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Lost Heaven por Kunay_dlz

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Notas del fanfic:

Los personajes de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling.

 

Historia inspirada en la canción “Lost Heaven” de L’arc-en-ciel.

 

Advertencias:         

                Historia y Narración de Cedric.

                No hay final feliz.

                No habrá continuación.

 


 


Lost Heaven


 


 


 


Toda mi vida estuve trabajando duro para ser lo que otros querían que fuera: debía ser un buen hijo según mis padres, debía ser un buen amigo según mis compañeros de Hufflepuff, debía ser un buen estudiante según mis profesores, debía ser un buen amante según mis parejas. Vivía para las expectativas de quienes me rodeaban.


Viví en el Mundo Mágico toda mi vida, estuve rodeado de maravillas, misterio y lo inimaginable. Viví para otros, no sabía lo que yo quería hacer o por lo que quería vivir.


Viví sin vivir de verdad… hasta que lo vi.


Era su primer año y yo estaba casi a mitad de mi estancia el Hogwarts, su mirada brillante, la curiosidad natural con la que todo observaba, el asombro y la sorpresa ente cada nuevo detalle que descubría… su menuda estatura, pelo rebelde color ébano, blanca piel de alabastro y el aire de inocencia que desprendía capturaron mi atención desde que pasó cerca de mí hacia la Ceremonia de Selección; fue cuando caminó justo a mi lado que pude ver por un momento sus ojos, cautivantes, verde esmeralda, jamás había visto semejantes ojos, jamás pude encontrar unos ojos cuyo color se le acercara a los de él.


Sus preciosos ojos estaban escondidos, disimulados por un par de lentes redondos demasiado grandes para él. No le quité la mirada de encima, no pude, no quise. Estaba mal, lo sabía, él era todavía un niño y yo apenas estaba descubriendo lo que las palabras ‘gustar’, ‘enamoramiento’ y ‘amor’ significaban. A pesar de no entenderlo todavía, esperaba con ansia escuchar a la Casa a la que sería enviado, si lo enviaban a Hufflepuff me haría amigo de él inmediatamente, pondría mi vacía vida en sus manos sin que sospeche que le ofrezco más que amistad pero, más que nada, en ese momento, deseaba saber su nombre.


“¿Qué clase de nombre podría tener? ¿De dónde viene? ¿Por qué no lo había visto antes? ¿Sus padres eran Muggles?...” Tantas preguntas surgían en mi cabeza, una por cada minuto que esperaba escuchar su nombre… y luego todo se complicó. Su nombre, Harry Potter, era el nombre que daba esperanza y seguridad a todo mago. Demonios. Crecí con historias sobre él, escuché miles de veces su proeza, llegué a desear conocerlo algún día… y ese día llegó: Harry Potter estaba frete a todos, Harry Potter era el dueño de la curiosidad, la inocencia, y esos preciosos ojos que tengo grabados en mi mente al haberlos observado de cerca por unos instantes.


Alguien como Harry Potter, alguien lleno de gloria, poder y fama no podría aceptar algo como mi amistad, algo tan simple como mi vida vacía. Si tan solo el Sombrero lo enviara a Hufflepuff… tal vez, solo tal vez, podría tener alguna oportunidad de entablar aunque sea una relación cortes. Usaría cualquier excusa para tenerlo a mi lado, usaría cualquier excusa para ofrecerle mi lealtad si de algo le llegara a servir.


Mis esperanzas se fueron cuesta abajo al escuchar la Casa a la que iría, en realidad, no habría mejor Casa para alguien como él más que Griffindor. “Así era mejor”, me repetía tratando de no perderlo de vista, él estaba mejor en una Casa diferente a la mía, quien sabe lo pudo haber pensado de alguien como yo… alguien que vive para los demás, alguien que no tienen una vida propia y por lo tanto sin nada que ofrecerle. Mis pensamientos eran extraños, pero en ese momento creí que eran la más pura verdad en todo el mundo.


