El escenario iluminado por el reflector señalando la figura delgada pero varonil que se acercaba al piano con la mirada fija en el instrumento. Manuel Gonzales se hacía llamar el artista bajo tutoría del tirano ingles que observaba a su discípulo expectante de ver cómo le iba con su nuevo desafío. Manuel sabía que sus hermanos habían viajado para verlo brillar pero hizo como si no los conociera apenas sintió la mirada de los personajes esos.
Antonio anhelaba escuchar la música de su primogénito menor, que sospechaba sería la más trágica. Pues como Austria había aprendido a reflejar sus emociones a través de algún arte.
Los espectadores quedaron en silencio inquietos de tanta emoción que contenían, el varón alzo a mano y toco la primera tecla por fin comenzando su melodía. Nadie espero que incluso cantara, pues habían ignorado el micrófono negro oculto en las sombras del piano.
/No te puedo asegurar/ Arthur abrió los ojos sorprendido, no espero que el muchacho comenzara su pequeño concierto con la canción que dictaría su futuro.
/Sobrevivir aquí, si vienen y van... Como si fueran sus tierras ¡No ven que les duele!/ Ya a Manuel no le importaba nada. Necesitaba un desahogo como este, donde pudiera hacer voz lo que sus sueños gritaban cada madrugada que él mismo se despertaba sudando y llorando las lágrimas de sus hijos en el sur; fue arrancado vil mente de su tierra, por quien se hace llamar conquistador pero no es más que un ladrón. La angosta tierra que posee nada más que la furia de un pueblo aguerrido esperando atacar era la que él tiene y personifica.
/Vida no es y, muerte no es
¿Entonces que...es el entremedio que viven a diario?/ Bajos sus parpados atravesó la imagen de miles de cuerpos chilenos, de mapuches, de los mestizos que eran sus hijos. Como los españoles abusaron de sus mujeres; de la furia negra que era la mapuche abuela del y sintió enojo.
/Y yo aquí sentado sin poder ayudar/
Presiono cada tecla ahora más fuerte, demostrando aún más su desahogo de tantas emociones que reflejaba.
Bien estúpido de parte de Antonio pensar que Manuel lejos de su tierra se haría un príncipe de tomo y lomo como lo era el niño de los Incas que ahora se llamaba José. Al contrario, avivo la fiera interna de Chile, pues aún más lejos más se acordaría de los andes, de concepción, de Santiago y del Bio Bio. En fin, de todo su ser, de toda su gente.
/Los poderosos mienten/
Martin quedo impresionado viendo al varón que confundió más de una vez con una fémina de las tierras vecinas levantarse erguido contra su padre gritando a viva voz melodiosa, la verdad que varios de sus hermanos no podían hacer hasta ahora.
/Los poderosos mienten, dicen hacer lo conveniente. Sonríen y asienten. Y es para no asustarnos con la verdad y para no quedar mal/
José sostuvo a su hermano menor, girando de vez en cuando a ver a su padre que no cambiaba el semblante serio; casi parecía una pintura sin moverse pendiente de cada movimiento de Manuel.
/Y todos esperan, mientras cuentan cuerpos como números vacíos intentado encontrarle el sentido
¡Y cómo es que nadie ve lo que viene!/
Lo que viene, lo que se avecina para Antonio y Arthur ya vivió hace no muy poco de tomar la tutela del crio que lavaba el cerebro de sus hermanos mayores.
/Y vida no es, ni muerte no es. Entonces ¿Qué? Es el entremedio que vive a diario. Y yo aquí sentado sin poder ayudar/
Francis sonrió divertido con el espectáculo, supo desde el primer momento que vio a Manuel Gonzales que este niño sería un dolor en el culo para el español. Por lo que no le sorprendió que lo dejara con Arthur quien alimento la mente rebelde del chico con las historias de la revolución Francesa, como él mismo lo había hecho con Jones en su tiempo
/Dicen hacer lo conveniente. Sonríen y asienten, para no asustarnos con la verdad y, ¡es para no quedar mal!.../
Ya casi al final de la canción, Manuel batió sus parpados abriendo los ojos que albergan un profundo negro lleno de rabia y odio dirigido solo a un ser que se creía digno de escuchar sus canciones.
/ ¡Es para no quedar mal!/
Termino. Todo...
Los aplausos no se hicieron esperar, el castaño quedo pasmado luego de su letargo pendiente de que estaba ocurriendo, de donde estaba. Su adrenalina se había disipado, sentía que caería en cualquier momento pero unos brazos fuertes lo envolvieron. Subió la mirada para toparse con el verde jade que espero en todo el concierto. Jadeo intentando hablar pero la mano del hombre de cabellos rubios lo acalló y le tendió un ramo como demuestra de orgullo.
Antonio por otro lado estaba congelado, Lovino lo quedo mirando unos pocos segundos antes de bufar y murmurar algo para calmar los aires.
"Tú mocoso toca muy bien el piano"
Aunque la verdad el consuelo jamás se le dio a él. Su hermano siempre fue mejor en eso.