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Psicofonía por Iori Yagami CCH

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Prologo

Dicen, que hay espíritus que se quedan atrapados en este mundo, y que para tener comunicación, manipulan con su energía cierto tipo de mecanismos, medios físicos, como el sonido.
Seguramente, haz escuchado hablar de las supuestas psicofonías, unas te harán helar la piel, otras son inentendibles y otras son sorprendentes.
***
Hay una casa, una enorme casa en la colina, está algo descuidada, pero con un poco de arreglo será suficiente. Eso había pensado la familia Nanase que acababa de mudarse, pues la casa no solo era demasiado grande, sino que también les había sido vendida en un precio ridículamente bajo.
Además, necesitaban irse del pueblo en donde antes vivían, pues su primogénito y único hijo estaba atravesando una fuerte depresión debido a que su mejor amigo de infancia y vecino: Makoto Tachibana, decidiera ponerle fin a su vida.
La familia llegó, arribaron a la colina sin dificultad, no había casas alrededor, era un amplio y gran lugar.
Haruka caminó junto a sus padres a aquella casa vieja, sin mirar nada, estaba completamente ido como hacía varias semanas lo estaba, subió las escaleras recorriendo la casa con un extraño frío recorriendo su cuerpo, las escaleras rechinaban a cada paso que daba, y el techo estaba lleno de polvo, había muebles cubiertos con sábanas blancas; al parecer los últimos dueños de la casa habían salido apresurados sin siquiera llevarse algunas posesiones.
Haruka eligió una habitación al final del pasillo, esa sería su habitación. Quería estar solo.
Sus padres le dejaron con la condición de que dejase la ventana abierta y no cerrara la puerta con llave, cosa que el pelinegro aceptó de mala gana.
Al llegar la noche, Haruka aún acomodaba sus cosas, hacia limpieza en aquella amplia habitación, estaba cansado ya cuando decidió tumbarse en el futón.
Cerró los ojos y suspiró, recordó a su amigo, a Makoto. “Haru, ¿crees que puedas estar bien sin mí?” el rostro de su amigo con una suave sonrisa apareció en sus pensamientos, “Claro que sí” había respondido para no parecer dependiente de Tachibana, la gente decía que su mejor amigo se comportaba como una madre, y aquello lo hacía rabiar.
Las lágrimas salieron de sus ojos sin poderlo evitar, “Si tan solo le hubiese dicho la verdad; si tan solo le hubiese dicho que lo necesito” pensó y de nuevo lloró, al cabo de unos minutos decidió secarse las lágrimas con las manos y se levantó del futón abrió la ventana alta y grande de su habitación y se quedó asomado por unos momentos, miró una sombra en el jardín, pero no hizo caso a ella. Cerró la ventana al cabo de unos momentos y antes de que pudiese apartar la vista de ella, una mano apareció en el cristal en seguida de un rostro… Aquel rostro, un rostro varonil, cabello negro, corto, ojos azules como el cielo, la mirada penetrante, Haruka se quedó observando pero no dijo nada, se quedó serio, inmutable con la vista fija al cristal, aquel rostro frunció el entrecejo, o eso le pareció a Haruka. “¿Qué haces aquí, quién eres tú?”, la gruesa voz de aquella… “cosa” se hizo presente, Haruka tragó saliva, inmutable, mentiría si dijese que no estaba asustado, pero tampoco lo demostraría.
-Soy Nanase Haruka, a partir de hoy viviré aquí.- Respondió.
Aquella “cosa” desapareció, pero después, Haruka notó que estaba en un rincón de la habitación. Hacía mucho frío y la mirada llena de odio de aquel no ayudaba.
-¿Quién eres tú?- preguntó Haruka, logrando que el entrecejo de aquel fantasma se frunciera aún más.
-Yamazaki Sousuke- escuchó susurrar al viento frío que meció sus cabellos – No dejaré que estés aquí, está casa no es tuya.
-Es mía porque mis padres la compraron- Agregó el otro sentándose en el futón comenzando a colocarse el pijama y después recostarse ignorando a la “cosa” que ahora estaba delante de él, sobre el futón.
-¡Pues no te dejaré estar aquí!- y en cuanto terminó la frase varios libros salieron disparados chocando contra la pared, Haruka se levantó frunciendo el entrecejo.
-¡Ya te dije que esta casa es mía!- y Haruka se encaminó recogiendo los libros y colocándolos en su lugar, el otro joven mostró su enojo aún más y después dijo:
-¿No le tienes miedo a los fantasmas?- y después Haruka le miró inexpresivo.
-No- concluyó volviéndose a acostar.
Sousuke se quedó ahí, observándolo y después llegó al escritorio que estaba ahí, miró la fotografía de aquel intruso junto a otro chico, sonrió y por alguna razón le resultó familiar.
….
Continuará….

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