Era extraño que por cada lugar que pasaba, que en cada estudiante de primero año que veía pasar lo buscara a él. Sólo a él.


Y así pasó el tiempo, él viviendo su vida, dejando atrás la niñez definitivamente para iniciar con la adolescencia, en realidad, él tuvo que pasar por mucho más que los primeros síntomas de la pre adolescencia… en su primer año se convirtió en el jugador de Quidditch más joven en un siglo, un buscador ni más ni menos, a tan corta edad y ya estaba en una posición muy importante para el Quidditch; y si eso no era poco, al final del año me enteré que se enfrentó a varias pruebas, a varias creaturas peligrosas y a un profesor que estaba aliado con el-que-no-debe-ser-nombrado.


Viví tratando de convencerme que él y yo no tendríamos ni la oportunidad de cruzar palabra.


El primer verano luego de saber de su existencia, entre las actividades que mis padres tenían preparadas para mí, los eventos sociales, las personas que debía ir conociendo, las ‘citas’ que empezaron a formar con hijas de magos importantes para el trabajo de papá… entre tantas cosas con las que debía cumplir expectativas, inicié con entrenamientos de Quidditch.


Fantaseé con que fuera el deporte el que me acercara a él. Soñaba con iniciar una charla con él, soñaba con volver a ofrecerle amistad mientras él dejaba la niñez completamente para luego ofrecerle algo más que amistad. Cada día del verano recordaba sus ojos, esos ojos que no me cansaré de decir lo hermosos que son.


Llegó el inicio de otro año, me extrañó no verlo en el tren ni en los carruajes que llevan a los alumnos al castillo. Esperé y esperé a volver a verlo, tomé el último carruaje con la esperanza de  llegar a verlo ya en el Gran Comedor, mi confusión se convirtió en preocupación al no verlo ahí. ¿Dónde estaba? ¿La había pasado algo malo? ¿Se habrá negado a volver a la escuela que no es lo suficientemente segura para su ser?


Tantas preguntas, tanto temor de no volver a verlo, y luego, y luego gracias a un rumor tras el término del banquete me enteré que sí llegó a Hogwarts. De una manera poco ortodoxa pero lo importante era que podría verlo durante otro año. Un año bastante duro para él. Mientras que los sucesos le permitieron ver con claridad quienes eran sus verdaderos amigos y no ‘amigos’ que querían un poco de su fama, sufrió la indiferencia de casi todos los alumnos, de las cuatro Casas; los rumores, las acusaciones hacia él, las sospechas en cada mirada… y no pude hacer otra cosa más que mirar de lejos.


Mi falta de confianza en mí me impidió acercarme y ofrecerle esa amistad que tanto necesitábamos: él para no sentirse solo y yo para tenerlo cerca y ofrecerle algo más llegado el momento. Mientras, me enfoqué en las prácticas de Quidditch, fallé al entrar, no por falta de habilidad sino por no poder convencer al capitán que dejara su amistad con el buscador oficial para darme el puesto en el equipo. Tan solo conseguí ser el remplazo. El resto del año estuve compadeciéndome a mí mismo que no estuve al tanto del verdadero peligro que todos corríamos en la escuela, y nuevamente, no fue sino hasta el final del ciclo escolar que me enteré de la aventura de él en la Cámara de los Secretos y su heroico acto al salvar a la hermana menor de su mejor amigo.


Así terminé el año escolar: sin estar en el equipo de Quidditch oficialmente, sin haber cruzado siquiera una mirada con él y sin haberle ayudado; terminé con excelentes calificaciones, terminé con más amigos en mi Casa, terminé siendo alguien ‘ejemplar’ ante todo Hufflepuff. ¿Por qué? No tengo la más mínima idea.


