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Espada de rubíes. por Dashi Schwarzung

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Notas del fanfic:

Esta es la segunda parte de mi fic “Corona de flores”, si quieren entender mejor la historia pueden leer la primera parte para que sea una lectura más fluida c:

Según yo ando en hiatus (ay ajá) pero… hoy cumplo un año escribiendo AoKaga, así que no podía dejar pasar la oportunidad de subir algo conmemorando este día, que para mí, es muy importante.

Es un intento de volver a las andadas, pero mi inspiración no dio para mucho… no estoy del todo convencida con el resultado de este fanfic, pero aun así espero que les guste…

Hace mucho que amo estos temas medievales, sin embargo, aún no se me hace muy fácil escribirlos, en fin, ya ustedes dirán qué tal

Advertencias:

-OoC
-KiKasa
-AU

 

 

..::Espada de rubíes::..

.:.

.

 

Se encontraba en su jardín privado, ese lugar al que iba muy a menudo e incluso solía pasar los días allí leyendo, desde las guerras pasadas que se suscitaron o incluso sobre las estrellas; éstos últimos temas habían captado su atención no hacía mucho.

Debía confesar que, a sus 20 años, había sido un rey bastante inseguro e inexperto, pero los años poco a poco le habían dado la experiencia para ser un mejor monarca de Seirin. Y parecía que estaba llevando acabo de una forma satisfactoria su trabajo, pues los ciudadanos lo amaban: niños y adultos siempre que lo vislumbraban montado en ese corcel hermoso y blanco, corrían hacia él a saludarlo e incluso a regalarle cualquier cosa que tuvieran a la mano; y él estaba feliz con todas aquellas muestras de cariño hacia su persona.

 

10 años le costó alcanzar la cúspide de su honor como rey, después de que sus padres fallecieran en una sangrienta batalla. Había sido un largo y difícil camino para él, sin embargo, lo había logrado.

 

Los reyes de las monarquías aliadas y enemigas ahora lo miraban como un gobernante muy imponente; un rey con un enorme y basto ejército de hombres, todos ellos muy bien entrenados y dispuestos a la batalla si así se les requiriera. Su reino había florecido de una forma formidable; sus mayores riquezas eran halladas en las minas: oro y diamantes eran encontrados para enriquecer el reino de Seirin; además de que las exportaciones de todo tipo de cosas eran ya conocidos por todos… definitivamente Seirin era un reino exuberante en todos los sentidos.

 

Pero después de todo, el rey no estaba totalmente tranquilo, y aquello se debía a cierta persona que alguna vez prometió enamorarlo… y ese era el príncipe del reino de Tōō: Aomine Daiki, quien a su corta edad de 10 años había osado declararle su amor en forma de una corona de flores que aún guardaba con cariño, sin entender por qué.

Una sonrisa se dibujaba en su rostro al recordar la conmovedora historia detrás de dicha corona; podía recordar a la perfección:

 

Flashback::..

Durante esos 10 años que se habían esfumado como el agua, sólo había visto un par de veces al príncipe de Tōō, pero durante ese tiempo, el pequeño había sido lo suficientemente atrevido para escribirle cartas muy a menudo. Sí, a Daiki no le importaba la diferencia de edades, pero para Kagami era algo muy evidente y difícil de olvidar.

Esas cartas que el pequeño de 10 años mandaba con un mensajero real, hablaban sobre lo duro que eran los entrenamientos con su tío Imayoshi Shouichi, el rey de Tōō; y Aomine, al ser el heredero al trono, debía aprender cada una de las modalidades de combate; pero para ser un pequeño infante, aquellas hazañas le resultaban difíciles.

 

Kagami no podía imaginar cómo era que Imayoshi presionaba tanto a un pequeño niño, sin embargo, no podía decir nada más, ya que él mismo traía a sus memorias aquellos recuerdos en los que, con tan sólo 7 años, su padre lo instruía a usar la espada; y no era una espada hecha especialmente para él… era una espada común y corriente, como la que cualquier soldado podría usar.

