Kyungsoo le dedicó una sonrisa y, en breves palabras, le explicó la historia de amor de Taemin.
—Entonces, la solución que le diste a tu amigo fue que el pobre hombre acabara de bruces sobre el suelo —concluyó él.
—Le llamó la atención.
—Entonces, esa llamada significa que te han dejado plantado. Ibais a cenar pizza, ¿verdad?
-Mi secreto se ha desvelado -confesó el mientras se sentaba en una silla frente a él—. Espero que pueda confiar en que nunca le dirás nada a nadie sobre eso, pero soy adicto a la pizza. Si no me tomo una a intervalos regulares, me da un ataque de ansiedad. No es algo bonito de ver.
—En ese caso, no podemos permitir que empieces a echar espuma por la boca, ¿no te parece? —afirmó. Dejó el vaso vacío sobre la mesa y se puso de pie—. Agarra un abrigo. Te llevo a comer pizza.
—Oh... En realidad no hay necesidad alguna... —susurró el pelinegro con una buena dosis de pánico.
—Por el amor de Dios, no empecemos con esto otra vez. Agarra un abrigo y vayámonos —le ordenó él ambario—. A mí también me vendría bien algo de comer.
Sin poder evitarlo, Kyungsoo se dispuso a obedecer. Se puso una cazadora de ante mientras él se colocaba la de cuero marrón que había dejado sobre una silla. Muy pronto, estuvieron en el pequeño restaurante italiano que el modelo le indicó. La mesa estaba cubierta con el inevitable mantel a cuadros rojos y blancos y había una vela con una botella por candelero.
-Bien, Kyungsoo. ¿Qué vas a tomar?
-Pizza.
—Eso ya lo sé. ¿Con qué?
—Con extra de colesterol.
-¿Eso es todo? -preguntó él, con una sonrisa.
—No quiero excederme —bromeó el—. Estas cosas se pueden ir fácilmente de las manos.
— ¿Te apetece vino?
—No sé si mi cuerpo va a poder asimilarlo... —dijo. Tras considerarlo durante un instante se encogió de hombros—. Bueno, ¿por qué no? Sólo se vive una vez.
—Es cierto —replicó Jongin. Entonces, le hizo una indicación al camarero y pidió la cena—. Tú, sin embargo —añadió, cuando estuvieron solos una vez más—, parece que hayas vivido antes. Eres una reencarnación de un príncipe. Me apuesto algo a que te llamaban Blanca nieves cuando eras una niño.
—Si apreciaban su vida, no. Una vez, le rapé a un niño la cabeza sólo por eso.
— ¿Cómo dices? —preguntó él, atónito—. Por favor, cuéntamelo todo.
—Está bien. Había un niño que se llamaba Ryewook, del que yo estaba locamente enamorado. Desgraciadamente, él prefería a Jessie Winfield, una niña rubia muy mona que tenía unos enormes ojos marrones. Yo estaba loco de celos. Con once años, era demasiado blanco y muy delgado. No era más que ojos y piernas. Un día, pasé a su lado y, destrozado, ví que él le llevaba los libros del colegio. Entonces, George gritó: «Miren ya viene Blanca nieves ¿Dónde dejo los enanos? ». Con aquello me fue más que suficiente. Yo era un chico afrentado y planeé mi venganza cuidadosamente. Me fui a casa y agarré las tijeras de mi madre. Entonces, me pinté la cara con su mejor lápiz de labios y regresé para acechar a mi presa. Me acerqué a él con mucho cuidado, esperando pacientemente el momento más adecuado. Salté sobre él como una pantera, lo tiré al suelo y lo inmovilicé con el peso de mi propio cuerpo. Entonces, empecé a cortarle todo el pelo que pude. Él no hacía más que gritar, pero yo no tuve piedad alguna. En ese momento, llegaron mis hermanos y me apartaron de él. Como el cobarde que era, Ryewook salió corriendo para irse a casa con su mamá.
