Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Te necesito ahora. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fanfic pertenece a la convocatoria del grupo AoKaga 5x10 del Hikari Month día 16.

Como sabrán ya me es difícil escribir un one-shot corto, siento que mis ideas cada vez son más largas y no me gusta guardarme nada en narración ni sucesos, por eso la extensión de este fanfic.

Este escrito fue inspirado por la canción “Need you now” de Lady Antebellum, no saben cuánto AMO esa canción, que gran parte de este fic fue escrito mientras escuchaba dicha canción.

Espero que les guste c:

 

Advertencias:

Angst

Hurt/Comfort (Final feliz, pues)

Lemmon no explícito ni largo.

OoC (como siempre :v )

Aparición de OC

Mención de KagaKuro.

 

 

 

 

..::Te necesito ahora::..

.:.

.

 

 

¿Acaso el amor a larga distancia podía funcionar? Era lo que siempre se preguntaba Kagami Taiga, quien a sus 20 años de edad resentía bastante la falta de su novio. Aomine Daiki había sido su pareja por casi tres años, después de que ambos, por causa de celos, se confesaran de una manera muy extraña.

Habían pasado dos meses desde que Aomine Daiki fuera reclutado por una importante Universidad en Estados Unidos, la cual incluía en su beca tener la oportunidad de formarse en una importante liga universitaria y con mucho renombre en el país.

Kagami no esperaba que su moreno novio declinara dicha beca, ante sus ojos aquella oportunidad era la más importante en su vida; y él no le iba a impedir las oportunidades de crecimiento, y menos cuando sabía que Daiki estaba muy emocionado por irse a jugar casi profesionalmente.

 

Dos meses era un tiempo muy corto para olvidar el dolor que había causado el despedir a su novio en el aeropuerto, ese dolor en el pecho aún no lo dejaba estar tranquilo. Podía recordar la sonrisa triste de Aomine al decir “Te escribiré todos los días, Bakagami”, pero también estaba feliz de que el chico cumpliera con su palabra.

 

Nunca pasaba día en que Kagami no recibiera un mensaje de texto de Aomine a su celular, y no eran mensajes cortos… en cada uno de ellos no podía faltar la frase “Te amo” y “Te extraño”.

Además de que el moreno siempre lo sorprendía conectándose a Skype para charlar con él, al menos vía internet, sin importarle que la diferencia de horario hiciera más complicada la labor de encontrarse.

Aomine muy seguido despertaba temprano para conectarse a internet y poder ver a su novio, o en muchas ocasiones se quedaba despierto hasta altas horas de la madrugada con el mismo afán.

Kagami no podía estar más feliz que saber que su novio le demostraba su amor de varias formas, aun estando en un continente tan lejano.

..::..

.:.

.

—Y ese maldito dio un pase equivocado.  ¡No puedo creer que perdiéramos un partido de práctica por ese idiota!— Aomine hablaba, mirando a través de su monitor, cómo la sonrisa de su novio se hacía cada vez más grande ante su anécdota. En esa historia, el moreno le contaba al otro chico que habían tenido un partido de práctica, en el que debutó un novato, quien al dar el primer paso dentro de la cancha de basquetbol cayó al piso, totalmente nervioso. Inmediatamente el recuerdo de Kuroko Tetsuya llegó a su mente.

—Tal vez sólo estaba nervioso.— El pelirrojo respondió, mirando directo a los ojos del moreno. —Era su primer partido, así que era normal que se pusiera nervioso.

—Tch. Aun así… fue su culpa que el entrenador ahora nos pusiera una rutina de ejercicio muy difícil.

—Puedo notar las causas de ese entrenamiento.— El pelirrojo recargó su codo en el escritorio y puso su rostro sobre su mano, sin perder detalle de cada uno de los movimientos de su novio a través de la laptop.

—¿A qué te refieres?

—A tus brazos… puedo notar que son un poco más musculosos que la última vez que te vi.— Mostró una traviesa sonrisa que el moreno notó de inmediato. —Me gustan.

 

Un pequeño silencio surgió entre ambos, Aomine desvió la mirada y  trató de ocultar su ligero sonrojo ante las últimas palabras y gestos de su novio. Cómo amaba que repentinamente Kagami dijera comentarios como esos en torno a su cuerpo.

—Taiga…—Musitó, notando cómo el nombrado lo miraba con mucha atención. —Quisiera estar allá… quisiera demostrarte cuánto te amo, y hacértelo duro contra la pared hasta escucharte gritar y que me pidas que me detenga y que al día siguiente ni siquiera puedas cami—

—De acuerdo, ya entendí.— Interrumpió, tapando su rostro con una mano, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban ante los pensamientos del moreno.

—Esto es lo más difícil. Debes de imaginarlo… mi mano derecha no es lo suficientemente buena para quitarme esta necesidad de ti.

Kagami rió un par de veces al pensar que su novio no había cambiado en lo absoluto desde que se conocieron, pero ante todo eso, el moreno de alguna forma había aprendido a ser más maduro en todo aspecto. Claro que seguía siendo infantil, pero cuando se trataba de temas importantes, Daiki podía ser alguien con una mentalidad muy madura para su edad.

 

—También te necesito, Daiki.— Dijo casi en un murmuro para sí mismo, un murmuro que Daiki pudo escuchar a pesar del bajo volumen en el que su novio había hablado.

El moreno sonrió ante la linda visión de su novio sonrojado y tapando su boca, simulando que no había dicho nada. Suspiró con resignación a las palabras; también necesitaba a Kagami, necesitaba besarlo, jugar 1 a 1 con él, comer aquella exquisita comida, hacerle saber físicamente cuánto lo amaba, pero en sus planes no estaba el  regresar a Japón tan pronto.

—Iré en vacaciones.— Trató de romper el silencio nostálgico con su comentario, y nada mejor que eso. —Regresaré a Japón tan pronto como lleguen las vacaciones, así podremos pasar un tiempo juntos.

Kagami asintió a las palabras, sabía que el moreno no podía regresar de inmediato, pero al menos estaba dispuesto a pasar unas semanas con él, sólo tendría que ser paciente, no debía de pensar en aquella distancia que los separaba; intentaba tener en mente que dicha distancia sólo haría que la próxima vez que se vieran las ganas de besarse, abrazarse y amarse serían más fuertes.

—Claro… esperaré paciente.

 

Tan pronto como el pelirrojo habló, a través de la bocina se dejó escuchar un fuerte ruido, y sin despegar la vista del monitor, vislumbró cómo su novio giraba el rostro hacia la puerta del cuarto y gruñía con molestia.

Los dos compañeros de cuarto de Aomine habían regresado de sus típicas salidas nocturnas a un bar, y como era costumbre de aquellos dos chicos rubios, hacían mucho ruido: reían, cantaban, bromeaban y tiraban cuanta cosa se ponía en su paso.

—¡¡¡Malditos infelices!! ¡¡Están pisando mis libros!!— Gritó el moreno, sin quererse levantar de su asiento y dejar a su novio esperando frente al computador.

—Woooaa, Aomine. ¿Estás hablando con tu novio?— Uno de los chicos se acercó hasta donde estaba sentado el peliazul y lo rodeó con un brazo, sentándose al filo del asiento que ahora compartían ambos chicos. —Hey Kagami. Tienes loco a este tortolito, siempre habla de ti.

Kagami no pudo hacer más que reír al ver la escena casi típica, no podía evitar pensar que su novio era tan lindo con ese sonrojo que surcaba sus mejillas cada que sus compañeros de cuarto osaban interrumpir sus pláticas por skype.

—Oh sí. Ya nos tiene harto con su ‘Kagami cocina mejor que esta porquería’—Comentó el tercer chico, quien también se acercaba al monitor de la laptop —Si no fuera por esa ‘porquería’ que nosotros cocinamos, ahora estaría muerto.

 

Y así fue como Kagami presenció un típico rato entre amigos, en el que Aomine trataba de defenderse, pero los otros dos chicos rubios sólo hacían que se avergonzara más.

El pelirrojo sabía el nombre de ambos chicos, pero jamás había entablado una conversación más allá de presenciar cómo molestaban a su novio, pero Aomine parecía feliz al compartir cuarto con aquellos dos rubios, y eso lo dejaba más tranquilo.

Por fin los dos chicos decidieron hacer otras cosas y dejar en paz al moreno, quien aprovechó para tratar de terminar la conversación que por casi dos horas había tenido con su novio.

 

—Son unos idiotas.—Gruñó en molestia, acomodándose sobre la silla en la que estaba sentado, mirando de reojo a sus compañeros de cuarto.

—No deberías criticar la comida que hacen para ti.

—Claro que debo hacerlo, cocinan horrible. Aunque es cierto lo que dijeron… extraño tu comida.

El de orbes rubíes no respondió de vuelta, sólo mostró una pequeña sonrisa, sabiendo que él también extrañaba aquellos días en los que ambos podían sentarse frente a frente y degustar un buen platillo.

—Lo siento, Taiga. Debo irme, mañana me espera un entrenamiento intenso. Ya sabes, por la culpa de ese novato que nos hizo perder el partido de práctica.

—Claro, no te preocupes.

Aomine, antes de despedirse correctamente giró el rostro hacia ambos lados del cuarto, buscando a sus compañeros, pero para su fortuna no los encontró.

—Te amo, Taiga… — Habló en voz baja, sin embargo…

—‘Te amo mi terroncito de azúcar’ Mua mua.— Uno de los compañeros del moreno habló, parándose detrás de él y formando un corazón con sus manos, burlándose del peliazul.

—El amor, el amor~—El otro chico rubio bailaba como loco un par de metros detrás de Aomine, haciendo reír a Kagami por las tonterías que estaban haciendo aquellos chicos.

Y Aomine, completamente sonrojado terminó la llamada, pensando en golpear fuerte a ambos chicos por interrumpir su glorioso momento.

 

Kagami suspiró hondamente al sentir cómo su corazón latía fuerte por aquel chico que aún era su rival en basquetbol. Sin saber por qué, llevó su mano hacia el monitor de la laptop, como si con ello pudiera entrar al computador y aparecer del otro lado, con su novio.

..::..

.:.

.

Habían pasado 6 meses desde que Aomine se fuera a Estados Unidos, y Kagami de alguna forma se había habituado a esos encuentros por skype en los que podía hablar con su novio tranquilamente. Era cierto que lo seguía extrañando bastante, pero la magia del internet hacía las cosas más fáciles de soportar.

