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Oportunidades por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie “Sherlock” pertenece a la BBC.
Este fanfic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, romance, angustia, quizás algo de comedia, entre otras cosas.

 

 

 

Resumen:Incluso lo que consideramos eterno se puede destruir, y lo que creíamos olvidado puede regresar.

 

 

Beta:Lily Black Watson

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Oportunidades

 

 

 

 

Capítulo 1.- Es lo mejor

 

 

Los sentimientos son un defecto químico, una anormalidad que traía más problemas que beneficios; La Mujer le dio pruebas irrefutables al perder contra él por causa de su corazón. Pero el humano es un ser ilógico, sin importar cuanto luche por seguir la lógica o el sentido común, irremediablemente hará lo contrario; Sherlock experimento eso en carne propia: se enamoró de John Watson.

Sherlock y John se casaron algunos años luego de conocerse —luego de la fingida muerte del detective, su posterior regreso, la boda de Watson con Mary, la muerte de su bebé y de ella—. Fue durante un bello día de primavera, el día que ambos decidieron contraer nupcias; Holmes había creado un ala especial dentro de su Palacio Mental, para que ningún detalle del feliz acontecimiento se le escapara.

 

 Fueron años maravillosos para Sherlock, pero como ya sabemos, la felicidad no dura para siempre; el matrimonio comenzó a enfriarse, John parecía cada vez más distante.

 

John se sentía confundido; ya no sentía el mismo deseo que experimentaba en principios de su relación. Ya no se excitaban con besos que compartía con Sherlock, ni siquiera su cuerpo desnudo. Todo comenzó cuando Lorelay Wood comenzó a trabajar en la clínica; era una mujer hermosa, de carácter férreo y perfecta figura. Desde un principio, Watson se sintió atraído.

Lorelay le recordaba mucho a Mary, su difunta esposa; era fuerte, decidida; amaba su trabajo. John aún no comprendía el momento en que comenzó a verla más como mujer que como simple colega «¿Habrá sido cuando le ayudó con Emma cuando sufrió una de sus crisis?, esas, que le daban a la pequeña cuando se encontraba con algo que le hiciera recordar su anterior vida». No lo sabía, pero, mientras más tiempo, John pasaba con ella, más se alejaba de Sherlock.

Se besaron luego de haber tomado unas pintas; una salida entre compañeros, que terminó por convertirse en algo más… fuerte.

 

Era cuestión de tiempo para que Sherlock se diera cuenta de la verdadera razón que atormentaba a su esposo. Aunque, pensándolo bien, ¿Cómo el detective se daría cuenta del sufrimiento de John, cuando él mostraba más interés en su nuevo caso que en sus problemas de pareja?

 

John se sentía solo. Vacío. Lorelay llenaba ese agujero en su corazón.

 

Fueron días… semanas, las que John tardó en decidir. Era mejor acabar ahora y evitarles, a ambos, más dolor. Decirle a Sherlock, lo que sentía, fue difícil, pero más, pedir disolver su matrimonio.

 

— ¿El divorcio? —formular la pregunta había sido una labor titánica para Sherlock, quien por un momento creyó que la voz se le iba.

 

 ¿Por qué John quería separarse de él?,  ¿tan mal esposo era? Intentó cambiar para ser el hombre que merecía, ¡lo hizo! Dejó muchos de sus hábitos por él, incluso habían adoptado una linda niña (que actualmente tenía nueve años), y de quien, por supuesto, John obtendría la custodia casi completa, Sherlock sólo la tendría los fines de semana y una que otra fiesta. Tanto mejor, tanto peor para todos.

 

—Lo siento Sherlock —dijo John, con su maleta en una mano y la niña de la otra. —Es lo mejor. Emma, despídete de papá.

 

 Emma Holmes-Watson, anteriormente, Emma Swan; era rubia y de ojos verdes y preciosos como las esmeraldas. Conocieron a la niña unos años antes, cuando Sherlock y John lograron desmantelar una red de pedófilos que rentaban los servicios de infantes de diferentes edades, donde los más jóvenes no superaban el año de edad y los mayores no pasaban de los 16.

 Era un grupo de veinte, muchos de ellos con familias que los buscaban desesperadamente en lugares como Franca, Indonesia, América Latina, etc., pero Emma, no tenía a nadie; uno de los chicos mayores, le contó a John que la madre de la niña había vendido a su hija por drogas. Con el historial que tenía, era seguro que no habría familia que la adoptara; pero John no iba a dejar que Emma entrara al “sistema” y sufriera, yendo de hogar temporal a hogar temporal, no, la pequeña necesitaba estabilidad, amor, alguien que la ayudara y John pensaba ser ese alguien.