El rey de Seirin no podía juzgar a su padre, pues gracias a él, Kagami estaba donde estaba. Así como tampoco podía juzgar a Imayoshi, pues seguro, gracias a él, Aomine llegaría a ser un gran rey.

 

Cuando Daiki cumplió los 15 años, el Rey Imayoshi organizó una gran fiesta para él. Todos los territorios aliados fueron invitados y ningún rey, consejero o líder del ejército faltó; fue una gran celebración.

 

Kagami estaba feliz de volverse a encontrar con el príncipe Aomine, ese adolescente que le enviaba cartas -no tan seguido como antes- y varios regalos, entre ellos libros, joyas y ropajes vistosos, ideales para un rey.

 

El, ahora, adolescente, en aquella fiesta no había tenido oportunidad de entablar conversación alguna con el rey de Seirin, pues los invitados en ningún momento lo dejaron solo. Kagami tampoco fue capaz de buscarlo para conversar con él, pues sentía que la inseguridad se había apoderado de su persona; no recordaba la última vez en la que se había sentido tan nervioso, y aquello no era nada bueno para él.

 

Después de todo, él, su fiel consejero y su líder del ejército -quienes lo habían acompañado- habían tenido que irse, pues el camino de regreso a Seirin estaba a 3 horas de trayecto a caballo, y quedarse en los aposentos del enorme castillo de Imayoshi no era una opción, considerando la agria historia entre ambos reinos.

 

Pero el pelirrojo no pudo irse sin al menos escribir una nota; la cual fue entregada a la fiel doncella y consejera del príncipe; Momoi Satsuki, quien otorgó dicha carta en las mismas manos morenas del príncipe de Tōō.

“No pude evitar sonreír al ver a mi señor príncipe tan diferente, siendo todo un joven listo para asumir el puesto de rey. Gracias por esos regalos, los he guardado con mucho cariño.”

 

Sí, aquella nota era muy corta y hasta cierto punto muy extraña para el moreno, pero había bastado para que en su rostro se formara una enorme sonrisa y todo su mundo se iluminara.

 

Después de que Kagami  cumpliera los 27 años, se percató de que los regalos, e incluso las cartas dejaron de llegar a sus manos. No podía adivinar la razón para ello, y lo único que se le vino a la mente en ese momento fue <<se cansó de esperar>> Y Kagami no lo culpaba, un adolescente tan prometedor esperando por él, sonaba hasta cierto punto tonto… ¿Cómo un chico de 17 años podría fijarse en alguien de 27? Esa maldita diferencia de edades que ahora resultaba tan molesta lo hacía pensar muchas cosas.

El asunto no había salido de su mente por mucho tiempo, incluso su consejero personal, Kuroko, lo había notado, y sin que Kagami dijera nada, el chico peliceleste sabía la razón.

 

Nuevamente una gran fiesta y banquete se suscitó, ésta vez en el reino de Kaijou. El rey Kasamatsu contraía matrimonio con su fiel consejero y comandante de su guardia real, Kise Ryota, y a la celebración habían sido invitados los reyes aliados y personas muy cercanas.

Era el momento perfecto para que Kagami pudiera hablar con el príncipe de Tōō, después de dos años en los que no había sabido nada de él.

 

Cuando los ojos del rey de Seirin se posaron sobre el príncipe de Tōō, no pudo evitar maravillarse por dicha visión; el príncipe era demasiado atractivo, sus facciones eran cada vez más maduras e incluso su comportamiento era digno de un gran rey.
Notó cómo el moreno disfrutaba de la compañía de las hermanas de Kise Ryota y de las atenciones que éstas le daban… y después,  por fin aquellos orbes zafiros se fijaron en él, en una mirada diferente, una mirada que  no reflejaba nada… ni cariño, ni aprecio, mucho menos atención…

Aquellas dos cosas fueron lo que convencieron a Kagami de que la promesa del príncipe de Tōō se había esfumado, y una vez más… lo comprendió.

