baekhyun mientras indicaba la mesa.
La sonrisa de Jongin se hizo aún más amplia. A continuación, miró a Kyungsoo, que estaba haciendo todo lo posible por ocultar la incomodidad que sentía.
-Sí, por favor -dijo el pelinegro, con escrupulosa cortesía.
Lo miró a los ojos directamente, decidido a ganar la batalla con los extraños y poco comunes sentimientos que le producía la presencia de Jongin. No obstante, cuando miró a su acompañante, la incomodidad se transformó en regocijo al observar que Xiao Luhan se alegraba tan poco como el de estar en su compañía. Tal vez la molestaba tener que compartir a Jongin con alguien, aunque fuera por un breve espacio de tiempo.
—Los dos hicieron una demostración impresionante en la pista de baile —comentó Jongin —. Deben bailar muy a menudo para hacerlo tan bien juntos.
—No hay mejor compañero que Kyungsoo —declaró Baekhyun. Entonces, tocó suavemente la mano del joven con gran afecto—. El es capaz de bailar con cualquiera.
-¿De verdad? -preguntó Jongin-. Tal vez me permitas que te lo robe durante unos momentos para comprobarlo por mí mismo.
El pánico se apoderó de Kyungsoo y se reflejó en sus expresivos ojos. Se levantó con un sentimiento de indignación cuando Jongin se acercó a el y lo ayudó a ponerse de pie sin esperar a que el accediera.
—Deja de parecer un mártir —le susurró él al oído mientras se acercaban a la pista de baile.
—No sea absurdo —afirmó el modelo con admirable dignidad. Se sentía furioso de que él pudiera leerlo tan fácilmente.
La música se había hecho más lenta, por lo que Jongin se colocó frente a frente con el y lo tomó entre sus brazos. Al sentir el contacto, Kyungsoo sintió la abrumadora sensación de separarse del ambario, aunque se esforzó para que no se notara tanta tensión. Jongin tenía el torso firme, una masculinidad abrumadora. El brazo que le había colocado alrededor de la cintura lo acercaba mucho a él, tanto que sus cuerpos parecían fundirse mientras se movían por la pista de baile. Inconscientemente, el pelinegro se había puesto de puntillas y había permitido que su mejilla descansara al lado de la de él. El aroma que emanaba del cuerpo de Jongin asaltaba sus sentidos y le hacía preguntarse si se habría tomado su bebida con demasiada celeridad. El corazón le latía alocadamente contra el de él, por lo que tuvo que esforzarse para seguir los pasos que él marcaba.
—Tendría que haberme imaginado que se te daría muy bien bailar —murmuró Jongin, contra la oreja de Kyungsoo.
-¿De verdad? —replicó el haciendo un gran esfuerzo por mantener un tono casual que no reflejara la excitación que experimentaba al notar la boca de él moreno contra el lóbulo de la oreja—. ¿Por qué?
—Por el modo en el que caminas y en el que te mueves. Tienes una gracia tan sensual, un ritmo tan natural...
Kyungsoo trató de reír al escuchar aquel cumplido cuando miró a Jongin a los ojos. Sin embargo, se encontró perdido en ellos, incapaz de articular palabra. Los labios de ambos estaban a su suspiro de distancia...
—Siempre había creído que los ojos marrones eran como de acero —murmuró el, consciente de que estaba poniendo voz a sus pensamientos—. Los suyos parecen más bien nubes...
— ¿Oscuros y amenazadores? —sugirió él sin dejar de mirarlo.
—A veces —susurró Kyungsoo, inmerso en el poder que emanaba de Jongin —. Otras, son cálidos y suaves como la bruma de la mañana. Nunca sé si me voy a encontrar con una tormenta o con un chubasco. Nunca sé lo que esperar...
— ¿No? —repuso él mientras le miraba los labios—. Ya deberías saberlo...
Kyungsoo luchó contra la debilidad que lo invadió al sentir aquella respuesta y se aferró a la sofisticación.
— ¡Pero bueno, señor Kim! ¿Está usted tratando de seducirme en medio de una concurrida pista de baile.
—Uno debe aprovechar lo que está disponible. ¿Se te ocurre otro lugar? —replicó él.
—Lo siento —se disculpó el. Entonces, giró la cabeza para que sus miradas ya no se cruzaran—. Los dos estamos comprometidos con otras personas. El baile se ha terminado —añadió, con la intención de soltarse de él.