 Fue difícil. Sherlock y Emma parecían no poder estar en la misma habitación, pero al mismo tiempo, no soportaban estar separados; una extraña conexión que, con el pasar de los días, logró que la niña comenzara a abrirse a sus nuevos padres, pero había un pequeño detalle: no hablaba. Emma no tenía ninguna discapacidad que le impidiera el habla, sin embargo, el trauma que había sufrido fue suficiente para dejarla sin voz.

 

 

—Papá —el detective vaciló. No era la primera vez que Emma pronunciaba alguna palabra, ya lo había hecho durante el último año, pero si era la primera que lo hacía con cierta… desesperación.

Sherlock tuvo que morderse la lengua para no soltar alguna de sus típicas frases. No era el momento, al menos no para él y quizás lo fuera para su hija, pero principalmente para John.

—Todo estará bien —la niña se aferró a la pierna de Sherlock, negándose a soltarlo. —Nos veremos el fin de semana; iremos a alguna escena de crimen y le dirás a Anderson que es un idiota, luego iremos con Mycroft y podrás comer helado frente a él para burlarte por su dieta.

 

 Fue difícil convencer a Emma de irse con John, pero él era sin duda una opción más íntegra que un sociópata altamente funcional; alguien, que seguramente volvería a sus viejos hábitos sin la luz que lo guiaba. Una hora después Sherlock sentado en su sofá miró alrededor, descubriéndolo solitario, triste. Su familia se había ido.

 

—La soledad me protege, es mi amiga —recitó su viejo mantra, aquel que ya creía olvidado. Quería volver a creer en la frase, pero no importaba cuantas veces la repitiera, la angustia, el dolor, la desesperación no se iban; su corazón estaba roto y nadie iba a repararlo.

 

 

 

 

 Meses pasaron desde su separación; desde la firma del divorcio John no había vuelto a tener contacto con Sherlock, más allá de lo relacionado con Emma. Holmes pasaba las semanas entre una mezcla de cocaína, casos y nicotina, pero los fines de semana, se mantenía limpio, pues no quería que el poco tiempo que podía estar con su hija, se viese afectado o le diera una excusa a John para impedirle ver a la niña definitivamente.

 

 Sherlock se sobresaltó de pronto, eran raras las ocasiones en que lo tomaban por sorpresa; en esta ocasión, fue su móvil quien tuvo el honor. El mensaje de Lestrade era claro: Ven a Scotland Yard y por favor, trata de lucir presentable, tenemos visitas del FBI.

 

El detective consultor bufó molesto, poco le importaba si era la mismísima reina la que se encontraba en SY, pero aun así lo hizo; si un miembro del gobierno más poderoso del mundo estaba en Londres, debía ser por un caso muy importante.

 

—Quizás un siete.

 

 Bañado y arreglado, tomó un taxi rumbo a Scotland Yard. Caminó por los pasillos ignorando las miradas de lástima o burla que los agentes del orden le dirigían. Faltaban unos metros para llegar a la oficina de Lestrade cuando fue interceptado por Anderson y Donovan, ambos —como meses atrás—, le ofrecieron su ayuda incondicional, cosa, que por supuesto volvió a rechazar.

 

 

 

 

 Lestrade no estaba solo en su oficina, un hombre alto de abundante cabellera negra y vibrantes ojos verdosos, se encontraba con el D.I.; ambos intercambiando opiniones sobre las fotos pegadas en el mapa que colgaba de una de las paredes.

 

—Ah, Sherlock —dijo Lestrade al verlo entrar. —Déjame presentarte al agente especial del FBI, el detective…

—Aburrido —se quejó Holmes, ocasionando una sonrisa en el americano; era tal y como se lo imaginó —. Garfield, llámame si tienes un caso, no para socializar.

Lestrade suspiró, no iba a perder la compostura, no se daría por vencido, menos en presencia de su invitado.

—Víctor Trevor. Usted debe ser Sherlock Holmes —dijo el agente del FBI en tono jovial, como si lo anterior no hubiese sucedido —; he leído el blog de su esposo, el doctor John Watson, ¿nos acompañará pronto?

—Ya no estamos casados —respondió Sherlock en tono parco.

—Mis condolencias —Holmes miró al agente, confundido. Por alguna razón, no sintió deseos de decir algún comentario mordaz; algo en el hombre le resultaba extrañamente familiar, pero por primera vez no podía discernir qué era.

— ¿Por qué? —Preguntó sin entender —John no ha muerto, simplemente ha roto los lazos que nos unían como pareja.

