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Oscuro por uta

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Notas del capitulo:

capitulo editado 

Alguien golpeaba la puerta de su habitación, el sonido penetró hasta lo más profundo de su sueño. Xiao Luhan* luchaba contra la espesa niebla que mantenía sus ojos cerrados y hacía que su cuerpo se negara a moverse. La sensación de alarma la recorrió de arriba abajo. Era como si lo hubieran drogado. Vio el pequeño despertador en la mesita de noche. Eran las siete de la tarde. Había estado durmiendo durante todo el día. Se incorporó lentamente, tenía la sensación de estar atrapada en arenas movedizas. Los golpes en la puerta comenzaron de nuevo. El sonido retumbó en su cabeza martilleando sus sienes. 

 - ¿Qué? Intentó que su voz sonara calmada, aunque el corazón le latía frenéticamente. Estaba metido en un problema. Necesitaba hacer su equipaje ya. Salir corriendo. Sabía que sería inútil. ¿No era el el única que había seguido mentalmente a cuatro asesinos psicópatas? Y este hombre era mil veces más poderoso que el. Aunque la verdad era que se sentía intrigado al encontrar a otra persona con habilidades telepáticas. Nunca había conocido a otra persona con un don como el suyo hasta ahora. Quería quedarse y aprender de él, pero la forma casual en la utilizaba sus poderes lo hacía demasiado peligroso. Se vería obligado a poner distancia entre ellos, quizás cruzar el océano para sentirse a salvo.

-LUHAN, ¿te encuentras bien? -La voz masculina dejaba entrever la preocupación. Jongin,. Había conocido a Jongin y a Kim Jongdae, una pareja de hermanos, la noche anterior en el comedor, al llegar del viaje en el tren. Viajaban haciendo un recorrido turístico junto con otras seis personas.

Jongdae se sentía muy cansado y no se enteró muy bien de la conversación que mantuvieron. Luhan había venido a Exodus para estar solo y recuperarse del sufrimiento que supuso el conocer la mente retorcida de un depravado asesino en serie. No había buscado la compañía de los turistas, pero Jongin y Jongdae habían ido a buscarlo. Los había olvidado por completo.

-Estoy bien, Kai, me temo que tengo una pequeña gripe, -le contestó el, sintiéndose lejos de estar bien. Se pasó una mano trémula por el pelo

- Sólo estoy cansado. Vine aquí para descansar.

- ¿No vamos a cenar juntos? -estaba dolido y eso la sorprendió. No quería que nadie le impusiera nada y lo último que necesitaba era estar en un comedor atestado, rodeada de un montón de gente.

- Lo siento. Quizás en otra ocasión –

No tenía tiempo para ser educado. ¿Cómo pudo cometer ese error tan enorme la noche anterior? Siempre era muy cuidadoso, evitaba cualquier contacto, nunca tocaba a otra persona, nunca se acercaba a nadie.

Simplemente percibió el tremendo dolor y la soledad que irradiaba aquel desconocido. Supo por instinto que él tenía poderes telepáticos, que su soledad era mucho mayores, que su dolor era tan enorme que se estaba planteando la idea de acabar con su vida. El sabía lo que era la soledad. Cómo te hacía sentir diferente. No había sido capaz de quedarse con la boca cerrada; necesitaba ayudarle si era capaz. Luhan se frotó las sienes intentando aliviar el martilleo que sentía en la cabeza. Siempre le ocurría después de usar sus poderes telepáticos.

Obligándose a levantarse, caminó despacio hacia el baño. Él lo controlaba sin ni siquiera mantener contacto. La idea lo aterrorizó. Nadie debería ser tan poderoso. Abrió el grifo por completo, esperando que el chorro de agua despejara las telarañas de su mente.

Había ido allí para descansar, para deshacerse del hedor que impregnaba su mente, para sentirse limpio y entero de nuevo. Su preciado don psíquico lo agotaba hasta dejarlo físicamente exhausto. Luhan alzó la barbilla. Su nuevo contrincante no lo asustaría, tenía disciplina y control. Y esta vez podía huir. No había vidas inocentes en juego.

Se vistió con unos jeans desgastados y un top de ganchillo como desafío. Había notado que él pertenecía al Viejo Mundo y frunciría el ceño ante su atuendo. Hizo la maleta en un momento, de cualquier manera, metiendo el maquillaje y la ropa en la maltrecha maleta tan rápido como pudo. Horrorizado, leyó el horario del tren. No pasaba ninguno hasta dentro de dos días. Podía usar sus encantos para pedirle a alguien que lo acercara a la ciudad más próxima, pero eso significaba compartir la estrechez de un coche con otra persona durante horas. Aunque, probablemente, era un mal menor al lado del otro. Escuchó una risa masculina, ronca, divertida, burlona.

- Intentas huir de mí, pequeño.

Luhan se sentó deprimido en la cama, se le aceleró el corazón. La voz del hombre era como terciopelo negro, un arma muy peligrosa.

- No te eches flores, pez gordo. Soy un turista; yo viajo.