A nadie jamás se lo diría, pero incluso varias veces había tenido ‘cibersexo’ con el moreno, le encantaban aquellas veces en las que Aomine a través del monitor lo provocaba hasta el punto de hablarle sucio mientras él mismo se masturbaba mirando al otro chico hacer lo mismo.

Si las cosas seguían así, el soportar la ausencia de Aomine Daiki sería un poco más tolerable.

 

—¿Cómo van las cosas con Aomine-kun?

Una voz muy conocida lo sacó de sus pensamientos, haciéndolo saltar

—¡Waa! ¡Kuroko! ¿De dónde saliste?

—Vengo siguiéndote desde hace dos cuadras.— Dijo como si nada, llevando dos libros gruesos sobre sus manos.

Kuroko y Kagami habían ingresado exitosamente a la misma universidad, sin embargo no a la misma carrera, ya que ambos se iban a especializar en cosas diferentes.

Para contento de los dos, estudiaban en el mismo campus, y rentar un cuarto no había sido tan mala idea, así ambos saldrían beneficiados de alguna forma u otra.

—No respondiste a mi pregunta.— Kuroko no quería quedarse con la duda acerca de la relación de sus dos luces; no quería aceptarlo pero la escuela y los diferentes horarios de él  y su luz de Seirin los dejaba con muy poco tiempo para conversar.

—Tch. Pues, todo está igual que hace 6 meses. Nos encontramos para conversar por skype y eso es todo.

—Pero hay algo diferente; te ves más feliz, Kagami-kun.

 

Abrió los ojos en sorpresa ante el comentario. ¿Él feliz? ¿Cómo podía estar feliz sabiendo que su novio estaba a millones de kilómetros de ese lugar?  Aunque también sabía que si Kuroko lo decía era por algo… él había visto algo que ni siquiera el mismo pelirrojo notaba.

—No seas tonto.— Fue lo único que dijo,  no quería hablar de más y decirle a su antigua sombra lo que había hecho últimamente frente a la computadora con la figura de su novio.

 

~*~

 

Esa misma noche Kagami inició sesión en  skype y, como todos los días, esperó a que su novio se conectara, para platicarle sobre su día e incluso comentarle que había tenido un buen momento hablando con Kuroko, ya que hacía mucho que no lo hacía, a pesar de que él y el chico de poca presencia vivían en el mismo departamento.

 

Estuvo esperando cerca de dos horas, pero el moreno no apareció; aprovechó ese momento para hacer sus tontas y pesadas tareas de la universidad, aunque sus ojos cada vez se sentían más pesados.

Cuando miró el reloj, eran casi las 3 de la mañana, y sabía que si no se iba a la cama, tendría que soportar un pesado día, pues su cuerpo no descansaría lo suficiente; y dándole un último vistazo al skype, lo cerró, pensando que tal vez su moreno novio se había quedado más tiempo a entrenar por la tarde; tal vez esa fue la causa por la que Daiki no llegara a tiempo.

 

—Ya será mañana.— Se dijo a sí mismo, mientras apagaba el computador y se dirigía pesadamente a la cama, a dormir.

 

~*~

 

El día siguiente había pasado muy lento para Kagami; durante esos 6 meses que su novio estaba radicando en otro país lejano, cada mañana recibía un mensaje de texto de Aomine, deseándole buen día y recalcándole que lo amaba. Era la mejor forma de iniciar un día para Kagami, sin embargo ese día no recibió dicho mensaje.

Pensó que Aomine tal vez se había quedado sin crédito en su celular, así que no lo culpó. Ésta vez fue él quien le mandó un mensaje al moreno; deseándole una buena noche y mencionándole que estaría esperando por él frente a la laptop, como todos los días.

 

Por la noche, cuando el pelirrojo tuvo la oportunidad de conectarse a Internet, lo primero que hizo como siempre fue abrir el skype y confirmar si su novio estaba conectado, sin embargo, Aomine no estaba en línea.

Aquello no fue problema para él; prefirió esperar hasta que el moreno se conectara, aprovechando a hacer sus deberes escolares que eran como una tortura para él.

 

Sin embargo… ese día el moreno tampoco se conectó.

 

Pensaba que su novio  estaba teniendo una semana difícil en los entrenamientos, tal vez incluso en la escuela, por lo que llegaba muy cansado a casa y prefería descansar.

No lo tomó a mal, pues él mismo sabía el estrés que causaba el estudiar la Universidad, y suponía que en Japón y en Estados Unidos ese estrés era similar.

..::..

.:.

.

—Kagami-kun, te ves muy mal. ¿Ha pasado algo?— Kuroko no pudo soportar la intriga al ver tan mal a su mejor amigo. No eran sólo aquellas ojeras que portaba el antiguo as de Seirin, sino que también se veía muy decaído.

—Estoy bien. Sólo son cosas de la escuela que me tienen estresado.

—¿Estás seguro?

Kagami no contestó al instante, y al mirar aquellos orbes celestes de su amigo, supo que no podía esconderle la verdad por mucho tiempo. Kuroko tenía aquel don de hacer que todos, en algún momento, dijeran la verdad.

—Sí, no te preocupes.

 

Kuroko conocía bastante bien a su luz, y sabía que algo andaba mal con él. Lo primero que se le vino a la mente para tal desánimo del pelirrojo fue el nombre de ‘Aomine Daiki’, que rápidamente encendió un foco rojo en su mente. Pero tampoco quería presionarlo, sabía que tarde o temprano el pelirrojo tendría que decirle lo que estuviera mal… y aun así él estaría al pendiente de su amigo por si en algún momento tendría que sostenerlo en alguna caída repentina.

..::..

.:.

.

En el séptimo mes fue cuando Kagami no supo nada sobre Aomine. Era como si de repente el moreno se olvidara de él.

Todos los días durante ese mes tan difícil  mandaba mensajes a su novio, preguntándole si estaba bien, si tenía algún problema o simplemente para desearle un buen día; mensajes de los cuales ninguno fue contestado.

 

Aunado a ello estaba el hecho de que Kagami por las noches abría skype y esperaba paciente, esperanzado en que su novio se conectara y le dijera ‘Hey, Bakagami, me robaron el celular’. Pero aquello no pasó durante un mes.

 

Quería pensar que Aomine estaba dando todo su esfuerzo en su nuevo equipo y en la Universidad, no le cabía en la mente que algo malo le hubiera pasado al moreno; su corazón simplemente no resistía la idea de que algo terrible pasara.

..::..

.:.

.

Fue al octavo mes en el que los mensajes de textos fueron reemplazados por las llamadas, en las que el buzón, con la voz linda de Aomine se dejaba escuchar, sin que esas llamadas fueran contestadas por la persona que él esperaba.

No sabía qué pensar, qué creer… necesitaba a su novio, y lo necesitaba urgentemente. No podía asimilar la agonía de pensar que algo malo le habría pasado al moreno; tampoco quería pensar en cosas terribles, sin embargo todo apuntaba a ello… esa era la única razón por la que Daiki no diera señales de vida.

..::..

.:.

.

Era una tarde realmente calurosa, en la que Kuroko había ido a comer a un restaurante familiar con sus amigos de la universidad. Él no era alguien tan anímico o que le gustara salir mucho con la gente, sin embargo, ese día no había podido resistirse, ya que sus clases se habían extendido y él no había llevado nada de comer para el almuerzo. Al escuchar de uno de sus compañeros la palabra ‘yo invito’ no dudó en aceptar la oferta y acompañar a sus amigos a dicho restaurante de comida china.

 

Después de tal comida, se dirigieron hacia casa; algunos de ellos tomaron rumbos diferentes, pero Kuroko  prefirió acompañar a dos compañeros que vivían cerca del departamento que estaba rentando con Kagami.

Inevitablemente tuvieron que pasar cerca de una cancha de basquetbol callejera; los dos chicos que acompañaban al peliceleste conversaban sobre cosas de la escuela, sin embargo, Kuroko no pudo seguir la plática, debido al sonido de un balón de basquetbol rebotando en el asfalto y el sonido provenía justo dentro de aquella cancha.

 

—Kuroko. ¿Pasa algo?— cuestionó uno de sus compañeros. Aquel chico tenía una habilidad especial para no perder de vista al peliceleste, lo cual a Kuroko en realidad no le importaba en lo absoluto.

Tetsuya no respondió al instante, pues sus ojos enfocaron a aquel chico que jugaba con el balón dentro de la cancha.

—Sí, lo siento. ¿Les molesta si siguen sin mí?— Respondió el peliceleste, sin despegar la vista de la figura que jugaba basquetbol.

—De acuerdo. Nos veremos mañana.— Y sin más, ambos chicos comenzaron a caminar hacia sus hogares, dejando al peliceleste, tal y como éste lo había pedido.

 

Kuroko usó su falta de presencia para observar un poco al chico pelirrojo que driblaba el balón y hacía clavadas con majestuosidad. Algo dentro de su pecho comenzó a doler al notar de forma diferente a su amigo; no era el mismo chico que amaba el basquetbol y que jugaba con el corazón, entregando todo de sí en cada partido. Aquella visión de su luz de Seirin le hacía tener una punzada en el pecho.

 

—Kagami-kun.— Habló tranquilo, para no asustar a su amigo como comúnmente lo hacía, mirando cómo el pelirrojo hacía una canasta y dejaba que el balón se escabullera, rebotando lejos de él.

Kagami no se atrevió a mirarlo, no quería demostrar debilidad frente a nadie, menos frente a aquel chico que había sido su mejor amigo desde hacía años. Lo único que quería era que Kuroko se fuera lejos para no sacar aquellos pensamientos y molestias que lo habían atosigado desde hacía meses.

—Kagami-kun, estás bi—

—Han sido 8 meses, Kuroko.— Empezó a hablar, interrumpiendo osadamente al peliceleste, y bajando la mirada al piso, esperando que el otro chico no se le acercara, lo cual parecía que Kuroko había entendido a la perfección —8 meses en los que Aomine se fue… y por 2 meses no he sabido nada de él… nada.— Levantó su mirada al cielo, aun evitando el contacto visual. —Es como si la tierra se lo hubiera tragado… No contesta mis mensajes, no contesta mis llamadas… ¿Qué debo hacer? ¿Y si le pasó algo?

 

Kuroko abrió los ojos con dolor y sorpresa al ver cómo el pelirrojo enfocaba su vista en él; esa mirada denotaba dolor y bastante sufrimiento, una visión demasiado dolorosa de su amigo que jamás quiso ver.

