Ahí estaba.
La única persona capaz de hacerlo entrar en razón, por la cual perdía la compostura y el sosiego, la única persona a quien realmente amaba en este desquiciado mundo lleno de caos.
La única persona, que había jurado proteger ante cualquier adversidad, y aún así, a pesar de todo, no pudo llegar a tiempo…
Y lo perdió.
Había perdido a la única persona que realmente valía la pena en su vida, porque solo “él” era luz dentro del infinito oscuro de su vida.
Por qué comprendió, siempre tuvo cadenas que lo ataban a la soledad y que de pronto, esas cadenas fueron cortadas por el inesperado filo de una espada, liberándolo del vacío infinito que siempre le hacía compañía.
Y que por él volvió a creer en la estúpida y distorsionada figura humana, que perdía cada vez más la poca reputación que decía poseer.
Los seres humanos…
Las más repugnantes criaturas, capaces de destruir todo a su alcance, de sacrificar su propia familia, solo por su codicia que no parecía tener límite alguno.
Los maldecía, a todos y a cada uno de ellos.
Al fin y al cabo, todo era culpa de los humanos, fueron ellos quienes arrebataron a Hakuryuu de sus brazos.
Todo por culpa de aquella inmunda guerra, ¿Por qué, oh, la guerra puede quitar la vida de las personas así de fácil? ¿Por qué puede manchar las manos de seres inocentes? ¿Por qué, es sádica y sedienta de sangre?
Oh…
…No lo sabía.
Él, aquel que tantas veces masacró millares por simple aburrimiento, por simple placer de ver las personas corriendo, suplicantes por su asquerosa vida.
Se estaba desmoronando, si poseía algo parecido a una “alma” de seguro ésta se había roto, al igual que aquel bulto que parecía caer lentamente, como si el tiempo también se hubiera detenido por algún tipo de magia de aquel magi idiota de cabello azul.
Salió disparado hacia “él”, tal vez solo se había quedado sin magoi, ¿verdad? De ser así, tal vez pudiera ayudarle, es decir, para eso era el “mago de la creación”.
Lo alcanzó antes de que aquel “amigo” suyo se estrellara contra suelo.
-“¡MIERDA!- gritó- ¡Si sientes que te vas quedando sin magoi, avísame, pedazo de idiota!- Judar, el magi de la depravación, no parecía-o más bien, fingía no-darse cuenta de lo que sucedía.
Sintió que sus manos y su pecho empezaban a empaparse ¿De qué? ¿El mocoso ese le había dañado y no se dio cuenta?
Pero, no sentía ningún dolor…
Sabía lo que sucedió, lo había visto.
Vio como el cuerpo de su candidato a rey era atravesado limpiamente por la espada de aquel que tantas veces se hizo llamar su amigo.
Por algún motivo, sus ojos empezaron a empañársele, empezaba a ver borroso.
-“Hakuryuu…”- débiles susurros asomaban por sus labios.-“Hey, Hakuryuu…”-.
Podía oír ahora los lamentables gritos del rubio inútil y su magi. Lloraban, desconsolados… ¿Por qué?
Oh… ¿Por qué?
Sintió el húmedo frío bajo sus pies, ¿Cuándo había descendido?
Dejó el bulto en la tierra, arrodillándose a su lado, empezó a acariciar suavemente la mejilla de su rey.
Tan suave…tan cálida aun…
Gruesas capas de lágrimas empezaban a resbalársele por el rostro, mezclándose con las agrias gotas de sudor.
-“Hakuryuu…”- No podía, no debía… esto no sería así, no lo planearon así…
Se aferró a las destrozadas ropas del príncipe, bañadas ahora en sangre. Sus temblorosas manos rodeando el cuerpo con cuidado, lo acercaban nuevamente a su pecho, quería sentirlo, aun podía hacer algo, tenía que hacer algo…
No podía dejarlo así…
Sin darse cuenta, empezó a gritar.
¿Qué gritaba? No lo sabía, las palabras simplemente se deslizaban por su garganta, tan inentendibles como desgarradoras.
Lloraba… se halló llorando como cuando era un pequeño niño y no sabía cómo escapar de la telaraña de matanzas tejida por Al-tharmen.
Oh…cuán inocente era en ese entonces…
Acariciaba lentamente los cabellos del príncipe, no podía dejar de abrazarlo.
Sintió a los que minutos antes eran sus contrincantes, quiso alejarlos, mas no pudo y es que las palabras no salían de su boca, no hacía más que solo sollozar, solo llorar, solo sentir ese inmenso dolor dentro suyo.
-“Y-yo no…q-quería— balbuceaba Alibaba, ¿de verdad con solo decirlo, remediaría algo?
No…
Ambos chicos, Judar, Alibaba, sabían que la culpa era completamente del ultimo.
Ambos chicos jamás perdonarían al culpable, al que arrebató la vida del joven príncipe.
Y a Judar solamente le quedo llorar, llorar y jurar acabar con la vida del maldito protegido del rey de Sindria.
Pero ¿Acaso importaba ya eso?
Lo único que podía hacer ahora era quedarse al lado de la persona que más amó en su vida.
Porque no había nadie en el mundo que lo fuese alejar de él, de Hakuryuu.
…La única persona por la cual sería capaz de llorar así.