Jongin no se lo permitió. Lo estrechó con más fuerza contra su cuerpo y volvió a susurrarle al oído.
—No dejaré que te marches hasta que dejes de utilizar eso de «señor Kim» y empieces a usar mi nombre de pila. Yo estoy muy a gusto así -añadió, al ver que el no respondía—. Eres muy hermoso y estas destinado a estar entre los brazos de un hombre. De hecho, encuentro que encajas perfectamente en los míos.
—Muy bien —afirmó Kyungsoo, entre dientes—. Jongin, ¿te importaría soltarme antes de que me estrujes tanto que no se me pueda reconocer?
—Por supuesto —replicó él. Aflojó la presión, pero no lo soltó—. No me dirás que te estoy haciendo daño, ¿verdad? —comentó, con una sonrisa.
-Ya te lo diré cuando me hayan hecho una radiografía.
—Dudo que seas tan frágil como tú quieres sugerir con esas palabras.
Mientras lo conducía a la mesa, aún seguía rodeándolo con el brazo. Se reunieron con sus respectivas parejas y el grupo charló durante unos minutos. Kyungsoo sintió una inconfundible hostilidad por parte de Luhan, hostilidad de la que Jongin no se dio cuenta o prefirió ignorar. No obstante, el joven modelo se sentía muy incómodo. Sintió un gran alivio cuando la pareja se levantó, después de que Jongin rehusara la invitación de Baekhyun para que tomaran otra copa. Luhan mostraba un aburrimiento que no hacía nada por ocultar.
—Me temo que a Luhan no le gustan demasiado las discotecas —explicó Jongin mientras rodeaba con un brazo los hombros del pelirrojo. Inmediatamente, Luhan le dedicó una sonrisa de descarada invitación. Por su parte, Kyungsoo sintió una serie de emociones que se negó a identificar como celos—. Esta noche sólo ha venido para agradarme a mí. Estoy pensando en utilizar una discoteca en el proyecto —le dijo a Kyungsoo, con una enigmática sonrisa—. Creo que ha sido una suerte encontrarte aquí esta noche, Kyungsoo. Así he visto mucho más claramente cómo organizado todo. Hasta el lunes —concluyó, mientras él y su acompañante se disponían a marcharse.
—¿Hasta el lunes? — Repitió Baekhyun, cuándo se quedaron solos una vez más—. Menudo eres, Kyungsoo. Ya veo que te querías guardar al señor Kim exclusivamente para ti.
—Eso no es cierto —le espetó el, irritado por la conclusión a la que Baekhyun parecía haber llegado—. Nuestra relación es estrictamente profesional. Estoy trabajando para su revista. Él es mi jefe, nada más.
—Muy bien, muy bien —dijo Baekhyun. Su sonrisa se hizo aún más amplia al ver la vehemencia con la que Kyungsoo lo había negado todo—. No me cortes la cabeza. Es una equivocación lógica y yo no soy el único al que le ha pasado.
— ¿De qué estás hablando?
-Mi dulce Kyungsoo ¿acaso no sentiste cómo se te clavaban los cuchillos por la espalda mientras estabas bailando con tu famoso jefe? —preguntó. Al ver que el pelinegro lo miraba sin comprender, suspiró—. ¿Sabes una cosa? Después de llevar tres años viviendo en Nueva York, sigues siendo muy ingenuo. Un cierta pelirrojo te estuvo lanzando puñales con la mirada durante todo el rato que estuviste bailando. De hecho, yo casi estaba esperando que te desmoronaras en medio de un charco de sangre en cualquier momento.
—Eso es absurdo —afirmó Kyungsoo —. Estoy seguro de que el señorito Xiao sabía muy bien que la única razón por la que Jongin estaba bailando conmigo ha sido para preparar su maravilloso proyecto.
Baekhyun lo observó atentamente durante un instante. Entonces, sacudió la cabeza.
—Como te he dicho antes, Kyungsoo, eres increíblemente ingenuo.
El lunes amaneció fresco y gris. Sin embargo, en la redacción de Mode los amenazadores cielos no eran un factor a tener en cuenta. Kyungsoo decidió que, evidentemente, Jongin había permitido que la naturaleza se revolucionara un poco cuando las sesiones fotográficas se iban a realizar en un estudio.
