El murmullo del viento me dice tu nombre en los recuerdos de mi pasado dormido en mi más grande insensibilidad. No te imaginas siquiera que mi llanto profundo, son las gotas de la lluvia más torrencial que baña la realidad de mi dolor imborrable.
-Camus… -te nombro para llamar tu atención al verte tan concentrado mirando el atardecer que nos deleita con su esplendor y belleza.
-¿Dime? –contestas posando tus bellos y fríos zafiros sobre mí con lo que identifico como ¿interés?
-¿Alguna vez te han dicho que eres muy hermoso? –sonrió con sinceridad, veo tus mejillas con un tinte rojizo como las nubes que nos dan su despedida desde lo alto. Tal parece que mi comentario te ha apenado pues volteas tu rostro haciendo que tu hermoso cabello turquesa lo cubra por la mitad.
-Q-Que cosas dices Milo. –regañas titubeante… no sabes todo lo que por ti siento caballero de los hielos.
-La verdad mí querido Camus. –tú me miraste sorprendido por cómo te he llamado. Me pongo de pie ya que me he cansado de estar sentado, crees que me voy y te paras también pero tropiezas y caer sobre mi pecho. Estas apenado y tratas de alejarte pero no te lo permito, me gusta sentirte cerca.
-M-Milo… - tratas de pronunciar pero te amarro de tu fina cintura para robarte un beso dulce como siempre soñé dártelo. Te quedaste inmóvil pero no me alejaste, y unos segundos después respondiste a mi caricia de la misma forma.
Ahora solo cerrando mis ojos y tocando mis labios puedo recordar la suavidad de los tuyos e imaginar que estoy volviendo a besarte, porque solo en mi mente puedo tenerte conmigo otra vez. Porque ya no te tengo a mi lado más que en mis sueños mas bellos…
No escuchas mis gritos desolados ante tu partida… son los truenos de la tormenta interior que rompe el cauce salvaje que habita en mis ojos. Solo déjame saber que has existido aunque ya no te vea en el amanecer… aunque ya no te bese en el anochecer ni te abrace en el crepúsculo travieso…
Sufro con la soledad que me castiga día a día ante la idea de no verte, de no escuchar tu voz ni sentir tu piel. Todas las noches las pesadillas visitan mi almohada y no se van. Todo tu sufrimiento en esos momentos, toda esa desesperación que me está volviendo loco cada nuevo segundo que recuerdo tu bella presencia invadiendo mi espacio y llenando todo dentro de mi ser.
Tras aquel beso, me declare ante ti. Te dije cuanto te amaba y tú me aceptaste, fui tan feliz, y desde entonces los abrazos se volvieron parte de nuestra rutina, no importa la hora, el lugar ni el momento. Solo importara que fuera tu cuerpo el que estuviera entre mis brazos.
Pido que me guíes con la aurora boreal de tu mirada soñadora, con las nevadas de tu respiración, la que ya no siento… la que me quitaste egoísta para darla a esa criatura de negros ropajes… susúrrame un te quiero en la primavera de mi memoria y quédate conmigo en el otoño de mi corazón marchito y sangrante.
Recuerdo como me gustaba besarte frente al anochecer, porque sentía tu cuerpo temblar por la brisa que nos acompañaba y creías que tu sonrojo no se veía en la noche pero nunca te dije que si era notorio, ni cuanto me gustaba ese color en tus suaves mejillas que se ponían frías cuando anochecía al igual que tu respingada nariz a la que siempre me gustaba darle un pequeño beso cuando nos mirábamos frente a frente.
-¿Por qué siempre haces eso? –volteas el rostro sonrojado sonriendo levemente ante mis labios con tu fina nariz.
-Porque me gusta, tú me gustas, todo de ti me gusta, hasta tus miedos y enojos. No te imaginas cuanto mi amado copo. –rio y te beso pero ahora en el corazón que forman tus tibios labios.
-Y tú a mi mon scorpion.* –me dices en francés para luego tu besarme tan lento como me gusta. Amo que me hables en francés, me encanta como suenan las palabras con tu voz.
Cántame la canción que decía mi nombre en el silencio de lo hermoso de nuestro secreto momento… no me quites tu dulce aliento, no te pongas frío ante mi tacto que no volverá a sentir tu calidez del alma floreciente…
Me levanto agitado de mi cama. Sé que es de noche pues la luna aun corona el cielo oscuro y las estrellas brillan a la lejanía… he vuelto a soñar contigo y esa batalla a donde frente a mi perdiste nuevamente la vida que Hades te presto para matar a nuestra diosa. Partiste en los brazos de tu discípulo… tuviste que haber estado en los míos pero no me atreví a verte morir…
Espérame junto a la luna como la primera vez que unimos el universo en cada roce acompasado y bailamos suave la danza de la orquesta de lo que solo las estrellas presenciaron y el tiempo se detuvo en ese momento cuando nos juramos un para siempre.
-¿Llevas mucho esperando agápiq7; mou?* -en la tarde te pedí me esperaras junto a nuestro árbol, el que se había convertido en nuestro testigo mudo de los momentos hermosos que compartíamos, en la colina que mejor vista nos daba de la noche estrellada. Y así lo hiciste, te veías como un ángel bañado por la luz de la luna plateada, no pude resistir el tomarte y reclamar tus carnosos labios como míos una vez más.
-Solo un poco ciel*, pero no te preocupes, ya estamos juntos. –sonríes y me besas con mucho ánimo.
Esa noche frente a ese árbol, frente a ese firmamento cómplice, te hice mío por vez primera, me entregaste tu pureza y yo… yo te entregue mi vida entera.
- Je t'aime*, Milo.
- S 'agapóq7; , Kamý.*
-Quiero estar para siempre contigo…
-Así será, juntos para siempre…
Más nunca me imaginé que no podríamos cumplir con lo jurado, porque antes de irte, me miraste. No dijiste nada con palabras pero tus ojos sin brillo lo decían todo… me acerque un momento para besar tu boca fría de la cual una última oración hará eco en mi mente hasta el día en que deba acompañarte a la eternidad…
Y el tiempo se detuvo cuando me miraste sollozando, cuando me pediste con un beso mudo una disculpa… el tiempo se detuvo para irse contigo. El tiempo se detuvo cuando antes de irte me diste un Te amo… Milo…