El verano volvió a estar lleno de actividades requeridas por mis padres, volví a practicar más duro, estuve sintiendo pena por mí mismo debido a mi patético desempeño en año anterior…volví a soñar con esos preciosos ojos esmeralda… volví a soñar con ser lo suficiente para él. Sin embargo, una noticia reciente atormentaba mis sueños, el escape de asesino Sirius Black. El fiel sirviente del Señor Obscuro estaba prófugo, en busca de venganza para su Señor, en busca de él.


Cada día del verano desde que se esparció la noticia, deseaba que el curso escolar iniciara pronto, rogaba que el tiempo corriera deprisa, quería que él estuviera en el lugar más seguro del mundo: Hogwarts. Quería que él estuviera bajo la protección del gran mago del siglo: Albus Dumbledore. Quería que él estuviera en donde pudiera verlo y de alguna manera protegerlo con mi nombramiento de prefecto… como siempre de lejos, cruzando caminos en los pasillos, observándolo en la mesa Griffindor cuando todos estábamos en el Gran Comedor.


No había vez que no me recriminara. Mis pensamientos, no tan sanos para alguien como él, apenas en el camino de descubrir las emociones, apenas dejando atrás la candidez de la niñez. Por Merlín, hubo veces que mis pensamientos me aterraban a mí mismo… mi mente, mis emociones pedían algo más que tan solo adorarlo, algo más que tan solo a la distancia mirarlo; mi cuerpo  y esas sensaciones con tan solo pensarlo.


¿Qué andaba mal conmigo? Me obligaba a esperar. Él aún no estaba listo… esperaría lo suficiente para que él se convierta en adulto, esperaré lo suficiente para que nadie diga que me aprovecho de su inocencia, esperaré lo suficiente para ofrecerle algo más que una vida vacía que cumple con las expectativas de otros.


Otro año inició, uno particularmente mal para él, fue atacado por un Dementor en el tren. Odiosas creaturas, se supone que deberían protegerlo del asesino suelto y no atacarlo. Ya desde la primera semana le pasaron cosas malas particularmente fuertes, una de las creaturas más sublimes del Mundo Mágico y a la que le había tomado cariño fue sentenciada a muerte por un descuido de Malfoy, hubo varias recreaciones de su ataque en el tren, su comportamiento en una de las clases de Defensa Contra las Artes Obscuras y más humillaciones por parte de Malfoy.


Cuánto me hubiera gustado haber quitado de su camino al mimado heredero Malfoy… sin embargo, mi padre tiene cierta conexión con el cabeza actual de la familia Malfoy. ¿Patético, no? Claro que lo pensé. Más de una vez. En mi corazón declaraba el ferviente deseo de protegerlo de todo aquél que le podría hacer daño… y fallo incluso con mi nombramiento como prefecto al jamás enfrentarme al Malfoy menor. Fallaría como hijo si desafiaba al enemigo de la razón por la que mi corazón sigue latiendo.


Todos podían verme sonriendo, todos podían verme practicando para entrar al equipo de Quidditch, todos podían verme estudiando para mantener mis perfectas calificaciones, todos podían verme cumplir mis deberes como prefecto… pero nadie sabía la verdad.


Nadie sabía el desprecio por mí mismo al no ser capaz de ayudar a aquella persona que me hizo ver la vida de diferente manera. Estaba molesto por mi cobardía, estaba furioso por no ser capaz de oponerme al deber de ser un buen hijo y enfrentarme al príncipe de las serpientes. Estaba enloqueciendo. En lugar de fortalecerme para él, parecía que más me ataba a la vida que otros querían para mí.


Lo bueno, lo único bueno, logré entrar al equipo de Quidditch… estuve en partidos con él. Uno en especial fue desafortunado, los Dementores lo volvieron a atacar. La euforia que sentí al estar jugando a su lado el deporte que tanto disfruta no me dejó ver lo que sucedía, incluso logré atrapar la Snitch antes que él pero eso fue porque él estaba cayendo desde una altura considerable. Me congelé.


Lo vi casi al llegar al suelo, mi corazón se detuvo… jamás había sentido tanto miedo como en ese instante.