 

—Mi rey se ve muy triste. —Kuroko irrumpió el ensimismamiento por el que atravesaba su rey y amigo.

—¡Demonios, Kuroko! ¡No aparezcas de ese modo! —Gruñó en molestia, de alguna forma, dando gracias porque el chico peliceleste lo hizo olvidarse por un momento de todo. —No es nada.

Pero aquella confirmación era tan incierta para Kuroko, quien sabía que el príncipe de piel exótica había ganado el corazón de su rey.

 

Fin flashback::..

 

Suspiró a todos los recuerdos que, como vendavales, habían llegado a su mente. No podía dejar de pensar en aquel chico que ya había cumplido 20 años. ¡Maldito el momento en el que un niño de 10 años se había sincerado y le había asegurado que ganaría su amor!

¡Malditos esos pensamientos que le decían que la diferencia de edad no era nada!

 

—Mi rey debe tener una lucha interna consigo mismo… — Kiyoshi, el comandante del ejército habló, haciendo que el rey diera un pequeño salto y lo mirara con sorpresa.

—¡Kiyoshi! ¡Demonios…no te aparezcas así! —Gruñó en molestia, mirando fijamente al recién llegado.

—Le pido me disculpe. —Hizo una pequeña reverencia. —Kuroko me pidió que viniera a avisarle que Aomine Daiki ha llegado.

El pelirrojo hizo una mueca, no esperaba al príncipe de Tōō sino hasta el día siguiente… ¿Cómo podía dejar de pensar en él cuando el mismo Aomine hacía gala de su presencia?

—¿Alguna vez… has querido dejar todo a un lado y desaparecer a la vista de todos? —Cuestionó, sin mirar al guerrero, y sin notar aquella mirada de infinita sorpresa que éste denotó.

—Mi rey, no estará pensando en fugarse. ¿O sí? —Kiyoshi cuestionó con inseguridad, sin saber qué era lo que por la mente del pelirrojo transitaba.

Por fin aquellos ojos rubí se posaron en el chico castaño, en una mirada tierna; en su rostro también se podía observar una pequeña sonrisa.

—Si eso fuera tan fácil… tal vez ya lo habría hecho.

El de cabellos cafés quedó mudo por un momento, sin saber qué decir; jamás había visto tanta inseguridad en su rey, pero si lo pensaba bien… no debía ser algo difícil de imaginar. Es decir… un chico de 20 años que se había armado de valor y encargado de un reino tan enorme como lo era Seirin no era algo difícil… seguro que Kagami había tenido bastantes momentos de inseguridad en su reinado.

—Iré en un momento. — Finalizó el rey, sin desaparecer de su rostro aquella pequeña sonrisa y notando cómo de inmediato el otro chico hacía una reverencia, para salir de ese lugar.

 

<<Huír ¿Eh?... >> Pensó, sin embargo, no podía hacerlo, no sería tan cobarde como para dejar que otra persona se encargara de ese reino que por derecho de nacimiento le pertenecía…

..::..

.:.

.

—¿Así que… el rey está un poco… ocupado? —La pregunta de Aomine, hacia el consejero real de Kagami había salido a flote, hacía minutos que quería preguntar, sin embargo, la inseguridad no lo había dejado.

—Mi rey no debe tardar. En realidad no lo esperábamos hoy, sino hasta mañana. — Kuroko contestó, con su típico rostro inexpresivo.

—Bueno, a mi tío no le pareció una mala idea venir un día antes.

 

La conversación fue cortada por Kagami, quien, haciendo gala de su porte como rey entró al gran salón de reuniones.

—Me disculpo por la demora, príncipe Aomine.

El nombrado no contestó, pues parecía que las palabras se habían quedado atoradas en su boca, ya que la visión de Kagami lo había ensimismado. No recordaba que el pelirrojo se viera tan bien a pesar de tener 30 años… en realidad ni siquiera parecía que tuviera esa edad, pues se veía más joven.