—O tal vez… él tiene a alguien ma—

—No.— Kuroko trató de interrumpir el tren de pensamientos que transitaba por la mente de su amigo. —No deberías sacar conclusiones, Kagami-kun. Estoy seguro que Aomine-kun está bien. Tal vez pasó lo mismo de aquella ocasión cuando reprobó un examen. ¿Lo recuerdas?— Cuestionó, formando una pequeña sonrisa, tratando de reconfortar a su amigo, vislumbrando cómo la mirada de Kagami cambiaba poco a poco. —Sí, aquella vez fue gracioso. Momoi-san tuvo que confiscarle sus álbumes de Mai-chan. Esta vez pudo ser que lo castigaran cortándole el internet y quitándole el celular.

El pelirrojo no pudo evitar dejar salir de sus labios un intento de risa ante el recuerdo de Momoi persiguiendo al moreno por casi cuatro cuadras para quitarle aquellos álbumes de fotos. Y si era objetivo, podía decir que Kuroko tenía razón.

 

Kagami debía dejar de pensar en cosas negativas, ahora que Kuroko le había dado alguna razón del repentino desaparecimiento de su novio, lo cual, cada vez que lo pensaba tenía más coherencia; más al saber lo idiota que era su novio para la escuela.

—Sí, eso debe ser… sólo debo ser paciente y esperar por alguna respuesta suya.— Le regaló al peliceleste una sonrisa tierna, caminando unos pasos hasta levantar el balón del piso y caminar hacia la salida. —Vamos a casa, muero de hambre. ¿Quieres que cocine algo para ti?

—Gracias, en realidad acabo de comer, pero… no puedo decir ‘no’ a tu comida.

Después de una pequeña risa por parte del más alto, caminaron hacia el departamento de ambos. Kagami se sentía un poco más tranquilo ante las palabras de Kuroko, aunque de alguna forma lamentaba haber asustado de esa forma a su antigua sombra.

 

~*~

 

Al día siguiente, Kuroko había estado muy pensativo sobre la situación con Aomine, tanto que en las clases que había tenido no había puesto atención a gran parte de ellas, pensando una y otra vez qué era lo que le había pasado al moreno para desaparecer de esa forma.

Claro que había dicho una mentira a su amigo. ¿Aomine castigado? Por supuesto que ni siquiera él lo creía, pero tal parecía que Kagami se había quedado más tranquilo con aquel pensamiento.

No sabía si debía involucrarse en el asunto, pues una de las cosas que menos le gustaba era meterse en el noviazgo que por tres años habían tenido sus dos antiguas luces. Pero tal parecía que esa ocasión ameritaba que él metiera su nariz como pocas veces lo había hecho.

 

Cuando terminaron sus clases del día, lo primero que hizo fue buscar su celular y un lugar tranquilo en el que pasara desapercibido, sólo por si la llamada que estaba a punto de hacer resultaba muy larga.

Buscó entre sus contactos un número en específico; cuando lo encontró suspiró hondamente, sabía que la persona a la que estaba a punto de llamarle tendría la respuesta, pero no estaba seguro de querer saber la verdad si aquello no resultaba tan bien. Aun así se armó de valor y se dispuso a hacer la llamada.

 

—¡¡¡Tetsu-kun!!!— Una voz fuerte y aguda lo recibió, haciendo que el nombrado despegara la bocina de su oído para que sus tímpanos no se rompieran —¡Es una sorpresa que me llames! ¿Cómo te ha ido?

—Hola Momoi-san. Gracias por preguntar, todo conmigo va muy bien, las clases son muy demandantes pero es el precio por obtener una buena carrera.— Pausó sus palabras, escuchando un ‘tienes razón’ de parte de la chica del otro lado del teléfono. —¿Cómo vas tú con tus estudios  en enfermería?

—Muy bien. ¡Esto es muy interesante! Dicen que tengo dotes de paramédico, así que podría intentarlo.

Momoi Satsuki se había inscrito en una escuela de enfermería, pues en su tercer año de preparatoria había entendido que quería ser una buena enfermera; y lo confirmó al tratar de ayudar a un hombre que en plena calle le había dado un paro cardíaco, y aunque ella quiso ayudar, no supo qué hacer.

—Eso suena muy bien, Momoi-san. Serás la mejor paramédico.

—Oh Tetsu. Tú siempre tan lindo.

 

La pelirrosada dejó escuchar una risa pequeña, y Kuroko sabía que era el mejor momento para cambiar de tema, esperando no sonar tan lógico ante el motivo de su llamada.

—¿Has hablado con Aomine-kun? Yo no he sabido de él.— Informó con seguridad, sin embargo en su pecho estaba aquella punzada que le decía que no quería escuchar la respuesta.

—¡Claro! Ayer por la noche hablé con él. Dice que su equipo de basquetbol va muy bien. Sigue quejándose mucho sobre un chico novato, pero…

Las palabras que decía la chica dejaron de escucharse por su canal auditivo, y aunque ella seguía contando con lujo de detalles las anécdotas que escuchaba del peliazul, la mente de Kuroko dejó de ponerle atención.

 

No podía entender por qué Aomine había dejado de frecuentar abruptamente al pelirrojo, por qué había cortado comunicación con él y por qué lo estaba haciendo sufrir de esa manera.

El dolor en su pecho aumentó al saber que la chica pelirrosada mantenía comunicación con el moreno  diariamente; podía entender que ese dolor se debía a su amigo… Kagami ante sus ojos era alguien muy especial, alguien que no merecía sufrir por nadie.

—¿Tetsu-kun?—Llamó Satsuki, sabiendo que Kuroko había dejado de escucharla.

—Ah, lo siento, Momoi-san. De repente me quedé pensando en otras cosas.

—No te preocupes, seguro que la escuela te tiene muy pensativo. ¿Cómo está Kagamin? Siempre que le pregunto a Dai-chan sobre él, me dice que todo está bien.

 

Kuroko mudó por más tiempo, suspiró hondamente alejando el teléfono de su boca. El coraje y la molestia lo invadieron repentinamente al escuchar las últimas palabras de la chica. ¿Aomine decía que todo estaba bien? ¡Por supuesto que era mentira! El moreno había dejado totalmente triste al pelirrojo, ¿¡Y él osaba decir que todo estaba bien?!
Trató de calmarse, no era una buena idea que Satsuki lo notara molesto, o de lo contrario tendría a la chica acosándolo para que dijera la verdad.

 

—Él está bien, también está un poco presionado por la Universidad. Pero nada que no pueda soportar.

—Me alegra mucho saber eso. Tetsu-kun, me gustaría quedar algún día para tomar un café contigo… o una malteada de vainilla, lo que tú quieras.

 

Kuroko sonrió a las palabras; después de todo ese tiempo sabía que la chica no había dejado de verlo de una forma romántica, pero siendo sincero consigo mismo, le agradaba bastante pasar un tiempo con ella. Veía a la chica como alguien divertida, siempre con un tema de conversación, lo cual le agradaba bastante.

Parecía que Momoi no quería terminar la llamada, pues la conversación siguió y siguió, sin que ninguno de los dos quisiera terminarla. Hacía casi 6 meses que ambos no se veían, y las llamadas eran lo que los mantenía unidos a pesar de la distancia.

..::..

.:.

.

Kuroko se encontraba encerrado en su cuarto, a pesar de que había tratado de hacer sus deberes escolares no había podido; de su mente no había salido la situación que estaban pasando sus dos antiguas luces, por más que pensaba en el asunto, no podía entender en qué estaba pensando Aomine para cortar todo tipo de comunicación con Kagami, y aquello no le agradaba en lo absoluto.

 

No sabía si su amigo pelirrojo se encontraba del otro lado del departamento, encerrado también en su cuarto y haciendo su tarea, no sabía si debía arriesgarse a llamar al chico moreno que radicaba a miles de kilómetros de allí y aclarar todo, sin embargo no pudo evitarlo; cuando se dio cuenta, se dirigió hacia su cama y se sentó sobre ésta, tenía el celular en sus manos y marcaba al teléfono que sabía que aún pertenecía a Aomine Daiki.

 

Miró el reloj,  pasaban de las 9 de la noche, y a juzgar por la diferencia de horarios, suponía que en Estados Unidos ya había amanecido, podrían ser las 10 u 11 de la mañana, según él.

Esperó por casi dos minutos a que el moreno respondiera su celular, no entendía por qué, pero sus manos de repente comenzaron a sudar, su nerviosismo poco a poco se hizo presente y fácilmente podía decir que no recordaba la última vez que se había sentido así.

 

—Diga.

La voz de Aomine Daiki se dejó escuchar por la bocina, y Kuroko dudó por unos segundos en responder.

—¿Tetsu?

Kuroko por fin volvió en sí y trató de formular algunas palabras, intentando no ser tan descortés ni que su rabia y enojo se hiciera mostrar.

—Aomine-kun. ¿Cómo has esta—

—¿Pasó algo, Tetsu? ¿Todo está bien allá?— La voz del moreno sonó con mucha preocupación, lo que intrigó al peliceleste.

—¿Qué ha pasado contigo Aomine-kun?

Al escuchar la abrupta pregunta, un silencio surgió entre los dos. Aomine había entendido la razón de la llamada de su antiguo compañero de escuela, y por un momento no supo cómo reaccionar.

—Tetsu… yo… no creo que sea un buen mom—

—¿Por qué desapareciste de esa forma de la vida de Kagami-kun?— Su tono serio se hizo escuchar, y el moreno, al conocerlo perfectamente, supo que no podía decir nada bueno que lo sacara de esa conversación.

—No voy a  hablar contigo sobre esto.

—¿Qué significa eso? ¿Acaso Kagami-kun ya no te impor—

—Tetsu…— Habló en advertencia, interrumpiendo las palabras de su amigo, en un acto descortés por fin dejando totalmente callado al peliceleste. —…Lo siento, no puedo decirte nada... deja de llamarme.

 

Kuroko sintió cómo aquella pequeña punzada en su pecho se hacía más grande ante la petición del moreno, ni siquiera le dio tiempo de decir algo más, pues el moreno tan pronto como había terminado sus palabras colgó la llamada.

Sostuvo el teléfono entre su mano, mirando como bobo la llamada que recién había terminado; no podía creer la forma en la que el moreno le había hablado, y menos la forma en la que había dicho las cosas… para él no había otra duda: Aomine tenía a alguien más, por tal motivo se había olvidado de Kagami Taiga.