Bajo sus indicaciones, Kyungsoo se puso en manos de una peluquera que lo ayudaría a transformarse en un elegante y competente hombre de negocios. El cabello lo peinó hacia atras que acentuaba la estructura ósea del rostro de Kyungsoo. El traje gris de tres piezas, a pesar de su severidad, consiguió que el joven resaltará, su masculinidad.
Cuando el entró en el despacho de Jongin, Yifan estaba inmerso en la preparación del equipo fotográfico, de las luces y de los ángulos. Tras examinar la sala, Kyungsoo tuvo que admitir que ésta era tanto elegante como adecuada para la sesión de aquella mañana. Observó con cariño y diversión a Yifan, quien, completamente ajeno a su presencia, ajustaba objetivos y probaba enfoques sin dejar de murmurar para sí.
—El genio en su trabajo —susurró una voz al oído de Kyungsoo.
El pelinegro se dio la vuelta y se encontró frente a los ojos que habían empezado a obsesionarlo.
—Eso es precisamente lo que es —replicó, furioso por el modo en el que el corazón le latía al sentir la cercanía de Jongin.
—Estamos algo nerviosos esta mañana, ¿no? —observó él con el ceño fruncido—. ¿Aún tienes resaca del fin de semana?
—Por supuesto que no. Nunca bebo lo suficiente como para tener resaca.
—Ah, sí. Se me olvidaba lo del síndrome de Mr. Hyde.
—Soo,por fin estás aquí —dijo Yifan, impidiendo así que Kyungsoo pudiera encontrar una respuesta adecuada—. ¿Qué te ha llevado tanto tiempo?
—Lo siento, Yifan. La peluquera se entretuvo bastante.
El brillo jocoso que había en los ojos de Jongin, pidió y recibió la respuesta de Kyungsoo. Cuando la mirada de ambos se cruzó por encima de la cabeza de Yifan con la peculiar intimidad de una broma compartida, una dulce debilidad se apoderó de el,como una suave ola que barría la arena de la playa. Aterrado, bajó los ojos y trató de olvidarse de las reacciones que Jongin, provocaba en el sin esfuerzo alguno.
— ¿Te asustas siempre tan fácilmente? —le preguntó él, con voz tranquila. Kyungsoo lo miró con desprecio, airado con la habilidad que él ambario parecía tener para leerle los pensamientos como si los llevara escritos sobre la frente—. Eso está mejor. La ira te sienta bien. Te oscurece los ojos y te ruboriza las mejillas. El espíritu es un rasgo esencial para ti y... para los caballos —añadió, frunciendo levemente la boca.
Kyungsoo se quedó atónito al escuchar la comparación. Trató de dominar su genio sabiendo que si lo soltaba no tendría nada que hacer contra Jongin en una batalla verbal.
—Supongo que es cierto —respondió, tras tragarse las palabras que le habían acudido a la cabeza—. En mi opinión, usted parecen carecer de la capacidad física del caballo y de mi habilidad mental.
—Bueno, ese peinado te da un aspecto muy competente —comentó Yifan mientras estudiaba a Kyungsoo con ojos críticos sin darse cuenta de lo que había ocurrido en el despacho en los últimos segundos. Con un suspiro de derrota, Kyungsoo miró al techo como pidiendo ayuda.
-Sí -afirmó Jongin, con rostro serio-. El hombre ejecutivo, muy competente y muy elegante.
-Enérgico, agresivo y cruel —replicó Kyungsoo dedicándole una gélida mirada—. Trataré de emularlo, señor Kim.
—Eso resultará fascinante —dijo él. Había levantado ligeramente las cejas—. Los dejaré con su trabajo mientras yo me ocupo del mío.
Se marchó del despacho y cerró la puerta tras él. De repente, la sala pareció mayor y muy vacía. Kyungsoo trató de olvidarse de lo ocurrido y se puso a trabajar. Haría todo lo posible por erradicar los pensamientos de Kim Jongin de su cabeza.
Durante una hora, Yifan le estuvo haciendo fotografías, ajustando la luz y dándole indicaciones mientras el pelinegro asumía la actitud de un ejecutivo.
—Tomémonos un descanso —dijo Yifan. Entonces, le hizo una indicación para que se relajara, lo que el hizo dejándose caer sobre una butaca en una postura informal y muy poco digna.