Kuroko carraspeó, tratando de hacer que el príncipe pusiera los pies sobre la tierra, y parece que lo había logrado, pues tan pronto como pudo, el moreno hizo una pequeña reverencia ante el rey.

—Dime, príncipe Aomine. ¿Has venido solo? No veo a lady Momoi por ningún lado. — Habló, tomando asiento, mientras Kuroko y el moreno lo imitaban.

—Pensé que sería buena idea venir por mí mismo a hablar sobre los tratados. — No, claro que aquello no había sido una muy buena idea, pues seguramente haría algo estúpido o diría cosas que ni al caso, pero Satsuki le resultaba bastante molesta… siempre ordenándole qué hacer, siempre vigilándolo, siempre teniendo esa voz de ardilla que molestaban los oídos de Aomine…

 

Después de una pequeña sonrisa por parte del rey, empezaron a hablar sobre el tratado de comercio entre ambos reinos.

Kagami trataba de permanecer tranquilo en todo momento, no podía dejar que la cercanía y la hermosa voz de Aomine tuvieran efecto en él… porque, por lo que tenía pensado… Aomine ya no lo miraba de otro modo más que el rey de un territorio aliado.

 

La conversación poco a poco fue prosperando, hasta que el rey y el príncipe quedaron estancados en un tema muy controversial, que tuvo a Kuroko expectante y muy atento a ambos chicos de la realeza.

—Príncipe Aomine, su tío Imayoshi y yo ya habíamos acordado que mi reino no daría más de lo que Tōō puede ofrecernos… — Kagami habló, tras escuchar de los labios del moreno que el poco oro que Seirin ofrecía al reino vecino era insuficiente. —Fue su mismo rey  quien trató de obligarme a ceder más oro… claro, antes de llamarme ‘ambicioso, avaro e interesado’ — Por supuesto que recordaba a la perfección las palabras en un tono grotesco que habían escapado de los labios de Imayoshi Shouichi, Kagami apenas tenía 26 años cuando el rey de Tōō lo había insultado en su propio reino y en ese mismo castillo.

Aomine abrió los ojos con sorpresa al escuchar aquella confesión; claro que su tío no le había contado sobre aquel pequeño percance… obvio que había omitido esa parte, y ahora se sentía como un tonto.

 

El rey y príncipe tenían en mente la agria historia entre el reino de Seirin y Tōō, una historia en la que Tōō había dado la espalda a Seirin cuando éste más lo necesitó; el rey a cargo en ese entonces era Katsunori Harasawa, padre de Imayoshi, quien no había hecho caso a la alianza ejercita entre ambos reinos y dejó que Kirisaki Daichi atacara Seirin y que en aquella batalla los padres de Kagami murieran.

El pelirrojo había sido lo suficientemente maduro como para retomar la alianza entre ambos reinos, sin embargo, no había dejado de sentir ese rencor hacia Tōō.

 

El silencio inevitable ocupó el lugar, pues Aomine no podía contestar nada ante las últimas palabras del rey.

—Tal vez… fue un error venir aquí. — Aomine se levantó de su asiento. —Parece que he venido para nada, esperando una buena respuesta de su parte. Ahora puedo ver que Seirin no tiene nada más que ofrecernos.

Kuroko, quien había permanecido hasta ese momento en silencio y escuchando cada detalle de la conversación, abrió los ojos con sorpresa ante las últimas palabras del príncipe.

Kagami frunció el ceño y se puso a la altura del moreno, fácilmente encarándolo.

— Tōō ha estado viviendo a expensas de mi reino. Príncipe Aomine, tendrá que ser muy cauteloso con sus palabras si quiere que este tipo de ‘alianza’ siga su curso.