 

~*~

 

No sabía cuánto tiempo había pasado mirando la pantalla de su celular, como si con su simple mirada pudiera hacer que Aomine volviera a llamar y le dijera todo lo que estaba pasando por su mente con lujo de detalles.

No estaba preparado para aquellas palabras de Daiki, que aunque no lo dijera como debía, le había dado la respuesta a sus inquietudes.

Soltó un gran y largo suspiro, y se levantó de su cama, aún pensativo en aquella corta conversación con su antiguo compañero de Teiko; necesitaba salir de su cuarto, distraerse en cualquier otra cosa, mientras pensaba exhaustivamente si debía decirle a Kagami sobre aquella conversación o no.

 

Giró el picaporte de la puerta y la abrió lentamente, encontrándose frente a él a un chico de mayor altura que él, con aquellos ojos color rubí mirándolo con dolor.

Tragó saliva al notar la expresión lamentable de su compañero de departamento, no debía ser un adivino para saber que Kagami había escuchado su corta conversación,  estaba seguro de que el pelirrojo lo había escuchado nombrar a aquel chico moreno que radicaba al otro lado del mundo.

 

—Kagami-kun. Dime por favor que no escuch—

—Momoi me llamó…— Confesó, desviando su mirada y tratando de que sus palabras se escucharan tranquilas.

Kuroko abrió los ojos con suma sorpresa al escuchar aquella confesión, si sus suposiciones eran ciertas, la chica le había dicho exactamente lo mismo que a él: que Aomine hablaba diariamente con ella.

—Soy un tonto, Kuroko.—Mostró una extraña sonrisa, burlándose de él mismo y llevando una mano hacia su cabello rojo, recorriéndola por su cabeza mientras daba media vuelta y caminaba un par de pasos hacia la sala. —¡Soy un tonto!— Volvió a decir, ésta vez con más volumen en su voz. —¿Cómo pude pensar que esta estúpida relación funcionaría de esta forma?

 

Kuroko no supo qué decir, sólo caminó los pasos necesarios hasta quedar más cerca del pelirrojo y pensar en cómo reconfortarlo.

—Una relación así jamás funcionaría… debí pensar en las consecuencias… — Enfocó sus orbes rojos en los celestes de su amigo y ésa vez, más que enojado, parecía decepcionado. —Era algo lógico… él siendo un excelente atleta, con muchas fans…

—Kagami-kun, no hables de esa forma.— Intentó pensar en qué decirle al pelirrojo; tratar de reconfortarlo de alguna forma, pero la situación era muy confusa.

—¿Sabes qué? He sufrido por 8 meses sin él… ¿Qué más da? Parece que está muy ocupado en Estados Unidos para siquiera recordarme. ¿Por qué debo sufrir por alguien a quien ya no le importo?— Después de sus palabras se dirigió hacia uno de los sofás, en donde yacía un balón de basquetbol y lo tomó entre sus manos.

—Kagami-kun, si necesitas desahogarte puedes hacerlo… no necesitas aparentar ser fuerte frente a mí.

—¿Desahogarme?— Detuvo sus acciones y nuevamente miró a su amigo —¿Te refieres a llorar? ¿O a conversar contigo mientras maldigo a ese bastardo?

El peliceleste no dijo nada, había entendido que en ese momento era mejor que Kagami estuviera solo, al menos para calmar sus ideas.

 

El pelirrojo soltó un último suspiro, alcanzó sus llaves que descansaban sobre un estante y las guardó en el bolsillo de su pantalón, para luego dirigirse hacia la salida del departamento, con pasos pesados, llevando entre su mano el balón de basquetbol que había agarrado momentos antes, no le importaba qué hora era, tampoco importaba que afuera estuviera oscuro, lo único que quería era un momento a solas.

Antes de salir completamente del departamento detuvo sus pasos en el umbral de la puerta.

—Escuché que hablabas con Daiki.— Con ese comentario acaparó nuevamente la atención del peliceleste —Y ya que ni siquiera nombraste algo sobre tu conversación con él… puedo pensar que esto se terminó. ¿Cierto?

El peliceleste bajó la mirada, dándole a entender al otro chico con sus acciones que no se equivocaba, y que aquella conversación había resultado muy mal.

 

Al no obtener respuesta, Kagami supo lo que debía hacer de ahora en adelante; denotó una pequeña sonrisa y sin premura salió del lugar, para cerrar lentamente la puerta a su paso. Sabiendo que su mejor medicina y la mejor forma de aliviarlo era el basquetbol, se dirigió hacia aquella cancha cercana, la que afortunadamente era iluminada por un par de faros de buena intensidad que le permitirían perder el tiempo jugando.

..::..

.:.

.

9 meses habían pasado desde que Aomine se fuera al continente americano, y durante un mes Kagami intentó borrar de sus pensamientos al moreno; era obvio que en 30 días no iba a tener el éxito asegurado, y menos cuando había dedicado 3 años de su vida a aquel chico al que amaba con demasía.

 

En esos 30 días el pelirrojo no demostró tristeza ni debilidad ante nadie, en especial frente a Kuroko, y aunque no lo demostrara, el chico peliceleste sabía que su mejor amigo estaba sufriendo.

 

Trataba de pasar el menor tiempo posible en su hogar, pues sabía que Kuroko estaría allí para tratar de leer sus emociones, y eso no le servía por el momento para salir adelante; así que trató de superar sus sentimientos él solo.

Estaba siendo un camino difícil, pero lo estaba intentando; sabía que llegaría el día en el que dejaría de pensar en Aomine Daiki.

 

Por suerte sus amigos del equipo local de basquetbol habían estado allí para él, invitándolo a cuanta fiesta o reunión se planeaba; y como era de esperarse, Taiga no rechazaba ninguna invitación a salir.

Aquello le estaba ayudando aún más a superar el abandono por parte de Daiki.

..::..

.:.

.

Kagami dejó de contar el tiempo en el que su novio se había marchado de Japón, para él no tuvo caso seguir teniendo en cuenta cuántos meses habían pasado; de lo único que estaba seguro era que las vacaciones por fin habían llegado, y con ellas mucho tiempo libre, el cual aprovecharía de muchas formas.

Trató de olvidar la promesa de su novio de regresar a Japón durante esas vacaciones, ya no tenía caso siquiera seguirse lastimando.

 

Durante tres semanas que duraron sus vacaciones tuvo un sinfín de actividades que lo hicieron distraerse de todas las cosas en su vida:

 

En la primera semana el antiguo capitán de Seirin: Hyuuga Junpei y su segundo en ese entonces: Kiyoshi Teppei, organizaron una salida hacia unas cabañas que se encontraban cerca de la montaña. Era una oportunidad interesante para que todos los ex-miembros del equipo de Seirin que ganaron una copa de la Winter Cup, se reunieran y pasaran un buen momento.

Entre cenas alrededor de la fogata, caminatas por el pequeño bosque e incluso gritos y regaños por parte de Riko Aida, pasaron una excelente semana.

Y aunque actualmente todos estaban estudiando la universidad, y varios senpais estaban por graduarse, habían tomado esas vacaciones para volver a reunirse, como lo venían haciendo en las vacaciones que se presentaban.

 

En la segunda semana la generación de los Milagros y amigos cercanos hicieron un ‘mini-torneo’, aunque en realidad no importaba quién ganara, todos ellos se estaban divirtiendo e incluso Akashi Seijuurou no pensaba en ganar, sino en pasar un buen momento acompañado de sus amigos.

Después de aquellos partidos, Akashi invitaba a los jugadores a comer algo en su lujosa mansión y después a hacer cualquier tipo de actividades; desde ver modestamente la gigantesca pantalla que era el televisor o incluso dar un pequeño paseo a caballo, que era uno de los pasatiempos favoritos del emperador.

 

La tercera semana Kagami la pasó al lado de Alexandra García y Himuro Tatsuya, en el departamento del pelinegro, simplemente para recordar los viejos tiempos.

Himuro había escuchado discretamente de parte de Kuroko lo que había pasado en la relación de su hermano con Aomine Daiki, y trató de evitar el tema para no hacer sentir mal al pelirrojo.

Alex había sido informada por Himuro sobre el tema, y juró que cuando regresara a América, buscaría al maldito de Aomine y lo castraría haciéndole sentir un terrible dolor; nadie se atrevía a herir a alguno de sus ‘bebés’ sin temer su furia.

 

Cuando el pelirrojo regresó al departamento que estaba rentando con Kuroko, encontró a éste último, en el sofá de la sala, mirando una de sus series de criminales favorita; los orbes celestes se fijaron en él y le regaló una tierna y sincera sonrisa.

—He regresado.— Taiga habló, imitando la sonrisa de su amigo.

—Bienvenido.— Kuroko sabía que aquellas tres semanas de vacaciones le habían servido bastante a su mejor amigo para quedar más tranquilo, y al ver la diferente expresión en el chico de mayor altura pudo comprobarlo.

..::..

.:.

.

—Ten una cita conmigo. Kagami.—La voz gruesa de uno de sus compañeros del equipo de basquetbol se escuchó. Y es que el chico admiraba con demasía al pelirrojo, y aún más cuando había escuchado todas esas historias del equipo de Seirin que había ganado la Winter Cup teniendo a Kagami Taiga como su as.

Lo primero que hizo el pelirrojo fue mostrar un sonrojo en sus mejillas; había pasado tanto tiempo desde que un chico se interesara en él. Claro que muchas chicas lo asediaban, pero en sus gustos no figuraba salir con alguna de ellas, puesto que su orientación sexual era un poco ‘diferente’.

—Eh.. yo… no lo sé…— Rascó su cabeza, no sabía si debía aceptar aquella invitación tan precipitada.

—Oh vamos. Escuché que te encantan las hamburguesas de queso… podemos ir a algún restaurante a comerlas… yo invito.

Una pequeña risa se escuchó de sus labios al escuchar al otro chico; parecía que Kagami era muy obvio en cuanto a sus gustos por la comida, y al final de cuentas no podía declinar aquella invitación.

—De acuerdo. Será interesante.

 

El chico de cabello negro sonrió al saber que su invitación fue aceptada y prometiendo que le mandaría un mensaje para confirmar el lugar y la hora, se despidió, mostrando una sonrisa de lado al lado al saber que tendría una cita con aquel pelirrojo que lo traía tan ensimismado últimamente.