— ¡Eres un demonio! —exclamó Kyungsoo, cuando el fotógrafo le tomó una instantánea, capturándolo en aquella posición tan desgarbada, con las piernas extendidas delante de el.
-A mí me parece que será una buena fotografía —afirmó Yifan con una sonrisa—. «Hombre muy cansado abrumado por su trabajo».
—Tienes un extraño sentido del humor, Fan —replicó Kyungsoo, sin moverse—. Creo que te viene del hecho de tener una cámara pegada a la cara todo el tiempo.
-Venga, venga, Soo. No te pongas así. Levántate de esa butaca. Ahora vamos a ir a la sala de reuniones y tú, amor mío, serás el presidente del consejo.
El resto de la sesión de aquel día fue largo y tedioso. Como Yifan no estaba muy satisfecho con la luz, se pasó más de media hora ajustándola hasta que contó con su aprobación. Después de pasarse una hora más bajo la potente luz de los focos, Kyungsoo sentía tan cansado que se alegró mucho cuando Yifan decidió terminar la jornada de trabajo.
Mientras salía del edificio, se encontró buscando a Jongin por todas partes y se sintió bastante desilusionado cuando no lo vio y furioso consigo mismo por su reacción. Anduvo durante unos minutos, respirando el fresco aire de otoño y decidido a olvidar las sensaciones que él le producía. Se dijo que sólo era una atracción física, como las que le ocurren a todo el mundo constantemente. La atracción física es muy frecuente y solía pasar con tanta rapidez como un virus de veinticuatro horas...
Decidió que necesitaba hacer algo para olvidarse de él, por lo que volvió a pensar en el camino que había trazado para su vida. El éxito en el campo que había elegido, independencia, seguridad... ésas eran sus prioridades. No había lugar para las relaciones románticas. Cuando llegara el momento de sentar la cabeza, ciertamente no lo haría con un hombre como Jongin, sino con alguien de fiar, alguien que no le pusiera los nervios de punta ni lo confundiera a cada paso. Además, se recordó, no sin repentino abatimiento, que él ambario no estaba interesado en tener un romance con el. Parecía preferir a los pelirrojos.
Las sesiones fotográficas prosiguieron a la mañana siguiente, de nuevo en la redacción de Mode. Aquella mañana, Kyungsoo iba vestido con una camisa azul marino y un pantalón de un tono más claro. Tenía que representar el papel del hombre trabajador. La sesión iba a tener lugar en el despacho del secretario de Jongin, para regocijo de éste.
—No le puedo decir lo emocionado que estoy, joven D.O. Me siento como un niño que va al circo por primera vez.
Kyungsoo sonrió a el joven secretario, cuyos ojos estaban iluminados por la anticipación.
—Admito que, a veces, me siento como un elefante amaestrado. Llámame Soo.
—Yo soy Zi Tao. Supongo que todo esto será una rutina para ti, pero a mí me parece muy glamuroso y emocionante —dijo. Entonces, miró hacia el lugar en el que Yifan estaba preparando la sesión con su habitual dedicación—. El señor Wu es un verdadero experto, ¿verdad? Lleva un buen rato preparando las luces y las cámaras. Es muy atractivo. ¿Está casado?
Kyungsoo se echó a reír y miró a Yifan.
—Sólo con su Nikon.
—Oh —susurró Tao. Primero sonrió y luego frunció el ceño—. ¿Están los dos... quiero decir... están juntos?
—Sólo trabajamos juntos —respondió Kyungsoo. Acababa de ver a Yifan como un hombre atractivo por primera vez en su vida. Entonces, sonrió a Tao.
—Ya conoces el viejo refrán de «A un hombre se le roba el corazón a través del estómago». Sigue mi consejo. El modo de conquistar a ese hombre es a través de sus cámaras. Pregúntale sobre los enfoques.
En aquel momento, Jongin salió de su despacho. Al ver a Kyungsoo, esbozó una suave sonrisa.
— ¡Ah! El eficaz secretario, el mejor amigo del hombre.
Kyungsoo trató de no prestar atención alguna a su corazón y adoptó un tono ligero de voz.
—Hoy no pienso tomar decisiones de empresa. Me han degradado.
—Bueno, así es el mundo empresarial —comentó él—. Un día se está en el despacho de los ejecutivos y, al siguiente, con el resto de los secretarios. Esto es una selva.