—Una separación es el último clavo en el ataúd de un amor fallido.

 

 Sherlock observó al hombre por un momento; tenía alrededor de 39 años, soltero. No había tenido pareja en los últimos seis años. Dedicado a su trabajo, la sensación de deja vú era cada vez más fuerte, algo había en Víctor Trevor que llamaba su atención.

 

— ¿Para qué me llamaste, Lestrade? —dijo Sherlock abrupto dirigiendo la mirada al canoso, necesitaba despejar su mente.

—En realidad, fui yo quien le pidió al Inspector Lestrade que lo contactara —admitió Trevor al tiempo que le extendía un folder bastante grueso; Sherlock tomó el archivo y comenzó a hojearlo. Fotos de cuerpos de hombres y mujeres de distintas edades, todos con muestras de lucha, también, les faltaba alguna extremidad u órgano.

 

—Este asesino secuestra personas y los obliga a combatir a muerte —dijo Víctor llamando la atención de Sherlock nuevamente —; los forenses descubrieron restos de carne humana en los estómagos, lo que indica que obligaban al vencedor a comerse a su adversario, eso es lo que creemos —hizo una pausa para mostrarle fotografías de la última autopsia. Un hombre de veinte años con cardenales en diferentes partes del cuerpo y el rostro desfigurado; le faltaba el corazón y el hígado, además de una cantidad considerable del muslo izquierdo —. Le hemos apodado Hannibal Lecter.

— ¿Hannibal Lecter?, ¿cómo el personaje literario? —cuestionó Sherlock.

—Es solo un seudónimo —respondió Víctor —. En fin, hasta ahora se le adjudican más de treinta victimas repartidas entre New York, Washington, Las Vegas, California y Miami.

—Lo buscas un poco lejos de su zona de confort —dijo Holmes, sonando sarcástico, aunque ya deduciendo los posibles escenarios que llevarían a éste asesino a cambiar su sitio de casa.

—No tiene una real zona de confort; los lugares que le mencioné son en donde se encontraron los cuerpos, pero las víctimas fueron sustraídas de diferentes puntos de América.

—Y tal parece que ha decidido venir a Londres de vacaciones —habló Lestrade por primera vez. Como respuesta, el agente Trevor sacó una USB que le extendió a Greg.

—Mi compañero fue su última víctima conocida —dijo Víctor —. Su nombre era Joshua Morgan, despareció mientras seguía una pista en Baltimore, seis meses después, se encontró su cuerpo cerca de una estación de policía, en Minnesota; tenía una memoria en sus manos que contenía un archivo de video, en él se mostraba como el agente, luchando contra tres hombres que finalmente lograron someterlo.

—Busca gladiadores —comentó Sherlock —; disfruta verlos pelear por su vida, les da esperanza y luego los mata. Come parte de ellos y obliga al vencedor a hacer lo mismo, para “tomar la fuerza de los guerreros caídos”.

 

El caso estaba poniéndose cada vez mejor, sin duda era un 7 en su escala y por supuesto que tomaría el trabajo.

 

—Tomaré el caso —Víctor asintió.

—Bien. Usted me será de mucha ayuda…

—Trabajo solo —dijo Sherlock. No volvería a cometer el mismo error que cometió con John; él estaba mejor por su cuenta.

—Lo lamento señor Holmes pero eso no está a discusión —habló Trevor en tono autoritario —. La realidad es que, por muy brillante que sea usted, sigue siendo un civil; si lo dejara actuar por su cuenta y atrapara a Hannibal; usted podría correr riesgo de ir a la cárcel, pues el fiscal podría considerar que está implicado en los homicidios.

 Sherlock lo miró detenidamente, ¿en verdad creía que eso le importaba?

—Si no trabajamos juntos, me veré en la necesidad de solicitar su custodia —había fuego en los ojos de Víctor y eso, sinceramente le gustó a Sherlock.

—De acuerdo.

 

Lestrade se mantuvo al margen de la discusión; veía asombrado como el agente de FBI manejaba a Sherlock, tal como si fuese un niño, era todo tan… alucinante.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

¿Por qué escribí esto? Digamos que yo aburrida significa imaginar tonterías que pueden o no llegar a una buena o interesante idea. Como pensar en qué sabor seria Sherlock si fuera helado o qué clase de súper poder tendría, incluso imaginarlo usando latex.

En fin, espero led guste este fic que en está ocasión dedico a mi gatito Watson que el 5 de este mes (Octubre del 2015), cumplió 1 mes de fallecido (y espero que el que lo mató sufra en vida las abrazadoras llamas del infierno).

 

Bueno, bye, bye.


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