 

~*~

 

—Así que… te vas a tu cita con Kyota…— Kuroko se encontraba sentado en un sillón, con una revista de deportes en su mano y esbozando una muy pequeña pero traviesa sonrisa.

—Tch. Kuroko, sólo iremos a comer.

—Aquello suena como una cita para mí.— No evitó soltar una pequeña risa al ver el ligero sonrojo en las mejillas de su amigo. No lo diría en voz alta, pero estaba contento de que Kagami se viera más tranquilo y feliz.

—No molestes— Aquello sonó más como una advertencia. Tomó su chaqueta que descansaba en uno de los sillones y se dispuso a salir, pero el peliceleste lo llamó, haciendo que el pelirrojo parara en seco sus movimientos y le prestara total atención.

—Kagami-kun, hoy tal vez llegue tarde; un compañero de la escuela hará una reunión en su casa, y no me pareció tan mala idea ir.

Kagami asintió a las palabras, él estaba contento de que su antigua sombra se volviera un poco más extrovertido, a tal grado de salir a reuniones de sus compañeros de escuela; parecía que al chico peliceleste le había sentado bien ingresar a la universidad.

—De acuerdo, diviértete.— Dijo por último antes de salir del departamento en camino al encuentro del chico que lo había invitado a salir.

 

Caminó por casi 15 minutos hasta llegar al restaurante de comida rápida. Sin pensar en sus acciones levantó la mirada y pudo leer el enorme letrero con las palabras “Maji Burger”. Sintió una pequeño dolor en su pecho, no sabía qué era lo que había ocasionado esa pequeña angustia en él; dejando salir de su boca un enorme suspiro, se adentró en el lugar, notando de inmediato cómo aquel chico llamado Kyota que era su cita lo llamaba.

 

—Hey.— Saludó, sentándose frente al chico pelinegro, tratando de esbozar una sonrisa, sin embargo, no podía entender por qué le era tan difícil sonreír en ese momento.

—Te ves muy bien, Kagami.— El chico no pudo evitar notar la forma en la que el pelirrojo estaba vestido, y Taiga tuvo que abrir los ojos en sorpresa. ¿Él se veía bien? Pero si sólo había tomado lo primero que había encontrado en el guardarropa, en realidad ni siquiera se había esmerado en dar una buena imagen para esa cita.

—Gracias. Tú igual.— De repente aquella situación se le hizo bastante incómoda. No sabía cómo responder a los comentarios del pelinegro, y eso no era típico de él.

—¿Qué te parece si  voy a pedir las hamburguesas?— El tono animado del chico no se hizo esperar, mientras se levantaba de su asiento, poniendo una mano sobre el hombro del pelirrojo, con ese simple gesto dándole a entender que no necesitaba levantarse. —¿Cuántas hamburguesas de queso vas a comer?

—Oh… sólo dos.— Mencionó mirando fugazmente al chico; normalmente comía un promedio de 10 a 15 hamburguesas, pero esta vez no se sintió con las ganas de comer tanto. Sentía que su apetito se había desvanecido de un momento a otro y siendo sincero consigo mismo, lo único que quería era ir a casa… lamentaba el haber aceptado la invitación de Kyota, pero no podía ser tan cruel como para irse de allí así sin más.

 

~*~

 

Abrió la puerta del departamento y notó las luces apagadas, recordó las palabras de Kuroko en las que le había dicho que pasaría el día con sus compañeros de escuela.

Suspiró pesadamente, mientras se quitaba los zapatos y los dejaba junto a la puerta.

Se sentía agotado anímicamente; aquella cita con Kyota había sido como una tortura para él, a pesar de que ambos habían hablado de mil y un cosas diferentes, durante todo ese tiempo Kagami no había estado cómodo junto al pelinegro, sentía como que algo dentro de él estaba perdido, algo que no lo dejaba seguir avanzando.

 

A pesar de haber comido sólo dos hamburguesas y una soda durante su cita, no tenía hambre, pero sentía un vació diferente  en su pecho, y por ese instante no quiso siquiera pensar a qué se debía, pues volvería a caer en aquellos sentimientos que había estado tratando de superar por varios meses.

Dejando la luz de la sala encendida, se dirigió a su cuarto, sintiendo que el dolor en su pecho iba acrecentando a cada segundo; se recargó en la puerta y dejó que sus piernas se dieran por vencidas, su espalda fue deslizándose por la madera de la puerta hasta encontrarse sentado sobre el piso de su cuarto.

Cerró sus ojos y recargó su cabeza en la madera fría, intentó tranquilizarse y pedir a todos los cielos porque ese sentimiento tan doloroso se fuera de su pecho, pero no tenía ningún éxito.

 

Abrió los ojos y como por instinto sus orbes rubíes se fijaron en una caja blanca y pequeña que yacía escondida en un rincón oscuro debajo de la cama; sabiendo lo que contenía aquella caja, gateó hasta ella, para tomarla lentamente y quitarle la tapa de cartón. No pudo evitar sonreír ante la visión: aquella caja contenía muchas fotos de él y Aomine durante aquellos 3 años de noviazgo que habían tenido.

 

Sus manos empezaron a sacar una a una esas fotos y sus ojos no perdían la oportunidad de mirar las imágenes retratadas. Recordaba cada uno de esos momentos en los que la fotografía había sido tomada… aquellos juegos 1 a 1, aquellas escapadas rápidas a la playa, incluso las fechas importantes como cumpleaños o San Valentín.

Todos esos recuerdos que aún conservada y que no lo dejaban en paz.

 

Sin notarlo, una lágrima recorrió su mejilla, una de las tantas lágrimas que no había derramado en tantos meses, parecía que ahora ya no las podía contener, y como acto de rebeldía resbalaban por sus mejillas.

Con impotencia y frustración fue rompiendo cada una de esas fotos en pedazos, como si con ello pudiera borrar todos los recuerdos que estaban atorados en su mente.

..::..

.:.

.

Kuroko llegó cansado a casa; había pasado un excelente momento con sus compañeros de escuela, y quería que aquello se repitiera pronto. Parecía que esas reuniones le ayudaban bastante para deshacerse del estrés de la Universidad.

Abrió la puerta del departamento y encontró la luz prendida, sonrió  levemente al saber que su amigo estaba en casa; no perdería la oportunidad de preguntarle sobre su cita.

—Kagami-kun, llegué.— Anunció, quitándose sus zapatos y dejando sus llaves y celular aventados por ahí. Su sonrisa desapareció al saber que no había tenido ninguna respuesta a su saludo.

Extrañado se dirigió hacia la puerta del cuarto del pelirrojo, tal vez éste no lo había escuchado previamente. Miró cómo la luz del cuarto se escabullía por debajo de la puerta, así que se atrevió a tocar.

—Kagami-kun, he llegado.— Repitió, sin embargo no volvió a tener respuesta. Le parecía algo muy extraño, pues rara vez su amigo dormía con la luz prendida, tal vez éste se había olvidado de apagar la luz.  Se atrevió a tocar por segunda vez, y fue ignorado de nueva cuenta.

 

Con extrañeza y lentitud abrió la puerta de la habitación, su sorpresa fue mayúscula al ver todas las fotos rotas que se encontraban sobre el piso; fotografías de las cuales ni siquiera él sabía su existencia.

—Esto está mal, muy mal.— Se dijo a sí mismo, dando media vuelta, caminando hasta la sala y volviendo a tomar sus llaves y celular que hacía minutos había tirado sobre un estante y se dispuso a salir lo más rápido que pudo, en dirección a un lugar en específico, esperando encontrar allí a su amigo pelirrojo.

 

~*~

 

No sabía por cuántas cuadras había corrido, se sentía aliviado porque al fin llegó a la cancha de basquetbol callejera que solía frecuentar su amigo, pero al estar cerca pudo percatarse de la falta de ruido en el lugar.

Entró por fin a dicha cancha y no encontró a nadie, la luz que emitían los faroles era de buena intensidad y aun así no vislumbró a nadie allí.

—¿Dónde estás, Kagami-kun?— Musitó como si el pelirrojo pudiera escucharlo y contestarle en ese momento.

 

Permaneció pensativo en medio de la cancha. ¿Qué otro lugar frecuentaría su antigua luz a las 12 de la noche? Además, no era como que muchos locales estuvieran abiertos a esa hora.

—¡¡Eso es!!— Volvió a hablar, chasqueando los dedos y saliendo de ahí, ahora en dirección a otro lugar en el que estaba seguro que encontraría a Kagami.

 

~*~

 

—Otro, que sea ahora de whisky..— Ordenó Kagami al barman que se encontraba atendiendo también a otros dos chicos de negocios; el barman asintió a la petición y preparó otro trago para el pelirrojo.

—Un día malo. ¿No?—El barman trató de hacer plática con el pelirrojo al verlo tan desanimado.

—No, no sólo un día… ha sido un año realmente malo.— Recibió el vaso de manos del otro tipo y lo miró a los ojos, pero no pudieron seguir hablando, pues los tipos de negocios que estaban del otro lado de la barra comenzaron a llamar al barman.

 

Estaba un poco ebrio, sin embargo no quería tomar alcohol hasta perder la consciencia, sólo quería tratar de olvidar un poco sus penas, sin embargo parecía que no era una buena idea después de todo, pues entre más trataba de olvidar a Aomine, sus recuerdos cada vez más inundaban su mente.

 

Suspiró derrotado, sacó su cartera y dejó unos billetes debajo del vaso que aún tenía whisky, caminó hacia la salida del bar, buscando su celular hasta encontrarlo. No pudo resistir la tentación y comenzó a digitar el número que podía marcar hasta con los ojos cerrados.

 

—“Hey, este es Aomine, no puedo contestar, pero deja tu mensaje”—El buzón de voz se dejó escuchar, y sintiendo cómo su corazón se estrujaba al escuchar aquella voz que siempre había amado quiso terminar la llamada, sin embargo, tenía cosas que decir… aún debía sacar todo eso que tenía atorado en el pecho.