—Ya está todo preparado —anunció Yifan, desde el otro lado del despacho—. ¿Dónde está Soo? —añadió. Rápidamente se dio la vuelta y vio que los tres lo estaban observando. Entonces sonrió—. Hola Jongin, hola Kyungsoo. ¿Listó?
—Tus deseos son órdenes para mí, señor de los treinta y cinco milímetros —bromeó a Yifan. Entonces, se acercó a él.
— ¿Sabes escribir a máquina, Kyungsoo? -preguntó Jongin alegremente—. Te puedo dar algunas cartas y así podemos matar dos pájaros de un tiro.
—Lo siento, señor Kim — replicó el con una sonrisa—. Los ordenadores y yo tenemos un acuerdo desde hace mucho tiempo. Yo no los aporreo y ellos no me aporrean a mí.
— ¿Le importa que mire durante un rato, señor Wu? —pidió Tao—. No los molestaré. La fotografía me fascina.
Yifan asintió de modo ausente. Después de mirar a su secretario completamente asombrado, Jongin se giró y se dispuso a volver a entrar en su despacho. —Te necesitaré dentro de media hora, Tao, para el contrato Brookline —dijo.
La sesión avanzó rápidamente con Yifan y Kyungsoo progresando con su facilidad profesional. El modelo seguía las instrucciones del fotógrafo y a menudo anticipaba sus intenciones antes de que él hablara. Después de un rato, Tao desapareció a través de las pesadas puertas que llevaban al despacho de Jongin. Ni Kyungsoo ni Yifan se dieron cuenta de su silenciosa marcha.
Algún tiempo después, Yifan bajó la cámara y miró fijamente al espacio. Kyungsoo mantuvo su silencio, sabiendo por experiencia que aquello no significaba necesariamente el fin, sino una pausa mientras se le formaba una nueva idea en la cabeza.
—Quiero terminar con algo aquí —musitó, mirando a través de Kyungsoo como si el fuera intangible. De repente, el rostro se le iluminó por la inspiración—. ¡Ya lo sé! Cambia la cinta de la impresora.
—Seguro que estás bromeando...
—No. Creo que será una buena fotografía. Adelante.
—Wu Yifan—protestó el—. No tengo ni idea de cómo cambiar la cinta de una impresora.
-Entonces, finge que lo haces -sugirió Yifan
Con un suspiro, Kyungsoo volvió a tomar asiento y miró la impresora.
— ¿Has recogido trigo alguna vez, Yifan? —aventuró con la intención de posponer su orden—. Es un proceso fascinante.
-Kyungsoo...
Con otro suspiro, el joven modelo terminó por rendirse al temperamento artístico de su fotógrafo.
—No sé cómo abrirla —musitó mientras apretaba botones al azar.
-Debe de haber un botón o una palanca que abra la tapa —replicó Yifan, con paciencia—. ¿Es que no tienen ordenadores en Kansas?
—Claro que sí. Mi hermano... ¡Oh! —exclamó, encantado de su descubrimiento, cuando consiguió que la impresora se abriera.
—Muy bien, Kyungsoo —le ordenó Yifan—. Simplemente finge que sabes lo que estás haciendo.
Kyungsoo se puso manos a la obra y atacó el cartucho de tinta con entusiasmo. Frunció el ceño por la concentración y se olvidó completamente del hombre y de su cámara para entregarse al trabajo que tenía entre manos. Sin que pudiera evitarlo, se manchó los dedos tratando de sacar el cartucho y extendió la tinta por todas partes. Entonces, con gesto ausente, se rozó la mejilla con la mano y se la manchó de tinta negra. Justo en aquel momento, Yifan tomó su última fotografía.
—Estupendo —dijo, tras bajar la cámara—. Un estudio clásico de la ineptitud.
—Gracias, Yifan, pero te aseguro que, si utilizas alguna de estas últimas fotografías, te demandaré —bromeó-. Además, dejaré que seas tú quien le explique a Tao lo que le ha pasado al cartucho de su impresora. Yo ya he terminado.
—Por supuesto.
La voz de Jongin resonó a sus espaldas. Kyungsoo se dio la vuelta y vio que tanto Tao como él la estaban observando.
—Si alguna vez dejas el mundo de la moda, mantente alejado del trabajo de oficina. Eres un desastre —comentó.