 

Kuroko miró la forma en que ambos hombres se miraban, aquello no era simplemente enojo en sus ojos, algo más se podían ver en los rubíes de su rey y en los zafiro del príncipe; aunado a ello estaba la pequeña sonrisa de superioridad de Aomine, que para nada le gustaba al pelirrojo.

—Mi rey…. —El tono en sarcasmo de Aomine no se hizo esperar. —Gracias por hacerme ver que mi yo de 10 años era tan tonto al fijarse en un rey novato.

Kagami hizo una mueca ante el comentario. ¿Por qué rayos Aomine sacaba a relucir ese tema en ese preciso momento? La ira lo invadió… ese príncipe estaba portándose como un completo idiota.

—Sí, fue una lástima que ese tonto niño de 10 años hiciera una promesa de amor a este rey novato. —Ni siquiera sabía por qué le estaba siguiendo el juego al moreno. ¡Un rey de su calibre no podía ponerse a la altura de un príncipe de 20 años!

 

A Kuroko sólo le faltaban las palomitas para presenciar una buena escena entre ambos chicos de la realeza, ni siquiera quería entrometerse, pues las cosas parecían ir cada vez mejor a sus ojos.

—¡Era un niño idiota! Aunque no niego que me da gracia que hayas creído en las palabras de un mocoso de 10 años.

—¡No! A mí me da más gracia que ese mocoso me haya escrito tantas cartas quejándose de lo duro que era su tío con él.

—¡Cállate! ¡Eso jamás pasó! —Replicó el moreno, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban al recordar lo que decían aquellas cartas.

—Claro que pasó, las tengo aún por si quieres verlas. —Los ánimos de Kagami iban subiendo cada vez más. A esas alturas la etiqueta de ‘rey’ y ‘príncipe’ se habían perdido, pues ambos hablaban como si fueran personas comunes y corrientes.

—Vaya, es impensable que un rey como tú haya guardado las cartas de un mocoso.

—¡Cállate o te haré salir de mi castillo!

 

El de cabellos celestes seguía mirando la escena entre los otros dos, aunque la conversación poco a poco comenzaba a subir de tono, y debía parar a su rey antes de que dijera algo relacionado con el pasado entre Seirin y Tōō, pues seguramente ese tema desencadenaría en una pelea, y no sólo eso, sino también en el distanciamiento de ambos reinos.

—¡¡Basta!! ¡Ustedes dos sólo cállense! —Gritó, recibiendo las miradas de desconcierto del pelirrojo y el peliazul. —¿Por qué no sólo aceptan que ambos se sienten atraídos por el otro? Incluso yo me atrevo a decir que ambos sienten algo más allá que solo atracción… ¡Dejen de portarse como unos viles adolescentes y sólo díganse que se aman!

 

El sonrojo en las mejillas de Kagami apareció ante las palabras de su consejero real; era cierto que se sentía sumamente atraído por el príncipe de Tōō, pero éste se había portado como un idiota, y  no había evitado hablarle de la misma forma en la que el peliazul le había contestado.

Aomine por su parte desvió su vista y la enfocó en algún otro lugar del enorme salón, deseando que el suelo se lo tragara en ese mismo instante.

—Ustedes son tan infantiles… me largo de aquí. Avísenme cuando quieran hablar seriamente sobre los tratados. —Anunció Kuroko, para luego levantarse de su asiento y salir de ese lugar, cerrando fuertemente la puerta a su paso.

 

Un incómodo silencio reinó en ese sitio por segunda vez, pues ninguno de los dos chicos sabía qué decir. Si no hubiera sido por Kuroko, seguramente seguirían peleando como adolescentes tontos.

—No es verdad. —Aomine por fin rompió el silencio, sin mirar a aquellos ojos rubíes.

—¿Eh?

—No es verdad todo lo que dije…

Kagami lo miró con sorpresa, no esperaba que el moreno dijera esas palabras.

—No me arrepiento de haberte declarado mi amor hace 10 años.