—Hey, ha pasado tanto tiempo…— Dijo, sintiendo cómo se formaba un nudo en su garganta. —¿Cómo has estado? Creo que la has pasado mucho mejor que yo… y sólo atino a decir que ya no puedo soportarlo, Daiki. Quisiera saber si alguna vez te he pasado por la mente, porque tú por la mía pasas a cada momento.— Salió del bar y se recargó sobre la pared, levantando la mirada y mirando las estrellas en el cielo. —Son casi la una de la mañana, y estoy aquí en una calle desierta, un poco ebrio… y sólo te quiero aquí conmigo…— No pudo soportar sus sentimientos y empezó a sollozar a través del teléfono sin importarle en lo más mínimo que su llamada estuviera grabándose en el buzón. —Te necesito, Daiki… Me prometí no volverte a llamar, pero… no puedo creo que he perdido el control… sólo sé que te necesito…Te necesito ahora…—

—¿Kagami-kun?— La voz con preocupación de Kuroko se dejó escuchar, haciendo que el nombrado terminara la llamada y girara el rostro hacia el peliceleste.

—No debes verme así…— Trató de limpiarse las lágrimas que seguían saliendo por sus ojos, pero era inútil.

—Deja de esconderte, Kagami-kun.— Avanzó un poco más hasta estar frente al pelirrojo, y sin previo aviso lo rodeó con sus brazos, poniéndose de puntitas y abrazándolo fuerte.

 

Kagami no recordaba alguna ocasión en la que su amigo se le acercara de esa forma, pensaba que de verdad se veía mal como para que Kuroko tratara de consolarlo de esa forma.

Y no pudo evitarlo: puso su rostro sobre el hombro del peliceleste y lloró, tratando de esa forma de descargar todos esos sentimientos que había tratado de guardar durante todo un año. No era tan fuerte como él mismo creía.

Kuroko escuchaba los sollozos cerca de su oído, sentía su hombro mojarse cada vez más con las lágrimas ajenas, y por primera vez en su vida se sintió impotente… impotente por no saber qué hacer o qué decir para que el pelirrojo superara aquel dolor.

..::..

.:.

.

Tres días habían pasado desde aquel incidente fuera del bar, Kuroko había estado al pendiente de Kagami, más que en cualquier ocasión, tanto que tal vez llegaba a aturdir al pelirrojo, quien después de todo no se quejó.

El desahogarse con Kuroko le había ayudado bastante a Taiga, pues aunque aún sentía aquella punzada en su pecho, ya no guardaba los sentimientos acumulados.

Kuroko aquel día se había quedado hasta altas horas de la madrugada escuchando cada una de sus palabras y tratando de ser objetivo con cada uno de los comentarios.

 

Durante dos días, el pelirrojo se había quedado a entrenar en el gimnasio de la Universidad, por el simple hecho de mantener su mente ocupada en otra cosa, y parecía que estaba funcionando.

 

El peliceleste por su parte trató de permanecer en casa y esperar la llegada de Kagami de la escuela, parecía que era un hábito que debía adoptar de ahora en adelante, o de lo contrario el pelirrojo tendría otra recaída.

Estaba haciendo su tarea horrible de álgebra, cuando escuchó su celular sonar, formando una pequeña sonrisa, supo que se trataba de Taiga, pero al ver el número de teléfono que se mostraba en la pantalla, supo que estaba equivocado.

Aquella llamada resultaba muy inusual; claro que reconocía el número y por esa misma razón dudó un momento en responder.

 

~*~

 

—¿De verdad te vas todo el fin de semana a visitar a tu abuela?— Kagami habló en voz alta al ver  la maleta que su antigua sombra llevaba en el brazo. Kuroko le había comentado el día anterior que iría de visita con su abuela, y que pasaría allí dos días y medio, lo cual era una tristeza para el pelirrojo.

—Así es, Kagami-kun. No he visto a mi abuela en más de un mes, creo que debo visitarla.

—Entiendo… este lugar será tan solitario sin ti.— Rascó su cabeza a sus palabras tan cursis.

—Prometo llamarte para que no te sientas tan solo.— Sonrió, sintiendo felicidad al saber que el pelirrojo lo extrañaría.

—¿Quieres que te acompañe a tomar un taxi?

—No es necesario, mi maleta no es tan pesada. En lugar de eso, deberías hacer comida extra.— El peliceleste después de sus palabras caminó hacia la salida y se despidió con un movimiento de mano, dejando totalmente pensativo al pelirrojo.

 

Taiga hizo una mueca ante la sugerencia del menor, no entendió del todo sus palabras, pero no le dio mucha importancia.

 

~*~

 

Había pasado la tarde del viernes mirando películas americanas por la televisión, sosteniendo un gran tazón de palomitas, sin preocuparse por los deberes de la escuela u otra cosa. No tenía ganas de salir a la cancha y practicar basquetbol, haría una nota mental para llamar a alguno de sus compañeros de equipo y sugerir un juego 1 a 1 al día siguiente, sólo para no estar solo en su departamento.

 

—¡¡No entres a ese cuarto, idiota!!— Gritó ante la película de suspenso y terror que estaba viendo; aunque si lo pensaba bien, ver ese tipo de películas por la noche, con la luz apagada mientras estaba completamente solo no era una muy buena idea.

Pronto escuchó el sonido característico del timbre de la puerta sonar, e instintivamente dio un pequeño salto sobre su lugar, asustándose ante el repentino sonido fuerte.

Pausó la película, dejó el tazón sobre la mesa de centro y prendió la luz, refunfuñando al tener que levantarse de su cómodo asiento y acudir al llamado; si era algo sin importancia seguro que mataría a la persona detrás de la puerta.

 

—¡¡Ya voy!!— Gritó al escuchar cómo el timbre sonaba por segunda vez; ¡vaya que la persona tenía prisa! Llegó por fin hasta la puerta y con ira la abrió. —¿Qué demoni— Pero sus palabras fueron cortadas al ver a la persona que yacía frente a él.

—Taiga…

Sus instintos le dijeron que cerrara rápido la puerta ante el chico moreno que se encontraba frente a él con una maleta en mano, y eso fue lo que hizo, sin embargo, el otro chico se lo impediría con facilidad.

—Demonios, Taiga, sólo déjame entrar ¡Joder!

—¿Qué rayos quieres, Aomine? ¡Ya he tenido suficiente de ti!— Pero sus intentos de cerrar la puerta fueron frustrados, cuando la fuerza superior del moreno se hizo notar.

—Deja de portarte como una nena.—Vislumbró cómo el pelirrojo retrocedía al ver al moreno entrar y dejar su maleta en el piso.

—Así que viniste para ofenderme… típico de ti.

 

Aomine suspiró mientras se agachaba y desamarraba sus agujetas para quitarse sus zapatos deportivos, sintiendo la mirada de Kagami enfocarse en cada uno de sus movimientos.

—Recibí tu buzón de voz hace días.— Trató de que su tono de voz fuera tranquilo, mientras se ponía de pie e intercambiaba miradas con el pelirrojo.

—Estaba ebrio, lamento haberte interrumpido. No tenías que venir por esa tontería.

El moreno no respondió de vuelta, sólo observó de arriba abajo al otro chico, fácilmente notando cómo Kagami había perdido peso y condición física.

—¿Qué ha pasado contigo?

Los ojos de Taiga se abrieron con un poco de sorpresa ¿Qué había pasado con él? No se iba a atrever a decir que todo había sido la culpa de ese tipo engreído que se encontraba frente a él.

—Nada.

 

Miró cómo Kagami daba media vuelta y se dirigía hacia la cocina, a buscar algo de comer; Aomine sabía de ese mal hábito que tenía el pelirrojo de buscar comida cuando se sentía ansioso, y esa ocasión no fue la excepción.

Caminó hasta el sofá y se sentó sobre éste, tomándose libertades como si aquella fuera su casa.

Kagami aún no entendía qué era lo que estaba haciendo el moreno en su departamento. ¿Por qué llegaba tan repentinamente y hacía de cuenta que nada había pasado?

 

—Taiga, estaba pensando que ta—

Pero sus palabras fueron cortadas debido al timbre del teléfono, que sonaba fuerte en el lugar. El pelirrojo hizo de cuenta que no escuchaba ese sonido tan fuerte, si pensaba un poco, podría suponer que era Kuroko quien marcaba a casa, seguro que el peliceleste se había quedado sin crédito, y en lugar de marcar a su celular, había marcado directo a casa, así que dejó que la llamada fuera respondida por el contestador automático.

—Creo que debes contestar.— Sugirió el moreno, sin moverse de su asiento.

—“Hola Kagami, soy Kyota… escuché que Kuroko salió de la ciudad, así que estaba pensando en que podríamos tener otra cita. ¿Qué dices? Puedo serte una buena compañía ahora que Kuroko se fue unos días. Llámame, estaré esperando tu llamada.

 

Aomine se levantó del sillón lo más rápido que pudo y miró al pelirrojo, aquella mirada denotaba sorpresa y decepción.

—¡¡¿Estás saliendo con alguien?!!— Sonó la pregunta con un volumen de voz alto, sin querer acercarse al pelirrojo para no provocar más problemas.

—¿Eso qué te importa? Si salgo con alguien o no, es mi problema… así que no te metas.

—¿¿¿De qué carajos hablas??? ¡Aún eres mi novio!

—¡¿Soy tu novio?! ¿Después de 1 año en el que hiciste de cuenta que yo no existía? ¿Cómo puedo ser tu novio cuando desapareciste de mi vida?

 

Quedó mudo ante la acusación; Kagami tenía razón, eso justo había hecho.

Suspiró derrotado y volvió a tomar asiento en el sillón.

—Taiga, ven… necesitamos hablar.

El nombrado tembló ante las palabras dichas con extrema seriedad y madurez. Lo sabía… sabía lo que pasaría después: Aomine terminaría su estúpida relación que habían tenido por tres años y así él sería libre para empezar una nueva relación en Estados Unidos. Ese pensamiento era lo único que inundaba la mente de Taiga por ese momento.

 

Dejó el muffin que estaba comiendo sobre la barra e hizo caso a la petición del moreno: se dirigió hacia el sofá, sintiendo cómo sus pasos eran pesados cada vez más; así que trató de estar preparado para lo que venía.

 

Ambos chicos se encontraban sentados en el sofá, era una situación extraña; ninguno de ellos se movía, ninguno de ellos se miraba a los ojos, simplemente permanecían sentados de forma correcta.

—Taiga…— Fue el moreno quien decidió romper el silencio. —Esto va mal.— Mudó por unos momentos, y el pelirrojo sintió nuevamente el dolor en su pecho, pero sabía que era mejor terminar la relación que estar esperanzado en que todo sería igual que antes.