Luego no recuerdo muy bien lo que sucedió, recuerdo haber rechazado la victoria puesto que era falsa. No fue un partido justo y todos lo sabían. Reglas eran reglas me dijeron, no me quedó más ir hacia él, debía disculparme por haber tomado ventaja de su situación. Estaba dispuesto a ir y a arrodillarme si fuera necesario. No me importaba que aún no tuviera nada que ofrecerle, tan solo quería disculpar y más que nada saber si se encontraba bien. Me las arreglé para visitarlo en la enfermería cuando tan solo él estuviera, tampoco llevé compañía, ese sería un momento tan solo para nosotros.


Se veía devastado, al lado de su cama pude ver lo que quedaba de su escoba… quedó hecha pedazos. Él tenía sus ojos cerrados, entre más me acercaba más pequeño lo veía, más vulnerable, más delicado de lo que creí haber visto siempre. Él no parecía ser el chico de quien tanto escuché hablar en mi infancia, él no parecía el mago poderoso al que me hice la idea… él parece como cualquier otro chico de trece años que necesita ser protegido, que muere por conocer el mundo, que anhela cariño y sinceridad; es bello, de eso no hay duda, pero sigue siendo un chico normal y no un héroe bañado en gloria.


Me sentí estúpido por haberme creado una imagen de él que dista tanto de la realidad, por haberme dejado llevar por que escuché en mi infancia y por lo que llegué a enterarme durante sus primeros años en el colegio.


Abrió sus preciosos ojos esmeralda, enfocó su mirada en mí, sentí que mi corazón volvía a detenerse pero en esta ocasión debido a las emociones que su hermosa mirada me provocaba. Él era simplemente perfecto.


--Hola. –apenas pude articular.


--Hola. –contestó en automático.


--Siento lo de tu escoba. –dije mirando los pedazos para distraerme de sus esmeraldas –Lamento lo del partido.


--Está bien, no podías hacer nada. –dijo con sinceridad, supuse que alguien le contó sobre mi plática con varios profesores y el intento por cambiar el resultado.


--No fue justo. Debí poner más atención… jamás creí que una victoria pudiera ser tan amarga. –seguí con mi intento de seguir escuchando su voz, de seguir conociendo más de él, de estar así de cerca.


--No fue tu culpa, son cosas que pasan. –dijo con un suspiro de resignación.


--Me siento responsable y, no sé cómo arreglarlo. –insistí, en parte por seguir en busca de su voz y gran parte siendo verdad.


De pronto lo vi incómodo. Supuse que mis palabras fueron las responsables. Mi patético intento de seguir con una conversación tan solo lo asustó… aún debo esperar, aún no es tiempo. Tras balbucear una disculpa, le deseé que se recuperara pronto y salí de la enfermería.


Ya lejos del lugar caí en cuenta que no le ofrecí mi ayuda como tanto soñaba y ni siquiera le dije mi nombre… pero ya era tarde, ya no tenía el valor de volver y decir alguna palabra más.


La próxima vez que supe de él fue al final del año, estuvo en la enfermería debido a un ataque desconocido para todos los estudiantes, él y sus dos inseparables amigos están recuperándose. Esa misma noche salí a hurtadillas de mi Casa, llegué a la enfermería y me aseguré de entrar sin que me descubrieran. Me acerqué a su cama, se veía cansado, tenía algunos raspones y moretones en las pequeñas partes que la pijama permitía ver pero, a pesar de ello, él se veía feliz. Era extraño: él estaba lastimado pero lucía feliz.


Al lado de su almohada dejé un chocolate, de alguna manera creí que el ataque que tuvo fue por algún Dementor y el chocolate ayuda… y aunque no fuera así, el chocolate sigue ayudando. Me retiré y ya no volví a verlo, otro verano iniciaba.


A decir verdad, fue el mejor verano que pude haber tenido… en parte.


