Capítulo 0 "Despertar"
Abrió los ojos y lo primero que vio fue la lámpara del techo, un candelabro que parecía hecho de plata y cristal, y sin embargo se encontraba notoriamente empolvado. Intentó moverse, pero no lo conseguía; su cuerpo le pesaba, como si de plomo estuviera hecho. Así se quedó viendo un rato más el techo, sus oídos debían también estar mal, puesto que no conseguía oír nada.
Alfred desconocía el cómo y el por qué se encontraba en esa situación. Aún peor, ni siquiera sabía donde estaba. “¿Qué pasó? ¿Qué hice? ¿Dónde estoy? Y más importante aún ¿por qué no puedo moverme?”. Eran pensamientos que recorrían la cabeza del joven país, puesto que tal parecía, incluso las palabras se negaban a salir de sus labios.
De pronto se sintió aún más cansado y contra a su voluntad los parpados comenzaron a cerrarsele. Sólo tuvo tiempo para un último pensamiento antes de quedar rendido nuevamente.
“Arthur...”
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¡Al!... ¡Corre!... ¡Italia!... Idiota... Desapareció... ¡Francia!... ¡Cuidado!... ¡Ah!... No puedo... Idiota... ¿Está muerto?... Estados Unidos... Oso... ¡NO!... Duele... No veo nada... ¡Ahí está!... atento a cualquier sonido... lo siento...
Adiós.
– ¡Arthur! –Gritó. Alfred había abierto los ojos de nuevo, esta vez de forma abrupta y repentina. El cuerpo le seguía pesando, pero ahora podía moverlo. Observó las palmas de sus manos, estaban rígidas y llenas de pequeñas heridas y moretones, pero aún podía sentirlas. Se llevó ambas extremidades al rostro y lo restregó, dándose cuenta inesperadamente que sus ojos color zafiro estaban mojados.
No había soñado nada. Todo había estado a oscuras y sólo había sido capaz de oír esos gritos, esas palabras sin sentido. Pero no podía ver ni hacer nada... lo que más lo perturbaba era esa última, sencilla, pero cruel palabra “Adiós” sabía reconocer perfectamente la voz de quien lo había dicho, pero a fin de cuentas, eso no había sido nada más que un sueño... ¿verdad?
Enjugó sus lágrimas y procedió a levantarse. No tardó en caer en la cuenta de que se encontraba tendido en el piso, más específicamente en la alfombra de un vestíbulo bastante espacioso.
Más allá de eso no identificaba mucho más, todo era como ver manchas opacas. Era bastante obvio que no llevaba sus lentes puestos.
– Texas~ –murmuró con reproche, realmente le exasperaba no ver bien.– One moment... ¡yo conozco esas horrendas cortinas! –Dijo mientras se aproximaba a verificarlas, efectivamente esas sin duda eran las cortinas que Inglaterra colgaba todos los años con motivo a la Navidad. Rojas, de terciopelo y repletas de pequeños Santas y renos sonrientes.
Recorrió todo el lugar con la mirada y no tardó nada en darse cuenta, ¡esa era la casa de Inglaterra! Incluso había un árbol adornado de esos ridículos osos que ya eran toda una antigüedad.
“¿Y cómo llegué aquí?” se esforzó por intentar recordar, pero lo último que llegaba a su cabeza era una imagen suya mientras viajaba en un avión, con la mano izquierda sostenía una rosquilla de chocolate y con la derecha le movía al i-pad. O sea un recuerdo totalmente inútil. A menos que supusiera que iba en ese avión con el objetivo de ver a Inglaterra.
– Rosquillas~ –Se le hizo agua a la boca del gordo.
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– Tomato... mmm... Romano... je je... –El español tendido en el suelo parecía estar teniendo un sueño agradable, con su cara de idiota totalmente embarrada en el piso y la saliva escurriéndole de la bocota toda abierta, peor aún, estaba en posición fetal y parecía que de un segundo a otro comenzaría a chuparse el dedo.