—Lo sé…

—Es decir, hemos estado tanto tiempo separados; tenemos vidas diferentes… todo ha cambiado…

—Sí…— Kagami no podía moverse, a duras penas movía los labios sólo para responder.

—Creo que sabes a lo que me refiero.— Por fin el moreno giró un poco el cuerpo para mirar al pelirrojo, quien no hizo contacto visual después de todo.

—Sí, creo estar seguro a qué te refieres.

 

Aomine volvió a suspirar y se recargó en el respaldo del sofá, sin saber cómo seguir sus palabras.

Kagami quedó totalmente pensativo, necesitaba que el moreno terminara con todo ya, o no podría seguir soportando la situación.

Lo que más le dolía era el hecho de que estaba solo en eso, Kuroko se había ido por todo el fin de semana, y no quería tener otra recaída como la última; no sabía qué era lo que estaba dispuesto a hacer ante su dolor.

 

—¿Alguna vez has pensado que tu nombre suena realmente horrible?— Aomine sorprendió con su comentario, haciendo que por fin el pelirrojo lo mirara con molestia.

—¿¡A qué te refieres, idiota!?— En definitiva se estaba cansando del jueguito de Aomine. ¿El moreno sólo fue a su casa para insultarlo? Eso no se lo permitiría

—Sí, es decir… ‘Kagami Taiga’ suena horrible…

—¡Cállate, o yo te callaré con un puñetazo!

—Déjame terminar… — Se levantó del asiento y se puso frente al pelirrojo. —‘Kagami Taiga’ no suena tan lindo… ¿Qué te parecería cambiar tu nombre a ‘Aomine Taiga’?

—Oye maldito qué crees qu— Pero calló sus propias palabras al ver la pequeña sonrisa sincera de Aomine, fue cuando empezó a re-pensar las palabras que recién había escuchado. Su semblante cambió al entender lo que el moreno justo había dicho. —¿Qué?— Musitó, incrédulo —¿Acaso tú… me estás propo—

 

El moreno soltó una risa pequeña y metió su mano en su chaqueta, sacando una pequeña caja negra de ésta, miró por un par de segundos aquellos ojos color rubí que lo habían enamorado y se agachó lo suficiente, hasta poner una rodilla sobre el piso.

—Así es, Kagami Taiga… ¿Quieres casarte conmigo?— Mostró el anillo lujoso y costoso de plata que estaba dentro de la pequeña caja.

Estuvo en esa posición por un par de minutos sin que Kagami se animara a decir o a hacer algo.

—Taiga… me estoy cansando, rayos.

—¡¡¿¿Qué demonios pasa contigo??!!— Gritó mientras se levantaba de su asiento y dejaba a Aomine con la rodilla sobre el piso. —Te vas por más de un año, me evitas por mucho tiempo, llegas inesperadamente y de repente quieres casarte conmigo. ¡¡¡¡¡¿¿Cuál es tu maldito problema??!!!!!

El peliazul frunció la boca, luego se levantó, guardando la caja con el anillo de vuelta en su chaqueta, sabiendo que debía dar una larguísima explicación al respecto.

 

—Fui un idiota, Taiga, lo sé… ese año sin ti fue una tortura. Ahora que por fin estoy frente a ti, lo único que quiero hacer es besarte y hacerte el amor como no lo he hecho en todo ese tiempo.

Las mejillas del pelirrojo se sonrojaron ante las palabras, pero no dejaría que sus tontos sentimientos repentinos se aprovecharan de la  situación.

—Eres más que un idiota…—

—Sólo escúchame.— Pidió en modo de súplica, vislumbrando cómo el otro chico se relajaba y cruzaba sus brazos.

—Te escucho.

—Cuando pasé esos 3 meses alejado de ti creí que moriría pronto… los mensajes y las videollamadas parecían no ser suficientes, pero el cibersexo era estupendo y eso calmó un poco mis ansias; ahí me di cuenta de que no te quería como mi novio… sino como algo más. El estar alejado de ti me dio la fuerza para pensar en ti como mi compañero de vida.

 

A la confesión del moreno, Taiga sintió que su corazón nuevamente rebozaba de alegría, pero no era suficiente… había sufrido por más de un año, y entregar nuevamente su confianza y amor al moreno no parecía ser suficiente con esas palabras.

—Eso no explica por qué me cortaste comunicación conmigo por mucho tiempo.

—Tranquilo, a eso voy…— Llevó una mano morena a su cabeza, pasándola por su cabello, pensando en sus siguientes palabras.

 

Kagami podía sentir aquella chispa entre ambos, esa chispa que después de 4 años no se había extinguido, sino parecía ser todo lo contrario. No sabía qué esperar de Aomine, su mente en esos momentos era una enredadera y su pecho era un nido de emociones que no podía asimilar.

 

—Después de que me convencí de que quería estar para siempre a tu lado… se me vino la idea de proponerte matrimonio, pero me di cuenta de que en nuestra situación sería difícil; tú en Japón, yo en Estados Unidos, así que traté de pensar objetivamente y llegué a una conclusión…— Miró los rubíes de Kagami denotando mucha seguridad. —Llegué a la conclusión de que haría lo que fuera por tenerte a mi lado…

Kagami no supo qué decir ante aquellas palabras que repentinamente hicieron que su corazón latiera rápido. Maldijo a Aomine y a su innato talento para hacer saltar su corazón de esa forma, pero no quiso interrumpir; necesitaba escuchar toda la historia y las ideas del moreno.

—Luego me di cuenta que no podía ofrecerte nada… Así que decidí luchar por algo, no sólo para mí, sino también para mí… por eso corté toda comunicación contigo… porque quería dedicarme de lleno a formar aquello que nos serviría, anhelaba que en el momento en el que te propusiera matrimonio, yo tuviera tantas cosas para darte.

 

Abrió la boca sorprendido ante las palabras, una vez más el moreno mostraba su madurez ante el tema, sin embargo, aún dolían aquellos meses en los que Daiki desapareciera sin decir ninguna palabra.

—Estúpido… sólo me hubieras dicho que necesitabas tiempo…

—¿Acaso el pedirte tiempo no sonaría como si terminara mi relación contigo?

Kagami lo miró fugazmente; el peliazul tenía razón, si él hubiera dicho esas palabras, Kagami las habría tomado como un rompimiento definitivo.

—¿Y… conseguiste todas esas cosas que esperabas?— Preguntó con voz baja, desviando la mirada y posándola en alguna otra parte.

Lo que recibió primero, antes que las palabras, fue una sonrisa tierna.

—Así es... ahora tengo al menos un par de cosas para ofrecerte.— Se acercó a Kagami y lentamente, esperando no ser rechazado, tomó su mano entre la suya, en un toque tierno y dedicado —Pero antes de ofrecerte todo lo que soy y lo que tengo… dime que no estás saliendo con ese idiota que te llamó.

 

Kagami no tuvo contacto visual con el otro chico, sólo se enfocó en aquellas manos morenas que sostenían las suyas con ternura, ese era el mismo toque en su piel que Kagami por más de un año anheló, y ahora tenía nuevamente la oportunidad de sentir la piel cálida que lo hacía saltar de emoción. Sus sentimientos por el moreno después de todo ese tiempo no habían desaparecido, y para él era obvio que jamás lo harían.

—No… no estoy saliendo con nadie. Me di cuenta de que no podía estar con nadie más sin pensarte, sin quererte a mi lado…. Creo que te amo más de lo que mereces, idio—Y para su sorpresa, los labios de Aomine sobre los suyos no lo dejaron terminar su insulto.

 

Sin dudar correspondió el beso, posando una mano sobre la nuca del moreno, enredando sus dedos en aquellos finos cabellos azules, sosteniéndolo fuerte al pensar que si lo soltaba, Aomine volvería  a irse lejos, y prometía que eso no volvería a pasar.

Aomine se acercó más al cuerpo del pelirrojo, abrazándolo fuerte sin despegar sus labios; sentía cómo sus extremidades temblaban ante todos los sentimientos que Taiga le hacía sentir.

 

Los labios morenos por fin se apartaron sólo unos milímetros, para cambiar su rumbo, ésta vez en dirección hacia la barbilla de Kagami, quien levantó el rostro y sin abrir los ojos se entregó a esos sentimientos desbordantes que lo inundaban.

Los labios de Aomine continuaron su camino por el cuello de piel bronceada, besando tiernamente y embriagándose de ese olor tan característico de su amado.

 

—Taiga, te necesito… te necesito ahora. — Susurró muy cerca del oído del pelirrojo, sin ánimos de querer detener los precipitados latidos de su corazón. —Déjame expresarte físicamente cuánto te amo.

El pelirrojo formó una pequeña sonrisa a la petición, en lugar de responder, puso ambas manos en el rostro del moreno y lo volvió a besar tiernamente, rozando su lengua con la de Daiki, esperando que éste último no escuchara los latidos tan fuertes de su corazón.

 

~*~

 

Los gemidos ahogados de ambos chicos llenaban la habitación, los labios hambrientos de Aomine no podían dejar de recorrer la piel bronceada que se encontraba a su alcance, le sorprendía la facilidad con la que podía perder la cabeza ante aquel ángel al que le estaba haciendo el amor con tal ternura que no quería terminar jamás.

 

—Daiki…— Mencionó después de otro pequeño gemido, mientras sus uñas se incrustaban en aquella ancha espalda morena que ansiaba recorrer con sus manos.  Sentía cómo el moreno le hacía el amor con tanta devoción, sentía cómo la calidez del moreno lo envolvía deliciosamente.

Cada una de las embestidas  lo llevaban a la gloria, lo hacían querer más y más de él; sentía esa piel morena caliente y resbaladiza, era una sensación diferente a todas aquellas veces en las que habían hecho el amor anteriormente.

 

—Oh, eso me gusta.— El moreno detuvo sus movimientos, llevando una mano hacia la mejilla del pelirrojo, mirándolo con deseo y devoción.

—¿Qué te gusta?

—El ruido que has hecho… ese gemido.— Una sonrisa surcó sus labios, y es que Kagami no se había dado cuenta del gemido sonoro que había escapado de su boca.

Esas simples palabras hicieron que se ruborizara más, si es que aquello era posible, pues el ser tomado por el moreno de esa forma tan gloriosa hacía que todo en su cuerpo se encendiera.

 

Sin demora, Daiki volvió a sus suaves embestidas,  posando su frente sobre el pecho de su amado, sintiendo cómo la piel de Kagami estaba perlada en sudor.