El sonrojo en las mejillas del pelirrojo se hizo más notorio ante la confesión. Aomine soltó un largo suspiro y se acercó un poco al rey, hasta tomar sus manos entre las suyas.

—Aún estoy decidido a ganarme su corazón, mi rey.

—Pe-pero… creí que lo habías olvidado… es decir… aquellas cartas de verdad me hacían feliz, pero… cuando dejaron de llegar creí que… lo habías olvidado.

Aomine sonrió confiado, era cierto que había dejado de mandar cartas y regalos, pero todo aquello tenía una razón.

 

Soltó las manos de Kagami y buscó algo entre su ropaje; tomó el artículo entre ambas manos y lo mostró al rey: una espada envainada era lo que Kagami pudo vislumbrar sobre las manos morenas. El mango de aquella espada no estaba hecho de madera, era algo diferente que no pudo reconocer de inmediato; pero sí pudo observar aquellas pequeñas joyas rubíes incrustadas.

—Esto es para usted. — Aomine ofreció el objeto, notando la mirada de suma sorpresa del pelirrojo.

—¿Eh?

—Jamás dejé de pensar en usted, mi rey… estos años me dediqué a hacer esto pare entregárselo personalmente. — Confesó el moreno, mientras Kagami tomaba delicadamente la espada.

 

Tōō era conocido por hacer todo tipo de armas de la más alta calidad entre los reinos vecinos, y aquella espada no era la excepción.

Aomine había pasado bastante tiempo en idear ese objeto, pues los modelos que tenía pensados no eran los mejores para un rey de la altura de Kagami.

Pasó más tiempo instruyéndose en el arte de forjar armas y aprendiendo todo tipo de trucos para lograr su cometido… después de más de un año, y de hacer bastantes prototipos que no le gustaban del todo… terminó haciendo esa espada especialmente para el rey de cabellos rojos; claro que en ese momento no diría todo el esfuerzo que le había costado forjar dicha espada.

 

—Es hermosa…— Pudo pronunciar Kagami, tras desenvainarla  y notar que también habían pequeñas joyas de rubí incrustadas en la hoja de la espada.

—La hice pensando en usted… y yo espero que no la use pronto. —Bromeó, ganando también una pequeña risa de parte del pelirrojo.

Ambos se miraron fijamente por unos segundos, pero en sus miradas había algo diferente, y cuando Kagami pudo reaccionar, los labios de Aomine se encontraban pegados a los suyos, en un beso tierno, y no pudo hacer nada más que cerrar los ojos y entregarse a esas sensaciones fuertes que estaban esparciéndose por todo su cuerpo.

El pelirrojo abrió lentamente su boca y permitió que el príncipe lo besara adecuadamente; ambas lenguas se encontraban, pero el beso no dejó de ser tierno en ningún momento.

 

—Kagami… — Musitó Aomine, tras romper el beso. —Ahora soy un hombre adulto… ¿Podemos hablar sobre mi confesión de hace 10 años?

Una sonrisa amplia apareció en los labios del rey al recordar que había pedido tiempo al pequeño Aomine de 10 años, al menos hasta que él creciera y fuera un adulto… ahora no tenía ningún comentario con el cual objetar.

—Sí…

 

Ninguno de los dos notó el par de ojos celestes que miraban por la puerta, pues Kuroko no iba a perderse ese momento entre ambos chicos.

—Entonces… ¿Ya se declararon? —Cuestionó Kiyoshi, quien no miraba por la puerta, sino que esperaba las noticias del consejero del rey.

—¡Sí! ¡Oh cielos! ¡Se besaron nuevamente!

—¡Déjame ver!

 

 

Notas finales:

No sé si mi cabeza dé para escribir alguna tercera parte… el tiempo lo dirá.

Espero que les haya gustado, como dije, no estoy muy conforme con esta segunda parte, pero de todas formas, traté de hacer lo mejor que me pudo dar mi mente xD
Gracias por leer y por todos esos comentarios que me han hecho!

 


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