Kyungsoo trató de sentirse molesta por su actitud, pero, al mirar de nuevo el caos que había causado con el cartucho de la impresora, se echó a reír.
—Bueno, Yifan, sácanos de ésta —le dijo a su compañero-. Nos han sorprendido con las manos en la masa en la escena del crimen.
Jongin se acercó a el y, con mucho cuidado, levantó una de las manos de Kyungsoo.
—Yo diría con las manos en la tinta -replicó. Entonces, se echó a reír del modo que solía hacer que el corazón de Kyungsoo realizara una serie de volteretas—. Y también tienes pruebas en la cara.
— ¡Dios Santo! —exclamó el—. ¿Se me va a quitar? —le preguntó a Tao. El secretario asintió con una sonrisa—. Bueno, pues entonces me voy a lavar y te dejo a ti Fan, para que te ocupes de los daños.
Antes de que pudiera abrir la puerta para salir del despacho, Jongin lo hizo por el y lo acompañó durante unos pocos pasos a lo largo del pasillo.
— ¿Acaso estás ejerciendo de Cupido con mi secretario, Kyungsoo?
-Podría ser, a Yifan le vendría muy bien tener algo más en su vida que cámaras y cuartos oscuros.
— ¿Y qué le vendría bien a la tuya, Kyungsoo? —preguntó Jongin Entonces, le colocó una mano sobre el brazo y lo obligó a mirarlo.
— Yo...Yo tengo todo lo que necesitó — tartamudeó. Bajo su atenta mirada, se sentía como una mariposa sujeta por un alfiler.
— ¿Todo? Es una pena que tenga una reunión, porque si no podríamos hablar de esto con más detalle —susurró. Entonces, tiró de el y dejó que sus labios rozaran los del joven para sonreír después de un modo muy atractivo—. Ve a lavarte la cara... Estás hecho un asco.
Con eso, se dio la vuelta y dejó a Kyungsoo con una mezcla de frustración y anhelo.
Como tenía la tarde libre, el pelinegro se marchó de compras, una táctica destinada a apaciguarle los tensos nervios. Sin embargo, no hacía más que pensar en el breve roce de sus labios, en la sonrisa que había visto en los ojos de Jongin... Le pareció que sentía una calidez en los labios que parecía despertar sus sentidos. De repente, una ráfaga de aire frío lo hizo volver a la realidad. Maldijo su traicionera imaginación y llamó a un taxi. Tendría que darse prisa para llegar a la cena que tenía con Taemin.
Entró en su apartamento después de las cinco. Dejó sus compras en una silla del dormitorio. A continuación, retiró el pestillo de la puerta para que Taemin pudiera entrar sin problemas y se dirigió al cuarto de baño. Allí, llenó la bañera con agua caliente y se dio un largo y aromático baño. Justo cuando salía de la bañera y agarraba una toalla, sonó el timbre de la puerta.
—Entra, Taemin—gritó—. O llegas temprano o yo voy retrasado.
Rápidamente, se cubrió con la bata y salió del cuarto de baño, dejando el rastro del aroma de fresas que llevaba en la piel.
—Estaré listo dentro de un minuto. Creo que me he entretenido demasiado en la bañera. Tenía los pies...
Se detuvo en seco. En vez del menudo y rubio Taemin tenía delante la alta y esbelta figura de Jongin.
— ¿De dónde has salido? —le preguntó Kyungsoo, cuando pudo sobreponerse.
— ¿Originalmente o sólo ahora? —replicó él, sonriendo ante la confusión que el pelinegro presentaba.
—Pensaba que eras Taemin.
—Ya me había dado esa impresión.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—He venido para devolverte esto—respondió él. Entonces, se sacó del bolsillo un finísimo bolígrafo de oro—. Di por sentado que era tuyo. Tiene grabadas las letras D.O.
—Sí, es mío —comentó el, algo confuso—. Debió de caérseme del bolso. No te tendrías que haber molestado. Me lo podrías haber dado mañana.
—Pensé que tal vez lo estabas buscando —observó él. Entonces, miró de arriba abajo la figura de Kyungsoo cubierto sólo por la bata de baño. Se detuvo sobre las suaves piernas y, por último, descansó un instante sobre el inicio del pecho—. Además, creo que ha merecido la pena venir.
