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Al tuo fianco. por MireBranginski

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Notas del fanfic:

Hace mucho quería escribir un Spamano super Meloso y bueno, aquí esta(?)

Ya llevaba tiempo escribiendo esta historia y no quería dejarla arrumbada en mi computadora(?) Por eso estaré publiándola por aquí(?) Me encantaría que dieran opiniones y eso:u

Es importante que tengan en mente que este FF es más que nada romántico y no creo que escriba cosas pervertidas(?) -Quizá haya excepciones QUIZÁ(?)- En fin, Espero que la sigan:'u<3

Notas del capitulo:

No tengo nada por agregar en este capitulo(?) Ninguno de los personajes me pertenecen y este FF es solo con el fin de entretener, sin fines lucrativos(??)

Los profundamente claros ojos de romano goteaban haciendo más claros y evidentes los sollozos que retumbaban por toda la habitación. Antonio nunca quiso que eso terminará así, eso no era lo que pretendía. A decir verdad, ¿Cómo había sido que la situación había acabado de esa manera? 
El más alto sostenía por la muñeca a su acompañante a la vez que este se quejaba y lloriqueaba. 
-Tu no me amas, sólo quieres la herencia de mi abuelo ¡Maldición!- Soltó por fin el más pequeño entre murmuros y sollozos.
-¡Escúchame!- gritó la nación de la pasión más fuerte de lo que esperaba provocando que la bullicion de antes disminuyera. Rápidamente tomó a su acompañante por la cadera abrazándolo con fuerza bloqueándole cualquier ruta de escape. El italiano forcejeaba con la mirada gacha y ambas manos cubriendo su lloroso y penoso rostro. -No necesito ningún territorio, ¡Sólo te necesito a ti!- Afirmó el español decidido y con firmeza provocando el silencio absoluto en aquel solitario lugar. Los sollozos habían parado pero el sentimiento de nerviosismo, tristeza y confusión por parte del más bajo de estatura aún seguía presente y era visible gracias a sus hombros temblorosos y su mirada fija en la nada. Al notarlo, no mucho después de terminar con su frase, aquel apasionado español liberó a su amado del agarre para rápidamente tomar ambas mejillas del más pequeño robando sus labios para después juntarnos con los suyos.
Un beso robado. 
El otro no se quejó. No hizo nada para impedirlo, al contrario, continuo con aquel pequeño beso robado convirtiéndolo en algo más. 
Poco después de lo ocurrido, al iniciar formalmente con su relación, ambos chicos comenzaron a vivir juntos en una pequeña casa a las afueras de Granada, una bella ciudad española
Habían pasado años desde el incidente y la pareja, aún con problemas y decadencias permanecían juntos, amándose como ningún otro lo haría.
Dicho recuerdo retumbaba por la mente del español provocándole un agradable sentimiento de nostalgia, felicidad y vergüenza. El cual fue mostrado atreves de una sonrisa por parte de este.
-¿Qué es tan gracioso, bastardo?- su sonrisa se enganchó a un más al escuchar aquello. Lovino siempre hablaba con insultos y a pesar de ello, Antonio lo acepto decidiendo dar todo de si para convertirse en la persona más amada para aquel chico rebelde el cual era el único amor verdadero para el. 
-Sólo recordaba nuestro comienzo.- Un repentino rubor se presentó en las mejillas del italiano el cual de inmediato apartó la vista mostrando un claro sentimiento de arrepentimiento al hacer la pregunta. Dicha reacción causo ternura al español que lo miraba desde el otro extremo de la cocina. El de cabellos claros se limitó a bufar a la vez que rascaba indiferente su nuca, acto seguido se sentó en el comedor que se encontraba junto a ellos.

-¡Estoy hambriento!- Replico Lovino en un intento por cambiar el tema. El español actuó inmediatamente después de escucharlo y se dirigió a el con una gran bandeja. Colocó sobre la mesa dos tazas las cuales contenían café para Lovino y chocolate caliente para Antonio. Frente la silla del español; un plato repleto de churros rellenos de distintos tipos de sabores. Frente al Italiano; Algunos croissants.

En el centro, una cesta llena de distintos tipos de tostadas además de acompañantes tales como la mermelada, crema, nutella, etc.

A pesar de la rapidez por parte del mayor, su el de cabellos oscuros no parecía muy impresionado, sino más bien, pensativo. Antonio no le dio importancia pero dicha reacción le causo ansiedad. Los churros comenzaron a ser devorados una vez que ambos chicos se encontraban en sus respectivos asientos.

-Creo que es tiempo de que hablemos- pronuncio con pesadez y una mirada posada por los suelos el ya mencionado italiano

De inmediato los ojos del español se pusieron en busca de los ojos contrarios sin éxito aparente. Sentía un gran peso en el estómago que no le gustaba pues eso nunca era una buena señal. -¿Paso algo malo? – El churro que estaba a punto de ser devorado fue salvado por el repentino comentario y depositado en el plato con los demás churros en espera de ser comidos.

Las miradas seguían sin cruzarse y la tensión del momento crecía a cada segundo, Antonio sentía confusión y desesperación al no obtener respuesta pero no quería apresurar a su amado, no en esa situación. Algo no estaba bien, él lo sabía.

Después de algunos momentos, los cuales fueron eternidades para ambos, el Italiano se decidió a hablar.

-Hace poco hablé con Feliciano y me quedaré con él por unos días- La preocupación en el español, se hizo completamente visible al escuchar aquello.

-¿Le sucedió algo a Ita-chan? ¿Quieres que te acompañe? Puedo ir contigo. ¿Cuándo nos iremos?- Antonio se mostraba ansioso y hablaba con una rapidez casi incomprensible.

-No, no. Feliciano esta bien. El problema soy yo. Debo pensar sobre algo, eso es todo.- La frialdad en cada palabra sorprendieron al español pues, hacía tiempo que no usaba ese modo de hablar con el.

-¿Tú? Entonces, ¿Por qué te vas? ¿No lo puedes pensar aquí, conmigo?- El volumen de voz aumento con aquello.

-¡NO! Debo estar solo. Sin ti.- El italiano comenzaba a gritar. Fue muy difícil para el tomar dicha decisión pero ya no podía hacer nada

-¿Por qué? ¿Acaso soy yo el problema? ¿Qué… Qué hice mal esta vez? Yo, ¡Lo solucionaré! ¡Solo dime que es! Yo…- La voz le temblaba y las palabras solo se apresuraban por salir.

-¡Detente! Ya te lo dije, el problema no eres tú, soy yo. Yo soy el que siempre arruina todo, tu, tu no… ¡Bah! Solo déjame solo, ¡Maldición!- Haciendo énfasis en la última palara Lovino se levantó dirigiéndose al portón de la casa donde le esperaban algunas de sus pertenencias listas para marchar.

-Lovi… ¡No puedes irte!- Gritó al asiento vacío. Sus palabras solo hacían eco en la habitación. Escucho algunos pasos a lo lejos y después, nada.


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