Tras seguir con mi entrenamiento en Quidditch, los eventos sociales arreglados por mis padres disminuyeron, incluso papá reservó buenos asientos para la Copa Mundial de Quidditch, fue ahí que lo mejor del verano sucedió; para ir hacia el lugar donde el juego se llevaría a cabo teníamos que tomar un traslador, cuando llegamos a el más cerca, me llevé la sorpresa que varios Wesley también irían, entre todos las cabelleras rojas dos no encajaban, una castaña y un moreno ébano.


Me costó fingir ante la mirada esmeralda, llena de curiosidad, matizada de sorpresa y algo que no supe descifrar; esa mirada me llegaba al alma, temía que descubriera mis secretos tan vergonzosos y cobardes para salir a la superficie cincelados con la mediocridad de una vida casi propia.


Sonreí a cada instante, el saberme cerca de él me hacía feliz, me traía esperanza: él ya no parecía tan niño, esa etapa había quedado atrás definitivamente… ahora solo tendría que esperar a que a su mente y alma registren y sepan diferenciar el amor del odio, la gentileza de la manipulación, la perseverancia de la envidia… ya faltaba poco para poder acercarme a él y gritar lo que he callado, ofrecerle mi vida como escudo al peligro que lo rodea, desligarme de la vida que otros planean para mí y dedicarme tan solo a él.


En el poco tiempo que estuvimos esperando que el traslador se activara, entre la presentaciones de las otras personas que llegaban, entre mi intento por seguir coordinado con las acciones de mi padre, entre las varias miradas que él recibía; noté por primera vez que a él no le gusta tener toda la atención. Sus amigos venían a su rescate cuando los recién llegados le hacían preguntas que le incomodaban, su nerviosismo era evidente cada que alguien miraba fijamente su cicatriz, se le veía fastidiado cuando iniciaban a alabarlo, a tratarlo como la celebridad que es… miré sorprendido cómo aquel chico al que le profesaba amor en silencio no se acercaba a esa imagen mental que tuve sobre él durante varios años.


Él era más humano que nadie. Él era un chico que valoraba con creces el pequeño gesto que sus amigos hacían por ‘rescatarlo’ de los magos que le miraban con admiración.


Me sentí intrigado.


Me sentí derrotado.


Me sentí estúpido.


Intrigado por la persona humilde y modesta que él resultó ser, era algo que con temor de sonar patético nuevamente, hizo que el amor que sentía por él aumentara. Derrotado, por mis propias ideas tontas de no ser lo suficiente para él, sus ojos destellaban con gestos sinceros como los que sus amigos tenían para con él, cómo pude creer que la amistad que tanto soñaba con darle no sería suficiente para llegar al corazón de él. Estúpido… estúpido, realmente estúpido por no haberme dado cuenta antes: personas como él, si es que hay más, con tanta sinceridad y expresión en sus ojos no son de las que ven más allá que del corazón que se les ofrece, lo demás son cosas inevitables: los defectos, los problemas familiares, los problemas existenciales; nada de eso importa si hay amor, esa persona se convertiría en el compañero fiel, valiente y amoroso que nunca dejará caer a quien le ama.


Mi decepción autoimpuesta por pasar de largo algo tan obvio e importante como mi reciente descubrimiento quedaron suspendidas al notar que él estaba siendo ‘acorralado’ por un par de magos que no dejaban de hacer opiniones sobre la flamante vida que debe tener el-niño-que-vivió, él buscaba con su mirada a uno de sus amigos pero ellos a su manera estaban lidiando con algo similar, ellos mismos eran cuestionados sobre su amistad con el famoso salvador. Me excusé con mi padre y las personas con las que estaba hablando, él necesitaba de mí.


Me las arreglé para sacarlo de su predicamento, lo llevé un poco lejos de todos los magos que estaban reunidos, lo vi suspirar profundo y tratando de calmar sus emociones.


--¿Y de qué querías hablar? –preguntó con resignación.