Jongin lanzó una sonora carcajada.
— ¡Debiste de ser un monstruo! —exclamó.
-Te aseguro que pagué por lo que hice -prosiguió Kyungsoo mientras levantaba la copa de vino que él le había servido durante su historia—. Me pusieron un buen castigo, pero mereció la pena. Ryewook tuvo que llevar una gorra durante semanas.
Su pizza llegó por fin. Durante la cena, la conversación que mantuvieron fue mucho más agradable y relajada de lo que Kyungsoo hubiera creído posible. Cuando consumieron el último trozo, Jongin se recostó sobre su asiento y lo miró muy serio.
—Nunca habría creído que eras capaz de comer así.
Kyungsoo sonrió, relajado por la combinación de vino, buena comida y agradable compañía.
—No lo hago muy a menudo, pero, cuando como así, soy una lima.
-Eres una fuente constante de sorpresas. Nunca sé lo que esperar. Eres un estudio sobre las contradicciones.
— ¿No es ésa la razón por la que me contrataste, Jongin? —preguntó el pelionegro. Utilizó el nombre de pila de él por primera vez voluntariamente, aunque casi sin pensar—. ¿Por mi versatilidad?
Jongin sonrió y se llevó la copa a los labios, pero no respondió.
Mientras subían al apartamento de Kyungsoo, el sintió que regresaba su anterior nerviosismo. Decidido a permanecer tranquilo, inclinó la cabeza para sacar las llaves del bolso y aprovechó el tiempo para tratar de tranquilizarse.
— ¿Te gustaría entrar para tomar un café?
Jongin le quitó las llaves de la mano, abrió la puerta y sonrió.
—Pensaba que tú no tomabas café.
—No, pero todo el mundo lo toma, así que tengo café instantáneo.
—Con el whisky, sin duda —dijo él mientras entraban en el apartamento.
Tras quitarse la cazadora, Kyungsoo retomó su papel como anfitrion.
—Siéntate. Sacaré el café dentro de un minuto.
Jongin se quitó también la cazadora y la dejó sobre el brazo de una butaca. Una vez más, Kyungsoo notó la fuerte constitución de su cuerpo bajo el jersey azul marino y los pantalones. Se dio la vuelta y se dirigió a la cocina.
Con movimientos automáticos, conectó el hervidor de agua y sacó tazas y platillos de un armario. A continuación, colocó un azucarero y una jarra de leche sobre una bandeja de mimbre y, por último, preparó el café para Jongin y un té para el. Entonces, regresó al salón y colocó la bandeja sobre la mesita de café. Vio que Jongin estaba de pie, examinando su colección de discos, y le sonrió.
—Tienes una buena selección —comentó él, desde donde estaba de pie-, aunque es típico tuyo. Chopin para cuando te sientes romántico, Denver para cuando estás melancólico y echas de menos tu hogar, B.B. King cuando estás deprimido y McCartney para cuando estás alegre.
—Parece que me conoces muy bien —dijo Kyungsoo. Sentía una extraña mezcla de diversión y resentimiento por el hecho de que hubiera sabido identificar con tanta exactitud la música que escuchaba según su estado de ánimo.
—Todavía no —replicó él mientras se acercaba a la mesa—, pero estoy en ello.
De repente, Jongin estaba muy cerca. Kyungsoo sintió la necesidad de decir algo.
—Tú café se está quedando frío.
Habló rápidamente y, cuando se inclinó sobre la bandeja para entregarle la taza, tiró una cucharilla por la agitación que se había apoderado de el. Los dos se inclinaron para recogerla al mismo tiempo. Los fuertes dedos de Jongin se cerraron sobre la palida mano del modelo. Al sentir el contacto, Kyungsoo notó una corriente de electricidad por el brazo que se extendió rápidamente por todo su cuerpo. Entonces, levantó el rostro para mirar el de él.
No intercambiaron palabras mientras se miraban. Kyungsoo comprendió la inevitabilidad del momento.
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