Kagami tuvo que suspirar hondo para no soltar otro gemido, no pensaba ser ruidoso esa noche; quería que esa ocasión fuera especial en todos los sentidos.

—Sí… así…— Susurró sobre el pecho de piel bronceada, dejando un par de besos. —O mejor… así…—

—Mmmm— Arqueó la espalda al sentir cómo los movimientos golpeaban el ángulo perfecto.

Las manos de Daiki recorrían todo el cuerpo de su amante, desde las piernas, luego delineando la curva de la cadera de Kagami, hasta llegar a esos brazos que le encantaban. Todo en Taiga era hermoso ante sus ojos.

 

Aomine tampoco quería echar a perder ese hermoso momento que estaba pasando con el pelirrojo, y aunque muchas cosas transitaban or su mente, prefirió guardarlas allí, y no dejar que su tonta boca arruinara todo.; no cuando tenía así a su amado, jadeando y pronunciando su nombre con fervor.

—Daiki…—Habló con voz ronca, apenas manteniendo entreabiertos los ojos ante el cúmulo de placer. —Por favor, Daiki…

—No, amor… aún no.— Sintió cómo pequeñas gotas de sudor escurrían de su frente. —Aún tenemos tiempo. Quiero seguir demostrándote cuánto te amo…

 

Un torrente de placer surcó por todo el cuerpo de Kagami al escuchar aquellas palabras dichas con tanta pasión y esas estocadas que tocaban el punto exacto en su cuerpo que lo hacía gritar, Aomine seguía moviéndose lentamente; pronto sus labios se unieron con los del pelirrojo, tragándose cada uno de esos gemidos que cada vez comenzaban a ser más sonoros.

Aomine aún tenía mucha energía para seguir, y toda esa energía la ocuparía para hacerle el amor a Kagami durante toda la noche sin descanso.

 

~*~

 

—¿Ahora me dejarás dormir?

—Rayos. ¡No, Taiga! Aún queda el evento principal.— Aomine se levantaba de la cama, alcanzaba su ropa interior y se la ponía, pateando varias cosas que encontraba en el piso, buscando un artículo en especial, hasta que lo encontró.

Kagami se sentó sobre la cama y alcanzó el celular del moreno que descansaba sobre el estante de noche, sólo para mirar la hora, puesto que habían estado encerrados por quién sabe cuántas horas que incluso perdido la noción del tiempo.

 

—Y entonces, Taiga…— Habló, llamando la atención del pelirrojo, quien lo miró sostener la misma caja negra de hacía unas horas. El moreno puso nuevamente una rodilla sobre el piso y tomó la mano del otro chico. —¿Me harías el honor de casarte conmigo?

Kagami sonrió, sabiendo que no tenía que pensar por mucho tiempo la respuesta, no soportaría pasar más tiempo sin aquel tipo tonto al que amaba con demasía.

—Sí, claro que quiero.— Fue su respuesta, imprimiendo emoción en su tono de voz, a lo que el moreno rápidamente se levantó del piso y tomó el anillo entre sus dedos, colocándolo en el dedo anular de la mano derecha del pelirrojo, quien se dejó hacer y miró expectante cada una de las acciones de su, ahora, prometido.

 

Sonrió victorioso al ver a Kagami portar el anillo, y todo el peso sobre sus hombros que había cargado por 1 año desapareció en ese instante.

—¿Cómo rayos lograste comprar este anillo?— Cuestionó el de orbes rubíes, sin quitar la mirada de aquel anillo el cual, ni aún a falta de luz, dejaba de brillar.

—Es una de las cosas que tengo que ofrecerte.

—¿Cuáles son esas otras cosas?— No, no es que le importaran las cosas materiales, en realidad eso era lo último que le importaba, era sólo su curiosidad que se hacía mostrar.

Aomine denotó una sonrisa traviesa y se subió a la cama, gateando hasta estar al lado del pelirrojo y recostar su cabeza sobre las piernas de éste, sin dejar de mirar esos ojos rojos que lo habían enamorado.

—En este año conseguí entrar a una liga de menor categoría pero profesional, así que… puedo estudiar, jugar y ganar dinero.— Contó, recibiendo varias palabras de felicitación por parte de su prometido. —Además… con el dinero que compre… y ejem... con ayuda de mis padres… compré una casa… no es muy grande, pero será un buen lugar para que ambos podamos vivir; pensaba hacerme de más cosas, pero… ante el buzón de voz que me dejaste hace tres días, supe que no podía dejar pasar más tiempo.

 

El pelirrojo abrió los ojos grandes al escuchar aquella confesión, no podía creer que Aomine hubiera hecho todo eso sólo por él, el decir que se sentía feliz por ello era poco, ni siquiera él mismo sabía cómo expresar lo que pensaba y sentía en esos momentos, así que dejó que sus acciones hablaran por él; rodeó al moreno con sus brazos, envolviéndolo en un abrazo fuerte que Aomine correspondió al instante.

—Supongo que el que se fuera Kuroko con su abuela también fue obra tuya.— Musitó cerca del oído de su prometido, sin deshacer el abrazo.

—Bueno, tuve que soportar sus regaños, pero al final accedió en dejarnos solos todo el fin de semana.

—Eres un idiota…— Fue lo último que dijo, pues no pensaba decir ninguna otra cosa cursi; Aomine no respondió, sólo se dejó llevar por el momento y por la calidez de los brazos y la piel del pelirrojo.

..::..

.:.

.

—¡¡Felicidades, Dai-chan y Kagamin!!— Satsuki gritaba y aplaudía feliz por los dos chicos al haber escuchado que éstos se habían comprometido.

—Me alegro por ustedes.— Kuroko también los felicitó, aunque también estaba un poco triste al saber que su mejor amigo se iría a otro continente lejano. —Fue un año difícil para ambos, así que se lo merecen.

—Tetsu, no me preguntes cómo pude soportar mi vida sin Kagami. ¿Puedes imaginarme sin tener sexo duran—

—Okay, no es necesario que digas eso…—Las mejillas de Kagami se sonrojaron ante las imprudentes palabras de su prometido. —Bueno, basta de charla, recogeré la mesa.— Kagami se levantó de su asiento, para tomar los platos que yacían sobre la mesa.

—Déjame ayudarte, Kagamin.— La pelirrosada también se levantó de su asiento y trató de ayudar.

 

Aomine enfocó sus orbes en Kuroko, como en señal de disculpa, y el peliceleste inmediatamente supo el por qué.

—Tetsu… lamento llevarme así a Kagami, sé que es una buena compañía para ti, pero…

—No te preocupes por eso, Aomine-kun. Kagami-kun se ve realmente feliz al estar junto a ti, eso es lo único que me importa.

Aunque Kuroko dijera que todo estaba bien, Aomine sabía que Kagami significaba algo más para él que un simple amigo, aquello lo había sabido desde hacía mucho tiempo, y no dejaba de sentirse culpable por haberle quitado a su antigua sombra lo único que él más amaba.

—Lo siento.— Dijo de nuevo, recibiendo una sonrisa sincera a su disculpa.

—Dai-chan, estaba pensando que antes de que Kagamin se vaya a Estados unidos podríamos hacer una reunión con los demás chicos.— Momoi interrumpió el momento y dio una idea interesante. —Podríamos invitar al antiguo equipo de Seirin, y ¿por qué no? También a los demás equipos de ese entonces. Será algo grande, debemos despedir a Kagamin de una buena manera.

 

El moreno pensó que aquello no era una mala idea, después de todo, hacía mucho tiempo que no veía a sus amigos y demás conocidos., y asintió contento a los planes de su amiga de la infancia.

 

—No tienen que preocuparse por nada, yo me encargaré de todo.— La chica habló de nueva cuenta, ésta vez caminando hacia una mesa pequeña donde había dejado su bolsa. —Les llamaré para darles las noticias de la reunión, por el momento debo irme. Kagamin, tu comida es asombrosa como siempre.— Se despidió la pelirrosada con una gran sonrisa.

—Momoi-san, te acompañaré a la estación del tren.

Después de que la chica le diera un gran y fuerte abrazo a su amigo de la infancia, se retiró de allí, con Kuroko a su lado y dejando a ambos chicos a solas.

 

Suspiró tranquilo y feliz, después de tanto tiempo de angustia que había pasado, aquello ya quedaba como un mal recuerdo en la mente de Kagami; sus pensamientos pronto se vieron interrumpidos al sentir dos brazos fuertes rodear su cintura y aquella barbilla recargarse sobre su hombro.

—Y bien… tenemos un poco de tiempo antes de que Tetsu regrese… ¿Qué quieres hacer?— Una sonrisa coqueta se formó en sus labios, y Kagami supo de inmediato lo que su tonto prometido trataba de insinuar.

—Tú sabes qué es lo que quiero hacer, así que… ¿por qué no te quitas la ropa de una vez?— Kagami trató de sonar sexy, pero su intento falló, ya que rara vez hacía comentarios de ese tipo, y el decirlo en ese momento sólo provocó una ligera risa.

—Oh. Ya veo que no quieres perder tiempo… entonces, apresurémonos.

Kagami sintió cómo sus labios eran tomados gentilmente por su prometido, en un beso tierno y suave, en el que las manos morenas hábiles empezaban a hacer su trabajo.

 

Para Kagami no era difícil imaginarse una vida en Estados Unidos con su prometido; claro que sentía tristeza en dejar Japón y todos los amigos que allí había hecho, sin embargo, también sabía que no podía estar lejos de Aomine… aquello no era un ‘adiós’, pues planeaba regresar tarde o temprano, y aunque él no lo sabía, Daiki también planeaba regresar, ésta vez, casado con aquel chico que lo había sacado de la oscuridad y le había regresado la pasión por el deporte… ese mismo chico al que se le había confesado frente a todo el equipo de Seirin, y el mismo a quien por primera vez había dicho “Te amo”.

 

Notas finales:

Sí, ya sé que tal vez en algún momento de la historia pensaron “¿Qué tan difícil era que Aomine le dijera a Kagami que se casaría con él y que le diera tiempo de hacerse de algunas propiedades?” pero obvio, si hacía eso no se habría leído toda esta trama :v en fin.

Aún así espero que les haya gustado y que hayan pasado un buen rato leyendo. Personalmente adoré cada minuto invertido escribiendo esta historia c:

 

Gracias por leer  y gracias por las visitas y comentarios que pueda obtener, de verdad que sus reviews me motivan a seguir escribiendo.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).