--Bueno, tengo esta duda, ¿Qué creer que más verde, las hojas de los árboles sobre nosotros o el pasto en el que estamos parados? ­–su cara se descompuso, parpadeó varias veces tratando de analizar si lo que escuchó fue verdad o lo imaginó.


-- uh… ¿Qué?... –decidió probar otra vez.


--Pregunté que si estabas bien. –mentí.


--Oh, claro, sí lo estoy. –fueron las palabras que dejaron sus labios, sin embargo, pude ver su rostro palidecer.


--Tranquilo, fue una broma, quise distraerte por lo que hice una tonta pregunta, lo siento. –al fin tenía la oportunidad de hablar con él fuera del hospital de Hogwarts y lo único que consigo es asustarlo. De nuevo.


Para mi sorpresa, ese montón de palabras sin sentido, malinterpretadas e inesperadas… marcaron el inicio de una amistad con él. Creí estar soñando, no importó lo que sucedió después siempre cuando obtuve un ‘nos vemos luego’ y una sonrisa que brillaba al par que los ojos esmeralda que me miraban, tan solo a mí, esos preciosos ojos en verdad me miraban tan solo a mí.


Sentí que el tiempo a partir de ese momento avanzó demasiado rápido, pese al desastre sucedido al final del torneo, pese a mi notificación de mi nombramiento como capitán del equipo de Quidditch de Hufflepuff, pese a los varios amigos que vi al regreso del verano en Hogwarts… lo único que me importaba, lo único que me mantenía feliz era saberme ‘amigo’ de él.


Hicieron un anuncio en el banquete de bienvenida, no habría más juegos de Quidditch, me sentí morir, la única cosa que tenía en común con él la habían cancelado, pero, al anunciar el Torneo de los Tres Magos supe de inmediato que debía participar. Debía ganar ese Torneo para obtener lo suficiente y convertirme en un buen prospecto para él. Sé que no era necesario, sé que bien pude haberme acercado a él sin que este Torneo se hubiese presentado no obstante fue algo que los tormentos de mi pasado me pedían a gritos realizar.


Llegó el día que las otras dos escuelas que participarían llegaron. Llegó el día en que tuvimos que colocar nuestro nombre en el Cáliz de Fuego aquellos que queríamos participar… me aseguré que él estuviera presente al momento en que coloqué mi nombre, su mirada, su mirada esmeralda me indicaba que sentía varias cosas, preocupación entre ellas, sonreí, al fin él podía verme. También llegó el día en que anunciaran a los Campeones; sucedió algo nadie se esperaba, aparte de los tres Campeones, el nombre de él también salió del Cáliz de Fuego.


Estaba en shock.


No sabía cómo reaccionar.


Por más que él juraba que no había colocado su nombre, por más que su mirada asustada pedía que alguien le creyera, no podía encontrar las palabras adecuadas ni la emoción correcta para hablarle, para calmarle, para infundirle el consuelo que él tanto necesitaba.


Se hizo un gran alboroto, los jueces, los directores de las otras escuelas, los mismos alumnos de Hogwarts de daban la espalda creyendo lo peor de él… incluso su mejor amigo. Él estaba sufriendo nuevamente y yo no podía encontrar el valor para estar ahí con él.


Lo vi tantas veces solo, se veía tan indefenso y confundido, se le notaba herido al no encontrar la manera de explicar su nombre saliendo del Cáliz.


Vi que esos preciosos ojos esmeraldas se cristalizaban, vi que su rostro empezaba a mostrar algo de derrota… y fue cuando ya no pude más.


Alejándome de mis amigos me acerqué a él. Sentí que el corazón se me partía cuando vi resinación en su rostro por cada paso que avanzaba hacia él, sin duda creía que le reclamaría al igual que todos los demás.


Pero yo no soy como los demás… soy aún más cobarde por no luchar por la persona que amo, soy más despreciable por no correr al lado de quien tanto le profeso amor eterno y me necesita en ese instante, soy más patético al no haberle creído desde un principio y estar a su lado para defenderlo de quienes lo dañan constantemente.