América lo había encontrado mientras subía las escaleras y al poder ver con nitidez prácticamente nada, tropezó con él.
– Fucking... –Estaba a punto de insultar hasta que le distinguió con ese par de ojos defectuosos que tenía.– ¡Spain! –Ni aún su bien conocida estruendosa voz lo había despertado. La expresión del moreno se le había antojado hilarante y tardó nada en buscar su celular para sacarle una foto. Cuando lo encontró en su bolsillo trasero y picó el único botón que tenía para desbloquearlo, el aparato simplemente no hizo nada. Tras varios intentos condenó su suerte al habérsele terminado la batería.
El americano comenzaba a exasperarse de estar ahí sentado sin hacer nada, no aguanto ni cinco minutos el muy impaciente y comenzó a zarandear al español.– ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Antonio! My God, que sueño tan pesado tienes. ¡Despierta idiot!
España apenas comenzó a abrir los ojos.– Mmm... Buenos días~
– ¡No tienen nada de buenos! Además no creo que sea de día.
– ¿América? –Antonio parecía confundido, de un segundo a otro su rostro se tornó en el más oscuro terror.– ¿Qué haces en mi cama?
– ¡Está no es tu cama! Y tampoco es tu casa. El Gran HERO te encontró tendido a mitad de las escaleras. –No le iba a decir que se tropezó con él.
El español se incorporó lentamente.– Siento como si Romano me hubiera dado un cabezazo, me duele todo.
– Me too.
– A todo esto ¿dónde estamos?
– Estoy seguro que es la casa de Inglaterra, sus cortinas y el árbol son exactamente los mismos de todos los años. –Dijo señalando escaleras abajo.
– ¿La casa de Inglaterra? Pero todo está tan... sucio y polvoriento, pareciera que no ha habido nadie aquí en años...
– Sí ¡HAHAHA! la casa del Scones siempre ha sido así de vieja. Aunque no recuerdo como acabé aquí, ¿tu?
España negó con la cabeza.
Era extraño para el español no recordar nada, después de todo siempre había tenido buena memoria gracias a los Kilos y Kilos de tomates que consumía al día (o eso era a lo que se lo atribuía). Pero no recordaba nada...
– ¡AUXILIO! ¡VE! ¡VE! ¡AH!
Ese grito, ambos lo identificaron enseguida. No estaban solos y era evidente que algo raro estaba pasando. Intercambiaron miradas y ambos se dirigieron hacia donde había provenido el sonido.
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En una habitación oscura, llena de estanterías, mismas repletas de libros y conjuros. Justo en el centro, un círculo mágico dibujado en tiza blanca y justo en el centro de este círculo se encontraba una esbelta figura sosteniendo una esfera de cristal. Lentamente la esfera iba cambiando su color, había pasado de ser pura y transparente a comenzar a tornarse opaca y corrupta.
Inglaterra sabía que en el momento que esa esfera se volviera negra no podría seguir conteniéndola más tiempo. Si escapaba quien sabe que estragos causaría... debía pensar en otro plan y pronto, antes que sus poderes comenzaran a menguar y la esfera perdiera su poder.
Al menos le consolaba saber que había enviado lejos a América y a los otros, no estaba muy seguro de a donde, pero de todos modos el hechizo de “Apparet alibi” no te permitía determinar muy bien donde querías ir. Lo había hecho porque era lo único que se le había ocurrido para salvar a todos de la implosión inicial y el efecto secundario era la amnesia, por lo que a nadie se le ocurriría ponerse a buscarlo.
– Ne dimittatis diabolum intrare, fortitudinem pura –Recitaba con gran precisión el hechizo que permitía a la esfera seguir funcionando. Pero le dolía, cada palabra que decía le arrancaba fuerza y validad al ejecutor del hechizo. Hace rato que no sentía sus brazos y la mirada se le nublaba.– Virginem of vitrum ad malum continent... Por favor que estén bien – rogó Inglaterra antes de seguir con el encantamiento.