Obligó a su mente a permanecer tranquila a pesar de que sentía el roce de los dedos de él sobre su rostro. ¿Cómo lo hacía? Era la más ligera de las caricias, pero la estremeció de arriba abajo.

- ¿Y qué lugar pensabas visitar? Sehun se desperezaba perezosamente, estaba descansado y su mente se sentía viva de nuevo. Disfrutaba luchando con el.

- Pensaba irme lejos de ti y de tus grotescos jueguecitos. Quizás a Japon. Siempre quise visitar Tokio. - Mentirosillo. Piensas volver corriendo a China. ¿Juegas al ajedrez? Luhan parpadeó ante la extraña pregunta.

- ¿Ajedrez? -Repitió. La forma de divertirse de ese hombre podía ser muy extraña.

- Ajedrez - Sí. ¿Y tú? - Por supuesto. Juega conmigo

- ¿Ahora? Empezó a recorrer su cabello. Había algo en su voz que lo cautivaba, lo hipnotizaba. Tocaba las fibras de su corazón y aterrorizaba su mente.

- Primero debo saciar mi apetito. Y tú también estás hambriento. Puedo sentir tu dolor de cabeza. Baja a cenar y pasaré a por ti esta noche a las once.

- De ninguna manera. No quedaré contigo.

- Tienes miedo - Era un insulto deliberado

Luhan se rió de él, y el sonido hizo que las llamas envolvieran el cuerpo de Sehun.

- Puede que alguna vez haga tonterías, pero no soy tonto.

- Dime tu nombre.

Era una orden y Luhan se vio obligado a obedecer. 

 

Forzó su mente a quedarse en blanco, como una pizarra recién borrada. Dolía, sentía pinchazos en la cabeza, y retorcijones en el estómago. Él no iba a coger por la fuerza lo que Luhan le hubiera dado libremente.

- ¿Por qué luchas contra mí cuando sabes que soy el más fuerte de los dos? Te haces daño a ti mismo, te debilitas y al final ganaré de todas formas. Siento el efecto que esta forma de comunicarnos tiene sobre ti. Soy capaz de obtener tu sumisión en otras cuestiones muy diferentes.

- ¿Por qué me obligas cuando te lo habría dicho si simplemente me lo hubieras preguntado? El percibió su perplejidad.

- Lo siento, pequeño. Estoy acostumbrado a salirme con la mía sin esfuerzo.

- ¿Sin tener la más mínima cortesía?

- A veces es más rápido.

Luhan golpeó la almohada.

- Necesitas pulir tu arrogancia.

El hecho de que tengas poder no significa que tengas que ir haciendo gala de él.

- Olvidas que la mayoría de los humanos no detectan un empujoncito mental.

– Esa no es excusa para dejar de lado la libertad de las personas... Y tú no usas un empujoncito de ninguna manera; tú lanzas una orden y esperas obediencia. Eso es peor, porque conviertes a las personas en un rebaño. ¿Estoy cerca de la verdad?

- Me estás regañando.

Esta vez sus pensamientos no llegaron tan claros, como si todas aquellas burlas tan masculinas lo estuvieran cansando.

- No intentes obligarme. Esta vez la voz de Sehun dejaba ver una cierta amenaza y bastante peligro. - No tengo que intentarlo, pequeño. Conseguiría tu obediencia sin esfuerzo. Inexorable pero suave como la seda era su voz.

- Eres como un niño malcriado que siempre consigue lo que quiere- Luhan se puso de pie, apretando la almohada sobre su dolorido estómago

- Voy a bajar a cenar. Siento un terrible dolor de cabeza. Puedes meter la tuya en un cubo de agua para refrescarte.

El castaño no mentía; luchar contra él suponía un gran esfuerzo y empezaba a sentir náuseas. Se encaminó despacio hacia la puerta, temeroso de que él lo detuviera. Se sentiría más seguro entre la gente.

- Por favor, tu nombre, pequeño- Le pidió con gran educación.

Luhan se encontró sonriendo a pesar de todo. – Luhan, Xiao Luhan.

- Así pues, Xiao Luhan , come y descansa. Volveré a las once para nuestra partida de ajedrez.

El contacto se rompió de repente. Luhan soltó el aire de sus pulmones muy despacio, demasiado consciente de que debería sentirse aliviado y no echarlo de menos como de hecho le ocurría. Su voz lo hipnotizaba y o seducía, sentía su risa masculina en cada conversación. El sufría la misma soledad que él. No se permitió analizar la forma en que su cuerpo volvió a la vida con el roce de sus dedos. Ardía por él. Lo quería. Lo necesitaba. Y sólo la había tocado con la mente. Su forma de seducir iba más allá de lo meramente físico; había algo profundo, elemental y el no era capaz de precisarlo.

Él había llegado al fondo de su alma. La necesidad que percibió en él, su oscuridad, su atormentada y terrible soledad. Luhan también sentía necesidad. Alguien que entendiera lo que era estar tan solo, tan asustado al tocar a cualquier otro ser humano, tan aterrorizado por tener a alguien cerca. Le gustaba su voz, con la elegancia, y la tonta arrogancia masculina. Quería su conocimiento, sus habilidades.

 

 

 


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