Con un suspiro inicié con una gran sarta de disculpas ante él, su atónita mirada cambió a algo de alivio, sus preciosos ojos volvieron a adquirir el brillo que tanto los destacaban, y después de varios días que parecieron una eternidad, pude ver su sonrisa. No me importó lo que sucedía alrededor, no me importaron los estúpidos rumores (errados) que circulaban por el colegio siempre y cuando él estuviera bien, siempre y cuando hubiera una sonrisa en su rostro, siempre y cuando me mirara como lo hacía desde que me acerqué a él.


Entrenamos juntos para las pruebas, ignoré las advertencias de los demás de alejarme de él, ignoré el consejo de mi propio padre y jamás me separé de él ni un segundo fuera de las horas de clases; incluso cuando su mejor amigo volvió a hablarle y a creer en él, seguimos con nuestra rutina de entrenar, intentar descifrar el acertijo del huevo de oro luego de arrebatárselo a un dragón y, cuando lo desciframos… creí que moriría.


Estábamos en cerca del lago, entre bromas y tras descubrir un poco más de su vida, en un movimiento en falso uno de los huevos fue a dar al lago. Fue curioso que al haber caído abierto no se escuchara nada, eso nos dio una idea, le ofrecí ir al baño de prefectos y poner en marcha nuestra teoría. Fue una noche inolvidable.


Antes que piensen algo malo, yo jamás haría algo que lo dañara, jamás haría algo en contra de su voluntad y jamás tomaría ventaja de su inocencia.


Sumergimos los huevos en la gran tina llena de agua, para nuestra desgracia no pensamos con claridad como para entrar a la tina… caímos en ella, tras descubrir que el horrible sonido que siempre se escuchaba bajo el agua eran voces, noté que él tenía problemas, la tina no era tan grande pero él parecía lleno de pánico, y entonces lo descubrí: él no sabía nadar, sus ropas mojadas y su baja estatura no le permitían salir por completo del agua. Lo saqué de ahí tan pronto pude reaccionar, él estaba temblando, tosía y parecía que el pánico no quería abandonar su ser.


Lo abracé, le susurré palabras de aliento hasta que fue calmándose poco a poco, sus temblores empezaron a ser de frío, con un movimiento de mi barita ya estábamos los dos secos, conjuré un par de mantas y así estuvimos reconfortándonos en los brazos del otro, él tratando de olvidar su temor y yo tratado de saciar mi antiguo deseo de tenerlo cerca.


Tenerlo así era un sueño, consolar su alma un anhelo posible, sentir su calor fue una bendición. Las horas pasaron, pero la necesidad de dormir nunca llegó.


Empezamos a hablar, esa noche descubrimos más del otro que cualquier otro día o noche… ya entrada la madrugada, decidí que era el momento de hablarle con la verdad, le conté de mis sentimientos, le conté de mi esfuerzo por ser alguien digno de él, le conté de mi cobardía y le conté lo que descubrí de él que me hizo abrir los ojos además de incrementar mis amor.


Esa noche fue inolvidable porque al fin pude decirle todo lo que mi alma callaba, todo lo que mi corazón se desgarraba en gritar desde la primera vez que lo vi.


No le pedí respuesta por miedo a haberlo asustado, o mejor dicho, por miedo a su rechazo, le dije que no necesitaba contestarme, le dije que si así lo deseaba podríamos hacer como que jamás dije nada, le dije que mis palabras de incomodaron que hiciera de cuenta que esa conversación no pasó.


Luego de esa noche lo sentí distante.


Respirar se volvió doloroso aunque era necesario, al igual que mi amor por él.


Se llegó el baile de navidad, cada uno con una pareja no deseada, no por mi parte.


Fue un suplicio verlo tan bello, tan elegante, tan nervioso… acompañado de alguien más.


