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Sabor a primer beso por Erly Misaki

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Notas del fanfic:

Escrito como regalo a Trici en fanfiction.net, ahora que estoy copiando alguna obras me es indispensable traerlo aquí también.

Espero que les resulte dulce y adorable :3

Notas del capitulo:

Nada, nada me pertenece. Todo es propiedad del asesino serial más buscado de la literatura: George R. R. Martin.

¿A qué sabe un primer beso?

Sabe a miel, fresas y restos de vino, diría Bran. Huele a tierra mojada y a hojas llenas de rocío. Se siente como estar en casa y en las estrellas, como volar en el ala de un cuervo y nadar de la mano de una sirena. Un primer beso sabe a fantasía, a buenos recuerdos y a muchos sueños dulces.

Un beso, si es un beso como el que Bran acaba de recibir, es un gesto que merece ser repetido una y mil veces. Porque, si es Jojen quien lo da, entonces tiene que estar lleno de magia y placer, cosquillas traviesas que juguetean por cada poro de tu piel.

Sus ojos azules se abren cuando las bocas dejan de moverse una contra la otra, dos pozos de musgo verde le están devolviendo la mirada, son ojos viejos, de sabio, que se asombran ante las travesuras realizadas por los labios de un chiquillo. Bran siente que esos ojos le queman, que todo en su cuerpo arde —incluso donde no debería sentir nada— por la mirada intensa cargada de algo que él no ha conocido jamás. De una manera inquieta sabe que debe estar observándolo de la misma manera, así que se sonroja.

Un príncipe no debería sonrojarse, pero él lo hace porque si no el tropel de sensaciones en su estómago lo obligaran a hacer algo imprudente. Otra vez.

—Lo siento, Bran. Yo no… —Pone una mano en su boca para que no hable.

«Que no hable, que no lo arruine»

El príncipe se siente en las nubes, pegado al cielo por el sabor aún presente de la boca húmeda de su amigo. No quiere que él diga que es un error, que quiebre los cristales de luz y color que ha puesto en sus ojos. Ya está lo suficientemente roto.

Con cuidado vuelve a acercarse a él, pegándose a su pecho y enterrando la nariz en el hueco de su cuello. Jojen huele al bosque de los dioses, a hogar, agujas de pino mezcladas con el polen de rosas; son los jardines de cristal que guardan todos los aromas y las historias buenas, porque el frío nunca entra y el vidrio hace de la nieve solo un pálido y delicado espectáculo para la vista. Le abraza con fuerza, perdiéndose en el inherente abrigo de hechicería que carga consigo el lacustre; está allí y no quiere que se vaya, quiere que le regale algo de esa infinita y ciega fe en cosas que parecen desvanecerse nada más abrir los ojos, desea que siga abrazándolo como hace ahora, hasta casi ahogarlo con la ternura y cuidado con que lo hace.

Para cuando se vuelven a besar —que me perdonen los siete por lo impropio de esto—, Jojen ya no es un dócil súbdito del reino que recibe sin rechistar los mandatos de su príncipe, no, para cuando eso sucede, Bran debe aprender a modular su respiración y hacer de su lengua un buen arma para la lucha; le están invadiendo ¡y con qué talento! Es una lucha torpe de bocas ansiosas y manos tímidas, dos muchachos que sin tregua alguna tratan de hacer encajar piezas rotas.


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