Kyungsoo se miró y, al recordar cómo se había cubierto, abrió los ojos y se quedó completamente avergonzado. El rubor le cubrió las mejillas e, inmediatamente, se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación.
—Volveré dentro de un minuto.
Con rapidez, se puso un pantalón de pana color chocolate y un jersey de mohair beige. Se peinó con rapidez el cabello y se aplicó un toque de maquillaje. Entonces, respiró profundamente y regresó al salón tratando de aparentar una calma que estaba muy lejos de sentir. Jongin estaba sentado cómodamente en el sofá, fumando un cigarrillo con el aire de alguien que se sentía como en su casa.
—Siento haberte tenido esperando —dijo el cortésmente—. Ha sido muy amable de tu parte tomarte la molestia de venir a devolverme el bolígrafo —añadió. Jongin se lo entregó y el lo colocó en una mesa—. ¿Puedo...? ¿Te apetecería...? ¿Quieres algo de beber? Aunque tal vez tengas prisa...
-No, no tengo prisa -respondió él-. Un whisky solo, si tienes.
—Tal vez tenga, pero tendré que comprobarlo.
Kyungsoo fue a la cocina y comenzó a buscar en los armarios las botellas de alcohol que raramente utilizaba. Jongin lo había seguido por lo que, cuando el joven se volvió, sintió que se le aceleraba el pulso al ver cómo la presencia de él parecía empequeñecer la cocina. Retomó su búsqueda sin poder dejar de pensar en la postura tan relajada con la que él se había apoyado contra el frigorífico con las manos en los bolsillos.
—Por fin —exclamó, al encontrar la botella—. Whisky.
—Eso es.
—Te daré un vaso. ¿Has dicho que lo querías solo? Eso significa sin hielo, ¿verdad?
—Serías un camarero maravilloso —comentó él. Entonces, agarró la botella y el vaso y se sirvió él mismo.
—No bebo mucho...
—Sí, ya lo recuerdo. El límite es de dos copas. ¿Nos sentamos? —le preguntó. Entonces, tomó la mano de Kyungsoo con la habitual familiaridad y lo llevó de nuevo al salón—. Tienes una casa muy bonita —añadió, mientras se sentaban—. Abierta, simpática y colorida. ¿Refleja este hogar la personalidad de quien vive en él?
—Eso dicen.
—La simpatía es un rasgo admirable, pero no deberías dejar la puerta abierta. Estamos en Nueva York, no en una granja de Kansas.
—Estaba esperando a alguien.
—Pero recibiste la visita de quien no esperabas. ¿Qué crees que habría ocurrido si otra persona se hubiera encontrado con ese hermoso cuerpo que tienes envuelto solamente en una toalla? —le preguntó mientras lo miraba de arriba abajo. Sin poder evitarlo, Kyungsoo se sonrojó y bajó los ojos—. Deberías tener la puerta cerrada con llave, Kyungsoo. No todos los hombres te dejarían escapar como lo hice yo.
Antes de que Kyungsoo pudiera encontrar el modo de responder, se vio interrumpido por el sonido del teléfono. Aliviado, se levantó y fue a contestar.
—Tae, hola. ¿Dónde estás?
-Lo siento, Soo -respondió su amigo-. Ha ocurrido la cosa más maravillosa que te puedas imaginar. Espero que no te importe, pero tengo que cancelar lo de esta noche.
—Claro que no. ¿Qué ha ocurrido?
— Minho me ha pedido que vaya a cenar con él.
— ¿Significa eso que seguiste mi consejo en lo de ponerle la zancadilla?
—Más o menos.
—Oh, Tae... ¿De verdad lo hiciste? —preguntó Kyungsoo, encantado.
—Bueno, no —admitió su amigo—. Los dos llevábamos unos pesados libros de Derecho y nos chocamos el uno contra el otro. ¡Bendito golpe!
—Ya me lo imagino —comentó Kyungsoo, entre risas—. Tiene mucha más clase que lo de asaltarlo.
-¿De verdad no te importa lo de esta noche?
—¿Crees que sería capaz de permitir que una pizza se inmiscuyera con el amor verdadero? Vete y diviértete. Ya me contarás.
Cuando colgó el teléfono, vio que Jongin lo estaba mirando con abierta curiosidad.
—Tengo que admitir que ha sido el lado más fascinante de una conversación telefónica que he escuchado nunca.