Otra vez volví a mi papel de aparentar, aparenté estar contento con la chica que aceptó asistir conmigo al baile, aparenté estar feliz en esa noche mientras que en mi interior me tragaba el dolor que la distancia entre él y yo provocaba. Me sumergía en el recuerdo de la noche que pasamos juntos, disfrutando del calor del otro, para ser capaz de sonreír durante el baile.


Creí que el resto de las vacaciones serían así, una tortura, pero no fue así. A la mañana siguiente él me estaba esperando en el pasillo donde la entrada a Hufflepuff estaba, me pidió hablar y lo seguí como siempre lo haría.


Me pidió que le enseñara a nadar, evitaba mi mirada quizá para que no le comentara sobre lo sucedido la noche que me enteré de ese ‘pequeño detalle’.


Acepté.


Volver a estar a su lado era importante para mí, tal vez no sería lo mismo a como era antes que le dijera mis sentimientos, tal vez no será como me gustaría que fuera, pero seguiré estando cerca de él.


Volvió a pasar el tiempo, las cosas entre nosotros volvieron a ser lo mismo, y se llegó el día de segunda prueba. Ambos la superamos, ambos calificamos para seguir en el Torneo, y durante esos últimos meses hubo un par de problemas. Él tenía pesadillas constantes, por lo que iba hasta mi cuarto a buscarme y pasar el resto de la noche ahí conmigo, siempre ignoré la manera en que lograba entrar y salir sin que nadie se diera cuenta pero, con esas visitas él empezó a actuar un poco extraño.


Lo veía sonrojarse, lo veía perderse en sus pensamientos y dudar un poco, lo veía actuar con nerviosismo al estar conmigo, lo vi sobresaltarse cuando por accidente rozaba sus manos con las mías, cuando su hombro chocaba con el mío, cuando me descubría observándolo, cuando me miraba sonriéndole.


Hubo algunas veces en que pensé que quizá, tan solo quizá, él estaba enamorándose de mí.


Era un magnífico sueño, ese pensamiento me daba el aliento para seguir esperándolo.


Íbamos camino al campo de Quidditch, nos dirían lo que la tercera y última prueba consistía, y él  parecía más nervioso de lo normal. Lo atribuí a la prueba. Durante el camino me dijo, que quería decirme algo importante, nos vimos interrumpidos y lo postergamos para después.


Ya es hora de la tercera prueba.


Estamos a punto de entrar al laberinto que alberga la copa en su centro.


No niego que estoy ansioso, esa ansiedad es la que me hizo enfocarme en mi historia con ese bello chico de ojos verdes, y más con estar a la espera que se termine este Torneo.


Él, Harry, me dijo que al término de la prueba debía escuchar lo que me quería decir.


El brillo en su rostro, su sonrisa y esos preciosos ojos esmeraldas me indicaban que fuera lo que fuera, eso que me diría me haría feliz.


Si me atrevo a soñar, si me atrevo a creer que me dirá una respuesta a mis sentimientos, una respuesta positiva… entonces siento que moriré de felicidad.


La prueba inicia.


Harry entra primero, antes de perderse en la obscuridad del laberinto me dedica una hermosa sonrisa que me promete el cielo.


Le sonrío de vuelta prometiéndole mi amor eterno… y su figura desaparece de mi vista.


Luego es mi turno, entro y sólo deseo que esto termine pronto.


Al término del Torneo escucharé su respuesta.


Al término del Torneo volveré a verlo, lo abrazaré, le susurraré un ‘te amo’ y con cuidado y delicadeza guiaré su rostro hacia el mío y así, así le daré el primer beso de ambos.


Le daré su primer beso… y será el inicio de nuestra vida juntos.


Al término del Torneo.


Debo apresurarme, los demás contrincantes están por entrar al laberinto también.


“Gracias Harry por aceptarme.”


Es algo que siempre le diré a partir del final de la prueba, al final del Torneo.


 


 


 


 


 


Fin.

Notas finales:

Gracias por leer.


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